Antes de las elecciones – por Israel Shamir
El mundo comenzó la cuenta atrás para el evento más dramático de este dramático año, las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. ¿Se saldrá con la suya Trump? ¿Logrará este gran hombre de melena anaranjada que venció al Coronavirus y regresó de las garras de la muerte vencer al Dormilón Joe Biden y sus multitudes? ¿O los Demócratas nos llevarán a todos a la noche del eterno encierro, donde activistas negros y antifa fuertemente armados patrullan las calles y gobernarán las grandes corporaciones que manejan los Big Data? Todo depende del pueblo americano y de los nervios de su capitán en el puente de la Casa Blanca.
No es lo mismo para nosotros. La diferencia entre ambos candidatos es mayor de lo que ha sido durante muchos años. Es una oportunidad para detener la desintegración de la masculinidad y la feminidad en la distopía multigénero, para reconocer la Voluntad Divina que “creó al hombre y creó a la mujer “. La lucha de clases es sin duda importante, pero desde este punto de vista hay poca diferencia entre los dos extremos; mientras que lo decisivo es salvar a nuestros hijos de la instrucción forzada en las costumbres homosexuales, o incluso a la enseñanza de la castración a su debido tiempo (en Occidente se aplican supuestos “derechos de los transexuales” para los niños de ocho años). Nuestro candidato es algo débil; nos gustaría ver a un hombre más fuerte, capaz de sacar de una vez a a las tropas estadounidenses de los polvorientos campos de Afganistán e Irak. De hecho, un hombre que pudiera sobreponeerse a Twitter y Facebook y les prohibiera censurarlo. Pero este hombre es lo que hay, y este hombre bien intencionado tendrá que estar al frente.
La batalla por la nominación de Amy Barrett como candidata para presidir la Corte suprema (de SCOTUS) va bien. Ella está a la altura para responder a las insoportables preguntas insinuantes de los Demócratas. Es una buena guerrera. Como esposa y madre, es inmune a los habituales ataques y deslices de carácter sexual. Hay una buena posibilidad de que pase la prueba con éxito. Esto es tremendamente importante, su derrota haría que la derrota de Trump fuera casi segura. Su éxito le dará a Trump una gran oportunidad para luchar.
Sin embargo, la decisión final se tomará en las calles. Hace poco, pudimos ver las consecuencias de semejantes elecciones. Una posibilidad se presentó en Bielorrusia. El presidente Alexander Lukashenko es una especie de Trump. Mantuvo la industria en su país en lugar de trasladar la industria a China. Es un hombre macho. Descartó valientemente al temible virus Covid-19 y se negó a sumir a su país en el pantano de las cuarentenas. Ganó las elecciones, pero sus oponentes se negaron a reconocer el resultado y exigieron su renuncia. Llevaron a grandes multitudes a las calles y marcharon al Palacio Presidencial. Muchos manifestantes llevaban máscaras que subrayaban su adhesión leal al Covidismo. Lukashenko cogió un helicóptero y voló hacia el recinto asediado, acompañado por unos cuantos soldados y su hijo adolescente, y armado con una metralleta. Esta visión de un presidente decidido, armado y listo para usar sus armas en lugar de someterse, fue suficiente para repeler a las multitudes hostiles. Ganó. No para siempre, pero no muchas cosas son para siempre en este mundo. Mientras tanto, le va bien.
Otra posibilidad es la que se presentó en el lejano Kirguistán. Este país había sido socavado por el flujo de trabajadores “invitados” llegando del extranjero: se quedaron sin empleo por la crisis de Corona. Después de las elecciones parlamentarias, multitudes de desempleados descontentos convergieron hacia el Parlamento, lo tomaron, enviaron al Presidente a la clandestinidad y entronizaron a su propio candidato como Primer Ministro. Este candidato parece ser un testaferro de la mafia local, o más precisamente del padrino de la mafia que se llama Kolya Kyrgyz. El presidente legítimo aceptó su derrota y se retiró, mientras que el nuevo Primer Ministro asumió también el cargo presidencial.
¿Qué prevalecerá en los EE.UU.: la solución de Bielorrusia o la de Kirguistán? Depende enteramente de ustedes, amigos americanos. Tendrán que tirarse a las calles y apoyar a su presidente contra sus oponentes armados, y hacerlo con todos los medios de comunicación hostiles contra ustedes. Es un trabajo duro, pero envidiable: lo que hagan decidirá el destino de su país y de nuestro planeta.
