Angleton, el Mossad y los asesinatos de los Kennedy – por Laurent Guyénot

 

Edward Curtin escribió hace cuatro años en Counter-Currents:

quizás nadie personificó mejor los retorcidos juegos mentales de las agencias de inteligencia que James Jesus Angleton, el tristemente célebre Jefe de Contrainteligencia de la CIA durante tantos años, en cuya caja fuerte se encontraron horripilantes fotos de la autopsia de Robert Kennedy. ¿Por qué, cabe preguntarse, estaban allí esas fotos, ya que Angleton supuestamente no tenía ninguna relación con el asesinato de RFK y ya que se decía que Sirhan era el asesino? ¿Tenía alguna relación el trabajo de Angleton como enlace de la CIA con Israel?

Si me preguntan, sospecho fuertemente que lo fue. Angleton había sido el aliado indispensable del Mossad en el asesinato de John Kennedy. Así que tenía razones personales para volver a cooperar con ellos para impedir que Robert Kennedy llegara a la Casa Blanca, una posición desde la que, según múltiples testimonios, Robert pretendía seguir la pista de los asesinos de su hermano[1].

Resumí el caso contra el Israel de Ben-Gurion en los asesinatos de los dos hermanos Kennedy en este artículo, que sigue apareciendo regularmente entre los «Clásicos del pasado» de The Unz Review. Aquí trataré de mostrar que una investigación sobre el «páramo de espejos» de Angleton fortalece aún más el caso.

 

El virus de la «Tercera Guerra Mundial»

 

El nombre de Angleton aparece a menudo en libros que incriminan a la CIA en el golpe de Dallas de 1963, porque se cree que organizó las visitas y llamadas telefónicas escenificadas de un imitador de Oswald a las embajadas soviética y cubana en Ciudad de México a finales de septiembre y principios de octubre de 1963. Por teléfono, este falso «Oswald» se refirió a un acuerdo con Vladimir Kostikov, conocido por el FBI como el oficial a cargo de los asesinatos en Estados Unidos. Estas visitas y llamadas fueron, por supuesto, vigiladas por la célula local de la CIA, y constituirían, después del 22 de noviembre, la prueba de una conspiración cubano-soviética.

Según la interpretación más natural y común, el propósito de escenificar a Oswald como conspirador comunista era culpar del tiroteo de Dallas a Cuba y/o a la Unión Soviética, un clásico escenario de bandera falsa. Además de deshacerse de Kennedy, según la teoría, el motivo era crear un pretexto para invadir Cuba, algo que Kennedy había prohibido tras la debacle de Bahía de Cochinos y el despido de Allen Dulles. Esta teoría se ha convertido en la teoría conspirativa dominante sobre JFK, mejor articulada recientemente por James Douglass. Pero tiene un fallo importante: no hubo invasión de Cuba tras el asesinato de Kennedy. ¿Cómo puede explicarse eso?

¿Y por qué Johnson, Hoover y la Comisión Warren suprimieron rápidamente los «rumores» del perfil comunista de Oswald (que ya estaba en las noticias el 23 de noviembre, por ejemplo, la portada matutina del Washington Post titulada, «Marxista procastrista de Fort Worth acusado del asesinato de Kennedy»[2]), para sustituirlo por su perfil de «loco solitario»? La explicación de James Douglass es que Johnson frustró el complot urdido por la CIA y los halcones del Pentágono, salvándonos así de la Tercera Guerra Mundial. «Para crédito de Johnson, se negó a dejar que los soviéticos cargaran con la culpa del asesinato de Kennedy; para su descrédito, decidió no enfrentarse a la CIA por lo que había hecho en Ciudad de México. Así, mientras que el propósito secundario del complot de asesinato fue obstaculizado, su propósito primario fue logrado»[3]. El problema con esta teoría es su contradicción interna, ya que también afirma que la razón por la que Kennedy fue asesinado fue que se negó a comenzar la Tercera Guerra Mundial: por lo tanto, comenzar la guerra era supuestamente el propósito principal —no el secundario— de todo el complot.

La explicación alternativa es que el perfil de Oswald como asesino comunista fue elaborado por los conspiradores, no con el propósito de iniciar una guerra contra Cuba y Rusia, sino para permitir a Johnson intimidar a las administraciones federales y estatales, e incluso a la comunidad periodística, para que cerraran rápidamente la investigación, no fuera que el descubrimiento de la responsabilidad de Cuba y Rusia forzara a Estados Unidos a una guerra nuclear mundial «que mataría a 40 millones de estadounidenses en una hora», como Johnson repetía a todo el mundo desde Dallas a Washington. Para convencer al senador Richard Russell de que participara en la Comisión Warren, por ejemplo, Johnson le dijo en una conversación telefónica grabada: «tenemos que sacar esto de la arena en la que están testificando que Jruschov y Castro hicieron esto y lo otro y meternos en una guerra que puede matar a cuarenta millones de estadounidenses en una hora…»[4].

Además de permitir que Johnson cerrara las investigaciones policiales y encargara en secreto a la Comisión Warren el objetivo de «refutar la idea de que se trataba de una conspiración comunista» (como recomendaba el memorándum del 25 de noviembre del fiscal general adjunto Nicholas Katzenbach[5]), la amenaza de una guerra nuclear mantuvo al pueblo estadounidense satisfecho de que, si se le estaba mintiendo —como muchos pensaban que se estaba haciendo—, era por su propio bien. Así que la mentira sobre el asesinato de Kennedy tenía dos caras: por un lado, estaba la conspiración cubano-soviética, y por el otro el asesino solitario. Ambos lados de la mentira tuvieron que mantenerse a lo largo de los años, la conspiración soviética permaneciendo en segundo plano para mantener la conclusión de la Comisión Warren, si no creíble, al menos justificable. Por eso, en una entrevista filmada en septiembre de 1969 (emitida por la CBS el 24 de abril de 1975), Johnson pudo declarar tranquilamente que «podría haber habido conexiones internacionales», pero que de todos modos la Comisión Warren había hecho un buen trabajo[6].

