El fin del dictamen Roe-contra-Wade sobre el aborto – por E. Michael Jones

 

 

El revuelo mediático en torno a la anulación del dictamen Roe-contra-Wade sobre el aborto por parte del Tribunal Supremo me trajo recuerdos de mi participación en los casi cincuenta años de la guerra del aborto en Estados Unidos. Eleanor Smeal, que entonces dirigía la Organización Nacional de Mujeres, acababa de dar una charla sobre el aborto en la Universidad de Notre-Dame en lo que debía ser la década de 1980. La sala estaba repleta de feministas de esa universidad y del St. Mary’s College, la supuesta institución católica que me había despedido por estar en contra del aborto unos años antes. Como mi intento de inyectar algo de realidad en lo que obviamente era un mitin de autoestímulo para lo que San Pablo llamaba “esas mujeres tontas obsesionadas con sus pecados”, le pregunté a la Sra. Smeal durante la sesión de preguntas y respuestas: “¿El feto tiene sexo?”. Al ver que la Sra. Smeal se sorprendía por la pregunta, la reformulé: “¿Es el feto identificable como hombre o mujer?” Esperando una respuesta realista a la pregunta, estaba dispuesto a seguir preguntando cómo justificaba la Organización Nacional de Mujeres el asesinato de mujeres no nacidas, pero lo que obtuve fue inesperado. “El proceso de diferenciación sexual”, opinó la presidenta de NOW, “comienza con el nacimiento”. Reflexionando sobre si había algún profesor de biología en la sala que pudiera respaldar esta asombrosa afirmación, empecé a poner por escrito lo que la señora Smeal había dicho, y entonces me gritó desde el otro lado de la sala: “No escribas eso. Me vuelves loca”.

El dictamen Roe-contra-Wade, en otras palabras, no tenía ninguna base en la realidad. Fue, como señaló Bernard Nathanson en sus memorias, una fantasía judía urdida por lo que él denominó un grupo de judíos locos de Nueva York que se impuso a los Estados Unidos de América mediante un poder judicial bruto. En realidad, el poder judicial bruto fue sólo una parte de la historia. El aborto se impuso en Nueva York antes de que se impusiera en los Estados Unidos enteros mediante un periódico judío conocido como The New York Times más o menos al mismo tiempo que este mismo periódico judío imponía otra narrativa judía, conocida como el Holocausto, en el país, durante un período que se extiende desde finales de la década de 1960 hasta mediados de la década de 1970. En ambos casos, el principio editorial operativo del periódico judío del país era que la verdad era la opinión de los poderosos. En ambos casos, este principio funcionó bien hasta que dejó de funcionar, y dejó de funcionar porque la realidad tiene una forma de acabar con los desvaríos, que es otra forma de decir que lo reprimido siempre vuelve, porque lo que se reprime sólo se reprime porque es verdad.

Una vez que quedó claro que Jerzy Kozinski formaba parte de la camarilla de Sulzberger que dirigía el Times, Elie Wiesel certificó el libro de Kozinski El pájaro pintado como un clásico del Holocausto[1]. Utilicé la palabra “libro” intencionadamente, porque Kozinski hizo un doble juego con su editor y con el público lector al afirmar que lo que era una novela de segunda categoría era en realidad un libro de memorias sobre cosas que habían sucedido realmente, etc. Esa ficción se desmoronó cuando el Village Voice publicó una exposición que explicaba no sólo que lo que Kozinski decía nunca había sucedido, sino también que sus memorias habían sido escritas por un escritor fantasma por la módica suma de 500 dólares. Así que, además de ser un fraude, el novelista del Holocausto más célebre desde Elie Wiesel también resultó ser un tacaño.

Algo similar ocurrió con el dictamen Roe-contra-Wade. La verdad fundamental del dictamen Roe-contra-Wade es que la verdad es la opinión de los poderosos. Si un número suficiente de mujeres cargadas de culpa se reunían y afirmaban que el proceso de diferenciación sexual comenzaba con el  nacimiento, entonces, maldita sea, era una afirmación verdadera, sin importar lo que el departamento de biología tuviera que decir en sentido contrario, porque la verdad era la opinión de los poderosos, y si no se creía a una arpía bocazas como Ellie Smeal, entonces la camarilla de Sulzberger en el periódico judío de referencia estaba allí para respaldar cualquier cosa que dijera, sin importar lo absurdo que fuera. El resultado fue que esta absurda ficción se mantuvo con soporte vital durante casi 50 años, hasta que la realidad intervino y lo que parecía una “ley establecida” inmutable desapareció tan repentinamente como una burbuja de jabón que hace contacto con un arbusto de espinas.

