DOSSIER: Evolución y Nuevo Orden Mundial – por Servando González

 

 

El darwinismo como forma encubierta de religión

Voy a dedicar la primera parte de este trabajo a abundar en las razones por las que el Darwinismo y la teoría de la evolución se convirtieron en doctrinas religiosas encubiertas, y la segunda a explicar por qué, a pesar de ser una falsa ciencia, el darwinismo y la evolución se han extendido y apoderado de los centros educacionales de los E.U. hasta convertirse en una especie de doctrina religiosa oficial.

 

Darwinismo y totalitarismo

En junio de 1962 se llevaron a cabo varias reuniones en la Biblioteca Nacional de Cuba en La Habana. En ella participaron los más renombrados intelectuales cubanos del momento, quienes fueron confrontados en forma hostil por el Presidente Osvaldo Dorticós, el Ministro de Educación Armando Hart, el Primer Ministro Fidel Castro y otros funcionarios del gobierno. En el discurso de clausura a las reuniones, Castro acuñó una frase que definió los estrechos límites de la libertad intelectual en Cuba: “Dentro de la revolución todo; contra la revolución nada.”

Por supuesto que, como tantas otras, la frase no es original de Castro. Como fiel estudiante de los curas jesuitas del Colegio de Belén, a quienes admiraba, Fidel la escuchó de boca de sus mentores: Extra Ecclesiam nulla salus, uno de los dogmas de la Iglesia Católica, que significa “Fuera de la Iglesia no hay salvación.”

Traigo lo anterior a colación por el hecho de que, curiosamente, tan sólo suprimiendo las erres iniciales en la frase de Castro hallamos la frase que mejor describe los estrechos límites de la libertad intelectual en el terreno de la biología en los Estados Unidos: “Dentro de la evolución todo; contra la evolución nada.”

En “Evolutionary History and Population Biology”, un artículo publicado en la revista Nature en 1957 (vol. 214, p. 369), L.C. Birch, biólogo de la Universidad de Sidney, y Paul Ehrlich, biólogo evolucionista y neomaltusiano de la Universidad de Stanford, describiero con lujo de detalles el dogma darwiniano:

“Nuestra teoría de la evolución se ha convertido . . . en algo que no puede ser refutado a partir de ninguna observación. Cualquier observación concebible tiene que caber dentro de ésta. Está, por tanto, “fuera de la ciencia empírica”, pero no es necesariamente falsa. Nadie puede pensar en formas en que se pueda probar. Ideas sin base, o basadas en unos pocos experimentos de laboratorio extremadamente simplificados, han logrado aprobación mucho más allá de su validez. Se han vuelto parte de un dogma evolucionario aceptado por la mayoría de nosotros como parte de nuestro entrenamiento.”

En bueno aclarar, porque al principio a mí me costó trabajo entenderlo, que los profesores que escribieron el párrafo anterior, son conocidos prodarwinistas, y no se están valiendo del sarcasmo o la sátira para combatir el darwinismo. Por el contrario, están expresando sin sonrojo alguno un dogma que consideran evidente.

Como aquí en los E.U. todavía no hemos llegado a la fase final de implementación de una sociedad totalitaria comuno-fascista totalmente establecida —aunque es evidente que marchamos hacia ella a pasos agigantados—, aún quedan vestigios de libertad en las universidades, y los profesores que no acatan el dogma de la evolución darwinista no son expulsados, ni les hacen actos de repudio, ni son enviados a la cárcel. Pero todo el mundo en ese campo sabe que oponerse al darwinismo y la evolución es un gran riesgo, y conlleva ser condenado al ostracismo, el estancamiento de la carrera, y volverse un apestado.

 

Ciencia y religión

En un artículo que publiqué hace algún tiempo, que titulé “The New Opium of the Masses”, me adentro en el tema de la religión con la pregunta retórica ¿Qué es una religión?, la que contesto:

Una religión es básicamente un corpus doctrinario basado en creencias, aceptadas sin reservas mentales por los fieles debido a su fe. La principal característica que distingue la religión de la ciencia es que, mientras que la primera está basada en creencias, la segunda se basa en datos observables y reproducibles.

Contrariamente a la ciencia, que es una rama del saber, la religión, junto a la política, la historia, el arte, la literatura, etc., pertenece al campo de la ideología. Por eso los positivistas lógicos afirmaron certeramente que, en última instancia, ciencia es todo aquello que no es ideología.

La religión y la ciencia pertenecen a dos ámbitos diferentes del conocimiento humano, ambos independientes y necesarios. Criticar el dogma católico de la santísima Trinidad alegando que no es un hecho científico equivaldría a criticar la teoría de la relatividad de Einstein diciendo que no es una creencia religiosa. Ambas afirmaciones con correctas, pero tan irrelevantes como comparar manzanas con naranjas.

Las personas religiosas que tratan de hallar pruebas científicas que confirmen sus creencias religiosas, o están confundidas o sus creencias religiosas no son suficientemente sólidas. Las personas verdaderamente religiosas ni ocultan ni se sienten avergonzadas del hecho de que su religión sea un dogma basado en creencias y sustentado únicamente por la fe.

Por cierto, ni el dogma de la santísima Trinidad ni la teoría de la relatividad son actividades estéticas, pero esto también es irrelevante, porque el arte pertenece a otro ámbito del conocimiento humano, tan necesario como la ciencia y la religión. Usar la ciencia como medida para juzgar todas las esferas del conocimiento humano no sólo es absurdo, sino que equivale a convertir la ciencia en una especie de religión oficial todopoderosa —tal como sucede en los países teocráticos— algo de por sí muy poco científico.

La característica fundamental de un científico no es la credulidad, sino el escepticismo. Para un científico nada es cierto porque alguien lo afirme, sino porque la experimentación directa lo confirma.

Según el Método Científico —la prueba a la cual deben someterse todas las teorías científicas—, para que una teoría pueda considerarse científica tiene forzosamente que poseer estas cuatro características: 1, tiene que poderse observar; 2, tiene que poderse probar empíricamente; 3, la prueba tiene que poder repetirse por otros científics; y, 4, tiene que poder probarse que es falsa. Estas cuatro características tienen que estar por fuerza presente; ninguna puede faltar.

Tal vez la más importante de las cuatro características sea la última: que la teoría tiene que proveer el medio por el que pueda probarse que es falsa, porque si no puede serlo, se debe a que es una verdad absoluta que no merece discutirse y, por tanto, cae en el campo de la metafísica, no de la ciencia. Y eso es precisamente en lo que se ha convertido la teoría de la evolución: una verdad metafísica que no puede ni siquiera pensarse que pudiera discutirse.

Según el método científico, el hecho de que una teoría científica sea aceptada no significa necesariamente que sea cierta, porque en el campo de la ciencia no hay verdades absolutas. Lo único que significa es que es aceptada provisionalmente hasta que algún científico proponga otra que explique mejor el fenómeno que se estudia. Por supuesto, esta teoría tiene que haber pasado previamente por la prueba del método científico. O sea, que la ciencia es una actividad practicada por incrédulos que no buscan la verdad, pues ésta se halla fuera del ámbito de la ciencia, y que no creen nada sin comprobarlo empíricamente mediante la aplicación del método científico.

 

Ciencia y cientificismo

Como expliqué anteriormente, usar la ciencia como la medida de todas las cosas es esencialmente anticientífico. Entre otras cosas porque la ciencia no sólo es un mal maestro, sino también un sirviente peligroso que no debe ser venerado.

Esencialmente la ciencia se basa en un principio bien definido y limitado: la obtención de datos mensurables. Lo cual indica que todo lo que no es mensurable es descartado de antemano. Además, el determinismo científico (o acientífico) hace que la mayoría de los científicos sólo vean lo que les conviene para validar sus ideas preconcebidas —el caso del fraude de la mandíbula de Piltdown es un buen ejemplo de esto, aunque no es el único ni el mas notable.

Debido a las limitaciones intrínsecas del método científico, los científicos sistemáticamente ignoran evidencia, por obvia que esta sea, cuando proviene de áreas que caen fuera de lo que el método científico acepta. O, dicho en forma más clara, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Por ejemplo, desde la más remota antigüedad la gente observó que caían piedras del cielo. Algunas caían tan candentes que incendiaban bosques. Otras mataban personas y animales. Por supuesto, que todo eso era pura ignorancia y superstición religiosa. Para contrarrestar ese desatino oscurantista, el gran Lavoisier, afamado científico de la Academia Francesa, se vio precisado a declarar formalmente que del cielo no podían caer piedras, por la simple razón de que no había piedras en el cielo.

Punto final. La ciencia ha hablado. Se acabó la discusión.

Pero, como la realidad es cabecidura, las piedras continuaron cayendo del cielo. Hoy los científicos las llaman aerolitos.

Como dije anteriormente, si el método científico por sí mismo es limitado, los límites de investigación de los biólogos evolucionistas, debido a su intrínseca característica acientífica, son aún más limitados. Es por eso que su ignorancia es mayor. Pero la realidad no perdona a quienes tratan de ignorarla, y las piedras continúan cayendo del cielo.

Hace relativamente pocos años, y gracias a la creación del microscopio electrónico, algunos investigadores descubrieron un mundo increíble y fascinante. El primer paso lo dieron Watson y Crick en la década de los 50, cuando, mientras observaban una fibras de DNA, tuvieron una intuición sobre su forma y, usando sus habilidades matemáticas, determinaron que la molécula del DNA debía tener la forma de una doble hélice entrelazada.

