¡Basta ya! – por Israel Adam Shamir

Durante semanas, me despertaba cada mañana esperando estar en el mundo normal, no en esta realidad alternativa. El mundo normal, donde los hombres pueden vagar por las colinas, rezar en la iglesia, ir a trabajar, relajarse junto al mar, escuchar un concierto, visitar museos, socializar con los amigos, coquetear con las chicas, enviar a los niños a la escuela; en resumen, los pequeños placeres que se disfrutaban incluso bajo el duro régimen de Stalin o Hitler. En cambio, me sigo despertando cada día para interpretar un papel en una película distópica dirigida por Stephen Soderbergh, quien, como era de esperar, fue nombrado jefe del comité de Coronavirus de Hollywood. Sospecho que este comité maneja nuestras vidas hasta el día de hoy, más que los presidentes y primeros ministros elegidos.

Han seguido muy de cerca el guión de la película Contagio: se cree que el virus fue creado por la proximidad de murciélagos y otros mamíferos en un mercado húmedo chino; se ha extendido rápidamente por todo el mundo; hay una cuarentena general muy larga mientras la gente espera su salvación, la vacuna; mientras tanto, hay soluciones baratas y disponibles proporcionadas por aficionados corruptos; finalmente la vacuna se nos entrega y los vacunados reciben un certificado para llevar en la muñeca como prueba de que están sanos y no ponen en peligro a nadie, y son dignos de entrar en el futuro. Todo esto está sucediendo en la realidad; el papel del aficionado corrupto lo desempeñó el Dr. Didier Raoult, un médico francés de Marsella; y ahora se supone que tenemos que esperar a que el Dr. Bill Gates proporcione la vacuna salvadora para marcar a los que la merecen con un sello indeleble, legible en infrarrojo por los teléfonos inteligentes. Agréguesele a esto la nueva aplicación de rastreo de Google y Apple, hija de los servicios secretos israelíes Mossad-ShinBet, y ya estaremos en el reinado del nuevo orden mundial!

Pero aquí está la cosa: el coronavirus no es tan mortal como para justificar la reclusión y el pánico masivo, sin mencionar la vacunación, el rastreo y eso de ponerte un sello indeleble en tu brazo. Se supone que los productores deciden. Todos nuestros medios trabajando al unísono pueden aplastarnos con un derroche de horror y pánico, incluso sin virus mortal. Recuerden que organizamos la guerra contra el terrorismo cuando los terroristas islámicos eran apenas un pequeño cuerpo de bandidos entrenados por la CIA en las cuevas de Afganistán. Podemos hacer que la gente ruegue histéricamente por la vacuna simplemente convirtiendo nuestros medios de comunicación en un canal de noticias sobre el virus. Los rebautizaremos como The Corona Guardian, The New York Corona, Corona World. La gente lo aceptará; se encerrarán en sus casas y sollozarán de miedo. Todo esto ya funcionó… por un tiempo.

Pero basta ya. La gente suele ser dócil y obediente, hasta que algo se rompe, y se deshacen del yugo que les pesa en la  nuca. El yugo era global, y el movimiento para romperlo también es global. El Domingo de Pascua, el Domingo de Resurrección, nos dio el toque inicial: ¡la muerte está derrotada! E inmediatamente el Presidente Trump aplaudió a los rebeldes de Michigan; los daneses y los austríacos están enviando a sus hijos a la escuela; los noruegos han reabierto los jardines de infancia y los italianos han reabierto sus tiendas; el Presidente brasileño habló con entusiasmo en una manifestación contra la cuarentena; en Israel, que ha experimentado el bloqueo más brutal y total del planeta, la gente votó con los pies y se desataron las festividades, tan pronto como se eligió el gobierno del Sr. Trump. El gobierno de Netanyahu se echó atrás y les permitió alejarse a cien metros de sus casas y entrar a las tiendas, donde previamente habían sido sometidos a controles de temperatura. La gente le ha dado la espalda a la cuarentena, y no podremos darle marcha atrás a la pasta de dientes en el tubo”, se lamentó Haaretz , el periódico liberal israelí.

