El tercer estado en la sombra – por Jose Francisco Fernández-Bullón

Nada demuestra de forma más contundente la penetración del comunismo en las altas esferas norteamericanas ya a mediados del siglo XX y su control último sobre el gobierno de los Estados Unidos que la reacción de la administración estadounidense ante la insurrección anti comunista que tuvo lugar en 1956 en Hungría. Las peroratas anti comunistas de Eisenhower o de John Foster Dulles y su supuesto compromiso de liberar el este europeo de la tiranía soviética no tenían otro objetivo que confundir al público norteamericano y presentar ante el mismo una falsa imagen de paladines en lucha contra el comunismo satánico. Ni Dulles, ni Eisenhower se propusieron jamás seriamente liberar a las naciones del este de Europa del yugo soviético. Su objetivo fue siempre más bien el contrario, preparar el terreno para el triunfo del comunismo en Norteamericana y a la larga en todo el mundo.

Esta temprana y furtiva penetración del comunismo en la administración estadounidense explica la deriva actual totalitaria en Norteamérica que ha pillado a tantos por sorpresa. A tantos pero no a todos. El doctor Revillo P. Oliver ya alertaba en 1966 en su opúsculo “All America Must Know” que Washington estaba plagado de comunistas, ya fueran nacionales o extranjeros, y que éstos detentaban el control de la mayoría de las oficinas gubernamentales.

Coincidimos con él en afirmar que: “ La revuelta húngara constituye una de las pruebas irrefutables que demuestran la estrecha colaboración entre el Kremlin y la burocracia que capturó Washington durante la presidencia de Franklin Roosevelt y que se ha ido expandiendo y fortaleciendo desde entonces”.

Existía pues para entonces una superestructura o infraestructura, no sabemos muy bien qué nombre le cuadra puesto que era secreta e invisible, que constituía una especie de tercer estado en la sombra que dirigía con mano de hierro los estados ruso y norteamericano y que pretendería ejercer su despotismo en nombre de lo que se conocía como el tercer estado en el antiguo régimen: es decir las clases desfavorecidas, cuando en realidad lo que pretendía era el enriquecimiento ilimitado de un puñado de masones satanistas.

Las falsas y frecuentes promesas que hizo el presidente norteamericano  Eisenhower durante la campaña de 1952 de liberar a las naciones satélites europeas del estado soviético junto con las soflamas anticomunistas emitidas por Radio Free Europa fueron sin duda las que incitaron al pueblo húngaro a sublevarse heroicamente contra el invasor soviético. Pero la administración estadounidense no sólo se negó a acudir en su auxilio o a ofrecerle apoyo de ninguna clase, sino que saboteó los planes del único país que se prestó a ayudar a los sublevados: España.

El gobierno español accedió a enviar a los húngaros las armas que más necesitaban: cañones antitanque. Los dirigentes españoles se comprometieron a utilizar parte de su fuerza aérea para transportarlas y solicitaron del gobierno alemán que permitiera que los aviones aterrizaran para repostar en su territorio durante el viaje de regreso, ya que la flota aérea española no podían llevar en sus depósitos suficiente combustible para realizar un viaje de ida y vuelta. Pero la CIA norteamericana reveló dichos planes al Departamento de Estado estadounidense que presionó enérgicamente al gobierno alemán para que cancelara el permiso concedido al estado español. Fue pues la supuestamente anticomunista administración norteamericana la responsable en gran medida del fracaso del levantamiento húngaro y de las masacres que los rusos cometieron una vez aplastada la sublevación.

Como sucede en la actualidad con la guerra entre rusos y ucranianos, La guerra fría no fue en gran medida más que una farsa que era preciso escenificar de cara a la galería pues Estados Unidos contaba por entonces con una poderosa clase media sumamente al hostil al comunismo y con numerosos líderes independientes no controlados por la banca. Hombres como el congresista Dies de Texas que se hizo con fotografías de parte de los registros del Partido Comunista Estadounidense que demostraban que al menos 2500 miembros del Departamento de Estado, o el Departamento de Interior y el de Justicia eran miembros de dicho partido. Dies entregó dichos registros al presidente Roosevelt que tras afirmar que muchos de sus amigos eran comunistas lo echó airadamente de su despacho.

Roosevelt nunca se molestó, en efecto, en ocultar sus simpatías por el comunismo jázaro, pero antes de la segunda guerra mundial la mayoría de los estadounidenses desconocían el verdadero rostro del comunismo que aún no se había extendido como un cáncer por gran parte de Asia y el este de Europa.

Por lo demás Eisenhower se limitó a lo largo de toda su carrera a seguir las instrucciones del financiero judío Bernard Baruck, de la misma forma que Putin se limita a seguir las de Anatoly Chubais, Román Abramóvich o Sergey Kiriiyenko, todos ellos asquenazi y los verdaderos gobernantes de Rusia.

