La manipulación unilateral de los medios de comunicación nos condiciona con narrativas falsas
Una de las cosas más extrañas sobre el mundo posterior a la invasión de Irak es cómo los medios de comunicación masivos se han vuelto menos responsables en lugar de más responsables en sus reportajes desde entonces.
En este momento en el Reino Unido hay una campaña de difamación contra Jeremy Corbyn increíblemente viral en todos los medios principales y, por lo que veo, se trata de una completa tergiversación narrativa sin pruebas reales. Las poderosas élites que controlan los medios de comunicación británicos obviamente tienen un interés personal en evitar que el gobierno del Reino Unido se mueva hacia la izquierda, por lo que presentan la narrativa absolutamente demente de que Corbyn es un nazi secreto. Lo siguen repitiendo como si fuera verdad hasta que la gente empieza a creerlo sin sentir ninguna obligación de fundamentar su narrativa con hechos. Observar esto me ha dejado boquiabierta.
Es cada vez más frecuente que se utilicen narrativas sobre amenazas cibernéticas para promover informes de “ataques” y “actos de guerra” que, a ojos del público, no son más que afirmaciones oficiales de expertos de los medios de comunicación que suenan confiables. Hubo una reciente exclusiva de la NBC que fue coescrita por Ken Dilanian, un verdadero activo de la CIA, sobre la amenaza de los hackers que trabajan para el gobierno iraní. La supuesta interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 se compara ahora rutinariamente con el Pearl Harbor y el 11-S, a pesar de que no se han presentado al público pruebas sólidas y verificables de que esa interferencia haya ocurrido siquiera.
Aaron Maté: Esta campaña del Reino Unido para calumniar a Corbyn como antisemita se ajusta al viejo manual de tácticas contra aquellos que defienden los derechos de los palestinos, amplificado por los neoliberales que también odian la agenda progresista de JC. Lamento usar esta carta, pero como judío y descendiente de víctimas del Holocausto es vergonzoso y lamentable.
Tras la complicidad de los medios de comunicación para vender al mundo occidental la invasión de Iraq, deberíamos haber visto el despido de decenas de personas y la introducción de cambios para evitar que esa complicidad imperdonable volviera a ocurrir. En vez de eso, no se hicieron cambios de ningún tipo para asegurar que los medios de comunicación nunca faciliten otro desastre a manos de agencias gubernamentales secretas, y ahora a estos mismos medios se les permite promover narrativas que dan forma al mundo sin ninguna prueba más allá de que “es verdad porque así lo dijimos”.
Hay un consenso, una narrativa acordada sobre lo que está sucediendo en el mundo, que es promovida por todos los medios de comunicación, sin importar a qué sector político se dirigen esos medios. Aunque lo que se debe hacer exactamente con respecto a eventos y situaciones individuales puede variar un poco de un experto a otro y de un medio a otro, la narrativa general de “cómo es” lo que está sucediendo es la misma en todas partes. Esta es la narrativa oficial, y la clase política/mediática de los plutócratas la controla por completo.
Todos conocemos las narrativas oficiales, ¿verdad? Estados Unidos y sus aliados son buenos, el más reciente Tipo Malvado Oficial es malo. Usted vive en una democracia en la que su voto cuenta y su gobierno es responsable ante usted y sus compatriotas, tal como le enseñaron en la escuela. Los dos partidos políticos son totalmente diferentes y su oposición es totalmente real. El hombre de las noticias en la televisión nunca reporta falsedades porque si lo hiciera perdería su trabajo, lo que significa que el asunto del hackeo ruso, el asunto de Siria, el asunto del 11-S… todo sucedió exactamente como el gobierno nos dijo que sucedió. Irak fue tal vez una especie de error, pero nada de eso podría suceder de nuevo porque… balbuceo, balbuceo, tos… ¡Oiga! ¡Mire lo que está haciendo Kanye West!
Caitlin Johnstone:
“Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.”
~ Sagan
“Lo que se puede afirmar sin pruebas, se puede descartar sin pruebas.”
~ Hitchens
“Tenemos que creer que Rusia está atacando nuestra democracia porque la TV y la CIA nos lo dijeron.”
~ creyentes del ‘Russiagate’
Pero pensemos en un escenario hipotético. Imaginemos un mundo en el que no hubiera narrativas oficiales. Sobre cualquier cosa. En absoluto.
¿Qué pasaría si no hubiera una élite dominante que le dijera al público cómo deben interpretar los eventos y las situaciones? ¿Qué pasaría si sólo existiera información en bruto y disponible al público sobre lo que está sucediendo en el mundo, y las personas la interpretaran individualmente por sí mismas? ¿Y si llegaran a conclusiones diferentes, y se permitiera que eso estuviera bien? ¿Y si no hubiera una élite diciéndole a todo el mundo que quien no cree en X, Y y Z es un paranoico teórico de la conspiración, un lunático delirante y/o un propagandista del Kremlin que necesita ser rechazado y silenciado? ¿Qué pasaría si todo eso fuera determinado únicamente por el colectivo, sin el control o la supervisión de ninguna clase dominante y poderosa?
