Covid: Del miedo inoculado al despertar de la razón – por Sébastien Renault

Acerca de las manifestaciones anti-covidistas en Francia

“Lo único que necesita un gobierno para convertir a las personas en esclavos es el miedo. (Hermann Göring)

El infame líder del movimiento nazi, uno de los principales protagonistas del estado policial nazi en Alemania, continuando la cita anterior en el juicio de Nuremberg, añadió:”Si puedes encontrar algo que les asuste, puedes hacer que hagan lo que quieras”.

El tecnocratismo covidista, la terapia experimental de masas, el apartheid sanitario y la instauración de una dictadura higiénica son hoy sinónimos de una misma realidad en Francia, iniciada por el golpe de Estado constitucional macronista del 12 de julio.

Uno de los méritos del corona-circo estatal en la que vivimos desde hace más de 18 meses es haber sacado a la luz, para los que aún vivían ilusionados, la verdadera cara de la supuesta democracia igualitaria de nuestras sociedades.

  1. Las contradicciones del covidismo

En un régimen estatal covídico-higiénico, los individuos no son más que componentes de un gran hormiguero social, una forma totalitaria del ideal igualitario, que es por definición antiliberal. La primacía colectivista se convierte en sinónimo de virtud y “seguridad para todos”. La libertad “egoísta” del individuo recalcitrante –por tanto, “extremista” y, en última instancia, “conspirador”–debe ser sustituida a toda costa, nos dicen, por la solidaridad ciudadana, parodia odiosa de la “comunión de los santos”. La omnipresente preocupación por el conformismo colectivo marca el advenimiento de este social-estatismo sanitario como sustitución de la auténtica teología católica del Cuerpo Místico de Cristo, en el que los miembros, mutuamente unidos, participan por igual de la libertad soberana de su divina Cabeza, Cristo Rey. Por ello, los cristianos son ellos mismos, de facto por virtud bautismal, “sacerdotes, profetas y reyes”, y por tanto titulares de una soberanía irreductible a cualquier desviación colectivista covidiana de la doctrina social de la Iglesia.

Las grandes amenazas civilizatorias que pesan hoy sobre el covidado mundo occidental provienen, en primer lugar, del veneno primordial que se esconde en el fruto de la democracia igualitaria anticatólica -anticatólica por definición, ya que el catolicismo premodernista no es ni democrático ni igualitario, sino jerárquico, basado en un orden sagrado, requisito para la concordia de los pueblos y el ejercicio equilibrado (razonable, por tanto responsable y justo) de las libertades de los miembros constituyentes de lo que antaño se llamaba cristiandad. Este veneno se ha abierto paso a través de la metamorfosis de las sociedades liberales cada vez más postcristianas, hasta obligarlas subrepticiamente a dejar de producir ciudadanos liberales, en el sentido filosófico-moral estricto del término.

Bajo la influencia de la dictadura sanitaria contra la que el pueblo francés se está levantando por fin ¡por millones!, los neodemócratas del provisional iberalismo impulsan una visión del mundo basada en el rechazo de las viejas aspiraciones liberales. En ese marco, la justificación teológica de la rectitud de los individuos propiamente soberanos y racionales vuelve a estar en el punto de mira del moralismo oficial, que sigue declarándose liberal aunque se está volviendo colectivista, retransmitido también por los mascarones de proa del falso “catolicismo” [1] en prácticamente todas las diócesis del mundo [2].

El orden “liberal”, en una democracia igualitaria “Todos Contra el Covid”, se plasma ahora en toda una serie de objetivos y sentimientos colectivos dogmáticos con pretensiones religiosas; estar “vacunado” es ser “caritativo” con el resto del mundo, etc. La resistencia genuinamente liberal, especialmente reacia a la inicua imposición de inyecciones experimentales en fase de ensayos clínicos, se convierte, por el contrario, en una forma de ofensa inaceptable contra este atrevido orden unitario al que sólo los notorios “conspiranoicos” se oponen, según reza la propaganda oficial.

El advenimiento totalitario del monstruo estatal covídico manifiesta providencialmente las contradicciones que ya habitaban en un liberalismo al final de su vida, en una batalla interiorizada contra sus propios principios viciados y descristianizados. El paso de los ideales liberales a la tiranía actual de la aplicación de las medidas demenciales de la “guerra contra el Covid” a toda una población abre el camino para un retorno inspirado y reconstructivo -a las raíces cristianas- de la auténtica sociedad civil. La descomposición del alma liberal por el consumismo desenfrenado y la mercantilización generalizada que le sigue inevitablemente tiene su origen en la mentira programática del proyecto relativista absolutizado. Al reducir la noción ontológica de verdad a la de “valor”, el relativismo programático epistemológico y político acaba dando lugar al vacío espiritual que paradójicamente encarnan nuestras sociedades liberales contemporáneas en decadencia. La conformación del mundo posmoderno descansa enteramente en este esfuerzo artificial de construcción relativista de valores post-ideales, virtualidades generadas en respuesta a la deriva cientificista de la Ilustración y a la ilusión lingüística de una superación positivista de la metafísica.

