Comprender la época (Capítulos VI – VII – VIII) – por Alain Soral

 

CAPÍTULO VI

DE LA RAZÓN CIENTÍFICA A LA RAZÓN POLÍTICA

 

Del reino de la cantidad a la igualdad formal

Volviendo a la Razón, dejando de lado por el momento su cuestionamiento por parte de la razón práctica y dialéctica, debemos entender ahora que la dominación de las matemáticas -como proceso abstracto de la Razón- es la dominación progresiva de las matemáticas en todos los sectores y dominios de la vida, desde los más abstractos hasta los más concretos.

Primero lo lógico-matemático extendido a lo matemático-físico -es decir, el nacimiento de la física y la biología moderna-, luego, mediante la ciencia aplicada, su extensión a todos los campos técnicos: la ingeniería, la arquitectura, el urbanismo e incluso la medicina (a través de la matematización del cuerpo que ya operan los análisis de sangre), hasta la economía política reducida a la ciencia económica y, finalmente, la filosofía reducida al positivismo. En resumen, el lento triunfo de la tecnocracia…

 

El rigor matemático y la idea de igualdad

Llegamos a un mundo plenamente regido por las cifras y los números, que induce también la idea de igualdad, a través de las constantes universales constituidas por las leyes que rigen el mundo matemático-físico, y que acabará produciendo en la Historia, por deslizamiento e imitación, lo que podemos llamar la axiomática de los derechos humanos.

Es decir, entramos en una epopeya democrática igualitaria que los pensadores visionarios, tras el opositor a la Revolución Francesa Joseph de Maistre, seguidos por el tradicionalista Julius Evola (La rebelión contra el mundo moderno), el reaccionario José Ortega y Gasset (La rebelión de las masas) o el escritor Robert Musil (autor de una novela integral con su título evocador: El hombre sin calidad) calificaron con René Guénon como el reino de la cantidad.

 

El reino de la cantidad

Se trata del reino de la cantidad, pues, ya que a partir de entonces el trabajo de comprensión del mundo se traduce cada vez más en la medición -el acto de medir- y en la medición comparativa. La medición numérica hace que todo sea comparable, y las diferencias de calidad se reduzcan a meras diferencias de cantidad…

Y al no haber más hielo, agua y vapor, tan diferentes en lo concreto, sino simplemente, por el progreso del conocimiento matemático-físico, una misma combinación de 2 átomos de hidrógeno por 1 átomo de oxígeno, pasando de 0 a 1 grado centígrado, luego del 99 al 100… en el mundo político-social y según el mismo principio, ya no hay ninguna diferencia radical entre el aristócrata, el eclesiástico y el plebeyo, es decir la sociedad del Antiguo Régimen, heredera de la tripartición funcional: bellator, orator y laborator, sino individuos-ciudadanos ahora todos iguales ante la misma medida universal de los derechos humanos.

 

La igualdad de derechos

Con la Revolución Francesa -como consecuencia y aplicación política de los trabajos de los enciclopedistas que revolucionaron por primera vez las ciencias naturales aplicando la herramienta matemática (D’Alembert, el organizador de la Enciclopedia, era ante todo un matemático),

– todos los hombres nacen ahora libres e iguales, y se rigen por las mismas leyes humanas, como sucede con las leyes físicas…

 

 El mérito a través del civismo

Pero… necesariamente tiene que haber un pero, ya que esta igualdad abstracta, como la lógica de la que deriva, al principio sólo puede ser formal; si bien los hombres nacen todos libres e iguales en derechos (según el deseo finalmente cumplido del padre del humanismo francés, La Boétie), lo seguirán siendo en la medida de sus méritos.

Toda la cuestión a partir de ahora -en este mundo de igualdad formal- es la cuestión del mérito, de la que nacerá la nueva diferencia social de este nuevo mundo fundado en la Razón política. Dos nociones muy diferentes de este mérito se enfrentaron, especialmente durante la sangrienta secuencia de 1789-1793.

Las nociones opuestas de este mérito

Primero, la concepción de Robespierre acompañado de Saint-Just y Marat, es decir, los puristas de la Revolución Francesa, dignos seguidores de Rousseau, una concepción que hace depender la elevación social del nivel de civismo precisamente puesto al servicio del progreso de la igualdad social; es decir, la definición rigurosa del poder en una verdadera democracia.

Es una definición perfecta en el plano teórico, pero se encuentra en el mundo humano ante una contradicción práctica: esta voluntad de dominar en aras del reparto y la igualdad requiere una sociedad de santos, ¡y además de santos laicos!

 

El mérito a través del dinero

Frente a esta concepción está la de los aprovechados de la Revolución, es decir, casi todos los demás: los La Fayette, Beaumarchais, Danton y otros agentes ingleses, nuevos propietarios de los asignados y liquidadores de los anteriores que vieron, en este período de violentos cambios, la oportunidad de ocupar su lugar y convertirse en los nuevos propietarios.

Y para estos nuevos amos de la nueva sociedad al estar sostenidos por la ideología de la igualdad y la cualidad única de ciudadano, la superioridad podría ser en adelante sólo extrínseca y cuantitativa: ¡todos iguales, pero simplemente más pobres o más ricos gracias a sus respectivos méritos! La medida de la cantidad de dinero (es decir, el Mercado y la Banca) se convirtió, a la sombra de la República, en la nueva religión que establece las jerarquías. Pues la ley, en una gran preocupación por la igualdad, prohíbe tanto a los ricos como a los pobres -en adelante burgueses y proletarios- dormir bajo los puentes, mendigar en las calles y robar el pan, según el aforismo muy irónico de Anatole France, ¡que lo tenía todo claro!

 

Del derecho divino a las (duras) leyes de la naturaleza

En otras palabras, para llegar a la misma conclusión: d’Alembert y los enciclopedistas se apartaron de la arbitrariedad de la revelación religiosa , de su poderío como Revelación y del poder de la Iglesia para dedicarse al igualitarismo de la Razón -el laicismo-, sin darse cuenta de que al modelar la sociedad según las leyes de la naturaleza física, biológica y zoológica, se alejaban también de la moral cristiana para acercarse a lo que pronto sería el darwinismo, y luego el darwinismo social, es decir, al final, el salvajismo liberal de la lucha por la vida…

 

De las contradicciones de los enciclopedistas a las mentiras de la burguesía

Al convertirse las contradicciones de los enciclopedistas, a través de la historia, en las mentiras de la burguesía, la epopeya burguesa, en el despliegue temporal de las contradicciones originales de esta ideología de la Ilustración francesa, terminaron siendo como la coartada humanista del liberalismo inglés triunfante: de ahí nace la estafa de nuestros famosos derechos humanos, – rebautizados human rights – ¡que ahora sirve de pretexto para todas las operaciones punitivas imperiales!

Kant en lugar de Dios

Es una contradicción y una trampa que Jean-Jacques Rousseau había detectado perfectamente en su Profesión de fe del vicario saboyano, de 1762, al igual que su continuador político, Maximilien de Robespierre con su Fiesta del Ser Supremo (de la que tanto se burlan los imbéciles historiadores burgueses). Y la necesidad de este Ser Supremo es sólo la prefiguración de la ley moral de Kant, una ley moral necesaria al corazón del hombre para mantenerlo humano bajo un cielo estrellado infinito y en adelante sin Dios…

 

CAPÍTULO VII

LA BURGUESÍA

 

Mentira igualitaria, literatura y beneficio

Para resumir el capítulo anterior: el principio de igualdad política no es más que el deslizamiento de los principios que rigen las matemáticas: las leyes constantes y cuantitativas del universo ideal de los números, el isomorfismo del espacio geométrico, llevados al terreno de la ideología.

