¿Asesinó Israel a los Kennedy? – por Laurent Guyenot

Introducción

Justo después de la medianoche del 6 de junio de 1968, el senador Robert Kennedy fue asesinado en una habitación trasera del Hotel Ambassador de Los Ángeles. Acababa de celebrar su victoria en las primarias de California, lo que le convertía en el candidato demócrata más probable para las elecciones presidenciales. Su popularidad era tan grande que Richard Nixon, en el bando republicano, tenía pocas posibilidades. Con 43 años, Robert se habría convertido en el presidente estadounidense más joven de la historia, después de haber sido el fiscal general más joven del gobierno de su hermano. Su muerte abrió el camino a Nixon, que finalmente pudo ser presidente ocho años después de haber sido derrotado por John F. Kennedy en 1960.

John había sido asesinado cuatro años y medio antes que Robert. Si hubiera sobrevivido, seguramente habría sido presidente hasta 1968. En cambio, su vicepresidente Lyndon Johnson asumió la Casa Blanca en 1963, y se hizo tan impopular que se retiró en 1968. Curiosamente, Johnson llegó a la presidencia el mismo día de la muerte de John, y terminó su mandato unos meses después de la muerte de Robert. Estaba en el poder en el momento de ambas investigaciones.

Y ambas investigaciones son ampliamente consideradas como encubrimientos. En ambos casos, la conclusión oficial está plagada de contradicciones. Vamos a resumirlas aquí. Pero haremos más: demostraremos que la clave para resolver ambos casos reside en el vínculo entre ellos. Y los resolveremos más allá de toda duda razonable.

Como ha señalado Lance deHaven-Smith en Conspiracy Theory in America:

«Rara vez se considera que los asesinatos de Kennedy podrían haber sido asesinatos en serie. De hecho, al hablar de los asesinatos, los americanos raramente usan el plural, ‘asesinatos de Kennedy’. […] Claramente, esta peculiaridad en el léxico de los asesinatos de Kennedy refleja un esfuerzo inconsciente por parte de los periodistas, los políticos y millones de estadounidenses de a pie para evitar pensar en los dos asesinatos juntos, a pesar del hecho de que las víctimas están conectadas de innumerables maneras»[1].

John y Robert estaban unidos por una lealtad inquebrantable. Los biógrafos de Kennedy han destacado la absoluta dedicación de Robert a su hermano mayor. Robert había gestionado con éxito la campaña de John para el Senado en 1952, y luego su campaña presidencial en 1960. John lo convirtió no sólo en su fiscal general, sino también en su asesor de mayor confianza, incluso en cuestiones de asuntos exteriores o militares. Lo que más apreciaba John en Robert era su sentido de la justicia y la rectitud de su juicio moral. Fue Robert, por ejemplo, quien animó a John a apoyar plenamente la causa del movimiento por los derechos civiles de los negros[2].

Dado este excepcional vínculo entre los hermanos Kennedy, ¿cuál es la probabilidad de que los dos asesinatos de Kennedy no estén relacionados? Más bien, deberíamos empezar con la suposición de que están relacionados. El sentido común básico sugiere que los hermanos Kennedy fueron asesinados por la misma fuerza, y por los mismos motivos. Es, al menos, una hipótesis de trabajo lógica que Robert fue eliminado de la carrera presidencial porque había que evitar que alcanzara una posición en la que pudiera reabrir el caso de la muerte de su hermano. Tanto su lealtad a la memoria de su hermano, como su obsesión por la justicia, hacían predecible que, si llegaba a la Casa Blanca, haría precisamente eso. Pero, ¿había, en 1968, algún indicio claro de que lo haría?

¿Planeaba Bobby reabrir la investigación sobre el asesinato de su hermano?

La pregunta ha sido respondida positivamente por David Talbot en su libro Brothers: The Hidden History of the Kennedy Years, publicado en 2007 por Simon & Schuster. Robert nunca creyó en la conclusión del Informe Warren de que Lee Harvey Oswald fue el único asesino de su hermano. Sabiendo demasiado bien lo que podía esperar de Johnson, se había negado a testificar ante la Comisión Warren. Cuando su informe salió a la luz, no tuvo más remedio que respaldarlo públicamente, pero «en privado lo rechazaba», como recuerda su hijo Robert Kennedy Jr[3]. A los amigos cercanos que se preguntaban por qué no expresaba sus dudas, les dijo: «No hay nada que pueda hacer al respecto. No ahora»[4].
A partir del 22 de noviembre de 1963, Robert fue alienado y vigilado por Johnson y Hoover. Aunque todavía era Fiscal General, sabía que era impotente contra las fuerzas que habían matado a su hermano. Sin embargo, no perdió tiempo en comenzar su propia investigación; primero pidió al director de la CIA, John McCone, un amigo de Kennedy, que averiguara si la Agencia tenía algo que ver con el complot, y salió convencido de que no era así. En marzo de 1964, tuvo una conversación cara a cara con el mafioso Jimmy Hoffa, su enemigo declarado, con el que había luchado durante diez años, y del que sospechaba que se había vengado de su hermano. Robert también pidió a su amigo Daniel Moynihan que buscara cualquier complicidad en el Servicio Secreto, responsable de la seguridad del Presidente[5]. Y por supuesto, Robert sospechó de Johnson, de quien siempre había desconfiado, como documenta Jeff Shesol en Mutual Contempt: Lyndon Johnson, Robert Kennedy, and the Feud that Defined a Decade (1997).

De hecho, apenas una semana después de la muerte de JFK, el 29 de noviembre de 1963, Bill Walton, un amigo de los Kennedy, viajó a Moscú y le pasó a Nikita Khrushchev, a través de un agente de confianza que ya había llevado las comunicaciones secretas entre Khrushchev y John Kennedy, un mensaje de Robert y Jacqueline Kennedy; según el memorándum encontrado en los archivos soviéticos en los años 90 por Alexandr Fursenko y Timothy Naftali (One Hell of a Gamble, 1998), Robert y Jackie querían informar al primer ministro soviético de que creían que John Kennedy había sido «víctima de una conspiración de la derecha» y que «el enfriamiento que podría producirse en las relaciones EE.UU.- Unión Soviética a causa de Johnson no duraría para siempre»[6].

Robert también se puso en contacto con un antiguo oficial del MI6 que había sido amigo de su familia cuando su padre era embajador en Londres. Este oficial británico retirado se puso a su vez en contacto con algunos amigos de confianza en Francia, y se hicieron arreglos para que dos agentes de la inteligencia francesa llevaran a cabo, durante un período de tres años, una investigación silenciosa que incluyó cientos de entrevistas en los Estados Unidos. Su informe, repleto de insinuaciones sobre Lyndon Johnson y los barones del petróleo de la derecha de Texas, fue entregado a Bobby Kennedy sólo unos meses antes de su propio asesinato en junio de 1968. Tras la muerte de Bobby, el último hermano superviviente, el senador Ted Kennedy, no mostró ningún interés por el material. Los investigadores contrataron entonces a un escritor francés llamado Hervé Lamarr para que convirtiera el material en un libro, bajo el seudónimo de James Hepburn. El libro se publicó por primera vez en francés con el título L’Amérique brûle, y se tradujo con el título Farewell America: The Plot to Kill JFK. Vale la pena citar su conclusión:

«El asesinato del presidente Kennedy fue obra de magos. Fue un truco de teatro, completo con accesorios y espejos falsos, y cuando cayó el telón, los actores, e incluso la escenografía, desaparecieron. […] los conspiradores estaban en lo cierto cuando adivinaron que su crimen quedaría oculto por las sombras y los silencios, que se culparía a un ‘loco’ y a la negligencia»[7].

Robert había planeado presentarse a la presidencia estadounidense en 1972, pero la escalada de la guerra de Vietnam precipitó su decisión de presentarse en 1968. Otro factor puede haber sido la apertura de la investigación por parte del fiscal del distrito de Nueva Orleans, Jim Garrison, en 1967. A Garrison se le permitió ver la película amateur de Abraham Zapruder, confiscada por el FBI el día del asesinato. Esta película, a pesar de las evidentes manipulaciones, muestra que el disparo fatal provino del «montículo de hierba», muy por delante del Presidente, y no del Depósito de Libros de la Escuela, situado detrás de él, desde donde se suponía que Oswald estaba disparando.