Pero los microscopios actuales son mucho más potentes, y están revelando un mundo mucho más increíble. Por ejemplo, la célula —cada una de ellas, desde la más simple a la más compleja—, es como una fábrica en miniatura, perfectamente construida, compuesta de pequeños mecanismos, que a su vez contienen mecanismos mucho más pequeños. Estos descubrimientos, que han sido motivo de entusiasmo y admiración por parte de los científicos verdaderos, y que, paradójicamente, no han sido rechazados por los religiosos, han causado tal consternación, alarma y pánico entre los “científicos” darwinistas que los tiene paralizados de terror. Es por eso que tratan de acallarlos recurriendo a la censura, el hostigamiento, y hasta a las amenazas personales.

Como afirma Michael Behe en su libro Darwin’s Black Box (p. 187), nadie en la universidad de Harvard, ni en el National Institute of Health, ni ningún miembro de la National Academy of Sciences, ni ningún ganador del premio Nobel, se ha atrevido a dar una explicación científica de estas cosas. Es evidente que, debido a su extrema complejidad y propósito, no pueden ser producto del azar o la evolución, pero, ¿cómo se formaron? Es obvio que existen, porque están ahí y todo el mundo puede verlas, pero ¿quién las hizo?

Los científicos honestos, los que no tienen una agenda política secreta, los que ven la ciencia como una simple área del saber humano en constante desarrollo, no como la medida de todas las cosas, llegaron a la única conclusión posible: como es imposible que la existencia de estas cosas en el micro mundo sea producto del azar, lo único que lo explica es que sea producto de una actividad inteligente —lo cual no es sino la aplicación práctica del postulado de Sherlock Holmes, uno de los precursores del método científico, quien afirmó que: “Si eliminamos lo imposible, lo que quede, por improbable que parezca, tiene forzosamente que ser la verdad.”

Estos descubrimientos dieron origen a la hipótesis científica que hoy se conoce como diseño inteligente.

Como no tengo la forma de incluir ilustraciones en este articulo, le ruego a mis lectores que vean una imagen de un virus bacteriófago vista por un microscopio electrónico moderno. Creo que es suficientes para que los lectores lleguen a sus propias conclusiones sobre si estas cosas pueden ser producto del azar o de un diseño inteligente.

No obstante, como los científicos son seres humanos y tienen pasiones, esta no es la primera vez en la historia de la ciencia que surgen acres polémicas en su campo. Esta es, sin embargo, la primera vez que los científicos que no están de acuerdo con una nueva teoría que cuestiona la veracidad de la que ellos sustentan, tratan de deshacerse de los disidentes eliminándolos del campo de la ciencia acusándolos de fanáticos religiosos —lo cual no es sino una versión moderna de la Iglesia católica acusando a ciertos científicos de herejes. “E pur si muove”.

Pero la ingrata realidad no perdona a los darwinistas, las piedras siguen cayendo del cielo y, mientras más observan por sus potentes microscopios ese micromundo fascinante, más científicos honestos no pueden evitar admirarse ante esa maravilla y preguntarse quién la creó. Porque no sólo es anticientífico, sino además absurdo, y hasta estúpido, pensar que pudo hacerse sola como resultado de un azaroso proceso evolutivo.

Ante este tsunami de evidencia incuestionable que amenaza con barrerlos, los darwinistas sólo logran balbucir que estos mecanismos son el producto azaroso de la naturaleza. Pero eso equivale a adjudicarle a la naturaleza el mismo papel que los religiosos le asignan a dios, lo cual confirma mi opinión de que el darwinismo no es más que una religión disfrazada de ciencia. La gran diferencia entre la religión darwinista y la cristiana es que el dios del darwinismo es otro muy diferente del dios cristiano.

 

Ateos y ateístas

Creo que existe una diferencia fundamental entre un ateo y un ateísta.  Me explicaré mejor citando un ejemplo de otro campo.

¿Qué es un vegetariano? Un vegetariano es una persona que, bien por razones de salud, o de gusto, o porque le da su real gana, prefiere limitar su dieta a la ingestión de vegetales. Los vegetarianos no hacen gala de su afición a los vegetales, ni se sienten orgullosos de serlo, ni se consideran superiores a los no-vegetarianos, ni pertenecen a organizaciones o grupos de vegetarianos, ni se pasan todo el día hablando del tema.

Por el contrario, los llamados “vegans” son vegetarianos militantes, que lleva su vegetarianismo a extremos que lindan con lo ridículo. Algunos vegans ni siquiera tocan, aunque se estén muriendo de hambre, una comida que haya sido cocinada en una cazuela donde anteriormente alguien cocinó un pollo. Los vegans pertenecen a organizaciones que son como sectas, donde se reúnen con otros similares y comentan sobre lo superiores que son al resto de los mortales.

Es esta la diferencia que existe entre cualquier actividad humana en sí misma, y la misma actividad politizada y convertida en ideología.

De la misma forma, un ateo es una persona que, por razones filosóficas, personales, o porque le da su real gana, no cree en la existencia de dios. La mayoría de los ateos no hacen gala de su condición, ni se la restriegan por la cara a los religiosos, ni por ello se sienten superiores a los demás.

Por el contrario, los ateístas son ateos militantes. Son los vegans de la religión ateísta.

Pero, por las mismas razones implícitas del método científico, que hacen imposible demostrar científicamente la existencia de Dios, tampoco es posible probar científicamente que Dios no existe. Por consiguiente, el ateísmo militante cae en una contradicción lógica insuperable, y pronto se convierte en una forma encubierta de religión. Es por eso que muchos ateístas famosos fundaron una religión que llamaron Humanismo, que era la religión “científica” que vendría a acabar con la religión.

 

Darwinismo y ocultismo

En realidad, el Darwinismo no es sino una religión encubierta, y la mayor diferencia entre el cristianismo y el darwinismo era que veneraban a dioses diferentes. Como la gran mayoría de mis lectores conoce muy bien cuál es el Dios del cristianismo, me limitaré a escribir sobre el dios del darwinismo.

La piedra angular que soporta todo el edificio darwiniano es la evolución. En su sentido biológico más estricto, evolución significa un proceso por el cual la vida surgió espontáneamente de la materia inanimada, y luego evolucionó hasta alcanzar formas superiores, totalmente por medios naturales. Pero la idea de que la vida surgió de la materia inanimada no es original de Darwin. En realidad es mucho más antigua de lo que los darwinistas nos tratan de hacer creer.

La creencia de que la vida surgió de la materia inanimada sin participación divina aparece en la mitología de las civilizaciones más antiguas de este planeta. La antiguas religiones paganas de Mesopotamia, Egipto y Grecia son la base de muchas supersticiones modernas, entre ellas el darwinismo.

En los mitos de creación de los egipcios y los babilonios aparece la creencia de un mar primordial del que surgió la vida. Una creencia similar aparece en el hinduismo, y se explica en detalle en el Rig Veda, el Atharva Veda, y otras antiguas escrituras. El hinduismo no acepta la idea de un Creador, sino que considera que el universo y la vida evolucionaron a partir de un pedazo primigenio de materia inerte llamada “prakiti”.

Los darwinistas mantienen que la vida surgió de la materia inerte y evolucionó de formas simples a otras más complejas como resultado de fuerzas al azar controladas por la madre naturaleza. Una creencia similar existía entre los antiguos griegos, en cuya mitología la madre naturaleza era llamada “Gaia”. En otras religiones paganas se le conoce como la diosa de la abundancia.

La relación entre el darwinismo y el ocultismo no es difícil de probar, pues ambas están inextricablemente entrelazadas. No es producto de la casualidad que haya sido un prominente científico evolucionista, James Lovelock, quien enunció la “teoría de Gaia”, que ha sido abrazada por los adeptos del New Age, según la cual el planeta tierra es un organismo vivo, que sufre en su propia carne cuando alguien maneja un auto, fuma un habano, o come frijoles y aguacates y luego contamina el medio ambiente. Según los seguidores de esta teoría, los seres humanos no somos más que una plaga que hay que destruir antes de que nosotros destruyamos a Gaia.

Otro aspecto en el que los evolucionistas copian creencias antiguas es en el culto solar. Según los darwinistas, el sol es la fuente de la vida en este planeta. Fue la luz solar la que engendró el proceso por el que la materia inerte de ese “caldo primigenio” cobró vida. Después fue la energía solar la que causó la evolución y mutación de las distintas especies.

En su libro Cosmos, Carl Sagan, otro famoso darwinista ateo y acérrimo enemigo del cristianismo, afirmó: “Si fuera necesario adorar algo más grande que nosotros, ¿no tendría lógica que adoráramos el sol y las estrellas?” Más adelante, en el propio libro, Sagan insiste sobre el tema: “Nuestros antepasados adoraban el sol y las estrellas, y no eran tontos.”

Por más de 2000 años los numerólogos hebreos y los estudiosos de la Cábala han estudiado el Viejo Testamento en busca del código de la vida. El libro más antiguo de la tradición ocultista hebrea, el Sefer Yetzirah, describe como Yahveh creó el universo y todos los seres vivos en forma mágica a partir de las 22 letras del alfabeto hebreo. El texto afirma que quien descubra estas combinaciones de letras también podrá crear vida a partir de la materia inerte.

