El proceso de desdolarización y el Euro – por Diego Pappalardo
Estamos en una etapa de transición histórica a escala mundial que presenta, entre sus características distintivas, la desdolarización y la elevación de otras monedas.
La desdolarización segura de la economía mundial es una nueva realidad que se opera a través de la mengua de la participación del dólar en las reservas de divisas de muchos países, en el comercio interestatal, en la base referencial de valores de bienes de precisos mercados, en la interconexión del dólar con monedas nacionales y por la introducción del dinero virtual que propician el cambio de paradigmas financieros y económicos en un mundo cuya economía está con desequilibrios estructurales, desacelerada y encaminada a la recesión y la depresión globales.
Cabe señalar que el proceso de desdolarización viene de tiempo atrás, pero es en la actualidad donde sus indicadores se hacen objetivos y evidentes por el incremento de los hechos que son públicos y por la velocidad de su marcha. También corresponde decir que la caída que el dólar tiene actualmente no es comparable al descenso efectuado en años precedentes.
En efecto, en 1978, la moneda de los Estados Unidos cubría más del 80% de las reservas internacionales oficiales, pero fue bajando a niveles como el dado en 1991, año en el que registró el 46% de las reservas del mundo hasta llegar al 70% en el 2000 –en pleno período del unipolarismo-y bajar de nuevo a un 63,5% en el 2017. El 65% de los dólares emitidos en los Estados Unidos se utilizan diariamente fuera de la superpotencia y prácticamente el 40% de la deuda mundial se efectúa en dólares.
Pero, a diferencia de otros períodos, la desdolarización presente está vinculada a la fragmentación del mundo como un solo mercado por el ahondamiento de la caída de la eficiencia del Capital, el agotamiento de un tipo de modelo financierista –globalista, impuesto en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial; también se encuentran entre las grandes razones, la lógica y las agendas de poder que introducen progresivamente las panregiones monetarias, económicas y políticas en un escenario emergente de multipolarización geopolítica.
Como herramienta de algunos clanes de la Bancocracia Internacional para que funcione como moneda zonal y con la intención de que trascienda el marco regional, la moneda única de la mayoría de los miembros de la Unión Europea, desde su origen, fue impresa en un valor de 1,109,000,000,000 € para que físicamente no perdiese la competencia frente al dólar estadounidense. El euro es usado como signo monetario oficial en 25 estados y microestados, pero lo han rechazado como moneda única países como Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Hungría, Polonia, Reino Unido, República Checa, Rumanía y Suecia.
Facilitada por la caída del dólar como moneda de reserva mundial, la tecnocracia de la eurodivisa volvió a elevar la participación del euro en las reservas internacionales oficiales a un 20,4%, recuperando la carrera alcista, ya que en el tercer trimestre del 2014 tenía un 22,6%, mostrando que tiene como objetivo rivalizar con el dólar, tal y como lo vienen diciendo voces institucionales europeas como Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, para quien el euro tiene que asumir su rol de moneda de reserva internacional y liderazgo en lo comercial.
Por esos motivos, la Comisión Europea expuso un plan para disminuir el uso del dólar en sus transacciones internacionales y blindar la concurrencia del Eurosistema en zonas globales.
El euro ha aumentado su presencia en el sistema de pago internacional SWIFT con un 35% en 2017 y, en 2018, la eurodivisa única siguió siendo la segunda moneda más negociada, obviamente detrás del dólar, con un volumen que supera el 30% del mercado de divisas contra, por ejemplo, un 4% del yuan chino. Al igual que otros años, en 2018, el euro sigue estando entre las 10 monedas de mayor valor del mundo, manteniéndose en el rango de consolidación, beneficiando al poseedor de euros –especialmente al turista- en lugares como la India, Argentina, Brasil, Sudáfrica, Rusia y Turquía, entre otros muchos sitios. En contraste, el euro pierde frente al dólar, el dinar kuwaití, el dinar jordano o el rial omaní.
Algunas de las entidades estatales que estimulan la sustitución del dólar como única moneda de transacción y aceleran la diversificación de la moneda para salirse de la esfera del dólar y proceder con independencia política de Washington, incontrovertiblemente, favorecen al euro con sus movimientos, pero lo hacen transitoriamente ya que tienen otras metas, entre las cuales están el apuntalamiento de sus monedas nacionales o, en el futuro, afianzar otro tipo de moneda que no sean el dólar ni el euro. Por ejemplo, el gobierno de Rusia, cuyo sistema exportador se realiza en un 70% en dólares y un 14% en euros y su estructura importadora paga un 37% en dólares, un 31% en euros y un 29% en rublos, quiere implementar normas para desdolarizar el sistema financiero ampliando el uso de otras divisas y lanzando el rublo en los centros internacionales.
La presencia del dólar en el comercio ruso es mayoritaria, incluso en la relación comercial con China porque tanto en las exportaciones como en las importaciones se facturaron los pagos en moneda estadounidense en 2017 por arriba del 70%.
En Moscú, saben que la tarea es trabajosa y titánica, pero, al parecer, están decididos en ir hacia adelante.
