Comprender la época (Capítulos I a III) – por Alain Soral
CAPÍTULO I
TRADICIÓN
Dar sentido a través del origen y la involución
Planteemos que en el principio estaba la Tradición.
O más bien, la idea de Tradición, ya que la Tradición es, según Julius Evola y otros pensadores de la misma escuela, en la línea de René Guénon, lo que ha desaparecido, e incluso lo que ya está olvidado.
Luego viene la modernidad, su continuación y su contrario, de lo que estamos hechos, y lo que estamos logrando, o sea el proceso en curso…
Así que tendremos que definir este proceso de modernidad y ver de qué está hecho, cuál es su idea primera y fundacional…
Pero no vayamos tan rápido, respetemos la lógica de la cronología, la Tradición primero.
El sentido por el origen
La tradición es la atribución de sentido a través del origen y todos sus corolarios.
La idea de una edad de oro primordial, de un mundo de hombres-dioses sin separación entre dioses y hombres. Un paraíso perdido seguido de una lenta degeneración: edad de oro, luego edad de plata, edad de bronce, edad de hierro… hasta el Kali Yuga, la edad oscura, la nuestra.
Vamos a ver de qué está hecha la tradición en esta época oscura, esta modernidad de la que estamos tan orgullosos…
Involución
La tradición es, pues, la idea, no de una evolución de lo menos a lo más, de lo primitivo a lo civilizado, de lo simple a lo complejo, sino de una involución…
Desde este punto de vista, si queremos buscar una justificación de esta visión del mundo en la física moderna, la idea de tiempo e historia según la Tradición coincide con la idea de entropía.
Entropía
Una pérdida progresiva de impulso y energía original, como en el segundo principio de la termodinámica o, para seguir con la analogía física y biológica, lo contrario de la teoría del big-bang, que piensa en el mundo como una complejización progresiva a partir de un magma indiferenciado, por combinaciones y recombinaciones sucesivas; lo contrario también de la partenogénesis y del principio de multiplicación por divisiones…
Entropía social
En definitiva, la Tradición concibe la Historia como una entropía social.
Una visión pesimista basada en el principio de que el ayer era mejor que el mañana, hasta la catástrofe final. Un big bang invertido… no una explosión original sino una implosión terminal, un mundo que se derrumba bajo el peso de sus formas erróneas, sus falsos valores y sus contradicciones…
CAPÍTULO II
DESIGUALDAD
Jerarquía sagrada y diferencia de calidad
Tradición, es decir, donación de sentido a través del origen, por tanto, esto también implica jerarquía a través del origen; estamos ante un mundo fundamentalmente aristocrático, basado en el linaje, la sangre recibida, la herencia…
La desigualdad como principio
Un mundo cuyo principio es la desigualdad. Desigualdad y estabilidad de un orden jerárquico protegido del caos, de la huida y de la indeterminación por el reino de la diferencia cualitativa, la diferencia radical de calidad.
Un mundo vertical donde no se concibe la comparación entre lo que no se puede comparar: dioses y humanos, nobles y plebeyos, hombres y mujeres…
Todo radicalmente diferente y desigual, pero unido en un todo cósmico coherente y estable, con la tierra, el inframundo y el cielo; abajo, el inframundo de las tinieblas donde reinan los demonios, aquí el mundo de los hombres y arriba, el mundo supramundano gobernado por los dioses…
Lo sagrado, la aristocracia y las castas
Un mundo también determinado por lo sagrado. Donde los dioses hicieron al hombre y determinaron su lugar, relativamente inmutable. Un mundo donde la calidad de un hombre se mide por lo divino que hay en él. Una parte divina heredada, pero que también se puede ganar por el heroísmo, o perder por la decadencia de la falta…
Un mundo guiado por una moral aristocrática, tanto como por la idea del destino, del fatum.