Pero no desaparecería antes de hacer mucho daño. Millones de niños murieron a causa de esta fantasía judía. Nada de lo que podamos hacer los traerá de vuelta. En lugar de llevar una vida plena, se convirtieron en mártires de la verdad, y al final fue la verdad la que prevaleció, pero no antes de que se infligieran muchos daños colaterales a la cultura que permitió su asesinato. Debido al dictamen Roe-contra-Wade, el concepto de igualdad ante la ley fue eliminado de nuestro sistema judicial, para ser reemplazado por un sistema de dos niveles, en el que encajas en una de dos categorías. Todo el mundo era ahora o bien un feto, en cuyo caso no tenía ningún derecho, o bien era una [o un] feminista, en cuyo caso tenía privilegios judíos y estaba por encima de la ley.

Así, los manifestantes que se presentaron en Charlottesville pensando que tenían derechos de reunión y libertad de expresión según la Primera Enmienda, así como los partidarios de Trump que se presentaron en el Capitolio el 6 de enero, entraban en la categoría de feto, lo que significaba que no tenían ningún derecho. Antifa, por otro lado, y Jane’s Revenge, que se dedicó a quemar iglesias y centros Pro Vida después de que se filtrara el informe de Alito, tenían el privilegio judío y estaban por encima de la ley, al igual que Roberta Kaplan, la “lesbiana gordita” que se enriqueció dictaminando lawfare contra los desventurados chicos blancos de Charlottesville. El fiscal general Merrick Garland ha interiorizado claramente esta distinción basada en el dictamen Roe-contra-Wade y ha convertido el Departamento de Justicia en la versión estadounidense de la CHEKA, que ahora está librando una guerra contra el pueblo estadounidense, al igual que los judíos de la CHEKA original libraron una guerra contra el pueblo ruso tras el golpe de estado bolchevique de 1917.

Y ahora lo de Ucrania

La narrativa del “Verano de la Furia” que ha sido confeccionada por NPR [la “National Public Radio”] y otros medios de comunicación judíos de la corriente principal es muy similar a la misma narrativa que han confeccionado en relación con la guerra en Ucrania. Una vez más, el principio operativo es que la verdad es la opinión de los poderosos. Y, una vez más, esta frágil fantasía está a punto de estallar como la ya mencionada burbuja de jabón, tan pronto como entre en contacto con la categoría de realidad conocida como ejército ruso. Cuanto más aplasta Rusia a los nazis ucranianos en la batalla, más historias escuchamos ensalzando al presidente ucraniano Zelenskyy como el último avatar de Winston Churchill. Los inexorables avances de Rusia hacia el oeste suscitan gestos petulantes por parte de la OTAN que intentan poner una cara de felicidad frente al hecho de que Ucrania está perdiendo la guerra, y no hacen nada para que se reconozca la realidad de la situación y se inicien pasos concretos, como la negociación, para hacer frente a esa realidad. En esto, la cobertura del verano de la derrota en Ucrania es similar a la cobertura del Verano de la Furia en Estados Unidos. En cada caso, la invención de fábulas judías sirve como sustituto de la información honesta sobre lo que es real. Al fin y al cabo, resulta que la verdad no es la opinión de los poderosos, porque nada es más poderoso que lo que es real, y lo que es real manifiesta siempre la correspondencia entre la mente y la cosa. Nunca es la mente en lugar de la cosa.

