El Gran Reset y el fabuloso negocio de los recién paridos – por María Poumier
Prefacio a la nueva edición de Marchandiser la vie humaine, Paris, 2020,
y conclusión al libro El fabuloso negocio de los recién paridos
Las sociedades siempre han hecho trampas con la biología, con unos padres oficiales y otros putativos, innumerables bastardos no reconocidos (hoy son los hijos de donaciones anónimas de esperma los que heredan esta maldición), el incesto, las sustituciones y ventas de recién nacidos así como de madres, la feroz explotación de las niñeras; y el consenso en torno a una cierta flexibilidad en la gestión de todos estos tejemanejes en torno a la filiación es quizá indispensable, en la medida en que hacer la vista gorda ante fenómenos dudosos pero marginales probablemente ayude a la sociedad a digerirlos. Y el olvido de los verdaderos orígenes es a menudo indispensable para apaciguar los rencores, los tormentos y las disputas.
El hecho de traficar con personas antes de que nazcan es innovador; pero el hecho de combinarlo con la pretensión de un estricto rastreo genético mediante el desciframiento del ADN, que se practica cada vez más, como garantía científica de la verdad sobre la persona, es obviamente contradictorio. Hay una fuerte movilización entre los hijos de genitores anónimos (proveedores de semen, siendo Dinamarca el centro mundial de este negocio) para restablecer la honestidad en su filiación. Con los confinamientos, hay además gran escasez del precioso fluido. individuos. Como se supone que sean sementales seleccionados por cualidades física e intelectuales, sus hijos no temen tener que avergonzarse de ellos, pero esto no quita que el anonimato favorece uniones incestuosas, no sólo entre medio-hermanos que no saben de su parentesco, pero también entre abuelos y nietas, tías y sobrinos, etc, con esquemas que se pueden repetir con la generación siguiente. Menudo caos el que se nos viene encima…
El hecho es que, a partir de ahora, en Francia, quieren validar por ley la mentira sistemática sobre la filiación, en virtud del derecho contractual británico, contra el derecho romano. Si todo esto parece funcionar, es porque existe un mercado solvente que hay que regular y gravar.
En 2020, el presidente Macron y el lobby que pesa sobre sus hombros quisieron aprobar una revisión de la ley de bioética que abriera las puertas a las más alocadas experimentaciones, ya aprobadas en Canadá, por ejemplo, donde un niño puede tener dos “mamás” y ningún papá, o a la inversa, dos “papás” y ninguna madre, porque allí vale legalmente sólo el criterio de la “intención” de los que van a criarlo. A estas alturas, en mayo de 2021, la resistencia ante el proyecto gubernamental sigue creciendo…
Este volumen intenta volver a poner en primer plano argumentos serios para bloquear los delirios jurídicos de nuestra sociedad, y proponer alternativas.
Los alemanes habían desarrollado la eugenesia y la cría de niños “perfectos” (a esto se le llamaba la raza superior, en aquella época) bajo el mandato de Hitler, a quien atribuimos el concepto de “vidas que valen (o no) la pena”. Ahora, por el contrario, los alemanes son baluartes de la resistencia, en nombre de Cristo o de una ecología coherente, que es una corriente muy sólida, ancestral y popular a la fabricación de niños a la carta.
Debemos reconocer que, de hecho, el “progreso” de las biotecnologías nos devuelve a un universo anárquico en el que la única ley es el impulso clientelar de las personas en el poder, y de los lobbies que los compran. Y seamos sinceros, la fabricación de niños como si fueran zapatos, “a medida” y según los caprichos temporales de los consumidores (las mujeres en los años 1970, cuando eran jóvenes, abortaban alegremente; al envejecer, se sienten fatal por ello, pero en silencio) servirá para producir en masa niños lo más blancos posibles, que serán criados por locos o locas, todos depresivos, que se creen lo más moderno de la élite mundial. Acusamos a los diputados que han votado, dejan votar o votarán la revisión de las leyes de bioética en la dirección de una mayor permisividad, de haber vendido su alma al diablo; porque son los laboratorios y las agencias que venden seres humanas los que manipulan a nuestros diputados felones.
