El Express Singapur-Helsinki – por Israel Shamir
¡Primero Singapur y ahora Helsinki! Con suerte, la cumbre Trump-Putin se llevará a cabo este mes en la capital de Finlandia, después de postergarla por tanto tiempo. Se esperaba que se reunieran inmediatamente después de la histórica elección de Trump, pero la cumbre no tuvo lugar, ya que Trump se encontraba sitiado por la Gestapo de Mueller, acusado de agente ruso. Esta frívola acusación todavía sale a flote cada vez que Trump hace algo sensato, pero las cosas han cambiado desde la cumbre Trump-Kim, un acontecimiento cuya importancia crece al paso de los días.
El Trump de antes y después de Singapur son dos personas completamente diferentes, como un chico después de su primer beso. Antes, era el Señor Boca Floja, administrador y dueño de su propia cuenta de Twitter y de casi nada más. Después de la cumbre, se convirtió en un Prometeo liberado, el majestuoso presidente de la poderosa nación estadounidense. Al reunirse con Kim, desmintió a los sabelotodos de los medios de comunicación y del Estado profundo; se negó a acatar sus órdenes e hizo lo que consideraba correcto hacer. Si se reúne con Putin, convertirá su desobediencia en una rebelión a gran escala.
Sus adversarios, los Amos del Discurso[1], se alarmaron por el encuentro con Kim y se escandalizaron por su futura reunión con Putin.
Echemos un vistazo a su reacción sobre la reunión en Singapur[2].El líder de la minoría en el Senado, Chuck Schumer (“El guardián de Israel”), ha expresado una “extrema preocupación”, diciendo que “Trump ha trazado una falsa equivalencia entre las maniobras militares conjuntas y legítimas de Corea del Sur y los EUA, y los ilegales tests nucleares de Corea del Norte” (“¿Cómo puedes comparar?”, una respuesta típicamente judía). No hay que conceder nada a los norcoreanos antes del “desmantelamiento completo, verificable e irreversible del programa nuclear de Corea del Norte”. Trump ha dado “la legitimidad internacional que esta dictadura brutal y represiva tanto anhelaba”.
En el New York Times, Nicholas Kristof lamentó[3] que Trump haya hecho una enorme concesión al suspender las maniobras militares con Corea del Sur sin obtener nada a cambio: “nada sobre detener los programas de plutonio y uranio de Corea del Norte, nada sobre la destrucción de misiles balísticos intercontinentales, nada sobre la autorización de inspectores, nada sobre una declaración completa por parte de Corea del Norte respecto a su programa nuclear, nada sobre un calendario, nada sobre las inspecciones, etc”. Noah Rothman, co-editor de la revista conservadora Commentary, calificó[4] a la cumbre de “una vergüenza”.
Y los “intervencionistas humanitarios”, es decir, los izquierdistas a favor de la intervenciónpor razones humanitarias, ya han lanzado en sus titulares las denuncias de desertores[5] de Corea del Norte; y, como era de esperarse, exigieron negar cualquier acuerdo de paz que no contemplara un cambio completo de régimen, una lustración y el control internacional.
El presidente Trump ha tenido que encarar un frente unido de medios de comunicación y expertos alarmados con el más mínimo avance hacia la paz.Para ellos, la única forma de tratar con Corea del Norte es la que se usó con Libia: desarmar primero al país, intervenir y luego bombardearlo, puesto que es mucho más seguro bombardear un país desarmado. El dirigente norcoreano lo entiende bien, no es probable que reaccione como Gorbachov. El último dirigente soviético desarmó su país, desmanteló el Tratado de Varsovia, cedió Alemania Oriental a Occidente y autorizó la visita de expertos estadounidenses a las instalaciones rusas más secretas después de una amigable charla con el presidente Reagan. Kim no hará lo mismo, y China no se lo permitirá. Lo último que los chinos (o los rusos) quieren es un protectorado estadounidense en Corea del Norte, a una distancia relativamente corta de Pekín, Harbin y Vladivostok. Unas relaciones amistosas entre las dos Coreas y EUA son una posibilidad, si el presidente Trump se apega a lalínea mostrada en Singapur.
Sin embargo, pocas semanas después de la reunión de Singapur, parece que los opositores se han impuesto, como siempre. EUA se negó a levantar las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y rechazó la propuesta chino-rusa de comenzar su desmantelamiento, mientras que los medios de comunicación occidentales se dieron a la tarea depreparar su lista de las transgresiones de Kim. Así pues, de nuevo, un aura de desconfianza circulaba alrededor de la imagen del presidente norteamericano.
