El Soviet Imaginario – por Servando González

 

Hace más de treinta años que vivo en los EE.UU. Aunque en mis primeros artículos y libros me centré en el problema cubano, ya lo he dejado atrás, como una mala memoria de la que es mejor olvidarse, y sólo lo menciono en sus relaciones con este país. Por otra parte, siempre he sido bastante crítico de los cubanos anticastrocomunistas del exilio, por lo que nunca he sido muy popular entre ellos. Mi teoría, que he expresado en detalle muchas veces, es que Fidel Castro fue un diabólico engendro malvado no porque era comunista ni porque era un pichón de jesuita, sino porque era Fidel Castro, y al parecer no me lo perdonan.

La razón por la que siempre llamo “anticastrocomunistas” a los cubanos del exilio es porque hace tiempo llegué a la conclusión de que la única razón por la que odiaban a Castro es porque, según ellos, Castro era comunista. Si algún día se descubre que en realidad Castro nunca fue comunista, sino anticomunista, estoy seguro de que todos se convertirán en sus mayores admiradores.

Pero el caso de los cubanos anticastrocomunistas es difícil de entender. Cuando Castro dijo que había creado en Cuba una verdadera democracia, todo a una gritaron “¡Miente!”. Cuando Castro afirmó que la educación pública que había creado era la mejor del mundo, todos gritaron “¡Embustero!” Cuando Castro Castro dijo que había logrado elevar el nivel de la economía en Cuba a uno de los más altos niveles del mundo, todos se desgañitaron gritando: “¡Mentiroso!” Pero un día, el gran mentiroso afirmó: “Soy comunista, siempre he sido comunista y lo seré toda la vida”, y todos los anticastrocomunistas gritaron a toda voz: “Castro es comunista, él mismo lo ha dicho.”

Sin saberlo, los cubanos anticastrocomunistas cometieron el grave error de adoptar una definición castrista del castrismo. En el campo de la inteligencia y el espionaje eso se conoce como el caso de alguien que ha sido conquistado por la propaganda del enemigo. Es por eso que desde hace tiempo dejó de interesarme lo que escribían los cubanos anticastrocomunistas del exilio.

No obstante, un amigos que tengo en alta estima me sugirió que leyera El Soviet Caribeño de César Reynal Aguilera, un libro que, según mi amigo, contenía una enorme cantidad de nueva información que probaba que Castro siempre había sido un comunista militante al servicio de la Unión soviética. Finalmente lo leí, y confieso que no fue una tarea fácil, porque me pareció un libro machacante, monomaníaco, producto de una mente alucinada por el miedo al comunismo. Según Reynal, en la Cuba pre-Castro, debajo de cada piedra y detrás de cada matojo se escondía un comunista conspirando activamente para imponer en Cuba el comunismo estilo moscovita. Y, ¿quién era el genio malévolo, la eminencia gris que lo controlaba todo tras bastidores? Pues nada más y nada menos que Fabio Grobart, un polaco que vendía telas en las Calle Muralla de La Habana Vieja.

Según Reynal, Castro siempre fue un comunista convencido, controlado por agentes secretos, que a su vez eran manipulados por Moscú. Pero en su libro no menciona por ninguna parte que Castro estudió con los jesuitas, primero en Santiago de Cuba y luego en La Habana, y que sus preceptores jesuitas lo tenían en alta estima. Es bueno recordar que por esos años los jesuitas todavía no se habían convertido al comunismo, y eran fanáticos fascistas. Esto explica por qué, desde que estudiaba en Belén, Castro quedó fascinado por las teorías fascistas y había leído extensamente a Primo de Rivera, Benito Mussolini, y Adolfo Hitler.

José Ignacio Rasco, compañero de estudios de Fidel en Belén, recuerda que en una ocasión, en una clase de retórica, Fidel defendió como tesis la necesidad de un buen dictador en lugar de la democracia. Fidel creía que, en el caso específico de Cuba, los problemas quedarían sin resolver a menos que una mano fuerte se apoderara de la Isla, ya que la democracia se había mostrado incapaz de resolver sus problemas.[1] Los comunistas cubanos, y a través de ellos los soviéticos, conocían muy bien las ideas fascistoides de Fidel, lo que explica por qué nunca confiaron en él ni lo consideraron uno de los suyos.

