La brutal y creciente agresión tecnológica

“Está previsto que 5G entre en vigencia el próximo año 2019. El plan es lanzar más de cuatro mil satélites a la atmósfera superior del planeta durante un período de dos años.”

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Hace escasas fechas, el físico Artur Sala, científico disidente y compañero de fatigas en la lucha contra el paradigma y el orden establecido, me enviaba un correo denunciando unos graves hechos acaecidos en las recónditas e inhóspitas regiones de La Maná y La Envidia, en la selva de Ecuador. Allí, el investigador independiente Alex Putney y otras personas acaban de sufrir en sus propias carnes los efectos nocivos de la radiación de microondas ambiental, que les ha provocado serias infecciones a causa de un gusano de cuerdas (funis vermis), pues dicha radiación reprime el sistema inmunitario humano y aumenta las tasas de crecimiento microbiano patogénico.

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Lectura de 2,1 microteslas tomada por A. Putney en Ecuador

Según ha podido corroborar el propio Alex Putney, este fenómeno se debe sin duda a la instalación –por parte del gobierno ecuatoriano con apoyo estadounidense– de un campo de experimentación de la novedosa tecnología llamada “5G”, que está a las puertas de establecerse en todas las sociedades avanzadas. Las comprobaciones llevadas a cabo por Putney mediante un dispositivo medidor de radiación ambiental[1] no dejan lugar a dudas. Mientras que la tasa de seguridad para la salud no debe exceder los 0,4 μT (microteslas), en toda la zona medida el aparato daba lecturas que siempre superaban los 0,6 μT y llegaban hasta un máximo de 2,3 μT, lo cual –en palabras de Artur Sala– es “una auténtica barbaridad”.

En fin, nada de esto es nuevo para mí, pues desde hace años estoy bien al corriente de las dos grandes agresiones ambientales que son absolutamente minimizadas, cuando no negadas o ignoradas, por los gobiernos de todos los países y los poderes globales: los chemtrails y la contaminación electromagnética. Es más, en una hábil maniobra de distracción, desde hace tiempo las autoridades vienen lanzando cruzadas ecologistas –con el inestimable apoyo de las ONGs– contra el diésel, los combustibles fósiles, el CO2, el cambio climático, los plásticos, etc. que comportan invariablemente más impuestos, normativas, restricciones, imposiciones, etc. No obstante, como ya he puesto de manifiesto varias veces, todo ello es falso, exagerado, o peccata minuta frente a la gravedad de la creciente amenaza de la tecnología electromagnética que nos rodea, a la cual ya dediqué hace tiempo un artículo específico en este blog.

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Julian Rose

Y una vez más, debo rendirme ante la valentía y contundencia del activista británico Julian Rose, que recientemente ha escrito un brillante artículo sobre esta seria cuestión, y que no he podido dejar de traducir para ofrecerlo a todos los lectores. En dicho documento, Rose analiza con acierto el punto en donde estamos, en que la agenda transhumanista avanza a pasos agigantados para destruir nuestra esencia y sustituirla por un mundo robótico donde todo esté perfectamente controlado, pues la moderna tecnología no nos libera sino que nos hace aún más esclavos.

En efecto, la tecnología juega un papel clave, pues se está tratando de aplicar una uniformidad procedente de la inteligencia artificial, al tiempo que se imponen frecuencias dañinas y contrarias al orden natural. Y ello conlleva la ruptura de la armonía marcada por la frecuencia de nuestro corazón, produciendo malestar y desequilibrio generalizado. En este sentido, Rose avisa que si las tecnologías 2, 3 y 4G ya se han mostrado dañinas para la vida, la imposición del 5G puede ser ya un punto de no-retorno. Y esto no es simple alarmismo; muchos científicos de todo el mundo ya han advertido de este peligro (incluyo para descarga un documento PDF, en inglés, en el Apéndice).

Xavier Barltlett, Fuente

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El corazón humano no es un montaje tecnológico. Impidamos que el 5G gane impulso

La fascinación de la humanidad post-industrial por el progreso material ha desempeñado, desde la revolución industrial, el papel dominante en la dirección tomada por las sociedades occidentalizadas. “La máquina”, junto con la riqueza material y financiera necesaria para poseerla y operarla, ha subsumido progresivamente los valores más centrados en el ser humano que precedieron a su dominio.

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Dependientes de las nuevas tecnologías

De hecho, la fascinación por las llamadas tecnologías modernas de nuestros días representa una extensión de la obediencia general pagada al creciente tótem de los “avances” tecnológicos durante los últimos tres siglos, y ha llegado al punto en que tales innovaciones ya no pretenden versar sobre “reducir la carga de trabajo”, sino que casi se reafirman como drogas de conveniencia sin las cuales gran parte de la sociedad occidentalizada apenas podría funcionar de ningún modo.

No obstante, cada paso en el camino hacia este punto de abstracción ha implicado saltos de pensamiento imaginativo que se basan en principios energéticos universales. El genio de Nikola Tesla es un ejemplo de eso. Sin embargo, simultáneamente, cada “avance” ha traído consigo una gran cantidad de déficits en la salud y el bienestar del medio ambiente natural, del hombre, de los animales y de los insectos; amenazando con socavar el tejido mismo de la sostenibilidad planetaria.

