Durante un encuentro bilateral en Sochi, los presidentes de Rusia y de Turquía decidieron, el 17 de septiembre de 2018, la creación de una franja desmilitarizada alrededor del territorio de la provincia siria de Idlib que aún se mantiene bajo control de diferentes grupos armados.
Desde su encuentro anterior, que tuvo lugar el 7 de septiembre en Teherán –en ocasión de la cumbre tripartita Irán-Rusia-Turquía–, la Federación Rusa había elevado el tono de sus declaraciones al señalar por primera vez el carácter ilegal de la presencia militar turca en la región siria de Idlib y subrayando que esa presencia militar de Turquía en suelo siria tiene que terminar.
En Sochi, el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan firmaron –en primer lugar– una serie de acuerdos de cooperación económica sobre la construcción del gasoducto Turkish Stream y la central nuclear civil turca de Akkuyu, acuerdos particularmente oportunos para Ankara, ante el brusco derrumbe de la economía turca.
En cuanto a la zona ocupada actualmente en Siria por los yihadistas y por el ejército turco –zona que corresponde más o menos a los límites de la provincia siria de Idlib–, Rusia y Turquía acordaron ofrecer una nueva posibilidad a la “oposición armada siria” para que se separe de los yihadistas.
En el pasado ya se concluyeron, con Estados Unidos y con Turquía, varios acuerdos similares de desescalada que incluían la región de Idlib así como otras regiones de Siria, pero al no producirse la separación estipulada entre los llamados “rebeldes moderados” y los yihadistas, aquellos acuerdos acabaron cayendo por su propio peso al cabo de 6 meses. En todo caso, esos acuerdos han permitido comprobar en la práctica que los yihadistas y los rebeldes supuestamente moderados son en realidad los mismos individuos –más mercenarios que militantes. A lo largo de los 7 años de conflicto, la gran mayoría de esos individuos han sido miembros de diferentes grupos, pasando frecuentemente de uno a otro, en función de las oportunidades económicas que se les ofrecían.
Por su parte, la República Árabe Siria ya había anunciado que consideraba prudente posponer la liberación de Idlib hasta después de las elecciones legislativas estadounidenses del 6 de noviembre ya que un ataque químico británico bajo bandera falsa habría bastado al Reino Unido para forzar el presidente estadounidense Donald Trump a atacar Siria en medio de la campaña electoral.
El presidente turco Erdogan presenta a los turcos el acuerdo que acaba de concluir con Putin como una doble victoria en la que salva a la población civil de Idlib obteniendo a la vez ventajosos contratos para Turquía.
El hecho es que Turquía está muy lejos de hallarse en posición de fuerza para negociar con Rusia, un enemigo histórico convertido recientemente en aliado temporal, ya que la economía turca depende actualmente de la afluencia de turistas rusos, y Moscú ya ha demostrado que puede llevárselos tan fácil y rápidamente como los trae.
Los resultados del encuentro entre Putin y Erdogan son los siguientes:
Los acuerdos económicos con Rusia alejan un poco más a Ankara de la OTAN.
Será instaurada una línea de demarcación, de aquí al 5 de octubre, entre la zona que aún queda bajo control yihadista y el resto de Siria. A partir de esa línea de demarcación se creará una franja desmilitarizada bajo control conjunto de Rusia y Turquía. Las tropas turcas tendrán que retroceder varios kilómetros hacia el interior de la región de Idlib donde hoy se encuentran para permitir a la parte siria liberar la autopista Damasco-Alepo.
En resumen, Rusia aleja a Turquía de las potencias occidentales, evita que su aliado sirio se exponga al peligro y sigue liberando territorio sirio sin tener que combatir.
Voltairenet, 18 septiembre 2018