En otras palabras, la epopeya de la igualdad puede verse como un traspaso histórico de las matemáticas a la política. Como dijo Lenin del comunismo: “Son los soviets más la electricidad”, podemos definir la sociedad burguesa, resultante de la Revolución Francesa, como ¡la suma del sistema métrico y los derechos humanos!

 

Del codo al metro

El doble proceso inverso de aumento de la precisión y la deshumanización está perfectamente ilustrado, durante este mismo período de cambio revolucionario, por la adopción del sistema métrico.

Un nuevo sistema de medida decimal (basado en la diezmillonésima parte del arco del meridiano entre el polo norte y el ecuador y designado por las siglas MKpS, de metro, kilogramo-peso, segundo) representa a la vez un progreso en la precisión y la universalidad, pero también un alejamiento de la medida y la escala humanas que eran la pulgada, el pie y el codo…

 

Técnica, ética y estética

Y este mundo, que es ante todo el triunfo de una técnica, es decir, el reino de las matemáticas aplicadas, induce él mismo una ética: el reino del cálculo, es decir, la mentalidad del interés y la búsqueda del beneficio egoísta.

Dicha moral, a su vez, induce una estética: el arte burgués puede entenderse globalmente, frente a esa deshumanización, como la búsqueda compensatoria de un  suplemento de alma, el cultivo del jardín secreto de cada cual. Estas tres dimensiones complementarias y articuladas constituyen lo que la filosofía denomina una cosmovisión: la cosmovisión de la burguesía…

Y el mundo burgués, a pesar de los diversos intentos para salir de él y superarlo, sigue siendo  todavía el mundo en el que vivimos y que nos configura, por lo que debemos desarrollar ahora lo que significa la burguesía con mayor precisión, bajo estos diversos aspectos técnicos, morales e ilustrativos…

 

El mercado

El mundo burgués se caracteriza en primer lugar por la hipertrofia del mercado, que se ha convertido en un mercado todopoderoso y en una nueva religión.

Para entenderlo, hay que recordar que hasta hace poco en la historia de la humanidad no existía una disciplina autónoma llamada economía, ni a fortiori un ministerio de economía. Los primeros inicios de esta disciplina, debidos al auge del libre mercado, es decir, del comercio liberado de los mandatos trascendentes de la moral religiosa y el rey, vicario de Dios en la tierra, se remontan en Francia a los primeros trabajos de los fisiócratas bajo el reinado de Luis XVI, es decir, al final mismo de la realeza.

De hecho, y con toda lógica, la economía como disciplina autónoma es también hija de los enciclopedistas y consustancial a la República igualitaria de los derechos humanos…

 

El trabajo

Se da una racionalización global de la creación y distribución de la riqueza basada en el trabajo, que se opone directamente a la renta nobiliaria de la gran propiedad terrateniente hereditaria, y que sólo podría socavar el mundo moribundo de la aristocracia, todavía vinculada a la tradicional tripartición que la eximía del trabajo para dedicarla, en un principio, a la profesión de las armas y la guerra; es decir, desde una perspectiva funcional, principalmente una aristocracia dedicada a la protección de los otros dos órdenes, productivo y religioso…

 

Las cifras de la economía

Y una vez instaurada la República por la Revolución, el creciente dominio de la economía sobre la política, liberada de toda restricción sagrada, siguió inevitablemente la curva de su creciente matematización, empezando por el cuadro económico de Quesnay y su gestión racional de la agricultura -considerada como la única creadora de auténtica riqueza- para culminar en los superordenadores, desvinculados de toda realidad material, de los financieros de BlackRock…

 

La economía como horizonte insuperable

Sin embargo, aunque siempre ha sido necesaria una cierta gestión colectiva y jerárquica de las riquezas producidas (recaudación de impuestos, reservas de grano, etc.), ni los faraones que vivían en contacto con los dioses, ni Francisco Iero, rey por derecho divino de una Francia que era hija mayor de la Iglesia, dependían de ningún tipo de Ministerio de Economía. Desde la antigüedad, esta última estaba considerada una rama menor de la religión y la filosofía, y por tanto hija de la moral…

Así, lo que hoy se nos presenta como absolutamente esencial para el buen funcionamiento del mundo y de la humanidad -la famosa y todopoderosa ciencia de la economía- no fue más necesaria para la construcción de la Gran Pirámide de Giza que para la belleza del castillo de Chambord.

 

De la tripartición funcional a la lucha de clases

Con la Revolución Francesa, la burguesía triunfante completó una epopeya que pasó de la sacralidad completa del mundo de la Tradición, hecho de magia, herencia y heroísmo -es decir, el mundo de los hombres modelado sobre el de los dioses, hasta su desacralización final, mediante el reinado de la razón materialista igualitaria, simbolizada por los números y lo cuantitativo…

Un primer paso se da con la noche del 4 de agosto de 1789 y la abolición de los privilegios de la nobleza, es decir la desaparición, por decreto, de la orden de los bellatores, exentos del trabajo productivo en la tradicional tripartición.

La mentira de esta igualdad formal generaría fatalmente la lucha de los dos nuevos actores en presencia: burguesía dominante, poseedora del capital generador de beneficios, y proletariado, en adelante vendedor libre de su fuerza de trabajo en el mercado laboral libre. La libertad es tan formal como la igualdad formal de los derechos humanos, ya que está totalmente sujeta a la necesidad…

 

La relegación de la iglesia

Se contrapone el bellator que se ha convertido en burgués frente al laborator que se ha convertido en proletario, ambos por la fuerza del Capital… Este paso del mundo de los tres órdenes, a este cara a cara, clase contra clase, conducirá lógicamente a la eliminación del orador sagrado a su vez. Es decir, el sacerdote se encuentra sustituido por el clérigo laico, el intelectual y luego el periodista, el creador de opinión.

Esta segunda etapa, llamada ley de separación de la Iglesia y el Estado, en realidad presencia la eliminación política de la Iglesia por su secularización, permitiendo, junto al Capital y el Mercado, el reinado solapado de un nuevo clero y una nueva religión, entendida por el ciudadano ingenuo como expresión del ateísmo en un mundo en adelante guiado por la Razón: el laicismo.

El laicismo se declara oficialmente ateísmo de Estado, pero en realidad, con respecto al catolicismo, la religión de Cristo que gobernaba el mundo antiguo junto al rey, se trata de una contra religión luciferina muy alejada del ateísmo, pero que combina paradójicamente el reino de los números y el monoteísmo arcaico, es decir, la masonería, escalón para la fe en la Cábala…

 

La cosificación del hombre como mercancía y del hombre como máquina

En este nuevo mundo impulsado por el mercado generalizado, el hombre, liberado de los seres colectivos que eran las comunidades de trabajo tradicionales: gremios, corporaciones, colegios, en adelante prohibidos por la ley (en Francia, ley Le Chapelier, 1792), es ahora sólo un individuo, libre pero obligado a vender su fuerza de trabajo en el mercado laboral.