Una India paradójica
Un mundo desaparecido que aún hoy podemos entender por lo que queda de la sociedad tradicional en la India, basado en una jerarquía de castas, donde el paso de una a otra se concibe sólo por la reencarnación, la metempsicosis. Esta India tradicional, tan fascinante e impactante, contra la que Gandhi luchó en nombre de la idea liberal igualitaria, importada por la modernidad del colono inglés.
Estamos ante una sociedad de castas que, a través de esta transición igualitaria resultante del liberalismo económico, se acomoda hoy tan bien al turbocapitalismo que desemboca, paradoja de la Historia, ¡en la sociedad más brutal e inigualitaria que existe!
Tradición y trabajo
Se trata pues de un mundo aristocrático en el que el trabajo -y por trabajo entendemos el trabajo físico, es decir, lo que la modernidad llamará trabajo productivo: la agricultura, la tecnología aplicada…- se considera desvalorizante en tanto que acerca al hombre al animal, a la bestia de carga…
Una desvalorización del trabajo lleva lógicamente a la desvalorización del trabajador, es decir del mayor número y de lo que se convertirá a la inversa, con la moderna valorización del trabajo, en el poder del número…
Tradición, trabajo y potlach (prestigio a través de las donaciones)
Una sociedad jerárquica determinada por el desprecio del trabajo productivo, lo que explica en particular la valorización por el don, es decir el potlach, este don que confiere prestigio y superioridad social en las sociedades tradicionales – mientras que la rapiña del beneficio será la base de la jerarquía en nuestro mundo moderno.
Este regalo no es nunca, cuando se analiza concretamente, algo más que trabajo tomado de otros, es decir, de la masa de trabajadores que sufre y es despreciada. De ahí su calificación de “parte maldita” por Georges Bataille, en una perfecta inversión -¿o contrainteligencia? – ¡idealista!
El que hace la mayor donación sólo está demostrando, o pretendiendo, ser el que tiene el mayor número de trabajadores a su disposición.
Tradición y primitivismo
Según la Tradición, existe un mundo desaparecido que permanece también en las sociedades que nuestra modernidad llama primitivas. Son las sociedades estudiadas hoy por la etnología -esa sociología de las sociedades anteriores a la sociedad de clases- y de las que la Tradición nos dice que, lejos de ser primitivas, son, por el contrario, restos de sociedades tradicionales que se han salvado parcialmente de los estragos de la modernidad. O sea, sociedades que no se han desprendido totalmente del pensamiento mágico, ¡esa razón superior de los dioses!
Tecnología y decadencia
Un mundo tradicional en el que la relación con la tecnología -necesariamente ligada a la producción y al trabajo- debe entenderse también en sentido invertido. El hombre tradicional, todavía vinculado a los dioses, no necesita la tecnología. Según la Tradición, la tecnología no es más que una suma de prótesis inventadas progresivamente por el hombre para paliar sus dolencias. Pues el hombre padece un declive en el orden de la calidad con el olvido y la pérdida de sus poderes mágicos, ya que se apartó de los dioses.
Así, según la Tradición, el nivel de desarrollo técnico, lejos de ser la medida de la elevación del hombre, sólo es la marca del empeoramiento de su enfermedad: el teléfono así entendido sólo es un magro paliativo de la telepatía, la invención del avión, ¡un pobre sustituto de las alas de los ángeles que nos unían a los dioses!
Desconfianza de las ciencias aplicadas: Grecia después de Egipto
Esta idea del mundo, recelosa de la ciencia aplicada, puede explicar también la extraña relación de la antigua Grecia con la producción técnica. Su gusto por la ciencia per se iba acompañado de una escasa aplicación de las series. Es como si el hombre griego, todavía muy ligado a los dioses, hubiera tenido la previsión de conocer el peligro de lanzarse a la carrera del progreso, conociendo las fatales mutaciones políticas y sociales que conlleva…
Una disociación de lo teórico y lo práctico, que el pensador moderno explica por la teoría más bien corta de la esclavitud: esa mano de obra abundante y gratuita que, según él, no habría hecho necesario el paso al maquinismo.
