Israel y el Sionismo: La Culpa es de Moisés!! – por Pablo Jofré Leal

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La clase política israelí destaca, no sólo por la férrea defensa del sionismo, el mantener la ocupación de Palestina e incluso anexar dichos territorios, la enemistad contra sus vecinos y la alianza tejida con Washington, para servir de punta de lanza de los intereses de ese régimen y sus socios occidentales en Oriente Medio.

Sobresale también por una visión del mundo rayana en el delirio. Uno de esos trastornados, es Avigdor Lieberman, ministro de asuntos militares. Un político de origen  moldavo que reside en el asentamiento de Nokdim —al sur de Bethlehem— en la Cisjordania ocupada y que sobresale por sus llamados a asesinar a todo aquel que combata al régimen ocupante israelí bajo la acusación de ser terroristas. Este ex portero de una discoteca en su ciudad natal de Chisináu, aspirante a poeta, perito hidraulico; suele  aparecer en los medios de comunicación con declaraciones polémicas, violentas, descalificadoras, pero también surrealistas, que van desde la ofensa a todo aquel que no mire el mundo como lo ve un sionista, las amenazas de muerte al pueblo palestino o simplemente asignar la culpa de la actual situación de su sociedad a Moisés.

 

Lieberman aspira a un barrio europeo

¡Sí! Para este político considerado dentro del top five de los ministros más extremistas del gabinete de Benjamin Netanyahu, uno de los más importantes profetas de las tres principales religiones monoteístas como es Moisés, resulta ser el culpable de los actuales “males” que aquejan a Israel. Efectivamente el día 3 de mayo del 2018 Lieberman expresó lo que  suele  sostener, en forma crónica, un representante de una ideología y un pueblo que se ha tragado el cuento de considerarse “elegido” y superior a otros pueblos. Avigdor Lieberman sostuvo, en una entrevista ante el medio ruso Kommensant, que la responsabilidad del poco éxito de la entidad sionista en sus relaciones vecinales era producto de su situación geográfica y en ese plano había que asignarle entonces, la culpa de todo lo que tal condición conlleva, al profeta Moisés. Lieberman apunta, lea bien, al error estratégico que habría cometido Mosiés al haber llevado al pueblo judío desde Egipto a Palestina, en lugar de haber tomado la ruta norte y haber dirigido su paso a las fronteras de la actual Italia y Suiza.

Lieberman desea tener vecinos occidentales, tal vez porque añora una cercanía geográfica la Europa Oriental y las tierras del kaganato Jázaro, origen de aquellos que ocupan hoy la Palestina histórica y pretenden hacerle creer al mundo que  tienen una génesis semita. Lieberman, como aquellos racistas que desprecian a quienes son diferentes, declara que Oriente Medio no sólo es un error estratégico, sino que es una tierra que no los merece. Ahora bien, en estricto rigor Lieberman estaría cometiendo una herejía, que merecería la condena del Consejo Rabínico, pues al asignar la responsabilidad de llegar a Palestina y no a Suiza a un error estratégico de Moisés lo que está diciendo de fondo es que el autor de este traspié mayúsculo fue su dios Jehová y las indicaciones geográficas erróneas, que le habría dado a este profeta.

Para Lieberman el exculpar a Israel y el sionismo de las decisiones tomadas y responsabilizar de todo a un Profeta raya en una patología delirante. Implica no asumir la responsabilidad ante los crímenes cometidos contra el pueblo palestino, la destrucción de aldeas y cultivos, la demolición  de viviendas. La construcción de un muro de segregación, la instalación de un sistema de apartheid, el asesinato selectivo, la represión a toda manifestación palestina por su autodeterminación. La construcción de asentamientos  en territorio ocupado instalando allí a colonos judíos extremistas traídos de diversas partes del mundo. Ello representa una cobardía en  grado sumo pues reivindica mitos que avalan una política de ocupación.