Cuando se empezó a hablar de la investigación, Kennedy pidió a uno de sus asesores más cercanos, Frank Mankievitch, que siguiera su desarrollo, «así que, si llega a un punto en el que pueda hacer algo sobre esto, puedes decirme lo que necesito saber». Confió a su amigo William Attwood, entonces editor de la revista Look, que él, al igual que Garrison, sospechaba de una conspiración, «pero no puedo hacer nada hasta que tengamos el control de la Casa Blanca»[8]. Se abstuvo de apoyar abiertamente a Garrison, creyendo que como el resultado de la investigación era incierto, podría poner en peligro sus planes de reabrir el caso más tarde, e incluso debilitar sus posibilidades de ser elegido al interpretar su motivación como una disputa familiar.

En conclusión, no cabe duda de que, de haber sido elegido presidente, Robert Kennedy habría hecho todo lo posible para reabrir el caso del asesinato de su hermano, de una forma u otra. Este hecho ciertamente no escapó a los asesinos de John. No tenían otra opción que detenerlo. Esta primera conclusión es una razón suficiente para realizar un análisis comparativo de ambos asesinatos de Kennedy, en busca de algunas pistas convergentes que puedan llevarnos a la pista de un cerebro común. Comenzamos con el asesinato de Robert.

¿Sirhan Sirhan, un palestino motivado por el odio a Israel?

Apenas unas horas después del asesinato de Robert, la prensa pudo informar al pueblo estadounidense, no sólo de la identidad del asesino, sino también de su motivo, e incluso de su detallada biografía[9]. Sirhan Bishara Sirhan, de 24 años, había nacido en Jordania y se había trasladado a Estados Unidos cuando su familia fue expulsada de Jerusalén Occidental en 1948. Tras el tiroteo, se encontró un recorte de periódico en el bolsillo de Sirhan, en el que se citaban comentarios favorables de Robert sobre Israel y, en particular, lo que parecía un compromiso electoral: «Estados Unidos debería vender sin demora a Israel los 50 aviones Phantom que tanto le han prometido». Las notas manuscritas de Sirhan encontradas en un cuaderno en su casa confirmaron que su acto había sido premeditado y motivado por su odio a Israel.

Esto se convirtió en la línea de la historia de los medios de comunicación desde el primer día. Jerry Cohen, de Los Angeles Times, escribió un artículo en primera página en el que decía que Sirhan era «descrito por sus conocidos como un ‘virulento’ antiisraelí» (Cohen lo cambió por «virulento antisemita» en un artículo para The Salt Lake Tribune), y que: «La investigación y las revelaciones de las personas que mejor lo conocían revelaron que [él] era un joven con un odio supremo hacia el Estado de Israel». Cohen infiere que «el senador Kennedy […] se convirtió en una personificación de ese odio debido a sus recientes declaraciones pro-israelíes». Cohen reveló además que:

«Hace unas tres semanas, el joven refugiado jordano acusado de disparar al senador Robert Kennedy escribió un memorándum para sí mismo, […] El memorándum decía: ‘Kennedy debe ser asesinado antes del 5 de junio de 1968’, el primer aniversario de la guerra de seis días en la que Israel humilló a tres vecinos árabes, Egipto, Siria y Jordania»[10].           

Tras el 11 de septiembre de 2001, la tragedia del asesinato de Robert se instaló en la mitología neocon del Choque de Civilizaciones y la Guerra contra el Terror. Sirhan se convirtió en un precursor del terrorismo islámico en suelo americano. En un libro titulado The Forgotten Terrorist (El terrorista olvidado), Mel Ayton, especializado en desmentir teorías conspirativas, afirma presentar «una gran cantidad de pruebas sobre el nacionalismo palestino fanático [de Sirhan]» y demostrar que «Sirhan fue el asesino solitario cuyo acto por motivos políticos fue un precursor del terrorismo actual» (según se lee en la contraportada).

En 2008, en el 40º aniversario de la muerte de Robert, Sasha Issenberg del Boston Globe recordó que la muerte de Robert Kennedy fue «una primera muestra del terror en Oriente Medio». Cita al profesor de Harvard Alan Dershowitz (más conocido por ser el abogado de Jonathan Pollard), diciendo:

«Pensé que era un acto de violencia motivado por el odio a Israel y a cualquiera que apoyara a Israel. […] En cierto modo fue el comienzo del terrorismo islámico en Estados Unidos. Fue el primer disparo. Muchos de nosotros no lo reconocimos en ese momento»[11].

A Dershowitz se le escapó el hecho de que Sirhan era de familia cristiana. The Jewish Forward se encargó de mencionarlo en la misma ocasión, sólo para añadir que el fanatismo islámico corría por sus venas de todos modos:

«Pero lo que compartía con sus primos musulmanes —los autores del 11 de septiembre— era un odio visceral e irracional hacia Israel. Le llevó a asesinar a un hombre que algunos todavía creen que podría haber sido la mayor esperanza de una generación anterior».

«Robert Kennedy fue la primera víctima estadounidense del terrorismo árabe moderno», machacó el periodista del Forward; «Sirhan odiaba a Kennedy porque había apoyado a Israel»[12].

Este leitmotiv del discurso público suscita la pregunta: ¿Era Bobby realmente partidario de Israel? Pero antes de responder a esa pregunta, hay otra más apremiante: ¿Mató Sirhan realmente a Bobby?

¿Mató Sirhan realmente a Bobby?

Si nos fiamos de las declaraciones oficiales y de las noticias principales, el asesinato de Robert Kennedy es un caso abierto y cerrado. La identidad del asesino no sufre ninguna discusión, ya que fue detenido en el acto, con la pistola humeante en la mano. En realidad, las pruebas balísticas y forenses muestran que ninguna de las balas de Sirhan alcanzó a Kennedy.

Según el informe de la autopsia del médico forense jefe Thomas Noguchi, Robert Kennedy murió de una herida de bala en el cerebro, disparada desde detrás de la oreja derecha a quemarropa, siguiendo un ángulo ascendente. Nogushi reafirmó su conclusión en sus memorias de 1983, Coroner. Sin embargo, el testimonio jurado de doce testigos del tiroteo estableció que Robert nunca le dio la espalda a Sirhan y que éste se encontraba a un metro y medio de su objetivo cuando disparó.

Contando todos los impactos de bala en la despensa, y los que hirieron a cinco personas alrededor de Kennedy, se ha calculado que se dispararon al menos doce balas, mientras que el arma de Sirhan sólo llevaba ocho. El 23 de abril de 2011, los abogados William Pepper y su asociada, Laurie Dusek, reunieron todas estas pruebas y más en un expediente de 58 páginas presentado ante el Tribunal de California, pidiendo que se reabriera el caso de Sirhan. Documentaron importantes irregularidades en el juicio de 1968, incluyendo el hecho de que la bala analizada en el laboratorio para ser comparada con la extraída del cerebro de Robert no había sido disparada por el revólver de Sirhan, sino por otra pistola, con un número de serie diferente; así, en lugar de incriminar a Sirhan, la prueba balística demostró de hecho su inocencia. Pepper también ha aportado un análisis informático de las grabaciones de audio durante el tiroteo, realizado por el ingeniero Philip Van Praag en 2008, que confirma que se escuchan dos pistolas[13].

La presencia de un segundo tirador fue señalada por varios testigos y reportada el mismo día por algunos medios de comunicación. Hay fuertes sospechas de que el segundo tirador fue Thane Eugene Cesar, un guardia de seguridad contratado para la noche, que se encontraba detrás de Kennedy en el momento del tiroteo, y que fue visto con su pistola desenfundada por varios testigos. Uno de ellos, Don Schulman, le vio disparar. Cesar nunca fue investigado, aunque no ocultó su odio por los Kennedy, que, según su declaración grabada, habían «vendido el país a los comunistas»[14].

Incluso si asumimos que Sirhan mató a Robert Kennedy, un segundo aspecto del caso plantea dudas: según varios testigos, Sirhan parecía estar en un estado de trance durante el tiroteo. Y lo que es más importante, Sirhan siempre ha afirmado, y sigue afirmando, que nunca ha tenido ningún recuerdo de su acto:

«Mi abogado me dijo que disparé y maté al senador Robert F. Kennedy y que negarlo sería completamente inútil, [pero] no tenía ni tengo ningún recuerdo del disparo al senador Kennedy».
También afirma no recordar «muchas cosas e incidentes que tuvieron lugar en las semanas previas al tiroteo»[15]. Algunas líneas repetitivas escritas en un cuaderno encontrado en el dormitorio de Sirhan, que éste reconoce como su propia letra pero no recuerda haber escrito, recuerdan a la escritura automática[16].

