El plan de Washington para dividir a Rusia – por Mike Whitney

 

“El objetivo de Occidente es debilitar, dividir y, en última instancia, destruir nuestra nación. Afirman abiertamente que, ya que lograron romper la Unión Soviética en 1991, ahora es el momento de dividir a Rusia en muchas regiones separadas que se enfrentarán entre sí” (El presidente ruso Vladimir Putin).

“Cheney ‘quería ver el desmantelamiento no sólo de la Unión Soviética y del imperio ruso, sino de la propia Rusia, para que nunca más pudiera ser una amenaza para el resto del mundo’… Occidente debe completar el proyecto que comenzó en 1991 …. Sin embargo, hasta que no se derribe el imperio de Moscú, la región -y el mundo- no estará a salvo…” (“Decolonize Russia”, The Atlantic)

La animadversión de Washington hacia Rusia tiene una larga historia que se remonta a 1918, cuando Woodrow Wilson desplegó más de 7.000 tropas en Siberia como parte de un esfuerzo aliado para hacer retroceder los logros de la Revolución Bolchevique. Las actividades de la Fuerza Expedicionaria Americana, que permaneció en el país durante 18 meses, hace tiempo que desaparecieron de los libros de historia de Estados Unidos, pero los rusos siguen señalando el incidente como un ejemplo más de la implacable intervención de Estados Unidos en los asuntos de sus vecinos. El hecho es que las élites de Washington siempre se han entrometido en los asuntos de Rusia a pesar de las fuertes objeciones de Moscú. De hecho, un gran número de élites occidentales no sólo piensan que Rusia debería dividirse en unidades geográficas más pequeñas, sino que el pueblo ruso debería alentar  ese resultado. Los líderes occidentales de la anglosfera están tan consumidos por la arrogancia y su propio sentido cegador del derecho, que creen sinceramente que a los rusos de a pie les gustaría ver su país dividido en pequeños estados que permanezcan abiertos a la voraz explotación de los gigantes petroleros occidentales, las corporaciones mineras y, por supuesto, el Pentágono. Así lo resumió el cerebro geopolítico de Washington, Zbigniew Brzezinski, en un artículo de Foreign Affairs:

“Dado el tamaño y la diversidad (de Rusia), un sistema político descentralizado y una economía de libre mercado serían lo más probable para liberar el potencial creativo del pueblo ruso y los vastos recursos naturales de Rusia. Una Rusia ligeramente confederada -compuesta por una Rusia europea, una república siberiana y una república del Lejano Oriente- también tendría más facilidad para cultivar relaciones económicas más estrechas con sus vecinos. Cada una de las entidades confederadas podría aprovechar su potencial creativo local, sofocado durante siglos por la pesada mano burocrática de Moscú. A su vez, una Rusia descentralizada sería menos propensa a la movilización imperial”. (Zbigniew Brzezinski, “A Geostrategy for Eurasia”, Foreign Affairs, 1997)

La “Rusia débilmente confederada”, que Brzezinski imagina, sería una nación desdentada y dependiente que no podría defender sus propias fronteras ni su soberanía. No sería capaz de impedir que países más poderosos invadieran, ocuparan y establecieran bases militares en su suelo. Tampoco sería capaz de unificar a su dispar población bajo una sola bandera ni de perseguir una visión positiva “unificada” para el futuro del país. Una Rusia confederal -fragmentada en una miríada de partes más pequeñas- permitiría a Estados Unidos mantener su papel dominante en la región sin amenaza de desafío o interferencia. Y ese parece ser el verdadero objetivo de Brzezinski, como señaló en este pasaje de su obra magna El gran tablero de ajedrez. Esto es lo que dijo:

“Para Estados Unidos, el principal premio geopolítico es Eurasia… y la primacía global de Estados Unidos depende directamente de cuánto tiempo y cuán efectivamente se mantenga su preponderancia en el continente euroasiático”. (“THE GRAND CHESSBOARD – American Primacy And It’s Geostrategic Imperatives“, Zbigniew Brzezinski, página 30, Basic Books, 1997)