El anuncio del encuentro con Putin había ocasionado respuestas similares. ¡Un atentado contra la paz! ¡Que Dios nos guarde!
“Se duplica el miedo sobre la posibilidad de un ‘acuerdo de paz’ entre Trump y Putin”, anunciaba The Times[6]. “Gran Bretaña teme que el presidente Trump debilite a la OTAN asestando un ‘acuerdo de paz’ con el presidente Putin. Los ministros temen que Trump se incline por reducir los compromisos militares de EUA en Europa… Personalidades de la OTAN temen que Trump busque replicar su ‘acuerdo de paz’ con Kim Jong-un de Corea del Norte, el cual fue recibido positivamente”. Un ministro dijo: “Lo que nos pone nerviosos es una suerte de ‘acuerdo de paz’, en el que Putin y Trump digan ‘¿Para qué tenemos todo este entramado militar en Europa?’ y acuerden, de forma conjunta, eliminarlo”. Otras fuentes informativas y políticos muestran descontento y preocupación. “Aliados europeos extremadamente preocupados por la cumbre de Trump con Putin”, publicóla MSNBC; así como TheAtlantic, TheGuardian, etc.
Quien más podría acercarse a una opinión positiva de la reunión en Singapur es el periodista británico y judío AnshelPfeffer[7], del diario liberal israelí Ha’aretz: por supuesto que un acuerdo con el tirano sanguinario (Kim) es indeseable, pero existe la esperanza de que, tras reconciliarse con Kim, se le facilite el camino a Trump hacia una guerra contra Irán. Pfeffer tranquilizó a los más belicistas afirmando que la ausencia de una guerra con Corea se vería compensadapor una guerra con Irán. Ésta es la postura de los más apaciguadores con respecto a la reunión de Helsinki: la cumbre Trump-Putin sería perdonable si condujese a una guerra contra Irán. Tal es la alternativa presentada por los principales medios de comunicación occidentales: los belicistas condenan ambas cumbres, mientras que los más tranquilizadores dicen ‘no todo está perdido, todavía queda Irán’.
Para comprender hasta qué punto a los estadounidenses renuentes se les encarrila a la guerra, hay que remitirse a un importante y reciente artículo de Ron Unz[8], que forma parte de su serie American Pravda, donde investiga la historia moderna de EUA y su representación, tergiversada, en los medios de comunicación y en la memoria colectiva.“Nuestra gran purga de los 1940s”, pese al título, es una decodificación de los códigos secretos en el discurso público estadounidense y británico del siglo XX. Después de buscar en un inmenso número de periódicos y revistas, Unz descubrió que en la vida pública estadounidense, todo aquel que se mostrase en contra de las guerras, fue usualmente marginado, exiliado, olvidado o hasta asesinado.
De una forma personal y conmovedora, Unz habla de lo que descubrió: los escritores que él creía que eran radicales marginales de hecho habían tenido puestos muy importantes en los principales medios de comunicación y en la política de su tiempo, hasta que fueron marginados y presentados como extremistas.
Como ejemplo, el caso de H.E. Barnes, un comentador muy popular y respetado por las tribunas más prestigiosas, hasta que “para finales de los 1930s, Barnes se había vuelto un destacado crítico de la sugerida intervención de los EUA en la segunda guerra mundial, y fue ‘desaparecido’ de forma permanente como consecuencia, vetado por los medios de comunicación dominantes, mientras se presionaba a una importante cadena de periódicos para terminar de golpe con su sindicada columna nacional, en mayo de 1940”. Desapareció de la memoria, dice Unz.
El caso de Charles Lindbergh es un ejemplo político, una poderosa voz pacifista de finales de los 1930s y comienzos de los 1940s. Sólo una vez dijo que tres grupos en particular “presionaban para que el país se lanzara a la guerra: los británicos, los judíos y la administración de Roosevelt”, y así desencadenó una enorme tormenta de ataques mediáticos y de denuncias, escribe Unz. Esto supuso el final de la carrera política de Lindbergh y los EUA entraron a la segunda guerra mundial.
En la batalla por Hollywood (unamuy importante herramienta de propaganda de masas), el único propietario de estudio no-judío, Walt Disney, una devota fuerza pacifista, tuvo sus instalaciones ocupadas por el ejército estadounidense, dice Unz, al día siguiente del ataque de Pearl Harbor.