Sergei Kiriyenko, nieto por cierto del ferviente comunista y miembro de la Checa nade menos, Yákov Israitel, fue quien provocó la crisis financiera rusa de 1998, cargando de deudas a la nación rusa a través de los créditos solicitados al Fondo Monetario Internacional. Gracias a su pésima gestión la deuda nacional de Rusia se elevó a más de 22 mil millones de dólares. No cabe la menor duda que Kiriyenko es un agente de la banca globalista, neoliberal o comunista, (todos esos apelativos pueden considerarse sin la menor duda sinónimos). Junto con Chubais y otros fundó el partido Unión de Fuerzas de la “Derecha”. No mucho antes había pertenecido al Partido Comunista de Rusia. O sea que salta de un extremo al otro del espectro político como el que salta a la comba y ahora se sienta a la izquierda, ahora se sienta a la derecha de Jacob Rothschild en los banquetes con que celebran el pillaje del mundo. Este baile de siglas y de máscaras no tiene otra finalidad que confundir a los rusos y hacerles creer que viven en una sociedad pluralista cuando en realidad es tan monolítica y troglodita como en los años veinte del pasado siglo. Nada cambió en la Federación Rusa con la Perestroika, excepto que algunos perros cambiaron de collar.  A partir de Gorbachov a todos los presidentes rusos le dio por peregrinar al Muro de las Lamentaciones que no es la nueva Meca de la actualidad, sino la Ceca.  Para algunos dicho muro no son los restos del segundo templo del que no quedó probablemente piedra sobre piedra sino los de un fuerte romano, una equivocación que le cuadraría perfectamente a nuestra época equívoca y doctrinalmente errada.

Baruch, un agente de los Rothschild, fue el verdadero presidente en la sombra de los Estados Unidos durante los mandatos tanto de Roosevelt como de Eisenhower. Stalin tuvo siempre por cierto en el primero a su mejor propagandista.

Como director de la Junta de Industrias Bélicas durante la Primera Guerra Mundial, Baruch controlaba prácticamente toda la producción industrial de los Estados Unidos durante esas fechas. Una vez finalizada la guerra, Baruch se desplazó a Versalles como asesor principal de la delegación sionista que presentó la Declaración Balfour ideada por los Rothschild y clamó por el establecimiento de un estado judío en Palestina.

Es preciso decir unas palabras acerca de la carrera militar y política de Eisenhower y su meteórico e inmerecido ascenso al poder.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el Coronel Eisenhower trabajaba para el General Douglas Mc Arthur en el Pacífico Sur, Mc Arthur se quejó ante sus superiores en Washington de la incompetencia de Eisenhower y declaró que no lo quería como miembro de su personal. A pesar de ello, Washington no solo transfirió al Coronel Eisenhower a Europa en 1943, sino que lo ascendió a general de cinco estrellas eligiéndolo de entre más de 30 oficiales más experimentados que él y lo puso a cargo de todas las fuerzas estadounidenses en dicho continente.

Como señala James Perloff en su obra “The Shadows of Power”:

“En 1941, el año en que fuimos a la guerra, Eisenhower era un teniente coronel que nunca había participado en una sola batalla en su vida. Sin embargo, en 1943 se había convertido en general de cuatro estrellas y comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa occidental. Después de la guerra, Eisenhower estuvo al mando de las fuerzas de ocupación estadounidenses en Alemania. Regresó a casa para convertirse en Jefe del Estado Mayor”. Fue Bernard Baruch sin duda el responsable de que un oficial incompetente se convirtiera en el mayor dignatario de Estados Unidos. No tardaría mucho Eisenhower en convertirse en miembro del Council of Foreign Relations una de las instituciones más comprometidas con la promoción del globalismo o lo que es lo mismo el comunismo en todas partes.

Eisenhower es por otra parte uno de los mayores criminales de guerra de la historia pues fue él quien ordenó la creación de los campos de la muerte en Alemania en los que más de un millón de soldados alemanes fueron asesinados por inanición a pesar de que existían víveres más que suficientes para alimentarlos.

El caso de Eisenhower no hace sino ejemplificar una vez más la táctica favorita del estado comunista en la sombra o la penumbra: elevar al más alto puesto directivo a un incompetente que sabe que le debe su posición al favor inmerecido de la banca y no a sus méritos ¿Qué mejor fórmula que ésa para ganarse la adhesión ferviente de todo arribista sin escrúpulos?