Brzezinski resume sucintamente las ambiciones imperiales de Estados Unidos. Washington planea establecer su primacía en la región más próspera y poblada del mundo, Eurasia. Y, para lograrlo, Rusia debe ser diezmada y dividida, sus líderes deben ser derrocados y reemplazados, y sus vastos recursos deben ser transferidos al férreo control de las transnacionales globales que los utilizarán para perpetuar el flujo de riqueza de este a oeste. En otras palabras, Moscú debe aceptar su humilde papel en el nuevo orden como compañía minera y de gas de facto de Estados Unidos.

Washington nunca se ha desviado de su objetivo de destruir el Estado ruso, de hecho, la recientemente publicada Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) junto con un informe del Congreso titulado “Renewed Great Power Competition: Implicancias para la Defensa-Cuestiones para el Congreso”, confirman gran parte de lo que hemos dicho aquí, que EE.UU. planea aplastar cualquier oposición emergente a su expansión en Asia Central con el fin de convertirse en el actor dominante en esa región. He aquí un extracto del informe del Congreso:

El objetivo de EE.UU. de evitar la aparición de hegemonías regionales en Eurasia, aunque de larga data, no está escrito en piedra: es una opción política que refleja dos juicios: (1) que, dada la cantidad de personas, recursos y actividad económica en Eurasia, un hegemón regional en Eurasia representaría una concentración de poder lo suficientemente grande como para poder amenazar los intereses vitales de Estados Unidos; y (2) que Eurasia es una región que no puede ser (2), que Eurasia no se autorregula de forma fiable para evitar la aparición de hegemonías regionales, lo que significa que no se puede contar con que los países de Eurasia sean capaces de evitar, mediante sus propias acciones, la aparición de hegemonías regionales, y pueden necesitar la ayuda de uno o más países de fuera de Eurasia para poder hacerlo de forma fiable”. (“Renewed Great Power Competition: Implications for Defense-Issues for Congress”, US Congress)

¿Qué diferente es esta nueva iteración de la política exterior oficial de Estados Unidos respecto a la llamada Doctrina Wolfowitz, que se emitió antes de la Guerra de Irak? Aquí está:

“Nuestro primer objetivo es impedir la reaparición de un nuevo rival, ya sea en el territorio de la antigua Unión Soviética o en otro lugar, que suponga una amenaza del orden de la que suponía antes la Unión Soviética. Esta es una consideración dominante que subyace en la nueva estrategia de defensa regional y requiere que nos esforcemos por evitar que cualquier potencia hostil domine una región cuyos recursos, bajo un control consolidado, serían suficientes para generar un poder global.”

Como se puede ver, no ha habido ningún cambio significativo en la política desde que Wolfowitz articuló su doctrina hace casi dos décadas. El establishment de la política exterior estadounidense sigue afirmando resueltamente el derecho de Washington a dominar Asia Central y a considerar a cualquier competidor de la región como una amenaza para la seguridad nacional. Esto se ve reforzado por el hecho de que tanto Rusia como China han sido identificados en la última Estrategia de Seguridad Nacional como “competidores estratégicos”, lo que es un eufemismo del Estado profundo para referirse a los enemigos mortales. Vea este extracto de un artículo titulado “¿Partición de Rusia después de la Tercera Guerra Mundial?”:

El objetivo final de EE.UU. y la OTAN es dividir y pacificar el país más grande del mundo, la Federación Rusa, e incluso establecer un manto de desorden perpetuo (somalización) sobre su vasto territorio o, como mínimo, sobre una parte de Rusia y del espacio postsoviético…

El objetivo último de Estados Unidos es impedir que surja en Europa y Eurasia cualquier alternativa a la integración euroatlántica. Por eso la destrucción de Rusia es uno de sus objetivos estratégicos….