Como la mayoría de los investigadores de JFK, John Newman, mayor retirado del Ejército de EE.UU. y profesor de Ciencias Políticas y autor de Oswald y la CIA, cree que mucho antes del viaje de Kennedy a Dallas, Oswald fue manipulado y sus actividades «cuidadosamente vigiladas, controladas y, si era necesario, embellecidas y coreografiadas», para que, «el 22 de noviembre, los archivos de la CIA de Oswald establecieran su conexión con Castro y el Kremlin». Sin embargo, en un epílogo añadido en 2008 a su libro (al que Ron Unz ya se ha referido aquí y aquí), Newman razona que el verdadero propósito de presentar a Oswald como comunista no era iniciar la Tercera Guerra Mundial, sino crear un «virus de la Tercera Guerra Mundial», utilizado por Johnson como pretexto de «seguridad nacional» para cerrar todas las investigaciones e intimidar a los medios corporativos. «Ahora es evidente que el pretexto de la Tercera Guerra Mundial para encubrir la seguridad nacional fue incorporado a la trama del complot para asesinar al presidente Kennedy»[7].

Tras repasar los pasos dados para diseñar esta trama, Newman concluye: «En mi opinión, sólo hay una persona cuyas manos encajan en estos guantes: James Jesus Angleton, Jefe del Estado Mayor de Contrainteligencia de la CIA».

Nadie más en la Agencia tenía el acceso, la autoridad y la mente diabólicamente ingeniosa para manejar este sofisticado complot. Nadie más tenía los medios necesarios para plantar el virus WWIII en los archivos de Oswald y mantenerlo latente durante seis semanas hasta el asesinato del presidente. Fueran quienes fuesen los responsables últimos de la decisión de matar a Kennedy, su alcance se extendía dentro del aparato de inteligencia nacional hasta tal punto que podían recurrir a una persona que conocía tan bien sus secretos internos y su funcionamiento que podía diseñar un mecanismo a prueba de fallos en la trama del complot. La única persona que podía asegurar un encubrimiento de seguridad nacional de una aparente pesadilla de contrainteligencia era el jefe de contrainteligencia [Angleton][8].

De hecho, nadie presionó más para incriminar al KGB que Angleton. Michael Collins Piper, que escribió mucho sobre Angleton en su innovador Juicio Final, demostró que Angleton hizo todo lo posible para desacreditar, encarcelar y torturar al desertor soviético ruso Yuri Nosenko, quien en 1964 afirmó insistentemente que la KGB había decidido no intentar utilizar a Oswald de ninguna manera durante su estancia en Rusia, y que la KGB no tenía nada que ver con el asesinato de Kennedy. Angleton fue también la fuente principal del libro de Edward Jay Epstein, Leyenda: El mundo secreto de Lee Harvey Oswald (publicado en 1978), que culpaba al KGB[9].


Angleton y la contrainteligencia

 

Angleton fue nombrado jefe del Estado Mayor de Contrainteligencia por el director de la CIA Allen Dulles en 1954, cargo que mantuvo durante veinte años. Según Tom Mangold, autor de Cold Warrior: James Jesus Angleton: the CIA’s Master Spy Hunter (Simon & Schuster, 1991): «La larga amistad de Angleton con Dulles y Helms se convertiría en el factor más importante para darle libertad de movimientos dentro de la CIA. Sus superiores le otorgaban tal confianza que a menudo se producía una importante falta de control ejecutivo sobre sus actividades»[10].

Después de que Kennedy despidiera a Dulles y a sus dos subdirectores Richard Bissel y Charles Cabell en otoño de 1961, Angleton fue protegido por el nuevo subdirector Richard Helms, que había sobrevivido a la purga y acabaría siendo jefe de la CIA. En 1962, cuando la CIA se trasladó a su nueva sede en Langley, el personal de contrainteligencia de Angleton contaba con casi doscientas personas[11].

Como dijo un colega y amigo, «la obsesión dominante central de Jim era el comunismo, algo que para él era la esencia del mal absoluto y profundo. Para él, nada más importaba realmente, pero utilizaría a cualquiera y cualquier cosa para combatirlo»[12]. El componente más secreto del imperio de Angleton era el Grupo Especial de Investigación (SIG), encargado de explorar la posibilidad de que la CIA estuviera infiltrada por el KGB. «El SIG era tan secreto que muchos miembros del Personal de Contrainteligencia ni siquiera sabían que existía», escribe Mangold, «y a casi todos se les negaba el acceso al mismo… Las unidades secretas dentro de una unidad secreta eran un sello distintivo de Angleton, el SIG y el Estado Mayor de Contrainteligencia»[13].