¿Fue bueno o malo, desde nuestro punto de vista en la actualidad? Deberíamos hacer una estricta distinción entre la época antes y después del comienzo de las hostilidades en Europa. Antes, el programa de paz era el correcto, puesto que la segunda guerra mundial se podía evitar por completo: si Polonia (con el apoyo de los británicos y los estadounidenses) no hubiera provocado a Alemania, Hitler podría haberse quedado en casa y convertir su país en un paraíso nazi. Cuando la guerra comenzó seriamente, los EUA tuvieron que intervenir en Europa para evitar una victoria alemana y la posterior dominación alemana de toda la masa continental eurasiática, desde el Canal de la Mancha hasta Vladivostok. Respecto a la guerra con Japón, podría haberse evitado si los EUA no hubieran provocado a Tokio con su embargo petrolero.
Unz escribe que los judíos y la administración de Roosevelt incitaron a Gran Bretaña y a Polonia a tomar una marcada postura anti-alemana. Desde luego, los judíos eran anti-nazis y pretendían sacar partido de la guerra mundial. F.D. Roosevelt había sido elegido por su promesa de paz y neutralidad, pero cuando lo eligieron, dio un giro de 180° y se lanzó a la guerra.
Parece una característica permanente de la política estadounidense: se vota por los presidentes que prometen la paz, pero eligen la guerra una vez que asumen su cargo. F.D. Roosevelt apoyó el Pacto de Neutralidad, pero arrastró a los EUA a la segunda guerra mundial. G.W. Bush prometió una “política exterior modesta” y terminó conquistando Afganistán e Irak. B.H. Obama estaba tan interesado en la paz que hasta recibió el Nobel con antelación, pero siguió la costumbre invadiendo Libia y Siria. Y ahora tenemos a Donald Trump, cuya campaña electoral incluía la promesa de “no más cambios de régimen” así como la amistad con Rusia, pero su presidencia (por ahora) será recordada por sus amenazas de guerra con Irán y Corea del Norte.
En el artículo mencionado, Unzhace también referencia a la guerra de Irak. Quienes mostraron su oposición a esta destructiva guerra sin sentido fueron marginados y condenados al ostracismo:
“Phil Donahuetenía ratings muy altos en la MSNBC, pero a comienzos de 2003, le cancelaron su show, la causa: su oposición a la inminente guerra, según un documento filtrado. El conservador Pat Buchanan y el liberal Bill Press, ambos críticos de la guerra de Irak, presentaron en su programa un debate de primer orden sobre esa guerra, en la misma cadena, pero también les cerraron su programa por razones similares. A Bill Odom, el general de tres estrellas a cargo de la NSA durante la presidencia de Ronald Reagan, lo pusieron también en la lista negra de los medios de comunicación por oponerse a la guerra de Irak. Una gran cantidad de importantes voces mediáticas ‘desaparecieron’ en esos mismos años, e incluso después de que la invasión fuera considerada por todos como un enorme desastre, y la mayoría de ellos nunca recuperó sus posiciones anteriores”.
Existe pues una fuerza que presiona, sistemáticamente, a favor de la guerra, al menos desde 1914 hasta nuestros días. Esta fuerza coincide con el principal vector de la política estadounidense, y desde 1991, con la política occidental en general. Posee un fuerte componente judío basado en los medios de comunicación y las universidades; una nueva Iglesia de Occidente que intenta abarcar todo el mundo. Sus guerras son “cruzadas”(מצווהמלחמת, “guerras por la fe”, al estilo de Josué).Es el método judío para la dominación mundial. Los judíos evitan admitirlo, pero algún día lo admitirán y lo reconocerán; especialmente porque su proyecto se entrelaza con el proyecto estadounidense de dominación mundial (su“Destino Manifiesto”), y el británico con “La carga del hombre blanco”.
Una de las razones por las que los judíos se separaron de los rusos es la falta de agresividad de estos últimos. En el fútbol o en la guerra, los rusos suelen ser jugadores defensivos. Incluso Josef Stalin, cuyo nombre todavía asusta a la gente, casi nunca inició una guerra agresiva; nunca soñó con conquistar Europa o el mundo. Otros dirigentes rusos hasta fueron más defensivos, en el mejor de los casos. Esto no es aplicable a los judíos, quienes prefieren ser más activos.
La civilización anglo-estadounidense también tiene su propia agresividad intrínseca. No es éste un juicio de valor, ni una condena en sí misma: hay herbívoros y carnívoros; nos gusta usar a los gatos y a los perros como mascotas, siendo animales de presa, y no a los asustadizos corderos y terneros. Sin embargo, la agresividad tiene que encontrar sus límites, si no el mundo será destruido. El presidente Trump, quien lanzó globos de prueba sobre dejar la OTAN y desmantelar otras alianzas agresivas, está tratando de encontrar estos límites.