Como si admitieran que Roe fue confeccionado de la nada y que no se basaba ni en la ciencia ni en la ley, los judíos respondieron a la filtración del escrito del juez Alito afirmando que el aborto era “un valor judío fundamental” y que el Tribunal Supremo, al anular el dictamen Roe-contra-Wade, estaba impidiendo a los judíos practicar su religión. Lo que los judíos estaban diciendo sin saberlo era que el dictamen Roe-contra-Wade equivalía a la imposición de la religión judía a todos los ciudadanos, sin importar su religión, de los Estados Unidos de América, durante los últimos 49 años. Dejen que los judíos declaren explícitamente lo que los gentiles eran demasiado estúpidos para darse cuenta por sí mismos. Esta conciencia forma ahora parte del Zeitgeist, que repentinamente dio un giro en la dirección opuesta, alejándose de la centralización del poder en Washington, que era una condición previa necesaria para proyectar el poder imperial en el resto del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, de vuelta a las instancias legislativas estatales, que siempre han estado más en sintonía con la voluntad de la gente a la que representan. Esto significa, señora Smeal, que “la ciencia es real”; el feto es un niño o una niña en el útero y no se convierte en tal sólo al nacer. También significa que ese judío gordo con faldas que se hace llamar “Rachel” Levine no es una mujer por mucho que mutile el cuerpo que Dios le dio. También significa que Ucrania está perdiendo la guerra, no importa cuántos artículos halagadores escriba el periódico judío de referencia sobre el pianista judío de la camiseta verde olivo. Significa, finalmente, que la era de la hegemonía judía sobre nuestra cultura está llegando a su fin. Mis sentimientos iniciales a este respecto no hicieron más que reforzarse cuando leí el ataque del juez Thomas al “debido proceso sustantivo”, manifestado en la decisión sobre el matrimonio gay Obergefell y otras, todas ellas destinadas ahora a ser derrocadas porque comparten la misma falta de realidad que caracterizó el dictamen Roe-contra-Wade. El “debido proceso sustantivo” es otra palabra para la ingeniería social. El fin del “debido proceso sustantivo” significa el fin de la hegemonía judía sobre la cultura estadounidense. Por eso los medios de comunicación controlados por los judíos están tan molestos. El aborto es un sacramento judío. Los que se llaman a sí mismos judíos son en realidad adoradores de Moloch, el dios que exigía sacrificios humanos. Por una vez me encuentro de acuerdo con la ADL [la poderosa Anti Defamation League].

E. Michael Jones, 25 de junio de 2022

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Original: https://www.unz.com/ejones/the-end-of-roe-v-wade/

Traducción: María Poumier; publicado originalmente al español por Red Internacional

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[1] Se lee en la página https://es.wikipedia.org/wiki/Jerzy_Kosinski lo siguiente: El Pájaro Pintado relata la experiencia de un niño (de religión y etnia desconocidos, aunque de apariencia judía y gitana) que deambula desamparado por las zonas campesinas de la Polonia Oriental antes y durante la Segunda Guerra Mundial. En su recorrido por diferentes pueblos se encuentra con personas de naturaleza egoísta y salvaje que le repudian, lo que refleja la situación vivida en una época que parecía vaticinar una nueva guerra. Su periplo sin rumbo a través de un mundo cruel, ignorante y supersticioso, se convierte en una metáfora de la condición humana.

La novela, en la que se han querido ver reminiscencias autobiográficas (aunque Kosinski haya desmentido que se trate de una autobiografía en el sentido estricto), fue considerada por Arthur MillerElie Wiesel y otros como una de las obras más importantes de la literatura del Holocausto.1​ Así, Wiesel, por ejemplo, escribió en el New York Times Book Review que se trataba de “una de las mejores… escrita con profunda sinceridad y sensibilidad”.

Tras la publicación del libro en Estados Unidos, Kosinski fue acusado en su país natal de antipatriota debido a su implacable descripción del medio rural polaco. Las acusaciones se intensificaron en 1968, con la campaña antijudía que pusieron en marcha las autoridades polacas, que obligó a muchos judíos a abandonar el país.2

El libro fue prohibido en Polonia y otros países de Europa Oriental, y el autor recibió amenazas personales, que llegaron incluso a un intento de agresión en su propia casa por parte de dos inmigrantes polacos que le recordaban mucho a los campesinos que conoció en su infancia. Kosinski se dolía de que los polacos odiaran su libro y a su persona sin siquiera haber tenido la ocasión de leerlo.

Finalmente, pudo publicarse en Polonia en 1989. En Varsovia se vendieron miles de ejemplares en poco tiempo y la gente hacía colas de varias horas para comprar libros autografiados por el autor.2​ El crítico literario y profesor de la Universidad de VarsoviaPaweł Dudziak, calificó El Pájaro Pintado como una gran obra y resaltó su vertiente simbólica, argumentando que las acusaciones de antipatriótica no tenían sentido ya que las descripciones de los ambientes y los caracteres que aparecían en el libro no debían ser tomadas literalmente.3

Sin embargo, la recepción del libro no fue uniformemente positiva. “Cuando el Pájaro Pintado de Kosinski fue traducido al polaco – escribió Iwo Cyprian Pogonowski – lo leyó la gente con la que la familia Lewinkopf había vivido durante la guerra. Se escandalizaron por las historias de abusos que nunca habían ocurrido. Reconocieron los nombres de algunos niños judíos a los que ayudaron durante la guerra, niños que sobrevivieron gracias a ellos, ahora representados como víctimas de su abuso. Estaban furiosos por la ingratitud de Jerzy”.

 

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