La tragicómica historia de la «caza del topo» de Angleton es contada con detalle por Tom Mangold. Implica a un desertor megalómano del KGB llamado Anatoly Golitsyn, quien, respondiendo a la paranoia de Angleton, le convenció de que el KGB se había infiltrado en la CIA a través de una fuente de alto nivel cuyo nombre en clave era «Sacha», y que todos los demás desertores después de él serían falsos. La búsqueda de Sacha por parte de Angleton duraría siete años. Unos 40 altos cargos de la Agencia fueron incluidos en la lista de sospechosos y muchos vieron arruinadas sus carreras, mientras que al menos 22 auténticos desertores fueron rechazados. Angleton nunca atrapó a ningún verdadero espía del KGB. Mientras tanto, el agente soviético británico Kim Philby siguió siendo el amigo de mayor confianza de Angleton hasta que fue desenmascarado en 1963, y un agente de Contrainteligencia, Clare Edward Petty, acabó creyendo que «Sacha» debía de ser el propio Angleton[14]. Este fiasco es el tema del libro de David C. Martin Wilderness of Mirrors (2018)[15]. Como escribe el periodista de Los Angeles Times David Wise: «Al final, Angleton nunca encontró un topo. Pero hizo más daño a la CIA de lo que incluso el topo con más talento podría haber logrado»[16].

Cuando William Colby, de la División Soviética, se convirtió en Director de la CIA, buscó un pretexto para despedir a Angleton, y lo despidió en diciembre de 1974 tras la revelación por Seymour Hersh en el New York Times de dos dudosas operaciones domésticas que su Personal de Contrainteligencia había estado llevando a cabo violando los estatutos de la CIA: interceptar el correo enviado entre Estados Unidos y la Unión Soviética (Programa HT/LINGUAL) y espiar a los manifestantes antibélicos estadounidenses (Operación CHAOS).

Cuando George Kalaris, que sustituyó a Angleton, dirigió una investigación sobre los archivos de Angleton, su equipo localizó más de 40 cámaras acorazadas que tuvieron que ser perforadas. Se tardó tres años en ordenar, destruir o clasificar el material descubierto, que nunca había sido archivado en el sistema central de ficheros de la CIA. Y el oficial de la CIA Cleveland Cram tardó seis años en redactar un informe en 12 volúmenes de tamaño legal sobre las actividades del Estado Mayor de Contrainteligencia entre 1954 y 1974[17].

La conclusión más importante es que la Contrainteligencia de Angleton, que estuvo involucrada en la preparación del asesinato de JFK, no era la CIA, sino más bien una «segunda CIA dentro de la CIA» (como dijo Peter Dale Scott), protegida del escrutinio y que no rendía cuentas a nadie, aunque contaba con un presupuesto casi ilimitado[18]. Durante la presidencia de Kennedy, John McCone, un extraño, por supuesto no tenía ni idea de lo que Angleton hacía o dejaba de hacer, y Richard Helms, su adjunto, le dejaba hacer a su antojo.

Pero este desastre de Contrainteligencia es sólo la mitad de la historia de Angleton. Hay otra mitad, raramente contada. Tom Mangold sólo se refiere a ella en una nota final:

No obstante, me gustaría dejar constancia de que los amigos profesionales de Angleton en el extranjero, entonces y después, procedían del Mossad (el servicio israelí de recogida de información) y que gozaba de una inmensa estima por parte de sus colegas israelíes y del Estado de Israel, que le concedería profundos honores tras su muerte[19].

Para ser justos, Mangold también escribe: «Los lazos de Angleton con los israelíes le dieron un prestigio considerable dentro de la CIA y más tarde se sumaron significativamente a su imperio de contrainteligencia en expansión», al tiempo que despertaron «la furia absoluta de los escritorios árabes separados de la división»[20]. Pero eso es todo lo que aprenderemos de Mangold sobre el lado Mossad de Angleton. Para saber más sobre él, debemos recurrir a la investigación más reciente y exhaustiva de Jefferson Morley, The Ghost: The Secret Life of CIA Spymaster James Jesus Angleton (St. Martin’s Press, 2017). Aprenderemos que Angleton estaba menos «fuera de control» de lo que pensamos: solo que las personas que lo controlaban no eran las que se suponía que debían hacerlo.

 

Angleton y el Mossad    

       

Cuando Angleton se convirtió en jefe de Contrainteligencia en 1954, ya ocupaba, desde principios de 1951, el Despacho Israelí de la CIA, o Cuenta Israelí, como se denominaba. Y tenía autoridad exclusiva sobre la estación de la CIA en Tel Aviv. El Despacho Israelí fue creado para Angleton tras la visita del Primer Ministro David Ben-Gurion a Estados Unidos en mayo de 1951. Además de lanzar una campaña para recaudar 1.000 millones de dólares con la venta de Bonos de Israel[21], el propósito de la visita de Ben-Gurion era establecer una colaboración entre las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes. La población israelí de inmigrantes procedentes de la U.R.S.S. y de Europa del Este convirtió al país en una fuente privilegiada de información sobre lo que ocurría detrás del Telón de Acero. A cambio de este servicio, Israel quería apoyo estratégico, económico y militar contra su enemigo Nasser, al que hicieron todo lo posible por empujar al campo soviético. He aquí el relato de Morley sobre los antecedentes de aquel punto de inflexión en las relaciones entre Estados Unidos e Israel:

En 1950, Reuven Shiloah, fundador de la primera organización de inteligencia israelí, visitó Washington y quedó impresionado por la CIA. En abril de 1951, reorganizó las díscolas fuerzas de seguridad israelíes para crear una nueva agencia de inteligencia exterior, llamada Instituto de Inteligencia y Tareas Especiales, inevitablemente conocida como el Mossad, la palabra hebrea para «instituto». En 1951, el Primer Ministro David Ben-Gurion viajó a Estados Unidos y llevó consigo a Shiloah. Ben-Gurion se reunió en privado con el presidente Truman y con Walter Bedell Smith [director de la CIA]. Angleton organizó un almuerzo de Ben-Gurion con Allen Dulles [Director Adjunto de Planes] … Shiloah se quedó en Washington para llegar a un acuerdo con Angleton. El acuerdo resultante sentó las bases para el intercambio de información secreta entre los dos servicios y los comprometió a informarse mutuamente sobre temas de interés común. Shiloah, según su biógrafo [Haggai Eshed], pronto desarrolló «una relación especial» con Angleton, que se convirtió en el enlace exclusivo de la CIA con el Mossad. Angleton le devolvió el favor visitando Israel. Shiloah le presentó a Amos Manor, jefe de contraespionaje de la agencia de inteligencia nacional de Israel [1953-1963], conocida como Shabak o Shin Bet[22].