  1. La inoculación del veneno

Es en este marco filosófico donde surge naturalmente el árbitro ilegítimo, encarnado por la necesidad para el Estado todopoderoso de intervenir y legislar sobre sujetos virtualizados, atomizados y relativizados. En este marco filosófico politizado, el Estado tecnocrático aplica hoy el programa de inoculación (con las mal llamadas vacunas occidentales que afectan nuestro patrimonio genético) obligatoria del pueblo, una pasta humana sin más valor que el que le otorga el Estado, según su implacable lógica colectivista.

Pero ese ejercicio de poder de la Bestia estatal para “resolver la crisis sanitaria” no podía durar. Bajo la presión de una maquinaria tanto propagandística como inconstitucionalmente brutal, las autoridades gubernamentales se esperaban que los pobres súbditos estupefactos y lobotomizados por el miedo mediático juzgaran la realidad del fenómeno Covid sólo según los criterios de las medidas restrictivas que se les han impuesto arbitrariamente durante más de año y medio de covidismo forzoso e inconsistente.

Ahora, en respuesta a esta violencia que busca a toda costa la neutralización del individuo racional y libre, el pueblo está despertando y se permite cuestionar abiertamente la integridad de los poderes públicos, de los representantes elegidos de la coercitiva República Francesa, de los expertos no elegidos de un tal “consejo científico” unilateral, sin olvidar, por supuesto, a las prostitutas de la peor calaña, que son los propagadores mediáticos del pensamiento único más insoportable.

Si una minoría decidida desconfía, en nuestros países, de la supuesta vacunación, y se niega al chantaje estatal “si no te vacunas, te negaremos el pasaporte sanitario y no podrás trabajar ni salir a ningún lado”, es porque percibe una estafa enorme, que tiene que ver con nuestra salud, y además con nuestra salud mental. Tanta insistencia para que nos dejemos pinchar nos dice “aquí hay gato encerrado”.

Pero el sistema inmunitario del Estado aún no ha llegado al final de su propia resistencia a la razón, la justicia y la sabiduría popular. Una nueva demonología se impone, con “estrellas” que expresan su indignación –Alain Souchon, Patrick Chesnais, Rapaël Enthoven etc.–  contra las manifestaciones masivas de resistencia al “pase sanitario”, manifestaciones que se organizan cada vez más sobre la base de un extraordinario aumento de la conciencia en reacción contra la propaganda.

Sin embargo, y esto es lo que hay que explotar al máximo en estos tiempos de relojería civilizatoria, la dislocación del mundo covidiano por la conciencia popular está asustando verdaderamente al sistema de mentiras sobre el que se ha construido desde el principio. Una vez que la narrativa mitómana del Estado y su permanente “estado de emergencia sanitaria” se han erosionado de forma irreversible, ¿qué puede hacer el autoritarismo burocrático gubernamental ante el gran estallido de un pueblo ahora cada vez más unido para bloquear la imposición de los vergonzosos excesos de la institución “democrática”?

El hecho básico es éste, y constituye un hecho implacable de lo que se llama globalismo: ya no hay Estado de Derecho en Francia. Todos los que todavía son capaces de pensar lo saben, y aquí no estamos enseñando nada a nadie. Cuando el poder del Estado y el poder de las multinacionales colaboran tan estrechamente que convergen en un único Leviatán, simplemente ya no existe una sociedad liberal. En el esquema del uso tecnocrático del gobierno, que define precisamente nuestra propia situación de sometimiento contemporáneo al fascismo del poder digital googliano en cualquier lugar del planeta, no somos más que vulgares códigos QR, números en máquinas de votación algorítmicas y amañadas, vertederos de Big Pharma, ofrendas humanas en el gran Altar Neopagano de la diosa Gaia… Este sistema hegemónico y deshumanizado, totalmente sometido al control de las altas finanzas, es un sistema que tiene por objetivo nuestra enajenación, que revoca progresivamente la libertad fundamental. Su suelo es la democracia; su despliegue, el de un totalitarismo arborescente. Esto se confirma con la configuración sanitaria que ahora es omnipresente, con el pretexto de proteger al pueblo: reina a través del miedo. Es este reinado el que hoy vemos que empieza a desmoronarse, por el despertar de una conciencia colectiva racional que había sido vergonzosamente amordazada durante meses de deriva estatal.

  1. El reino del miedo y el cortocircuito de la razón

Es este reino del miedo y de la estupidez institucional el que debemos animar decididamente a todos los franceses y a todos los pueblos del mundo a despreciar soberanamente, en nombre de la razón y de la sagrada libertad de la que el hombre es depositario por elección, sí, por elección divina -algo de lo que la roca Gaia y todas las demás criaturas infra-racionales carentes de la más mínima libertad nunca, jamás, podrán presumir, algo que es urgente recordar de paso, señores y señoras ecologistas infantiles.