En un libro que escribió sobre Fidel Castro, Theodore Draper publicó una carta que Castro le escribió a su amigo Luis Conte Agüero el 14 de agosto de 1954. En ella Fidel le habla de su objetivo de “organizar a los hombres del 26 de julio y unir en un haz inquebrantable a todos los luchadores”.[2] El plural de haz es haces, derivado del Latin fasces, la misma palabra que dio nombre al fascismo.[3] Fidel creía que, en lugar de una lucha proletaria organizada, la dirección por sí sola podía proporcionar el catalizador que movilizaría a las masas detrás de la revolución.

En otra carta que le escribió a su amigo Conte Agüero, Castro destaca las dos condiciones que consideraba más importantes para que las lograra su movimiento: “disciplina” y “liderazgo”, especialmente el último. El axioma de Castro, “La jefatura es básica”, repetido varias veces en sus artículos, cartas y discursos, está más estrechamente relacionado con el führerprinzip nazi que con cualquier principio marxista conocido.[4]

Aunque no todos los líderes fascistas han sido carismáticos, la personalidad del líder siempre ha jugado un papel importante en los regímenes fascistas. Es sintomático que los dos movimientos fascistas más conocidos en la historia de la humanidad sean precisamente los liderados por hombres carismáticos: Mussolini y Hitler. Por el contrario, la idea del líder carismático está totalmente ausente del pensamiento marxista. Ni siquiera en los tiempos de Stalin o Mao se les llamaba “carismáticos” y líderes menos carismáticos que Jrushchov o Brezhnev no se pueden concebir. Por el contrario de los fascistas, los marxistas y los comunistas siempre han restado importancia al papel del individuo, dando más importancia al papel de las masas. Más aún, el odio visceral de Castro hacia el capitalismo, una de las supuestas pruebas de sus inclinaciones comunistas, no es evidencia de que fuera izquierdista o marxista, porque también se sabe que los fascistas atacaban el capitalismo y el imperialismo extranjero.[5]

Dotado de una memoria fotográfica, Castro regurgitaba lo que estos fascistas habían escrito, al punto que, en su autodefensa en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada repitió una frase de Hitler: “Condenadme, no importa, la Historia me absolverá.” Los comunistas cubanos, a quienes el asalto al Moncada les trajo malas consecuencias y sí habían leído a Hitler, lo tildaron de “putchista”, que en lingo de los comunistas de la época significaba “fascista”. Uno de ellos, Joaquín Ordoqui, se destacó por sus vituperios a Castro.

Por supuesto, según Reynal, estos fueron los comunistas del círculo exterior, que no sabían de la misa la media, e ignoraban el excelente trabajo secreto que estaba realizando el polaco de Muralla en su tiempo libre cuando no estaba vendiendo telas.

Para mi sorpresa, en su libro Reynal le dedica menos de un página al Bogotazo, un evento clave donde Castro al parecer se quitó la careta y se declaró comunista.

El asesinato del líder populista Jorge Eiécer Gaitán el 9 de abril de 1948 desató unos violentos disturbios, luego llamados “el Bogotazo”, que causaron cientos de muertos y destruyeron gran parte del centro de Bogotá. Fidel Castro estaba en Bogotá en esos momentos y tuvo participación en el Bogotazo.

William D. Pawley, embajador norteamericano en Brasil y delegado a la Novena Conferencia Panamericana que tenía lugar en Bogotá, luego declaró ante una investigación del Senado norteamericano que, cuando se dirigía a la embajada norteamericana en un auto oficial el día que comenzaron los disturbios, oyó en la radio a alguien que decía:

“Les habla Fidel Castro, de Cuba. Esta es una revolución comunista. El Presidente ha muerto. Todos los establecimientos militares están en nuestras manos. La Marina ha capitulado y la revolución ha triunfado. [6]