Durante casi 25 años, Angleton fue el enlace exclusivo de la CIA con la inteligencia israelí. Como tal, recuerda uno de sus amigos entrevistado por Andrew y Leslie Cockburn para su libro Dangerous Liaison: The Inside Story of the U.S.-Israeli Covert Relationship, «se beneficiaba de las redes y conexiones israelíes en todas partes, no sólo en el bloque comunista»[23].

El canal especial de Angleton con el Mossad aportó pocos beneficios a Estados Unidos en términos de inteligencia. En octubre de 1956, Angleton no avisó del plan israelí de invadir Egipto. Mientras los rumores de guerra llegaban al Departamento de Estado, Robert Amory, jefe de la Dirección de Inteligencia de la CIA, convocó una reunión de emergencia el 26 de octubre. Después de presentar a Allen Dulles pruebas de que los israelíes «se estaban movilizando para atacar a alguien: Egipto», Angleton le contradijo diciendo: «Puedo descartar lo que dice Amory. Pasé la noche pasada con nuestros amigos y me han asegurado que sólo están llevando a cabo medidas de protección contra los jordanos». Amory se enfadó y le dijo a Dulles: «El contribuyente me paga 16.000 dólares al año como director adjunto para que le dé la mejor inteligencia disponible. O me cree a mí o cree a este agente israelí cooptado de aquí [señalando a Angleton]»[24]. En cuestión de días, Israel había invadido el Sinaí egipcio.

«James Jesus Angleton realizó su primera visita a Israel en octubre de 1951. A mediados de la década de 1950», escribe Morley, «nada le gustaba más a Angleton que abandonar la estrecha política de oficina de Washington por la austera frontera de Tierra Santa». «En sus visitas, Angleton se alojaba en Ramat Gan, en la llanura costera suburbana al norte de Tel Aviv, el hogar de muchos oficiales de inteligencia y diplomáticos israelíes».

«Solía venir de vez en cuando para reunirse con el jefe del Mossad y recibir información», recuerda Efraim Halevy, que fue oficial de enlace del Mossad con la estación de la CIA en Tel Aviv a principios de la década de 1960. Halevy acompañaba a Angleton en sus rondas y grababa sus reuniones con funcionarios israelíes. «Solía reunirse con David Ben-Gurion, a quien conocía desde hacía muchos años», recuerda Halevy. «Ben-Gurion acabó dejando el cargo [en 1963] y Angleton bajó a Sde Boker [la casa de Ben-Gurion en el Negev] para reunirse con él. Yo no asistí a esas reuniones. Eran sólo ellos dos. Tenía asuntos que tratar»[25].

Angleton conocía al menos a seis de los hombres más cercanos a Ben-Gurion y conocedores de sus secretos. Además de Efraim Halevy, trabó amistad con Isser Harel, fundador del Shin Bet y jefe del Mossad desde 1951 («Jim sentía una enorme admiración por Isser», dijo Halevy). Angleton también disfrutó de la amistad de por vida de Amos Manor, director del Shin Bet de 1953 a 1963, de Teddy Kollek, que más tarde sería alcalde de Jerusalén, y de Meir Amit, jefe del Mossad de 1963 a 1968. Cuando Halevy acompañó a Isaac Rabin como embajador en Washington (1968-1973), Angleton se reunía con él hasta cinco veces por semana, y almorzaba mensualmente con Rabin, recuerda Halevy. Los amigos de Angleton se contaban entre los constructores del Estado sionista, y Angleton era el único estadounidense autorizado a hablar con ellos[26].

Esto, unido a su encaprichamiento con el sionismo, dio a Angleton una gran influencia en la política israelí de Washington. Según Morley, «fue uno de los principales arquitectos de la relación estratégica de Estados Unidos con Israel que perdura y domina la región hasta nuestros días»[27]. «La influencia de Angleton en las relaciones entre Estados Unidos e Israel entre 1951 y 1974 superó la de cualquier secretario de Estado, con la posible excepción de Henry Kissinger. Su influencia pasó desapercibida para el Congreso, la prensa, otras instituciones democráticas y gran parte de la propia CIA».[28]

Hablando de Kissinger, Michael Piper menciona, citando la biografía de Deborah Davis sobre Katharine Graham, que Kissinger trasladó de hecho el despacho israelí de Angleton a la Casa Blanca, y que ambos hombres trabajaron muy estrechamente. En uno de los apéndices más interesantes añadidos a su edición de 1998 de Juicio Final, Piper sostiene que Angleton fue el cerebro del truco sucio del Watergate que provocó la caída de Nixon, utilizando a su viejo aliado Ben Bradlee, entonces editor del Washington Post. Según Piper, Watergate fue «una operación conjunta de la CIA y el Mossad —orquestada por James Angleton— con el propósito de destituir a Nixon de la presidencia». Había que destituir a Nixon porque, como Kennedy antes que él, se había convertido en una amenaza para la supervivencia de Israel[29].