Este proceso por el que él mismo se convierte en una mercancía contribuye un poco más, en este mundo cada vez más racionalizado, a la deshumanización. Una deshumanización acrecentada por el reparto de tareas, siempre en nombre de esa misma racionalidad lucrativa, que convierte al ser humano, no sólo en una mercancía, sino en un engranaje de una máquina, dedicado por el aparato de producción a tareas cada vez más estúpidas y repetitivas, ya sea en la fábrica o en la oficina.

Una doble deshumanización en la que el trabajo, originalmente un logro del homo faber, contribuye por el contrario a su desposesión y despersonalización (lo que el marxismo llama reificación).

Es decir, tras el barniz de la Razón, la racionalidad y la nueva libertad individual, se impone un sistema global de enriquecimiento material a través del empobrecimiento moral y espiritual…

 

El derecho como expresión y sustituto del bien

La duplicidad del capitalismo burgués se expresa, en el plano ético, por la hipertrofia del derecho. Y más precisamente, el derecho positivo en contraposición al derecho natural. Es una hipertrofia formalista que permite el aderezo lógico-formal de la relación de fuerza capital-trabajo, es decir, de forma derivada, la expresión de la lógica formal al servicio de la igualdad formal…

Un derecho en el que el burgués, a fuerza de casuística y argumentos cada vez más alejados del viril derecho romano, pretende hacernos tomar su buen derecho por el bien, hasta el punto de que el juicio en derecho puede llegar a ser contrario a la equidad.

El formalismo vicioso a menudo choca con el instinto moral y la necesidad de justicia del pueblo; es decir, con la famosa “decencia común”, como dicen los ingleses, la expresión popular de la ley moral de Kant que funda el derecho natural.

Es un formalismo vicioso que también produce, por el contrario, esa hipertrofia típicamente burguesa de la abogacía (hasta el punto de que en el PIB de los Estados Unidos, a la cabeza de la deriva capitalista, los costes de los bufetes empresariales representan casi el 20%). Tenemos ejércitos de abogados empresariales parásitos, notoriamente extraídos de cierta comunidad ya experimentada en la casuística dialéctica a través del amoralismo talmúdico…

 

Narcisismo, mala fe y mala conciencia

Aunque la burguesía basa su moral del beneficio en el protestantismo y su relación con Dios, como demuestra brillantemente Max Weber en su famoso libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la burguesía, la clase del individualismo cartesiano y del ego, es por esencia la clase del narcisismo. En efecto, a diferencia de todos los grupos dominantes que la precedieron en la historia, desde la Tradición integral hasta las monarquías teocráticas, la burguesía ya no se construye moralmente sobre la imitación de figuras trascendentes, como dioses, profetas y santos, sino sobre los valores inmanentes de la Razón, es decir, sobre sí misma…

Es la vertiente prometeica de un hombre que se ha convertido en la medida de sí mismo y sin límites, que puede calificarse literalmente de mala fe -en el sentido de fe mala, ya que no tiene referente trascendente- y que, dada la realidad social de la explotación burguesa y las promesas incumplidas de la Ilustración, sólo puede conducir a una mala conciencia…

Un narcisismo unido a la mala fe y la mala conciencia, junto al espíritu de cálculo, estructuran profundamente la mente burguesa.

 

El arte como suplemento de alma y jardín secreto

Así, siendo la burguesía esencialmente una traición a la promesa de igualdad y habiendo logrado su filosofía, para pensar esta meta inalcanzable (tema que trataremos en los próximos capítulos), el arte burgués debe entenderse esencialmente, ante tanta falsedad y fealdad, como la expresión de una compensación. Es un arte de compensación psicológicamente necesario que se desarrolla en dos niveles: compensación hacia lo verdadero y compensación hacia lo bello. Sin olvidar la forma aún más desviada del arte espejo: el arte como indulgencia narcisista y auto halago.

 

La novela

La compensación hacia lo verdadero se verifica esencialmente en la novela. A la vez que completa el paso de la verticalidad de la fe a la horizontalidad del pensamiento -es decir, del texto sagrado a la palabra escrita profana-, es por excelencia la expresión de la conciencia del individuo, en adelante abandonado a sí mismo.

Como explica magistralmente Georg Lukács, el filósofo hegeliano-marxista, en dos ensayos, El alma y las formas y La teoría de la novela, esta nueva expresión, que ya no es el cuento ni la epopeya, alcanza su forma completa con la plena dominación de la burguesía y constituye su “suplemento de alma”.

En su apogeo, de Balzac a Céline, de Gogol a Dostoievski, la novela expresa, a menudo mediante el sacrificio social de sus elementos más sensibles, los deberes del hombre moral frente a las mentiras de los derechos humanos. Un acto de verdad que, al tocar lo universal, redime un poco al ser burgués ante la trascendencia y la Historia…

 

La satisfacción de la belleza

En un nivel moral inferior a la expresión compensatoria de la verdad, están las artes  compensatorias de la belleza: las artes del oído y de la vista, más afectivas que morales, que son la música culta y  la colección personal de obras, en el papel de jardín secreto y refugio contra lo feo…

Para los más ricos, se trata de enamorarse de la pintura y aceptar pagar por ella (haga lo que haga, la burguesía se expresa pagando). Constituir una colección es un acto compensatorio y purificador, donde se ve a los mayores capitanes de la industria, los financieros, gastar cantidades demenciales de dinero en obras a menudo creadas por personas antisociales. El ejemplo arquetípico es Vincent Van Gogh, un supuesto genio promocionado por astutos marchantes. ¡Un artista maldito que se convirtió, post mortem, en el pintor más caro del mercado por haber redimido, a través de una obra sacrificial, la fealdad del mundo producida por los mismos que tienen los recursos para comprar muestras de su genialidad!

 

La colección, la decoración

En un nivel aún más bajo en el orden de la belleza, están las antigüedades, que también expresan la nostalgia de un mundo destruido que el coleccionista reconstituye pacientemente pagando, también ahí, como si con eso se le fuera a perdonar…

La necesidad de belleza de nuevo se observa degradada en la decoración interior. El interior burgués debía expresar (hasta la revolución de Le Corbusier) una suavidad y un confort femenino en las antípodas de la fábrica, el infierno del proletario.