Judíos falsos
¿Intentará Rusia influir en las elecciones de EE.UU.? Pues no. Rusia quiere quedar fuera. Como nadie puede predecir el resultado de las elecciones, los rusos quieren esperar. Sin embargo, hay fuerzas que sueñan con iniciar una guerra entre Rusia y su poderoso vecino Turquía. Esta guerra sería desastrosa para ambos Estados, y el cauteloso presidente Putin está decidido a evitarla. Así pasó con el último zar ruso Nicolás II que quiso evitar la guerra con Alemania. ¿Tendrá Putin éxito donde Nicolás fracasó? Aún es algo incierto.
Los rusos reacios fueron arrastrados a la Primera Guerra Mundial a tontas y a locas por una opinión pública bien organizada que exigía que Rusia “salvara a los serbios”, ya que esta nación balcánica había sido atacada por Austria con apoyo alemán. Ahora, los medios de comunicación empujan a Rusia a la guerra con Turquía para “salvar a los armenios”. Este es el trasfondo de la guerra de Qarabagh.
Los sentimientos anti-turcos son fuertes en Occidente; en parte como resultado de la actividad del lobby armenio, y en parte debido al surgimiento de una poderosa e independiente Turquía después de un retraso de ciento cincuenta años. A los EE.UU. no les gusta que los turcos compren armas y en general jueguen con Rusia. A Francia y Alemania les desagrada que Turquía haga valer sus derechos en Oriente Medio y el norte de África. Grecia tiene su larga obsesión con los turcos, que surge de viejas disputas y desemboca en los derechos de explotación petrolera y la fuga de refugiados. Sin embargo, los armenios son únicos en su sentimiento de que pueden obligar a los rusos a luchar por ellos.
Los armenios son como falsos judíos, son otro “pueblo que vive solo”, dedicado al comercio y al discurso. Imitan a los judíos: Los judíos tienen su Holocausto, legalmente protegido contra la negación. Los armenios lograron proteger su propia tragedia de 1915 con una ley similar en Francia. El resultado fue tragicómico. Llevaron a un importante historiador judío (y belicista de primer grado) Bernard Lewis, a juicio en París, y fue encontrado culpable de negar su tragedia, al igual que David Irving [el historiador inglés especialista de la segunda guerra mundial]. Pero David Irving fue condenado a tres años de cárcel, y ahora su nombre siempre va precedido del título “desacreditado”, mientras que Bernard Lewis fue multado con un franco y su nombre figura en varias peticiones públicas.
La imitación no vale como el original: si los judíos famosos son Einstein y Rothschild, entre la población armenia la famosa mayor es Kim Kardashian. Sin embargo, como los judíos, tienen muchos sentimientos de superioridad hacia sus vecinos. Conocí a unos armenios en 1988, que me explicaron que son tan inteligentes que Azerbaiyán sobrevive sólo gracias a sus orientaciones. Ocupaban posiciones privilegiadas en Bakú en aquellos días. Les dije que hay judíos que están obsesionados por un sentimiento similar de superioridad, pero que los judíos nunca lo compartirían con un extraño, salvo, como mucho, con sus propias esposas en la cocina. Este sentimiento les jugó una mala pasada: sacaron a los azeríes fuera de las áreas donde eran mayoría, y en respuesta fueron expulsados fuera de Bakú donde formaban la clase media y media alta.
De nuevo, esto me recuerda a los judíos. Si los judíos ocuparon ilegalmente Palestina y expulsaron a sus habitantes nativos, los armenios ocuparon ilegalmente una parte de Azerbaiyán y también expulsaron a sus habitantes nativos. Habían hecho esta apropiación de tierras a principios de los 90, cuando la URSS se derrumbó. Los armenios contribuyeron mucho a este colapso, ya que ochenta años antes habían contribuido al colapso del Imperio Otomano. Armenia fue la primera República Soviética en abandonar la URSS; gracias a su poderosa diáspora, Armenia derrotó a la mucho más poblada Azerbaiyán, al igual que Israel derrotó a los populosos países árabes. Ahora Azerbaiyán intenta recuperar los territorios perdidos y devolver a su casa a un millón de refugiados azeríes, al igual que los árabes intentaron devolver a los refugiados palestinos a Palestina. En mi opinión, se debería permitir el regreso de los refugiados, trátese de los refugiados palestinos a lo que se convirtió en Israel, o de los refugiados azeríes a lo que se convirtió en el Artzakh. La gente debería vivir junta sin limpieza étnica.
Durante 30 años, los armenios tuvieron la posibilidad de encontrar un modus vivendi con Azerbaiyán en condiciones ventajosas; había muchas opciones. Pero, al igual que los judíos antes de 1973, pensaban que esto era innecesario. Los azeríes comenzaron la guerra a finales de septiembre con la esperanza de reiniciar el proceso de paz. Rusia los convenció de que cesaran el fuego con la condición de que reanudaran las negociaciones, pero el Primer Ministro de Armenia se negó obstinadamente a negociar. La guerra se reanudó, y los azeríes liberaron una parte de los territorios ocupados. Ahora hay un nuevo alto el fuego; si los armenios no negocian en serio, las hostilidades se reanudarán.