¿Restricción espiritual o consecuencia práctica? De hecho el griego antiguo -siguiendo a los egipcios de los que aprendió todo- no acompañó sus descubrimientos de las leyes de la naturaleza con el abandono de los dioses. Un momento de frágil equilibrio entre Tradición y modernidad, cosmogonía y cosmología, que podemos llamar, en esta cronología, la edad clásica…
Mitos y nostalgia de los héroes
Sigue vigente una nostalgia por el hombre-dios con superpoderes, y puede explicar el imaginario Marvel y el gusto del pequeño asalariado de las megaciudades por estos superhéroes.
Un universo fantástico considerado por la modernidad como puramente fantástico, pero del cual la Tradición nos dice que si el mito aún resuena en nosotros es porque es la reminiscencia de un pasado real, de una edad de oro o de plata donde los hombres, ahora caídos, eran semidioses…
Difícil de creer, pero comparado con el hombre-mono y el eslabón perdido de una teoría evolutiva finalmente bastante insegura en sus bases, ¡resulta al menos poético y hermoso!
Tradicional, reaccionario, conservador
Así, la Tradición, tal como la pensó y definió Julius Evola siguiendo a René Guénon, debe entenderse como un pensamiento radical, fuera del tiempo histórico. Es un pensamiento que va mucho más allá del pensamiento reaccionario de Louis de Bonald y Joseph de Maistre, que se limitaba a la crítica del progresismo de la Revolución Francesa inspirado en las ideas de Jean-Jacques Rousseau, en nombre de los valores anteriores de la monarquía del Antiguo Régimen.
El término conservador, en cambio, depende más de la expresión política progresista a la que se opone. El Partido Conservador inglés expresa hoy el liberalismo económico frente a la política más socialista del Partido Laborista, mientras que el pensamiento conservador alemán, en el contexto diferente de la República de Weimar, expresaba una forma de fascismo que no tiene nada que ver…
Tradición integral, tradición degradada, modernidad
Del mismo modo, en la concepción tradicional -que puede calificarse de integral- de Julius Evola en la línea de René Guénon, los dos atributos indisociables de lo divino, que son el poder y la espiritualidad, también están indisociados en el hombre-dios.
Así, en esta concepción integral, sólo puede haber dos categorías de hombres: el hombre-dios y el hombre-animal. El que ha recibido el poder y la espiritualidad inseparables de los dioses, como el maná, y el que, apartado de los dioses, se dedica a la materialidad del trabajo y la producción, como una bestia de carga…
En la concepción tripartita tradicional -que por esta razón calificaremos de tradición degradada- el poder y la espiritualidad están ya disociados para dar por un lado el bellator y por otro el orator, el guerrero y el sacerdote. Y, según nos dice la tradición evolucionista, de esta separación, que se convertirá en oposición a lo largo de la historia, surge el avance imparable de la modernidad. El hombre sin Dios, el hombre material, el obrero, toma poco a poco el poder sobre los otros dos, a causa de esta separación, que se ha convertido en oposición entre el noble y el sacerdote, la monarquía y la Iglesia…
Una lenta degradación que, partiendo de la Tradición integral, va a caer así, primero en la ya degradada tradición tripartita del Antiguo Régimen, para hundirse finalmente, ineludiblemente, en el poder actual de la burguesía…
CAPÍTULO III
MODERNIDAD
Dar sentido por los objetivos y el progreso
El mundo radicalmente antimoderno de la Tradición lógicamente nos obliga a esta segunda pregunta, igualmente radical: ¿qué es la modernidad?
Siguiendo a Pero Grullo: la modernidad es lo contrario de la Tradición.
