Assange Encadenado – por Israel Shamir
Como Prometeo, con quien ha sido comparado, Julian Assange no escapó a la ira de los Dioses autoproclamados del “Deep State”. Después de siete años de cautiverio entre los muros de la Embajada ecuatoriana, el hombre que nos acercó a comprender la política internacional ha sido transferido a una prisión nueva y peor, a Belmarsh, la “Guantánamo británica”, en espera de su extradición al todavía peor archipiélago de prisiones de la CIA.
“No fue arrestado por el bien de dos mujeres en Suecia ni para castigar una infracción menor cometida bajo libertad condicional. Ni Suecia ni la violación de las condiciones de libertad condicional tuvieron nunca nada que ver en todo este asunto, ni siquiera el cuento desacreditado del Russiagate, como cualquiera que haya prestado la más mínima atención al caso se habría dado cuenta. Siempre se trató del Deep State US haciendo todo lo posible por aplastar a Wikileaks y demostrándolo con su trato a su fundador. Ahora, los falsos pretextos ya son historia”, escribió Jonathan Cook[1].
El presidente Trump todavía puede salvarlo, pues debería sentirse enormemente agradecido con el hombre que lo puso en la Casa Blanca. Sin la publicación, por Julian Assange, de los documentos de la Convención Nacional Demócrata, el público estadounidense no se habría enterado del fraude de la candidatura de Hillary Clinton, logrado por medio de la destrucción de la candidatura del senador Bernie Sanders, que tenía más probabilidades de ganar que ella. Las posibilidades no son altas, porque Trump no ha auxiliado a uno sólo que se haya metido en problemas por ayudarlo. Sin embargo, el presidente estadounidense debería saber lo que le conviene.
El traslado de Assange desde su prisión en la embajada a una cárcel real, tuvo lugar inmediatamente después del fracaso de la investigación del fiscal Mueller. Después de haber comprendido que el informe Mueller había perdido fuerza, el Deep State procedió a pasar a la siguiente fase. Ahora, intentarán forzar a Julian a admitir su colaboración con Rusia, para encender de nuevo el Russiagate, y destituir a Trump después de todo.
La primera señal de esta nueva fase se dio con el arresto de Manning. A este hombre valiente se le llevó a los tribunales, fue condenado, encarcelado y sufrió años de prisión en terribles condiciones; sólo pudo salir después de haber aceptado renunciar a su virilidad. A pesar de todo, este individuo mentalmente torturado fue arrestado y enviado de nuevo a prisión, esta vez por tiempo indeterminado, hasta que acepte declarar contra Julian Assange. Este método, tomado del arsenal de la Inquisición, ha sido empleado sin causar el más mínimo alboroto. Sus nuevas “hermanas”, quienes con empeño insisten en tratar a Manning de “ella”, no movieron un solo dedo para salvarle. Después del arresto de Manning, el arresto de Assange ya se veía venir. Trump debería tener cuidado o, mejor aún, salvar a Assange para así salvar su pellejo.
La escena del arresto de Julian me recordó a la de Saddam Hussein. No es que haya gran similitud entre el depuesto presidente iraquí y el galante flagelo del Imperio, pero era la misma imagen de cabello desaliñado y con canas, barba descuidada, la vulnerabilidad humillante de un hombre fuerte en las manos de su enemigo, la misma mirada desorientada. Parecía un ermitaño arrastrado fuera de su monasterio, muy distinto al hombre delgado, alto, pulcro y dinámico que solía ser hace algunos años, antes de que aceptase la oferta de asilo del presidente Rafael Correa de Ecuador. La cárcel es una experiencia horrible, aunque sea en una agradable habitación en una mansión del barrio londinense de Knightsbridge.
¿Por qué se precipitó hacia este callejón sin salida? Sus amigos trataron de convencerle de entregarse a los suecos, diciendo que en el peor de los casos estaría libre en seis meses, pero él decía que los suecos nunca lo dejarían libre y que lo extraditarían a los Estados Unidos. En efecto, descubrimos que los suecos querían archivar el caso desde hace mucho tiempo, mientras que los británicos, tan tortuosos y pérfidos como de costumbre, los presionaron para que insistieran, al mismo tiempo que alegaban actuar según los intereses de Suecia. Ahora nos damos cuenta de que tenía razón, y que quienes le llamaban ‘paranoico’ estaban equivocados.