Las pericias psiquiátricas, incluidas las pruebas del detector de mentiras, han confirmado que la amnesia de Sirhan no es fingida. En 2008, el profesor de la Universidad de Harvard Daniel Brown, un destacado experto en hipnosis y pérdida de memoria por trauma, entrevistó a Sirhan durante un total de 60 horas, y concluyó que Sirhan, al que clasifica en la categoría de «altamente hipnotizable», actuó de forma no voluntaria bajo el efecto de la sugestión hipnótica: «Su disparo de la pistola no estaba bajo su control voluntario, ni se hizo con conocimiento consciente, sino que es probablemente un producto del comportamiento hipnótico automático y del control coercitivo»[17].

Sabemos que, en los años 60, las agencias militares estadounidenses experimentaban con el control mental. El Dr. Sidney Gottlieb, hijo de judíos húngaros, dirigió el infame proyecto MKUltra de la CIA que, entre otras cosas, debía responder a preguntas como «¿Se puede obligar a una persona bajo hipnosis a cometer un asesinato?», según un documento desclasificado fechado en mayo de 1951[18]. Según el periodista israelí Ronen Bergman, autor de Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations (Random House, 2018), en 1968, un psicólogo militar israelí llamado Benjamin Shalit había urdido un plan para tomar un prisionero palestino y «lavarle el cerebro e hipnotizarlo para que se convirtiera en un asesino programado» dirigido a Yasser Arafat[19].

Si Sirhan fue programado hipnóticamente, la pregunta es: ¿Quién tenía algún interés en que se culpara a un palestino visceralmente antisionista del asesinato de Robert Kennedy? Israel, por supuesto. Pero entonces, nos enfrentamos a un dilema, porque ¿por qué querría Israel matar a Robert Kennedy si Robert Kennedy apoyaba a Israel, como dice la narrativa dominante?

¿Era Robert Kennedy realmente un amigo de Israel?

El dilema se basa en una suposición errónea, que forma parte del engaño. De hecho, Robert Kennedy definitivamente no era pro-Israel. Simplemente estaba haciendo campaña en 1968. Como todo el mundo sabe, unos cuantos buenos deseos y promesas vacías a Israel son un ritual ineludible en tales circunstancias. Y la declaración de Robert en una sinagoga de Oregón, mencionada en el artículo del Pasadena Independent Star-News del 27 de mayo encontrado en el bolsillo de Sirhan, no excedía los requisitos mínimos. Su autor, David Lawrence, había subrayado en un artículo anterior, titulado «El paradójico Bob», el poco crédito que debe darse a esas promesas electorales: «Los candidatos presidenciales salen a buscar votos y algunos de ellos no se dan cuenta de sus propias incoherencias».

Considerando todo esto, no hay motivos para creer que Robert Kennedy hubiera sido, como presidente de los Estados Unidos, particularmente amigable con Israel. La familia Kennedy, orgullosamente irlandesa y católica, era conocida por su hostilidad a la influencia judía en la política, un tema clásico de la literatura anti-Kennedy, mejor representado por el libro de 1996 de Ronald Kessler con el muy sugestivo título, Los Pecados del Padre: Joseph P. Kennedy y la dinastía que fundó[20].

Robert no había sido, en el gobierno de su hermano, un fiscal general especialmente pro-Israel: Había enfurecido a los dirigentes sionistas al apoyar una investigación dirigida por el senador William Fulbright, del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, cuyo objetivo era registrar el Consejo Sionista Americano (AZC) como «agente extranjero» sujeto a las obligaciones definidas por la Ley de Registro de Agentes Extranjeros de 1938, lo que habría dificultado considerablemente su eficacia (después de 1963, el AZC escapó a este procedimiento cambiando su estatus y rebautizándose como AIPAC)[21].

En conclusión, sólo con una hipocresía extraordinaria el Jewish Daily Forward pudo escribir, en el 40º aniversario de la muerte de Bobby:

«Al recordar a Bobby Kennedy, recordemos no sólo aquello por lo que vivió, sino también aquello por lo que murió, es decir, la preciosa naturaleza de la relación estadounidense-israelí»[22].

La muerte de Robert Kennedy no fue algo malo para la preciada «relación americano-israelí». Más bien fue una gran pérdida para el mundo árabe, donde Bobby fue llorado al igual que su hermano John antes que él.

Por supuesto, el hecho de que los medios de comunicación sionistas mintieran al conceder a Robert Kennedy algún certificado póstumo de buena voluntad hacia Israel, y proporcionar así a Israel una coartada falsa, no es razón suficiente para concluir que Israel asesinó a Robert. Ni siquiera el hecho de que los autores intelectuales del complot eligieran como instrumento programado a un palestino anti-sionista, y con ello despertaran un fuerte sentimiento anti-palestino entre los estadounidenses al mismo tiempo que se deshacían de Robert, demuestra que Israel estuviera implicado. Lo que sigue faltando para una presunción seria es un motivo plausible.

El motivo del asesinato de Robert hay que buscarlo, no en lo que Robert declaró públicamente en una sinagoga de Oregón durante su campaña presidencial, sino en lo que sólo confió a sus amigos más cercanos: su intención de reabrir la investigación sobre la muerte de su hermano. Nuestra siguiente pregunta, por tanto, es: ¿Qué habría revelado una investigación imparcial, realizada bajo la supervisión de Robert en la Casa Blanca?

¿Asesinó la CIA a Kennedy?

Es obvio para cualquier persona vagamente informada que una verdadera investigación establecería primero que Oswald era un mero «chivo expiatorio», como él mismo dijo, un chivo expiatorio preparado de antemano para ser culpado del crimen y luego ser asesinado sin un juicio. No vamos a revisar aquí las pruebas que contradicen la tesis oficial del pistolero solitario. Se pueden encontrar en numerosos libros y documentales.

Igual de notoria es la teoría de que el complot para matar a Kennedy se originó en una red secreta dentro de la CIA, en connivencia con elementos extremistas en el Pentágono. Esa teoría de la conspiración es la que más aparece en los libros, artículos y películas que se han producido desde la muerte de John Kennedy.

Esa teoría de la CIA y el Pentágono, como la llamaré (añada el complejo militar-industrial si lo desea) tiene un fallo importante en el motivo atribuido a los asesinos: además de deshacerse de Kennedy, según la teoría, el objetivo era crear un pretexto para invadir Cuba, algo que la CIA siempre había impulsado y que Kennedy se había negado a hacer (el fiasco de Bahía de Cochinos). Con Oswald preparado como comunista procastrista, el tiroteo de Dallas fue montado como un ataque de falsa bandera para ser atribuido a Cuba. Pero entonces, ¿por qué no hubo ninguna invasión de Cuba tras el asesinato de Kennedy? ¿Por qué la Comisión Warren abandonó al procastrista Oswald en favor del loco solitario? Los que abordan la cuestión, como James Douglass en su JFK and the Unspeakable, atribuyen a Johnson la prevención de la invasión. Se nos da a entender que Johnson no tuvo nada que ver con el plan de asesinato y que frustró el objetivo final de los conspiradores de iniciar la Tercera Guerra Mundial. Esto es ignorar la tremenda cantidad de pruebas acumuladas contra Johnson durante cincuenta años, y documentadas en libros pioneros como LBJ: The Mastermind of JFK’s Assassination (2010) de Phillip Nelson o The Man Who Killed Kennedy: The case against LBJ (2013), de Roger Stone.

Otro punto débil de la teoría CIA-Pentágono es la falta de acuerdo sobre el autor intelectual del complot. De hecho, uno de los nombres que más se repite es el de James Jesus Angleton, el jefe de Contrainteligencia de la CIA, sobre el que el profesor John Newman escribe en Oswald y la CIA:

«En mi opinión, quienquiera que fuera el o los manipuladores directos de Oswald, ahora debemos considerar seriamente la posibilidad de que Angleton fuera probablemente su director general. Nadie más en la Agencia tenía el acceso, la autoridad y la mente diabólicamente ingeniosa para manejar este sofisticado complot»[23].