Los esfuerzos mágicos dedicados a crear vida a partir de la materia inorgánica comenzaron en el medioevo. Uno de éstos fue el famoso Golem de Praga, creación del rabino Loew para protegerse de sus enemigos. Loew comenzó su obra creando una escultura de barro que tomó de la ribera del Vltava. Pero, aunque según la leyenda el Golem protegió a los judíos de Praga, algo salió mal, por lo que Loew decidió privarlo de la vida que le había dado.

Oro famoso alquimista medieval que trató de crear vida a partir de la materia inanimada fue Teofrasto Bombasto von Hohenheim, más conocido como Paracelso. Según Paracelso, él había sido capaz de crear un ser humano artificial, al que llamó un homúnculo. Este ser tenía unas doce pulgadas de estatura y, luego de trabajar brevemente para su creador, se rebeló, escapó y más nunca apareció.

El propio Darwin no fue ajeno a las prácticas del ocultismo. Durante su largo viaje marítimo, la Beagle tocó puerto en algunas partes de América del Sur, y Darwin se adentró a lomo de caballo en el continente, donde pasó una corta temporada estudiando las costumbres de ciertas tribus suramericanas. Cuentan algunos de sus amigos que fue allí cuando se inició en la práctica de la magia negra.

Fue después de esa estancia con los indios suramericanos, que Darwin viajó a las Galápagos, donde hizo sus primeras observaciones sobre los pinzones, una aves de pico característico que habitaban esas islas. Según la historia oficial del darwinismo, fueron estas observaciones las que condujeron a Darwin a postular su teoría de la evolución por vía de la selección natural.

Pero los libros prodarwinistas ocultan que el verdadero creador de la teoría de la evolución no fue Darwin, sino Alfred Russell Wallace, un practicante del espiritismo y el marxismo, que la había publicado anteriormente en un artículo científico que tituló Ternate Paper. Darwin, en complicidad con sus amigos Charles Lyell y Joseph Hooker, plagiaron descaradamente la teoría de la evolución de Russell Wallace y la publicaron bajo su nombre. Esta historia sórdida de los verdadero orígenes del darwinismo está descrita con lujo de detalles en A Delicate Arrangement, de Arnold C. Brackman y en Darwin and the Mysterious Mr X: New Light on the Evolutionists, de Loren Eiseley.

Pero, volviendo a Darwin, cuentan sus amigos que, después de su regreso a Inglaterra tras la travesía en la Beagle, Darwin experimentó un cambio radical en su carácter; se volvió un ser solitario, extraño y misterioso, y su salud se deterioró ostensiblemente. Debido a su ignorancia supina de las leyes genéticas, Darwin se casó con una prima hermana, y siete de sus hijos nacieron con problemas físicos y mentales. Una de sus hijas murió poco después de nacer, otra a los diez años de edad. Su hija mayor sufrió un colapso nervioso cuando tenía quince años, y nunca se recuperó totalmente. Tres de sus seis hijos eran inválidos de nacimiento. Su último hijo nació retrasado mental, y murió a los 19 meses de edad.

O sea, que Charles Darwin fue víctima de su propio oscurantismo. Pero, en definitiva, Darwin no fue más que un pobre diablo cuyas teorías disparatadas sólo sirven ahora para que quienes financian el darwinismo y la evolución promuevan su agenda secreta —de la que hablaré en detalle más adelante.

El propio Darwin reconoció su error al final de su vida cuando, en un gesto tardío de honestidad o remordimiento, escribió: “Al pensar en tantos casos de hombres que por muchos años han perseguido una ilusión, a menudo me sacude un escalofrío y me pregunto si habré dedicado mi vida a una fantasía.” (Carta de Charles Darwin a Charles Lyell, 23 de noviembre de 1859, citada en Francis Darwin, The Life and Letters of Charles Darwin, vol. II, New York; D. Appleton and Company, 1888, p. 25.)

Hace algunos años la prensa difundió la noticia de la muerte, a los 77 años de edad, de Stanley Miller, un científico que fuera el pionero en la creación de vida artificial en el laboratorio. En 1953 Miller realizó un experimento que conmovió los círculos científicos y el mundo. Miller mezcló en una recámara de cristal, amoníaco, hidrógeno y metano, gases que, según él, se aproximaban a los que existían en la atmósfera primigenia del planeta antes de que existiera la vida, y les añadió vapor de agua, para simular los océanos, en una especie de “caldo prebiótico”.

Luego hizo pasar una descarga eléctrica de 60,000 voltios, que simulara relámpagos, como los que, según Miller, debían haber ocurrido en la tierra en ese período. Después de varios intentos fallidos Miller halló que, al finalizar uno de sus experimentos, en las paredes de la recámara de cristal se habían formado aminoácidos, los elementos básicos de la vida. Este experimento exitoso fue anunciado a bombo y platillo por todo el mundo como prueba definitiva de cómo había surgido la vida en nuestro planeta a partir de la materia inanimada, sin intervención divina alguna.

Si la mayoría de los lectores nunca ha oído hablar de Miller eso se debe a que los científicos que trataron de reproducir el experimento, tan sólo lograron producir pequeñísimas cantidades de menos de la mitad de los 20 aminoácidos que requiere la vida para existir. O sea, que el experimento de Miller fue en realidad un sonado fracaso.

Pero, según varios darwinistas actuales, el experimento de Miller fracasó tan sólo debido a que la atmósfera de la tierra en esa época era muy diferente de lo que creía Miller. Según estos científicos, para crear vida artificial primero habría que cerciorarse de cuáles eran los componentes de la atmósfera en ese período, y luego exponerlos a una potente fuente de energía —que algunos pensaban podría ser radiación nuclear.

La muerte de Miller pasó desapercibida en los círculos darwinistas, y su nombre ya no es mencionado ni en los libros de los darwinistas más dogmáticos y recalcitrantes. Sin embargo, aún hoy el experimento de Miller aparece en los libros de texto de las escuelas norteamericanas, y se le muestra a los alumnos como prueba científica de que la vida puede crearse en el laboratorio a partir de materia inanimada.

Pero ahora viene lo más asombroso de esta tragicomedia surrealista que es el darwinismo, que he dejado para el final como plato fuerte, y que muestra una faceta ignorada de la actividad necromántica darwiniana disfrazada de ciencia. Lo que voy a contar tal vez sea uno de los secretos mejor guardados de la época de la invención de la bomba atómica.

El 16 de julio de 1945, en un sitio llamado “Trinity”, no muy lejos de Alamogordo, Nuevo México, detonó en la cúspide de una torre de metal la primera bomba atómica, que dio comienzo a la era nuclear. Cuentan testigos presenciales que la explosión del artefacto nuclear que él mismo había contribuido a crear, sobrecogió tanto al físico Robert Oppenheimer, que luego comentó: Al presenciar la explosión, lo primero que me vino a la mente fue un verso del Bhagavad Gita: “Me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos.”

Lo que no se menciona en ninguno de los libros que se han escrito sobre ese tema es que el día anterior a la prueba, cerca de la torre metálica se colocó un extraño receptáculo metálico en forma de botella gigantesca. Según la foto que he visto, la botella, que aparece en posición acostada, medía aproximadamente unos veinte pies de alto y diez de ancho. Los participantes en la prueba fueron advertidos de que no hicieran ningún tipo de preguntas al respecto, pues la botella era parte de un experimento super secreto que no debían mencionar a nadie.

Poco tiempo antes de morir en un extraño accidente en 1952, Jack Parsons, un ingeniero cofundador del Jet Propulsion Laboratory e investigador del California Institute of Technology, comentó con unos amigos que la misteriosa botella contenía un homúnculo. Según Parsons, los científicos que lo habían colocado dentro de la botella esperaban que la fuerte radiación de la explosión atómica le daría vida al engendro inanimado.

Aunque casi totalmente desconocido para el público en general, Parsons era una persona importante y respetada en los círculos científicos. Werner von Braun lo consideraba el verdadero padre del programa espacial norteamericano. Uno de los cráteres de la cara oculta de la luna lleva su nombre en su honor. Lo que mucha gente ignora es que Parsons también era un ávido practicante del ocultismo y que, según testigos presenciales, antes de cada lanzamiento de un cohete de prueba invocaba al dios Pan. Parsons era discípulo del ocultista inglés Aleister Crowley y miembro de la filial californiana de la sociedad secreta Ordo Templi Orientis.

O sea, que la misteriosa botella era parte un experimento darwiniano-alquimista en grande, similar al que años después realizara Miller en pequeño. Pero, como nunca nadie vio al homúnculo vivo, ni se ha mencionado más, ni los darwinistas lo mostraron vivo para probar la veracidad de sus teorías, todo indica que el experimento resultó un fracaso total.

Como se ve, el oscurantismo y la superstición siempre han sido fieles compañeros de viaje del darwinismo.

 

Darwinismo y Humanismo

Existe una relación poco conocida entre el jesuitismo y el darwinismo y esa relación no es metafórica. No hay que olvidar que fue Pierre Teilhard de Chardin, un cura jesuita renegado y aficionado a la arqueología, quien tuvo un papel activo en el descubrimiento en 1912 de la famosa “mandíbula de Piltdown”. La mandíbula era la prueba final necesaria que por muchos años habían buscado los darwinistas —el famoso “eslabón perdido”—, que demostraba científicamente que el hombre descendía del mono. Sin embargo, como pasa con todo lo relacionado con el darwinismo, en 1959 se descubrió que la famosa mandíbula era un burdo fraude. El eslabón sigue perdido y, al parecer, hace todo lo posible para que nadie lo encuentre.

