Entender el robo: ‘fraude fiscal’ y ‘evasión fiscal’ son dos nociones que no hay que confundir
La ingeniería fiscal ha ganado la partida. Las élites no lo hacen. La lucha contra el fraude fiscal se ha centrado hasta ahora en el secreto bancario. Sin embargo, la mitad del mercado offshore se concentra actualmente en los trusts, creaciones jurídicas que no necesitan del secreto para poder protegerse del fisco.
La lucha contra el fraude fiscal se ha centrado hasta ahora en el secreto bancario. Sin embargo, la mitad del mercado offshore se concentra actualmente en los trust, creaciones jurídicas que no necesitan del secreto para poder protegerse del fisco. Son vehículos como las bien conocidas en España Sicav, pese a que hay algunas diferencias entre ambas fórmulas. Ya no se trata del mercado de la discreción bancaria, sino del de la ingeniería fiscal.
La evasión fiscal se ha desplazado progresivamente hacia esas estructuras legales. Los trust se han convertido en la principal herramienta de sustracción fiscal para las grandes fortunas, en el sustituto más eficaz del secreto bancario. El trust es un vehículo de derecho que permite a una persona desprenderse de sus haberes para no aparecer como el propietario a ojos del fisco. Una persona que ha constituido este trust no debe pagar impuestos porque se la considera propietaria de sus bienes. En cuanto al beneficiario del trust, que en principio sí debería pagarlos, no se exige su identidad en el momento de abrir una cuenta en las jurisdicciones de los territorios offshore británicos. En éstos, el banco que abre la cuenta puede no exigir la identidad del beneficiario si el trust es “discrecional e irrevocable”.
Los trust se han convertido en la principal herramienta de sustracción fiscal para las grandes fortunas, en el sustituto más eficaz del secreto bancario
Los grandes bancos situados en el continente europeo también se han lanzado al mercado de los trust, pero conservan la identidad de los constituyentes. Los bancos anglosajones practican un uso menos restrictivo reteniendo tan sólo informaciones sobre la sociedad de gestión y de administración. Esto les permite una opacidad completa sobre la persona que desea escapar al fisco. Llegan así a una confidencialidad todavía mayor sin secreto bancario en el sentido formal del término. Incluso si, en el marco de una investigación determinada, las legislaciones obligan a esas plazas financieras a entregar la información sobre sus clientes, éstas no pueden proporcionar informaciones de las que no disponen. La generalización de ese tipo de montaje es una mutación del sistema financiero internacional en beneficio de las finanzas anglosajonas. Las grandes fortunas, por tanto, se ven poco afectadas por la “lucha contra el fraude fiscal”. Al contrario, como ocurre con las firmas internacionales, convendría hablar de “evasión fiscal”, un conjunto de procedimientos legales que les permiten escapar a los impuestos.
El caso Luxleaks, revelado al final de una investigación, muestra cómo 340 multinacionales han podido establecer un total de 548 acuerdos con el Gran Ducado de Luxemburgo. Este país ofrece a las multinacionales todo un abanico de herramientas para optimizar de manera totalmente legal la imposición sobre sus actividades.
El tax ruling permite a una empresa preguntar por anticipado cómo será tratada su situación por la administración fiscal de un país y obtener ciertas garantías jurídicas. Las autoridades luxemburguesas se han atrincherado tras la legalidad de sus prácticas. El primer ministro del Gran Ducado ha asegurado que el ruling está “conforme a las leyes internacionales” y es “compatible con los estándares comunitarios y los de la OCDE”.
De hecho, el ruling no es exclusivo de Luxemburgo. Todos los Estados, en Europa o en otros lugares, muestran tener la misma imaginación a la hora de atraer o retener a las grandes empresas y los capitales.
La evasión fiscal, privilegio de las grandes fortunas y de las multinacionales, no está, como la lucha contra el fraude fiscal, en el centro de las políticas nacionales y comunitarias.
La posibilidad de no pagar impuestos se restringe así cada vez más a las capas sociales más privilegiadas.
La distinción entre fraude y evasión fiscal indica que la gobernanza mundial se efectúa “por arriba” y se emancipa así de todo proceso de alianza, de la formación de un bloque de poder, entre el gran capital y las clases medias superiores.