 

Redibujando Eurasia: los mapas de Washington para una Rusia dividida

Con la división de la Federación Rusa, (el) artículo afirma que cualquier rivalidad bipolar entre Moscú y Washington terminaría después de la Tercera Guerra Mundial. En una dura contradicción, afirma que sólo cuando Rusia sea destruida habrá un auténtico mundo multipolar, pero también da a entender que EE.UU. será la potencia global más dominante, aunque Washington y la Unión Europea se verán debilitados por la previsible gran guerra con los rusos”. (“Partición de Rusia después de la tercera guerra mundial”, Global Research)

Las relaciones de Washington con Rusia siempre han sido polémicas, pero eso tiene más que ver con las ambiciones geoestratégicas de Washington que con cualquier comportamiento perturbador por parte de Moscú. El único delito de Rusia es que resulta que ocupa un terreno en una parte del mundo que Estados Unidos quiere controlar por cualquier medio. Cuando Hillary Clinton anunció por primera vez los planes de EE.UU. de “pivotar hacia Asia”, la mayoría de la gente pensó que sonaba como un esquema  para desatenderse de los recursos de Oriente Medio, volcándose al Asia con el fin de aumentar la participación de EE.UU. en el mercado de más rápido crecimiento del mundo. No se dieron cuenta entonces de que los responsables políticos pretendían incitar a Rusia a una sangrienta guerra terrestre en Ucrania para “debilitarla” y que Washington pudiera extender sus bases militares por toda la masa continental euroasiática sin oposición. Tampoco nadie previó hasta dónde llegaría Washington para provocar, aislar y demonizar a Rusia con el propósito expreso de destituir a sus líderes políticos y dividir el país en varios estados. Aquí está Hillary implementando el caso en 2011:

“Aprovechar el crecimiento y el dinamismo de Asia es fundamental para los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos… Los mercados abiertos de Asia ofrecen a Estados Unidos oportunidades sin precedentes para la inversión, el comercio y el acceso a la tecnología de vanguardia… Las empresas estadounidenses (necesitan) aprovechar la vasta y creciente base de consumidores de Asia…

La región ya genera más de la mitad de la producción mundial y casi la mitad del comercio mundial…. estamos buscando oportunidades para hacer aún más negocios en Asia… y nuestras oportunidades de inversión en los mercados dinámicos de Asia”(“America’s Pacific Century”, Secretaria de Estado Hillary Clinton”, Foreign Policy Magazine, 2011)

Una lectura cuidadosa del discurso de Clinton junto con una revisión de la Doctrina Wolfowitz ayudará al lector más obtuso a sacar algunas conclusiones obvias sobre el actual conflicto en Ucrania, que no tiene casi nada que ver con la llamada “agresión rusa”, sino con todo lo relativo al plan de Washington para proyectar su poder a través de Asia , controlar las enormes reservas de petróleo y gas de Rusia, rodear a China con bases militares, y establecer la dominación estadounidense en el epicentro del mercado más próspero de este siglo. Aquí está Putin de nuevo:

“Para liberarse de la última red de desafíos, necesitan desmantelar a Rusia, así como a otros estados que eligen un camino soberano de desarrollo, a toda costa, para poder seguir saqueando la riqueza de otras naciones y utilizarla para tapar sus propios agujeros. Si esto no ocurre, no puedo descartar que intenten provocar un colapso de todo el sistema y echarle la culpa de todo, o, Dios no lo quiera, que decidan utilizar la vieja fórmula del crecimiento económico a través de la guerra.”

Los expertos en política exterior de Estados Unidos no tienen reparos en promover teorías que amenazan con desencadenar un enfrentamiento militar directo con Rusia que podría desembocar en un intercambio nuclear. En un reciente “seminario web para congresistas organizado el 23 de junio pasado bajo el título “Descolonizar a Rusia”, el webinar, con personal de la CIA y nacionalistas de derecha de Ucrania y el Cáucaso, argumentó efectivamente que Rusia era un imperio colonial que tenía que ser roto con el apoyo de Washington.” (WSWS) El autor explora las razones por las que algunos expertos quieren tachar a Rusia de “imperialista”… Un artículo en el WSWS explica por qué:

… “la afirmación de que Rusia es “imperialista” cumple una función política vital: Proporciona una cobertura política a la agresión imperialista contra Rusia y a los objetivos de guerra de las potencias imperialistas…. Es esta estrategia la que la pseudoizquierda pro-OTAN encubre con su clamor sobre el “imperialismo ruso”.

