Rusia después de la victoria de Trump – por Israel Shamir

 

Los rusos se alegraron de la victoria de Trump. Siempre les cayó bien. Rusia es el único país europeo (“blanco”) que prefirió a Trump antes que a Clinton y Harris. En vano, los maestros del marketing explicaron que Trump sería peor para Rusia. A pesar de esto, el pueblo siguió notando que Estados Unidos se encontraba en la misma página histórica que Rusia: negando la ideología progresista; siendo liderado por un hombre serio; en contra de las guerras, a favor del empleo y la paz y del cristianismo. ¡Abajo los travestis y los maricones; abajo la corrección política y las microagresiones! La guerra en Ucrania todavía continúa, pero bajo el nuevo ministro de Defensa Andrey Belousov está convirtiéndose en un éxito. Cada día trae una nueva victoria modesta, y se van liberando unos cuantos pueblos más del interminable Donbass. Es una lucha lenta, ya que Rusia prevalece contra 32 estados de la OTAN, una carga increíblemente pesada para una guerra contra la secesión; en esto se ha convertido la contienda.

Repasemos cómo llegamos hasta aquí

La URSS había sido desmantelada y desposeída por la autoridad del ex presidente Gorbachov y del primer presidente de Rusia, Yeltsin. En ese momento, Ucrania declaró su neutralidad y amistad con Rusia. Con su parte de la infraestructura soviética, la industria pesada y sus 50 millones de trabajadores diligentes, Ucrania tenía recursos más que suficientes para prosperar. Sin embargo, los combativos neoconservadores estadounidenses no estaban satisfechos con esta solución. Querían sangre, dominio de espectro completo, victoria en un juego de suma cero. Transformaron deliberadamente a Ucrania en una amenaza mortal para los rusos, un cuchillo permanentemente apuntado a la garganta de Rusia. Establecieron laboratorios de armas biológicas y construyeron bases militares de la OTAN. Finalmente, comenzaron a estrangular económicamente y acosar violentamente al Donbass, la parte de Ucrania poblada por rusos. El Donbass había sido incorporado arbitrariamente a Ucrania por decisión de las autoridades soviéticas alrededor de 1920, pero siguió siendo sólidamente ruso por su población y su idioma. Tal diversidad no era un problema para una URSS fuerte, pero el débil Estado de Ucrania no podía tolerar ninguna voz disidente.

El presidente ruso, Vladimir Putin, heredó la situación y estaba dispuesto a dejar que Ucrania mantuviera su independencia. Firmó el acuerdo de Minsk, garantizado por Alemania y Francia, por el que Kiev se comprometía a permitir la autonomía del Donbass. Según su costumbre, los mismos neoconservadores incumplieron el acuerdo. Más tarde admitieron que lo habían firmado solo para tener tiempo para rearmar a Ucrania. Kiev también incumplió su propia declaración de neutralidad y amistad con Rusia, que eran parte integral del reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de Ucrania. Ignoraron el llamado de diciembre de 2021 de Vladimir Putin para lograr una paz permanente.

En febrero de 2022, apenas unas semanas antes de la planeada invasión conjunta de Ucrania y la OTAN a Rusia, Rusia inició su Operación Militar Especial en Ucrania. Sus fuerzas se trasladaron rápidamente a Kiev, tomaron el aeropuerto y avanzaron hacia Járkov, una gran ciudad predominantemente rusa. En ese momento, Ucrania pidió la paz y rápidamente se rubricó en Estambul el nuevo tratado de paz ruso-ucraniano. Una vez más, se especificaba la autonomía para el Donbass, la neutralidad para Ucrania y el reconocimiento de la lengua rusa dondequiera que se hablara, pero entonces el primer ministro británico, Boris Johnson, llegó a Kiev y convenció a los líderes ucranianos de que incumplieran este acuerdo y reanudaran la guerra. La guerra siguió adelante con pequeños cambios en la frontera, mientras Ucrania se quedaba sin cientos de miles de combatientes. Al final (algunos podrían decir que inevitablemente) la iniciativa en la guerra pasó a manos rusas, y ahora es fdecididamente suya.