El acuerdo sirio
Hay indicios de que Trump quiere hacer en Siria lo que Nixon hizo en Vietnam: retirarse. Es un paso sensato, si se lo permiten. De acuerdo a informes de los medios, Trump tiene dos condiciones por discutir con Putin.
La primera condición es Irán. Los EUA quieren que Rusia limite su colaboración con Irán o incluso que lo expulse de Siria. Para lograrlo, están proponiendo renunciar a la exigencia “Assad tiene que irse” y dejar de insistir en el establecimiento en Siria deun nuevo gobierno provisional sin Assad. Los EUA están listos para aceptar la celebración de elecciones sirias en 2021, y para ese entonces, este tema ya estará fuera de la agenda. Además, Washington seduce a Rusia con el levantamiento de algunas de las sanciones impuestas a Moscú.Es el trato que se propuso a los rusos hace algunas semanas y desde entonces se sigue trabajando para que prospere.
Irán es el enemigo predilecto de Israel. Donald Trump había hecho una alianza temporal con los sionistas, un grupo judío cuyo interés principal es el Medio Oriente, mientras que los judíos “liberales” aspiran a la dominación mundial. Los judíos liberales se oponen enérgicamente a Trump; por otro lado, para los judíos sionistas la agenda liberal en los EUA y Europa (inmigración, género, outsourcing, libre comercio) es menos importante, mientras que el Medio Oriente (Israel, Irán, Siria) tiene una mayor importancia. Trump intenta satisfacer el apetito de los sionistas esperando, a cambio, que se limiten los ataques en su contra. Considerando que Putin se lleva bien con los sionistas, mientras que los liberales le son hostiles, los dos presidentes pueden encontrar un compromiso aceptable. Pero éste no será del agrado de Israel.
Rusia no pretende pelearse con Irán; probablemente no pueda expulsar a este país de Siria, ni aunque lo quisiera.Cuando este asunto se discutía en la prensa, salió a la luz una larga entrevista con el presidente Assad, en la cual enfatizaba en la gran importancia de su alianza con Irán. Al fin de cuentas, los iraníes habían combatidoen el bandode Assad mientras que los rusos se limitaban a observar.
Pero los iraníes se encuentran en un dilema. No quieren un enfrentamiento con Rusia, ni con los EUA y tampoco con Israel. Cuando Putin lanzó sus globos de prueba, diciendo que todas las tropas extranjeras deberían dejar Siria, los iraníes no objetaron pero dijeron: “Nos podemos ir, pero si nos lo piden”. Irán puede abandonar a Siria, pero Damasco no se lo pedirá.
Sin embargo, Irán aceptó no participar en la batalla que se está llevando a cabo en el suroeste de Siria, el territorio adyacente a las fronteras de Jordania e Israel. Es ahí donde el ejército legítimo de Siria está conduciendo una ofensiva exitosa contra los rebeldes, con el apoyo aéreo de Rusia y sin la participación de Irán.
Tal vez Trump presentará la ausencia de iraníes cerca de la frontera israelí como su logro personal. Trump quiere que Rusia establezca una zona exclusiva libre de tropas iraníes cerca de la frontera jordana e israelí. Rusia no controla lo suficiente la situación en Siria como para comprometerse con tal empresa. Pero sí que puede negociar con los iraníes para evitar la entrada de milicias chiitas en esa región. Ya lo hicieron una vez: cuando las tropas sirias se acercaron a la frontera israelí en el área de Kuneitra, Israel exigió que las milicias chiitas se mantuvieran a unos 50-70 km del área. Los rusos dijeron: “No, pero les organizaremos algunos kilómetros de separación”. Así que esta clase de acuerdo es posible si las partes son lo suficientemente flexibles, pero no habrá acuerdo alguno del tipo “Rusia traicionó a Irán”.
La segunda condición tiene que ver con los rebeldes.
Trump no quiere que la retirada de los estadounidenses se acompañe de un baño de sangre. Mientras que la representante de EUA en las Naciones Unidas acusó a Rusia de violar el cese de hostilidades y de no respetar la zona de distensión, la Casa Blanca dijo que los EUA apoyarían moralmente a los rebeldes pero que no lucharían por ellos. El mensaje fue: “No deberían basar sus decisiones en el supuesto o la posibilidad de una intervención militar de nuestra parte”.
