Atentados de Barcelona : La vida disoluta de los “yihadistas” del 17-A
El marroquí Driss Oukabir fue detenido en la tarde del 17 agosto de 2017 en Ripoll, apenas tres horas después de que el conductor de una furgoneta arrollara y asesinara a 16 personas en las Ramblas de Barcelona. Hermano de Moussa, muerto a balazos en la localidad tarraconense de Cambrils cuando intentaba emular el atentado de Barcelona, tuvo un ataque de ansiedad al ser arrestado por los Mossos d’Esquadra.
Por esa razón, Oukabir fue conducido por los policías al Hospital de Campdevànol. Allí confesó a los médicos que tenía antecedentes de consumo de marihuana y cocaína. Su hemana, también vecina de Ripoll, dijo a los investigadores que Driss era “un chico normal, que sale de fiesta y que bebe alcohol, no es religioso y no va nunca a la mezquita”. Otra hermana declaró que Driss Oukabir siempre había sido un chico problemático desde la adolescencia: “Salía de fiesta, bebía alcohol y fumaba porros”. Además, comentó a los Mossos que su hermano tenía un perro de raza pitbull, “algo que está prohibido en el islam”. Los perros son considerados animales impuros por la religión islámica.
Un amigo cubano que frecuentó a Driss hasta el mismo día de los atentados manifestó a los Mossos que solían tomar drogas juntos —’maría’ y cocaína— y que su colega marroquí “alguna vez vendía sustancias estupefacientes, pero en cantidad muy pequeña”. Añadió el vecino cubano de Ripoll que incluso lo había visto comer jamón en su casa.
La ficha de Driss Oukabir, elaborada por los informes de los Mossos para el juez Fernando Andreu de la Audiencia Nacional a los que este diario ha tenido acceso, señala que este marroquí de 29 años había sido detenido tres veces por abuso sexual con penetración, robo con violencia y malos tratos en el ámbito doméstico, delitos por los que penó cárcel en Figueras (Girona) hasta 2012. Ouakabir siempre negó ser miembro de la célula yihadista, pero los informes de los Mossos y la declaración de testigos protegidos lo desmienten: frecuentó la casa de Alcanar, lugar neurálgico para la preparación de las acciones terroristas, y alquiló la furgoneta del atentado de Barcelona.
También la madre de los yihadistas Mohamed y Youssef Allaa aseguró a los Mossos que este último había sido consumidor habitual de estupefacientes y alcohol.
Los casos de Oukabir y Allaa son solo dos ejemplos de cómo los al menos 13 terroristas que integraban la llamada célula de Ripoll no llevaban una vida ejemplar de acuerdo con los principios del islam más fundamentalista, según se sabe de las diligencias de la Audiencia Nacional y los informes policiales de la Guardia Civil y los Mossos. Acudían a casinos a jugarse el dinero, consumían drogas y alcohol, fumaban, cometían abusos sexuales o solicitaban créditos a bancos (la usura y el cobro de intereses son actos ilegítimos para la ley islámica), todos ellos comportamientos censurados por los ideólogos del islamismo más rigorista.
Vodka y cerveza antes de Cambrils
Los cinco yihadistas que se montaron en el Audi A3, armados con cuchillos y hachas para seguir asesinando en Cambrils, habían consumido varias latas de cerveza y una botella de vodka. Planificaron el atentado de la madrugada del 18 de agosto en un restaurante abandonado de la también localidad tarraconense de Riudecanyes.
En el momento de ser abatidos a tiros por la policía tras matar a una mujer en el paseo marítimo de Cambrils, los terroristas llevaban una buena cantidad de alcohol en su sangre, un hecho censurable a los ojos de los ideólogos de la literatura yihadista. El alcohol está prohibido en el islam más riguroso. Los investigadores de los Mossos indican que encontraron en Riudecanyes latas de cerveza Voll-Damm y una botella de vodka de la marca Smirnoff “totalmente consumidas, cosa que lleva a pensar” que “consumieron dichas bebidas alcohólicas posiblemente para desinhibirse de la realidad y poder llevar a cabo la acción”.
Uno de los grandes ideólogos y estrategas del yihadismo global, el sirio-español Mustafa Setmariam, prohibió fumar, las drogas y el alcohol en sus influyentes escritos. Según la policía, cuando conoció a su esposa española a finales de los ochenta, esta le dijo: “¿Una cerveza?, ¿un vino?”. “No, yo no bebo ni fumo. Me he quitado del tabaco y del whisky. Un buen musulmán no debe fumar ni beber”.
Nicotina en vena
Los ideólogos del islamismo radical consideran el tabaco como un invento occidental para acabar con la salud de los creyentes musulmanes. Ni Osama bin Laden, ni el egipcio Ayman al Zawahiri ni ninguno de las grandes figuras del yihadismo fumaban o fuman. Abu Bakr al Bagdadi, autodenominado emir del Estado Islámico de Siria e Irak, prohibió fumar y consumir alcohol en 2014 en todo el territorio controlado por ese grupo yihadista.