 

Teatro y cine

El descenso en el orden de la belleza termina con el espectáculo y el entretenimiento, que son espectáculo y entretenimiento de la indulgencia narcisista, y se expresan esencialmente en el teatro burgués, y luego el cine de autor. Tantas expresiones más o menos refinadas de interacciones psicológicas son la antítesis del antiguo teatro griego, nacido de la metafísica y de la necesaria regeneración de la ciudad a través de su comunión con los dioses. La diferencia radical entre el teatro clásico y el teatro (o el cine) burgués la expresó confusamente aquél otro marginado social, Antonin Artaud…

 

El surrealismo y el arte del absurdo

El arte de la autocomplacencia puede llegar a expresar la resignación o la mentira de una burguesía que huye de sí misma, cuando sus respuestas artísticas a las dos guerras mundiales -nacidas de su Razón convertida en monstruosidad- producen el surrealismo (tras la primera guerra mundial), y más adelante el arte del absurdo (tras la segunda)…

Todas son formas de arte fundamentalmente prestadas y agregadas, con las que la burguesía siente una enfermiza necesidad de adornarse, pues siente en lo más profundo de sí misma que si la vida que propone fuera auténtica y plena, el arte sería la vida misma…

 

La burguesía como ambigüedad del progreso

El uso generalizado de las matemáticas, que conduce a una ética y luego a una estética, constituye in fine una visión del mundo a través de la cual la burguesía expresa toda la ambigüedad del Progreso. Y esto conlleva una fealdad perfectamente descrita por Karl Marx en una magistral y célebre frase que basta para convertirlo -mucho más que en economista- en el mayor filósofo crítico de la burguesía:

“Allí donde ha tomado el poder, la burguesía ha pisoteado las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Todos los complejos y variados lazos que unían al hombre feudal con sus superiores naturales, los ha roto sin piedad para no dejar otro vínculo entre hombre y hombre que el frío interés, las duras exigencias del pago al contado. Ha ahogado la emoción sagrada del éxtasis religioso, del entusiasmo caballeresco, del sentimentalismo tradicional, en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha convertido la dignidad personal en un mero valor de cambio… La burguesía ha despojado de su halo a todas aquellas actividades que hasta ahora se consideraban venerables y se consideraban con santo respeto. Al médico, al abogado, al sacerdote, al poeta, al científico, los ha convertido en asalariados. La burguesía ha arrancado el velo de sentimentalismo que cubría las relaciones familiares y las ha reducido a meras relaciones monetarias… La burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que significa las condiciones de producción, es decir, las relaciones sociales… Esta continua agitación de la producción, esta constante sacudida de todo el sistema social, Esta continua agitación de la producción, esta constante sacudida de todo el sistema social, esta agitación y perpetua inseguridad distinguen a la época burguesa de todas las anteriores… Todo lo que tenía solidez y permanencia se esfuma, todo lo que era sagrado se profana, y los hombres se ven obligados por fin a mirar con ojos desilusionados sus condiciones de existencia y sus relaciones mutuas…”

 

La burguesía como clase de la razón inacabada

Su observación crítica no convirtió a Marx en un nostálgico del mundo aristocrático, a diferencia de los románticos, pues veía – ingenuamente si tomamos en cuenta la historia posterior, pero en continuidad con el pensamiento histórico de Hegel – a la burguesía como etapa intermedia y necesaria antes del triunfo terminal de la Razón.

O sea, la burguesía como clase de la razón igualitaria inacabada… Por lo tanto, también tendremos que estudiar cómo la Historia, a través de las luchas políticas posteriores, intentó  completar este relato.

 

CAPÍTULO VIII

POSITIVISMO

 

Límites, callejones sin salida, y el engaño de la física social

La epopeya burguesa, como reino de la cantidad, es, pues, a la vez, este mundo de la desaparición de las diferencias cualitativas en la igualdad formal de los derechos humanos y el de la carrera precipitada del “siempre más” y del crecimiento, asimilado al progreso… Expresado más negativamente, es también la disolución de la moral en el Mercado y más aún, la destrucción del alma por la razón matemática. Una razón matemática extendida a todo, que verá nacer en Francia -madre del espíritu burgués (Inglaterra encarna su eficacia práctica)- una disciplina que ocupará en adelante el lugar de la filosofía de la burguesía: el positivismo. Esta visión conquistadora y técnica de un mundo en expansión encontró su expresión literaria en las obras de Julio Verne y su expresión crítica en las de Émile Zola…

 

El positivismo, la filosofía sin alma de la burguesía

El positivismo, entre 1830 y 1850, y bajo la pluma de Auguste Comte, padre de este pensamiento, expresa, en la línea de la Ilustración, el apogeo de la confianza burguesa, la desaparición del “¿por qué?” – la cuestión de las causas primeras y los fines últimos – en beneficio exclusivo del “¿cómo? “. En otras palabras, es la pretensión de administrar el mundo social a semejanza del mundo físico, mediante la herramienta omnisciente de las matemáticas. Expresado de otra manera: se trata de la reivindicación y la creencia en la extinción natural de la metafísica mediante la gestión científica de la cuestión social.

 

El positivismo o el fin del dualismo aristotélico

Esta reducción de la metafísica a la física marca una ruptura radical con el pensamiento clásico y dual que se había conservado hasta entonces, desde Aristóteles hasta Kant, una ruptura con el dualismo clásico en el que el conocimiento de la naturaleza, incluida la naturaleza de la que estamos hechos: el cuerpo, la biología… no suprime la metafísica, es decir, literalmente lo que está más allá de la naturaleza y es específico del hombre: la cuestión de la moral y la trascendencia, que equivale, expresada en términos cristianos, a la cuestión del bien y de Dios…

 

El nacimiento de la sociología

Tal reducción de la metafísica a la física pretende, con la misma lógica, abolir la diferencia entre las ciencias exactas y las sociales, para fundar la sociología. Es una nueva herramienta del pensamiento burgués, respaldada por el poder de la economía, que permite reducir la cuestión del bien público y la verdad política a la estadística. La  verdad se ve en adelante asimilada a la opinión del mayor número que se convierte, para la dominación burguesa, en el aderezo teórico y moral del poder del Mercado, es decir, detrás del consenso resultante de la encuesta y por la manipulación mediática, la tiranía de la nueva minoría. Dicha concepción de la democracia dista mucho del ideal del hoplita griego, pues sólo expresa una y otra vez la reducción del mundo burgués de la calidad a la cantidad…

 

Un materialismo integral

Así analizado, resulta que el liberalismo burgués, expresado filosóficamente por el positivismo, es un materialismo mucho más integral que el socialismo marxista, ya que este último nace precisamente de la voluntad de reintroducir en este materialismo, la cuestión de los últimos fines… ¡Una sutil evidencia que todavía hoy escapa a la arrogancia de los liberales, siempre rápidos en criticar, desde la altura de su materialismo mecanicista, esta esperanza de devolver un ideal a este mundo sin alma que los revolucionarios -socialistas o fascistas- han heredado de ellos!

 

El individuo según la razón: cuerpo, familia y trabajo

Otra consecuencia de la reducción burguesa y positiva de la metafísica a la física: si el hombre ya no es esa criatura de Dios, parte de un todo armónico y cósmico, ¿de qué está hecho objetivamente el individuo material?

Según la estricta razón: biología, psicología y sociología. De la biología, es decir, del cuerpo y de la diferencia entre los sexos. De la psicología, es decir, de la afectividad adquirida primero en la familia nacida de la diferencia de los sexos, a través de la relación con la madre y luego con el padre. Por último, la sociología, a través de lo que estructura el espíritu de este cuerpo más allá de la afectividad familiar: las relaciones económicas y sociales, la cultura y la historia… El individuo, según la Razón, debe entenderse por tanto, si ya no podemos recurrir a Dios o a la trascendencia, como la articulación de estos tres niveles de determinación.

 

Tres niveles de determinación

– Lo biológico-orgánico, es decir, las determinaciones del cuerpo: diferencia de sexos, supervivencia alimentaria, reproducción.

– Lo psicológico-afectivo, es decir, el papel que juegan las relaciones intrafamiliares en la estructuración de la personalidad (lo que Freud llama determinaciones edípicas).