En el mundo real, el virus del SARS-Cov-2 nunca ha justificado las medidas totalitarias y liberticidas de control social que hemos visto imponerse en Francia y en casi todo el mundo, bajo los efectos de una fiebre mediática alarmista sin parangón en la historia de las civilizaciones.

Desde el principio de la mascarada covídica, se introdujo el miedo en el “debate” para controlarlo al máximo en las esferas mediáticas, según la técnica perfectamente resumida por Göring en el exergo de este texto.

El efecto de esta inoculación inicial del miedo fue neutralizar las opiniones discrepantes, desacreditadas como “conspiracionistas”. Beneficiándose de la ayuda siempre servicial del filtrado (o censura) unilateral de los medios de comunicación, la narrativa del poder pudo así imponerse sin demasiada resistencia por parte de la población, que en un principio se vio aturdida ante los primeros deslices gubernamentales hacia la coacción colectiva indefinida.

Rápidamente, el complejo político-gubernamental y científico-mediático consiguió infundir un pánico covidiano tan avanzado en todos los niveles de la vida sociocultural que la desorientación y la histeria colectiva se impusieron sobre la racionalidad en la toma de decisiones. La domesticación moral del hombre covídico debía asegurarse mediante la instrumentalización de la ciencia, la confiscación política de la gestión de una epidemia tan banal y peligrosa como un virus de la gripe, el abandono “sanitario” de las libertades y el mantenimiento perpetuo de la psicosis paranoide covídica.

La regresión de la razón era la condición sine qua non para aceptar, con el pretexto de preservar la salud pública, un sistema represivo que nunca ha tenido nada que ver con la neutralización del SRAS-Cov-2 en Francia.

También era necesario ratificar la represión asegurando su interiorización mediante sofismas moralizantes. Para ello, se infantilizó a los franceses repitiendo falsos discursos sobre la “responsabilidad personal” de cada individuo para actuar “en solidaridad con los más vulnerables”, mientras que los moralistas en el poder imponían a esos mismos franceses el despojo de su capacidad de tomar decisiones debidamente responsables, es decir, libres e iluminadas por la razón y la ley natural.

  1. La discriminación y la división como métodos de gobierno

Después de meses de abuso de poder y de medidas autoritarias irracionales que han dado lugar a encierros generalizados, toques de queda absurdos e infantilizantes, el ensañamiento con las pruebas diagnósticas PCR engañosas, que sirven para mantener estratégicamente el miedo colectivo y fabricar falsos pacientes, la implantación de la trazabilidad digital discrecional, el uso de mascarillas asfixiantes que se han hecho obligatorias en todas partes, ¡ahora tenemos un pasaporte discriminatorio! En esta nueva fase del gran coronacirco político, hemos llegado a la imposición estatal del “pase sanitario” que se nos pregona como un pase (como el pase de los privilegiados para entrar a tal o cual lugar privado y anhelado) para la nueva libertad. Admira el sofisma – y el hecho de que aún pueda pasar desapercibido: la implantación de un régimen de libertad condicionada para toda una población en nombre de su seguridad y liberación, a cambio de la instauración definitiva de una sociedad de vigilancia que ingenuamente creíamos prerrogativa de las películas de ciencia ficción.

Detrás de esta insoportablemente inepta argumentación gubernamental, identifiquemos la palabra clave del implacable plan de acción covídico, adornado con toda la buena conciencia del mundo. Desde el inicio del gran mierdero político-sanitario, este plan de acción ha seguido ejerciendo su efecto intelectualmente pernicioso sobre un número de mentes que han sido llevadas al umbral de asentir al totalitarismo: se trata de sacrificar el individuo a la colectividad, siendo ésta concebida, en toda la lógica totalitaria –que la mayoría de sus seguidores ignoran hoy–, como el “innegable” bien supremo. Esto sería ciertamente defendible si los hombres, en lugar de serlo, fueran insectos –organizados, por ejemplo, en enjambres de abejas o colonias de hormigas.

El endurecimiento de las medidas de sometimiento y control sanitario de la población por un virus poco devastador en términos de mortalidad, demuestra claramente que la Bestia del Estado no persigue ningún fin médico altruista para proteger a nadie más que a sí misma. La crisis sanitaria y su mantenimiento benefician, sobre todo, al refuerzo del poder arbitrario de la Bestia, por tanto a la extensión calculada de su totalitarismo insaciable, incluso y sobre todo cuando avanza disfrazado. Por lo tanto, la irracionalidad de la gestión de dicha crisis nunca fue fruto de la casualidad. A los ojos de la Bestia, es ante todo una herramienta de gobierno, más allá de la incompetencia de sus títeres políticos más visibles y autocontradictorios.