La razón del despliegue de falso fervor anticomunista por parte del “valet de chambre” de Bernard Baruch y falso héroe de guerra Eisenhower no era otra que robarle la presidencia a Taft y mc Arthur que eran verdaderamente anticomunistas a diferencia del primero. Una vez que toda Europa del Este cayó bajo las garras del comunismo jázaro gracias a los buenos oficios de Churchill y de Roosevelt, el ciudadano medio norteamericano sentía verdadero pavor ante la amenaza soviética y sólo un candidato presidencial que se mostrara extremadamente beligerante frente a la misma podía ganarse el favor de los votantes. Aún así el estado en la sombra tuvo que recurrir a todo tipo de maniobras y triquiñuelas para ganar unas elecciones que estuvieron muy lejos de ser limpias.

Tras la segunda guerra mundial los comunistas estadounidenses tuvieron pues que camuflarse, pero como ya hemos señalado a partir de la década de los cincuenta sino antes controlaban en secreto la mayoría de las agencias gubernamentales, incluyendo por supuesto a la CIA, pero sin duda existían dentro de la CIA y de otros muchos organismos oficiales dos unidades diferentes y con objetivos opuestos y encontrados; estaban aquellos agentes que creían sinceramente en el enfrentamiento entre el occidente capitalista y el este comunista y aquellos comunistas infiltrados como el archi villano Allen Dulles conscientes de que dicho enfrentamiento era meramente teatral. Éstos últimos eran los que tenían la última palabra y los que saboteaban constantemente los esfuerzos de los primeros. Quizás fue este descubrimiento lo que empujó al suicidio a Frank G. Wisner, el agente de la CIA responsable de las operaciones de la agencia en Europa Central. Wisner un ferviente anticomunista aseguró sentirse traicionado por la negativa del gobierno estadounidense a socorrer a los insurrectos húngaros; sus conocidos no dudan en atribuir su colapso mental y su posterior suicidio al fracaso de la revuelta en Hungría.

Si los verdaderos gobernantes en la sombra tanto en Estados Unidos como en Rusia, la banca gnóstica, financiaban los movimientos comunistas en Europa, por contra atacaban sin tregua tildándolos falsamente de comunistas a los gobiernos latinoamericanos reformistas que supusieran una amenaza para los intereses de las grandes corporaciones como la United Fruit Company empeñadas en convertir a todas las repúblicas hispano americanas en repúblicas bananeras.

De ahí que si por un lado abandonaron a su suerte a los rebeldes húngaros. Por otro se enfrentaron con saña a los políticos nacionalistas como Jacobo Arbenz que intentaron poner coto a los abusos de las grandes corporaciones de capital apátrida.

El ministro de asuntos exteriores guatemalteco, Guillermo Toriello, acusó acertadamente al gobierno de Estados Unidos de calificar de “comunista” a cualquier gobierno nacionalista que aspirase a la independencia económica de su país o aplicase medidas encaminadas a mejorar la situación de sus poblaciones.

Es preciso preguntarse por qué los auténticos líderes patriotas norteamericanos perdieron la partida una y otra vez al intentar tomar las riendas de su país. La principal razón se halla desde luego en que la banca siempre financiaba generosamente a sus oponentes pero ¿cómo es posible que el grueso de la población consintiese que unos financieros satanistas amasasen tal poder si no es por un cierto condicionamiento mental?

Toda la historia de Estados Unidos se puede considerar como una batalla entre la Gnosis, el culto aberrante de las logias masónicas, y el Cristianismo, pero un Cristianismo en gran medida protestante, es decir gravemente comprometido por la influencia del Talmudismo o la Cábala. Hubo una época en que el Catolicismo parecía destinado convertirse en el culto mayoritario en Norteamérica y durante la cual experimentó un crecimiento sorprendente, pero dicho crecimiento fue abortado por la celebración del masónico Concilio Vaticano II, a partir del mismo la popularidad del culto católico cayó en picado.

El protestantismo estuvo desde el primer momento enormemente influido por las doctrinas judaicas, su preferencia por la versión masorética de la Biblia frente a la Septuaginta mucho más antigua y fidedigna los delata. Los líderes protestantes al dar preferencia al texto masorético eligieron un Antiguo Testamento que los escribas judíos habían expurgado de todas las referencias a Jesucristo como Mesías. La versión Masorética constituye en realidad una “revisión” de la Septuaginta que escribas y rabinos judíos habían llevado a cabo tras el nacimiento del Cristianismo para desacreditar las afirmaciones de Jesucristo y su seguidores.

Los protestantes eliminaron al cabo del cano bíblico los mismos textos que los judíos habían rechazado, entre los cuales se encuentra uno tan fundamental como el Libro de la Sabiduría que profetiza de forma asombrosa la pasión y muerte de Jesucristo.

La doctrina de la predestinación calvinista bebe a mi entender de la misma turbia fuente talmudista los calvinistas como los judíos se consideran el pueblo elegido y por lo tanto salvados hagan lo que hagan; pueden por lo tanto dedicarse a la usura impunemente. No es ninguna maravilla por tanto que el capitalismo moderno naciera en los países protestantes, en realidad allí nació la modernidad misma racionalista.