Pero hay muchas pruebas de que Angleton, que también era el jefe de la «Oficina de Israel» de la CIA, era un topo del Mossad. Según su biógrafo, Tom Mangold, «los amigos profesionales más cercanos de Angleton en el extranjero […] procedían del Mossad y […] gozaba de una inmensa estima por parte de sus colegas israelíes y del Estado de Israel, que le concedió grandes honores después de su muerte»[24]. Nada menos que dos monumentos le fueron dedicados en servicios conmemorativos en Israel durante ceremonias a las que asistieron jefes de la Inteligencia israelí e incluso un futuro Primer Ministro[25].

Hay que tener en cuenta otro aspecto: si el rastro de la CIA es un camino tan trillado entre los investigadores de Kennedy, es porque ha sido cortado y marcado por los propios medios de comunicación, así como por Hollywood. Y eso empezó incluso antes del asesinato, el 3 de octubre de 1963, con un artículo del corresponsal jefe del New York Times en Washington, Arthur Krock. El artículo denunciaba la «irrefrenable sed de poder» de la CIA y citaba a un «altísimo funcionario» no identificado que afirmaba que la Casa Blanca no podía controlar a la CIA, y que:

«Si Estados Unidos experimenta alguna vez un intento de golpe de Estado para derrocar al Gobierno, vendrá de la CIA y no del Pentágono. La agencia representa un tremendo poder y una total falta de responsabilidad ante nadie»[26].

De este modo, The New York Times colocaba un cartel, un mes y medio antes de la matanza de Dallas, señalando a la CIA como la más probable instigadora del próximo golpe. El cartel decía: «El Presidente va a ser víctima de un golpe de estado, y vendrá de la CIA».

Un mes después del asesinato de Kennedy, le tocó al Washington Post utilizar un truco muy similar, al publicar un artículo de opinión firmado por Harry Truman, en el que el ex presidente decía estar «perturbado por la forma en que la CIA ha sido desviada de su tarea original». «Nunca pensé, cuando creé la CIA, que sería inyectada en operaciones de capa y espada en tiempos de paz», hasta el punto de convertirse en todo el mundo en «un símbolo de siniestras y misteriosas intrigas extranjeras […] ahora hay algunas preguntas de rigor que necesitan respuesta»[27]. Truman estaba insinuando el papel de la CIA en el derrocamiento de gobiernos extranjeros y el asesinato de líderes electos en el extranjero. Pero dado el momento de su artículo, un mes después de Dallas, sólo podía ser entendido por cualquiera con oídos para escuchar, y al menos subliminalmente por el resto, como una acusación a la CIA en el asesinato de Kennedy. Este artículo, ampliamente reimpreso en la década de 1970 tras la creación del Comité Church y el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos, es considerado como la denuncia de Truman. Sin embargo, su estilo de mea culpa es muy diferente al de Truman; esto se debe a que no fue escrito por Truman, sino por su antiguo ayudante y escritor fantasma, un judío nacido en Rusia llamado David Noyes, a quien Sidney Krasnoff llama «el alter ego de Truman» en su libro, Truman and Noyes: Story of a President’s Alter Ego (1997). Es probable que Truman nunca viera el artículo antes de su publicación en la edición matutina del Washington Post, pero es posible que sea responsable de su eliminación de las tiradas de la tarde[28].

Así que los dos periódicos estadounidenses más influyentes, mientras defienden ostensiblemente la teoría oficial del pistolero solitario, han colocado señales de dirección que apuntan a la CIA. La mayoría de los truthers de Kennedy han seguido las señales con entusiasmo.

En los años 70, los principales medios de comunicación y la industria editorial volvieron a desempeñar un papel importante para orientar a los teóricos de la conspiración hacia la CIA, al tiempo que evitaban cualquier indicio de participación israelí. Uno de los principales contribuyentes a ese esfuerzo fue A. J. Weberman, con su libro de 1975 Coup d’État in America: The CIA and the Assassination of John F. Kennedy (Golpe de Estado en América: La CIA y el asesinato de John F. Kennedy), escrito conjuntamente con Michael Canfield. Según el New York Jewish Daily Forward (28 de diciembre de 2012), Weberman había «emigrado a Israel en 1959 y tiene doble ciudadanía estadounidense-israelí», y es «un estrecho colaborador del fundador de la Organización de Defensa Judía, Mordechai Levy, cuyo grupo marginal es una escisión de la Liga de Defensa Judía de derecha militante del difunto rabino Meir Kahane». Weberman reconoció la ayuda del neoconservador Richard Perle en su investigación[29]. El libro de Weberman-Canfield contribuyó al impulso que llevó al Comité Selecto de Asesinatos de la Cámara de Representantes (HSCA) a re-investigar en 1976 los asesinatos de JFK y del Dr. Martin Luther King.

Es también en este contexto que el periodista de Newsweek Edward Jay Epstein publicó una entrevista a George De Mohrenschildt, un geólogo ruso y consultor de petroleros tejanos que había entablado amistad con Oswald y su esposa rusa en Dallas en 1962. En esta entrevista, De Mohrenschildt admitió que Oswald le había sido presentado por instigación del agente de la CIA de Dallas J. Walton Moore[30]. Esa información es dudosa por varias razones: En primer lugar, Moore era oficialmente del FBI y no de la CIA. En segundo lugar, De Mohrenschildt no estaba en condiciones de confirmar o negar las palabras que Epstein le atribuyó: fue encontrado muerto unas horas después de conceder la entrevista. De hecho, la entrevista de De Mohrenschildt publicada por Epstein contradice el relato manuscrito del propio De Mohrenschildt sobre su relación con Oswald, revelado después de su muerte[31]. La muerte de De Mohrenschildt fue declarada suicidio. El informe del sheriff menciona que en sus últimos meses se quejaba de que «los judíos» y «la mafia judía» iban a por él[32]. No hace falta decir que Epstein no mencionó nada al respecto. Más sospechas surgen del hecho de que la principal fuente de Epstein para su libro de 1978, Legend: the Secret World of Lee Harvey Oswald, fue James Jesus Angleton, que estaba difundiendo activamente la desinformación en la época de la HSCA, defendiendo la teoría de que Oswald era un agente del KGB con conexiones con la CIA.
Que los agentes israelíes han sido decisivos en la difusión de las teorías conspirativas que apuntan a la CIA también lo demuestra la película JFK de Oliver Stone estrenada en 1991, protagonizada por Kevin Costner en el papel del fiscal del distrito de Nueva Orleans Jim Garrison. Esta película, que conmocionó a la opinión pública hasta el punto de motivar la Ley de Recogida de Registros del Asesinato del Presidente John F. Kennedy de 1992, fue producida por Arnon Milchan, descrito en una biografía de 2011 como uno de los «agentes encubiertos más importantes que la inteligencia israelí ha tenido», implicado en el contrabando de armas de Estados Unidos a Israel[33]. [En 2013, Milchan reveló públicamente su prolongada actividad como agente secreto de Israel, trabajando en particular para impulsar el programa nuclear israelí[34]. Por lo tanto, no es de extrañar que la película de Stone no dé ninguna pista sobre la conexión con el Mossad con la que se topó Garrison.

¿Quién mató a JFK?

Por una extraña paradoja, los autores que defienden la teoría conspirativa de un complot de la CIA contra Kennedy construyen su caso sobre la biografía de Oswald, mientras que al mismo tiempo afirman que Oswald no tuvo casi nada que ver con el asesinato. Si Oswald fue «sólo un chivo expiatorio», como se afirmó públicamente, la búsqueda de los verdaderos culpables debe comenzar lógicamente por investigar al hombre que silenció a Oswald.

El asesino de Oswald es conocido como Jack Ruby, pero poca gente sabe que su verdadero nombre era Jacob Leon Rubenstein, y que era hijo de inmigrantes judíos polacos. Ruby era un miembro del hampa judía. Era amigo del gángster de Los Ángeles Mickey Cohen, al que conocía y admiraba desde 1946. Cohen era el sucesor del famoso Benjamin Siegelbaum, alias Bugsy Siegel, uno de los jefes de Murder Incorporated. Cohen estaba encaprichado con la causa sionista, como explicó en sus memorias: «Ahora me he enfrascado tanto en Israel que, de hecho, he dejado de lado muchas de mis actividades y no he hecho otra cosa que lo relacionado con esta guerra del Irgún»[35]. Mickey Cohen estaba en contacto con Menachem Begin, el antiguo jefe del Irgún, con quien incluso «pasaba mucho tiempo», según Gary Wean, antiguo sargento detective del Departamento de Policía de Los Ángeles. Por lo tanto, existe una línea directa que conecta a Jack Ruby, a través de Mickey Cohen, con la red terrorista israelí y, en particular, con Menachem Begin, especialista en terror de falsa bandera. También sabemos que Ruby telefoneó a Al Gruber, un socio de Mickey Cohen, justo después de la detención de Oswald; sin duda recibió entonces «una oferta que no pudo rechazar», como se dice en el mundo del hampa[36]. El abogado defensor de Ruby, William Kunstler, escribió en sus memorias que Ruby le dijo que había matado a Oswald «por los judíos», y el rabino de Ruby, Hillel Silverman, recibió la misma confesión cuando visitó a Ruby en la cárcel[37].