Sin embargo, las investigaciones policiales encontraron muchas pruebas de que varios integrantes de la célula de Ripoll fumaban habitualmente. Dejaron rastro de cigarrillos Marlboro, Chesterfield, Ducados o Winston, entre otras marcas. Las grabaciones de vídeo en gasolineras analizadas y los restos que dejaron en los lugares que usaron los terroristas muestran evidencias de ello.
El mismo 17-A, los terroristas que actuaron en Cambrils visitaron hasta tres veces una gasolinera en esa localidad. En una de las ocasiones, compraron una cajetilla de cigarrillos. El encargado del establecimiento declaró a los Mossos que uno de los jóvenes pagó con un billete de 500 euros un paquete que valía cinco. Luego se encontró en el coche A3 que usaron para el atentado.
Casino de Salou
Un empleado del casino Las Vegas, de Salou (Tarragona), declaró ante los Mossos que unos cinco días antes de los atentados varios integrantes de la célula estuvieron jugando allí de madrugada. Asegura ese trabajador que al salir el grupo de las instalaciones del casino vio cómo uno llevaba en el pantalón un cuchillo de cocina de aproximadamente 20 centímetros de hoja.
El Corán y la interpretación rigorista del islam consideran absolutamente prohibidos (‘haram’) los juegos de azar. La literatura yihadista suele acudir al texto sagrado y los dichos de Mahoma para justificar esa restricción. Al profeta del islam se le atribuye el dicho: “El que juega con dados está desobedeciendo a Allah y a Su Mensajero”. Una aleya del Corán dice: “El demonio quiere crear hostilidad y odio entre los creyentes valiéndose del vino y del juego de azar, y así impediros que recordéis a Allah y recéis. ¿Os abstendréis?” (5:91). Otro versículo, en relación a las apuestas, afirma: “No usurpéis la hacienda injustamente unos a otros” (2:188).
En el caso de la visita a casinos por parte de los terroristas, a los investigadores les queda la duda de si eran realmente aficionados al juego o si estaban explorando posibles objetivos de sus atentados.
De acuerdo con las búsquedas de internet registradas en los dispositivos móviles de los yihadistas, los Mossos informan de que la señalización de objetivos fue titubeante en las fechas previas al 17-A. Se imaginaban atacando monumentos y lugares turísticos como la Sagrada Familia o la Torre Eiffel. También contra mezquitas chiíes de Cataluña o Madrid, o contra el Camp Nou con ocasión del partido Barça-Betis del 20 de agosto (un objetivo muy probable, según los investigadores). Pero entre su planes se recreaban asimismo con sembrar el terror en lugares contrarios a la práctica islámica más correcta, como atacar bares frecuentados por homosexuales en Barcelona, salas de cine pornográfico, la discoteca Colossos de Lloret de Mar o el Festival de Benicàssim en Castellón.
¿Vicios prohibidos o disimulo?
Cabe preguntarse si los yihadistas practicaban el disimulo para ocultar sus pretensiones, aunque el consumo de alcohol y cigarrillos cuando ya se disponían al ‘martirio’ en Cambrils podría descartar esta hipótesis.
En países como Marruecos o Egipto, el musulmán convertido al islamismo radical muestra algunos indicadores externos, tales como dejarse crecer la barba o vestir el ‘qamis’ o chilaba propia de los islamistas. Esto no es tan habitual en Europa, sobre todo entre aquellos que se integran en la dinámica del yihadismo, porque como cualesquiera otros terroristas, se procuran clandestinidad y secretismo. Intentan vivir a la occidental.
En la terminología clásica del islam, existe la figura de la ‘taqiya’ u ocultamiento de la verdadera fe del musulmán en circunstancias peligrosas para salvaguardar su vida, honor o pertenencias. Este código es adoptado por la práctica yihadista. Se autoriza el uso de ese principio a sus partidarios con el fin de vencer a sus enemigos e instaurar la ley islámica, aunque ese disimulo conlleve no respetar escrupulosamente los fundamentos religiosos, como en el caso de los miembros de la célula de Ripoll, que fumaban, bebían, acudían a casinos o se drogaban.
El único que tenía formación religiosa profunda era el imán de Ripoll y líder de la célula, el marroquí Abdelbaki Essaty, según las pruebas policiales a las que ha tenido acceso El Confidencial. Solo él pudo inducir al disimulo a los otros jóvenes.
Las pruebas documentales presentadas por los Mossos indican que Essaty era el líder operativo y espiritual de la célula. De hecho, era el único que escribía en árabe con una caligrafía madura.
El resto de las notas encontradas y analizadas no atribuibles al jefe denotan que muchos de los integrantes de la célula ni siquiera leían el árabe porque se transcribían a caracteres latinos los versículos del Corán y las consignas yihadistas que recitaban.
Algunos escritos tenían una caligrafía en árabe propia de principiantes. Según los informes de los Mossos, en el interior de la furgoneta utilizada en el atentado de las Ramblas “se hallaron diferentes manuscritos en carácter latino, pero que se correspondían a la representación fonética de ciertos pasajes del sagrado libro del islam, dado que deben recitarse en árabe, fragmentos que son utilizados para inspirar y justificar las acciones de los terroristas”.
Marcos Garcia Rey, 8 agosto 2018