Biden congelando a Texas ya! – por Israel Shamir

El Estado congelado de Texas debería encargar un monumento: “Greta Thunberg y Bill Gates salvan a los tejanos del calentamiento global convirtiéndolos en témpanos de hielo”. Hasta aquí el calentamiento global, el pez embustero más gordo  jamás capturado en el Golfo de México.

Los tejanos ya han conseguido el verdadero New Green Deal, muy caro e incierto. El trato es el siguiente”¡Congélate y paga por la nariz!”La AOC sueña con una alternativa verde con energía pura, barata y abundante. Pero no es probable que funcione. El viento y el mar son maravillosos, pero difícilmente podrían ser una fuente fiable de energía para la calefacción en temperaturas bajo cero.

La destrucción de las industrias del petróleo, el gas y el carbón (como predican los activistas del calentamiento  global) mataría sin duda a mucha gente, mucha más que su explotación normal. Las heladas en Texas sólo causarían pequeñas molestias si los proveedores locales no estuvieran amenazados de extinción y ya no estuvieran dispuestos a trabajar en la infraestructura de gas-petróleo-carbón. No es probable que inviertan si se les advierte de que este trabajo pronto quedará obsoleto, para ser sustituido por turbinas eólicas y energía solar. Basta con comparar el mal estado de Texas con el de Rusia, donde las temperaturas por debajo de -30 centígrados (-22 F) no causan mayor molestia a los ciudadanos, porque los rusos no tienen reparos en utilizar gas y petróleo además de la energía nuclear.

Si yo fuera un conspiranoico, acusaría a la administración Biden de entrometerse y congelar intencionadamente a los texanos trumpistas. Lo haría de todos modos como venganza por haber culpado de la crisis del coronavirus a Trump. Definitivamente, Washington no hizo nada para obligar a los proveedores de energía texanos a proporcionar la tan necesaria calefacción para el estado dominado por los republicanos. Pero el principal delito de los Bidenistas es su declarada adhesión a los proyectos verdes, basada en su irracional creencia en el mito del Calentamiento Global.

Por cierto, ya Los calentólogos han abandonado el término por completo. De hecho, el término “calentamiento global” no sobrevivió al impacto de la realidad. No se puede convencer a un hombre helado de que hace demasiado calor ni asustarle con aquello de que hará más calor. Así que los calentólogos hablan ahora de “clima”. El clima es una criatura juguetona; pues hace estragos jugando con la meteo, por supuesto. Deberíamos olvidar las propias palabras “calentamiento global”, como si nunca se hubieran pronunciado; ahora es el clima el enemigo.

Bien, ¡dejemos que el Clima sea! A lo largo de nuestra larga historia como especie, hemos vivido en un clima que cambia constantemente. No podemos hacer nada al respecto, para bien o para mal, sólo vestirnos según la estación. No tengo miedo de que nuestros calentistas cambien el clima. La contaminación provocada por el hombre es una meada en el mar, y los esfuerzos del hombre por cambiar el clima son igualmente inútiles. Pero seguro que pueden hacernos miserables antes de hacer mella en el clima.

Ni siquiera la dirección de la deriva climática es segura. Los calentólogos (como Greta) dicen que nuestro planeta se está calentando debido al dióxido de carbono (CO2) producido por la humanidad. Muchos expertos dicen que el planeta está entrando en una nueva Edad de Hielo debido a la disminución de la actividad solar (aquí), relacionándola con el Mínimo de Maunder o el Mínimo de Gleissberg. En Israel, un popular experto, Chaim Noll, dice que el verdadero problema es la desertificación, mientras que el CO2 es bueno para las plantas y evita que las zonas semiáridas se conviertan en desiertos. Otros dicen que los cambios son perfectamente normales; ya hemos pasado por semejantes cambios en otras épocas.