Mientras tanto, Rusia siguió siendo un país pacífico, con excepción de las zonas escasamente pobladas de Kursk, en las que lindaba con Ucrania; el grueso de los combates lo llevó a cabo el ejército profesional ruso, es decir, guerreros bien pagados, y no soldados regulares o tropas movilizadas. Las tiendas rusas están bien surtidas, los teatros rusos están llenos, el pueblo ruso está contento. Y los que no están contentos, tampoco se quejan.

Los rusos suelen aceptar la fórmula estoica: “El clavo que sobresale llama al martillo”. Tanto las protestas como las expresiones de aprobación apasionada del esfuerzo bélico pueden ser castigadas con la misma dureza. El héroe de guerra Strelkov y el pacifista Kagarlitzky, la señora Berkovich (dramaturga judía) y la señorita Kevorkova (escritora pro palestina) se encuentran igualmente en prisión. El alcance de las detenciones no es especialmente alarmante: según las ONG pro occidentales, en total a unos 1.300 hombres y mujeres se les ha llevado a los tribunales por expresar todo tipo de disenso. A modo de comparación, esta cifra es diez veces menor que la lista actual de 13.000 presos políticos de Ucrania. Aun así, preocupa a los periodistas, que están haciendo todo lo posible por no convertirse en el próximo clavo por martillear.

Esta estadística mejoró con una ola de migración desde Rusia en 2022: las personas que se encontraron en desacuerdo con la guerra votaron con sus pies. Mientras estaban en el extranjero, algunos de ellos publicaron opiniones contra la guerra y luego se mostraron reacios a regresar a casa. Muchos de los emigrantes se mudaron a Israel y obtuvieron la ciudadanía israelí. Cuando estalló la guerra entre Israel y sus vecinos árabes, estos refugiados rusos en su mayoría apoyaron el genocidio en Gaza, demostrando así que no eran pacifistas, sino simplemente enemigos proisraelíes y prooccidentales de Rusia. La autoexpulsión de estas personas ayudó a Rusia cuando las autoridades rusas expresaron su cauteloso apoyo a Palestina: esta medida se aprobó sin controversia pública.

Como todos los países desarrollados, Rusia tiene la maldición de contar con un fuerte lobby israelí, bien arraigado en la esfera cultural; pero al menos en Rusia es menos poderoso que en los Estados Unidos y el Reino Unido. Con el paso de los años, los miembros más activos del lobby judío se fueron a Israel, diezmando su número. Aun así, lo que queda es lo suficientemente fuerte como para bloquear todas las publicaciones de cualquier sentimiento pro palestino. No es sorprendente que el lobby israelí domine en Ucrania. Casi todos los oligarcas y figuras de los medios ucranianos son de origen judío. También están totalmente en contra de Trump.

A muchas personas de todo el mundo les sorprende que los judíos de Estados Unidos voten por los demócratas, aunque Trump claramente era mejor para Israel. Aquí hay un gran secreto escondido. Todas las naciones naturalmente encuentran a los judíos problemáticos, y los judíos, como verdaderos judokas, han aprendido a canalizar este sentimiento a su favor. ¿ Estás en contra de los judíos? Entonces deberías apoyar a Israel, dicen. Los desfiles gay en Tel Aviv son obviamente antijudíos, ya que se basan en la negación de los valores judíos tradicionales ( shlilat ha-golah , en hebreo). ¿Estás en contra de Israel? ¡Entonces apoya a los judíos! Los rabinos conservadores te cantarán dulces melodías sobre su odio al sionismo. Esta táctica de cara-yo-gano-cruz-tú-pierdes no es una idea nueva: en la década de 1930 del siglo pasado, Adolf Hitler y Benito Mussolini discutían al respecto. Este último recomendó que se aceptaran a fascistas judíos como Jabotinsky como aliados. Hitler se opuso. Más tarde, Benito descubrió, para su pesar, que tales aliados le fallarían en los momentos más inoportunos.