– Por último, lo económico-social, donde los imperativos orgánicos revestidos de afectividad se complican y diversifican aún más por el trabajo, la cultura y la historia: imperativos de producción, estructuras de parentesco, relaciones de producción y organizaciones sociales…

 

Del órgano a la historia

Así, en el primer nivel, el hombre está solo, impulsado por sus instintos: hambre, reproducción.

En el segundo nivel, ya son tres: él, su madre y el padre (presente o ausente, concreto o simbólico) y la reproducción ya se viste de afecto, pudiendo sus determinaciones afectivas hacer de él un enamorado, un apático, un pervertido, un depresivo…

¡Finalmente, en el tercer nivel, están todos: él, su familia y toda la sociedad en la que, de hombre pequeño o fuerte, emocionalmente equilibrado o frágil, puede llegar a ser fontanero o médico, gustándole o no el azúcar y la música, y de sensibilidad política liberal o fascista!

La lógica del cuerpo, aderezada con la lógica afectiva y luego con la lógica social, la diversificación de este universal concreto se vuelve así casi infinita, partiendo de la pequeña historia orgánica para elevarse a la gran historia del mundo…

 

La sociología, contra la reducción psicológica

De esta triple estructuración se desprende lógicamente que los hechos sociales, de esencia colectiva, no pueden ser explicados por la psicología individual. Pues si la psicología (amor, odio, admiración, celos…) puede explicar las relaciones interindividuales, es muy pobre, incluso inoperante, para entender y explicar los fenómenos sociales: alianzas, guerras, prosperidad, explotación… Esta es, más allá de la ideología, la seria aportación de la sociología: tener en cuenta este tercer nivel de estructuración del ser, donde la psicología se detiene en el segundo, para llegar a esta observación de alto alcance heurístico (también señalada por Gustave Le Bon en su  Psicología de las multitudes): el conjunto social es diferente y superior a la suma de sus partes; el ser colectivo no es la simple multiplicación del ser individual, no actúa como tal.

 

La mentira de la reducción a lo psicólogo: el freudismo

Un ejemplo típico de reducción psicologista: el Malestar en la Civilización de Sigmund Freud, en el que el metapsicólogo pretende explicar, entre otras cosas, el ascenso del nazismo en Alemania en los años 30 a través del nihilismo. Es decir, un fenómeno colectivo y social a través del empuje de una desviación psicológica, prescindiendo, inconscientemente o no, de la seriedad del tema. No se trataba de la multiplicación de una tendencia individual que habría que buscar en la psicología familiar, sino en la injusta derrota de 1918, en el Tratado de Versalles, en la crisis económica de 1929 y en la corrupción de la República de Weimar…

La misma charlatanería se reproduce hoy en Francia, cuando sus correligionarios contemporáneos, utilizando la misma reducción psicologista, pretenden explicar el auge del antisemitismo, no por una dominación ilegítima y parasitaria cada vez más flagrante e insoportable, sino por un soplo de odio colectivo ¡igual de nihilista e inexplicable!

 

La horda primitiva y el totemismo: la imposibilidad de un pensamiento político-social en Freud

La metapsicología freudiana, bastante pertinente en lsu idea de explicar la psicología individual a través del edipo -es decir, a través de las relaciones afectivas primarias con la madre y el padre- es, por las razones mencionadas, bastante impotente cuando se trata de explicar lo que concierne a lo social, donde entran en juego las relaciones de producción.

Freud, consciente de este déficit, intentó añadir un componente social a su teoría de la horda primitiva y el totemismo. Pero también aquí, lo que se supone que funda las relaciones sociales sigue siendo, por debajo de lo social, en la familia, las relaciones afectivas de los hijos con los padres donde, siempre en el plano estrictamente libidinal, el mundo explicativo de Freud no va más allá del consumo, en este caso el consumo sexual de las mujeres (reservado al padre hasta el asesinato del padre por los hijos, lo cual funda el totemismo…). Su teoría pseudo-social de la horda primitiva y el totemismo es, en el mejor de los casos, sólo pre-tribal, atañe al círculo familiar extendido. Es decir, lo social todavía se ve reducido a la familia, y nunca llega a lo que precisamente funda lo social más allá de lo familiar: el mundo de las relaciones sociales inducidas por la producción, el trabajo…

 

El psicoanálisis como inconsciencia voluntaria y estratégica de las determinaciones sociales por la producción

Y ésta es, sin duda, la función de esta teoría y la explicación de su éxito con la burguesía parasitaria -esencialmente el mundo de las mujeres y los cadetes de esta clase social, que constituye la clientela esencial de Sigmund Freud y de los psicoanalistas posteriores. La burguesía masculina empresarial prefiere utilizar la economía como modo explicativo del funcionamiento del mundo…

No se busca revelar el inconsciente, sino producir la inconsciencia social con el fin de confortar a esta burguesía femenina parasitaria en su ser. La sexualidad, además de su atractivo sulfuroso y voyeurista, oculta sistemáticamente, tras el consumo libidinal, el papel motor de la producción y la relación producción-consumo, es decir, la gravedad de las causas económicas que determinan el curso del mundo adulto.

Además, esta dudosa metapsicología también permite, mediante el juego de manos de la neurosis, hacer pasar al analizado, en el plano moral, de depredador social a víctima psicológica. Una muleta cultural muy útil para cierta mala conciencia burguesa, y esto también explica por qué el psicoanálisis nunca ha convencido a los de abajo. El trabajador comprendió instintivamente que sus problemas de sufrimiento social no se resolverían pagando por tumbarse en un sofá.

 

El psicoanálisis, otra patología y estafa comunitaria

Con el beneficio de la mirada retrospectiva, sobre todo por el progreso de la investigación clínica en las enfermedades mentales y, especialmente, por las revelaciones sobre las trampas metodológicas de Freud y su propia sexualidad familiar, el psicoanálisis, que está en proceso de colapso, puede reducirse ahora a una estafa judía.

Una estafa típica, que pretende imponernos como universal -en este caso el edipo, es decir, según Freud, el deseo de todo niño de copular con su genitor del sexo opuesto y de ocluir al genitor del mismo sexo- una patología comunitaria nacida de la endogamia y de la circuncisión del octavo día, generadora de incesto, de desviaciones y de pedomanía, como explican los trabajos de Hervé Ryssen y los de Roger Dommergue sobre el tema.

La enésima estafa judía nos vende pues como universal una patología comunitaria en la misma líneaa que aquello del “pueblo elegido” (por sí mismo) y de la”tierra prometida”, robada a sus legítimos dueños…

 

Tierra prometida y tierra de los antepasados: el robo y el trabajo

La propiedad legítima de una tierra sólo puede darse a quienes la han trabajado y desarrollado, generación tras generación, para convertirla en la tierra de los antepasados. La verdad del trabajo es la única legitimidad universal frente a las pretensiones del parasitismo…

 

Otro límite de la física social: la identidad del sujeto y del objeto en las ciencias humanas

Frente a la pretensión positivista de que las ciencias sociales son ciencias exactas, los pensadores más finos de la cuestión social, especialmente el hegeliano-marxista Georg Lukács en Historia y conciencia de clase (que puede considerarse como la respuesta marxista a Ser y tiempo de Martin Heidegger), se oponen a la crítica de la identidad de sujeto y objeto.