En realidad, no sabemos con certeza qué está pasando y si podemos o debemos hacer algo al respecto. Y ahora, en la época de la gran helada, Bill Gates tiene el atrevimiento de publicar su Manifiesto del Calentamiento, titulado Cómo evitar un desastre climático, por Bill Gates. El libro ha sido muy promocionado y ha recibido críticas muy favorables, aunque es tan tonto como cualquiera de estos libros. Gates quiere que dejemos de viajar (a menos que puedas permitirte un jet privado, del tipo en el que Gates ha invertido), que dejemos de comer carne (los gusanos deberían ser suficientes para el populacho, los hoi polloi, o la carne sintética producida por el mismo Gates, ya que las vacas se tiran pedos, y los pedos están calentando el planeta). Conociendo su capacidad y la de los suyos para movilizar a los medios de comunicación, no me extrañaría que consiguiera convencer a Occidente. Y cualquier desastre en el estado de Texas, donde se produce carne, sería una fuente de ingresos para Gates.

Además de ser tonto, ¡este tipo sabe demasiado! En 2015, Gates hizo una “advertencia clarividente sobre la amenaza de una pandemia”, dice un crítico. ¿Hasta qué punto fue “clarividente” si en el mismo 2015, Gates patentó un coronavirus bastante similar al que atacó a la humanidad en 2020? Tal vez sea clarividente “por la misma razón que los pirómanos tienen el conocimiento más temprano de los futuros incendios”, como comentó Ron Unz

El sitio de comprobación de hechos me “corrige”:

“Una empresa pidió una patente para una versión debilitada de un virus perteneciente a la familia del nuevo virus de Wuhan.”

Bien, ¡así que tuvo cinco años para llevar su “versión debilitada” a su máxima potencia!

Ahora promueve planes que harían nuestro mundo inhabitable. Tapar el sol es una de sus grandes ideas. Gates quiere esparcir un polvo metálico en el aire para que el mundo entre en una oscuridad eterna. Nada de vacas que se tiran pedos, nada de playas que esparcen el Covid: un mundo frío, demasiado parecido a Texas en este momento, así será nuestro futuro si no detenemos a estos hijos de su madre.

Tengo una sencilla y clara prueba de que los calentólogos ni siquiera creen en las tonterías que dicen. (Algunos, como la joven Greta, ni entienden lo que dicen.) Hablan de vacas pedorras, pero nunca mencionan la mayor vaca pedorra: el ejército de los Estados Unidos, que es más grande que todos los ejércitos y flotas del mundo juntos y tiene la mayor huella de carbono del planeta. Greta y Gates nunca pidieron que se redujera su tamaño, y mucho menos que se desmantelara, aunque en el prisma de su lógica todos los estadounidenses deberían poder comer jugosos bistecs y conducir coches de gasolina durante cien años más, con tal de desguazar el monstruo, su Juggernaut.

Sus ideas son descabelladas. Para pasar a los coches eléctricos, tendríamos que destruir África y América Latina, para sacar de tierras raras los elementos preciosos (como el litio) requeridos para las baterías. Los africanos y los latinoamericanos de las tierras devastadas se verían obligados a trasladarse a Europa y a Estados Unidos, una situación en la que los magnates saldrían ganando, pero la gente perdería. El problema son los muy ricos, escribía yo en un reciente artículo. Quieren remodelar a los humanos, el planeta Tierra, nuestro futuro. ¿Por qué? Porque lo pueden hacer. Mejor dicho, creen que pueden.

Los planes grandiosos son un verdadero peligro, porque ahora la gente puede hacer más de lo que puede calcular, en cuanto a las consecuencias. Como los Hecatoncheires, la humanidad tiene más fuerza muscular que cerebro. Esta gente quiere actuar como dioses sin tener la inteligencia de Dios. Los soviéticos (inspirados por Marx, que prefería los titanes a los dioses olímpicos) cometieron muchos de estos errores. Embalsaron los ríos, destruyendo miles de pueblos con su rica cultura, y crearon mares poco profundos hechos por el hombre, un caldo de cultivo para los mosquitos. Las presas pronto resultaron obsoletas; pero no había forma de revertir el proyecto: las tierras ya estaban arruinadas. Algunos de los mayores proyectos soviéticos logrados gracias a los enormes esfuerzos del pueblo fueron entregados por Yeltsin a sus oligarcas favoritos, y sus enormes yates son los únicos resultados tangibles de estos esfuerzos. Hasta ahora, los rusos sólo podían sentirse felices de que el mayor de todos los proyectos soviéticos, convertir los ríos siberianos para que fluyan hacia el sur, hacia Asia Central, se haya desbaratado misericordiosamente con el colapso de la Unión Soviética.