Fue el propio Teilhard de Chardin quien, en su libro El fenómeno humano, publicado en 1955, expuso en detalle el lugar de la ciencia desde el punto de vista darwinista.

“¿Es la evolución una teoría, un sistema, o una hipótesis? Es mucho más. Es un postulado general al cual todas las teorías, todas la hipótesis, todos los sistemas deben ajustarse y que deben satisfacer para ser aceptables y verdaderos. La evolución es una luz que ilumina todos los hechos; una trayectoria cuyas líneas de pensamiento deben seguir. Eso es lo que significa la evolución.”

Traducido a buen romance, lo que quiso decir el buen Pedro es que fuera del darwinismo no hay salvación. Como se infiere, para Teilhard de Chardin, quien todavía ocupa un lugar cimero en la constelación darwinista, el darwinismo era una religión. Lo interesante es que esto lo escribió mucho antes de que los jesuitas se quitaran la careta y mostraran abiertamente su pasión amorosa por el totalitarismo. Pero, como buenos jesuitas que son, no lo llamaron marxismo ni comunismo, y muchos menos fascismo o falangismo, sino “teología de la liberación”.

Es por eso que considero que el darwinismo no es una teoría científica sino religiosa. Lo que no he dicho es qué tipo de religión es el darwinismo. Veamos.

 

 “It is a shame because this make Dawkins a politician, not a scientist!”

Esa es precisamente la crítica que le hace Michael Crichton, a quien me referiré más adelante, a los proponentes del calentamiento global, y que es totalmente aplicable a los darwinistas. El darwinismo es ciencia politizada, lo que equivale a que no es ciencia, sino ideología.

Pero Dawkins no es sólo un ideólogo disfrazado de científico. También es un fanático religioso oculto bajo una cubierta de ateísmo.

Dawkins ha escrito libros como The Selfish Gene, The Blind Watchmaker y The God Delusion, que no pasan de ser diatribas en contra del cristianismo (y sólo en contra del cristianismo, como bien lo acusa Wotzkow, y a lo que me referiré más delante en la Segunda Parte de este artículo). Esto le ha ganado el merecido honor no sólo de ser uno de los ateístas más conocidos y prominentes del planeta, sino también uno de los más sólidos promotores del darwinismo y del humanismo secular.

Su último libro, The God Delusion, es una diatriba anticristiana tan obvia, que la reseña del mismo que publicó Publisher’s Weekly expresa que: “Para provenir de un científico que critica la religión por su intolerancia, Dawkins ha escrito un libro sorpresivamente intolerante, cargado de desprecio por la religión y los creyentes.” Tal vez anticipando esa crítica, Dawkins, haciendo gala de la arrogancia que lo caracteriza, escribió en The God Delusion que, “Es el científico y el humanista en mí lo que me hace hostil al fundamentalismo religioso cristiano.”

Demás está decir que, al igual que Dawkins, la mayoría de los promotores del darwinismo y la evolución son también ateos, humanistas y arrogantes.

Por supuesto que, en su deshonestidad intelectual Dawkins no menciona un hecho clave que nos da una mejor idea de qué tipo de personaje se trata. Dawkins se jacta de ser científico, ateo, antirreligioso — o, mejor dicho, anticristiano –, y humanista. Pero si leemos el Manifiesto Humanista — también llamado Manifiesto Humanista I para distinguirlo de otros Manifiestos que lo siguieron, y que se encuentran fácilmente en la Internet — hallamos que el Humanismo no es sino una religión “científica” que pretende sustituir a las otras religiones, en especial a las cristianas.

En varias partes del Manifiesto Humanista I, sus redactores se refieren al “Humanismo Religioso”. Según el primer principio del Manifiesto, “Los humanistas religiosos consideran que el universo es autoexistente y no creado.” En el octavo principio, se afirma que “El Humanismo Religioso considera que la realización total de la personalidad humana es el único motivo de la vida humana, y busca su realización aquí y ahora.” El principio número trece expresa que, “El Humanismo Religioso mantiene que todas las organizaciones e instituciones existen tan sólo para la realización total de la vida humana.” El Manifiesto termina expresando claramente que “En eso consisten las tesis del Humanismo Religioso.”

A partir del segundo Manifiesto, la palabra “religioso” desaparece del texto — aunque no creo que haya desaparecido de las mentes de los humanistas.

En su respuesta a mi artículo Wotzkow me critica airado porque llamé a los seguidores del Darwinismo y la evolución un “puñado de inescrupulosos, mentirosos, oportunistas y desinformados.” La traducción es casi correcta, excepto que no los llamé “desinformados”, sino “desinformadores”. Ahora bien, después de haber leído lo anterior sobre Dawkins y el Humanismo, me parece que algunos lectores bien podrían pensar que tal vez me quedé corto.

Sin embargo, tal vez sin saberlo, Wotzkow ha dado con el meollo de la cuestión. No es que los darwinistas estén en contra de la religión, puesto que el propio darwinismo es una religión y la mayoría de los darwinistas son adeptos de distintos tipos de religiones, como el Humanismo y el New Age, sin contar sectas religiosas orientales. Los darwinistas tan sólo combaten un tipo específico de religión, la cristiana. ¿Por qué? Porque el darwinismo es tan sólo una hoja de parra moral para justificar la eugenesia y el genocidio, y uno de los dogmas cardinales del cristianismo es que la vida humana es un don divino que nos ha sido otorgado por un Creador y, por lo tanto, sagrada e inviolable.

 

El darwinismo como herramienta ideológica para la implementación del Nuevo Orden Mundial

En su excelente novela State of Fear, Michael Crichton desenmascara con lujo de detalles e infinidad de datos — aunque se trata una obra de ficción, las notas y referencias bibliográficas son reales — el mito de que los actuales cambios climáticos en nuestro planeta, en particular el llamado “calentamiento global”, se deban a la actividad humana.

Carlos Marx escribió que los filósofos se habían limitado a interpretar el mundo, pero que lo importante no era interpretarlo sino transformarlo. De la misma forma, por muchos siglos la tarea de los científicos consistió en hallar una explicación natural a los fenómenos. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado, los científicos se han dedicado más y más a tratar de trasformar el mundo en vez de limitarse a interpretarlo. Tal vez no sea una coincidencia que la mayor parte de las universidades norteamericanas, donde se originó este fenómeno, se han convertido en centros de adoctrinamiento donde, abierta o encubiertamente, la doctrina marxista se inculca en las mentes de los estudiantes.

 

Darwinismo y Maltusianismo

Corría el año 1838 cuando, a su regreso a Inglaterra después de su larga ausencia en la travesía de la Beagle, Darwin encontró una situación social deprimente. La revolución industrial había traído desarrollo y riqueza para los dueños de las fábricas, pero no para los obreros y el resto de la población, que seguían siendo extremadamente pobres. Hacinados en las ciudades y desesperados ante su situación económica, muchos de éstos terminaban por rebelarse.

Los disturbios, cada día más frecuentes, eran disueltos violentamente por las autoridades. Las llamadas Poor Laws, similares a las del welfare norteamericano, eran objeto de fuertes críticas, pues algunos consideraban que lo único que fomentaban era que los pobres tuvieran más hijos para recibir más del estado, y sólo contribuían a crear más bocas hambrientas. Fue en ese año clave que Charles Darwin comenzó a leer la obra de Thomas Malthus, comenzando por su libro Essays on Population.

La teoría de la población de Malthus es bien simple: la población humana crece exponencialmente, en tanto que la producción de alimentos aumenta, cuando más, aritméticamente. Malthus pensaba que esta disparidad entre alimentos y población era la causa mayor de la miseria en el planeta, y lo único que cabía hacer para evitarla era controlar el crecimiento de la población.

Malthus no estaba de acuerdo con lo que postulaban los escritores utópicos de la época, y consideraba que si los pobres no dejaban de tener tantos hijos, pronto el aumento desmedido de la población traería hambre, miseria, y caos que destruiría las bases de la sociedad. Según Malthus, la vida era una incesante lucha por la existencia, en la que, afortunadamente según él, muchos no sobrevivían debido al hambre, las enfermedades y la guerra.

Antes de leer a Malthus, Darwin creía que los seres vivos se reproducían tan sólo en las cantidades necesarias para mantener estables los niveles de población. Pero las teorías de Malthus fueron como una chispa creadora que lo puso a pensar, y pronto llegó a la conclusión de que los seres humanos se reproducían más allá de lo que sus medios de subsistencia les permitían, creando así una enconada lucha por la existencia en la que había ganadores y perdedores.

Darwin extrapoló esta observación a la existencia y variación de ciertas especies, y llegó a la conclusión que los individuos más aptos para subsistir procreaban otros similares, y esto daba origen a una nueva especie. Este razonamiento dio origen a su teoría de la de la evolución por vía de la selección natural. La estrecha relación entre las ideas de Malthus y las de Darwin es innegable.

El hecho de que los vaticinios de Malthus no se hayan cumplido en la realidad — la producción de alimentos ha superado con creces a las necesidades de la población, y si todavía hay hambre en el mundo no es debido a problemas físicos, sino políticos y sociales — no ha impedido que las ideas maltusianas todavía circulen. Uno de los neomaltusianos más prominentes es Paul Ehrlich.