Pero, según testigos presenciales, Pawley, amigo de Allen Dulles y conectado con la CIA, estaba presente en la reunión secreta que se llevó a cabo a comienzos del 1948 en casa de Mario Lazo, donde la CIA reclutó a Castro y le encomendó la tarea de ir a Colombia a provocar los disturbios y echarle la culpa a los comunistas. [7] Años más tarde, Pawley fue la persona que el presidente Eisenhower envió a Cuba a fines del 1958 para que le dijera a Batista que tenia que espantar la mula para que lo sustituyera el caballo. [8]

Castro y su amigo Rafael del Pino lograron escapar de los disturbios en Colombia en un avión de carga que conducía de regreso a Cuba varios toros y vacas que habían llevado a Bogotá para un exposición agropecuaria. Me imagino que fue durante ese viaje que Castro descubrió su pasión por los toros y las vacas. Pero, en su afán por probar que los comunistas estaban detrás de todo lo que hacía Castro, Reynal elucubra que Castro y su amigo Rafael del Pino lograron escapar en ese avión porque en esa época casi todos los pilotos eran comunistas. [p. 196]

Pero no fue así. Castro y del Pino lograron regresar en ese avión porque el embajador de Cuba en Colombia, Guillermo Belt, a pesar de que detestaba a Castro, lo autorizó. Muchos años más tarde, Belt le confesó a un amigo que lo había hecho porque había recibido órdenes de arriba, y miró hace el norte.[9] Por si usted lo ignora, Moscú no está al norte de La Habana.

Los comunistas cubanos nunca sintieron gran aprecio por Fidel Castro y esta actitud estaba estaba más que justificada. Aunque varios de sus amigos en la Universidad de La Habana eran comunistas, lo cierto es que Castro nunca fue miembro del Partido Socialista Popular, nombre que tomó el partido comunista cubano en la post-guerra, y los comunistas lo detestaban. Más aún, hay evidencia de que la animosidad era mutua. En 1956 Castro se vio mezclado en una polémica debido a un artículo aparecido en la prestigiosa revista Bohemia titulado “El grupo 26 de julio en la cárcel”, en que lo acusaban de comunista. El artículo había sido escrito por Luis Dam, un republicano español en el exilio en Mexico. Según Dam, la policía mexicana tenía pruebas de que Castro era miembro del partido comunista.[10]

La airada respuesta de Castro, escrita desde la prisión en México donde estaba detenido por preparar la invasión de Cuba desde territorio mexicano, no se hizo esperar. En el siguiente número de Bohemia Castro publicó un apasionado artículo que tituló “¡Basta ya de mentiras!” Según Castro,

“Naturalmente, la acusación de que soy comunista es absurda a los ojos de todos los que conocen mi conducta pública en Cuba, sin ningún tipo de nexos con el Partido Comunista. Niego totalmente el informe del Sr. Dam en el que afirma, “Incidentalmente, la Policía Federal de Seguridad afirma que Fidel es miembro del Partido Comunista”. El propio Capitán Gutiérrez Barros me leyó el informe enviado al Presidente de México después de una semana de investigación minuciosa; entre sus observaciones se afirma categóricamente que no tenemos [desde esa época Castro ya usaba el plural retórico para referirse a su persona] nexo ninguno con organizaciones comunistas. Tengo ante mi el [periódico] Excélsior del 26 de julio, página 8, columna 6, párrafo 5, donde se lee: “El Buró Federal de Seguridad enfatizó que el grupo 26 de julio no tiene nexos comunistas ni  recibe ayuda de los comunistas.”[11]

Castro continuó su ataque contra Dam, acusando al gobierno de Batista de complotar en su contra y también recordando la pasada colaboración de los comunistas con el dictador cubano,

“La intriga es ridícula y sin el menor fundamento porque tan sólo he militado en un partido político, y es el [Partido Ortodoxo] que fundó Eduardo Chibás. Además, ¿qué moral tiene el señor Batista para hablar de comunismo, si fue candidato presidencial del Partido Comunista en las elecciones de 1940, si sus pasquines electorales se cobijaron bajo la hoz y el martillo, si por ahí andan las fotos junto a Blas Roca y Lázaro Peña, si media docena de sus ministros actuales y colaboradores cercanos eran bien conocidos miembros del Partido Comunista.”[12]

