Cartagena prohibirá la publicidad sexista… en los burdeles – por Candela Sande
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Por más que le doy vueltas a la cabeza no acierto a ver cómo puede publicitarse un local así con ‘publicidad no sexista’. En ese absurdo de preocuparse por lo ridículo -la publicidad de un burdel- e ignorar lo gigantesco -el propio burdel-, está la clave de todo el pensamiento progresista.
El Ayuntamiento de Cartagena quiere prohibir la publicidad sexista en los ‘lugares de alterne’, que viene a ser como obligar al gremio de asesinos a sueldo a que guarden sus armas en un lugar seguro para evitar desgracias.
Como cualquiera que trabaje de lo míos, a veces querría ser de izquierdas. Ir con la corriente, estar del lado de los que cuentan, tener el favor de los que mejor pagan. Qué quieren, soy humana. Pero no está al alcance de cualquiera ni aun fingirlo, porque los retorcimientos mentales que exige me dejarían agotada.
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Estar, por ejemplo, entre los asistentes a la entrega de los Premios Goya, secándome una lágrima con el discurso de Jesús Vidal, galardonado como mejor actor revelación por su papel en ‘Campeones’. En la película de Javier Fesser, Vidal interpreta a uno de los jugadores del equipo de baloncesto que entrena Javier Gutiérrez. “Ustedes han distinguido a un actor con discapacidad, no saben lo que han hecho”, ha dicho Vidal al recoger el premio y ha mencionado tres palabras: “Inclusión, diversidad, visibilidad”.
Y después de aplaudir hasta pelarme las manos y llorar a moco tendido, salir a defender que los que son como Vidal puedan ser eliminados en el vientre de sus madres. No sé, creo que hay que tener un cerebro especial, muy bien compartimentado, para aguantar todas esas contradicciones.
O como acaban de hacer en Cartagena, donde el socialista David Martínez, concejal del Área de Cultura, Turismo e Igualdad -una mezcla explosiva, si me preguntan- acaba de anunciar una nueva ordenanza para prohibir la publicidad sexista en los burdeles.
Teniendo en cuenta lo que ahora pasa por ‘publicidad sexista’ -cualquiera en la que aparezca una mujer medianamente mona, salvo que se la muestre poderosa como el trueno-, y sabiendo lo que es un burdel, por más que le doy vueltas a la cabeza no acierto a ver cómo puede publicitarse un local así con ‘publicidad no sexista’. ¿Insistiendo en su higiene? ¿Anunciando que las copas son gratis? ¿Ofreciendo un dos por uno?
Si al conceja de Igualdad la igualdad le importara un rábano, y no tuviera el nombre de la cosa por una etiqueta progre que no tiene demasiado que ver con la igualdad, se preguntaría si puede haber igualdad alguna en los prostíbulos, bares de alterne y demás locales de alquiler de carne humana. No sé, a lo mejor se le enciende una luz.
Ahí, en ese absurdo de preocuparse por lo ridículo -la publicidad de un burdel- e ignorar lo gigantesco -el propio burdel-, está la clave de todo el pensamiento progresista. No van de verdad, van de farol; no se iban a atrever a prohibir la prostitución, aunque el que asó la manteca sabe que ahí los clientes son abrumadoramente varones y quienes ofrecen el ‘servicio’ casi siempre mujeres, y que eso lo convierte en un negocio absolutamente sexista, y que obligarles a una publicidad ‘igualitaria’ es como peinar a Quasimodo pretendiendo con eso convertirle en Ryan Gosling.
Tampoco es probable que busquen la igualdad en la plantilla de esos locales, obligándoles, como quieren hacer con tantas empresas, instituciones y gremios, a mantener un número similar de trabajadores de ambos sexos.
Ni es remota probable que el concejal de Igualdad medite sobre lo empoderadas que deben de ser unas mujeres que alquilan su cuerpo por horas o lo impecablemente ‘aliados’ feministas que serán los clientes que solo muestran un interés en el físico de estas mujeres, algo que en cualquier otro aspecto de la vida social se considera merecedor del mayor anatema. No, no es probable, quizá porque aquí uno de sus empeños, el de la igualdad, quizá entre en conflicto con otro, el de turismo.
Imagino que para las chicas obligadas por la necesidad a trabajar en estos lugares les resultará bastante irónico no poder anunciar lo que hacen, porque decirlo es machista y hacerlo y cobrar/pagar por ello, por lo visto, no.