En The Population Bomb, un libro que publicó en 1968, Ehrlich vaticinó una inminente catástrofe monumental. Según él, para fines del siglo veinte las necesidades humanas superarían con creces los recursos naturales del planeta; áreas completas de la actividad humana se detendrían debido a la escasez de recursos energéticos; Inglaterra posiblemente dejaría de existir como nación; la India sufriría un colapso económico y social irrecuperable debido a la inhabilidad de alimentar a sus pobladores; y una “inevitable” hambruna masiva barrería el planeta, incluyendo los Estados Unidos.

Según Ehrlich, ya en 1968, cuando apareció su libro, nos encontrábamos al borde del desastre, y el futuro se vislumbraba terriblemente oscuro. De hecho, afirmó Ehrlich “Ya es demasiado tarde para tomar ninguna medida que salve a alguna de esa gente.”

Obviamente, ninguno de sus vaticinios se hizo realidad.

Si las ideas de Ehrlich y la crisis inminente que vaticinó en 1968 recuerdan mucho a las que ahora predica Al Gore respecto al calentamiento global, ello no se debe a una extraordinaria consecuencia. Como veremos más adelante, ambas ideas provienen de la misma fuente. No es una coincidencia que ambos, Erlich y Gore, son prodarwinistas y creen en la evolución.

 

Ciencia y eugenesia

En un apéndice a su novela State of Fear, que tituló “Por qué la politización de la ciencia es peligrosa”, Michael Chrichton explica como, desde comienzos del siglo pasado, la teorías eugenésicas se impusieron en el mundo, y en especial en los Estados Unidos. Estas teorías auguraban una crisis catastrófica para el género humano debido a la degeneración de la fuente genética. Los seres humanos superiores (es decir, los blancos, rubios, altos y de ojos azules), no se estaban reproduciendo tan rápido como era necesario, mientras que los inferiores (es decir, los de piel oscura, los extranjeros, los inmigrantes, los “degenerados”, los de “mentes débiles”, etc.), se reproducían como conejos.

Las teoría eugenésicas pronto se ganaron el apoyo de científicos prominentes, celebridades, y políticos. Entre quienes las apoyaban estaban Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, y Winston Churchill. En un proceso muy similar al que ahora sucede con la investigación de las llamadas “células madres”, las investigaciones eugenésicas fueron aprobadas por prestigiosos jueces de la Corte Suprema, como Oliver Wendell Holmes y Louis Brandeis. Entre las personas famosas que la apoyaron estaban Alexander Graham Bell, el inventor del teléfono; Margaret Sanger, fundadora de Planned Parenthood; el botánico Luther Burbank; Lelan Stanford, el fundador de la universidad que lleva su nombre; el novelista H.G. Wells; y el dramaturgo George Bernard Shaw. Varios ganadores del Premio Nobel se convirtieron en propugnadores de las teoría eugenésicas.

En un esfuerzo por evitar la crisis devastadora que se avecinaba, varios estados de los E.U., desde New York hasta California, aprobaron leyes que promovían la eugenesia — es decir, la eliminación, mediante la esterilización forzosa, de las razas inferiores. Esos esfuerzos tuvieron el apoyo de la National Academy of Sciences, de la American Medical Association, y del National Research Council. La investigación “científica” que justificaba la eugenesia fue financiada fundamentalmente por las fundaciones Carnegie y Rockefeller. El Instituto Cold Spring Harbor fue creado especialmente para la investigación eugenésica, pero importantes investigaciones también fueron llevadas a cabo en las universidades de Harvard, Princeton, Yale, Johns Hopkins y otras.

Las investigaciones “científicas”, la legislación, y el condicionamiento de la población por los medios masivos de comunicación sobre la validez de las teorías eugenésicas se extendieron por cerca de medio siglo. Quienes se atrevieron a oponerse a ellas fueron abucheados y tildados de fanáticos religiosos, reaccionarios, ciegos a la realidad o simplemente ignorantes. Pero, en retrospectiva — comenta Crichton — lo sorprendente es cuán pocos pusieron objeciones a tal monstruosidad.

Bajo la tutela y promoción de estas fundaciones, las teorías eugenésicas pronto fueron aceptadas en Alemania, y fueron financiadas hasta 1939, pocos meses antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los eugenistas alemanes llegaron a progresar tanto que, a partir de 1920, el liderazgo mundial del eugenismo se trasladó por completo a Alemania.

Los alemanes demostraron ser admirablemente progresistas y creadores. Prepararon casas que parecían comunes y corrientes en las que los “retrasados mentales” eran entrevistados y luego conducidos amablemente a cuartos convertidos en cámaras letales de gas. Luego sus cadáveres eran incinerados en crematorios construidos al efecto.

Eventualmente el programa eugenésico se expandió a todo el país, en una vasta red de campos de concentración y exterminio. Los campos de exterminio que se descubrieron en Alemania después de la derrota nazi no eran sino una continuación lógica de lo que había comenzado aquí en los Estados Unidos.

Como es de imaginarse, cuando los horrores de la alemania nazi se descubrieron al final de la guerra, los eugenistas se esfumaron como por arte de magia. Las teorías eugenésicas dejaron de enseñarse en las universidades y los laboratorios de investigación eugenésica cerraron sus puertas o se dedicaron a otros fines.

En retrospectiva, comenta Crichton, tres aspectos del experimento eugenésico llaman la atención. En primer lugar, que, a pesar de todos los experimentos y la infinidad de libros y trabajos “científicos” que generó, el eugenismo nunca tuvo una base científica. En realidad en esa época nadie sabía qué cosa era un gene.

En segundo lugar, el movimiento eugenésico era en realidad un programa de ingeniería social encubierto tras una fachada científica. Logró tanto apoyo entre la población en general, porque los eugenistas lo usaron para atizar el racismo, la xenofobia y el miedo a los inmigrantes.

Pero lo más penoso de esta etapa lamentable de la historia de la humanidad es que las comunidades científicas norteamericana y alemana ni protestaron ni se opusieron a tal aberración. Por el contrario, tal como lo prueban documentos de la época, los científicos de ambos países no sólo no se opusieron al eugenismo, sino que lo adoptaron de todo corazón. En especial los científicos alemanes, aún aquellos que no eran miembros del partido nazi, no sólo cooperaron, sino que tuvieron un papel activo en la implementación y ejecución de las políticas de exterminio racial. Y lo hicieron espontáneamente, sin que fuera necesario ningún tipo de coacción o presión por parte de los nazis.

Como ejemplo de las estrechas relaciones entre el darwinismo y la eugenesia, voy a traer a colación una anécdota reciente del héroe de Wotzkow, nuestro amigo Richard Dawkins.

En un corto artículo que escribió para el Sunday Herald de Escocia, publicado el 1ro de julio del 2007, y que tituló “Eugenics May Not be Bad” [“La eugenesia tal vez no sea mala”], Dawkins defendió la idea de la producción de bebés de laboratorio, especialmente diseñados para que posean determinadas habilidades. Según Dawkins, la oposición a este tipo de manipulación genética se debe a que Hitler adoptó la eugenesia como política estatal, no porque la eugenesia sea mala en sí misma, y termina aconsejando al público de que ya es hora de que nos olvidemos de Hitler.

El artículo de Dawkins, en el que revela una de las facetas ocultas de su verdadera filiación ideológica, provocó tal volumen de airadas críticas de los lectores que, en la versión del mismo que apareció en el sitio web del periódico, los editores cambiaron el título del artículo y lo re-titularon, “From the Afterworld”. Sin embargo, como al parecer lo hicieron apresuradamente, olvidaron cambiar el nombre del documento web y, algunos días después, todavía el URL del artículo aparecía como: http://www.sundayherald.com/life/people/display.var.1031440.0.eugenics_may_not_be_bad.php. Esto constituye una prueba tanto de que el título original fue alterado, como de la falta de ética profesional de quienes lo cambiaron.

 

Darwinismo, maltusianismo y eugenesia

Como dije anteriormente, después de la derrota nazi, los eugenistas desaparecieron, pero sólo aparentemente. En realidad tan sólo habían cambiado de careta. Ahora comenzaron a llamarse darwinistas.

El darwinismo ya se había puesto de moda desde fines del siglo XIX. Capitalistas poco escrupulosos como John D. Rockefeller hallaron en la fórmula darwinista de la supervivencia de los mas aptos la justificación moral que necesitaban para sus actividades delictivas encaminadas a eliminar la competencia, explotar al máximo a los trabajadores, y deshacerse de gran número de miembros de las “razas inferiores”.

Darwin había hallado una explicación que, según él, probaba la existencia de la evolución como una ley natural. La llamó la “supervivencia de los más aptos.” Sin embargo, la explicación darwiniana se basaba en una falacia lógica llamada razonamiento circular: ¿Quiénes son los más aptos? Los que sobreviven. Y, ¿quiénes son los que sobreviven? Los más aptos.

A pesar de esta falacia evidente, el principio darwinista pronto generó toda una estructura ideológica que luego se conoció como darwinismo social. El darwinismo social le vino como caído del cielo a los Rockefellers — a quienes alguien ha llamado con razón la familia que más daño le ha hecho a la humanidad. Además, el darwinismo era una cuña que podían clavar en el seno de las religiones cristianas, particularmente el catolicismo, que no sólo no aprueba el privar de la vida a otros seres humanos, ni siquiera por métodos anticonceptivos, sino que también condena la usura, lo cual ponía nerviosos a los banqueros.