Las palabras de Castro recordando la pasada colaboración de Batista con los comunistas era el peor ataque que tanto el dictador como los comunistas podían recibir. Y mucho más aún su insinuación difamatoria de que los comunistas todavía estaban colaborando con Batista. Theodor Draper, uno de los autores que mejor ha estudiado esa etapa de la historia de Cuba, señaló certeramente que es muy difícil de creer que un comunista se justificara en una forma tan extraña.[13]

Por su parte, los comunistas no se quedaron callados, y ripostaron de varias formas, entre ellas insinuando que Castro estaba loco y que era homosexual. Un columnista del periódico Hoy, que firmaba con el pseudónimo “Esmeril”, lo llamó en varios artículos “el casto Fidel”, un apodo injurioso con connotaciones homosexuales inspirado en el título de una película de moda por entonces.[14]

Ahora bien, vamos a aceptar tan sólo por un momento que en la época previa al Bogotazo Fidel Castro era un criptocomunista y un agente secreto del comunismo internacional controlado por el polaco de Muralla. Si esto hubiese sido cierto, a su regreso de Colombia, donde había “quemado” su cubierta, ya que toda la prensa oficialista colombiana lo había acusado de comunista, lo más lógico hubiera sido que los comunistas cubanos lo hubiesen recibido como un héroe y Castro se hubiera hecho miembro oficial del PSP. De hecho, si Castro se hubiera declarado comunista públicamente, eso no habría sido motivo para escandalizarse. En la historia de Cuba hay nombres de figuras políticas, tales como Julio Antonio Mella, Carlos Baliño y Rubén Martínez Villena, quienes declararon su militancia comunista secreta después de haber logrado cierta preeminencia política.

Pero, por el contrario, a su regreso a Cuba, Castro y del Pino no se hicieron miembros del PSP, sino del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), dirigido por el líder nacionalista y anticomunista Eduardo Chibás.

Según Reynal, desde que era joven Castro siempre se rodeó de un grupo de comunistas, lo cual es verdad, pero es también cierto que siempre se rodeó de un grupo mucho mayor de homosexuales, que lo adoraban como al machazo de la película. Reynal cita un documento en el que Alfredo Guevara menciona que, después de haber conocido a Castro, “… tenía ganas de conquistarlo.” [p. 198] Interesante, porque los espías por lo general no “conquistan”, sino que reclutan. Me temo que el interés de Guevara —un conocido homosexual— por Castro no era por razones políticas.

En uno de sus largos y aburridos discursos, en los que regurgitaba lo que había leído, pues nunca tuvo un pensamiento original, Castro confesó que nunca había leído más de una pocas páginas de El Capital de Marx. No lo critico. Yo lo leí hace mucho tiempo y me pareció un bodrio intragable. Pero si Castro nunca leyó El Capital, y me imagino que tampoco leyó el Manifiesto Comunista, no sé por qué luego se autotitulaba comunista.[15] Su amigo Gabriel García Márquez trató de explicarlo diciendo que la razón era porque Castro no era un marxista dogmático. Vaya a saber.

Pero, tal parece que el polaco estaba tan ocupado vendiendo sus telas en la calle Muralla que se le olvidó informarle a Nikita Jrushchov que había reclutado a Castro para la causa del comunismo. En una conferencia que pronunció en la Universidad de Kansas, Sergei Jrushchov, el hijo de Nikita Jrushchov, cuenta que, cuando era un adolescente y estaba de visita en el Kremlin, oyó a su padre y a otros líderes soviéticos comentar que tenían grandes sospechas de que Castro era un agente de los EE.UU. [16] La victoria de Bahía de Cochinos, que la CIA le sirvió a Castro en bandeja de plata, fue el hecho decisivo que los convenció de la bona fides de Castro. Craso error que poco después tuvieron que lamentar.

Mucho se ha escrito sobre si Castro se lanzó en los brazos de Moscú a motu propio, o si fue Washington quien, con sus errores, lo impulsó en esa dirección. Pero un cable desclasificado, fechado el 29 de octubre de 1959, indica que ninguna de esas dos alternativas es cierta. Ni Castro se acercó a los soviéticos siguiendo su propia iniciativa, ni los errores de los EE.UU. lo impulsaron a hacerlo. Por el contrario, todo fue parte de un plan concebido por los conspiradores del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), el gobierno invisible de los EE.UU., para hacer caer a Jrushchov en una trampa.