Hoy en día, la fórmula se ha simplificado: los nazis apoyan a Israel, los progresistas apoyan al judaísmo internacional. Y no queda nadie que esté en contra de ambos. Esta alquimia de divide y vencerás funciona mientras los judíos e Israel sigan siendo horribles. Algunos son lo suficientemente valientes como para admitir que los sionistas son criminales, pero inmediatamente se arroparán con corrección política, demostrando idolatría hacia los judíos. La opinión contraria también es válida: los judíos son un problema que necesita ser resuelto y el Estado de Israel es la solución. Se trata de una estratagema dialéctica elemental, pero incluso Hitler cayó en la trampa, por ser enemigo de Cristo y de su Iglesia. Así, apoyó a los judíos en su principal tarea: su lucha contra Cristo.

El presidente Vladimir Putin expresó con claridad cómo les gustaría a los rusos ver el mundo en su memorable discurso en la conferencia de Valdai. Los lectores de unz.com pudieron vislumbrarlo en el artículo de Pepe Escobar (retomado en español aquí): Putin abogó por un mundo sin hegemonía, sin facciones internacionales, sin juegos de suma cero, con plena soberanía e independencia para todos los Estados. Esto es muy diferente de lo que tenemos actualmente y resulta ser una inversión de los planes de los neoconservadores. Pero esa es la actitud operativa rusa: la practican en sus relaciones con China y les gustaría disfrutar de una relación de trabajo igualmente eficaz con los EE. UU. Para ellos, MAGA está bien; dejemos que los EE. UU. sean grandes, siempre y cuando no utilicen esa grandeza para aplastar a otros estados independientes. A los EE. UU. ya no se les permitirán la hegemonía global y las cadenas militarizadas de naciones satélite. Hagan lo que quieran en casa y no interfieran con los demás.

Por eso los rusos ven con buenos ojos la victoria de Trump. Piensan que él también está batallando por ellos, deshaciendo los planes de acaparamiento mundial de la judería internacional y su filial totalmente controlada, que son los demócratas. Todo lo que haga dentro de Estados Unidos es asunto suyo, y el pueblo ruso está plenamente dispuesto a disfrutar del espectáculo de sus maniobras políticas.

Los rusos ven la victoria republicana como si los estadounidenses se hubieran librado de sus cadenas sionistas. Se preguntan por qué tantos estadounidenses están totalmente cautivados por la narrativa judía; discuten la manera en que la ADL gobierna sus mentes; debaten, sotto voce, por qué Estados Unidos está dispuesto a gastar toda su riqueza en Israel. No pueden dejar de notar que los hombres estadounidenses están circuncidados y que es la patria del sionismo cristiano. La actitud rusa hacia el judaísmo es la de la Iglesia: Sicut Judaeis Non (“no se haga según los judíos”). Ni dañamos a los judíos, ni permitimos que nos dañen. Los rusos sienten un modesto respeto por los judíos como el pueblo del Antiguo Testamento. Admiran las historias de valientes hebreos que luchaban contra la influencia imperial romana, pero no se pasan hasta el punto de permitir que los judíos desmantelen Rusia por segunda vez.

Rusia ha resistido la guerra de la OTAN en Ucrania sin padecer. Mientras tanto, vio cómo las principales ciudades de Estados Unidos y el Reino Unido se veían sacudidas por una violencia de izquierdas “mayoritariamente pacífica”, en gran medida liderada por organizaciones judías como Black Lives Matter. Para los rusos, la victoria de Trump significa el fin de la violencia progresista en Estados Unidos, y tal vez también en el extranjero. ¡Ya veremos! Este es un momento emocionante para los comentaristas reflexivos. Hay tantos matices por explorar, tan cuidadosamente ignorados por los medios de comunicación dominantes. El silencio dinámico nunca ha estado tan lleno de agujeros.

 Israel Shamir, 17 de noviembre de 2024

 

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