De modo que los Rockefellers y sus amigos de la banca internacional aunaron su poder y sus fortunas en una verdadera conspiración para promover el darwinismo y otras ideologías similares como armas ideológicas en contra del cristianismo, al que consideraban su principal enemigo. A ese fin, los Rockefellers crearon dos organizaciones que les servirían como centro neurológico para coordinar los esfuerzos de los conspiradores. Me refiero al Consejo de Relaciones Exteriores en New York y al Royal Institute for International Affairs en Londres — ambas organizaciones se originaron a partir de otra más antigua, llamada el Round Table Group.

(El papel del Consejo de Relaciones Exteriores en esta conspiración se estudia en detalle en “Treason in America: The Council on Foreign Relations”, un documental de una hora de duración que será el primero de la serie TruthLies. El programa estará a la venta a partir de mediados del mes de julio. El papel de Fidel Castro en esta conspiración se estudiará en “Partners in Treason: The CFR-CIA-Castro Connection”, el segundo programa de esta serie que aparecerá en septiembre de este año. Para más información visiten mi sitio web en www.servandogonzalez.org)

Las dos fobias que han acosado a los Rockefellers por muchos años han sido el temor a perder su fortuna — una de las hermanas, Winifred, no pudo resistir este miedo y terminó por suicidarse después de haber asesinado a sus dos hijas –, y el peligro de que las crecientes masas de población los priven de los recursos naturales del planeta que, por derecho propio, les pertenecen tan sólo a los Rockefellers y a sus cofrades billonarios. Pero, a partir de mediados del siglo pasado, el temor a perder la fortuna se tornó menos apremiante, pues ya habían acumulado tantos billones que esa posibilidad era muy remota, y el temor a las crecientes masas humanas pasó a primer plano hasta convertirse en una verdadera obsesión.

Un somero estudio de hacia donde canalizan sus fondos las fundaciones “filantrópicas” controladas por los Rockefellers y sus amigos, evidencia que la mayor parte de sus esfuerzos está dedicado a financiar organizaciones cuyo fin, directo, indirecto o encubierto, es el control del crecimiento de la población mediante programas eugenésicos. Esto sin mencionar su extraordinaria habilidad en fomentar guerras, revoluciones, plagas y hambrunas, que son la forma más efectiva de controlar el crecimiento demográfico.

Pero, después de haber dedicado todo su esfuerzo y dinero a tal fin por más de un cuarto de siglo, los conspiradores llegaron a la conclusión de que el crecimiento de la población del planeta era incontrolable, a no ser que se tomaran medidas drásticas para detenerlo. De modo que, después de largos y profundos estudios, llegaron a la conclusión de que, para garantizar su supervivencia a los niveles de vida de lujo y opulencia a los que están acostumbrados, tenían que eliminar no menos del 85 por ciento de la población del planeta y reducir los sobrevivientes a niveles de subsistencia preindustriales. Y la única forma de lograrlo era mediante la implantación de un sistema político global comuno-fascista, que dieron en llamar el Nuevo Orden Mundial.

Si alguno de mis lectores piensa que exagero y que lo anterior no pasa de ser teorías conspiratorias sin base, le cederé la palabra a los propios conspiradores, para que sean ellos mismos quienes los convenzan.

En su libro The Impact of Science on Society, publicado en 1951, el filósofo humanista ateo Bertrand Russell escribe, “En este momento la población del planeta está creciendo Hasta ahora las guerras no han sido efectivas en detenerlo pero tal vez la guerra bacteriológica se más efectiva. . . Si la Peste Negra pudiera regarse por todo el mundo al menos una vez cada generación, los sobrevivientes podrían procrear libremente sin llenar demasiado el mundo.”

El 24 de abril de 1974, Henry Kissinger (miembro del CFR) emite el neomaltusiano Memorándum 200 del National Security Council (NSC 200), un documento super-secreto titulado “Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas Interests”. El Memorándum enfatiza que los E.U. no deben permitir que los africanos exploten los recursos naturales de África. El Memorándum menciona 13 países en los que los E.U. deben reducir la población para evitar que se “malgasten” sus recursos naturales, entre ellos varios países africanos, así como Brasil, Colombia, y México.

En 1975, un año después de que Kissinger emite el NSC 200, las tropas castristas invaden Angola. Poco después el Embajador norteamericano ante las Naciones Unidas, Andrew Young (CFR), declara que las tropas castristas constituyen una presencia estabilizadora en África.

Pocos meses después de que las tropas castristas controlan Angola, el país se convierte en uno de los mayores socios comerciales de los E.U. en África. El Chase Manhattan Bank, el Bankers Trust, el Citibank, y el Morgan Guaranty, le conceden grandes préstamos a Angola. Los negocios de la General Motors, General Tire, Caterpillar, Boeing, IBM, NCR, Pfizer, Xerox, y otras firmas norteamericanas, florecen en el país. El 95 por ciento del petróleo angolano se exporta a países occidentales. La mitad de la producción de la Gulf Oil en Angola termina en las refinerías de los E.U. El consorcio De Beers controla las minas de diamantes. Y, mucho más importante, el país se sume en la más absoluta miseria. La Shell le paga a Castro en dólares para que sus tropas mercenarias protejan las refinería de la Shell en Cabinda.

En 1981, altos miembros del Consejo de Relaciones Exteriores comentan que la posibilidad de un México industrializado — al que algunos llaman “un Japón al sur de la frontera” — es intolerable. Poco después el exDirector de la CIA William Colby (CFR), ahora convertido en consejero sobre “riesgos políticos” de poderosas corporaciones transnacionales, le aconseja a sus clientes que no inviertan en México, porque una caída del peso es inminente. El periódico Wall Street Journal se hace eco del rumor, y publica varios artículos sobre el tema. El pánico cunde, y miles de inversionistas mexicanos cambian sus pesos en dólares y los invierten en bienes raíces en California y Texas. El gobierno de López Portillo se ve forzado a devaluar el peso.

La devaluación del peso trae como consecuencia que gran parte de la industria privada mexicana, que en los años previos había recibido grandes préstamos en dólares, pero que, como ahora sus ingresos son en pesos devaluados no puede pagar los intereses en esa moneda, vaya a la quiebra de la noche a la mañana. La devaluación no sólo paraliza el proceso de industrialización del país, sino que reduce los niveles de vida del pueblo y desata una inflación galopante.

Michael Fox, vicepresidente de la Humane Society de los Estados Unidos escribe un artículo en el que afirma que, “los seres humanos son el animal más destructivo, peligroso, egoísta y poco ético que puebla este planeta.” (“Animal Rights: A New Species of Egalitarianism.” The Intellectual Activist: 14 de septiembre de 1983: p. 3)

Poderosas corporaciones transnacionales norteamericanas y británicas crean al norte de México las llamadas maquiladoras, una especie de factorías coloniales en las que trabajan mujeres y niños por salarios de miseria. El gobierno mexicano lo permite, pues necesita los dólares para pagar los intereses de la deuda. Pero las maquiladoras también producen un efecto devastador en la industria norteamericana, y miles de obreros calificados van a la ruina.

En 1991 el príncipe británico Philip, Duque de Edinbugo, declara a la Agencia Deustche Presse que “En el caso de que reencarnara, quisiera regresar al mundo en forma de un virus mortal, para contribuir en algo a resolver el problema del exceso de población.”

El 22 de octubre de 1989, el periódico Los Angeles Times publica en su sección de Book Reviews un artículo del biólogo David Graber, en el que afirma que “La felicidad y la fecundidad humanas no son tan importantes como un planeta saludable. Nos hemos convertido en una plaga de nosotros mismos y del planeta Tierra. Mientras llega el momento que el homo sapiens decida retornar a la naturaleza, nuestra única esperanza es que aparezca el virus adecuado.”

En 1990, durante un receso en las reuniones del World Economic Forum en Davos, Suiza, el millonario Maurice Strong, miembro ejecutivo del Consejo de Relaciones Exteriores y aliado cercano de los Rockefellers, declara que el principal objetivo de un grupo de millonarios como él es el colapso de la civilización industrial.

En un estudio publicado por el Club de Roma — una de las muchas organizaciones periféricas controladas por los conspiradores –, los autores afirman que, “Si la lucha contra un nuevo enemigo nos une, hemos concebido la idea de que la contaminación, el calentamiento global, la escasez de agua, y el hambre son el enemigo perfecto. Y todos esos peligros son causados por la intervención humana. Por tanto, el verdadero enemigo es la propia humanidad.” (Alexander King y Bertrand Schneider, The First Global Revolution, Club of Rome, 1991: Pantheon Books, New York, p. 115.)

En el El Correo de la Unesco, de noviembre de 1991, Jacques Cousteau – humanista, ateo, y buen amigo y admirador de Fidel Castro — declara: ” para estabilizar la población mundial tenemos que eliminar 350,000 personas cada día.”,

Durante las conferencias del Earth Summit celebrado en Río de Janeiro en 1992, su Presidente, Maurice Strong (CFR), declara a la prensa que la única esperanza de salvar el planeta es el colapso de la civilización industrial.

En un discurso en la American Association for the Advancement of Science, el profesor de la Universidad de Cornell David Pimentel declara que, “La población total del planeta no debe sobrepasar los 2 billones en vez de los 5.6 billones actuales.” (Los Angeles Times 5 de abril de 1994.)