O sea, a diferencia de las ciencias exactas, en las que el objeto observado -átomos o ratones blancos- es distinto del sujeto observador, en las ciencias humanas el objeto observado es el propio sujeto observador, lo que relativiza, o incluso imposibilita la distancia requerida para la objetividad y, por tanto, la pretensión de cientificidad total.

Esta identidad del sujeto observador y del objeto observado introduce en la observación la cuestión del punto de vista. El observador no ve, ni siente o entiende lo mismo sobre el objeto social estudiado -por ejemplo, la cuestión obrera y, más radicalmente, la de la relación capital-trabajo- según sea él mismo de origen, cultura o sensibilidad burguesa, aristocrática o proletaria…

Esta cuestión del punto de vista -que la fenomenología llamará más pomposamente intencionalidad- introduciendo en las ciencias sociales, llamadas por ello ciencias blandas en contraposición a las ciencias exactas conocidas como ciencias duras, la cuestión eminentemente política del origen de clase, del interés de clase, de la lógica de clase, incluso del inconsciente de clase… Un inconsciente de clase débilmente negado por la sociología burguesa, en nombre de la objetividad de la encuesta estadística y del sondeo realizado por el sociólogo profesional al estilo de Pierre Bourdieu.

 

El fraude de Jean-Paul Sartre

Se trata de la creencia ingenua en la libertad individual suprema, procedente directamente de la noción de derechos humanos y revitalizada de nuevo en los años 50 por la izquierda sartreana contra la escuela marxista. Un existencialismo ahora ya olvidado, pero que no se sostiene mejor, frente a la seriedad del ser colectivo social y culturalmente determinado, que el inconsciente freudiano…

 

La complejidad de la física social: la interacción de los seres colectivos

Si para el marxismo la clase social es, en el régimen capitalista, el ser colectivo sobredeterminante, otros seres colectivos intervienen en el espacio público. Por tanto, antes de intentar medir su influencia respectiva y sus posibles interacciones, debemos intentar, al menos esquemáticamente, enumerarlas, en primer lugar, diacrónicamente, en su orden de aparición en la historia, tal como lo concibe la visión evolutiva. Luego, sincrónicamente, por el lugar que aún ocupan hoy.

 

La tribu

Inmediatamente después del individuo, el primer ser colectivo es lógicamente la familia: madre, padre e hijos. Las familias agrupadas en torno a un tótem, forman  históricamente el clan y luego la tribu. El estudio de esta etapa histórica de lo social limitada a la familia extensa es el objeto de la etnología: la prehistoria y las sociedades primitivas. Se dice que dichas sociedades tienen un tiempo cíclico, como las obras de Mircea Eliade en particular nos ayudan a entenderlas mejor…

 

La salida de la tribu a través de la exogamia monógama

El paso de la división familiar del trabajo a su división social, que constituye el salto cualitativo decisivo de lo primitivo a lo tradicional y luego a lo moderno, requiere, como explica el sociólogo marxista Michel Clouscard, una estructura particular de parentesco: la exogamia monogámica, es decir la salida de la endogamia y la poligamia…

 

La sociedad tripartita tradicional

Este salto cualitativo permite, a través de una mayor división del trabajo social, el nacimiento por diversificación de los tres órdenes que constituyen las sociedades tradicionales, ni primitivas ni modernas, es decir, los tres nuevos seres colectivos que son bellatores, oratores y laboratores: la nobleza, el clero y el tercer estado, como nos hizo descubrir Georges Dumézil a través de su estudio comparativo de las sociedades indoeuropeas.

 

El prestigio por el pasado y la comunidad religiosa

Una sociedad, como se ha comentado anteriormente (ver capítulo I. “Tradición”), donde el origen confiere el sentido, basado en la estabilidad del tiempo lento que, entronizando la autonomía y la perennidad de la clase sacerdotal (oratores, clero) introduce también en la Historia ese nuevo ser colectivo que es la comunidad religiosa. Y en particular, en lo que nos concierne, las comunidades cristianas (subdivididas desde la Reforma en católicas y protestantes), judías, musulmanas.

 

Hacia la dominación burguesa: trabajo, números y dinero

Tuvimos una sociedad tripartita, en la que el Tercer Estado (laboratores), constituido esencialmente por los trabajadores agrícolas que alimentaban al resto de la sociedad, era a la vez numéricamente mayoritario y políticamente dominante -el famoso reino de la calidad sobre la cantidad-, que no dejaría de tener influencia política en el futuro, ya que esta sociedad tradicional se quebró en la época de la Revolución Francesa.

Poco a poco la burguesía, nacida de los labradores que se convirtieron en artesanos y luego en comerciantes y, a través del dominio del comercio, se fue conviirtiendo en los dueños del dinero y del Mercado, jugando, contra los nobles y los sacerdotes, la ideología del trabajo y la estrategia de los números, para dar nacimiento a la democracia burguesa de los derechos humanos…

 

Visión aristocrática, burguesa y marxista: los tres tiempos del trabajo

En cuanto a la historia, observemos de paso que hay tres relaciones con el trabajo, que corresponden a los tres tiempos de dominación social.

En el mundo tradicional y aristocrático, el trabajo es la marca de la inferioridad radical, que te acerca a la bestia de carga, y la dignidad de un hombre se mide por los medios que tiene para emanciparse de él. Se logra la exención del trabajo por acceso al sacerdocio, y se trata entonces del respetable trabajo de la oración; pero aún más se obtiene la exención del trabajo por el nacimiento, ya que el único trabajo aceptable para el aristócrata es la profesión de las armas, es decir la profesión del mando por la cual el aristócrata expresa, con su rango, su superioridad y su poder…

En el mundo burgués, en cambio, el trabajo ocupa el primer lugar, pero sólo si es sinónimo de negocio, es decir, un trabajo de mando, pero como director de empresa, condicionado por el beneficio… Y si la ociosidad aristocrática está mal vista -por el dominio de la moral protestante, en adelante, sobre todo el mundo burgués- el trabajo físico, manual, lo está aún más. Hay un desprecio común por el trabajador de fuerza, el trabajador de base, el proletario, que sin embargo acerca al burgués y al aristócrata frente a este tercero socialmente excluido.

Finalmente, en la visión marxista, el trabajo es exaltado como valor supremo, siempre que este trabajo sea productivo, es decir, directamente vinculado a la producción material, lo que excluye el negocio y la especulación, por tanto el trabajo típicamente burgués de la carrera en busca del beneficio. El único trabajo no físico que se respeta es el trabajo intelectual: la producción teórica, la investigación científica… en la medida en que este trabajo de pensamiento contribuye al bienestar del proletariado y a la construcción del socialismo. La función social del intelectual en el régimen marxista puede compararse con la labor espiritual del sacerdote en la sociedad aristocrática tradicional tripartita.

 

La nación, el proletariado y la internacional

Volviendo a la República, la igualdad formal de todos sus ciudadanos da lugar a su vez a este nuevo ser colectivo: la comunidad nacional – inaugurando de paso la idea relativamente nueva de nacionalismo – donde antes sólo existían los súbditos del rey.

Este nuevo ser colectivo, la burguesía nacional, condujo a su vez, mediante la mentira de la igualdad formal, al nacimiento del proletariado.

Del proletariado, los teóricos y los agitadores políticos, en su mayoría cosmopolitas, intentarán hacer, sin conseguirlo nunca realmente, un ser colectivo internacional.

