Israel o el derecho internacional: ¿qué prevalecerá? – por Laurent Guyénot

 

¿Qué está en juego en el gran conflicto civilizatorio que divide hoy al mundo? Es el enfrentamiento entre dos proyectos: por un lado, la hegemonía USA-OTAN, es decir, la ley del más fuerte. Por otro, la multipolaridad, un mundo basado en el derecho internacional, es decir, en principios racionales que se aplican a todos.

El derecho está al servicio de la justicia, y ésta sólo puede fundarse en la búsqueda sincera de la verdad. Quien sitúa la verdad en el centro de las relaciones internacionales valora también el respeto a la palabra dada.

Por el contrario, la ley del más fuerte se impone con la mentira. «La violencia encuentra su único refugio en la mentira, y la mentira su único apoyo en la violencia». (Solzhenitsyn, 12 de febrero de 1974) La ley del más fuerte puede mimetizarse con la ley, pero siempre es para aplicar un doble rasero.

Fue la mentira del 11 de septiembre la que marcó la transformación definitiva de EEUU en un imperio de la mentira. Fue un golpe de Estado mundial mediante el cual los neoconservadores lograron, temporalmente, imponer sus reglas del juego. ¿Quiénes son los neoconservadores? Cripto-sionistas que se cubren con el manto del imperialismo estadounidense para arrastrar a Estados Unidos a guerras híbridas en beneficio de Israel.

El 11 de septiembre de 2001 y la presidencia de Bush Jr marcan la toma casi completa de la política exterior estadounidense por Israel. Pero ya la mentira del 22 de noviembre de 1963 había sido un hito: al asesinar a Kennedy, Israel puso a su secuaz en la Casa Blanca. Los neoconservadores llegaron poco después.

Podemos remontarnos incluso a 1945, cuando Estados Unidos se erigió en el nuevo amo del juego. El punto de inflexión decisivo fue la transición de Roosevelt a Truman. En virtud del Pacto Quincy, Roosevelt había establecido una asociación privilegiada con Arabia Saudí. Pero su sucesor consintió oportunistamente los intereses israelíes apoyando el plan de partición de 1947, provocando la hostilidad del mundo árabe: «Si Roosevelt no hubiera muerto, quizá no habría existido un Estado judío», afirma el sionista Nahum Goldmann [1]. David Niles, también sionista y estrecho colaborador de Roosevelt, hizo el mismo análisis [2].

En Washington, en el seno del Council on Foreign Relations, sigue existiendo una tradición de política exterior basada en el derecho internacional, hostil a las violaciones de Israel y favorable a las buenas relaciones con Arabia Saudí y el mundo árabe. Pero esta escuela ha sido marginada por los neoconservadores.

En lo que respecta a su política internacional, Estados Unidos está ahora totalmente parasitado por Israel (Israel entendido no como un Estado sino como un proyecto). Es un imperio secretamente gobernado por una cábala de supremacistas judíos enteramente dedicados a cumplir la profecía de Isaías 2: «De Sión saldrá la Ley», para que «Yahvé juzgue entre las naciones». Podemos decir, pues, que Estados Unidos es Jerusalén.

El polo opuesto, el del derecho internacional, puede simbolizarse con Roma. Todos los pioneros del derecho internacional de la era moderna, como Hugo Grotius (Del derecho de la guerra y la paz, 1625 y Madrid 1925), se basaron en el derecho romano. El derecho romano, como toda la civilización romana, se fundaba en la razón griega, es decir, en la convicción de que el hombre puede alcanzar la verdad y, por tanto, la justicia a través de la razón, una facultad de origen divino otorgada a todos los hombres. Los heroicos esfuerzos de los griegos en el campo de la lógica, que permite distinguir la verdad de la mentira, dieron origen, por ejemplo, a las matemáticas (nuestros escolares aún aprenden los teoremas de Tales y Pitágoras). También la lógica griega dio origen, si no al Derecho occidental, al menos al espíritu del Derecho. El derecho no cae del cielo, lo construyen los hombres iluminados por la razón, que es de origen divino. En virtud de su herencia griega, Roma es universalista. Por eso, en el siglo III, Roma concedió la ciudadanía romana a todos los hombres libres que vivían en las provincias del Imperio. Roma está en todas partes.