 

Dimona y el uranio robado

 

Naturalmente, la influencia de Angleton en las relaciones entre Estados Unidos e Israel tocó la delicada cuestión de la ambición nuclear militar de Israel. Morley de nuevo:

En Washington, él y Cicely [la esposa de Angleton] habían pasado muchas tardes con Memi de Shalit, un oficial de inteligencia militar de origen lituano destinado en la embajada israelí. Angleton «adoraba» a de Shalit y a su esposa, Ada, dijo Efraim Halevy. Los de Shalit regresaron a Israel en la década de 1950, pero la amistad continuó y llevó a Angleton al círculo de otros israelíes bien informados. Amos de Shalit, hermano de Memi, era profesor de física nuclear en el Instituto Weizmann de Ciencias de Tel Aviv. Sería uno de los principales colaboradores del programa nuclear israelí[30].

Según Seymour Hersh, «los estrechos lazos personales de Angleton con la familia DeShalit y otros en Israel hicieron inevitable que se enterara de la construcción [de Dimona] en el Negev». Sin embargo, nunca informó sobre los esfuerzos de los israelíes para construir un reactor nuclear con fines militares[31]. En 1960, Angleton ignoró una petición del U.S. Intelligent Board, que revisaba las operaciones de la CIA en nombre de la Casa Blanca, para que toda la información relativa a Dimona fuera transmitida «con prontitud»[32].

Angleton tampoco se percató ni informó del robo de uranio enriquecido para armamento en una planta de la Nuclear Materials and Equipment Corporation (NUMEC) en Apollo, Pensilvania. La NUMEC había sido creada bajo licencia del gobierno estadounidense por David Lowenthal, un financiero sionista, y estaba dirigida por Zalman Shapiro, hijo de un rabino ortodoxo de Lituania, que también era jefe de la sección local de la Organización Sionista de América. Durante los 9 años que van de 1959 a 1968, la Comisión de Energía Atómica estimó que desaparecieron 267 kilogramos de uranio en la planta NUMEC de Apollo. Un israelí disfrazado de ingeniero nuclear que visitó la planta era un agente del Mossad llamado Rafael Eitan, conocido de Angleton. «Con el material fisible desviado de NUMEC, Israel pudo construir su primera arma nuclear en 1967 y convertirse en una potencia nuclear de pleno derecho en 1970: la primera, y todavía única, potencia nuclear de Oriente Próximo». Angleton, es justo decirlo, «pensaba que la colaboración con Israel era más importante que la política estadounidense de no proliferación»[33].

«La lealtad de Angleton a Israel traicionó la política estadounidense a escala épica», concluye Morley. «En lugar de apoyar la política de seguridad nuclear de Estados Unidos, la ignoró». John Hadden, entonces jefe de estación de la CIA en Tel Aviv, que se sintió traicionado por su superior Angleton, escribió en 1978: «Se cometió un crimen hace 10 o 20 años, un crimen considerado tan grave que para su comisión es obligatoria la pena de muerte y no se aplica ningún plazo de prescripción».

Angleton mantenía contactos profesionales y personales regulares con al menos seis hombres al tanto del plan secreto de Israel para construir una bomba. Desde Asher Ben-Natan hasta Amos de Shalit, pasando por Isser Harel, Meir Amit, Moshe Dayan y Yval Ne’eman, sus amigos estaban implicados en la construcción del arsenal nuclear israelí. Si se enteró de algo del programa secreto de Dimona, informó de muy poco… El fracaso de la política estadounidense de no proliferación para impedir la introducción de armas nucleares en Oriente Próximo en la década de 1960 forma parte del legado de Angleton, y sus efectos se dejarán sentir durante décadas, si no siglos[34].

El propio Angleton reconoció implícitamente su papel ante el corresponsal extranjero del New York Times, Tad Szulc, que declaró ante el Comité Church en 1975:

Una de mis fuentes de noticias me dijo que en los años sesenta se había producido una situación en la que la CIA entregó al gobierno israelí información clasificada, conocimientos técnicos, know-how, los servicios de distinguidos físicos y material fisionable en forma de plutonio para ayudar al desarrollo de un arma nuclear israelí en los campos de pruebas nucleares israelíes de Dimona… He planteado el tema en una conversación privada con el Sr. James Angleton en la primavera de este año [abril de 1975]. El Sr. Angleton me dijo que esencialmente esta información era correcta[35].

 

La Guerra de los Seis Días y el USS Liberty         


Según Andrew y Leslie Cockburn, «en la comunidad de inteligencia estadounidense existe la opinión de que Angleton desempeñó un papel destacado en la orquestación de los acontecimientos que condujeron a la guerra de junio de 1967». Un veterano funcionario de la antigua rival de la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional, que se dedica a descifrar códigos, afirma rotundamente que «Jim Angleton y los israelíes se pasaron un año preparando la guerra del 67. Fue una operación de la CIA diseñada para pillar a Nasser»[36].
En ese periodo, según Joan Mellen, autora de Blood in the Water: How the US and Israel Conspire to Ambush the USS Liberty (2018), «Meir Amit era el principal aliado de Angleton en Israel, pero en Estados Unidos contaba con otro agente del Mossad, Ephraim ‘Eppy’ Evron, que, en 1967, como agente del Mossad además de embajador adjunto de Israel en Washington, gozaba de mayor importancia en la embajada israelí que el embajador, Avraham Harman. Fue Evron quien había organizado reuniones entre Angleton y Moshe Dayan… para discutir la viabilidad de un ataque contra Egipto con el objetivo de derrocar a Nasser. Lyndon Johnson había autorizado a Angleton a informar a Evron de que Estados Unidos no intervendría para detener un ataque contra Egipto»[37].