Vemos que el proyecto de mercantilización de la reproducción se ha acelerado gracias a las puertas abiertas por la operación Covid 19; la globalización ha dado un salto adelante, la Procreación Medicalmente Asistida, o PMA para todas las que no quieren cargar con un padre para sus hijos, se practica legalmente en países más “desarrollados” que nosotros, como Bélgica o España, por lo que debemos estar al día o de lo contrario tendremos que cargar con la reprobación de la OMS, de Bill Gates, de Soros y sus retorcidos instrumentos de presión, y su chantaje financiero ejercido a través de sus ONGs y fundaciones, o sea, en definitiva, grandísimos lobbies de presión. Todos ellos quieren sustituir a mediano plazo la reproducción natural por la artificial, como se hace con el ganado y los animales domésticos en general.
En primer lugar, la operación de pánico universal y el chantaje sanitario obligaron a cada gobierno a seguir los mandatos de la OMS; en la confusión, con discrepancias, según los países, se metió a cada pueblo en cintura: amordazamiento y adiestramiento para el arresto domiciliario, supresión de las fiestas populares o de las reuniones espirituales más arraigadas en la tradición, con el pretexto de evitar la promiscuidad, salvo las reuniones autorizadas como diversión ocasional útil para canalizar la ira: Partidos de fútbol, manifestaciones sobre eslóganes falaces: siempre se tratará de impedir la unificación de la resistencia, enfrentando a las comunidades (clubes, orígenes étnicos, ideologías sexuales, religiones encontradas): las corridas de toros están ahora prohibidas en casi todas partes, pero a los pueblos se les obliga a llevar los cuernos y se les pincha hábilmente para que se lancen sobre los señuelos del miedo, con un arte consumado de la mentira de Estado. Un poco de caos, en cada país, en cada nivel local, es la válvula de seguridad para quienes pretenden tiranizarnos.
Los pocos encuentros de fraternización autorizados, no deben ocultarnos el hecho esencial: se trata de manejarnos como rebaños, a largo plazo, lo que presupone una operación indispensable: la castración general. Y esto explica la urgencia de la imposición de la PMA “para todas”, un paso hacia las madres de sustitución “para todos”. La PMA “liberada” le abre al poder médico las puertas para suplantar la reproducción natural según los azares del amor, normalmente encarrilado por las jerarquías y reglas familiares. El poder médico ya ha obtenido el consenso popular para el preservativo en todos encuentros sexuales advenedizos, la gestión burocrática de los nacimientos por parte de las estructuras hospitalarias, con sus limitaciones (los partos se planifican) y corolarios, la anticoncepción generalizada, el aborto recomendado y fomentado.
Si los nazis fueron campeones en sus proyectos de racionalización de la reproducción en beneficio exclusivo de la raza alemana, nosotros lo hemos hecho mejor desde entonces. A partir de ahora, es el modelo israelí el que se alaba en todas partes, con un detalle: no se pregona como tal, porque la repugnancia popular correría el riesgo de primar sobre la publicidad hipnotizante.
Hay que repetirlo, porque se nos oculta: Israel está en el origen de la manipulación de la reproducción humana, y quieren que todas las naciones se alineen con el modelo israelí, en el ámbito de la biotecnología, y en el ámbito jurídico. Es la biotecnología avanzada de Israel y sus anexos en EE.UU., Francia y otros lugares la que ha desarrollado las técnicas de reproducción artificial adaptadas al ser humano para resolver su problema existencial propio: los israelíes, y probablemente los judíos en general, se reproducen casi tan poco como los japoneses, incluso más por debajo del umbral del reemplazo generacional que los países europeos. Pero para los japoneses hay una explicación propia: siempre están tentados por el suicidio heroico, posiblemente colectivo, como respuesta muda a Hiroshima, Nagasaki y Fukushima, si los robots fabricados en Japón no son suficientes para salvarlos. A pesar de su radicalismo, o a causa de él, en estos dos países, Israel y Japón, que pretenden ser caldos de cultivo de tecnologías avanzadas, la esterilidad avanza como en cualquier país que se haya despojado de toda lealtad a su tradición religiosa.