Durante una mesa redonda de la Gorbachev Foundation, celebrada en San Francisco en el otoño de 1996, el Dr. Sam Keen, escritor y filósofo New Age, expresa su opinión de que “Debemos hablar más claramente sobre la sexualidad, los contraceptivos, el aborto, y los valores que controlan la población, porque, en definitiva, la crisis ecológica no es sino una crisis de población.”

En el 2001, una delegación de banqueros de Wall Street, presidida por David Rockefeller, visita Cuba, donde tienen una larga reunión con Fidel Castro. Después de la reunión, Peter Peterson, uno de los directores del Consejo de Relaciones Exteriores hace unas declaraciones en las que elogia a Castro por los altos niveles de educación y salud pública en Cuba, y añade: “Creo que Cuba es uno de los países mejor educados del hemisferio occidental.”

Durante el transcurso de visitas independientes a Cuba en el propio año 2001, el Presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn (CFR), y el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, expresan su convicción de que la Cuba de Castro es el modelo a seguir.

En un viaje pagado por la Fundación Ford en abril del 2002, una comisión encabezada por el expresidente Jimmy Carter (CFR), acompañado de Robert Pastor (CFR) y otros miembros del Consejo de Relaciones exteriores, visita Cuba. Los visitantes expresan su admiración por la salud pública y la educación en la isla.

Aprovechando los nuevos acuerdos de libre comercio entre México y los E.U., el consorcio agrícola transnacional Archer Daniel Midlans (miembro corporativo del CFR) exporta a México un promedio de 60 millones de toneladas anuales de maíz, la mayor parte genéticamente modificado. Esta competencia desleal lanza a la miseria a miles de campesinos mexicanos, y ocasiona un considerable aumento en el precio del maíz, el ingrediente básico de la comida de las personas de bajos ingresos en el país. Dwayne Andreas, Director Ejecutivo de la ADM y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, ha manifestado públicamente en múltiples ocasiones su gran admiración por la Cuba de Castro.

El nuevo Presidente del Banco de la Reserva Federal norteamericano, Ben S. Bernanke, admite públicamente que el desplome de la Bolsa de valores, que trajo como resultado la Gran Depresión de 1929 – 1934, que trajo desempleo y miseria a los E.U., fue creado artificialmente por el Banco.

Podrían llenarse varias páginas de ejemplos similares, pero con esta pequeña muestra basta y sobra. Demás está decir que ninguno de estos individuos que he mencionado anteriormente es un reaccionario, retrógrado fundamentalista religioso. Por el contrario, la gran mayoría de quienes así piensan y actúan se describen a sí mismos como liberales, progresistas, ateos, humanistas, y darwinistas. Cualquier parecido de sus ideas con la retórica Nazi no es producto de una coincidencia.

 

Darwinismo, maltusianismo, eugenesia y Nuevo Orden Mundial

Para llevar a cabo este siniestro plan de aniquilamiento de la población mundial, que hará palidecer en comparación los horrores de la Alemania Nazi, la Unión Soviética de Stalin, y la China de Mao, los Rockefellers y sus amigos se pusieron a conspirar en las sombras, y pronto llegaron a una conclusión: tan sólo había dos vías para lograrlo; la revolución violenta, o la revolución gradual, por infiltración.

Pero la vía violenta de la revolución, aunque más rápida, conllevaba graves riesgos, pues corrían el peligro de que algunas de las víctimas no aceptaran su destino mansamente y se rebelaran — sobre todo en los Estados Unidos, donde gran parte de los ciudadanos poseen armas de fuego para defenderse. Por tanto, llegaron a la conclusión de que lo único que cabía era usar las técnicas de infiltración paulatina típicas del fabianismo — una sociedad pro comunista inglesa cuya táctica es la infiltración y cuyo emblema es el lobo disfrazado de cordero. Estas tácticas son bastante parecidas a las que preconiza el marxista italiano Antonio Gramsci.

Para ello, los conspiradores comenzaron un agresivo programa de guerra psicológica contra aquellos a quienes pensaban aniquilar. La primera medida consistía en deshumanizarlos. La técnica no es nueva: Hitler llamó parásitos a sus oponentes, y Castro los llama gusanos. Como matar parásitos y gusanos crea menos problemas de conciencia que matar seres humanos, la técnica siempre es efectiva.

Pero los conspiradores del Nuevo Orden Mundial hallaron algo mucho más efectivo y sutil que les vino como anillo al dedo para sus planes: el darwinismo. Como, según el darwinismo, la vida no es un don otorgado por un Creador, sino el resultado de la evolución azarosa de la materia inerte, eliminar varios billones de pedazos de materia inerte evolucionada no acarrearía grandes cargos de conciencia para los verdugos.

A este fin, se infiltraron primero en las escuelas y luego en las universidades hasta que lograron implantar el darwinismo disfrazado de ciencia como enseñanza oficial. Allí se dedicaron a lavarle el cerebro a las generaciones jóvenes que un día controlarían el país. Y hay que reconocer que la técnica dio resultado. El proceso sólo se ha hecho ahora más evidente porque nos hallamos en la recta final, y el ritmo de implementación se ha acelerado.

En su libro The Selfish Gene, Dawkins introdujo el concepto de “memes”, un neologismo que acuñó a partir de la palabra “genes”. Según Dawkins, un meme es un vehículo de duplicación de información que usan la mente para hacer copias de sí misma, que luego transmite otras mentes, en un proceso similar a como se propagan los viruses.

El meme es la unidad básica de duplicación y transmisión de información en la ideosfera. Los memes, verdaderos virus mentales, flotan en el caldo de cultivo de la cultura humana, donde crecen, se reproducen, sufren mutaciones, compiten con otros memes y se vuelven dominantes, o mueren y desaparecen. Pero, aclara Dawkins, como bien lo prueban el nazismo, el comunismo y el darwinismo, un meme no necesita ser cierto para que tenga una larga vida y ejerza una poderosa influencia en gran número de personas.

En mi artículo “Darwinism’s Green Box” lancé la hipótesis de que tal vez la prepotencia actual de las teorías darwinistas no fuera simplemente el producto de un azaroso desarrollo evolutivo ni de in diseño inteligente, sino de un diseño de inteligencia, es decir, una creación de guerra psicológica. Según esta hipótesis, quienes planearon el crecimiento y dispersión de las ideas darwinistas — a las que podemos agregar, el ecologismo, el calentamiento global, y todas esa teorías disparatadas que lo convoyan — no eran científicos, sino especialistas en guerra psicológica.

Nadie como el propio Dawkins para atestiguar el éxito del meme darwinista. De hecho, el éxito y la dispersión del nocivo meme darwinista y sus compañeros de viaje, tiene muchas de las características de una operación de guerra bacteriológica, en este caso dirigida contra las mentes del pueblo norteamericano y otros pueblos del mundo. Y los conejillos de indias a quienes se les inoculó inicialmente el meme darwinista eran alumnos de las escuelas públicas en los E.U y en la Cuba castrista.

 

Prueba documental de la existencia de una gran conspiración

Nada hay secreto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los tejados.

— Lucas, 12:2-3

 

En su artículo, Wotzkow menciona que me había alertado sobre los riesgos que podía entrañar asociar gratuitamente a Darwin y a la teoría de la evolución con las conspiraciones políticas a las que nos tiene acostumbrado el ambientalismo. Pero, contrariamente a lo que asevera Wotzkow, la asociación del darwinismo con la conspiración que promueve el ambientalismo no es gratuita. Por el contrario, está totalmente justificada porque ambas son partes de una conspiración mayor.

Muchos autores norteamericanos han estudiado seriamente el fenómeno de la conspiración que constituye el gobierno invisible de los Estados Unidos. Probablemente el más conocido sea el de David Wise y Thomas Ross, cuyo libro The Invisible Government pronto se convirtió en un éxito de librería cuando fue publicado en 1964. Otro intento en ese sentido fue el documental de Bill Moyers The Secret Government. Pero ambas obras cometen el error de señalar a la CIA como centro de esta conspiración.

En The Secret Team, uno de los mejores estudios sobre la CIA que se haya escrito, Fletcher Prouty explica cómo un pequeño grupo de funcionarios de la CIA logró ganar control casi total sobre los presidentes norteamericanos proporcionándoles información tendenciosa. Pero en un artículo publicado en febrero de 1986 en la revista Freedom, Prouty avanza un paso más cuando abunda sobre el tema y aclara que “La CIA es la mejor amiga de los altos ejecutivos de las grandes corporaciones, y trabaja para ellos aquí y en el extranjero.”

Sin embargo, el primer autor que apuntó certeramente hacia el Consejo de Relaciones Exteriores como la verdadera fuente del gobierno invisible de los Estados Unidos fue Dan Smoot en su libro The Invisible Government, publicado en 1962, dos años antes del libro del mismo nombre de Wise y Ross. Según Smoot, el fin último y secreto de esta organización donde reside el gobierno invisible es la creación de un gobierno mundial de tipo socialista, del que los E.U. formarían parte. Demás está decir que esta es la misma organización que en estos momentos conspira tras las espaldas de los pueblos norteamericano, canadiense y mexicano, para la fusión de los tres países en uno sólo, la Unión Norteamericana, con una moneda común, el amero. Este será el primer paso en la creación de la Unión Americana, un país que se extenderá desde Alaska hasta la Patagonia.