“No escogimos a nuestros vecinos, pero en general, no tenemos ninguna suerte con ellos. Creo que el error estratégico de Moisés fue el haber guiado a los israelíes —descendientes del profeta Jacob— hacia Oriente Medio y no a las fronteras de Italia y Suiza”. Las palabras de Liberman si Moisés no hubiera cometido tal “error estratégico” hubiesen generado, posiblemente, una situación de alivio en Oriente Medio. Esto, pues no sería realidad la presencia de una entidad, que desde el comienzo del proceso de colonización de Palestina, desde fines del siglo XIX hasta el año 1948 cuando se instaura el régimen sionista y desde ese año hasta nuestros días, no ha hecho otra cosa que generar inestabilidad, muerte y dolor en tierras del Levante Mediterráneo.

En la política ficción surge la interrogante ¿Cuál habría sido la opinión de italianos y suizos ante la posibilidad de haber tenido el sionismo en el límite de sus fronteras. Tal vez, como latinos y  germanos (base racial de estos países europeos) tampoco son parte del “pueblo elegido” encontraríamos  un ambiente cargado de racismo, segregación, construcción de un muro  paralelo a los Alpes e incluso la posibilidad de ocupar tierras que tendrían el sello mítico de “tierras prometidas”. Pues, todo vale para ese objetivo ilusorio que se ha vendido al mundo de “un pueblo sin tierra”. Anhelando, hipotéticamente por cierto,  un territorio que abarcara desde el Lago Constanza hasta Lampedusa quedando por resolver qué país debería haber sido parte de un proceso de partición mediante una resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tras la Segunda Guerra Mundial que les permitiera tener fronteras con Italia y Suiza: ¿Austria, Francia, Alemania?

En el delirio de Lieberman no resultaría extraño que el día de mañana nombre a Charles Darwin y su responsabilidad en no haber  dado una buena opinión sobre la Patagonia para haber trasladado allí a los colonos judíos europeos, que en lugar de instalarse en tierras australes e incluso en Uganda – ambas zonas tomadas en consideración por la Organización  Sionista Mundial a  fines del Siglo XIX en su Primer Congreso Mundial Sionista celebrado en Basilea, Suiza-   y posteriormente la Declaración Balfour, para generar un proceso de colonización – terminaron viajando en oleadas invasoras a Palestina, con todo el resultado que tal política colonial ha generado.

En un artículo anterior sostuve que “resulta indiscutible, por más que la hasbara (propaganda sionista) lo presente como un documento jurídico, que Gran Bretaña y la Declaración Balfour no tenía autoridad política, legal ni moral para hacer promesas de entrega o compartir objetivos coloniales de una ideología que no conocía Palestina más que por mapas, como lo demuestra el hecho que las discusiones para encontrar “un hogar nacional judío” dividían las opciones entre la Patagonia sudamericana, Uganda y el levante mediterráneo. Cuestión que obligó a los ideologos del sionismo a buscar las razones, líneas centrales y ejes discursivos que le permitieran sostener con algo de solidez que Palestina era el destino final”.

 

El Lobo con piel de cordero

Para el sionismo y la cobardía esencial que compone esta ideología, son los otros los culpables de las conductas llevadas a cabo para defender la usurpación de tierras y su política colonialista, racista y criminal. Si hay muertos en la Franja de Gaza es porque los manifestantes palestinos se acercaron a la frontera artificial construida por el ocupante sionista. Disparan a matar porque piedras y gritos pueden afectar la seguridad de soldados armados hasta los dientes y dotados de armas, tanques, drones, aviones  y un bloqueo total contra el pueblo gazetí. Si construyen un Muro de segregación, su hasbara los denomina “valla de seguridad” construido más allá de la línea verde establecida el año 1967, atravesando aldeas, pueblos y campos de cultivo palestinos, aislando familias, robando palmo a palmo las tierras de palestina. Sometiéndolos al abuso permanente, al tratamiento como animales, a la violación diaria de sus derechos como seres humanos.

Las declaraciones de Lieberman, generalmente extremistas y salidas de tono son la muestra elocuente de lo peligroso que es el sionismo y sobre todo el gabinete de Benjamin Netanyahu, que ha reunido en el seno de su gobierno a lo más granado del extremismo.