Los sionistas, esos hermanos bastardos de los bolcheviques rusos, también tenían grandes planes. Decidieron secar el pantano que está al norte del Mar de Galilea, y lo hicieron. Pero al hacerlo, destruyeron el suelo, y finalmente se vieron obligados a restaurar el pantano (el lago Hula), con resultados muy insatisfactorios.

Su intento de erradicar el coronavirus es otro grandioso proyecto condenado al fracaso. Israel lidera el mundo en la vacunación contra el coronavirus; se le impone vacunarse a la gente; a los no vacunados ni siquiera se les permite comprar alimentos. Los aeropuertos están cerrados; nadie puede entrar o salir de la Tierra Prometida. Pero el virus es astuto; encuentra la manera de pasar por alto la vacuna. El antiguo virus sin vacunar podía matar a algunos ancianos ya bien entrados en sus  ochenta o noventa años. El nuevo virus ataca a los niños. Las personas vacunadas también pueden contraer Covid, como le ocurrió a mi suegra, a pesar de las dos dosis de vacunas que recibió. Las mascarillas siguen en vigor, las escuelas siguen cerradas, la nueva ronda de elecciones se celebrará muy pronto, y lo más probable es que no traerá un resultado mejor que el de las tres rondas anteriores.

Basta con comparar este ambicioso pueblo con Suecia, que no tomó prácticamente ninguna medida especial para luchar contra el virus, Y tiene un resultado mucho mejor. Los daneses (que no son amigos de los suecos) lo admiten, reconociendo que “as nuevas cifras muestran que las muertes por coronavirus de Suecia están entre las más bajas de Europa y que el país es uno de los que mejor ha sorteado la pandemia”. Es cierto que los suecos se vieron finalmente obligados el pasado mes de diciembre a tomar algunas medidas bastante innecesarias, pero no debido a ninguna emergencia médica. Médicamente no era necesario, pero las presiones políticas fueron tan grandes que el gobierno tuvo que ceder. Suecia estuvo a punto de tener sus fronteras cerradas desde el exterior, a menos que el gobierno encerrase a su población u obligase a la gente a usar máscaras, en fin, que algo hiciese.

La naturaleza tiene sus propios caminos. Es insistente y persistente. El coronavirus tuvo éxito (en sus propios términos) donde la gripe fue erradicada. Estos dos virus ocupan la misma célula evolutiva. Las vacunas antigripales salvaron a mucha gente de la gripe y prepararon el terreno para el Covid. En Lombardía, Italia, el Covid se cebó en los ancianos que se vacunaron contra la gripe; lo mismo ocurrió en Israel, donde se ofreció la vacunación contra la gripe a todos. Espero con horror la próxima amenaza que salga del abismo si el coronavirus queda derrotado. Mientras tanto, en Israel se combate con gran vigor.

La lucha contra el dióxido de carbono todavía puede tener éxito, y convertiría nuestro planeta en un desierto helado. Pero mantenerse al margen de esta lucha no supone ningún esfuerzo. Hemos oído a muchos agoreros profetizar el apocalipsis, y todavía no ha ocurrido nada. Aquí puedes leer una letanía de profecías catastrofistas que fracasaron; y aquí hay consejos para los calentólogos sobre cómo afrontar estos fracasos. Al Gore dijo en 2006 que dentro de diez años pereceríamos a menos que siguiéramos sus órdenes. El consejo a los calentólogos sobre cómo enfrentarse a ello es: “Los ataques deben ser ignorados o esquivados, no correspondidos”. Esta respuesta es muy similar a la que practican los cienciólogos o los Testigos de Jehová, por una buena razón: los Calentistas son realmente una secta, por muy poderosa que sea.