La energía sintética de microondas, que ha ganado tanta importancia en los últimos veinte años, ha acelerado el ritmo y el pulso de la energía universal, y al hacerlo ha ofrecido a la humanidad un modelo paralelo de vida. Una realidad sintética, no nuestra verdadera realidad como seres dirigidos por energía espiritual. Estoy planteando la cuestión de si tales “innovaciones” llevan a la humanidad más cerca o más lejos del lugar al que nuestros corazones nos piden que vayamos. Ese estado iluminado que nuestra conciencia más profunda nos llama constantemente a expresar y vivir en el aquí y ahora.

Si nos acerca, ¿por qué el creciente precio que pagan las personas, las plantas y los insectos es tan alto? Posiblemente es tan alto como para socavar la estructura viva del planeta hasta un punto en el que no sea posible el retorno natural y nos conduzca a un estado donde la vida planetaria se convierta en una copia “virtual” del original. Un sustrato genéticamente modificado de la vida real.

Las contradicciones nos miran a la cara: ¿Hay que distorsionar los ritmos naturales ecológicos y humanos para alcanzar alguna forma de iluminación tecnológica? Lo que en Occidente llamamos “un alto nivel de vida” ahora exige el acceso a toda una gama de artilugios electromagnéticos, electrónicos y de microondas que han explotado en los mercados mundiales en las últimas dos décadas, creando una nube permanente de contaminación electromagnética, y que encajan perfectamente en la forma preferida de encarcelamiento de la humanidad a cargo de “la mano oculta del control”.

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¿Hacia la robotización del ser humano?

Un componente clave de esta toma del cerebro humano es el llamado evento de “singularidad”: un punto de inflexión en el que el poder informatizado supera la capacidad del cerebro humano sensible para realizar los procedimientos normales de la toma de decisiones cotidiana. Un lugar donde la ingeniería genética y las realidades sintéticas nanotecnológicas se convierten en la norma y ​​los humanos cruzan la línea roja que separa a la humanidad de la degeneración en una raza de cyborgs tecnológicamente programados. Y en ese punto, la raza humana habrá perdido el contacto con su realidad cósmica y terrenal por completo.

Consideremos esto directamente. ¿Cómo te posicionas ante la revolución del teléfono móvil / Ipod / Wifi de las últimas dos décadas? ¿Eres dueño de uno de estos inventos? (Yo lo fui, pero lo dejé). ¿Dónde quieres que te lleven estas tecnologías “tan inteligentes”? ¿Realmente vale la pena cocer tu cerebro e interferir los ritmos de las ondas naturales de la energía universal para ser un hombre o una mujer de negocios más “inteligente”? ¿Sólo para tener acceso casi instantáneo a amigos, familiares y asociados? ¿Sólo para posibilitar la celebración de conversaciones estúpidas que no logran nada más que una vaga sensación de comodidad y que son tan útiles como la comida basura procesada en una típica cadena de supermercados?

Para aquellos vagamente conscientes de que las microondas electromagnéticas que emanan de estos artilugios –y de las torres siniestras que proporcionan sus señales pulsantes– pueden estar interrumpiendo también la resonancia de fondo (Resonancia Schumann) que proporciona equilibrio al cerebro y corazón humanos, al vuelo de las aves, las abejas y otros insectos, al crecimiento de las plantas y a la estabilidad de la atmósfera en sí misma: ¿Es demasiado esperar que quienes poseen estos artilugios trabajen para liberarse de sus adicciones a la toxicidad? ¿Estamos permitiendo que nuestras vidas estén dominadas por un pulso electrónico simulado que es la herramienta perfecta para el control mental masivo? ¿O estamos tratando de sintonizarnos con el pulso natural que guía las sensibilidades sutiles de nuestros propios corazones? ¿A cuál de ellos le das prioridad en tu vida diaria?

El corazón no es un montaje tecnológico. Opera en una longitud de onda que es crítica para el florecimiento de nuestro camino espiritual. Responde a un ritmo universal del cual el hombre es parte integral y que es el rito de nacimiento de cada individuo. Si hubiésemos estado operando conscientemente en esta frecuencia dirigida por el corazón y el espíritu durante los siglos pasados, la humanidad y el planeta Tierra no estarían en el peligroso estado psicofísico de desequilibrio en el que se encuentran hoy en día.

Si toda la tecnología se hubiera mantenido mayormente en proporciones benignas y a escala humana, habría sido inconcebible la invención de armas de destrucción masiva con las que nuestras naciones se arman hoy; o incluso las centrales nucleares alimentadas con uranio que proporcionan sus materiales fisionables. Estando así a día de hoy, a una hora de nuestra desaparición o en el posible indulto, estos problemas se mantienen claramente frente a nosotros. Algo tiene que caer.