Los medios de comunicación olfatearon el cambio y respondieron inmediatamente – con la excepción de los periódicos liberales incondicionales. La televisión israelí había apoyado firmemente el confinamiento, pero ayer invitaron a sus estudios de grabación al ex jefe del Ministerio de Salud, el profesor Yoram Lass, que era un disidente del Corona y “persona non grata”. En su visión previamente tabú, los gobiernos no pueden detener los virus y la cuarentena matará a más personas deprimidas que el virus. No sólo se le permitió explayarse, sino que los otros miembros del panel fingieron que siempre lo habían apoyado. El cambio fue global. Incluso yo fui invitado a expresar mi punto de vista en el primer canal ruso, lo cual era impensable sólo unos días antes.

Así es como funcionan los medios de comunicación. No tienen opinión propia, pero cuando el viento cambia, cambian con el viento. Existe un buen precedente histórico, ya que los periódicos franceses de 1815 informaron de la salida de Bonaparte de la isla de Elba, de su paso por Francia y de su entrada en París, como sigue:

  • El 9 de marzo, el caníbal dejó su guarida…
  • El 10 de marzo, el ogro corso desembarca en el Cap d’Antibes.
  • El 11 de marzo, el tigre llegó a Gap…
  • El 12 de marzo, el monstruo durmió en Grenoble…
  • El 13 de marzo, el tirano atravesó Lyon…
  • El 14 de marzo, el usurpador se dirige a Dijon…
  • El 18 de marzo, Bonaparte está a sólo sesenta leguas de la capital.
  • 19 de marzo, Bonaparte avanza a pasos agigantados, pero nunca entrará en París.
  • El 20 de marzo, Napoleón estará bajo nuestras murallas mañana…
  • El 21 de marzo, el Emperador está en Fontainebleau.
  • El 22 de marzo, Su Majestad Imperial y Real llegó anoche a las Tullerías, entre los alegres vítores de sus devotos y fieles súbditos.

Sin embargo, no es definitivo. El New York Times, el Guardian y sus periódicos siameses siguen pidiendo más confinamiento, “o nuestros queridos ancianos morirán todos”. Pero los opositores ya no prestan atención….

En Suecia, la televisión estatal había transmitido un diálogo entre un ex médico sueco, Johnny Ludvigsson, partidario de la actual política de no contención, y una joven y rica mujer judía influyente, Katrin Zytomierska, para el grupo de presión liberal sobre el virus. Los judíos son generalmente fervorosos partidarios de la contención, el rastreo, la localización y otras virtudes virales. Por lo general, lograban vencer a un oponente débil y hecho a medida, pero esta vez estaban fuera de control y su representante fue masacrado. A pesar de sus objeciones (los judíos polacos están al mando en los medios liberales suecos), los suecos apoyan la política sueca de libertad.

En Francia, el poderoso luchador contra el confinamiento es también un gran enemigo del lobby judío. Fue Alain Soral quien descubrió el vínculo entre la promoción políticamente correcta del virus y otras acciones políticas dirigidas al sometimiento del hombre.

Ahora todo depende del pueblo soberano. Si apoyamos el espíritu de la libertad, seremos libres. Si apoyamos el espíritu de la esclavitud, seguiremos siendo esclavos y nuestros hijos crecerán en la esclavitud. El peligro está presente e inmediato, porque muchos grupos poderosos quieren mantenernos encerrados.

El confinamiento no era necesario desde el punto de vista médico, porque el virus no es mucho más grave que una gripe fuerte. Afortunadamente, el misterioso productor no desató un verdadero azote mortal sobre nosotros, calculando que bastaría con una simulación. Por lo tanto, no era necesario adoptar medidas extremas.