El fanatismo covídico que hoy amenaza el derecho natural y las libertades constitucionales de los ciudadanos ataca directamente los fundamentos de la civilización. Gobierna por el miedo, por la irracionalidad, por la paranoia atacando a los demás, por la novatada sanitaria, por la unidimensionalidad liberticida, por el control tecnocrático metaconstitucional.

En este sentido, será muy útil consultar al grupo de abogados franceses que han firmado una reciente tribuna [3] en la que exponen un riguroso argumento jurídico contra la vacunación obligatoria y el “pase sanitario”. Dicha imposición , validada ampliamente el 5 de agosto por los “Sabios” del Consejo Constitucional, contraviene el código del derecho positivo francés (como contraviene el código del derecho internacional, véase el Código de Nuremberg que prohíbe la experimentación científica con seres humanos, el Convenio de Oviedo sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina, etc.). Es urgente sensibilizar a la población sobre sus derechos fundamentales frente a la represión en curso que se pretende normalizar en casi todas partes, especialmente en Francia, con el argumento (mentiroso) del “interés general” — según una lógica de cosificación del individuo, de despojo de sus derechos naturales, de proporcionalidad “moral” sofística, y de justificación del totalitarismo como único recurso frente a un virus con una tasa de mortalidad de alrededor del 0,03% en Francia, y del 0,15% a escala mundial.

Renunciar a vivir sometiéndose pasivamente a la decadencia civilizatoria promulgada hoy por la Bestia del Estado totalitario en nombre de su lucha contra la libre circulación de los agentes patógenos, es señal de la más estricta locura. Protegerse del virus, cueste lo que cueste, es el nombre de esta locura. La negativa del Estado a someterse al orden de la razón para imponer el orden de la sinrazón, su arrogancia antipatogénica unidimensional, su desmesura ejecutiva y su tecnocracia político-médica merecen, más que la indignación unánime del pueblo, una implacable desobediencia virtuosa.   Más que un derecho, tenemos que ejercer nuestro deber de desobediencia civil, de resistencia a la tiranía de la sinrazón (anticipemos la contraofensiva gubernamental: ya están insinuando que si la “pandemia” se mantiene a pesar de la vacunación masiva, es por culpa de los que se niegan a vacunarse. A estos se les impide el acceso al trabajo, al transporte y a cualquier actividad pública, y además se incita a los demás a denunciarlos y/o lincharlos).

5.El despertar transcultural de la razón ante la suspensión del Estado de Derecho

El expolio de la libertad de todo un pueblo con el engañoso argumento de garantizar el bien común que son la salud y el bienestar  sólo puede durar un tiempo. Ante el aval del gobierno a la imposición de un salvoconducto segregacionista inconstitucional, la razón se despierta hoy y se expresa inexorablemente a través de un enorme levantamiento del pueblo francés, de hombres y mujeres de todas las categorías sociales y afiliaciones políticas.

La mentalidad cautelar , de prudencia extremada, llevada al extremo de la búsqueda, a toda costa, del “riesgo cero” –mentalidad que prevaleció especialmente en el momento de la imposición indiscutida de las medidas insensatas de confinamiento prolongado–, fue curiosamente contrarrestada con el lanzamiento de la terapia genética masiva presentada como “vacunal”. De repente, invocando la inocultable “prioridad nacional”, el principio de precaución deja de aplicarse y el gobierno se cree autorizado a pasar por encima de toda razón y ética médica.

Cabría pensar que las incógnitas ligadas a la concepción y distribución de un producto sintético en fase de ensayo clínico debían llevar al menos a la prudencia a un Estado tan dedicado a la protección de los ciudadanos como los Estados modernos. No fue así –por razones no declaradas de asociación de intereses entre el gobierno y las grandes industrias biofarmacéuticas, principalmente Pfizer/BioNTech–, ni siquiera inicialmente del lado de la población, ya que la “vacuna” globalista fue objeto de una palpable expectativa “mesiánica” en todo el mundo.

Pero el absolutismo gubernamental de la erradicación vírica, como forma social de “salvación” basada en la “vacunación” masiva, ya no es aceptado unánimemente por quienes se supone que se someten a él, sin discusión, por el “bien colectivo” -que se supone que tiene más peso que la salvaguarda del bien privado –mediante la magia del secuestro sofista de la teología del Cuerpo Místico, ya comentada. El intento de obligar a las personas racionales, libres y responsables a someterse acríticamente a una mentalidad ruinosa y totalitaria de precaución absoluta no podía esperar llevarse a cabo sin la resistencia transcultural que ahora ofrece un pueblo francés sacudido y galvanizado por su obstinado sentido de la justicia y la razón.