El fomento de las tensiones nacionalistas, regionalistas y étnicas viene a ser un componente clave de la política de guerra imperialista desde unas décadas atrás…

Mediante una combinación de expansión de la OTAN, golpes de estado en sus fronteras e intervenciones militares en países aliados de Rusia y China, las potencias imperialistas han rodeado a Rusia de forma sistemática e implacable…

De hecho, si se revisa la historia de las guerras emprendidas por el imperialismo estadounidense en los últimos treinta años, la guerra que se está desarrollando para dividir a Rusia y China parece una brutal fatalidad. A pesar de su reintegración en el sistema capitalista mundial, los regímenes oligárquicos gobernantes han impedido a las potencias imperialistas saquear directamente los vastos recursos de estos países. Compitiendo por estos recursos entre ellas, y empujadas por crisis internas irresolubles, están ahora decididas a cambiar esto.

… el proyecto de resolución describe los objetivos básicos de la guerra de Estados Unidos contra Rusia de la siguiente manera “la eliminación del régimen actual en Rusia, su sustitución por un títere controlado por los Estados Unidos, y la ruptura de la propia Rusia -en lo que se denomina “descolonizar Rusia”- en una docena o más de estados impotentes cuyos valiosos recursos serán propiedad del capital financiero estadounidense y europeo y serán explotados por él”. Este pasaje es fundamental para entender tanto el desarrollo del conflicto como la política de la pseudoizquierda pro-OTAN y su insistencia en que Rusia es un “país imperialista”. (“Los principios históricos y políticos de la oposición socialista a la guerra imperialista y al régimen de Putin”, Clara Weiss, World Socialist Web Site)

Como se puede ver, los miembros de la élite del establishment de la política exterior están buscando obstinadamente nuevas y más convincentes justificaciones para una confrontación con Rusia cuyo propósito final es fragmentar el país allanando el camino para el reequilibrio estratégico de Washington o “pivote”. Hace 20 años, durante la administración Bush, los políticos no eran tan circunspectos en sus opiniones sobre Rusia. El ex vicepresidente Dick Cheney, por ejemplo, no intentó ocultar su absoluto desprecio por Rusia y fue sorprendentemente sincero sobre la política que apoyaba. Véase este extracto de un artículo de Ben Norton:

El ex vicepresidente estadounidense Dick Cheney, uno de los principales artífices de la guerra de Irak, no sólo quería desmantelar la Unión Soviética, sino que también quería romper la propia Rusia, para evitar que volviera a surgir como una potencia política importante…. El ex secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, escribió que “cuando la Unión Soviética se estaba derrumbando a finales de 1991, Dick quería ver el desmantelamiento no sólo de la Unión Soviética y del imperio ruso, sino de la propia Rusia, para que nunca más pudiera ser una amenaza”…

El hecho de que un personaje de la cúpula del gobierno estadounidense buscara no tan secretamente la disolución permanente de Rusia como país, y lo comunicara directamente a colegas como Robert Gates, explica en parte la postura agresiva que Washington ha adoptado hacia la Federación Rusa desde el derrocamiento de la URSS.

La realidad es que el imperio estadounidense sencillamente nunca permitirá que Rusia desafíe su dominio unilateral de Eurasia, a pesar de que el gobierno de Moscú restauró el capitalismo. Por eso no es de extrañar que Washington haya ignorado por completo las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad, incumpliendo su promesa de no ampliar la OTAN “ni una pulgada hacia el este” tras la reunificación alemana, rodeando a Moscú de adversarios militarizados empeñados en desestabilizarla.