Hay una doble evidencia de Suecia y Belarús: medidas muy ligeras, apropiadas para una gran epidemia de gripe, serían suficientes, dijeron. A los dos países europeos que se negaron a poner a sus ciudadanos bajo arresto domiciliario les salió bastante bien. Algunos suecos y bielorrusos murieron, pero no eran inmortales, incluso antes de que llegara el virus. El número total de muertes (incluyendo a las víctimas del corona) no superó el total habitual; en marzo de 2018 murieron más suecos que en marzo de 2020 (10.089 en marzo de 2018 y 8.261 en marzo de 2020) y en 2018 nadie había sugerido que se confinara a Suecia.

Inglaterra aceptó el encerramiento después de que el profesor Neil Ferguson, Director del Imperial College de Londres, predijera 500.000 víctimas de la corona a menos que se aplicara una contención estricta. Esa estimación se había rebajado a 20.000 víctimas (“porque hicimos lo que hicimos”), mientras que hay una nueva estimación de 150.000 víctimas… ¡de la cuarentena!. Sí, has leído correctamente: 150.000 hombres y mujeres ingleses corren el riesgo de morir porque no han tenido acceso a la ayuda médica, o porque han perdido sus ingresos, o porque los vencen la desesperación y la soledad, lo que les lleva al suicidio. Si Inglaterra hubiera evitado encerrarse, los británicos no estarían sufriendo tanto, y el número total de muertos seguiría siendo el mismo, porque el virus mata principalmente a personas que posiblemente no vean la próxima Navidad de todos modos.

En este punto debemos tratar de descifrar por qué nuestros líderes han desatado esta terrible persecución contra el resto de nosotros. No hablo del virus, que sigue siendo, después de todo, una fuerza natural (aunque esa fuerza natural se haya reunido en algún laboratorio infernal, americano o chino). La persecución fue la respuesta de las autoridades, y fue totalmente desproporcionada a la amenaza. Los mejores fueron obligados a cumplir; el Presidente Trump y el Presidente Putin no querían, pero tuvieron que someterse. De manera similar, los tres emperadores habían sido forzados a entrar en la Primera Guerra Mundial.

Al igual que en 1914, hay una variedad de razones. El principal productor parece ser un Bill Gates genérico que quiere vender la vacuna y crear un nuevo orden mundial, navegable sólo para aquellos que se dejen estampar con el sello indeleble, el mundo de la alienación, la subyugación, la dependencia total, la erradicación de la individualidad. Pero hay una meta-racionalidad en el evento.

El mundo estaba al borde de una terrible crisis, una crisis natural para el sistema mundial capitalista. Normalmente estas crisis se curan con una gran guerra. La Primera y Segunda Guerras Mundiales vinieron a solucionar tal crisis, y lo hicieron, con millones de muertes.

Imaginemos que los Maestros del Universo, estos individuos muy poderosos, concibieron una falsa guerra mundial para liquidar el exceso de especulación financiera, expulsar a los consumidores inútiles y reunir en nuevo pacto de Yalta a los vencedores del virus. Los líderes de nuestros Estados tendrían que aceptar las reglas del juego o encontrarse fuera del nuevo sistema de reparto de poder.

Tomemos como ejemplo la India. La India, con una población de 1.400 millones de habitantes, ha perdido 500 (quinientas) vidas a causa del virus. Esto es infinitamente menos de lo que la India ha perdido nunca contra cualquier otra enfermedad masiva, digamos la tuberculosis (220.000) o incluso la falta de agua potable limpia. Millones de personas están muriendo de hambre, pero las clases altas de la India han encendido velas como signo de su lucha contra el coronavirus. La India se paralizó con pretexto del virus, creando un éxodo extremadamente doloroso de trabajadores temporales, a pie porque no había transporte: caminaban por todo el subcontinente. Cientos de personas perecieron en el proceso, pero la India se unió a las grandes naciones en la lucha contra el corona-monstruo. La India británica había participado en ambas guerras mundiales, pero el enorme país era una colonia, por lo que nunca logró ser miembro permanente del Consejo de Seguridad. No quieren que les vuelva a pasa. En el caso de la India, la explicación del confinamiento se encuentra en su deseo de pertenecer a la liga gobernante de los vencedores en la guerra contra el virus.

