El derrumbe del Nuevo Siglo Americano

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Donald Trump fue el elegido de la élite norteamericana para anunciar al mundo el fin del proyecto del “Nuevo Siglo Americano” (PNAC) imaginado por el ex subsecretario de Defensa y presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz y su “profeta” del liberalismo Francis Fukuyama con su tesis del “fin de la historia”. Desde la caída de la Unión Soviética los Estados Unidos confiscaron el porvenir de la humanidad con la complicidad de algunos países hasta disolver para siempre aquel organismo creado en 1945 llamado Naciones Unidas. El comienzo del fin de la convivencia internacional le había dejado paso a un Estado totalitario que se rigió al margen de la ley despojando al mundo de su futuro. La refundación de la Roma del siglo XXI que quizá se parezca más a la caída de Constantinopla, representa la aceptación de su declinación ante la renacimiento de China y Rusia y su propia descomposición moral.

 

 

Nadando en el pantano

 
Donald Trump arrojando bombas Molotov
La metáfora política de “drenar el pantano” haciendo referencia a la expulsión del neoconservadurismo del seno del poder de los Estados Unidos no tiene sentido. En realidad nunca lo tuvo. Trump era el “revolucionario” que venía a drenar el pantano para convertirlo en una piscina donde nadar entre el lodazal. Pero muchos olvidaron que si hubo un Estado en la historia reciente que ha ejercido el poder con mayor coherencia ideológica esos son los Estados Unidos. Quien no siga el camino es simplemente un muerto. Donald Trump no está aquí para drenar ningún pantano porque no hay nada que drenar. Ninguna cosa secará el pantano, solo y quizá solo, una tercera guerra mundial.
Estados Unidos no es una democracia, es un modelo cultural donde el hombre deja de ser el centro y el sentido de la evolución para caer en el abismo de un sujeto despojado de visión colectiva, sin Ser y sin rumbo.
Pero aquel “encanto” que suscitó Donald Trump en sus comienzos ha desaparecido superado por la realidad. Trump, no es más que un excéntrico hombre de negocios acostumbrado a las cámaras, hedonista hasta el escándalo que se mostró durante su campaña a presidente como el estadounidense blanco de clase media enfadado porque china le había robado el trabajo. Desde su diatriba extravagante y contradictoria en Twitter, construyó una imagen de “restaurador del éxito norteamericano”, haciéndole creer a muchos que venía a cambiar el “Novus ordo seclorum”, tamaña ingenuidad si las hay que a poco de andar fue confirmando una vez más quien manda en los Estados Unidos.
Cualquier presidente de ese país nace muerto, es un cadáver que todavía no muestra signos de descomposición producto de la biología, pero es como un autómata, parasitado por los lobbies bancarios, militares y mediáticos, de forma tan brutal y persuasiva que merece reconocerle su destreza en disimular su maldad.
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Arrecia la tormenta

El cambio ha comenzado y el desconcierto reina en Washington. El tablero geopolítico se ha desplazado y ahora enfrenta una tormenta tropical de categoría 5. Los estragos comenzaron con la desaparición de su supremacía económica en manos de China y su empeño para detener la expansión de Pekín con su Ruta de la Seda que está uniendo Europa con los puertos de Asia. En los últimos 25 años la política exterior de los Estados Unidos hizo todos los esfuerzos estratégicos para provocar la unión de China y Rusia. Para algunos, un desastre, para otros algo inevitable.
La nueva guerra fría con Moscú que presentó su revolucionario armamento que condena a un museo a buena parte del material militar norteamericano fue una maniobra brillante de Putin que significó un golpe al prestigio militar americano. El fracaso de la fragmentación de Siria y la retirada del Estado Islámico como elemento desestabilizador, el inevitable enfrentamiento directo entre Irán e Israel que puede convertirse en una pesadilla para Washington y Oriente Medio, el laberíntico escenario en la península coreana de impredecible desenlace, el giro de Turquía hacia Moscú y su vacilante diplomacia como socio clave de la OTAN, la guerra de tuberías de gas con Rusia por el control energético de Europa, una alarmante situación económica con varios Estados quebrados de la Unión como Connecticut, Illinois, Nueva Jersey o California que solo esta última tiene un déficit de 1 billón de dólares, una moneda como el dólar que tendrá que luchar por su supervivencia entre otras divisas y que los obligó a suspender su guerra comercial con China y sus socios europeos y el presidente Trump calificado de “animales” a los inmigrantes mexicanos que cruzan su frontera. No se puede estar peor.
El dilema que enfrenta los Estados Unidos es histórico, no lo experimentó ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial y es de tal magnitud que puede acabar con su propia existencia. El mundo está cambiando. La reciente reforma de la constitución china que ubicó a la figura de Xi Jinping en el panteón de los símbolos mitológicos de la china comunista junto a Mao y el reformista Deng Xiaoping, elevó la condición del líder chino a la categoría de “in aeternum” o sea con mandato ilimitado, algo muy difícil de entender desde la observación occidentalocéntrica educada en que la “modernidad empieza en una punta de Europa y acaba en la otra” como decía el historiador Enrique Dussel.
“El hombre más poderoso del mundo”
Pero este cambio no es simplemente la coronación de un líder sino la confirmación de que China es la gran amenaza a la hegemonía norteamericana. Si Washington permite prosperar a Xi Jinping el actual “hombre más poderoso del mundo” como lo coronó The Economist uno de los medios más influyentes de Europa, Pekín profundizará el ocaso americano y el fin será inevitable.
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Fuera de control y el funeral de la credibilidad