El motivo del Estado todopoderoso y de sus “Sabios” decisorios para fingir que la Francia racional, movilizada contra la dictadura covídica, no existe, es algo muy sencillo, y es a la vez una prueba grandilocuente de la impostura acostumbrada: se nos asusta con ¡el nuevo “brote epidémico” por la “variante Delta”! Este microcosmos de estafadores y sofistas gubernamentales desprecia a su pueblo, pura y simplemente. Desde el comienzo de las pruebas PCR, el año pasado, se han convertido en maestros de la confusión mediática, la incoherencia autocontradictoria y el manejo engañoso de las cifras de la epidemia, sin distinguir entre las personas que dieron positivo, los pacientes infectados confirmados y los que están realmente enfermos… En el momento de escribir estas líneas, las cifras oficiales de vigilancia virológica de Francia [4] no revelan nada que se parezca ni remotamente a un “brote epidémico” –lo que la metáfora del “brote” sugeriría que es similar a una progresión de curva exponencial, pero no ocurre nada por el estilo; véanse también los gráficos y mapas generados cada semana a partir de los datos de 29 países participantes [5])

Obsérvese que las mentes dominadas por el terror covídico admiten, obviamente, que el contagio fluctúa con los variantes mutantes –cuya presencia anula el poder inmunizador de su “vacuna” en los ensayos clínicos. Pero curiosamente ignoran el hecho -por muy significativo que sea para la estimación del peligro real de una epidemia- de que la letalidad (= el número de muertes dividido por el número de casos diagnosticados), por su parte, apenas varía. Esto es así desde hace más de un año, y no puede atribuirse a la supuesta protección por las inyecciones génicas experimentales que nos convierten en productos OGM, (las campañas de vacunación masiva han empezado tardíamente, y no están dando los resultados esperados).

Mientras el pueblo despierto se posiciona en una actitud de contraataque pacífico y racional, ante el agravamiento de la dictadura sanitaria, ha llegado el momento de que el poder público se movilice asiduamente contra ellos para aplicar el protocolo sanitario urdido por los (ir)funcionarios políticos y sanitarios, mientras se entregan a los sofismas propios del poder. Así, según Jean-Baptiste Djebbari, Ministro de Transportes en Francia, “La lógica del pase sanitario […] es preservar la libertad de circulación y fomentar la vacunación”.

La macronía liberticida y sofista continúa su marcha hacia adelante en la perfidia tecno-dictatorial. El pase sanitario, que “preserva” la libertad de circulación y fomenta la “vacunación”, sella de hecho la delimitación de dos categorías de ciudadanos franceses que no tienen los mismos derechos. Es un momento histórico de retroceso civilizatorio y de desnaturalización de la Constitución francesa.

El chantaje gubernamental a la vida normal está, pues, a la orden del día para un gobierno al que no le importa la verdad de los datos en el mundo real y que se hunde en una deriva totalitaria. Una  política que se guía exclusivamente según el Covid encarna la forma dogmática de este declive actual en la locura del poder.

Entre el miedo alarmista y la arrogancia política, la razón emerge hoy con el pueblo de los libres, intacto y fiel a la cita de la preservación de la civilización. El peligro no es el del Covid, que no es más que un virus entre muchos, pues la humanidad ha tenido que enfrentarse a epidemias mucho más mortíferas. En el momento crucial de este “gran reset”, no hay mayor peligro que el que pesa sobre todos los pueblos y que consiste en incitarles astutamente, contra el testimonio de su propia razón y contra la vocación sobrenatural, o sea filial del hombre, a abdicar de sus libertades a cambio de la promesa de una falsa seguridad, sanitaria o no.

  1. Recordatorio: qué pasa con la inyección globalista

El cientificismo autoritario nos dice que es una vacuna, que la reprogramación de las células por ARN mensajero es una proeza biotecnológica de primer orden, que está revolucionando el campo de la terapia antirretroviral, que no hay peligro alguno (o casi), etc., etc.

No obstante, se sabe lo siguiente –cada vez más gente se da cuenta ahora, a pesar de la habitual algarabía mediática y el implacable y sentencioso desprecio de los “árbitros” digitales de la veracidad hacia los hechos– pero conviene repetirlo: la “vacuna” contra el Covid no es en realidad una vacuna, sino una terapia génica experimental, que consiste en la inyección de un ARN mensajero diseñado para inducir a las células del organismo a sintetizar la proteína constitutiva de la espiga del SARS-CoV-2. El objetivo es enseñar al sistema inmunitario a desarmarlo. Cuando las células “vacunadas” comienzan a sintetizar la proteína de la espiga en varias partes del cuerpo, otras células del sistema inmunitario detectan realmente que esta proteína extraña no debería estar allí. El problema es que los picos generados de este modo se abrirán paso hasta la enzima convertidora de angiotensina 2 (o ECA2) y provocarán gradualmente microcoágulos en el interior de los vasos sanguíneos. Este fenómeno de formación, en diferentes momentos según los pacientes así inoculados, es una cuestión de observación, no de teorías “complosféricas”. Esto se confirma con el análisis de los dímeros D en la sangre, análisis que se utiliza para diagnosticar las enfermedades tromboembólicas.