La posición del euro a nivel internacional es lo que ha llevado también al gobierno de Venezuela a decidir que, en su empeño de reemplazar el dólar en las transacciones, el mercado venezolano gire hacia Europa para comerciar en euros, como así también, es cierto, que impulsa mirar hacia Asia para operar en yuanes de manera simultánea.
La República Islámica de Irán también ve de forma atractiva al euro en interés de su arquitectura estratégica para salir vencedora de la campaña de demonización, cerco y aislamiento internacionales que sus rivales han procesado en su contra.
En una contienda monetaria mundial sin antecedentes, el euro redujo su diferencia con el dólar, empero, el Eurosistema es una herramienta de una zona capitalista que tiene problemas graves, intrínsecos y extrínsecos, y cuyo futuro es amenazado hasta por sus propios componentes nacionales que manifiestan ser perjudicados por la moneda única y piden su defunción o que les permitan desligar sus destinos de la eurozona.
Asimismo, en estos momentos, el Eurosistema no garantiza plenamente la cobertura contra riesgos a Estados e inversores privados, lo cual motiva que muchos de ellos prefieran seguir su estancia en la esfera del dólar por temor a perder.
Aunque la desdolarización avanza en un proceso irreversible, el euro no será una moneda hegemónica ni durará por siglos, así lo han entendido los propios banqueros centrales europeos que también están reemplazando las reservas en dólares con el yuan.
Diego Pappalardo, diciembre 2018, Red Internacional
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LA RESERVA FEDERAL COMPLICA A TRUMP
El Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal, de manera unánime, incrementó en 25 puntos básicos la tasa de interés clave, llevándola al rango de 2,25-2,50%, contrariando el pedido del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, para el cual la central bancaria debería acompañar su política económica, dejando de trabajar en su contra por medio de los cambios negativos de las tasas. Esto es difícil de conseguir, casi una misión imposible, por el modo en que está constituida la Reserva Federal con su propia agenda independiente de Washington y al servicio de la Bancocracia Mundial.
En su itinerario histórico que comienza el 23 de diciembre 1913, la Reserva Federal, controlada por los bancos privados, participó en 18 recesiones económicas significativas, creándolas para absorber la riqueza conjunta de los millonarios que no conforman el establishment financiero mundial, de las clases medias y bajas y para participar en la génesis de eventos geopolíticos mundiales que nutran a los procesos fundamentales ideados por la Oligarquía Financiera Mundial.
A partir de la inauguración de la presidencia de Trump, 20 de enero de 2017, la entidad propietaria de la impresión del dólar, incrementó siete veces las tasas de interés con una intención clara de complicar la macroeconomía, por más que el discurso oficial de los banqueros de la Reserva sostenga lo contrario. Esto es así, sobre todo a partir del 5 febrero de 2018, cuando juró el cargo como presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, quien, con su actitud, le ha dicho al presidente norteamericano que él está adscripto al centro planificador de la entidad privada y discrepa con el “Team Trump”, bando éste que está incentivando que la economía real de los Estados Unidos experimente un realce aunque todavía frágil, después de la crisis inducida del 2008-9, con un crecimiento de la producción industrial, una suba en las percepciones salariales que se da luego de casi una década de estancamiento, y una reducción del desempleo acumulado anual, el que, por ejemplo, en noviembre dio un 3,7%, siendo el más bajo de los últimos 49 años.
Antes del último aumento de la tasa de referencia, sincrónicamente, el comité editorial de Wall Street Journal y Donald Trump habían reclamado, respectivamente, a la Reserva Federal hacer una pausa en el proceso del incremento de las tasas para prevenir que, en palabras de Trump,“el mercado se vuelva menos líquido de lo que ya es”, reflejando la preocupación por una factible crisis del mercado de valores, la contracción de la actividad económica, el colapso de fondos de cobertura, el deterioro del índice de consumo y el temor trumpiano para no ser el cordero a sacrificar en las elecciones de 2020 o en una gran crisis financiera desatada por la estructura del Sistema.
Con esta decisión, las organizaciones financieras que componen la Reserva Federal han demostrado, una vez más, que su lógica de funcionalidad no está para hacer grande al conjunto de los asalariados, a los medianos y pequeños empresarios y al país en general. Avalados por la normativa, los bancos privados trasladarán el reajuste de costos a las empresas y a los consumidores comunes, los que tendrán que pagar miles de millones de dólares más en razón de la deuda corporativa y de consumo.
En un marco de desaceleración de la economía global con ampliación de recesiones, y con la superpotencia norteamericana consumiendo prácticamente el doble de lo que produce en el PIB mundial, la operacionalización del diseño trumpista que brega por frenar la declinación de los Estados Unidos para reposicionarlo en el tablero internacional, hasta el momento, no ha aplicado soluciones de fondo porque sus ejecutores no han podido o no han querido romper el esquema de la pirámide financiera, cuyo vértice emitió el mensaje de que no concederá dócilmente partes del pastel a Trump y que prima entre sus componentes, aunque no en la totalidad de ellos, la idea de confrontar con algunos de los clanes capitalistas que entornan a Trump ya que, al fin y al cabo, en el gigante de América hay una confrontación por la participación y el control de recursos y tipos de modalidad que tendrá el Futuro.
Diego Pappalardo, diciembre 2018, Red Internacional