El remedio, y el objetivo nacional, en Israel, es la producción artificial en masa de bebés judíos en todo el mundo. Por cierto, ahora el alquiler de vientres está oficialmente garantizado como legal para las parejas gay, desde febrero de 2020, y desde julio de 2020, también la adopción.
Y cada vez es mayor, el tráfico de recién nacidos; esto se comprueba por los escándalos que siguen apareciendo: Mientras que las fábricas de bebés de la India (ahora prohibidas a los extranjeros y a los homosexuales) han sido reubicadas en los países vecinos, hemos visto a los aviones israelíes repatriar lotes de bebés comprados por homosexuales durante el terremoto de Nepal, lotes de recién nacidos almacenados en Ucrania debido al confinamiento, en gran parte encargados por homosexuales israelíes, traficantes procesados en Rusia por el descubrimiento de miles de bebés fabricados ilegalmente y almacenados de manera similar, etc a raíz de la pandemia
Las agencias israelíes declaradas como tales, ofrecen a los clientes judíos tarifas bajas por servicios de alta categoría, según los estándares estadounidenses, y los genealogistas pueden encontrarles células sexuales de pura sangre judía garantizadas en todo el mundo, gracias al rastreo algorítmico de Gilad Japhet y su empresa MyHeritage, que construye el rastreo genealógico de toda la humanidad. Esto se hace con discreción, la publicidad se reserva a los judíos, pero funciona, es el boom del el comercio triangular del siglo XXI, y es estrictamente racista y eugenésico.
Esto no impide que las agencias de contratación de todo el mundo compren y vendan células, embriones o recién nacidos al público en general, siguiendo el modelo israelí. Si los clientes no exigen la gama alta (ojos azules que supuestamente garantizan un coeficiente intelectual supersónico, además de todas las demás prestaciones codiciadas), es su problema, también se les puede vender la gama baja a precios “low cost”, con lo cual el antirracismo y el pluralismo democrático están a salvo.
En 2016, nuestro grupo de investigadores publicó Marchandiser la vie humaine, ed. Le Retour aux sources; fue el primer (¿y todavía el único?) libro en Francia que aborda el alquiler de vientres estableciendo la conexión con las técnicas de deportación y esclavitud industrial de los africanos, el tráfico de órganos, el terrorismo vacunal en África y en todos los países pobres. Hay todo un entramado de delitos conexos por descubrir, que no se limitan a la cuestión del sacrificio de la salud de los “vientres con patas”, educadamente llamados madres de alquiler. En esos años, teníamos miedo de hablar de mercantilización, porque sonaba antisemita. A Jean-Frédéric Philippe Poisson, presidente del Partido Demócrata-Cristiano francés desde 2013, le picaron las orejas por haberse aventurado en este campo. Hoy, los obispos, con Monseñor Aupetit, médico de formación, y muchas otras personalidades católicas de todo el mundo, van directamente al grano, y ya no tienen miedo de decir que se están cuestionando los fundamentos de la civilización, con la “actualización” de la ley de bioética. Pero hay que ir más allá: la blandura de nuestros diputados al oponerse a la PMA sin justificación por la esterilidad demuestra que no creen que podamos resistir la globalización del comercio de seres humanos, mujeres, niños u órganos de recambio. Porque la legalización del nuevo mercado vil, en un marco supuestamente ético, tiene otro motor; no olvidemos que las guerras, las masacres de civiles y las hambrunas también sirven al proyecto maltusiano de Bill Gates, la OMS y George Soros. Y en los países que no padecen de guerras, a las alteraciones endocrinas y al individualismo exacerbado que nos impiden formar parejas firmes y fecundas, se añade un aumento vertiginoso del autismo y de las malformaciones congénitas, menos visibles porque las madres pueden abortar en cuanto se les diagnostica, en nuestras sociedades ricas. Ahra se está descubriendo que la vacunación contra el Covid, mediante la azarosa tecnología del ARN modificado, produce muertes inesperadas de recién nacidos, jóvenes y niños! En los desdichados países invadidos con las armas modernas, se da un aumento escandaloso del nacimiento de niños malformado, genéticamente debilitados por las emanaciones altamente tóxicas de los bombardeos e irradiaciones que les infligen los occidentales. Por esto, los especuladores con la procreación artificial calculan que les dará resultado ofrecer niños “perfectos”, seleccionados por la bio-tecnología, en sustitución de la reproducción “espontánea”, cada vez más riesgosa.