Jerusalén, en cambio, es el chovinismo absoluto disfrazado de universalismo, basado en una ley caída del cielo en beneficio de un solo pueblo, que ha decretado que su templo es el ombligo del mundo. A la razón, fundamento del derecho, Jerusalén opone la revelación, fundamento de la Ley. Al derecho humano y racional de Roma se opone el derecho divino e irracional de Israel (el derecho divino a robar la tierra de otro pueblo, el derecho divino a cometer genocidio contra Amalec, y por tanto contra Gaza, etc.). El derecho divino es una ficción, es una mentira y es una innovación hebrea, como ha demostrado claramente el egiptólogo alemán Jan Assmann en El precio del monoteísmo (Madrid 2006). Israel y su novela nacional se basan enteramente en la mentira más inverosímil de que: «Dios eligió a los judíos».

La ley divina es incompatible con el derecho romano. La ley divina, por definición, está por encima de la ley hecha por los hombres. Por eso el Estado de Israel, como siempre hizo la nación hebrea, desprecia el derecho internacional. Israel tiene la Ley, una ley divina hecha especialmente para él, que le autoriza e incluso le obliga a exterminar a sus enemigos, hombres, mujeres y niños. Existe, pues, una incompatibilidad absoluta entre el derecho internacional e Israel (entre Roma y Jerusalén). Nadie lo ha expresado mejor que el terrorista y futuro Primer ministro Yitzhak Shamir, que declaró en 1943: «Tenemos ante nosotros el mandamiento de la Torá, cuya moralidad supera la de cualquier otro cuerpo legal del mundo: “Los exterminarás hasta el último hombre”» [3]. [Hay que recordar que fue Yitzahak Shamir quien, en virtud de esta lógica, ordenó el asesinato del diplomático sueco Folke Bernadotte, mediador de la ONU, en 1948. Israel no sólo desprecia, sino que asesina el derecho internacional.

Por eso también podemos tener esperanza y confianza en el futuro. Porque, ante la evidencia de esta incompatibilidad entre Israel y el derecho internacional, es inevitable que los dirigentes del mundo lleguen a la misma conclusión: vamos a tener que elegir entre el derecho internacional e Israel. La perspectiva de un mundo sin derecho internacional en la era nuclear es aterradora.

El genocidio de Gaza por Israel, bajo la protección de Estados Unidos, está acelerando esta toma de conciencia global. El derecho internacional, el respeto de los tratados y compromisos, la búsqueda de la justicia en la resolución de conflictos, la diplomacia basada en la buena fe y la confianza, son cosas que Israel desprecia profundamente. El derecho internacional es la búsqueda de la justicia y la verdad; Israel es el poder de la mentira, la hipocresía, el engaño, la corrupción, la intimidación, el chantaje, el terrorismo de falsa bandera, etcétera.

Un ejemplo: una de las misiones históricas más importantes del derecho internacional es la que John Kennedy quiso confiar a la ONU: el desarme nuclear y la abolición de las armas de destrucción masiva. Esta es la razón principal por la que Israel mandó asesinar a Kennedy (los que aún no lo hayan entendido pueden leer mi libro ¿Quién maldijo a los Kennedy?). Esta misión tendrá que cumplirse tarde o temprano. Sin embargo, mientras no se demuestre lo contrario, Israel es el único país con armas nucleares que nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación y se niega a admitir la existencia de su arsenal nuclear, mientras amenaza abiertamente al mundo con la opción Sansón. Y el mundo entero empieza a darse cuenta de lo que significa haber permitido que Israel se convierta en la única potencia nuclear de Oriente Próximo. ¿Creemos seriamente que Israel se atrevería a comportarse como lo hace hoy si no tuviese un arsenal de algunos centenares de cabezas nucleares?