Algunos detalles más sobre el óxido de grafeno, que mencionamos brevemente en dos entrevistas publicadas en Internet a principios de este verano (en francés)). El médico y cirujano José Luis Sevillano, del hospital madrileño de El Escorial [6], junto con el bioestadístico Ricardo Delgado (fundador de La Quinta columna) y su equipo de investigadores, han confirmado la presencia de nanopartículas de óxido de grafeno en cuatro de las principales variantes de la inyección experimental “anti-Covid” a partir de varias muestras de AstraZeneka, BioNtech-Pfizer, Moderna y Johnson and Johnson.

Cabe señalar que, en primer lugar, hay que hacer una aclaración sobre la interpretación de las magnitudes anunciadas inicialmente por el equipo del Dr. Sevillano tras la divulgación de los primeros resultados de sus trabajos analíticos hace unas semanas. Es decir, que los porcentajes estimados del 98% de grafeno se refieren específicamente a la señal de absorción que presenta este compuesto nanométrico cuando se analiza espectroscópicamente.

También es crucial señalar que el grafeno adquiere propiedades magnéticas y, en consecuencia, actúa como superconductor en cuanto entra en contacto con las propiedades biológicas y las temperaturas específicas del cuerpo. En otras palabras, por sí mismo, el grafeno no posee la susceptibilidad magnética que lo caracteriza cuando se asimila al sistema circulatorio dentro del cual manifiesta un novedoso comportamiento magneto-biológico.

Por lo tanto, es posible medir la aparición de varios fenómenos distintivos en pacientes inoculados “contra el Covid”, fenómenos que son distintivos e inducidos por la alta presencia de óxido de grafeno [7] en las inyecciones experimentales más frecuentes:

– una diferencia anormal de potencial eléctrico entre dos sitios del cuerpo (por lo tanto, la inducción de un voltaje anormalmente alto) ;

– magnetización anormal del cuerpo [8] ;

– el almacenamiento de energía en determinadas zonas del cuerpo (especialmente el cerebro);

– superconductividad global del cuerpo (caracterizada por la conducción sin resistencia de una corriente eléctrica y la generación de grandes campos magnéticos).

Todo esto indica que el grafeno, una vez inyectado, viaja libremente por todo el sistema circulatorio cardiovascular (que es un circuito cerrado), en lugar de quedar confinado en el lugar de la inyección (como han afirmado algunos “especialistas”).

Como resultado, los individuos inoculados funcionan como superconductores, emitiendo y recibiendo señales. Dado el hecho detectable y medible de tales señales, también se puede medir su alineación precisa con la radiación 5G. Esto se debe a que la longitud de onda electromagnética del óxido de grafeno, tanto su banda de absorción electrónica como su resonancia magnética, se alinea precisamente con el espectro electromagnético de la banda de tercera frecuencia de la radiación de las tecnologías 5G. La extraña concordancia entre la extensión del uso de la red 5G en todo el mundo y los millones de personas ya inyectadas hasta la fecha con varias dosis de sintéticos saturados de grafeno parece difícilmente casual.

En estas condiciones, suponiendo por un momento que esta información pudiera llegar a las autoridades y organismos de salud pública, todavía receptivos y responsables, cabría preguntarse, entre otras cuestiones retóricas, por qué esta urgencia cada vez mayor de inocular a todos los niños con un producto supuestamente destinado a combatir el SARS-CoV-2, ¡si nunca mueren por ello! Sería, como repite una y otra vez la narrativa proteccionista “ilustrada”, “para proteger a los que están en riesgo” (¡aunque ya han sido “vacunados”!) en virtud de su pertenencia a la población de riesgo (los que son, con mucho, los más viejos y los que sufren diversas formas de comorbilidad). Aprovechando las premisas de los defensores de la terapia génica en todo el mundo, el gobierno francés se prepara para poner en marcha, a partir de septiembre, una gigantesca operación de “vacunación” en las escuelas al inicio del curso escolar, una operación inoculación de la juventud para “salvar a los octogenarios y nonagenarios”, mientras mantiene a los niños amordazados en la escuela durante otro año de gran delirio covídico gubernamental.

Si se extiende la operación a todos los países de la Unión Europea, a excepción de Suecia, que sigue gestionando esta locura de la forma más inteligente posible, no es difícil entender que el dividendo farmacéutico ascenderá fácilmente a varios miles de millones de euros.

Conclusión: el juicio de las generaciones venideras

La instrumentalización del miedo y el arte de manipular la amalgama con fines totalitarios son parte integrante de la gobernanza tecnocrática y centralista que funciona hoy bajo la apariencia de “democracia”. El tema de la emergencia climática utiliza la misma táctica. La crítica platónica a los sofistas, al uso retórico de conceptos vacíos que crean la ilusión de una sustancialidad que no tienen, es de sorprendente actualidad.