Las autoridades poseen una táctica muy sucia: comienzan por algo poco importante sólo para atrapar a la víctima; después, dan a conocer algo más serio. La policía británica arrestó a Julian por un asunto menor de violación de la libertad condicional; ahora, planean extraditarlo por un delito menor de piratería; una vez en los Estados Unidos, se le acusará de traición, de espionaje o algo por el estilo.
Deberíamos luchar por su liberación. No se trata sólo de salvar al héroe del pueblo, sino también de evitar un nuevo round de Russiagate que podría llevarnos cerca del apocalipsis nuclear. Como mi nombre se ha mencionado en este asunto, lo repito otra vez: Julian no tenía vínculo alguno con los rusos, ni intención de ir a Rusia, ni Rusia tuvo la necesidad ni la oportunidad de negar la petición de asilo de Assange; se puede consultar mi explicación completa sobre el tema aquí[2].
El Deep State quiere castrar a Julian, como lo hicieron con Manning, así como quiere castrarnos a todos. Este ataque contra Julian forma parte integral de una campaña para emascular a la humanidad. El Imperio odia a Putin no sólo porque no les permitió apoderarse de los recursos de su país, sino también por su notable masculinidad. Eric Walberg, en su obra en inglés Great Games, habla de una estrategia más profunda detrás de las revoluciones de color: sus organizadores “castran Estados modernos” con la finalidad de transformarlos en debiluchos entes postmodernos. Esta castración es un plan fundamental de los amos del mundo, algo mucho más profundo que las luchas efímeras por el control de oleoductos y recursos. La derrota de Julian Assange es una derrota para todos los hombres, y una derrota para la humanidad, que vaticina un siniestro futuro, a menos que hagamos algo al respecto. No sólo nuestra libertad está en juego, sino también nuestra virilidad.
Tenemos a los mejores de entre los británicos de nuestro lado. Jeremy Corbyn se pronunció enérgicamente contra la extradición de Assange. Si el gobierno de Theresa May cae, como bien se espera, Corbyn tendrá la oportunidad de influir en las decisiones de las autoridades británicas, puesto que los enemigos de Assange son sus enemigos también.
Los peores de entre los británicos están en contra de Julian. Integrity Initiative[3], el sombrío grupo de información, conspira en su contra. The Guardian, que solía ser un diario fantástico, se convirtió en el instrumento privilegiado para combatir a Corbyn, Assange y Rusia.
Los mejores de los Estados Unidos también están a favor de Julian, como Ron Paul y otros autores que escriben para Unz.com.
Julian me dijo una vez que las élites siempre hacen uso de la conspiración; nuestra misión es arrojar luz sobre sus oscuros planes. Todos los periodistas y editores deberían ponerse del lado de Assange, porque es compatible con nuestros intereses profesionales. Deberíamos ser libres de escribir y publicar sin temor de que nos arrastren a las prisiones de la Torre de Londres, la Bastilla o Guantánamo. De lo contrario, la gente en el poder nos quitará, sin pudor alguno, lo que nos quede de libertad y dignidad.
Israel Shamir, 13 de abril de 2019
Traducción: Daniel Osuna
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Publicación original en inglés
Publicacion original en espanol: Red Internacional el 25 de mayo 2019
Traduccion original al frances
Contacto del autor: adam@israelshamir.net
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NOTAS
[1] Artículo disponible en inglés: http://www.unz.com/article/after-7-years-of-deceptions-about-assange-the-us-readies-for-its-first-media-rendition/
[2] Artículo del autor en español: https://redinternacional.net/2018/06/26/el-largo-cautiverio-de-julian-assange-por-israel-shamir/
[3] Anonymous destapa una vasta operación psicológica en Europa financiada por EE.UU. y Reino Unido: https://actualidad.rt.com/actualidad/296708-anonymous-operacion-psicologica-europa-washington-londres