La prueba de esto es un telegrama secreto, enviado a su país por el embajador británico en Washington, Sir Harold Caccia, donde menciona las veladas amenazas de Castro de “adquirir aviones de combate detrás de la cortina de hierro” si Gran Bretaña no se los vendía. Como siguiendo un bien ensayado guión de cine, el propio embajador, en otro cable fechado el 24 de noviembre de 1959, menciona los esfuerzos de Allen Dulles (el director de la CIA y miembro del CFR), para evitar que Gran Bretaña le vendiera aviones de combate a Castro “y así los cubanos se vean forzados a adquirirlos en el bloque soviético”. [17] Esos cables secretos son prueba fehaciente de que el acercamiento de Castro a los soviéticos no fue el resultado de “errores” de la política norteamericana, sino de un plan cuidadosamente elaborado por los conspiradores cuyo objetivo era infiltrar a Castro en las filas del bloque soviético.

Tampoco explica Reynal en su libro por qué, en abril del 1962 —caso único en la historia de un país supuestamente comunista— Castro expulsó de Cuba, sumariamente, sin dejarle tiempo ni para que se cambiara la ropa interior, al embajador soviético en Cuba Sergey Kudryavtsev, un alto oficial de la inteligencia soviética. Aunque parecía un idiota, el ruso no tenía un pelo de tonto. En su libro KGB Brian Fremantle lo llama “espía maestro.”

¿Por qué expulsó Castro a Kudryavtsev? Porque el espía maestro, en coordinación con algunos de los viejos comunistas del PSP y los kagebistas en la embajada, estaba tramando darle un golpe de estado a Fidel Castro. Y, ¿qué le pasó al espía maestro cuando llegó a Moscú? ¿Lo envió Jrushchov a un gulag en Siberia? Por supuesto que no. Lo que hizo fue nombrarlo representante de la URSS ante la UNESCO en París, lo cual indica claramente que Kudryavtsev no actuó por la libre, sino que seguía órdenes superiores. Esto también indica que el polaco de la calle Muralla al parecer no mantenía buenas relaciones con Jrushchov.

Parafraseando el postulado de Guillermo de Occam, “explicanda non sunt multiplicanda praeter necessitatem,” no voy a continuar exponiendo datos sobre por qué considero que la teoría de Reynal es totalmente festinada y convertir esta reseña en un bodrio como El Capital de Marx. Sin embargo, tengo que admitir que en definitiva Reynal tiene razón, Fidel Castro fue comunista, pero no de la facción soviética y tampoco por las razones que expone en su libro.

A comienzos del 1948 Fidel Castro fue reclutado por los comunistas, pero no por los comunistas de Moscú ni por el polaco de Muralla, sino por los verdaderos comunistas, los que crearon el comunismo y se lo impusieron a los rusos y a otros pueblos del mundo, los comunistas norteamericanos. Contrariamente a lo que nos han hecho creer, el comunismo, como la tarta de manzanas, es un producto típicamente norteamericano.[18] Esos comunistas fueron los que financiaron a Trotsky y a Lenin y le impusieron el comunismo a los rusos y les desgraciaron la vida por más de sesenta años.

Esos fueron los que nos impusieron Castro a los cubanos, y luego traicionaron a los patriotas cubanos en Playa Girón para que los soviéticos, que tenían seria dudas acerca del “comunismo” de Castro, finalmente lo aceptaran en su seno. Poco después de que los soviéticos lo aceptaron a regañadientes tuvieron que lamentarlo, porque Castro comenzó a atacar fieramente la doctrina de Coexistencia Pacífica de Jrushchov. Fue por eso que berreó durante la Conferencia Tricontinental, “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución.” Sus palabras fueron como música celestial en los oídos del complejo militar-bancario-industrial norteamericano, que lucra con las guerras y las revoluciones.

Contrariamente al mito popular, el verdadero partido comunista de los EE.UU. siempre ha sido el llamado Consejo de Relaciones Exteriores, y su Secretario General de por vida lo fue David Rockefeller, lo cual confirma mi aserción de que el comunismo no es más que una ideología creada por los capitalistas monopolistas para explotar más eficientemente a los trabajadores.