(Es probable que en realidad el objetivo de vacunar al 100% de la población sirva para que nadie, en los próximos años, pueda imputarle a la vacuna una explosión de cáncer, infertilidad y otros padecimientos graves, opinión de Brandon Smith). La experimentación de las esterilizaciones con ARN modificado se viene aplicando exitosamente desde hace decenios en poblaciones animales dañinas, especialmente los insectos, pero no solamente. Y desde Bill Gates hasta la ONU, pasando por la OMS, se pregona un objetivo “ecologista” unánime: reducir la población humana, especialmente la de los pobres y hambrientos, los considerados sobrantes y desechables.)

Mediante el uso descarado de sofismas, la casta política en el poder pretendía apelar al “sentido de la responsabilidad” del pueblo francés, mientras el gobierno ponía en práctica el unilateralismo liberticida que conocemos, y que vemos culminar hoy con la supuesta conformidad del “pase sanitario” con la Constitución. O sea que reducir a las personas racionales, libres y responsables a un código QR, ¿es compatible con la Constitución francesa?

No se avergonzarán de nada y, en consecuencia, lo intentarán todo. Frente al fantasma del virus presentado como “mal absoluto”, la Bestia monomaníaca busca la masificación “democrática” del pensamiento mediante la presión vacunal y la seguridad sanitaria ilimitada.

En esta aterradora visión del mundo, el responsable que salva la terrible crisis sanitaria pretende ser el Estado. Sus medidas “salvan”. En particular y sobre todo, la “vacuna” que pretende imponer “salva”, e igualmente el “pase sanitario”, ya que permite preservar a las poblaciones “vacunadas” de posibles contaminantes asintomáticos (novedosa apelación, como dicta el sentido común y la razón, para las personas con buena salud).

Sin embargo, está claro que el “evangelio” de la salvación a través de la “vacunación” masiva aún no ha llegado a los confines de la tierra (fuera de Occidente, todos prefieren los remedios tradicionales, a base de ivermectina o, hidroxicloroquina, combinada con antibióticos, zinc, vitaminas, y temen que se les inyecte con productos dudosos, posiblemente esterilizantes, tras otros muchos intentos de esterilización forzosa de las poblaciones pobres del tercer mundo). ¡Ni siquiera hasta los confines de Francia! Parece que una buena parte de la población francesa no está nada decidida a ser tratada como conejillos de indias de Big Pharma y esclavos de dirigentes tan incompetentes como criminales… Resulta injustificable vender las libertades fundamentales del pueblo (y los derechos inalienables en los que se basan esas libertades) por un virus que no supone ningún peligro especial para el 99,9% de la población… Sin embargo, téngase en cuenta que apelar a la lógica más elemental puede que pronto deje de ser legal.

Lo único que quedará, como ya podemos ver en esta fase avanzada del delirio colectivista de nuestras élites buenistas, es la contraofensiva de la desobediencia civil. Vale la pena recordar de paso que hay una base teológica a menudo olvidada para el uso razonable y, por tanto, legítimo de la desobediencia civil. Según Santo Tomás de Aquino, por citarlo sólo a él, si la autoridad de un gobernante es injusta porque es un usurpador, o si decreta y promulga alguna ley inicua y por tanto injusta, los súbditos de esta autoridad civil no están obligados a obedecerle [9].

En las últimas semanas de manifestaciones públicas contra el golpe de Estado macronista del 12 de julio, contra el segregacionismo incalificable y contra la represión higiénica ilegal que le sigue, hemos asistido al habitual festival de mentiras descaradas de los falsificadores mediáticos profesionales. Mientras siguen difundiendo descaradamente cifras que provocan ansiedad, aderezadas con “casos positivos” presentados como “casos de enfermos” –sólo los covidiotas no saben la diferencia–, no informan -lo cual es muy significativo- de la magnitud real de estas protestas crecientes en varios cientos de ciudades de toda Francia [10].

Los fanáticos del lema “proteger a toda costa” –que también son los últimos imbéciles fanáticos de aquello del “cero emisiones de gases de efecto invernadero”, siguiendo los pasos de los payasos decerebrados de Hollywood y de los deportes que pontifican en la televisión y en Twitter en nombre del “altruismo” y de la “protección del planeta”–, al igual que los cuentistas de noticias falsas descaradas, han dejado de habitar el mundo real. Tienen miedo a la vida, a la muerte, a todo, excepto a su propia estupidez… Es realmente difícil de creer. No querer sufrir ninguna enfermedad es una locura. También podríamos dejar de vivir ahora mismo, lo cual también es un desvarío). El objetivo es cero virus, cero emisiones, … Nos han hecho vivir durante demasiado tiempo en el engaño, la cobardía y la inmunización de la razón.

Imaginemos –algo digno de una verdadera meditación–  el día del Juicio Final, la vergüenza que caerá con justicia sobre esta generación, ante el heroísmo de los santos de Dios, y de tantas generaciones pasadas que han tenido que pasar y superar sin un murmullo inmensas pruebas y sufrimientos, cuyo alcance somos incapaces de imaginar.

