La diplomacia china edifica puentes mientras Occidente levanta barricadas – por Laurent Michelon

En su mensaje de Año Nuevo chino al cuerpo diplomático, el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores de China, Qin Gang, afirmó que “la paz, como el aire y el sol, no se nota cuando no falta, pero nadie puede vivir sin ella”.

Confirmó que China se mantendrá en la senda del desarrollo pacífico en 2023, con el objetivo de ayudar a construir una comunidad de destino para la humanidad. También subrayó el apoyo de China a todos los grandes aíses para que promuevan un espíritu de unidad y cooperación y rechacen la mentalidad de Guerra Fría imperante. La rotunda negativa del hegemón angloamericano y sus filiales europeas no se hizo esperar.

En el escenario del Foro Económico de Davos, que se está quedando obsoleto y ha sido abandonado este año por la mayoría de los grandes estadistas, el invitado sorpresa Christopher Wray, director del FBI, acusó al gobierno chino, sin aportar la menor prueba, de estar a la cabeza de “un programa de piratería informática mayor que el de cualquier otra nación del mundo”.

Numerosos ejecutivos occidentales de la alta tecnología declararon haber sido abordados en Davos por funcionarios de los servicios de inteligencia estadounidenses, que querían conocer los detalles de sus relaciones con China, para saber “de qué lado están”.

Durante su discurso, la representante de la Unión Europea, Ursula Von der Leyen, siempre pronta a dar muestras de su sumisión incondicional al bando atlantista, acusó a China casi histéricamente de todos los males, en particular de impedir el acceso a su mercado y subvencionar a determinadas empresas, como si China tuviera el monopolio de estas prácticas.

También en Davos, el Viceprimer Ministro chino Liu He pronunció un discurso maduro y universal que destacó en el turbulento ambiente de patio de recreo creado por los participantes europeos y estadounidenses. A diferencia de sus homólogos occidentales, que ahora convierten todas las cumbres internacionales, ya sean económicas, medioambientales o de otro tipo, en plataformas para la expresión de cierta sinofobia, el viceprimer ministro chino fue respetuoso con el hecho de que el Foro Económico de Davos es ante todo un foro económico. En un clima de inquietud, concluyó que todos los participantes deberían ser aún más abiertos, y que la apertura de China al mundo es para ella una obligación, no sólo una oportunidad.

Esto contrasta fuertemente con la política angloamericana, ahora abiertamente antirrusa y antichina, en la que sólo se habla de sanciones y aislamiento, incluso en algunos círculos empresariales. Así, a principios de enero, en la 41ª Conferencia sobre Salud organizada por JPMorgan en San Francisco, cerrada al público en general y extraoficial, el presidente del banco, Jamie Damon, explicó a una audiencia de inversores, sobre todo chinos, que ha que aislar a China. Se trata del mismo banquero que en 2021 se jactó de que “su banco sobrevivirá al Partido Comunista Chino”.

Como para igualar las palabras hostiles con los hechos, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, visitó Corea del Sur y Filipinas la semana siguiente al foro de Davos, al mismo tiempo que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, visitaba Corea del Sur y Japón, en lo que se parece mucho a una llamada coordinada al orden de los vasallos asiáticos que podrían estar desarrollando aspiraciones de soberanía.

De hecho, el Ministerio de Defensa surcoreano publicó en diciembre de 2022 un informe curiosamente exento de declaraciones hostiles contra China. Por el contrario, confirma el papel de China como socio indispensable de Corea del Sur en el “Indo-Pacífico”, una nueva agrupación totalmente artificial de Estados vecinos de China que se están uniendo contra ella bajo la tutela del hegemón. El informe surcoreano tampoco menciona la cuestión de Taiwán, lo que no puede sino disgustar al guardián estadounidense.

Ese mismo mes, el nuevo presidente filipino, Ferdinand Romualdez Marcos Jr., realizó una visita oficial a Pekín para confirmar el nuevo viento de cooperación que pretende insuflar a la política exterior filipina hacia China, mucho menos basada en la ambigüedad o la confrontación de lo que desearía Estados Unidos. Los dos jefes de Estado han decidido reanudar las negociaciones sobre la explotación conjunta de los yacimientos de hidrocarburos del Mar de China Meridional.

El hegemón angloamericano, a través de su política cada vez más hostil hacia China, está inmerso en una carrera por preservar el mundo unipolar que ha instaurado desde 1945, para su beneficio propio, mediante la coerción financiera y militar. Hace tiempo que ha dejado de practicar la diplomacia, y Occidente en general ya no tiene diplomacia en el sentido tradicional del término, es decir, un instrumento de política exterior basado en la negociación. En el caso de Francia, el fin de la diplomacia lo acaba de actar el gobierno actual, que ha disuelto el cuerpo diplomático, y con él su formación tan particular y tan reconocida, para convertirlo en una rama administrativa como cualquier otra, por tanto simple y fiel correa de transmisión de las decisiones políticas, en lugar de ser un lubricante en el complejo funcionamiento de las relaciones internacionales.

El hegemón, flanqueado por sus apoderados la OTAN y la UE, no conoce otro medio que la coerción para preservar su poder, y por ello emprende lógicamente primero el camino de la confrontación con Rusia, para debilitarla de modo que no pueda acudir en ayuda de China cuando llegue el momento de la confrontación sino-estadounidense.

China, como Rusia antes que ella en la cuestión ucraniana, hará todo lo posible por evitar la confrontación armada a la que el hegemón quiere arrastrarla, especialmente en lo relativo a Taiwán. Pero al tratar a China como una amenaza en todas las cuestiones, no le queda más remedio a China que considerar a Occidente como una amenaza a su vez, y prepararse para el conflicto desarrollando su ejército. Así, a pesar de sus numerosas declaraciones de apertura económica al resto del mundo, China se encuentra atrapada en la trampa de los medios de comunicación y think tanks angloamericanos: las antiguas potencias coloniales (y ahora neocoloniales) la acusan constantemente de ambiciones imperialistas, lo que constituye el colmo de la inversión acusatoria.

Este proceso en el que el hegemón es el amo, que hunde sus raíces en la doctrina Wolfowitz de los años noventa, pretende impedir la aparición de cualquier actor poderoso en la escena internacional que pueda desafiar su dominio. Jens Stoltenberg lo expresó sin ambages en Davos 2023:

“Es extremadamente importante que el presidente Putin no gane esta guerra […] porque eso sería muy peligroso para todos nosotros. [El mensaje a los líderes autoritarios, no sólo a Putin, sería que cuando utilizan la fuerza bruta, cuando violan el derecho internacional, se salen con la suya”. Unos días después añadió en Corea del Sur: “Los océanos nos separan, pero nuestra seguridad está íntimamente conectada.

¿Cuándo se va a actualizar el nombre de la alianza, para pasar a llamarse Organización del Tratado del Atlántico Norte e Indo-Pacífico (OTANIP)?

Laurent Michelon, 12 de febrero de 2023

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Traducido por Red Internacional

https://lesakerfrancophone.fr/la-diplomatie-chinoise-construit-des-ponts-pendant-que-loccident-erige-des-barricades

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