Rusia es un caso similar. Tienen muy, muy pocas víctimas del virus. En las primeras semanas, el presidente Putin y sus medios fueron sarcásticos con la amenaza viral. Su herramienta mediática extranjera, RT, siempre da cabida a los disidentes de la pandemia. Pero los medios nacionales infiltrados hasta la saturación por los seguidores del orden occidental (entrenados en EE.UU.) se han convertido en Corona Pravda, como diría nuestro buen editor online Ron Unz. Al parecer, al presidente Putin lo convencieron al final de aceptar el guión de los productores de la guerra por simulación con la promesa de participar  en el nuevo Yalta que se viene, para el reparto del pastel entre naciones dominantes. Los esfuerzos de Gordon Brown dieron sus frutos, ya que el ex primer ministro británico describió el mundo futuro liderado por un gobierno mundial temporal (¡!) formado por los ganadores del virus… digo, del G20. Putin tiene quien le aconseje de parte de Henry Kissinger, y por nada en el mundo dejaría pasar una oportunidad de llevar a Rusia, y a él mismo, a formar parte de la nueva élite global.

Y ahora llegamos a los Estados Unidos y China. Estos dos estados son los principales protagonistas y antagonistas del mundo. La guerra ficticia contra el virus ha tomado el lugar de la verdadera guerra entre EE.UU. y China. China y los Estados Unidos tenían que elegir, entre una guerra de verdad, con ataques nucleares que acabarían con nuestra civilización, o la aceptación de una guerra estilo “fake” como el mal menor. El Estado profundo americano fue el que lo planteó; los chinos decidieron atenerse al guión, incluyendo murciélagos y otros mamíferos en algún mercado húmedo y cuarentena para millones de sus ciudadanos. Fue doloroso, pero aún así, no tanto como un holocausto nuclear.

Un metaguión para tal programa fue presentado en la producción de la BBC titulada Un Estudio en Rosa, una variación sobre el primer libro de Sherlock Holmes, donde el villano hace a sus víctimas una oferta que no pueden rechazar: jugar a la ruleta rusa (amañada) o ser fusilado. Aceptan, juegan y mueren. El Estado profundo de los EE.UU. ya ha practicado este juego. En 1990, se ofrecieron a jugar con el Sr. Gorbachov; él apostó y destruyó su país. En los años 90, Japón tuvo la opción de elegir entre ser el enemigo número uno o entrar en el juego. Los japoneses aceptaron y le hundieron su economía por 30 años, seguidos por el estancamiento. Ahora le tocó a China.

Aunque los chinos aceptaron el papel y lo interpretaron a la perfección, se quedaron cortos. Su oponente quiere desgarrar a China hasta el tuétano; a los chinos se les reclaman trillones de dólares por haber entrado en la jugada. El periódico más grande de Alemania preguntó al presidente chino: ¿Por qué sus laboratorios tóxicos no son tan seguros como sus prisiones para prisioneros políticos? En el artículo titulado “Lo que China nos debe”, el Bild declaró que China le debía a Alemania 149.000 millones de euros por los daños causados por el coronavirus. ¿Entenderán los chinos que han sido estafados?

Los rusos se han dejado engañar, con la caída de los precios del petróleo en el mundo de los coronavirus. ¿Entenderán su error o insistirán en seguir jugando por el prometido Yalta-2? ¿El pueblo americano se meterá en el Gran Juego o les echará a perder los planes a los amos? ¿Qué pasará en Europa, objeto y  trofeo de la guerra sino-americana? ¿El viejo mundo se verá marginado para siempre en las relaciones internacionales? Esto es lo que discutiremos en el próximo artículo.

Israel Shamir, el 22/04/2020

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Se puede contactar con Israel Shamir en adam@israelshamir.net

Fuente: The Unz Review

Publicación original en Español: Red Internacional

Traducción: Maria Poumier

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