La explotación del miedo covídico es un escándalo y una infamia, al servicio de la vigilancia, la servidumbre y la infantilización de los pueblos. Y la estupidez que esto sigue generando a diario es la antítesis de la edificación. Que la entereza de muchos franceses en las calles de hoy traiga la victoria sobre el engranaje, el engaño y la dictadura sanitaria, que sólo camufla la pura dictadura.

Y que esta movilización inspire valor donde hasta ahora no lo ha habido.

Sébastien Renault

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Original : https://plumenclume.org/blog/741-de-la-peur-inoculee-au-reveil-de-la-raison

Traducción y agregados entre paréntesis: María Poumier para Red Internacional

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Notas

[1] Revelándose como un sistema de falsificación modernista en cuanto se aplican objetivamente los principios tradicionales de la teología católica, sin ceder a una selectividad espuria.

[2] https://www.washingtonpost.com/religion/2021/03/05/catholic-bishops-vaccine-abortion-fetal-tissue-moral-coronavirus/. Esto coincide directamente con el llamamiento del Papa a las naciones del mundo, con motivo de la Navidad de 2020, para que compartan las nuevas “vacunas” contra el cólera con “todas las regiones del planeta”. Ver el llamado a la “vacunación universal” del representante de la “Iglesia profunda” (la contraparte eclesiástica modernista del Estado profundo), también para contrarrestar “el virus del individualismo radical […] y de los nacionalismos cerrados” aquí: (https://www.vatican.va/content/francesco/fr/messages/urbi/documents/papa-francesco_20201225_urbi-et-orbi-natale.html). En una entrevista concedida a un canal de televisión italiano unos días después, también hizo saber que consideraba la “vacunación” contra el coronavirus una “obligación ética”: https://www.la-croix.com/Religion/Le-pape-incite-faire-vacciner-fustige-negationnisme-suicidaire-2021-01-09-1201134001. Y nuestro desubicado papa acaba de declarar que “vacunarse es un acto de amor”, lo cual a primera vista sólo se explica por una negativa a buscar informaciones científicas honestas, que están al alcance de todos.

https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-08/papa-francisco-coronavirus-vacunarse-campana.html

[3] https://blogs.mediapart.fr/avocats-sante-et-liberte/blog/220721/des-avocats-pour-le-respect-du-droit-et-des-libertes

[4] http://www.sentiweb.fr/france/fr/?page=maladies&mal=25 (para seguir la evolución de la tasa del indicador de Infección Respiratoria Aguda, o IRA); http://www.sentiweb.fr/france/fr/?page=bulletin (para acceder a los boletines semanales de la red Sentinelles).

[5] https://www.euromomo.eu/graphs-and-maps

[6] El Dr. José Luis Sevillano trabaja en Francia, pero se expresa con videos en español (principalmente en la red Vimeo):

https://gloria.tv/post/swiGK3Xri4a42LcqXbYnSmjZ7

COVID-19 Caused by Graphene Oxide: Introduced by Several Ways into the Body – Global ResearchGlobal Research – Centre for Research on Globalization

[7] El óxido de grafeno es, con mucho, el componente más importante de estas inyecciones, por delante del ARN mensajero y los restos de material genético de fetos abortados, y es un importante agente de coagulación.

[8] Todos los átomos de la materia tienen fuentes inherentes de magnetismo en virtud del espín de los electrones, que proporciona el momento magnético. Además, las órbitas de los electrones intraatómicos forman bucles de corriente que inducen naturalmente un campo magnético inherente a la materia. Sin embargo, un conductor determinado, como un superconductor, mostrará un efecto “diamagnético” en función de la variación de un campo magnético extrínseco (que actúa sobre el conductor en cuestión), ya que se generan corrientes sin resistencia en el interior del conductor para contrarrestar las variaciones del campo magnético.

[9] “[…] dicendum quod principibus saecularibus intantum homo obedire tenetur, inquantum ordo iustitiae requirit. Et ideo si non habeant iustum principatum sed usurpatum, vel si iniusta praecipiant, non tenentur eis subditi obedire, nisi forte per accidens, propter vitandum scandalum vel periculum”. (“Uno está obligado a obedecer a los príncipes seculares sólo en la medida en que lo exija un orden fundado en la justicia. Y por lo tanto, si los gobernantes han usurpado, y por lo tanto son injustos, la autoridad, o si sus preceptos son injustos, sus súbditos no están obligados a obedecerlos, excepto quizás por accidente, para evitar el escándalo o el peligro”).

[10] Se atrevieron a hablar de “14.250 manifestantes” (para ser exactos) el sábado 31 de julio en París, donde se celebraron tres gigantescas manifestaciones, de las que aquí se ofrece un breve resumen de un minuto, para restablecer un poco la verdad de los hechos: https://www.youtube.com/watch?v=brOe9KL18ng. 10] Sin embargo, se trata de un movimiento que involucra a millones de personas y que seguirá creciendo y expandiéndose a medida que nos acercamos al final de las vacaciones de verano, independientemente de lo que piense la chusma falsificadora del planeta de las Fake News.

 

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