Los armenios trasladaron su lucha a los medios de comunicación y a las relaciones públicas; llaman al mundo a prevenir el “genocidio”. (Matar a unas pocas docenas de soldados armenios es un “genocidio”, mientras que matar a miles de palestinos o azeríes no cuenta como genocidio). Intentan arrastrar a Rusia a su guerra, para luchar contra Azerbaiyán y Turquía. Los armenios tienen una posición muy fuerte en el discurso ruso, apoyando principalmente una línea “patriótica”, leal y putinista. En los días soviéticos eran un elemento menor fuera de Bakú, pero después del colapso muchos judíos se fueron a Israel, y los armenios, más apegados al clan incluso que los judíos, tomaron los lugares desocupados y se convirtieron en los principales protagonistas de los medios de comunicación rusos.
La diáspora armenia en Rusia viene de atrás y está bien establecida. El Primer Ministro ruso y el Ministro de Asuntos Exteriores son en parte de origen armenio, aunque esto no significa demasiado. La jefa de Russia Today, la Sra. Simonyan, es de etnia armenia, pero fue groseramente atacada por Armenia por su falta de apoyo a la causa armenia. (No todos los judíos son sionistas ni siquiera partidarios de Israel.) Ahora el lobby armenio presiona para la guerra – como los judíos de EE.UU. empujaron a América en sus guerras de Oriente Medio.
Armenia es miembro de la CSTO, una nueva (y mucho más pequeña) versión del Tratado de Varsovia. Este es el principal argumento de los armenios para reclamar la ayuda rusa. Sin embargo, Qarabagh no forma parte de Armenia, es una parte internacionalmente reconocida de Azerbaiyán. Por eso los armenios intentan provocar un ataque azerí en su propio territorio. La última provocación tuvo lugar el viernes 16 de octubre por la noche, cuando Armenia disparó un misil balístico SCUD sobre la ciudad azerbaiyana de Ganja, situada a más de cien millas de la zona de combate. Murieron una docena de civiles, cincuenta resultaron heridos y algunas casas fueron destruidas. Este es un paso hacia la guerra abierta entre Armenia y Azerbaiyán, algo que los azerbaiyanos no hubieran propiciado. Prefieren luchar en su propio terreno, en su propio territorio (aunque esté ocupado). Ahora los azeríes estarán bajo presión para responder a la fuente del fuego, y eso será Armenia propiamente dicha. ¿Debería esto obligar a Rusia a entrar en la contienda?
Mientras tanto, Putin está tratando de evitar tal confrontación. Ha gastado demasiado esfuerzo en atraer a los azeríes de vuelta a la órbita rusa después de que esta república rica en petróleo fuera perdida por Moscú en los días de Yeltsin. Entonces los azeríes permanecieron leales a la Unión Soviética, mientras que los armenios se aliaron a los demócratas de Yeltsin, y Moscú los apoyó. Los esfuerzos de Rusia por mejorar las relaciones con Bakú y abandonar el apoyo unilateral a Armenia tuvieron éxito: Azerbaiyán también pasó de una posición pro-occidental a una más equilibrada que reconoce los intereses de Rusia.
Putin desea limitar el conflicto armado entre Azerbaiyán y Armenia, y no permitir que las tropas rusas participen en la guerra, así como mantener a las tropas extranjeras fuera de Transcaucasia. Otra tarea es mantener la riqueza de petróleo y gas de Transcaucasia y Turkmenistán en el sistema de oleoductos rusos. Esto requiere una política astuta. Un texto muy útil para entender este aspecto es el despacho confidencial publicado por Wikileaks del embajador de EE.UU. en Bakú 09BAKU109 (lo publiqué aquí en ruso e inglés). Dice que “Rusia ha intensificado los esfuerzos diplomáticos para alejar a Azerbaiyán de sus vínculos políticos, de seguridad y energéticos con Occidente”. Señalanque esto forma parte de un esfuerzo más amplio de Rusia por recuperar su posición como árbitro político y económico de los asuntos de la región del gran Cáucaso meridional. Reconociendo la importancia que el régimen de Aliyev otorga a la estabilidad, Rusia probablemente seguirá intentando demostrar que Occidente es un socio poco fiable, que la orientación hacia el oeste y la democratización conducen al caos y que el camino hacia la estabilidad del régimen pasa por Moscú”.
