Dos mundos, dos cruces – por Thodinor

Vaticano II o el insoportable hedor de una Iglesia fría (‘‘cool”)

Hoy, en sus majestuosas catedrales góticas, ante filas de bancos vacíos, los sacerdotes católicos musitan tibios sermones sobre los derechos humanos universales.

El Papa ya no habla de la salvación de las almas: le preocupan el clima y la inclusividad.

La Iglesia que desafió al César, a las hordas bárbaras y a los reyes libertinos ha cambiado su espada por un espacio cómodo en el orden mundial. En lugar de levantar la espada contra la inversión de valores y el utilitarismo, extiende la mano: el Vaticano II o la resignación espiritual bajo el disfraz de la apertura…

La Iglesia que se anexionó a Cristo ya no se conforma con repartir indulgencias a los poderosos: busca complacer a todos para ganarse a unos pocos fieles de última hora.

Entre dos escándalos sexuales, ha empezado a hablar con eslóganes de woke.

Y Jesús se ha convertido en una cara cool más, dentro  de un club de influencers.

 

La violación de Constantinopla

Pero ya mucho antes de abdicar en Disneylandia y Mammon, la Iglesia occidental había deshonrado la cruz utilizándola para el saqueo de una capital cristiana. En 1204, 150 años después del Cisma de Oriente, la mercantil Venecia exigía su libra de carne y el ejército cruzado tomó Constantinopla, profanando el patrimonio espiritual de Bizancio.

Iconos destrozados, tesoros saqueados: Santa Sofía se convirtió en el epicentro de una orgía de violencia.

Esta violación de la civilización sería el acto inaugural de la tenaz desconfianza de los ortodoxos hacia sus «hermanos en Cristo» occidentales.

A partir de entonces, la ortodoxia no vio a Occidente como un aliado, sino como un depredador, que cambiaba de máscara con los tiempos. Cruzados, Gran Ejército napoleónico, divisiones Panzer ayer, banqueros LGBT y GAFAM hoy.

 

Mickey Mouse en Ucrania

Pero hoy, Occidente es impotente para imponer su ley por la fuerza de las armas en Ucrania. Propaga Netflix, Hollywood y Disney, que son sus nuevas catapultas, lanzando sus bombas ideológicas en los hogares ortodoxos. La batalla por el control de las almas sitúa a la Ortodoxia en primera línea.

En Ucrania, Occidente está organizando una Kulturkampf 2.0: el 15 de diciembre de 2018, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana salió del limbo para proclamar su autocefalia (es decir, su independencia del Patriarcado de Moscú) como una declaración de guerra espiritual. Al destruir el vínculo sagrado de Moscú con los creyentes ucranianos, los occidentales persiguen su cancel-política con el tenaz aroma de la supuesta libertad importada en forma de kit (gracias a Soros y la NED).

Esta Disneylandia espiritual está conduciendo a la persecución de la Iglesia ortodoxa fiel al Patriarcado de Moscú: prohibición del culto, registros y confiscaciones, expulsión de monjes, violencia física, robo de iconos, etc.

Pero a Mickey Mouse no le resulta tan fácil: la Santa Rusia y sus hordas de iconos dorados se levantan para plantar cara frente a la apisonadora de la cultura cancel. Estamos hablando de una guerra que se libra en el alma de cada fiel, desde las polvorientas calles de Khabarovsk hasta los frescos de apartados monasterios.

La ortodoxia no sólo sobrevive, sino que resiste activamente.

Ortodoxia y ser ruso

La ortodoxia no es sólo un puñado de monjes barbudos cantando en lenguas muertas.

Todo el pueblo ruso es un bloque de almas entretejidas por el sufrimiento, la fe y el estoicismo.

Ser ruso es llevar la ortodoxia como un manto sagrado. Hay que ser capaz de soportar inviernos helados, guerras, pobreza…

El hombre ruso es un guerrero del espíritu que nunca rehúye el combate. Su homóloga femenina no se queda atrás. Maratones de oración, el ascetismo de un monje tibetano: para la mujer ortodoxa, el mundo es un campo de batalla y no está para bromas.

Roma se ha convertido en una multinacional de lo sagrado, alimentada por el orgullo gay y el relativismo cultural. Cree en la universalidad, mientras que Bizancio cree en la eternidad.

La ortodoxia y el ejército ruso no hacen más que diseñar las nuevas fronteras, tanto físicas como espirituales.

La Santa Rusia como ciudadela del alma

En Rusia, el individuo no desaparece en una sopa tibia de valores universales; está anclado en una tradición, en un ritual que se niega a morir.

La música litúrgica ortodoxa es un arma de resistencia cultural. Los cantos bizantinos cuentan historias que se remontan a mil años atrás. Está muy lejos del rap autoafinado y de la dulce música de ascensor interpretada por políticos sonrientes y melosos.

Cada icono es un arma cultural, una declaración: aquí, no os pertenecemos. Estamos atados por cadenas invisibles a un reino eterno.

Ninguna Iglesia debería estar ahí para agradar o adaptarse. La Iglesia de la Tercera Roma ha elegido: está aquí para resistir y guiar.

Desde la cúpula dorada de San Basilio, es Cristo el pantocrátor que os mira, impasible y terrible.

Thodinor

 

Original: https://zapoi.eu/deux-mondes-deux-croix/ “Dichosos los hombres libres, y libres son los hombres valientes”.

 

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