A Lieberman hay que sumar a Ayelet Shaked, ministra israelí de asuntos judiciales y que se destaca por sus llamados a asesinar a los hijos de las mujeres palestinas, en apologías criminales, que suele generar elogios en una sociedad mayoritariamente perversa “Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos” sobre las mujeres palestinas, esta mujer sionista declaró  “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”.

O personajes peculiares como el ministro de energía, Yuval Steinizt, que fuera de cualquier ámbito de sus competencias amenaza con asesinar al presidente Sirio, Bashar al-Asad y poner fin al gobierno de ese país si este no pone fin a sus relaciones con Irán. Resulta extraño, en el resto del planeta leer este tipo de declaraciones de personajes que deberían estar inmersos en realizar una  buena labor dentro del ámbito tecnócrata, en lugar de hacer llamado al magnicidios pero…la culpa parece estar más allá de ellos. Tal vez el mismo Moisés o surja algún otro Profeta al ruedo.

Sumemos al ministro de educación Naftali Bennett quien como comandante del ejército israelí orientó el bombardeo, en abril del año 1996, en el marco de la operación militar “Uvas de la ira” de un Campo de refugiados en el sur de El Líbano a cargo de la ONU y  que generó cientos de víctimas: La denominada Masacre de Qana. Bennett es considerado uno de los  ministros más extremistas en el gabinete de los lobos sionistas. “Yo quiero una paz derechista que no se consiga mediante concesiones territoriales sino quiero una paz que se consiga mediante la fuerza” son ideas frecuentes en sus alocuciones. Del mismo modo ha reiterado su apoyo a las políticas de Israel y alabado la construcción de más asentamientos en los territorios palestinos ocupados. Haciendo llamados, igualmente, a la eliminación física de cualquier palestino que se exprese contra esta ocupación. “Nuestra estrategia contra la escalada de violencia en Cisjordania y Al-Quds (Jerusalén) se asienta en dos pilares fundamentales: primero, matar a los atacantes palestinos y, segundo, destruir sus viviendas”, declaró Bennett en una entrevista concedida a la televisión israelí

Cada declaración de estos políticos sionistas, con diarias, crónicas y violentas exaltaciones efectuadas en torno a su política en Oriente Medio, demuestran que el delirio, la perversidad y los llamados enloquecidos para asesinar al pueblo palestino, desestabilizar gobiernos vecinos, usurpar todo lo que se pueda en aras de sus mitos fundacionales, no tiene nada que ver con errores estratégicos asignados a un profeta. Son lisa y llanamente el ideario político, ideológico y conductual de un régimen genocida.

Sus aparentes llamados al respeto al derecho internacional o derramar lágrimas cuando alguien se atreve a cuestionar los hechos de la Segunda Guerra Mundial como sucedió con el presidente palestino, que finalmente tuvo que disculparse, muestra a un régimen de lobos vestidos con piel de cordero y no precisamente camino al sacrificio. No puede haber disculpas con quien se ha convertido en el victimario del pueblo palestino. Las disculpas, la reparación ante tanto crimen, el abandono de las tierras usurpadas, deben venir desde aquellos que se han convertido en una de las entidades más criminales de la historia de la humanidad, comparable al nacionalsocialismo. Más aún cuando este próximo 14 de mayo se conmemora la Nakba (Catástrofe) que desencadenó un proceso de crímenes, violencia, usurpación y  violación de los derechos humanos de millones de palestinos.

Debemos tener muy presente, respecto al sionismo, que no se trata de haber efectuado una travesía conquistadora de la mano del Profeta Moisés, a un hipotético territorio que limitara con la actual Suiza e Italia. E incluso haber pensado en trasladar sus bártulos a Uganda o la Patagonia, es simplemente  una ideología criminal que busca argumentos, excusas, apoyos y alianza para seguir usurpando territorios, sometiendo a la población palestina, agrediendo a Siria, El Líbano y servir a los intereses hegemónicos de sus aliados occidentales, signados por el lobby sionista allí donde su nefasta influencia se deja sentir.

 

Pablo Jofré Leal, 9 mayo 2018

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