Esto fue escrito en 2009, y desde entonces Rusia logró hacer un amigo de Azerbaiyán. Ahora Putin, naturalmente, no está dispuesto a arriesgar este logro por el bien de Armenia, que es descrita rudamente por muchos rusos como “una maleta sin asa – es difícil de llevar y una lástima de tirar”. Más un pasivo que un activo, como muchos americanos ven a Israel, también.
Turquía es un socio muy importante para Rusia, a pesar de los muchos desacuerdos e incluso enfrentamientos menores en Siria y Libia. Turquía es la clave de los mares cálidos por controlar el Bósforo. Los belicistas afirman que Turquía quiere apoderarse de Transcaucasia y otros estados de habla turca en Rusia y en la antigua URSS. Esto es imposible: Turquía es un estado sucesor de Bizancio, y nunca cruzó sus fronteras históricas. El lenguaje común es algo bueno para los lazos culturales, pero apenas suficiente para la unión en un mismo Estado. La raza y la etnia valen menos aún. Adolf Hitler, siendo un romántico de la raza, creía que la unidad racial de Alemania y Gran Bretaña traería consigo su asociación, lo que explica la debacle de Dunkerque; pero la realidad le dio una bofetada en la cara. El conflicto entre Rusia y Ucrania es otra prueba de que la raza, la etnia y el idioma tienen poca importancia en la política. Por consiguiente, no hay posibilidad de expansión turca en los territorios de habla turca de la antigua URSS.
Sin embargo, Turquía quiere jugar un papel en Transcaucasia, y es un deseo perfectamente legítimo. Putin lo reconoce, y está dispuesto a acomodarse a ello, como nos dice su conversación telefónica con Erdogan hace dos días. De hecho, el grupo de Minsk copresidido por Rusia, EE.UU. y Francia en 1994 no logró precisamente nada, ya que las tres sillas tienen poderosos lobbys armenios. Es probable que la participación activa de Turquía saque el proceso de paz de la ciénaga en la que está atascado, y traiga un modus vivendi entre Armenia y Azerbaiyán. Este modus vivendi permitirá a los refugiados azeríes volver a casa, al tiempo que evitará la expulsión de los armenios de Qarabagh. Los azeríes prometieron garantizar la autonomía de Qarabagh, por lo que parece una posible solución ganadora. Como estudioso de Homero (y traductor de la Odisea) estoy seguro de que un compromiso es mejor que una victoria absoluta. Los griegos y los troyanos tenían muchas opciones para terminar la guerra con un compromiso, pero ambicionaban la victoria y todos perecieron. Esperemos que los azeríes y los armenios se tomen esta advertencia muy en serio, y que Rusia pueda permanecer quieta, al menos hasta que terminen las elecciones en los Estados Unidos.
P.D. ¿Qué pasó con los armenios en 2015? Los armenios sufrieron durante la Primera Guerra Mundial porque lucharon contra el Imperio Otomano – y perdieron. Se pusieron del lado de su enemigo. Los aliados les prometieron casi toda Anatolia, y los turcos habrían experimentado el sombrío destino de los azeríes si no fuera por la espada de Mustafá Kemal. Los armenios hicieron un gran intento de limpiar étnicamente a los turcos y a los kurdos, pero fracasaron.[1] Fueron internados o deportados por el gobierno imperial. De la misma manera, los japoneses fueron internados por Franklin D. Roosevelt, los alemanes fueron deportados por Gran Bretaña, los palestinos fueron deportados por Israel, los turcos fueron deportados por Grecia – y muchos perecieron.
Desde entonces, el mundo ha cambiado. El Imperio Otomano ha desaparecido; si los armenios quieren volver al Lago Van, se les puede permitir volver mientras reconozcan plenamente la soberanía turca. Se aconseja a los armenios que se ocupen del presente. Debido a su obsesión con el pasado, su república está en una situación desesperada. Todo el que puede emigrar lo hace. Hay más armenios en Moscú que en Ereván. Jugar la carta de los neoconservadores no mejorará su situación. En lugar de agravar la situación y soñar con volver a diseñar los mapas, deberían enfriarla y hacer las paces con sus vecinos turcos, azeríes y kurdos.
Israel Shamir, 18 octubre 2020
NOTAS
1] Un buen resumen de un historiador americano: http://homepages.cae.wisc.edu/~dwilson/Armenia/justin.html Discurso del Dr. Justin McCarthy en la Gran Asamblea Nacional Turca, 24 de marzo de 2005
Contactar al autor: israelshamir@gmail.com
Traducción: María Poumier
Original: https://www.unz.com/ishamir/before-the-elections/
Original de la traduccion al espanol: Red Internacional