¿Cómo sería eso?
Usted puede encontrar que sus resultados en este experimento intelectual dependen en gran medida de dónde deposita su confianza. Si usted confía más en la clase dominante que en la gente como colectivo, la idea le parecerá aterradora. ¿Qué pasaría si todos comenzaran a tener pensamientos equivocados y creencias equivocadas? ¿Qué pasa si todo el mundo decide que los humanos pueden volar cuando saltan desde los tejados y que correr con tijeras es seguro? ¿Y si todo el mundo decide que el Holocausto nunca ocurrió y dice: “¡Diablos, eso significa que no hubo consecuencias negativas! ¡Apliquemos entonces nuestra Solución Final contra todos ustedes! ¡Vamos!”?
Pero si usted confía en la humanidad como colectivo más de lo que confía en un pequeño grupo de oligarcas sociópatas, omnicidas y ecocidas que mataron a un millón de personas en Irak, podría sospechar que lo que ocurriría sería seguramente mejor que lo que ocurre en el paradigma actual.
Sin una clase elitista que manipule la manera en que la gente piensa y vota para alinearla con los intereses plutocráticos, la gente aún podría actuar en respuesta a sus mejores conjeturas sobre lo que está sucediendo en el mundo. La narrativa del cambio climático antropogénico, por ejemplo, tendría, en mi opinión, muchas más posibilidades de triunfar en el mercado de las ideas si se le permitiera basarse en el mérito de los datos que la respaldan, en lugar de las manipulaciones de las grandes petroleras, por un lado, y, por el otro, de una falsa élite liberal que convence a todo el mundo de que el caos climático puede evitarse mediante la prohibición de las pajillas y la compra de un Prius; y el colectivo podría movilizarse democráticamente para evitar la catástrofe de una manera mucho más eficaz que ahora.
Ahora consideremos otro escenario hipotético: ¿qué pasa si un día, todos se cansan de las narrativas oficiales? ¿Y si pasa algo y todos se cansan de que los medios de comunicación y la clase política les digan cómo tienen que pensar sobre el mundo? ¿Y si, por tomar prestado un meme marxista popular, el público decide apoderarse de los medios de producción de narrativas?
Esto podría verse como que la máquina propagandística cada vez más desconfiada de un imperio fracasado que empuja a una población cada vez más oprimida de forma excesiva e intensa, tal vez hacia la guerra, la censura masiva o la austeridad, en algún momento pierda el control de la narrativa en una rebelión de la información populista y sin violencia. En lugar de llevar a las élites a la guillotina, simplemente se vería la falta de credibilidad de los medios de comunicación y las personalidades influyentes de la televisión, y la gente comenzaría a crear sus propias narrativas sobre las situaciones y los eventos. Las narrativas más populares llegarían a la cima y determinarían la dirección que tomaría la sociedad en sí misma, en lugar de las narrativas que los plutócratas, dueños de los medios de comunicación, promulgan a la fuerza. Esto sería mucho más fácil sin las tácticas imperialistas de división y conquista de los manipuladores del establishment que nos mantienen a todos confrontados en facciones políticas aisladas.
Quienquiera que controle la narrativa controla el mundo. Es mejor que el mundo esté controlado por la voluntad colectiva del pueblo que por la voluntad de unos pocos oligarcas sociópatas, y tenemos toda la capacidad de tomar ese control por la fuerza cuando queramos.
Todo lo que tenemos que hacer es cambiar el valor y la credibilidad de las narrativas generadas por los plutócratas, y cultivar un disgusto enérgico por todos los intentos de los poderosos de manipular el diálogo público.
Una vez que la forma en que la gente piensa, actúa y vota ya no sea manipulada por una clase elitista que no representa los intereses de la humanidad, nuestra especie tendrá una oportunidad de luchar para que la sociedad abandone sus patrones de explotación, guerra y ecocidio y se dirija hacia la salud, la armonía y la prosperidad. Voy a seguir señalando que ésta es siempre una opción, con la esperanza de que algún día la chispa se encienda.
Caitlin Johnston*, 13 agosto 2018
*hereje tosca y poco apologética que escribe desde Melbourne, Australia. Una escritora prolífica. Periodista independiente [rogue journalist]. Socialista obrera. Anarco-psiconauta. Poeta guerrillera. ‘Prepper’ utópica. A veces no estarás de acuerdo con ella. No hay problema.