Eso no es todo. En todos los niveles de la conspiración para matar a Kennedy, también encontramos las huellas del estado profundo israelí. El viaje de JFK a Dallas, siendo oficialmente «no político», fue patrocinado por un poderoso grupo de negocios conocido como el Consejo de Ciudadanos de Dallas, dominado por Julius Schepps, «un distribuidor de licores al por mayor, miembro de todas las sinagogas de la ciudad, y líder de facto de la comunidad judía», como describe Bryan Edward Stone en The Chosen Folks: Jews on the Frontiers of Texas[38]. Kennedy se dirigía a la recepción organizada en su honor cuando le dispararon.

El «comité anfitrión» que invitaba a Kennedy estaba presidido por otra figura influyente de la rica comunidad judía de Dallas: el ejecutivo de publicidad y hombre de relaciones públicas Sam Bloom. Según el ex oficial de inteligencia británico John Hughes-Wilson, fue Bloom quien sugirió a la policía «que trasladaran al presunto asesino [Oswald] de la estación de policía de Dallas a la cárcel del condado de Dallas para dar a los periodistas una buena historia y fotos». Hughes-Wilson añade que «cuando la policía registró más tarde la casa de Ruby, encontró un papel con el nombre, la dirección y el número de teléfono de Bloom»[39].

Después de la tragedia de Dallas, los sayanim de Israel también se ocuparon de fabricar la mentira oficial. Aparte de su presidente Earl Warren, elegido por su papel figurativo como Presidente del Tribunal Supremo, todas las personas clave de la Comisión investigadora eran o bien enemigos personales de Kennedy —como Allen Dulles, el director de la CIA despedido por Kennedy en 1961— o bien sionistas ardientes. El hombre que jugó el papel clave en la fabricación de la mentira del gobierno que la Comisión Warren proporcionó fue Arlen Specter, el inventor de lo que llegó a llamarse la teoría de la «bala mágica»: una sola bala que supuestamente causó siete heridas a Kennedy y a John Connally sentados delante de él en la limusina, y que más tarde fue encontrada en perfectas condiciones en una camilla en el Hospital Parkland Memorial de Dallas. Specter, que con un irónico toque de descaro tituló su autobiografía Pasión por la verdad, era hijo de inmigrantes judíos rusos y, a su muerte en 2012, fue llorado por el gobierno israelí como «un inquebrantable defensor del Estado judío», y por la AIPAC, como «un destacado arquitecto del vínculo del consenso entre nuestro país e Israel»[40].

Así, en todas las etapas de la trama, encontramos una cábala sionista que incluye a hombres de negocios, políticos y gángsters relacionados con el Irgún, sin olvidar a los ejecutivos de los medios de comunicación, todos devotos de Israel.

El motivo más plausible para que Israel matara a Kennedy ha sido revelado por dos libros: The Samson Option de Seymour Hersh en 1991, luego Israel and the Bomb de Avner Cohen en 1998, y la pista ha sido seguida en 2007 por Michael Karpin en The Bomb in the Basement. Lo que estos investigadores revelan es que Kennedy, informado por la CIA en 1960 del objetivo militar que se perseguía en el complejo de Dimona, en el desierto del Negev, estaba firmemente decidido a obligar a Israel a renunciar a él. Con ese propósito, sustituyó al director de la CIA, Allen Dulles, por John McCone, quien, como presidente de la Comisión de Energía Atómica (AEC) de Eisenhower, había filtrado al New York Times la verdad sobre el proyecto israelí de Dimona; la historia se publicó el 19 de diciembre de 1960, semanas antes de que Kennedy tomara posesión. Como escribe Alan Hart, «no puede haber duda de que la determinación de Kennedy de impedir que Israel desarrollara su propia bomba nuclear fue el factor principal en su decisión de nombrar a McCone»[41]. Luego Kennedy instó a Ben-Gurion a permitir inspecciones regulares de Dimona, primero verbalmente en Nueva York en 1961, y luego a través de cartas cada vez más insistentes. En la última, enviada por cable el 15 de junio de 1963 al embajador israelí con instrucciones de entregársela personalmente a Ben-Gurion, Kennedy exigía el acuerdo de Ben-Gurion para una visita inmediata seguida de visitas regulares cada seis meses, de lo contrario «el compromiso de este Gobierno con Israel y su apoyo podrían verse seriamente comprometidos»[42]. El resultado fue inesperado: Ben-Gurion evitó la recepción oficial de la carta anunciando su dimisión el 16 de junio. Tan pronto como el nuevo Primer Ministro Levi Eshkol asumió el cargo, Kennedy le envió una carta similar, fechada el 5 de julio de 1963, sin resultado alguno. ¿Dimitió Ben-Gurion para tratar con Kennedy desde otro nivel?

Cinco meses más tarde, la muerte de Kennedy liberó a Israel de toda presión (diplomática o de otro tipo) para detener su programa nuclear. Ante la total falta de interés de Johnson en ese asunto, John McCone dimitió de la CIA en 1965, declarando: «Cuando no consigo que el Presidente lea mis informes, entonces es el momento de irme».

La determinación de Kennedy de detener el proyecto israelí de Dimona fue sólo una parte del «problema Kennedy». Durante sus primeros meses en la Casa Blanca, Kennedy se comprometió mediante cartas a Nasser y a otros jefes de Estado árabes a apoyar la Resolución 194 de la ONU sobre el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Ben-Gurion reaccionó con una carta al embajador israelí en Washington, destinada a ser difundida entre los líderes judíos estadounidenses, en la que afirmaba:

«Israel considerará este plan como un peligro más grave para su existencia que todas las amenazas de los dictadores y reyes árabes, que todos los ejércitos árabes, que todos los misiles de Nasser y sus MIG soviéticos. […] Israel luchará contra esta implementación hasta el último hombre»[43].

Kennedy se comportó cálidamente con Nasser, el peor enemigo de Israel. El historiador Philip Muehlenbeck escribe:

«Mientras que la administración Eisenhower había intentado aislar a Nasser y reducir su influencia mediante el fortalecimiento del rey Saud de Arabia Saudí como rival conservador del presidente egipcio, la administración Kennedy siguió la estrategia exactamente opuesta»[44].

Tras la muerte de Kennedy, la política exterior estadounidense volvió a dar un giro, sin que el público estadounidense se diera cuenta. Johnson recortó la ayuda económica a Egipto, y aumentó la ayuda militar a Israel, que alcanzó los 92 millones de dólares en 1966, más que el total de todos los años anteriores juntos.

Durante 50 años, el rastro israelí en el asesinato de Kennedy ha sido silenciado, y cualquiera que lo mencionara era inmediatamente condenado al ostracismo. Sin embargo, el congresista estadounidense Paul Findley se atrevió a escribir en marzo de 1992 en el Washington Report on Middle East Affairs «Es interesante observar que, en todas las palabras escritas y pronunciadas sobre el asesinato de Kennedy, la agencia de inteligencia de Israel, el Mossad, nunca ha sido mencionada». Un solo autor ha investigado seriamente esa pista: Michael Collins Piper, en su libro de 1995 Juicio Final: El eslabón perdido en la conspiración del asesinato de JFK. Piper fue ampliamente ignorado por la corriente principal del movimiento de la verdad sobre Kennedy. Pero su obra se ha abierto camino, no obstante. En 2013, Martin Sandler escribió sobre el trabajo de Piper en su edición de cartas de Kennedy, que incluía las dirigidas a Ben-Gurion sobre Dimona: «De todas las teorías de la conspiración, sigue siendo una de las más intrigantes. Es, de hecho, una teoría muy extendida en los países árabes»[45].