A corto plazo, quienes tengan los medios para hacerlo podrán optar por tener hijos por medios artificiales, que se supone que ofrecen garantías, no sólo en cuanto a la raza, como seleccionamos los linajes excepcionales en los animales de cría, sino también en cuanto al pronóstico de salud, o incluso hijos “modificados genéticamente”, como veremos en las páginas siguientes; en una segunda etapa, tan pronto como sea políticamente factible, los otros, los de abajo, los contaminados, los irradiados, los portadores de genes malos, serán impedidos o prohibidos de reproducirse, a la vez por técnicas médicas o por medios autoritarios. De hecho, desde la vasta operación de normalización de las poblaciones de todo el mundo por la llamada pandemia debida al Covid 19, en todas partes, tenemos ahora la combinación de los mandatos médicos, por parte de las autoridades sanitarias mundiales, la propaganda masiva, y la represión sistemática de los científicos, políticos y religiosos que se resisten a la intimidación.
Ahora bien, si nuestros países civilizados han abrazado en un primer momento sin aparente dolor la lógica totalitaria de la guerra contra un pequeño virus de tipo gripal, porque el nuevo totalitarismo pretende ser indispensable en vista de su esencia sanitaria, el resto del mundo no se deja convencer. Si bien civilizado es la palabra correcta, ya que nos reconocemos en ella, en realidad se ha convertido en un mero sinónimo de domesticado.
Los demás, los pueblos entre los que el covid no causa tantos estragos, ya sea porque cuentan con eficaces remedios tradicionales en su farmacopea local o porque son moralmente inmunes al pánico y a los aspavientos de los ricos, son los bárbaros, los subdesarrollados. Contra viento y marea, se defienden mejor que nosotros, no sólo del Covid, sino también del susto, despreciando tranquilamente los preceptos “preventivos” que queremos convertir en la nueva religión universal. Y estas son las mismas personas que valoran a sus familias con fuertes raíces, y a la descendencia natural, que viene al mundo “por la gracia de Dios”. No pretenden tener las llaves del destino, porque la “ciencia” no es su deidad fetiche, no saben si morirán antes que los demás, pero mantienen la calma y la alegría de vivir, y el amor… por el amor.
Desde el punto de vista de nuestros amos, pertenecen a las especies salvajes y, como tales, en cuanto se resisten a sacrificarse regularmente “por su propio bien”, son considerados como sobrantes que estorban. Desde los tiempos del gran impulso colonialista europeo, la visión de los nativos a los que hay que educar, diezmar (eso es el maltusianismo) y reeducar no ha cambiado.
Conclusión, si no quieres que te recorten dientes y alas un poco más cada día, si no quieres que la biotecnología o la “ciencia” en general te castren un poco más cada día, es buena idea adoptar las recetas que dicta nuestra naturaleza. En tiempos de represión covidiana, puede ser peligroso acercarse y besar a sus seres queridos, la policía está ahí para poner multas rentables. Con la misma lógica, se nos ha prohibido reunirnos durante tres meses para enterrar a nuestros muertos. Para ir al cementerio, o para celebrar ceremonias fúnebres en las iglesias, había que sortear las prohibiciones. Y cuántos abuelos se han dejado “deslizar” en las residencias de ancianos, asqueados de ver a sus hijos obligados a abandonarlos en la soledad. Dejaron de alimentarse, y sirvieron para engrosar las estadísticas de los muertos del covid, cuando a veces ni siquiera estaban enfermos, los testimonios de los equipos que acompañan a las familias en el duelo son muchos.