En mayo de 1967, Eppy Evron se reunió con Johnson en la Casa Blanca. Evron dijo más tarde que Johnson le dijo: «Tú y yo vamos a aprobar otra resolución Tonkin», en referencia al simulacro de incidente en el Golfo de Tonkin que Johnson utilizó para justificar la agresión contra Vietnam del Norte[38]. El 30 de mayo, Meir Amit, entonces jefe de operaciones globales del Mossad, voló a Washington y se reunió primero con Angleton al día siguiente. No hay constancia documental de su conversación, pero el 1 de junio, Amit informó a Israel: «hay cada vez más posibilidades de respaldo político estadounidense si actuamos por nuestra cuenta»[39]. «Sería Angleton», dice Joan Mellen, «quien se impondría al formular, con Meir Amit, la configuración de la operación que culminaría con el ataque al USS Liberty»[40].

Aquí un resumen del relato de Tom Segev sobre este encuentro en 1967: Israel, the War, and the Year That Transformed the Middle East (2007): «El viaje de Amit a Washington había sido instigado por Aharon Yariv, y su principal objetivo era averiguar, a través de los canales de inteligencia, qué harían realmente los estadounidenses si Israel atacaba Egipto». La primera persona que Amit conoció allí fue James Jesus Angleton, que le presentó a Helms, jefe de la CIA. Helms «arregló que Amit se reuniera con el Secretario de Defensa McNamara». Presentando el plan de Israel para atacar Egipto, Amit «no escuchó objeciones de McNamara». McNamara fue llamado fuera de la reunión dos veces para hablar con Johnson por teléfono, e informó a Amit del mensaje del Presidente: «Te leo alto y claro». Amit comunicó a Israel su impresión de que los americanos darían su bendición a un ataque israelí «aplastando a Nasser». En respuesta a la pregunta de Eshkol, Amit dijo que incluso podrían ayudar a Israel en dicho ataque. «Jim Angleton estaba entusiasmado», escribe Segev; veía en el golpe de Israel «la posibilidad de resolver los problemas de la región». «Subrayó la delicadeza del asunto y pidió que se mantuviera el secreto». En su correspondencia telefónica con Eshkol, Amit reconoció la importancia decisiva del apoyo de Angleton. Angleton, dijo, insinuó que los norteamericanos «sin duda verían con buenos ojos un nocaut» a Egipto; «Angleton fue un activo extraordinario para nosotros. No podíamos haber encontrado un defensor mejor». Era «el mayor sionista de todos», insistió Amit[41].

En diciembre de 1967, tras haber duplicado con creces su territorio, los israelíes organizaron una gran fiesta para Angleton cuando les visitó con motivo de su 50 cumpleaños.

 

Conclusión

 

El lado Mossad de Angleton es parte de la «verdad no dicha de Kennedy» que, siguiendo los pasos de Michael Collins Piper, documenté en mi libro y en este artículo. No es una parte pequeña. Como escribe Morley, «la influencia formativa y a veces decisiva de Angleton en la política estadounidense hacia Israel puede verse en muchas áreas: desde la impotencia de la política estadounidense de no proliferación nuclear en la región, hasta el triunfo de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967, pasando por la débil respuesta estadounidense al ataque al Liberty y el fracaso de inteligencia que representó la Guerra de Yom Kippur de 1973»[42].

Angleton es recordado en Estados Unidos como un hombre mentalmente inestable que causó un daño irreparable a la eficacia y la reputación de la CIA. En cambio, en Israel se le recuerda como un gran benefactor del Estado sionista. He aquí un extracto del informe del Washington Post sobre una ceremonia celebrada en su honor en Jerusalén tras su muerte. Aunque supuestamente era secreta, un par de reporteros israelíes, entre ellos Andy Court, del Jerusalem Post, habían sido avisados y asistieron:

El jefe de la patológicamente secreta agencia de espionaje, el Mossad, estaba allí, al igual que su homólogo del Shin Bet, el servicio de seguridad interior israelí. También estaban presentes cinco ex jefes de esas agencias y tres ex jefes de la inteligencia militar. Su misión: rendir un último homenaje a un querido miembro de su fraternidad encubierta: el difunto jefe de contraespionaje de la CIA, James Jesus Angleton… Tras la plantación [de árboles], el grupo se reunió de nuevo en Jerusalén, detrás del Hotel Rey David, en un pintoresco lugar no lejos de las murallas de la Ciudad Vieja que Angleton visitaba a menudo en sus viajes a esta ciudad. Allí dedicaron una lápida en la que se leía, en inglés, hebreo y árabe: «En memoria de un querido amigo, James (Jim) Angleton». Las ceremonias simbolizaron el respeto y el afecto que la comunidad de inteligencia israelí siente por Angleton… Aunque su nombre aparece en pocos libros de historia de Israel, Angleton desempeñó un papel crucial en los primeros años del joven Estado judío. En los años cincuenta y principios de los sesenta, cuando la mayor parte del Washington oficial desconfiaba de Israel, e incluso le era hostil, Angleton ayudó a forjar vínculos entre el Mossad y la CIA que sentaron las bases de la cooperación en la recopilación de información de inteligencia que sigue existiendo en la actualidad… Angleton «era un amigo en el que se podía confiar personalmente», dijo el Ministro de Defensa Yitzhak Rabin, que habló en la ceremonia de plantación del árbol. Rabin conocía a Angleton de sus días como jefe del Estado Mayor del Ejército israelí a mediados de la década de 1960 y posteriormente como embajador en Estados Unidos. El alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, que se levantó de su lecho de enfermo para asistir a las ceremonias, dijo a la pequeña multitud: «Conmemoramos a un gran amigo, que vio las relaciones entre Israel y Estados Unidos a través de su período más difícil en los 40 años de existencia de Israel»… Entre los asistentes, según Court, se encontraban los actuales jefes del Mossad y del Shin Bet, ninguno de los cuales puede ser nombrado en virtud de las leyes de seguridad del gobierno; los antiguos jefes del Mossad Meir Amit, Zvi Zamir e Yitzhak Hofi; los antiguos jefes del Shin Bet Avraham Ahituv y Amos Manor, y los antiguos jefes de la inteligencia militar Aharon Yariv, Shlomo Gazit y Binyamin Gibli.[43]