Tampoco nos sorprende que la masonería, que no es más que judaísmo para gentiles, naciera y se expandiera en principio por los países protestantes.

Pero lo que sí resulta sorprendente es que el triunfo universal de las doctrinas judaicas haya sido precipitado por un pueblo que no es judío ni semita: el jázaro.  El protestantismo le preparó el terreno a la supremacía de este pueblo que no es lo que dice ser o lo que cree que es.

Si el imperio jázaro es un imperio secreto y en la sombra la gnosis es un religión inconsciente que se ha disfrazado de “ciencia”. El enfrentamiento entre religión y ciencia es en realidad un enfrentamiento entre dos religiones irreconciliables: el Cristianismo (o el Islamismo o cualquier religión que profese culto a un Dios omnisciente y omnipotente) y la Gnosis. El miedo a la modernidad que se atribuye a los musulmanes no es más que miedo a la gnosis luciferina.

Porque es preciso señalar que la secta gnóstica que ha alcanzado el poder es la peor: la más decididamente satánica. Puesto que los seguidores del falso mesías Sabbatai Zevi y su sucesor Jacob Frank, los fundadores de la secta de los Illuminati, hicieron suya la doctrina del gnóstico Carpócrates que consideraba a la serpiente del Jardín del Edén el símbolo de la salvación y del verdadero conocimiento, la auténtica “Sabiduría Divina” que libera a los hombres del imperio maléfico del Aciago Demiurgo, o lo que es lo mismo para ellos: el Dios del Antiguo Testamento, induciéndoles a violar todas sus leyes.

La obsesión tan norteamericana por el éxito a toda costa (en las finanzas por supuesto) podría tener también una raíz calvinista puesto que éste era considerado como un signo de la predilección divina, una interpretación simplista de la Biblia que puede que el Antiguo Testamento consienta hasta cierto punto, pero el Nuevo Testamento no. Y es que numerosos protestantes interpretan el Nuevo Testamento cuando lo leen si es que lo hacen o las raras veces que lo hacen a la luz del Viejo y no viceversa como recomienda san Pablo. Cuando el enriquecimiento ilimitado se convierte en la meta ideal de una vida “virtuosa” ¿Qué tiene de extraño que el banquero o el prestamista se transforme en el sumo pontífice del nuevo credo? Hay una diferencia abismal con las sociedades premodernas donde se veneraba a aquel que renunciaba a todas las posesiones materiales y era considerado acertadamente como el sabio por antonomasia, en la actualidad el santón o el asceta es visto por todos simplemente como un desequilibrado, un mendigo, un paria. Todo esto nos trae a la memoria el culto al celebérrimo becerro de oro que los israelitas adoraron al pie del monte Sinaí y es el verdadero ídolo de la modernidad. En el capitalismo o el comunismo, que nunca se enfatizará lo suficiente que son lo mismo, sólo se valora lo que carece de valor en sí mismo: el dinero, y el dinero robado especialmente, el dinero que los banqueros crean de la nada y que antes se imprimía y ahora sólo lanza sus fantasmales destellos en una pantalla: la nueva linterna mágica. El capital robado financia al comunismo para explotar a los trabajadores que se sacrifican por un ídolo. Los comunistas que se dicen los abanderados de los trabajadores no valoran el trabajo y mucho menos el trabajo bien hecho, sólo valoran el trabajo a destajo que el trabajador se mate a trabajar por nada.

Frente a esa “enriquecedora” renuncia voluntaria a los bienes terrenales del sabio, los comunistas proceden a robarnos a los demás nuestros bienes a la fuerza, así que los más grandes pecadores, los que pecan de aquello que más repugna a Dios: la soberbia nos quieren hacer santos a la fuerza como el protestante y proto comunista Thomas Müntzer, venerado por muchos comunistas que no quieren hacernos santos a la fuerza sino mártires inmolados a su deidad suprema: el dinero o el demonio.

Ahora el ciudadano ideal de los comunistas no es tanto el trabajador no cualificado como el conejillo de indias. El que se somete con entusiasmo a sus experimentos sociales, tecnológicos o sanitarios. Somos al cabo los becerros con los que ellos se hacen de oro.

Pero el carácter religioso de lo que se califica falsamente como ciencia objetiva resulta cada día más patente. Y un libro tan escalofriante como “Dark Aeon” de Joe Allen lo refleja.

https://www.simonandschuster.com/books/Dark-Aeon/Joe-Allen/9781648210105

Y es que con el triunfo del globalismo satánico los líderes en la sombra se van despojando de sus máscaras y poco a poco nos muestran sin ambages sus colmillos, sus pezuñas de lobo o el rabo.

Jose Francisco Fernández-Bullón, 6 agosto 2023

 

Publicado originalmente por Red Internacional

 

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