El caso contra Lyndon Johnson

Varios investigadores han identificado a Lyndon Johnson, vicepresidente de Kennedy, como el cerebro del asesinato de Kennedy. Está, al menos, fuera de toda duda que los conspiradores actuaron con la certeza de que Johnson, que intervino automáticamente como jefe de Estado tras la muerte de Kennedy, les cubriría. El contexto de crisis nacional le permitió amedrentar tanto a la Justicia como a la prensa mientras lograba la ambición de su vida. Johnson no sólo se benefició del complot, sino que participó en su elaboración. Como antiguo senador de Texas, pudo movilizar a cómplices de alto rango en Dallas para preparar la emboscada. Johnson también contaba con sus hombres en la Marina. En 1961, el senador tejano John Connally había sido nombrado secretario de la Marina a petición de Johnson. Cuando Connally dimitió once meses después para presentarse a gobernador de Texas, Johnson convenció a Kennedy para que nombrara a otro de sus amigos tejanos, Fred Korth.

El control privilegiado de Johnson sobre la Marina es un aspecto importante del caso porque la Marina fue fundamental en la preparación y el encubrimiento del complot. En primer lugar, en contra de una creencia generalizada pero errónea, Lee Harvey Oswald había sido reclutado por la Marina y no por la CIA. Era un marine, y como marine había trabajado para la Oficina de Inteligencia Naval (ONI). En segundo lugar, es en el Hospital Naval de Washington, bajo el control de oficiales de la Marina, donde se realizó la autopsia de Kennedy, después de que su cuerpo hubiera sido literalmente robado a punta de pistola del Hospital Parkland de Dallas. El informe de esta autopsia declaró que la bala fatal había entrado en la parte posterior del cráneo de Kennedy, lo que contradecía los testimonios de veintiún miembros del personal del hospital de Dallas que vieron dos heridas de bala de entrada en la parte frontal del cuerpo de Kennedy. Esto fue crítico porque Oswald estaba presumiblemente disparando desde atrás de Kennedy, y no podría haber causado estas heridas de bala.

Cabe destacar que Johnson había aprovechado sus conexiones en la Marina para participar en el mayor caso de corrupción jamás registrado en aquella época. Su cómplice Fred Korth se vio obligado a dimitir como secretario de la Marina en noviembre de 1963, sólo unas semanas antes del golpe de Dallas, después de que el Departamento de Justicia dirigido por Robert Kennedy le implicara en un fraude relacionado con un contrato de 7.000 millones de dólares para la construcción de 1.700 aviones militares TFX por parte de General Dynamics, una empresa tejana. El secretario personal de Johnson, Bobby Baker, fue acusado en el mismo caso.

Debido a este creciente escándalo y otras sospechas de corrupción, Kennedy estaba decidido a cambiar de vicepresidente para su próxima campaña de reelección[46]. Mientras estaba en Dallas el día antes de la visita del presidente, Nixon hizo público el rumor de la destitución de Johnson, y el Dallas Morning News informaba el 22 de noviembre «Nixon predice que JFK podría destituir a Johnson». En cambio, Johnson se convirtió en presidente ese mismo día.

Muchos estadounidenses sospecharon inmediatamente de la implicación de Johnson en el golpe de Dallas, especialmente tras la publicación en 1964 de un libro de James Evetts Haley, A Texan Looks at Lyndon, que retrataba a Johnson como profundamente corrupto. Según su biógrafo Robert Caro, Johnson era un hombre sediento «de poder en su forma más desnuda, de poder no para mejorar la vida de los demás, sino para manipularlos y dominarlos, para someterlos a su voluntad»[47].

Las pruebas que incriminan a Johnson no entran en conflicto con las pruebas contra Israel, sino todo lo contrario. En primer lugar, ambas pistas convergen en la persona de Jack Ruby, a quien Nixon identificó como uno de los «chicos de Johnson», según el ex agente de Nixon Roger Stone[48]. La hipótesis de que Ruby actuó por orden de Johnson es una explicación probable de algunas de sus extrañas declaraciones a la Comisión Warren:

«Si no me llevan a Washington esta noche para darme la oportunidad de demostrarle al Presidente que no soy culpable, entonces verán la cosa más trágica que jamás sucederá». «Habrá un cierto suceso trágico que ocurrirá si usted no toma mi testimonio y me reivindica de alguna manera para que mi gente no sufra por lo que he hecho».

Dijo que temía que su acto se utilizara «para crear alguna falsedad sobre algunos de la fe judía», pero añadió que «tal vez se pueda salvar algo […], si nuestro presidente, Lyndon Johnson, supiera la verdad por mí»[49]. Con esas palabras, Ruby parece estar tratando de enviar un mensaje a Johnson a través de la Comisión, o más bien una advertencia de que podría desvelar la participación de Israel si Johnson no intervenía a su favor. Tenemos la impresión de que Ruby esperaba que Johnson le perdonara.

Sin embargo, Johnson no hizo nada para sacar a Ruby de la cárcel. El sentimiento de traición de Ruby explicaría por qué en 1965, después de haber sido condenado a cadena perpetua, Ruby acusó implícitamente a Johnson del asesinato de Kennedy en una conferencia de prensa: «Si [Adlai Stevenson] fuera vicepresidente nunca habría habido un asesinato de nuestro querido presidente Kennedy»[50].

Ruby murió de una misteriosa enfermedad en su prisión en 1967.

¿Un presidente cripto-sionista?

Ruby no es el único vínculo entre Johnson e Israel, ni mucho menos. En realidad, Johnson siempre fue un hombre de Israel. Sus campañas electorales habían sido financiadas desde 1948 por el financiero sionista Abraham Feinberg, que resultó ser presidente de la Americans for Haganah Incorporated, que recaudaba dinero para la milicia judía. Es el mismo Feinberg que, después de las primarias demócratas en 1960, hizo la siguiente propuesta a Kennedy, como el mismo Kennedy informó más tarde a su amigo Charles Bartlett: «Sabemos que tu campaña está en problemas. Estamos dispuestos a pagar tus facturas si nos dejas tener el control de tu política en Oriente Medio». Bartlett recuerda que Kennedy estaba profundamente molesto y juró que, «si alguna vez llegaba a ser presidente, iba a hacer algo al respecto»[51].

Está registrado, gracias al conocedor de Kennedy Arthur Schlesinger (A Thousand Days: John Kennedy in the White House, 1965), que los dos hombres que convencieron a Kennedy de tomar a Johnson como su compañero de fórmula, fueron Philip Graham y Joseph Alsop, respectivamente editor y columnista del Washington Post, y fuertes partidarios de Israel[52]. Schlesinger no revela los argumentos de Graham y Alsop, y declara que la decisión final de Kennedy «desafía la reconstrucción histórica» —una curiosa declaración para un historiador tan bien informado sobre el tema—. Pero Evelyn Lincoln, secretaria personal de Kennedy durante doce años, tenía su propia idea al respecto. Ella creía que Kennedy fue chantajeado con pruebas de sus muchas infidelidades a su esposa: «Jack sabía que Hoover y LBJ simplemente llenarían el aire de mujeres». Cualesquiera que sean los detalles del chantaje, Kennedy confió una vez a su asistente Hyman Raskin, como disculpa por llevar a Johnson, «No me dejaron otra opción […] esos bastardos estaban tratando de inculparme. Me amenazaron con problemas y no necesito más problemas»[53].

En 2013, Associated Press informó sobre unas cintas recién publicadas de la oficina de Johnson en la Casa Blanca que mostraban la «conexión personal y a menudo emocional de LBJ con Israel», y señaló que, bajo Johnson, «Estados Unidos se convirtió en el principal aliado diplomático de Israel y en su principal proveedor de armas». Un artículo del 5 Towns Jewish Times «¿Nuestro primer presidente judío Lyndon Johnson?» recuerda el continuo apoyo de Johnson a los judíos y a Israel en los años 40 y 50, y concluye «El presidente Johnson apuntó firmemente la política estadounidense en una dirección pro-Israel». El artículo también menciona que «la investigación de la historia personal de Johnson indica que heredó su preocupación por el pueblo judío de su familia. Su tía Jessie Johnson Hatcher, una gran influencia en LBJ, era miembro de la Organización Sionista de América». Y, en una nota adicional: «La línea de madres judías se remonta a tres generaciones en el árbol familiar de Lyndon Johnson. Hay pocas dudas de que era judío»[54].

Sea cual sea la razón de la lealtad de Johnson hacia Israel, es un hecho que, gracias a Johnson, Israel pudo continuar su programa nuclear militar sin ser molestado, y adquirir su primera bomba atómica hacia 1965. El historiador Stephen Green escribe: «La Casa Blanca de Lyndon Johnson no vio Dimona, no oyó Dimona y no habló Dimona cuando el reactor entró en estado crítico a principios de 1964»[55].