No puede haber compromiso entre Israel y el derecho internacional. Uno de los dos debe ganar. Una victoria israelí significaría la muerte del derecho internacional. E Israel sería imparable. Los líderes mundiales se están dando cuenta de que no tienen elección: tarde o temprano, la comunidad internacional tendrá que tomarse en serio la ley que ha pronunciado a través de la ONU y tratar a Israel como trata a los proscritos.

Sin embargo, existe otra posibilidad que no se puede descartar: la guerra mundial.

Por su parte, Israel quiere la muerte de la ONU, que lo ha declarado fuera de la ley. No es nada nuevo: ya en 1962, Ben-Gurion anunció que las Naciones Unidas serían sustituidas por «una verdadera ONU» con sede en Jerusalén, «al servicio de la unión federal de todos los continentes; será la sede del Tribunal Supremo de la Humanidad, donde se dirimirán todos los conflictos entre los continentes federados, como profetizó Isaías» [4].

Sólo una guerra mundial, creen ahora los sionistas, puede provocar la muerte de la ONU y el cumplimiento de la profecía de Isaías. Esta es la razón por la que cripto-sionistas neo-conservadores como Victoria Nuland están pidiendo una escalada militar contra Rusia. Quieren desatar la Tercera Guerra Mundial. Llevan pidiéndola desde el día después del 11 de septiembre (y la llaman IV Guerra Mundial porque cuentan la Guerra Fría, que tanto les aportó, como III Guerra Mundial). Pero Putin los frustró impidiendo la destrucción de Siria. Así que se volvieron contra Putin, utilizando Ucrania.

En esta guerra mundial que Israel intenta iniciar, Israel no sería uno de los beligerantes, por supuesto, pero mantendría el conflicto al rojo vivo y elegiría al vencedor llegado el momento. La ONU se disolvería, y sus resoluciones con ella. Este es el verdadero Great Reset que Israel necesita. La ley del más fuerte (disfrazada de ley internacional, por supuesto) podría prevalecer, y como Israel se hace más fuerte con cada guerra mundial, espera salir de la próxima lo suficientemente fuerte como para imponer su ley, al menos en Oriente Medio.

Recordemos a Jacques Attali y su profecía de un «gobierno mundial después o en lugar de la guerra»: «en lugar de la guerra» ya no es posible para el gobierno mundial dirigido desde Jerusalén con el que sueña Attali. No creo que Attali desee personalmente la Tercera Guerra Mundial, pero sí creo que cuando se expresa así, está expresando la lógica de Israel, que conoce perfectamente. Israel no puede hoy salir de su estatus de paria sin una guerra mundial que arrasaría con todo, que sumiría al mundo en un sufrimiento tal que el de los palestinos quedaría olvidado. Por eso el peligro es muy real. No subestimemos la capacidad de esta mafia satánico-yahwista para causar daño.

Sin embargo, tengo confianza. Creo que es demasiado tarde para Israel. Sus mentiras se han hecho demasiado grandes, su maquiavelismo extremo demasiado visible y predecible. Putin no caerá en la trampa.

Laurent Guyénot, 7 junio 2024

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Notas

[1] Nahum Goldman, La paradoja judía https://books.google.fr/books/about/La_paradoja_judia.html?id=Nc0LYAAACAAJ&redir_esc=y (ed. Losada 1979, p. 17-18.

[2] Stephen Isaacs, Jews and American Politics, Doubleday, 1974, p. 244.

[3] «Document: Shamir on Terrorism (1943)», Middle East Report 152 (mayo/junio de 1988), http://merip.org/1988/05/shamir-on-terrorism-1943/ .

[4] David Ben-Gurion & Amram Duchovny, David Ben-Gurion, In His Own Words, Fleet Press Corp, 1969, p. 116.Sólo una guerra mundial, creen ahora los sionistas, puede provocar la muerte de la ONU y el cumplimiento de la profecía de Isaías. Esta es la razón por la que cripto-sionistas neoconservadores como Victoria Nuland están pidiendo una escalada militar contra Rusia.

Original: https://www.egaliteetreconciliation.fr/Israel-ou-le-droit-international-lequel-l-emportera-75808.html

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