Una señal de que el final de la rebelión está cerca. Robert Fisk piensa que la caída de los rebeldes es inminente[9]. Los rusos ganaron esta partida. Algunos grupos rebeldes ya se rindieron y se pasaron al bando deDamasco. Los aferrados se retiraron por miles a la frontera israelí y jordana, pero ni Israel ni Jordania tienen pensado recibirlos.
Podemos suponer que Trump no quiere que los masacren. No necesita que los medios se escandalicen vociferando sobre combatientes sirios por la libertad, masacrados, junto con sus hijos y mujeres embarazadas, traicionados por Trump, el “agente ruso”. Lo que necesita es un acuerdo que las tropas sirias respetarán, en el que se permita a los rebeldes reconciliarse con el gobierno legítimo o que se vayan pero ilesos. Esta exigencia le conviene a Rusia.Desde el comienzo de la guerra hasta hoy, los rusos creyeron e insistieron en la necesidad deincorporar a los grupos de rebeldes dispersos al bando de Damasco. Y también le conviene a Assad, porque cada vez que las tropas sirias llegaban, como liberadoras o conquistadoras, sea en la Ghouta Oriental o en Alepo, nunca se dejaron llevar por la venganza ni por el ajuste de cuentas. Estoy convencido de que el presidente Putin ayudará al presidente Trump a salir de Siria sin quedar mal.
Entiendo que para la mayoría de mis lectores es muy difícil o hasta imposible apoyar a Trump. La tragedia de Richard Nixon todavía se puede repetir, pues el presidente que hizo la paz con China y Vietnam, repudiado por los belicistas y por todos los estadounidenses manipulados por los medios de comunicación, fue obligado a dimitir. Fue el último presidente independiente y pacífico, los que lo condenaron fueron castigados con una larga serie de dirigentes muy inferiores. Trump tiene muchos defectos, pero todavía quiere impedir una gran guerra. Se merece una oportunidad.
En cuanto a Putin, estoy seguro de que será amigable y encantador con el estadounidense, y no se verá tentado a hacer grandes concesiones a Trump, ya que los poderes de éste son todavía muy limitados; podría ocurrir que el Congreso bloquee sus decisiones o las revierta su sucesor. Sólo una persona imprudente concertaría con él un complicado acuerdo a largo plazo, pero el prudente Putin probablemente se conforme con un buen trato a medida.
Israel Shamir, 4 julio 2018
Traducción: Jesús Daniel Osuna Aguirre
Publicado originalmente en español el 13 julio 2018 por Red Internacional
Artículo original en inglés, publicado en TheUnzReview
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Para contactar a Israel Shamir: adam@israelshamir.net
[1]Israel Shamir tiene publicados 4 volúmenes en español, agrupados bajo el título Los maestros del discurso. El concepto acuñado por Shamir también se podría traducir al estilo azteca como “Los Señores o dueños de la palabra”. El editor de Shamir, Pedro Varela, acaba de cumplir pena de prisión por “delito de odio” según el artículo 510.1 del Código penal español, condenado por la justicia catalana, y se espera otra condena de Pedro Varela por el mismo motivo, en cuanto responsable de la casa editorial Ojeda, de Barcelona.
[2] Para más información, en inglés, clic aquí: https://www.pambazuka.org/human-security/kim-trump-summit-hard-core-warmongers-aren%E2%80%99t-happy
[3] Aquí su columna en el New York Times, en inglés: https://www.nytimes.com/2018/06/12/opinion/trump-kim-summit-north-korea.html
[4] Ver aquí artículo, en inglés: https://www.commentarymagazine.com/foreign-policy/asia/north-korea/donald-trump-north-korea-kim-jong-un-debacle-in-singapore/
[5] Sobre las reacciones de la pequeña comunidad de desertores norcoreanos en Canadá, ver aquí, en inglés: https://www.theguardian.com/world/2018/jun/13/north-koreans-trump-trudeau-reactions-canada
[6] Ver aquí el artículo, en inglés: https://www.thetimes.co.uk/article/fears-grow-over-prospect-of-trump-peace-deal-with-putin-6f69gqq27
[7] Su artículo, en inglés: https://www.haaretz.com/us-news/.premium-trump-kim-north-korea-summit-mean-for-war-with-iran-and-israel-1.6163006
[8] El artículo de Ron Unz, en inglés: http://www.unz.com/runz/american-pravda-our-great-purge-of-the-1940s/
[9]El artículo en inglés de Robert Fisk: http://www.informationclearinghouse.info/49740.htm