Y la Cuba “comunista” de Castro fue un éxito rotundo, al menos para los capitalistas más reaccionarios.

En una Reunión en la Cumbre que se llevó a cabo en La Habana en abril del 2000, el Secretario General de la ONU —una creación de los Rockefellers— Kofi Annan declaró que el régimen de Castro había creado “un ejemplo del que todos podemos aprender y que debía ser la envidia de otras naciones.” En febrero de 2001, una delegación de alto nivel del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), dirigida por David Rockefeller, visitó Cuba y tuvo largas reuniones con Castro. Después de la visita, el presidente del CFR Peter Peterson elogió el “compromiso apasionado” de los líderes cubanos de ofrecer educación superior y altos niveles de salud pública a su pueblo. Luego añadió, “Creo que Cuba es uno de los países con mejor educación en todo el hemisferio”. [19]

Eso explica también por qué los norteamericanos nunca han tratado de derrocar la aberración castrista en Cuba. Y, por favor, no me salgan con el cuento de que no lo han hecho debido a el pacto secreto que firmaron Kennedy y Jrushchov, porque ese pacto no pasa de ser una ficción. [20]

Pocos meses después de la crisis de los cohetes, David Rockefeller viajó a la URSS y trató de convencer a Jrushchov de que su doctrina de coexistencia pacífica no le convenía a los capitalistas pro-comunistas. Al parecer no lo logró, porque pocos después, algunos de sus agentes en el Kremlin destituyeron al iluso líder soviético. No creo que haya sido por casualidad que los mismos que le dieron el golpe de estado a Jrushchov eran los miembros de la facción pro-Castro en el Kremlin. O sea, que David Rockefeller no sólo era el que controlaba el partido comunista norteamericano y el cubano, sino también el soviético. Increíble, pero cierto.

Según Reynal, el Partido Comunista cubano era una especie de Matrioshka Rusa y, si destapamos la más gorda, encontraremos otra más pequeña que era controlada por la KGB, y si destapamos esa, hallaremos otra mucho más pequeña que era el polaco de Muralla. Pero, me pregunto, ¿y si destapamos esa y encontramos otra más pequeñita, y resulta que el polaco en realidad trabajaba para la CIA? Improbable, pero no imposible.

El enigmático James Jesus Angleton, por muchos años jefe de contrainteligencia de la CIA, pasó muchos años tratando de descubrir un topo que, según él, la KGB había infiltrado en la CIA. Pero, en su afán de hallarlo, comenzó a sospechar de todos los que lo rodeaban y casi destruyó el departamento de contrainteligencia de la CIA, al punto que algunos de sus colegas comenzaron a sospechar que el topo era el propio Angleton. [21]  Como dijo alguien que conocía muy bien la profesión, “en el campo de la inteligencia y el espionaje las cosas casi nunca son lo que parecen ser”.

Como expliqué al comienzo de este artículo, hace tiempo que no pierdo mi tiempo leyendo sobre el tema de Cuba y el castrismo. En su libro El Arte de la Guerra, Sun Tzu, un general chino que vivió 500 años A.C., dice que sólo quien conoce a su enemigo como a sí mismo ganará todas las batallas. El hecho de que los cubanos anticastrocomunistas hayan perdido todas, pero absolutamente todas las batallas, indica que nunca supieron quién era su enemigo.

Pero el caso de los cubanos anticastrocomunistas es mucho peor: no es que no lo supieron, sino que no quisieron saber. Y me pregunto ¿a quién trataban de convencer de que Castro siempre había sido un comunista al servicio de Moscú? Por supuesto que a los conspiradores globalistas que controlan la política de este país. ¿Para qué? Para que los norteamericanos invadieran a Cuba y la rescataran de Castro y el castrismo. Lo cual demuestra que esos cubanos anticomunistas furibundos nunca tuvieron la más remota idea de qué cosa es el comunismo.