La relación de Angleton con Israel sigue siendo un misterio, un misterio que quizá el propio Angleton no hubiera podido aclarar. Es razonable suponer que la mayoría de los amigos israelíes de Angleton conocían bien sus problemas de personalidad y su delirante visión del mundo, y que los explotaron al máximo; convencieron a Angleton de que eran sus aliados indispensables contra el comunismo. Un antiguo jefe del Mossad dijo a los Cockburns: «Por supuesto, Jim tenía algunas ideas bastante raras, como la de la división chino-soviética [Angleton creía que era un astuto engaño]. Pero creo que aquí en Israel se le apreciaba más que en Washington. Le escuchábamos respetuosamente [aquí la mueca] y sus opiniones». Los israelíes, recogen los Cockburns, «se preocupaban mucho de adularle y de prestar oídos respetuosos a su interpretación de los acontecimientos en el sombrío mundo de la inteligencia y el engaño». Examinando más de cerca el monumento conmemorativo de Angleton en el bosque de Jerusalén, los Cockburn señalan que «a diferencia de los otros monumentos conmemorativos, aquí la inscripción no está tallada en piedra, sino que está escrita en una lámina de plástico atornillada a la propia piedra». «Un año después de la conmemoración del lugar, la mayoría de los árboles, diminutos arbolitos, estaban muertos o moribundos. El suelo alrededor estaba cubierto de basura: latas, trapos y, aquí y allá, huesos»[44]. ¿Qué clase de monumento es éste? Un memorial para un idiota útil que puede olvidarse pronto.

¿Cuál era la posición de Angleton en el organigrama de los conspiradores contra Kennedy? Si, como cree John Newman, Angleton era el «director general» de los manipuladores de Oswald, y el ingeniero de su simulacro de aparición en México, ¿qué sabía realmente de la función última de Oswald en el complot? No hay indicios de que Angleton se sintiera alguna vez utilizado por sus amigos israelíes, y por lo tanto es más que probable que participara deliberadamente en la conspiración para matar a Kennedy. Lo que se ha demostrado más allá de toda duda razonable es que Angleton, el actor central de la CIA en el complot para matar a JFK, estaba en realidad más controlado por el Mossad que por la propia CIA.

Me alegra ver que esta conclusión está siendo ahora más aceptada entre los investigadores de Kennedy. Peter Janney, autor del aclamado Mary’s Mosaic: The CIA Conspiracy to Murder John F. Kennedy, Mary Pinchot Meyer, and Their Vision for World Peace (2012), en el que Angleton ocupa un lugar destacado, me honró con un comentario en la página de Amazon de mi libro:

Además de su libro JFK – 9/11: 50 Years of Deep State, publicado en 2017, Laurent Guyénot nos ha regalado otra joya con La verdad no dicha sobre Kennedy.

Como autor de «El mosaico de María» y alguien que ha pasado muchos, muchos años estudiando el asesinato de JFK, Laurent Guyénot nos lleva donde pocos se han atrevido a pisar, el papel del Mossad y de Israel en los asesinatos de ambos hermanos Kennedy y muy probablemente en el propio 11-S. Ambos libros me han convencido y he llegado a la conclusión de que los investigadores del asesinato de JFK han pasado por alto un elemento vital para comprender el papel más amplio de Israel…

¿Es una coincidencia que haya no sólo uno
sino dos monumentos en Israel al legendario jefe de contrainteligencia de la CIA James Jesus Angleton? ¿Somos antisemitas por hacer una acusación contra Israel, dado el persuasivo argumento de Guyénot que se apoya en pruebas? La respuesta es no. La verdad no hace prisioneros…

Phillip Nelson, autor de LBJ, The Mastermind of JFK’s Assassination (2010), la acusación definitiva de 720 páginas contra Johnson (seguida de LBJ: From Mastermind to «the Colossus» y Remember the Liberty), también escribió un comentario que me enorgullece citar: «El breve libro de Guyénot abarca mucho territorio, parte del cual nunca antes se había explorado tan a fondo… Ha presentado un argumento muy convincente y persuasivo a favor de su posición y reconozco las verdades que ha revelado». Nelson tiene reservas, sin embargo, sobre la tesis de que Ben-Gurion fue la «fuerza motriz» del asesinato de JFK.
El principal problema de su tesis es que los problemas con Dimona no surgieron ni se convirtieron en el tema candente entre JFK y Ben-Gurion hasta 1963. El complot de LBJ para tomar la Casa Blanca por la «puerta de atrás» comenzó en 1958, cuando presionó a la legislatura de Texas para que le permitiera presentarse al mismo tiempo a las elecciones estatales y a las nacionales, algo que entonces estaba prohibido. Esa fue sólo la primera casilla que tuvo que marcar, cinco años antes del asesinato.

En mi opinión, es más probable que, durante esos cinco años, Johnson y Ben-Gurion, con sus acólitos sumisos, discutieran muchos de sus objetivos y prioridades, y que el «Gran Acontecimiento» se convirtiera en una alta prioridad mutuamente acordada, con tiempo suficiente para colocar a todos los caballos, alfiles, reyes, reinas y peones, en su lugar.