Los servicios de seguridad rusos han publicado pruebas de que Estados Unidos apoyó a los separatistas chechenos en sus guerras contra el gobierno central ruso. El académico británico John Laughland destacó en un artículo publicado en 2004 en The Guardian, titulado “Los amigos estadounidenses de los chechenos”, que varios líderes secesionistas chechenos vivían en Occidente, e incluso recibían subvenciones del gobierno estadounidense. Laughland señaló que el grupo secesionista prochecheno más importante con sede en Estados Unidos, el engañosamente llamado Comité Americano para la Paz en Chechenia (ACPC), incluía entre sus miembros “una lista de los neoconservadores más destacados que apoyan con tanto entusiasmo la “guerra contra el terror””:

Entre ellos se encuentran Richard Perle, el famoso asesor del Pentágono; Elliott Abrams, famoso por la operación Irán-Contra; Kenneth Adelman, el antiguo embajador de Estados Unidos ante la ONU que animó la invasión de Iraq prediciendo que sería “pan comido”; Midge Decter, biógrafo de Donald Rumsfeld y director de la derechista Heritage Foundation; Frank Gaffney, del militarista Centre for Security Policy; Bruce Jackson, antiguo oficial de la inteligencia militar de Estados Unidos y antiguo vicepresidente de Lockheed Martin, ahora presidente del Comité de Estados Unidos para la OTAN; Michael Ledeen, del American Enterprise Institute, antiguo admirador del fascismo italiano y ahora uno de los principales defensores del cambio de régimen en Irán; y R James Woolsey, antiguo director de la CIA, que es uno de los principales animadores de los planes de George Bush para remodelar el mundo musulmán siguiendo líneas pro-estadounidenses.

El hecho de que los salafistas yihadistas de extrema derecha constituyeran un porcentaje significativo de la insurgencia chechena no molestó a estos neoconservadores antimusulmanes, del mismo modo que los veteranos islamófobos de la “Guerra contra el Terror” no tuvieron ningún problema en apoyar a los islamistas extremistas takfiris cortadores de cabezas en las posteriores guerras de Estados Unidos contra Siria y Libia….

…. Victoria Nuland, la tercera funcionaria más poderosa del Departamento de Estado de la administración de Joe Biden, fue la principal asesora adjunta de política exterior del vicepresidente Cheney de 2003 a 2005. (También ayudó a patrocinar el violento golpe de Estado en Ucrania en 2014 que derrocó al gobierno democráticamente elegido). Al igual que su mentor Cheney, Nuland es una neoconservadora de línea dura. El hecho de que él sea republicano y ella trabaje principalmente en administraciones demócratas es irrelevante; este consenso en la política exterior de línea dura es completamente bipartidista.

Nuland (ex miembro de la junta directiva bipartidista de la NED) también está casada con Robert Kagan, un santo patrón del neoconservadurismo y cofundador del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, el acogedor hogar de los neoconservadores en Washington, donde trabajó junto a Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y otros altos funcionarios de la administración Bush. Kagan era un republicano de larga data, pero en 2016 se unió a los demócratas e hizo campaña abiertamente por Hillary Clinton para la presidencia.” (“El ex vicepresidente Dick Cheney confirmó que el objetivo de EEUU es acabar con Rusia, no sólo con la URSS”, Ben Norton, Multipolarista)

La política exterior de Estados Unidos está ahora exclusivamente en manos de un pequeño grupo de extremistas neoconservadores que rechazan de plano la diplomacia y que creen sinceramente que los intereses estratégicos de Estados Unidos sólo pueden lograrse mediante un conflicto militar con Rusia. Dicho esto, podemos decir con cierto grado de certeza, que las cosas van a empeorar mucho antes de mejorar.

Mike Whitney, 27 octubre 2022

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Original: https://www.unz.com/mwhitney/washingtons-plan-to-breakup-russia/

Traducido por MP para Red Internacional

Artículo relacionado: https://redinternacional.net/2022/10/26/la-ofensiva-de-invierno-de-putin-por-mike-whitney/

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