Gracias a la muerte de JFK, Israel también pudo llevar a cabo su plan de anexión de territorios palestinos más allá de las fronteras impuestas por el plan de Partición de las Naciones Unidas. Apoyándose en los halcones del Pentágono y la CIA, Johnson intensificó la Guerra Fría y creó el clima de tensión que Israel necesitaba para demonizar al presidente egipcio Nasser y reforzar su propia estatura como aliado indispensable en Oriente Medio.

Durante la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel consiguió triplicar su territorio, mientras creaba la ilusión de actuar en legítima defensa. La mentira no podía engañar a las agencias de inteligencia estadounidenses, pero Johnson había dado luz verde al ataque de Israel, e incluso autorizó a James Angleton, de la CIA, a dar a Israel las posiciones precisas de las bases aéreas egipcias, lo que permitió a Israel destruirlas en pocas horas.

Cuatro días después del inicio del ataque israelí, Nasser aceptó la petición de alto el fuego del Consejo de Seguridad de la ONU. Era demasiado pronto para Israel, que aún no había conseguido todos sus objetivos territoriales. El 8 de junio de 1967, el USS Liberty, un barco espía de la NSA estacionado en aguas internacionales frente al Sinaí, fue bombardeado, ametrallado y torpedeado durante 75 minutos por aviones Mirage israelíes y tres torpederos, con la evidente intención de hundirlo sin dejar supervivientes. (Incluso los canales de rescate fueron ametrallados.) Mientras tanto, Johnson, desde la Casa Blanca, intervino personalmente para prohibir a la cercana Sexta Flota que rescatara al USS Liberty después de que la tripulación, a pesar de la destrucción inicial de sus transmisores, hubiera conseguido enviar un SOS.

El ataque habría sido atribuido a Egipto si hubiera tenido éxito, es decir, si el barco se hubiera hundido y toda su tripulación hubiera muerto. La operación habría dado a Johnson un pretexto para intervenir del lado de Israel contra Egipto.

Pero fracasó. El asunto del USS Liberty fue suprimido por una comisión de investigación encabezada por el Almirante John Sidney McCain II, Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales de Estados Unidos en Europa (y padre del Senador de Arizona John McCain III). Johnson aceptó la espuria explicación de Israel del «error de puntería». En enero de 1968 invitó al Primer Ministro israelí, Levi Eshkol, a Washington, y lo recibió calurosamente en su rancho de Texas. Además, Johnson recompensó a Israel con el levantamiento del embargo de equipos militares ofensivos: Tanques y aviones de fabricación estadounidense fluyeron inmediatamente hacia Tel Aviv.

Este fallido ataque de falsa bandera es una prueba de la complicidad secreta de Johnson e Israel, que implica alta traición por parte de Johnson.

Conclusión

Concluyamos ahora nuestra visión general de las pruebas: además del hecho de que John y Robert eran hermanos, sus asesinatos tienen al menos dos cosas en común: Lyndon Johnson e Israel.

En primer lugar, sus muertes se enmarcan precisamente en la presidencia de Johnson, que fue también el contexto de otros asesinatos políticos, como el de Martin-Luther King. Johnson tenía el control del Estado durante las dos investigaciones sobre los asesinatos de John y Robert.

En segundo lugar, en ambos casos, encontramos las huellas del Estado profundo de Israel. En el caso de Robert, se trata de la elección del chivo expiatorio manipulado, que obviamente estaba destinado a disfrazar el asesinato de Robert como un acto de odio contra Israel. En el caso de John, es la identidad del hombre al que se le pidió que matara al chivo expiatorio, un gángster judío vinculado al Irgún.

Johnson e Israel, los dos elementos comunes en los asesinatos de Kennedy, están a su vez estrechamente vinculados, ya que Johnson puede ser considerado como un sayanim de alto nivel, un hombre secretamente devoto de Israel, o propiedad de Israel, hasta el punto de cometer alta traición contra la nación que había sido elegida para dirigir y proteger.

La relación causal entre los dos asesinatos queda entonces clara: incluso si Robert hubiera sido pro-Israel, que no lo era, Israel y Johnson habrían tenido una razón de peso para eliminarlo antes de que llegara a la Casa Blanca, donde podría —y lo haría— abrir la investigación sobre la muerte de su hermano.

Lo que debería haber sido obvio desde el principio parece ahora brillantemente claro: para resolver el misterio del asesinato de John Kennedy, uno tiene simplemente que mirar los otros dos asesinatos que están conectados con él: el asesinato de Lee Harvey Oswald, el hombre cuyo juicio podría haber expuesto el engaño y posiblemente poner a los conspiradores a la luz, y el asesinato de Robert Kennedy, el hombre que habría reabierto el caso si hubiera vivido. Y ambos asesinatos llevan la firma de Israel.

A su muerte, en 1968, Robert Kennedy dejó once huérfanos, sin contar los dos hijos de John, a los que en cierto modo había adoptado. El hijo de John, John F. Kennedy Jr., alias John John, que había cumplido tres años el día del funeral de su padre, encarnaba el mito Kennedy en el corazón de todos los estadounidenses. La ruta parecía trazada para que un día llegara a ser presidente. Murió el 16 de julio de 1999, junto a su esposa embarazada y su cuñada, cuando su avión privado cayó repentina y misteriosamente en picado al océano unos segundos después de haber anunciado su aterrizaje en la propiedad de los Kennedy en Massachusetts.

Durante mucho tiempo se había presentado a John John como un joven superficial, mimado e inofensivo. Pero esa imagen era tan engañosa como la del joven Halmet en la obra de Shakespeare. John tenía intereses serios en mente y, a los 39 años, acababa de entrar en política. En 1995 fundó la revista George, que parecía inofensiva hasta que empezó a interesarse por los asesinatos políticos. En marzo de 1997, George publicó un artículo de 13 páginas escrito por la madre de Yigal Amir, el asesino convicto del primer ministro israelí Isaac Rabin. El artículo apoyaba la tesis de una conspiración de la extrema derecha israelí. Así que JFK Jr. fue eliminado mientras seguía los pasos de su padre, entrando en política por la puerta del periodismo e interesándose por los crímenes del Estado profundo israelí. El periodista canadiense-israelí Barry Chamish cree que John Kennedy Jr. fue asesinado precisamente por eso[56].

La absurda noción de una misteriosa maldición sobre la familia Kennedy es una evidente cortina de humo. Los asesinatos sin resolver de JFK y sus dos herederos legítimos —su hermano menor y su único hijo— requieren una explicación más racional. La sensación de que las historias oficiales sobre sus muertes equivalen a un enorme encubrimiento está obsesionando a la psique estadounidense, un poco como un secreto familiar reprimido que afecta a toda la personalidad desde un nivel subconsciente.

El presidente John Kennedy y su hermano son figuras heroicas, casi como Cristo, en el corazón de una creciente comunidad de ciudadanos que han tomado conciencia del desastroso efecto a largo plazo de sus asesinatos. Sólo cuando el público estadounidense en general asuma la verdad de sus muertes y honre su legado y sacrificio, Estados Unidos tendrá una oportunidad de redimirse y volver a ser grande.

Laurent Guyenot, 3 de junio de 2018

 

Fuente: https://www.unz.com/article/did-israel-kill-the-kennedies/

Republicado por Red Internacional

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NOTAS

[1] Lance deHaven-Smith, Conspiracy Theory in America, University of Texas Press, 2013 ,kindle284-292.

[2] El testimonio de John Lewis aparece en el documental de PBS American Experience Robert F. Kennedy.

[3] Associated Press, “RFK children speak about JFK assassination,” 12 de enero de 2013, en www.usatoday.com

[4] David Talbot, Brothers: The Hidden History of the Kennedy Years, Simon & Schuster, 2007, p. 278-280, 305.

[5] David Talbot, Brothers, op. cit., 2007, p. 21-22.

[6] David Talbot, Brothers, op. cit., p. 25-7.

[7] James Hepburn, Farewell America: The Plot to Kill JFK, Penmarin Books, 2002, p. 269.

[8] David Talbot, Brothers, op. cit., p. 312-314.