 

El progresismo o la aceleración del tiempo

Esta sociedad moderna, clase contra clase, ya no funciona, a diferencia de la sociedad tradicional anterior, sobre la donación de sentido y prestigio por el origen y la estabilidad del tiempo lento, sino, por el contrario, por la donación de sentido y prestigio por la precipitación del movimiento y del propósito: esta aceleración de la Historia a través del futuro, a lo cual se llama Progreso…

Estamos ante una sociedad en la que la lucha política, en este nuevo mundo de la cantidad generalizada, se resume a partir de ahora en la lucha de los más contra los más; es decir, ¡la lucha de los más numerosos contra los más ricos!

 

Clases, confesiones, redes y comunidades

De este rápido y esquemático resumen se desprende que hoy, en esta sociedad llamada progresista, coexisten:

– Clases sociales: la nobleza residual se ha ido integrando en la burguesía para salvarse en la medida de lo posible.

– Las comunidades religiosas, sabiendo que el progresivo desplazamiento de la Iglesia católica va acompañado – porque la naturaleza política aborrece el vacío- del simultáneo ascenso del judaísmo político y su expresión laica, las redes de la masonería. Es decir, esquemáticamente:

– El Gran Oriente para la política y la Gran Logia Nacional Francesa para los negocios.

A esto que hay que añadir estos nuevos seres colectivos, nacidos de la segunda revolución libertaria de mayo de 1968, que son las comunidades de edad, sexo y raza:

– Jóvenes, feministas, gays, lesbianas, trans, hijos de árabes, negros, etc.

Todas estas comunidades pueden combinarse, aliarse u oponerse entre sí.

La cuestión crucial es entonces determinar cuál de estos seres colectivos tiene más peso político en esta nueva sociedad liberal-libertaria…

 

La burguesía dominante

La burguesía dominante sigue siendo dueña de los medios de producción -incluido el poder del crédito que es el Banco-, mientras que los asalariados siguen sin tener otra opción que vender su fuerza de trabajo, ¡la mayoría de las veces a pérdida!

 

Las redes masónicas

Las redes masónicas conforman -en las logias- la ideología dominante que permite que perdure el discreto triunfo del mammonismo [culto a Mammón, dios de las riquezas, en la Biblia], tras el brillo de los derechos humanos y su amplio igualitarismo.

 

Judaísmo político e islamismo

El judaísmo político, sobre todo a través de la ideología culpabilizadora de la Shoah, ha tomado, con la ayuda de las redes masónicas que persiguen el mismo objetivo (que es la reconstrucción del Templo de Salomón) el lugar de la Iglesia como nueva religión de Estado. La posición dominante que ejerce el CRIF [Consejo representativo de las Instituciones judías de Francia]le permite, además, diabolizar esa otra religión política competidora que es el Islam, reducida al islamismo y al terrorismo…

 

Inmadurez y ramas de la izquierda

Entendamos finalmente que determinarse en el ámbito social por la edad, el sexo o la raza es más bien la expresión de la inmadurez política de los asistidos y los dementes (recordemos en sustancia que el orgullo gay está directamente determinado por la práctica de la sodomía). La prueba es que ningún adulto que se realice social y mentalmente por su profesión se presentaría en el espacio público como un viejo blanco heterosexual, mientras que el joven beneficiario de la asistencia social, el negro dominado y el transexual alienado sólo tienen este posicionamiento pre-social en mente.

 

El poder profundo

A partir de estas observaciones, podemos concluir razonablemente que el poder efectivo en un régimen democrático, tal y como se ha definido anteriormente, está configurado por el triunvirato: el poder del dinero, la fábrica del consentimiento (¡el consentimiento real, no el de Chomsky!) y la escatología compatible. En otras palabras, este poder compuesto (nacido del caos mundial instaurado por el juicio de Nuremberg) ya no nos permite nombrar: la plutocracia judeo-masónica.

Estamos frente a ese mismo poder, propio de la época moderna, que los disidentes de hoy -auténticos opositores- redescubren bajo el nombre de Estado profundo y Poder profundo: términos que la sociología estatal descalifica con el anatema de conspiracionista, ¡lo que le permite evitar la argumentación!

 

Comunitarismo de separación, comunitarismo de dominación, asimilación, integración y desintegración

Esta visión de conjunto no estaría completa si no distinguiéramos finalmente entre el comunitarismo de separación, como es el comunitarismo chino en Francia, que no busca en absoluto imponerse, y el comunitarismo de dominación, del cual el mejor ejemplo es sin duda el comunitarismo judío en todas partes. Y por lo tanto, el lento deslizamiento de la asimilación, que está en la base del crisol nacional republicano, hacia la integración, que conduce inevitablemente a la comunidad nacional a su desintegración.

 

Existencia o inexistencia de la comunidad nacional y el civismo

También es importante distinguir, con respecto a la comunidad nacional, entre lo que es realidad histórica y lo que es fantasía: abstracción demagógica o deseo piadoso.

La nación, que sólo puede existir a través de la realidad de una comunidad nacional, es una construcción histórica en el tiempo.

 

La nación francesa

La nación francesa y la comunidad francesa existen, por ejemplo, porque se remontan al bautismo de Clodoveo (hacia el año 500 de nuestra era) y porque, a través de la historia de la nación francesa, se han convertido en una realidad; gracias a la voluntad centralizadora de los reyes que se sucedieron durante más de mil años -como nos recuerda la excelente Historia de Francia de Jacques Bainville-, esta nación y esta comunidad no han hecho más que crecer en extensión y en comprensión, desde esta fecha fundacional hasta su extensión republicana que es el jacobinismo, para convertirla en una de las naciones más antiguas del mundo…

 

Las seudo-naciones de África

De esta importante observación se desprende, por ejemplo, que las naciones de África, fruto de las divisiones coloniales que estas naciones recientes sólo han heredado con el resto (infraestructuras técnicas, territoriales y administrativas), son sólo abstracciones pegadas a la realidad persistente del tribalismo. Es decir, tribus que siguen siendo, como nos enseña con su erudición el especialista en la larga historia de África Bernard Lugan, la realidad siempre presente de África.

 

Demagogias africanas e infantilismo

A la luz de esta observación, podemos medir el nivel de seriedad de los dirigentes africanos que hablan en nombre de su nación y de su pueblo, ¡como si estas dos nociones se remontaran a una época anterior a Luis XIV! Y más aún cuando estos demagogos se autoproclaman panafricanistas, saltando así de lo tribal a lo supranacional por la simple magia de las palabras, cuando estos procesos requieren siglos de voluntad, de luchas y de historia… Una demagogia que se revela además cuando estos manipuladores de multitudes, para ser escuchados por su público, llaman hermanos y hermanas a quienes se supone que son sus conciudadanos, pero acerca de quienes  saben perfectamente que su conciencia política apenas se eleva por encima de la familia extensa. ¡Esto equivale a tomar a su público por niños!

 

La prueba por el respeto al interés común

Pero la mejor manera de comprobar, más allá de la palabrería, si realmente existe una comunidad nacional en la conciencia, es medir su nivel de respeto por la cosa pública: el espacio y el bien públicos.