Hubo personas insultadas e incluso procesadas por “poner en peligro la vida de los demás”, porque en una iglesia que permanecía abierta para la oración, de acuerdo con las circulares de los obispos que lo habían negociado con las “autoridades competentes”, el primer domingo del desconfinamiento, no habían impedido que las multitudes entraran en gran número para admirar las hermosas estatuas de los santos o para poner una vela delante de la Santísima Virgen como agradecimiento por el fin del confinamiento. El 10 de mayo de 2020, ese día histórico de la primera liberación en Francia, la gente se lanzó en masa a las calles, un cada ciudad, en cada pueblo, y a las iglesias abiertas, con un sentido festivo de transgresión, sí, porque siempre ven las iglesias cerradas: era hermoso, y la gente era respetuosa, entre sí y con el mobiliario. Seguramente las parejas se abrazaron al salir, sintiéndose bendecidas por su salvaje incursión en lugares sagrados.
Ya hay agencias de “fertilidad” que anuncian con orgullo que el 40% de sus clientes son parejas homosexuales. Si una parte de las feministas permanece movilizada contra el alquiler de vientres, la mayoría no cuestiona la PMA para todas, al contrario, y esta violación de toda lógica las reduce a la condición de cómplices activas de la mercantilización de la vida humana. Y a los comerciantes de bebés no nacidos no parecen preocuparles las demandas judiciales o las campañas de indignación religiosa contra su negocio. Tienen un argumento irrefutable: una vez nacidos los niños artificiales, todas las familias, todos los países, todas las sociedades les abrirán un lugar como niños “normales”, ya sean queridos o tristemente explotados; en cualquier caso, sus problemáticos orígenes serán olvidados.
No olvidemos que para tener un rebaño dócil se necesitan muy pocos machos reproductores, sólo los de notable pedigrí, con inseminación artificial generalizada, castración de la mayoría desde la infancia, y nunca, bajo ningún concepto, los animales deben aparearse libremente, porque entonces el rebaño se vuelve ingobernable, obedeciendo sólo a los machos enteros e intrépidos, hasta tal punto que hay que sacrificarlos, como a cualquier jefe rebelde. Es hora de que los hombres se den cuenta de que están amenazados como progenitores, como encarnación del ideal paterno, como padres de familias dignas, y reaccionen como tales. En el pasado, solían ser los hombres los que empujaban a sus queridas al aborto, cuando no les apetecía cargar con la responsabilidad de los hijos del amor y el azar. Pero ahora, el sacrificio del primer concebido, la entrada en la madurez sexual a través del aborto, que se ha vuelto terriblemente común y en auge (en Francia, hay un aborto por cuatro nacimientos), es uno de los signos más fuertes del “suicidio francés”, practicado y validado por las mujeres. Los antropólogos dicen que la leyenda del sacrificio de Abraham correspondió a una época de cambio, desde la ley de la selva, en la que los leones que vencen a sus rivales matan al primogénito de su leona, hasta la ley religiosa, que prohíbe tales crímenes. Hoy en día, el sacrificio del primogénito se reclama como derecho fundamental, ya no para los hombres sino para las mujeres: es un “progreso” siniestro.