[9] Extracto de las noticias de televisión en el documental Evidence of Revision: Parte 4: El asesinato de RFK como nunca antes se había visto, 01:11:42

[10] Jerry Cohen, “Yorty Reveals That Suspect’s Memo Set Deadline for Death,” Los Angeles Times, 6 de junio de 1968, pp 1 y 12, on latimesblogs.latimes.com/thedailymirror/2008/06/june-6-1968.html. Jerry Cohen, “Jerusalem-Born Suspect Called An Anti-Semite,” The Salt Lake Tribune, 6 de junio de 1968, en www.newspapers.com. See also Harry Rosenthal, “Senator Kennedy’s support for Israel promoted decision declares Sirhan,” The Telegraph, 5 de marzo de 1969, en news.google.com

[11] Sasha Issenberg, “Slaying gave US a first taste of Mideast terror,”Boston Globe, 5 de junio de 2008, en www.boston.com

[12] Jeffrey Salkin, “Remember What Bobby Kennedy Died For,” Forward.com, 5 de junio de 2008. También Michael Fischbach, “First Shot in Terror War Killed RFK,” Los Angeles Times, 2 de junio de 2003, en articles.latimes.com

[13] Frank Morales, “The Assassination of RFK: A Time for Justice!” 16 de junio de 2012, en www.globalresearch.ca; ver en YouTube, “RFK Assassination 40th Anniversary (2008) Paul Schrade on CNN.”

[14] Philip Melanson, The Robert F. Kennedy Assasination: New Revelations On the Conspiracy And Cover-Up, S.P.I. Books, 1994, p. 25. Para una visión completa, vea el documental de investigación de Shane O’Sullivan de 2007 RFK Must Die: The Assassination of Bobby Kennedy. Para más detalles, lea su libro. Who Killed Bobby? The Unsolved Murder of Robert F. Kennedy, Union Square Press, 2008. Véase también el testimonio de Don Schulman en The Second Gun (1973), a partir del minuto 42:40.

[15] En una audiencia de libertad condicional en 2011, no logró convencer a los jueces por decimocuarta vez. Ver en YouTube, “Sirhan Sirhan Denied Parole”: www.youtube.com/watch?v=nsm1hKPI9EU

[16] Shane O’Sullivan, Who Killed Bobby? The Unsolved Murder of Robert F. Kennedy, Union Square Press, 2008, p. 5, 44, 103.

[17] Jacqui Goddard, “Sirhan Sirhan, assassin of Robert F.Kennedy, launches new campaign for freedom 42 years later,” The Telegraph, 3 de diciembre de 2011, en www.telegraph.co.uk/search/

[18] Colin Ross, Bluebird: Deliberate Creation of Multiple Personality by Psychiatrists, Manitou Communications, 2000, resumen en www.wanttoknow.info/bluebird10pg

[19] David B. Green, “Brainwashing and Cross-dressing: Israel’s Assassination Program Laid Bare in Shocking Detail,” Haaretz, 5de febrero de 2018.

[20] Ronald Kessler, The Sins of the Father: Joseph P. Kennedy and the Dynasty He Founded, Hodder & Stoughton, 1996.

[21] The Israel Lobby Archive, www.irmep.org/ila/forrel/

[22] Jeffrey Salkin, “Remember What Bobby Kennedy Died For ,op. cit.

[23] Michael Collins Piper, False Flag, op. cit., p. 78.

[24] Tom Mangold, Cold Warrior: James Jesus Angleton: the CIA’s Master Spy Hunter, Simon & Schuster, 1991, p. 318.

[25] Michael Howard Holzman, James Jesus Angleton, the CIA, and the Craft of Counterintelligence, University of Massachusetts Press, 2008, p. 153.

[26] “Assassination studies Kennedy knew a coup was coming,”, en Youtube. La imagen del artículo de Arthur Krock se muestra en www.youtube.com/watch?v=snE161QnL1U en el minuto 1:36.

[27] “Harry Truman Writes: Limit CIA Role to Intelligence,” Washington Post, December 22, 1963, quoted in Mark Lane, Last Word: My Indictment of the CIA in the Murder of JFK, Skyhorse Publishing, 2011, p. 246.

[28] Thomas Troy, “Truman on CIA,” 22 de septiembre de 1993, en www.cia.gov ; Sidney Krasnoff, Truman and Noyes: Story of a President’s Alter Ego, Jonathan Stuart Press, 1997.

[29] Michael Collins Piper, False Flags: Template for Terror, American Free Press, 2013, p. 67.

[30] James Douglass, JFK and the Unspeakable: Why He Died and Why It Matters, Touchstone, 2008, p. 46.

[31] George de Mohrenschilldt, I am a Patsy! on jfkassassination.net/russ/jfkinfo4/jfk12/hscapatsy.htm

[32] Lea el informe de la Oficina de Sheriff en mcadams.posc.mu.edu/death2.txt

[33] Meir Doron, Confidential: The Life of Secret Agent Turned Hollywood Tycoon – Arnon Milchan, Gefen Books, 2011, p. xi.

[34] Stuart Winer, “Hollywood producer Arnon Milchan reveals past as secret agent,” The Times of Israel, 25 de noviembre de 2013, on www.timesofisrael.com ; Meir Doron, Confidential: The Life of Secret Agent Turned Hollywood Tycoon – Arnon Milchan, Gefen Books, 2011, p. xi

[35] Mickey Cohen, In My Own Words, Prentice-Hall, 1975, p. 91-92.

[36] Michael Collins Piper, Final Judgment: The Missing Link in the JFK Assassination Conspiracy, American Free Press, 6th ed., ebook 2005, p. 133-155, 226.

[37] William Kunstler, My Life as a Radical Lawyer, Carol Publishing, 1994, p. 158; Steve North, “Lee Harvey Oswald’s Killer ‘Jack Ruby’ Came From Strong Jewish Background,” The Forward, 17 de noviembre, 2013, en forward.com

[38] Bryan Edward Stone, The Chosen Folks: Jews on the Frontiers of Texas, University of Texas Press, 2010, p. 200.

[39] John Hughes-Wilson, JFK-An American Coup d’État: The Truth Behind the Kennedy Assassination, John Blake, 2014.

[40] Natasha Mozgovaya, “Prominent Jewish-American politician Arlan Specter dies at 82,” Haaretz, 14 de octubre de 2012, en www.haaretz.com.

[41] Alan Hart,Zionism: The Real Enemy of the Jews, vol. 2: David Becomes Goliath, Clarity Press, 2009 , p. 273.

[42] Warren Bass, Support any Friend: Kennedy’s Middle East and the Making of the U.S.-Israel Alliance, 2003, p. 219.

[43] Citado en George y Douglas Ball, The Passionate Attachment: America’s Involvement With Israel, 1947 to the Present, W.W. Norton & Co., 1992, p. 51.

[44] Philip Muehlenbeck, Betting on the Africans: John F. Kennedy’s Courting of African Nationalist Leaders, Oxford UP, 2012.

[45] Escuche al líder libio Muammar Gaddafi sobre el tema en www.youtube.com/watch?v=PV4kvhs8I8E

[46] Phillip Nelson, LBJ: The Mastermind of JFK’s Assassination, XLibris, 2010, p. 372.

[47] Quoted in Phillip Nelson, LBJ: The Mastermind, op. cit., p. 17.

[48] Patrick Howley, “Why Jack Ruby was probably part of the Kennedy conspiracy,” The Daily Caller, 14 de marzo de 2014, en dailycaller.com

[49] Lea la declaración de Ruby en jfkmurdersolved.com/ruby.htm

[50] Vea en YouTube, “Jack Ruby Talks.”

[51] Seymour Hersh, The Samson Option: Israel’s Nuclear Arsenal and American Foreign Policy, Random House, 1991, p. 94-97.

[52] Arthur Schlesinger, A Thousand Days: John Kennedy in the White House (1965), Mariner Books, 2002, p. 56; Alan Hart, Zionism, vol. 2, op. cit., p. 257.

[53] Phillip Nelson, LBJ: The Mastermind, op; cit., p. 320.

[54] Morris Smith, “Our First Jewish President Lyndon Johnson? – an update!!,” 5 Towns Jewish Times, 11 de abril de 2013, en 5tjt.com.

[55] Stephen Green, Taking Sides: America’s Secret Relations With a Militant Israel, William Morrow & Co., 1984, p. 166.

[56] Barry Chamish, “The Murder of JFK Jr – Ten Years Later,” www.barrychamish.com (también en: www.rense.com/general87/tenyrs.htm).

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