 

Argelia, ficción del Frente de Liberación Nacional y colonización

En Argelia, por ejemplo, observamos  otra ficción nacional del corto plazo, cuando todo lo relacionado con la familia se respeta perfectamente. Se mantienen el respeto por el padre, por la madre, el respeto por el hogar doméstico, sobre todo en cuanto al orden y la limpieza, el respeto por la forma de recibir a los extraños en la familia…

Por otro lado, el espacio y la propiedad pública, la calle, los equipamientos colectivos son sistemáticamente despreciados y degradados. Es un incivismo que hace de las ciudades argelinas verdaderos vertederos al aire libre.

Se trata de una constatación poco halagüeña de una ausencia casi total de conciencia ciudadana real, que los nacionalistas argelinos se apresuran a explicar con la interminable excusa de la colonización francesa, pero que demuestra más seriamente que una ficción de apenas sesenta años -la novela nacional según el FLN- no puede sustituir la profunda realidad de mil años de historia. Para convencerse de ello, basta con comparar el civismo del pueblo suizo, a pesar de tener un estado confederal y cuatro lenguas nacionales, con la actitud incivilizada de los norteafricanos.

Esta observación sólo empeora cuanto más al sur se va, en el África subsahariana…

 

Ni conciencia nacional ni solidaridad

La falta de conciencia nacional real se prolonga también, lógicamente, con una ausencia casi total de solidaridad nacional. Esto también explica – y es mucho más grave que la excusa colonial- por qué ciertos países llegan a tal nivel de corrupción y desprecio por el pueblo, por parte de las élites indígenas cuya conciencia y solidaridad tampoco se elevan por encima del clan y la tribu.

 

Rebajarnos para dominar: la razón última de la inmigración

Con esta triste constatación, entendamos ahora por qué nuestras élites depredadoras y traidoras favorecen por todos los medios el mestizaje de nuestras poblaciones, con el fin de rebajar nuestro nivel de conciencia y solidaridad para dominarnos mejor. Y por qué nuestras ciudades dormitorio, donde viven ahora estos subciudadanos sin sentido cívico, se han convertido en cuarenta años, a pesar de los presupuestos faraónicos de la ciudad, en pocilgas similares a los suburbios de Argel y Bamako…

 

Todo sobre nada o la fragmentación del conocimiento

La filosofía positiva -hija del pensamiento mecanicista de Descartes mucho más que del pensamiento dialéctico de Pascal- también cree que puede salir de sus problemas de conciencia y complejidad compartimentando el conocimiento. La compartimentación de las disciplinas, inducida por la hiperespecialización de la investigación, produce esta multiplicidad de campos opuestos entre sí: física frente a filosofía, etología frente a sociología, biología frente a psiquiatría, etc. Hay una multiplicación de conocimientos exclusivos, que impide el acercamiento y la comprensión de la realidad holística del mundo, y que al final produce esta plétora de científicos que lo saben cada uno casi todo… ¡sobre casi nada!

De las matemáticas como medio de conquista, a las matemáticas como medio de ocultación y falsificación : la ciencia económica

El conocimiento positivo alimentado por la abstracción matemática -marca de la maestría y la eficacia de la burguesía en ascenso- también se fue convirtiendo, además de los peligros de la hiperespecialización, en matematización como medio de ocultación y falsificación. Sobre todo a través de la economía, que es, y no por casualidad, la disciplina reina de la burguesía. ¡Una disciplina que, partiendo de la economía política, en la que los hombres luchaban contra otros hombres por el poder y la posesión, se ha convertido progresivamente en una pseudociencia exacta, coronada cada año con un premio Nobel y negada sistemáticamente por la realidad de las crisis!

– La matematización pasa en primer lugar por la aritmética necesaria para la contabilidad, es decir, la cuenta de explotación anual.

– A continuación, se aplican las funciones geométricas, necesarias para las proyecciones y los modelos, lo que provocó la división en macroeconomía y microeconomía.

– Por último, reinan los algoritmos de los superordenadores que trabajan al nanosegundo, al margen y en detrimento de cualquier creación real de riqueza.

En resumen, las matemáticas puras se utilizan para ocultar la violencia social detrás de la verdad apodíctica de los números y las cifras, que son supuestamente axiológicamente neutrales. Y lo que es peor, sirven para ocultar las falsificaciones de un capitalismo financiero y su hiperclase global, ahora puramente parasitaria.

Este ascenso hacia la abstracción insana completa la marcha inicial de la Razón reducida a la lógica formal (cf. cap. IV) con la máscara de la igualdad formal como baluarte contra la igualdad real del reparto…

 

La lógica fatal del positivista: el deseo de inmortalidad sin alma

El sentimiento de omnipotencia a través de la riqueza ilimitada, conferida por las matemáticas abandonadas a su suerte, genera una voluntad de poder aún más radical, nada menos que la búsqueda de una vida sin límite. Este deseo de inmortalidad sin alma es lo que dará lugar a nuevos mercados, siempre según la misma lógica positiva de la huida hacia delante…

 

La muerte y la religión de los nuevos mercados

La cirugía estética primero, luego la andrología, el transhumanismo… hasta el tráfico de órganos y la eugenesia para deshacerse de los desgraciados. ¡Así se va armando la ideología del ser humano aumentado que hoy promueve descaradamente en Francia el urólogo y médico de la desgracia Laurent Alexandre -siguiendo al israelí Ilia Stambler- y que apenas oculta el proyecto genocida soñado por Bill Gates de una humanidad disminuida!

 

Pasar del hombre cambiante a través de la historia a cambiar al hombre a través de la tecnología

Por último, señalemos que este deseo y pretensión de cambiar al hombre a través de la tecnología también llena el vacío ideológico dejado, a partir de los años 80, por el colapso de las “grandes narraciones” que fueron el progresismo y sobre todo el socialismo. Este deseo de cambiar al hombre a través de la historia ha sido sustituido, tras unas décadas de apatía deconstruccionista (Lyotard, Derrida…) por el deseo de cambiar al hombre -ya que la Historia tal como la concebía Carlos Marx ha fracasado- a través de la tecnología: el transhumanismo y el hombre aumentado de las Big Tech y las Big Pharma.

 

La vuelta a la trascendencia al estilo de Auguste Comte

Se trata de una monstruosidad que Auguste Comte, que volvió a la cuestión de los fines postreros al final de su vida, por cierto padecimiento anímico, probablemente no había previsto. Pero ¿de qué vale una visión conquistadora del mundo que es completamente compatible con esta religión cuya fe se reduce a respetar la ley de un Dios malvado que, para pagarle al ser humano por su obediencia ciega, no le promete la salvación de su alma ni el paraíso, sino algunos años adicionales de una vida muy terrenal y placentera aquí abajo…?

 

Positivismo y cabalismo

Así pues, el positivismo burgués, después de haber rebajado la religión de Cristo por la frialdad matemática, que creía haber acabado con la trascendencia y lo sagrado a la vez, ve surgir, no el ateísmo, que al fin y al cabo hubiera sido lógico, sino otra religión. Es una religión que, en lugar de oponer los números a Dios, combina Dios y los números para dar todo su poder a su voluntad de dominación. Es decir que se expande, sobre las ruinas de la fe católica, enmascarada durante un tiempo por el laicismo, el reinado cada vez menos oculto del cabalismo…

Alain Soral, 2022

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Traducido al espanol por MP y publicado originalmente en Red Internacional

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