Pues en el campo del progreso, también tenemos la industria del aborto y la eutanasia; en ambos casos, existen canales para reciclar ciertos “residuos”, es decir, órganos recién extraídos de cadáveres, y mejor aún, de personas aún vivas cuya muerte la administran servicios médicos según las necesidades de la industria. El escándalo de la empresa matriz de Planned Parenthood en Estados Unidos, que vende niños abortados por partes, destapado por una heroica activista católica, ha hecho que ahora sea demandada por la justicia. Sin embargo, ha conseguido influir en la opinión mundial y ha permitido al gobierno de Estados Unidos tomar medidas duras contra los traficantes de carne prenatal. La eutanasia y el suicidio asistido, en los países donde son prácticas legales, ya dan lugar a veces a una coordinación efectiva: del cuerpo recién muerto en condiciones medicalizadas a la carnicería inmediata para la reutilización de sus órganos, del “donante” al “receptor”. Del horno al plato, es un producto local, fresco, 100% ecológico, ¡lo máximo! Es comparable al destino de los mejores animales en la industria cárnica: mimados mientras están vivos, son deliciosos y rentables inmediatamente después. Pero con los seres humanos el rendimiento de la inversión es mucho mayor: los traficantes de piezas humanas no invierten un céntimo en la cría de sus presas; éstas están obligadas por ley (la nuestra fue votada bajo la presidencia de Sarkozy) a permitir la extracción de sus órganos (a cambio de nada), en caso de accidente mortal, cuando el contexto tecnológico se presta a ello. En otros climas, donde hay guerras, se toman prisioneros o cadáveres frescos, para la extracción de órganos; no hay ninguna pretensión de generosidad en la reasignación de órganos vitales por parte de los saqueadores de cadáveres: los precios, en el mercado negro, suben constantemente, al igual que la demanda en los países con buenas estructuras hospitalarias. Estamos muy cerca del canibalismo, que algunos recomiendan, además, para reducir las emisiones de CO2 (de las que la cría industrial es una gran productora).
Para desarrollar el mercado de los recién nacidos, es imprescindible reducir la reproducción natural, como hemos entendido. De momento, los ricos y los occidentales se dejan esterilizar en masa y con suavidad, anestesiados por su adicción a un estilo de vida cómodo. Por otra parte, una vez que tengamos la PMA legalizada, y la vacunación obligatoria para todos, podremos por fin, mediante nuevas vacunas con ARN modificado, bien dosificadas para esterilizar o debilitar a las poblaciones indeseables, reducir la población mundial, y calmar, quizás “con su consentimiento”, a los deplorables, a los salvajes, a los negros, a los fanáticos, a los pobres, a los paletos, a los supernumerarios. Al menos, eso es lo que esperan los “knackers” planetarios.
El encierro de la increíble primavera de 2020 ha hecho que el aire sea más respirable, ha devuelto el silencio a las ciudades, la lentitud y la pereza han recuperado terreno, las parejas han hecho mucho el amor, por no tener otra cosa que hacer. Los que tenían espacio suficiente disfrutaron de este descanso inimaginable incluso en 2019, y los ricos aún sueñan con mantener las libertades de la aviación y el turismo para sí mismos, y las calles del mundo libres de los harapientos, los flacos, los obesos, los superfluos. Para los mismos, la reducción global de la población es vital, repite Bill Gates con tranquilo cinismo, según los programas de los amos del mundo y el discurso mentiroso; si algunos esperaban erróneamente que el virus hiciera muchísimos millones de muertos más entre los condenados de la tierra, como se predecía, sin duda siguen y seguirán buscando la forma “higiénica” de conseguir que mueran más gentes, sin que se pueda apresar a los criminales.
¿El remedio, si preferimos ceñirnos a la moral natural, a las barreras naturales y a las recetas de la naturaleza para nuestra reproducción? No tragarse las patrañas publicitarias, negarse a entrar en los razonamientos falaces de la propaganda, tener los hijos de forma natural, cuando somos jóvenes, cuando aparezcan, en el marco más estable posible.
Quieren obligarnos a desarrollar la reproducción artificial, indispensable en la lógica del mercado: practiquemos pues la fornicación natural a gran escala, promovamos el milagro del amor inocente, de la concepción y luego del nacimiento, lo cual es el sentido profundo de las celebraciones navideñas, en cada familia, cada año.
Después de la jugarreta que nos han hecho, con el encarcelamiento general por sorpresa y pronto la ruina para todos, muchos jóvenes pueden por fin entender este lema de resistencia espiritual, que antes no habrían entendido, porque se creían libres y protegidos por “la ciencia” para siempre.
Maria Poumier, 2020
Publicado originalmente en Red Internacional
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