Países africanos quieren que Rusia actúe en África como en Siria

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El retorno de Moscú al Continente Negro

La desaparición de la URSS sacó a Moscú del continente africano por completo, pero ahora mismo resultaría prolijo enumerar los acuerdos de cooperación ruso-africana, en el ámbito militar, energético, minero o nuclear, firmadas o en proceso de firma.

El retorno de Rusia a África ha sido muy rápido. La mayoría de los acuerdos se han ratificado entre 2017 y el primer semestre de este año. Antes de la caída de la URSS, Moscú tenía 37 pactos firmado de asistencia técnica y económica y 42 acuerdos comerciales, y hoy no está lejos de volver a esas cifras.

La guinda llegó hace un par de meses, cuando firmó un memorándum con la Comunidad para el Desarrollo del África Austral, que incluye a 16 países como Sudáfrica, la República Democrática del Congo o Angola.

Las viejas potencias coloniales, ya bastante molestas por no poder frenar a China en el Continente, están alarmadas y tanto May como Merkel han viajado a África recientemente, que hasta ahora quedaba fuera de sus preocupaciones inmediatas.

Los africanos tienen una magnífica opinión del retorno ruso al Continente Negro, quizá con la excepción de la República Democrática del Congo, donde el apoyo ruso a Kabila no ha sido bien recibido.

En varios sectores, en particular la minería, la energía y la energía nuclear, Rusia compite con China, aunque es posible que ambos países hayan discutido el asunto con los demás socios Brics.

El retorno de Rusia al África subsahariana va de este a oeste y de norte a sur con una cooperación muy diversa. A veces, como en Chad, se trata de una simple cooperación militar en materia de entrenamiento. No obstante, sigue siendo muy sorprendente, ya que el cuartel general de las tropas francesas sigue teniendo su base en la capital chadiana y los soldados estadounidenses también están presentes allí.

A veces los proyectos son más complejos, como en Uganda, que firmó un protocolo con Rosatom en junio del año pasado sobre uso civil de la energía nuclear. El acercamiento entre Moscú y Kampala, que se está estableciendo en muchos terrenos, también es sorprendente, ya que hasta ahora el Presidente Museveni estaba considerado como uno de los aliados más leales de Estados Unidos en la región.

En Sudán, Seychelles y Guinea Conakry, se han alcanzado acuerdos en el sector minero. En Madagascar, Rusia está invirtiendo en salud a la espera de poderse establecer en el puerto de Toamasina para tener acceso al Océano Índico. A través del banco VTB, Moscú acaba de conceder un préstamo a Costa de Marfil de 132 millones de euros para la renovación de los hospitales.

El ejército ruso está en la República Centroafricana, donde su llegada ha hecho correr ríos de tinta, como ya relatamos aquí; Burkina Faso firmó un acuerdo de cooperación militar el pasado mes de agosto…

Puede dar la impresión de que el progreso de Rusia en África no tiene una estrategia geográfica o sectorial, pero la velocidad con la que se despliega demuestra lo contrario.

Lo que ha llamado la atención de los africanos no han sido las victorias del ejército ruso en Siria sino la constancia del Kremlin en el apoyo a su aliado, Bashar Al-Assad.

Ahora África llama a las puertas del Kremlin, incluido el polvorín de Níger, que no tiene bastante con el desembarco de tropas francesas, estadounidenses, italianas, alemanas… y ahora pide ayuda a Moscú. Mahamadu Issufu le ha pedido a Putin que presione en Washington para que la fuerza del G5 del Sahel esté bajo el mando del Minusma.

En especial, Francia está pagando muy caro su política neocolonial de los últimos 15 años. Sesenta años después de la independencia, la mayoría de los Estados africanos no conocen ni la paz, ni el desarrollo, ni la estabilidad. Sus errores sirven al Kremlin en bandeja. Rusia nunca ha sido un país colonizador en África y desde los tiempos soviéticos siempre ha defendido las luchas por la independencia de Lumumba a Modibo Keita.

Los africanos acogen con satisfacción el regreso de Rusia, pero no siempre por las mismas razones, ni tampoco por buenas razones. Unos quieren que Rusia haga en su país lo mismo que en Siria: frenar las injerencias externas y mantener el estado de cosas preexistente. Pero todos ven a Rusia como un Estado fiable que respeta su soberanía y no trata de inmiscuirse en sus asuntos internos.

Las elecciones previstas para el 23 de diciembre en la República Democrática del Congo serán la prueba del algodón. ¿Cómo podrá Moscú permanecer fiel a su nuevo socio sin interferir en la política interior de Kinshasa en detrimento de los congoleños?

Leslie Varenne, 3 septiembre 2018
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