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La agresión electromagnética no puede estar más cerca

La amenaza de la implementación del WiFi 5G que se avecina rápidamente –con sus violentas y volátiles transmisiones de microondas sintonizadas casi con la misma longitud de onda que el neocórtex humano– debe ejemplificar la tecnología de línea roja que simplemente no se puede permitir que ocurra. Porque literalmente no puede ser tolerado por nuestro organismo viviente: física, psicológica, mental o espiritualmente.

El reino animal y vegetal entero, ya azotado por las microondas 2, 3 y 4G, no puede sobrevivir a ningún otro bombardeo más, so pena de perder cualquier posibilidad de mantenerse consciente, sensible y verdaderamente vivo. Todos aquellos que son conscientes –aunque vagamente– del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos, a otros y a nuestro entorno compartido adoptando descuidadamente las últimas armas de destrucción masiva de bolsillo y la “Internet para todo” a la que se conectan, tienen solo unos pocos meses para unirse a una protesta masiva para evitar que el horror 5G se convierta en realidad.

Estamos en un punto de inflexión en los asuntos del hombre. Una nueva energía de la conciencia está emergiendo dentro de todos nosotros; una energía que es la antítesis de la variedad sintética. Es una energía dada por Dios, un don que nos es otorgado como parte integral de nuestra condición de ser humano.

Ahora es el momento de usar este don y de cambiar el rumbo de nuestra desventura. Una desventura bajo la bota de una camarilla global centralizada a la que no le importa ni un ápice el destino de nuestro planeta, más allá del hecho de mantenerlo cautivo y sumiso. Con todo, es una fuerza que palidece en la insignificancia en comparación con el pleno poder de la conciencia despierta. Sin embargo, hemos permitido que este planeta se convierta en algo que se acerca a un desierto emocional, espiritual y físico. El 5G es quizás la última herramienta de represión, ya que se disfraza como un aparente avance tecnológico que el ignorante adoptará sin pensar en lo que realmente es.

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Mástil con antenas de telefonía

Está previsto que 5G entre en vigencia el próximo año 2019. El plan es lanzar más de cuatro mil satélites a la atmósfera superior del planeta durante un período de dos años. Estos satélites están diseñados para cubrir todo centímetro cuadrado del planeta con una red Wifi de potencia sin igual. Ningún lugar escapará a los efectos de la red de microondas de 360 ​​grados. Mientras tanto, se construirán millones de nuevos “mástiles” para transmitir los pulsos Wifi extra cortos a ciudades, pueblos y localidades rurales de todo el planeta. Las transmisiones de 2, 3 y 4G ya han despertado profundas preocupaciones científicas sobre sus efectos sobre los seres humanos, los animales, los insectos y la vida vegetal. El 5G está configurado para aumentar enormemente las preocupaciones existentes. Presenta un peligro casi inimaginable para la vida en la Tierra.

Si alguna vez se materializa este escenario, la humanidad se habrá “abandonado” a un juguete tecnológico letal cuyo único derecho a la fama es que proporcionará acceso “instantáneo” a noticias falsas y a mega-volúmenes de información corporativa basura. ¿Vamos a seguir permitiendo que nos conduzcan a un mundo dominado por un pulso procesado de microondas Wifi ajustado para interferir directamente con nuestros canales de comunicación naturales, canales hacia y desde la fuente divina de toda la vida en este Universo?

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¿”Máquinas” controladas mediante microchips?

¿Vamos a permitir que nuestra creatividad dada por Dios sea pirateada por una construcción mecánica “inteligente” controlada por una camarilla corporativa infrahumana? ¿Vamos a seguir flirteando ociosamente con una agenda robótica transhumanista que promueve una tecnología que “piensa por nosotros”? ¿Estamos realmente dispuestos a abandonarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta a los efectos castrantes y esterilizantes de la ingeniería electromagnética de microondas? Hago todas estas preguntas porque ese es el camino que parecemos tomar, a menos que una gran llamada de atención lleve a la humanidad a otra trayectoria. Esa trayectoria implica que nos aferremos al genuino surgimiento creativo que alimenta nuestra búsqueda de la verdad y aprendamos a alinearnos con la armonía sinérgica de nuestro universo cuántico.

El camino de la verdad no se puede hacer siguiendo el “guión de conveniencia”. Así pues, adiós al teléfono móvil tóxico; tira la máquina de control mental llamada televisión; comienza el proceso de decir adiós a la red de energía controlada por la empresa, y emprende una nueva vida mientras aún puedas.

Hagas lo que hagas, involúcrate en todos los esfuerzos para evitar que el 5G gane impulso, o promueve tu propia iniciativa. Como precondición para la cordura de la humanidad, el 5G debe ser detenido. Recupera el control de tu destino como individuo capaz de pensar fuera de las normas y aprende a resintonizar con la longitud de onda infinita de la conciencia. Deja que ésta te saque de la prisión sin Dios tan astutamente ideada por nuestros opresores.

Julian Rose 2018

Fuente


[1] Concretamente, el medidor de radiación electromagnética KKmoon GM3120.

 

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Contaminación electromagnética: la amenaza invisible

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