Significado a través del movimiento hacia la meta
No el dar sentido a través del origen, la estabilidad, sino el dar sentido a través del propósito, el movimiento. Un movimiento no considerado como degeneración, pérdida de energía, sino como progreso, ganancia, aumento, complejización y organización…
Así como la idea pesimista de la Tradición puede encontrar su justificación científica en la entropía, la idea moderna de progreso encuentra lógicamente la suya en la idea del big-bang (enunciada por primera vez en 1927, en oposición a la teoría del universo estable de Einstein, por el astrofísico belga y canónigo católico Georges Lemaître). Es decir, partiendo de un magma indiferenciado de densidad infinita y organización casi nula, para desplegarse en el tiempo, por recombinaciones sucesivas de formas cada vez más diferenciadas, numerosas y complejas. Una dinámica que parte de una casi nada caótica e informe para terminar en un todo cada vez más vasto y organizado. Una visión que también da cabida al mundo orgánico de la partenogénesis, o multiplicación por división…
De menos a más
Hay dos visiones, la física y la orgánica, y esta es la que nos permite pensar que en el universo podemos ir de menos a más, principio de organización contra principio de desorganización, contra la idea opuesta y tradicional de entropía.
Pues la física nos dice que la entropía requiere un precedente organizativo, la organización precede necesariamente a la desorganización, que no es inorganización (igual que la disimetría no es asimetría).
E incluso si un principio inicial, aunque sea tenue, debe inscribirse necesariamente en el caos original (se plantea la espinosa cuestión del diseño inteligente, que no debe reducirse al creacionismo), no podemos deducir rigurosamente de ello la superioridad de la concepción moderna del mundo sobre la visión tradicional, ¡pues la Tradición niega esta preeminencia del pensamiento materialista y físico en favor de la voluntad de los dioses!
Derecha e izquierda
Entonces, ¿tradición o modernidad? ¿Progreso o degeneración? ¿Conservación y tradición o transformación y progreso? La dualidad está ahí, originalmente planteada: ¡era mejor ayer, o será mejor mañana!
Dos sistemas de valores que se habrían sucedido para mal según la Tradición, para bien según la modernidad, pero que constituyen en el mundo de las ideas un par de valores antagónicos permanentes que se excluyen radicalmente, incluso se engendran recíprocamente, para fundar las ideas de la derecha y de la izquierda tomadas en sus raíces, así como sus declinaciones: aristocracia y democracia, nostalgia y utopía, decadencia y progreso, mando y trabajo…
Hombre-dios u hombre-simio : el Hiperbóreo contra Lucy
Así, en perfecta coherencia y oposición, la Tradición busca el origen del hombre en Hiperbórea, un Polo Norte mítico habitado por dioses-hombres blancos de los que seríamos la descendencia degenerada. Este mito lo validaban los griegos antiguos como una realidad histórica.
La modernidad pretende encontrar el origen de la humanidad en el Sur, en Lucy, una pequeña hembra simiesca descubierta en 1974 por el paleontólogo Yves Coppens en Etiopía ¡y bautizada con el nombre de los Beatles!
A la derecha: hombre-dios blanco del lejano Norte, a la izquierda: mujer-simia de África, ¡no podrían estar más alejados!
El africano sería nuestro antepasado, pero muy cercano al mono.
Una teoría evolutiva oficial, no mucho menos nebulosa que su opuesto mítico tradicional, y que cayó en el momento justo para halagar al africano en el momento de la descolonización. Un halago muy ideológico y no menos ambiguo, ya que al hacer del hombre negro el ancestro común de toda la humanidad, al tiempo que se valida el principio darwiniano de la evolución, nuestros modernos ¡ponen al africano muy cerca del mono!
Nacimiento de la razón
La visión moderna de un ser humano, nacido del animal y sin dioses, que debe elevarse por sí mismo de lo primitivo a la civilización mediante el dominio progresivo de su entorno -es decir, la comprensión de los mecanismos de la naturaleza y de sí mismo- nos lleva a dar, siguiendo a Hegel, una definición radical de la comprensión como el paso del en-sí al para-sí.
Es un proceso de descubrimiento, invención y aprendizaje cuyo nombre en la historia no es otro que Razón…
Alain Soral, 2022
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Traducido al espanol por Maria Poumier y publicado originalmente en Red Internacional
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