Si los cubanos anticastrocomunistas del exilio hubiesen leído El Manifiesto Comunista de Marx y un poco de la verdadera historia los EE.UU., habrían descubierto que no sólo es un país comunista [22] sino que fueron los norteamericanos quienes les impusieron el comunismo a los rusos [23] y a nosotros los cubanos. [24]

Lamentablemente, los cubanos anticastrocomunistas del exilio nunca trataron realmente de derribar a Castro, sino demostrar que ellos siempre tuvieron la razón y que Castro siempre fue comunista. Esto explica por qué el tirano murió en su lecho y los cubanos todavía están en el exilio tratando de convencer a los norteamericanos para que derroquen el castrismo y salven a los cubanos del comunismo, y el libro de Reynal es la continuación de esa idea errónea. Por otra parte, el libro de Reynal no pasa de ser un panfleto político disfrazado de estudio serio, porque nunca cita a los autores que han expuesto una tesis contraria y aportaron elementos que prueban que los proponentes del comunismo castrista estaban equivocados.

Más aún, creo que el libro de Reynal es dañino y peligroso, porque refuerza las teorías erróneas de los que nunca lograron derrocar el castrismo, particularmente en estos momentos en que los conspiradores globalistas del Nuevo Orden Mundial están haciendo todo lo posible por resucitar la Guerra Fría que fue tan beneficiosa para las grandes corporaciones y los banqueros internacionales —lo que el presidente Eisenhower llamó el “complejo militar-industrial”.

Creo que en estos momentos los únicos que podrían salvar a Cuba del castrismo son los rusos, que todavía mantienen cierto control sobre a isla y hace rato lograron deshacerse del comunismo que les impusieron y les echó a perder la vida por más de medio siglo. Pero eso es algo que los cubanos anticastrocomunistas del exilio nunca harían, porque sería reconocer que siempre estuvieron equivocados, y su mayor objetivo en la vida nunca fue derrocar el castrismo, sino probar que ellos siempre tuvieron la razón.

Servando González, 20 marzo 2022

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Fuente Red Internacional

 

Notas:

  1. Daniel James, Red Design for the Américas. New York: John Day Co., 1954. , p. 31.
  2. Theodore Draper, Castroism, Theory and Practice. New York: Praeger, 1965, 8.
  3. La palabra fascismo se deriva del Latin fasces: haces de ramas de árbol atadas por cordel, que portaban los lictores en Roma en presencia de los magistrados. Las ramas atadas eran símbolos de unidad y autoridad
  4. Luis Conte Agüero, Cartas de presidio (Habana: Editorial Lex, 1959), p. 60; el principio castrista de liderazgo también es mencionado por Theodore Draper, op. cit., p. 9.
  5. Para un ejemplo de ataque fascista al capitalismo, véase A. Grandi, La futura civiltá del lavoro nel mondo (Bologna: Stiassi and Tantini, 1941).
  6. La declaración de Pawley aparece en, Hearings, Communist Threat to the U.S. Through the Caribbean, Senate Internal Subcommittee, 86th-87th Congress, Partes 1-12, pp. 725, 756, 806; también en Mario Lazo, Dagger in the Heart (New York: Twin Circle, 1968), pp. 144- 14.
  7. Servando González, La CIA, Fidel Castro, el Bogotazo y el Nuevo Orden Mundial (Spooks Books: Oakland, California, 2012), pp. 60-62.
  8. Algunos autores afirman que el apodo de Castro, “El Caballo”, se escuchó por primera vez en las montañas de la Sierra Maestra. Según esta versión, la capacidad de Castro para marchar durante horas sin detenerse ni dar señales de cansancio le valió el apodo. Pero otras personas tienen una explicación diferente. Un acontecimiento de gran trascendencia religiosa en la práctica de la santería —una religión Africana con muchos adeptos en Cuba— ocurre cuando la deidad, también conocida como orisha o santo, toma posesión de un adepto, al que entonces se denomina el caballo. Hay algunas ocasiones en que el adepto (o el caballo) sufre un ataque durante la ceremonia. Se dice, entonces, que está poseído por el santo u orisha, quien literalmente lo está montando. Es sabido que tanto Celia Sánchez, la secretaria personal y confidente de Castro, como el Dr. René Vallejo, médico de Castro, eran santeros, y Celia era una Iyalocha, una sacerdotisa devota de Obatalá. Algunas personas afirman que fue Celia quien inició a Fidel en la práctica de la santería. Celia se convirtió en la madrina de Fidel después de que Fidel fuera iniciado como santo.. Ver, Servando Gonzalez, The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol (Spooks Books: Oakland, California, 2001), pp. 261-271.
  1. Servando Gonzalez, Ibid., pp. 241-242.
    10. Luis Dam, “El grupo 26 de julio en la cárcel,” Bohemia, 8 de Julio de 1956.
  2. Fidel Castro, ¡Basta ya de mentiras!”, Bohemia, 15 de julio de 1956. El artículo es citado en Rolando E. Bonachea and Nelson P. Valdés, eds., Revolutionary Struggle, 1947-1958 (Cambridge, Massachusetts: The MIT Press, 1972), p. 323. Como no he podido hallar el original de la revista Bohemia, traduje al español la versión aparecida en el libro de Bonachea y Valdés, que a su vez es una traducción al inglés, por consiguiente la versión que ofrezco no es fiel a la letra, pero sí a la esencia del contenido. Traduttore, tradittore.
  3. Ibid.
    13. Theodor Draper, op.cit., p. 28.
  4. Luis Conte Agüero, Fidel Castro: Psiquiatría y política (Mexico, D. F.: Editorial Jus, 1962), p. 15.
  5. Servando González, “El mito del comunismo de Fidel Castro”, OtroLunes, https://otrolunes.com/24/este-lunes/el-mito-del-comunismo-de-fidel-castro/
  6. Sergei Khrushchev’s sobre Castro en Carrie Linin, “Khrushchev Outlines Missile Crisis,” The Collegian, Kansas State University.
  7. Telegrama secreto del Embajador Británico en Washington D.C., Sir. Harold Caccia, a la Oficina de Asuntos Exteriores, 7.06 p.m., 24 de noviembre de 1959. Ver, George Gedda, “JFK Warned of a ‘Chain Reaction,’” AP, 22 de marzo de 2001, http://www.cubanet.org/CNews/ y01/mar01/22e4.htm.
  8. Servando González, “El comunismo victorioso en los EE.UU.”, Red Internacional, 02/20/2022, https://redinternacional.net/2022/02/20/el-comunismo-victorioso-en-los-ee- uu-por-servando-gonzalez/
  9. Pascal Fletcher “U.S. Policy Experts Encouraged by Talks in Cuba,” Reuters (Havana), February 18, 2001.
  10. En 1970, el secretario de estado norteamericano Henry Kissinger, preocupado de que, en violación del pacto Kennedy-Jrushchov, firmado en 1962 para solucionar la crisis de los cohetes, los soviéticos estaban construyendo una base de submarinos cerca de Cienfuegos, en la costa sur de Cuba, puso a todos sus empleados a buscar el famoso documento con el pacto Kennedy-Jrushchov, pero éste no apareció por parte alguna. Más aún el pacto tiene el dudoso honor de ser el único acuerdo que comienza a ser aplicado antes de que haya sido firmado por ambas partes, porque el hostigamiento del gobierno de los EE.UU. a los cubanos anticastristas en los EE.UU. comenzó poco después de la invasión de Bahía de Cochinos, un año y medio antes de que comenzara la crisis de los cohetes.
  11. Servando Gonzalez, “Deconstructing Angleton: Was the CIA’S Mole Hunter Just Paranoid, or Something Else?”, https://independent.academia.edu/GonzalezServando
  1. Servando González, “El comunismo victorioso en los EE.UU.”, Red Internacional, https://redinternacional.net/2022/02/20/el-comunismo-victorioso-en-los-ee-uu-por- servando-gonzalez/
  2. Servando González, “La destrucción de Rusia y la creación de la Unión Soviética”, Red Internacional, https://redinternacional.net/2022/03/01/la-destruccion-de-rusia-y-la- creacion-de-la-union-sovietica-por-servando-gonzalez/
  3. Servando González, La CIA, Fidel Castro, el Bogotazo y el Nuevo Orden Mundial (Spooks Books: Oakland, California, 2012).

 

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