Creo que Johnson entró en la candidatura de Kennedy en 1960 sólo porque los sionistas (Abe Feinberg) lo querían allí, como potencial asesino de Kennedy y futuro «mejor presidente de EE.UU. para Israel de la historia». Porque como escribí en «El hombre paraguas, los pecados del padre y la maldición Kennedy», mucho antes de 1960, los israelíes veían a los Kennedy como una seria amenaza potencial a sus ambiciones expansionistas, y con razón. En el organigrama de la trama, sitúo a Ben-Gurion por encima de LBJ. Pero eso está abierto al debate.

Laurent Guyénot, 5 de junio de 2022

Fuente: https://www.unz.com/article/angleton-mossad-and-the-kennedy-assassinations/

Traducido al espanol por ASH para Red Internacional

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NOTAS

[1] Esto ha sido demostrado de forma concluyente por David Talbot en Brothers: The Hidden History of the Kennedy Years, Simon & Schuster, 2007.

[2] Jefferson Morley, Our Man in Mexico: Winston Scott and the Hidden History of the CIA, University Press of Kansas, 2008, p. 207.

[3] James Douglass, JFK and the Unspeakable: Why He Died and Why It Matters, Touchstone, 2008, p. 232.

[4] Douglass, JFK and the Unspeakable, p. 82.

[5] Douglass, JFK and the Unspeakable, pp. 82-83.

[6] «LBJ speaks on a conspiracy in JFK murder», en YouTube.

[7] John M. Newman, Oswald and the CIA: The Documented Truth About the Unknown Relationship Between the U.S. Government and the Alleged Killer of JFK, Skyhorse, 2008, pp. 613-637. Extractos en spartacus-educational.com

[8] Newman, Oswald and the CIA, pp. 636-637 (en spartacus-educational.com)

[9] Michael Collins Piper, Final Judgment: The Missing Link in the JFK Assassination Conspiracy, American Free Press, 6th ed., 2005, pp. 166-169.

[10] Tom Mangold, Cold Warrior: James Jesus Angleton: the CIA’s Master Spy Hunter, Simon & Schuster, 1991, p. 52.

[11] Mangold, Cold Warrior, p. 55.

[12] Andrew and Leslie Cockburn, Dangerous Liaison: The Inside Story of the U.S.-Israeli Covert Relationship, HarperCollins, 1991, p. 43.

[13] Mangold, Cold Warrior, p. 57.

[14] Jefferson Morley, The Ghost: The Secret Life of CIA Spymaster James Jesus Angleton, St. Martin’s Press, 2017, p. 229.

[15] David C. Martin, Wilderness of Mirrors: Intrigue, Deception, and the Secrets that Destroyed Two of the Cold War’s Most Important Agents, Skyhorse, 2018.

[16] David Wise, «The Spookiest of the CIA’s Spooks», Los Angeles Times, 24 de diciembre de 2006, en www.latimes.com.

[17] Jefferson Morley, «Wilderness of Mirrors: Documents Reveal the Complex Legacy of James Angleton, CIA Counterintelligence Chief and Godfather of Mass Surveillance», 1 de enero de 2018, The Intercept, en theintercept.com/

[18] Peter Dale Scott, Deep Politics and the Death of JFK, University of California Press, 1993, p. 54, citado en Michael Collins Piper, Final Judgment, 6th ed., 2005, p. 63.

[19] Mangold, Cold Warrior, p. 362.

[20] Mangold, Cold Warrior, p. 49.

[21] Cockburn and Cockburn, Dangerous Liaison, p. 41.

[22] Morley, The Ghost, 55

[23] Cockburn, Dangerous Liaison, p. 43.

[24] Cockburn, Dangerous Liaison, p. 65; Morley, The Ghost, p. 78.

[25] Morley, The Ghost, p. 171.

[26] Morley, The Ghost, pp. 174, 73; Jefferson Morley, «Wilderness of Mirrors».

[27] Morley, The Ghost, p. 262.

[28] Jefferson Morley, «CIA and Mossad: Tradeoffs in the Formation of the U.S.-Israel Strategic Relationship», conf for the Washington Report on Middle East Affairs, mayo de 2018, en www.wrmea.org/

[29] Piper, Final Judgment, 6th ed., 2005, pp. 461-478.

[30] Morley, The Ghost, p. 174.

[31] Seymour Hersh, The Samson Option: Israel’s Nuclear Arsenal and American Foreign Policy, Random House, 1991, p. 147.

[32] Morley, The Ghost, p. 92

[33] Morley, «CIA and Mossad».

[34] Morley, The Ghost, pp. 261-262.

[35] Michael Holzman, James Jesus Angleton: The CIA, and the Craft of Counterintelligence, University of Massachusetts Press, 2008, pp. 167-168.

[36] Cockburn, Dangerous Liaison, pp. 146-147.

[37] Joan Mellen, Blood in the Water: How the US and Israel Conspired to Ambush the USS Liberty, Prometheus Books, 2018, en www.worldtruth.online/, p. 50.

[38] Peter Hounam, Operation Cyanide: Why the Bombing of the USS Liberty nearly caused World War III, Vision, 2003, pp. 266-267.

[39] Mellen, Blood in the Water, pp. 37-40.

[40] Mellen, Blood in the Water, p. 49.

[41] Tom Segev, 1967: Israel, the War, and the Year That Transformed the Middle East, Henry Hold, 2007, pp. 329-332.

[42] Morley, «CIA and Mossad».

[43] Glenn Frankel, «The Secret Ceremony», Washington Post, 5 de diciembre de 1987, en www.washingtonpost.com. Andy Court’s article, «Spy Chiefs Honour a CIA Friend», Jerusalem Post, 5 de diciembre de 1987, no disponible en línea.

[44] Cockburn, Dangerous Liaison, p. 44.

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