El cuerno de África, en el ojo del huracán de las grandes potencias
Occidental por error, islámico por contingencias, chino por realismo; las potencias reunidas en la República de Yibuti corren el riesgo de un enfrentamiento entre sistemas de alianzas contra natura, de las cuales es el nudo fundamental.
La crisis siria y sus ramificaciones tienden rápido hacia una solución militar, duramente alcanzada por el mando sirio, su ejército y sus aliados frente a los terroristas. El fracaso de la doctrina occidental de “cambio de régimen” en Siria suscita un giro sin precedentes desde el fin de la URSS en las relaciones de fuerza y las lógicas de poder internacionales. La derrota militar de “los soldados de la OTAN” y sus cómplices árabes en Siria abre un nuevo episodio en las rivalidades internacionales entre el Oeste, especialmente entre norteamericanos y rusos y los bloques europeos de un lado, y chinos e iraníes de otro. Por consiguiente, en una configuración de relaciones de fuerza entre potencias como fuera el caso de la guerra fría, los puntos de contacto de su poder son a menudo el lugar de los enfrentamientos. El cuerno de África lo es, entre potencias regionales e internacionales repartidas en complejos sistemas de alianzas, en donde esa pequeña república cristaliza el cara a acara de lógicas y orientaciones geopolíticas diametralmente opuestas.
Este pequeño país corre el riesgo de ser epicentro de rivalidades y tensiones geopolíticas en competencia de lo que podría calificarse de “nuevo reparto de África” entre las fuerzas de la OTAN y sus aliados árabes por una parte y China por otra parte. Ha sido un aliado tradicional de los países de la OTAN, desde hace mucho alineado en el campo occidental. Las potencias extranjeras no han estado interesadas, dejando a un lado sus imperativos militares y geoestratégicos, en invertir en infraestructuras geoestratégicas que se adaptaran a las ambiciones de los dirigentes locales de servir como intermediarios en la región. Obtienen solamente derechos por uso de terreno que, a la vista del presupuesto nacional, no supone más del 20 por ciento. Por tanto, para los poderes locales, la elección de acoger a China y a su dispositivo militar obedece más al realismo que a tendencias ideológicas.
La dictadura del punto medio seduce mucho a los dirigentes africanos, que establecen relaciones que les suponen ventajas en cualquier caso. En Yibuti, en contraposición a la presencia de potencias de la OTAN que se resumen en asociaciones estrictamente de intereses militares, China se ha comprometido a acompañar con préstamos sin límites la visión de ser un pivot acariciada por las autoridades de ese país. De esa forma, China, con la vista puesta en los mercados de Etiopía, de Sudán del Sur y de todo África, entra en el baile y acompaña las ambiciones de Yibuti, financiando todos los proyectos de infraestructuras estratégicas que, como el ferrocarril, puertos, aeropuertos y una zona económica especial, servirán a China para posicionarse de forma duradera en África.
De esa manera Yibuti, que comparte una herencia orientada tradicionalmente hacia Occidente y el deseo de hacer de su país un intercambiador regional, que solo los fondos chinos son capaces de satisfacer, se encuentra en el centro del choque de espadas de potencias con tendencias opuestas. La virulentas críticas a los encuentros entre China con los Estados africanos por parte del Secretario para Asuntos Exteriores de Estados Unidos durante su visita en Yibuti en marzo pasado constituye un aperitivo de la rivalidad chino-americana en África. Junto al ministro de Yibuti de Exteriores declaró, haciendo alusión a las relaciones chino-africanas, que “anima la dependencia apoyándose en contratos opacos, préstamos abusivos y acuerdos corruptos que llevan a las naciones a hundirse en el endeudamiento y que dañan su soberanía, no permitiéndoles alcanzar un crecimiento autosuficiente a largo plazo”.
Por otro lado, según el último número del semanario de inteligencia geopolítica francés “Lettre de l’Ocean Indien”, los chinos se han quejado ante las autoridades de Yibuti de actividades de espionaje de la OTAN contra su base militar, así como sobre los menores movimientos del Ejército Popular de Liberación en ese territorio. Según este mismo semanario y en el mismo número, el jefe del Estado Mayor del ejército de Yibuti ha reunido al jefe de la flota china y al jefe del Estado Mayor de las fuerzas francesas estacionadas en Yibuti, ciertamente para calmar la situación. Por el momento las cosas no pasan de simples acusaciones verbales o de acusaciones mutuas de espionaje. En consecuencia, las autoridades, a falta de un Estado potente con buenos cimientos en un dispositivo militar consecuente, y consciente del limitado alcance de su poder de presión sobre estas potencias, son susceptibles de ser desbordadas. Esta incapacidad para situarse como dueños del tablero nacional para contener las veleidades geoestratégicas de sus poderosos invitados, con intereses y objetivos opuestos, les obligan a menudo a adoptar una postura de servilismo y a la voluntad de cada potencia y cada sistema de alianzas, del cual son a la vez nudo y cordón umbilical. Y ello a expensas de su soberanía y de sus intereses nacionales. Y por otra parte, entre Yibuti y Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos ya se han decidido a favor de éstos últimos; son considerados como aliado seguro y rico, en oposición a Yibuti, país pobre y no fiable que ha acogido al Ejército Popular de Liberación en su suelo.
Es por lo que hay que leer los movimientos de Emiratos contra Yibuti, como se revelan en el último número de “Lettre de L’ocean Indien”, sobre todo su implantación económica y militar en Somalia y en Eritrea, sus quejas ante el Tribunal de Arbitraje Internacional de Londres, relativo al contencioso producido por la nacionalización que hizo Yibuti de la participación de DPW en el capital de DCT (Doraleh Conteners Terminal), y, en fin, su lucha sin piedad contra la diplomacia yibutiana en todo el área. En consecuencia, ya sea un simple error de apreciación relacionado con el complejo sistema de alianzas contra natura establecido por las autoridades locales, o sean veleidades maquiavélicas buscadas intencionalmente por el eje Estados Unidos/Emiratos Árabes para desestabilizar Yibuti, todo es susceptible de desequilibrar la región instalando un caos generalizado, que a corto o medio plazo puede ciertamente comprometer a Estados Unidos y a China de una u otra forma. Los dados están lanzados, y también la lógica de las potencias actuantes. El tiempo aclarará el embrollo yibutiano.
Fuente 29 abril 2018