Nuestro problema no es tanto la mala voluntad (y en esto discrepo de mi estimado colega Mike Whitney) como el noble y quijotesco deseo de salvar a la humanidad de algún peligro percibido. P.G. Wodehouse nos cuenta de cuatro exploradores que, en su búsqueda de una buena acción, ayudaron a una anciana a cruzar la calle, e informaron a su guía. ¿Se necesitaban los cuatro para eso? preguntó el guía asombrado. Bueno, es que ella opuso una gran resistencia, respondieron. Hasta hace poco, sólo los gobiernos jugaban a ser Dios y eso ya era bastante malo. Pero resulta que ahora cualquier Tom, Dick o Harry con un billón de dólares en el bolsillo quiere salvar a la humanidad.

No tendríamos esta obsesión por los derechos de los homosexuales si no fuera por gente como Jon Stryker, que no se conforma con acostarse con su chico-amante (como hicieron muchos emperadores romanos), sino que siente la obligación de salvarnos de nuestra homofobia y tiene algunos miles de millones de dólares para gastar en ello. No tendríamos coronavirus, si Gates se ocupara de ganarse el pan de cada día en lugar de mangonear murciélagos chinos. Es más, viviríamos mejor si estos tipos tuvieran un empleo útil, como la gente común.

Aquí hay un gráfico para mirar:

Representa la parte de la riqueza nacional de Estados Unidos que posee el 0,1% de las familias, es decir, 160 mil familias con más de 20 millones de dólares por cabeza. Lo tenían maravillosamente bien en los años que condujeron a la Gran Depresión; o más bien, su vida maravillosa es lo que provocó la Gran Depresión. A medida que su cuota disminuía, los estadounidenses de a pie tuvieron la oportunidad de cumplir el sueño americano. Les fue bien a la gente  corriente hasta finales de los años setenta; entonces Thatcher y Reagan consiguieron cambiar la situación, y desde entonces la parte de los peces gordos ha aumentado mientras la tuya ha ido disminuyendo, hasta que hemos llegado al miserable estado actual.

Este gráfico está tomado del trabajo de dos jóvenes economistas de Berkeley, Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman, que lo actualizaron aquí el año pasado. Los verdaderos izquierdistas (a los que aspiro a pertenecer) no son amantes de la diversidad políticamente correcta, sino personas que piensan que hay que frenar a los ricos. Los muy ricos acaparan recursos; distorsionan la democracia con sus grupos de presión y sus ONG; y ahora quieren salvar a la humanidad, cuando habría que salvar a la humanidad de ellos. Naturalmente, a los ricos no les gusta la idea de que les cobren impuestos, y mucho menos de que les expropien al estilo de Lenin; por eso inventaron la falsa izquierda de feministas radicales y activistas por la igualdad racial. Un buen cristiano aprobaría frenar a los ricos: sería mejor para sus almas. De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma, preguntó Cristo. Pero este gráfico demuestra que mantener su cuota baja no sólo es bueno para sus almas, sino también para nuestro bienestar. La idea loca del goteo universal de la riqueza puede descartarse con seguridad: esto no funciona nunca.

Basta de jugar a ser Dios. Vivamos en paz en nuestro hermoso planeta Tierra, y no hagamos nada drástico hasta el último momento. Desmontemos todos los laboratorios que producen armas biológicas y echemos hormigón sobre ellos. Dejemos que los murciélagos vivan sin ser molestados. Reduzcamos el ejército estadounidense al tamaño de cualquier otro ejército. Gravar a los muy ricos hasta que su parte de la riqueza nacional se reduzca al 5%, es lo que conviene hacer. Desterrar a Jeff Bezos y a Bill Gates. Abrir las iglesias y los museos. Y pronto las cosas volverán a la normalidad.

Israel Shamir, 20 febrero 2021

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Traducción: María Poumier para Red Internacional

Contacto con Israel Shamir: adam@israelshamir.net

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