¿Quién en su sano juicio se atrevería a firmar un acuerdo con un Estado que luego de comprometerse y rubricar un tratado histórico junto a otros países lo desconoce unilateralmente ante el estupor de la comunidad internacional?
La salida de Washington del tratado 5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania) que acordó en 2015 estrictas condiciones a Irán para impedir que desarrolle un programa de armas nucleares a cambio de la suspensión de las sanciones económicas fue el funeral de la credibilidad de los Estados Unidos. ¿Cómo queda Europa en todo esto? La canciller alemana Angela Merkel, expuso la enorme grieta que existe entre Bruselas y Washington cuando dijo que “el tiempo de confiar en los Estados Unidos se acabó” y alentó a Irán a mantener el acuerdo y seguir permitiendo que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) tenga la libertad de visitar cualquier instalación que considere necesario. Simultáneamente el presidente francés Emmanuel Macron, se sumó a la “resistencia europea” cuando afirmó que “la medida va en contra del derecho internacional con el agravante que no podemos exigirles a otros Estados que respeten acuerdos que nosotros mismos vulneramos”. Y se rumorea que algunos países de la Unión Europea evalúan abandonar el dólar para pagar con euros por el petróleo iraní. Pero Washington no tuvo mejor idea que profundizar el conflicto con Europa y demostrar su esquizofrenia cuando el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, fanático antiiraní, que alguna vez dijo que a Irán “habría que bombardearlo”, amenazó con sancionar a cualquier país europeo que comercie con Teherán y vaticinó que “tarde o temprano Europa saldrá del pacto”. El episodio en un llamado de atención para líder supremo de Corea del Norte Kim Jong-un, que deberá tomar nota del comportamiento impredecible de la administración Trump si no quiere acabar como Siria o Irak.
 El amistoso John Bolton asesor de seguridad de Donald Trump
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Lo mismo y un poco más

 
Donald Trump fue rodeado por un círculo, un perímetro, un cerco de seguridad hasta conformar un gabinete de guerra como reacción violenta que intenta disimular su decadencia. Para eso le dio al poderoso Complejo Industrial Militar los contratos más extraordinarios desde la época de Ronald Reagan para dar un salto a la modernidad obligado por la supremacía tecnológica de Rusia. Los planes hablan de una renovación total de los cuatro cuerpos militares (tierra, mar, aire y espacio) y una transformación del material nuclear en una fuerza de triunfo fulminante a través de una guerra de anticipación. Los convenios multimillonarios con las compañías Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, Grumman y General Dynamics harán del negocio militar un acontecimiento como no se veía en mucho tiempo.
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El perímetro de seguridad de Trump

El secretario de la Casa Blanca, John Kelly, un general estadounidense del Cuerpo de Marines que participó de la Guerra del Golfo e Irak y tuvo a cargo los intereses militares de Washington en América Latina. Piensa entre otras cosas que los inmigrantes “no tienen habilidades para asimilarse a la sociedad”.
“Mike” Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos. Ex director de la CIA que prometió sacar a Pionyang de la lista norteamericana de patrocinadores del terrorismo si Corea del Norte se deshace de sus armas nucleares de manera verificable. Lo que se puede decirse “un trato equitativo…”.
El Secretario de Defensa de los Estados Unidos general James “perro rabioso” Mattis, responsable del desastre que armaron en Faluya, Irak.
John Bolton, el intratable asesor de Seguridad de Donald Trump dispuesto a “bombardear cualquier lugar de la tierra que sea necesario”.
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Los ángeles de Trump

                        y los ojos como espejo del alma…
La secretaria de prensa de la Casa Blanca Sarah Sanders, un rostro para evitar encontrárselo en un lugar solitario o de difícil acceso.
La conciliadora embajadora de los Estados Unidos ante Naciones Unidas Nikki Haley “Rusia nunca será nuestro amigo y los abofetearemos cuando sea necesario”. Israel “actuó con moderación” en la Franja de Gaza en mayo de 2018 luego de dejar 60 muertos y 2800 heridos por las protestas palestinas por el traslado de embajadas a Jerusalén.
Todo un amor.
La conmovedora mirada de la periodista de la cadena Fox Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado cuando reveló que los “Estados Unidos se pondrá a trabajar para construir una coalición internacional contra Irán”.
La polémica Gina Haspel, la nueva directora de la CIA acusada de participar en torturas en una cárcel clandestina de la agencia en Tailandia.
Su mirada falsa e intimidante no pasaría una prueba elemental de la CIA en interrogatorios de rutina.
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El futuro será un largo camino de adaptación de los Estados Unidos que lo sentirá el mundo entero, sin embargo hay que recordar lo que dijo alguna vez el poeta latino
Horacio:
       Non omnis moriar (No moriré del todo).
Humberto Kalinesti, 21 mayo 2018
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