En esta conspiración tienen un papel cardinal el agente secreto de los conspiradores, Fidel Castro,y su sub-agente Hugo Chávez. Los conspiradores saben muy bien que el miedo al fantasma del Castrochavismo será la palanca que en definitiva impulsará a las clases dirigentes en América Latina a aceptar a regañadientes, como el menor de dos males, el ALCA, el TLC, el TLCAN, y toda esa sopa de letras precursora de la Unión Americana — el nombre en nuestro continente del Nuevo Orden Mundial comuno-fascista que los conspiradores planean implantar en todo el planeta.

Pero quienes han estudiado esta conspiración tan sólo han podido obtener evidencia circunstancial, pues nunca han logrado hallar pruebas documentales que lo prueben más allá de toda duda. El único autor que se refiere la conspiración y menciona haber visto los documentos secretos que la prueban, porque se los mostraron los propios conspiradores, es Carrol Quigley en su libro publicado en 1996, Tragedy and Hope. Según Quigley,

“Existe, y ha existido por una generación, una red anglófila internacional que opera, en cierto grado, en la forma en que la derecha radical cree que operan los comunistas. De hecho, esta red, que podemos identificar como la Round Table Group, no siente aversión por cooperar con los comunistas u otros grupos similares, y lo hace frecuentemente.

Conozco las operaciones de esa red porque la he estudiado por veinte años, y al comienzo de la década de los sesenta me permitieron examinar sus documentos y archivos secretos.”

Pero el libro de Quigley tiene más de mil páginas, y tan sólo dedica unas pocas a hablar del tema de las conspiraciones.

Otro libro que explica en detalle el plan de genocidio a escala global de los conspiradores es Report From Iron Mountain: On the Possibility and Desirability of Peace, de Leonard C. Levin, publicado en 1967. El autor afirma que el libro se basa en las minutas de una serie de reuniones secretas entre miembros importantes de la conspiración — entre ellos Henry Kissinger y John Maynard Keynes –, que comenzaron en un lugar secreto en Iron Mountain, un lugar no lejos de Pocantico Hills, al norte de New York, donde están las mansiones donde residen los Rockefellers.

El libro es un estudio descarnado que recomienda la necesidad no sólo de evitar la paz a toda costa, sino de fomentar la guerra, porque esta es el medio más efectivo para evitar el desarrollo demográfico. También recomienda que los gobiernos creen enemigos falsos, tales como invasiones extraterrestres o crisis ambientales, para mantener a las masas aterrorizadas y bajo control. También recomienda la vuelta a la esclavitud como forma económica y social.

Pero Levin era un autor de ficción que también ha escrito sátiras políticas, y muchos críticos desacreditaron el libro alegando que de eso se trataba. El propio Levin les dio la razón, cuando en 1972 declaró que todo se había tratado de una broma.

De modo que obtener pruebas documentales de la existencia de esta conspiración es casi imposible porque, como bien indica la lógica, los conspiradores no van a ser tan tontos de escribir tales documentos comprometedores para que algún día alguien los descubra, ¿cierto?

¡Falso!

Tal parece que la arrogancia de los conspiradores, y su desprecio por las personas que planean eliminar, es tan grande que, al menos esta vez, cometieron un error y crearon un documento que prueba más allá de toda duda la existencia de una conspiración de enormes proporciones para destruir la cultura occidental tal como la conocemos e implantar en su lugar un sistema comuno-fascista global que llaman el Nuevo Orden Mundial.

Mientras realizaba mis investigaciones para escribir el presente artículo, y cuando ya tenía escrita toda la parte anterior, di en la Internet con un artículo de alguien que menciona un documento al que se le ha dado muy poca divulgación. Lo interesante es que esta persona — un blogger que escribe bajo el pseudónimo de “Mr. End” porque, según afirma, teme las represalias — se califica a sí mismo de izquierdista. Según Mr. End, en 1968, el Departamento de Educación norteamericano comisionó al Stanford Research Institute (SRI) para que le echara un vistazo al futuro e informara sobre lo que este nos deparaba. Pero los futurólogos del SRI no se detuvieron ahí; dieron un paso más y estudiaron los “cambios en las premisas conceptuales de la Sociedad occidental que conducirían a un futuro deseable.” O sea, no lo que se avecinaba, sino lo que, según ellos, sería bueno que viniera.

El documento final fue publicado por el SRI en forma de libro en 1982, bajo el título Changing Images of Man, editado por O. W. Markley y Willis W. Harman. Demás está decir que no se trata de un fraude. Comprobé que el libro existe y, aunque difícil de obtener, todavía hay ejemplares en varias bibliotecas.

Antes de proseguir es bueno abundar sobre qué es en realidad la institución que realizó el estudio. El SRI fue creado en 1946 como una institución de investigación (think tank) asociada a la Universidad de Stanford, en California. Según algunos investigadores, la idea original para la creación del SRI surgió en una de las reuniones secretas del Bohemian Grove, una especie de sociedad secreta misteriosa situada en los bosques del norte de California, donde los conspiradores se reúnen al menos una vez al año.

Desde su fundación el SRI se ha dedicado de lleno a la investigación de tecnologías sofisticadas, bordeando en la ciencia ficción, para las fuerzas armadas norteamericanas. A este fin, siempre ha recibido jugosos contratos. Entre estas investigaciones se hallan, estudios de contrainsurgencia en Tailandia; uso de armas químicas en contra de la población civil de Vietnam; sistemas de navegación electrónica para la Fuerza Aérea; impacto de pruebas nucleares en la población civil; miniaturización electrónica de equipos de la Armada norteamericana; y muchos más de ese tipo mantenidos bajo el más absoluto secreto.

Debido a los jugosos contratos del gobierno, en 1969, el presupuesto del SRI fue mayor que el de la propia universidad de Stanford, y superior al de uno de los más conocidos think tanks norteamericanos, la RAND Corporation.

Entre de los principales clientes del SRI se encuentra la tenebrosa CIA. El SRI ha realizado estudios comisionados por la CIA en los campos de modificación de la conducta humana, visión remota (remote viewing), técnicas de lavado de cerebro y control mental, y otras semejantes. Como se aprecia, todos estas áreas de investigación caen dentro de otra mayor, llamada guerra psicológica.

Según el blogger anónimo, Changing Images of Man es el sueño dorado de un especialista en la teoría de las conspiraciones. El libro describe en detalle el plan maestro de un vasto programa de ingeniería social para ser llevado a cabo por los más altos niveles del complejo militar-industrial norteamericano.

Más adelante, el blogger abunda en el tema: Los teóricos de las conspiraciones en la derecha cristiana verán este libro como la prueba de la existencia de un proyecto de largo alcance cuyo núcleo es una conspiración satánica para controlar el mundo. “Pero nosotros, especialmente aquellos en la izquierda política que no le prestamos atención a esas teorías, deberíamos bajarnos de nuestras torres de marfil desde las que miramos con desdén a esos ‘fundamentalistas ignorantes’ y reexaminar como operan las elites políticas. Por ejemplo, este documento evidentemente representa un intento de socavar el cristianismo. Está claro que el cristianismo no es ‘útil’ para la creación de ese ‘futuro deseable’ que se menciona en la introducción del libro.”

Mr. End destaca el hecho de que, según el informe, el cristianismo debe ser transformado en algo bastante diferente, y es evidente que esa transformación ya está ocurriendo. De hecho, observa Mr. End, el plan que se describe en Changing Images of Man es tan evidente que lo extraño es que tan pocos en la izquierda hayan escrito antes sobre él.

El blogger anónimo no exagera. Changing Images of Man no es el producto de un pequeño grupo de personas planeando en secreto las estrategias para derrotar la competencia y que su producto se venda o que su candidato político sea elegido. Por el contrario, es un plan maestro que plantea la implementación a nivel nacional, y luego global, de un sistema político-social — una mezcla de fascismo y comunismo — que mejor se adapte a sus intereses.

Los conspiradores han llegado a la conclusión de que la democracia ya no les conviene, y que la habilidad del sistema capitalista para mantener a la mayoría de los ciudadanos en la clase media a llegado a su fin. De modo que, ¿qué transición mejor para un sistema neo-feudal post-capitalista que aquella en que la propia clase media no sólo acepte, sino que clame por la eliminación de su status económico y social para dar comienzo a una nueva edad dorada de la humanidad?

El programa de transformación social y mental de las masas desarrollado en el SRI no descuida ningún aspecto. Por ejemplo, en la Introducción se menciona la necesidad de explorar más profundamente el enorme significado los cambios presentes en las normas psicosexuales y sus premisas tendrán en el establecimiento de la sociedad futura, (p. xx). En otra parte, el documento expresa que el cristianismo es uno de los mayores obstáculos para el surgimiento de esta nueva “mentalidad ecológica”.

De modo que, si muchos líderes cristianos conservadores han estado convencidos por muchos años de que existe una conspiración para destruir el cristianismo — véase, por ejemplo, el número especial de diciembre del 2005 de la revista Whistleblower, dedicado al tema de “Criminalizing Christianity” –, esto se debe simplemente a que la conspiración existe.

Más adelante el documento se adentra en el estudio de cuál es la religión que más les conviene para sustituir al cristianismo, porque, obviamente, ni el cristianismo, ni el judaísmo, ni el islamismo tienen nada que ofrecer. Y entonces los autores comienzan a hablar de una religión casi olvidada, que en realidad es una antigua minoría cristiana, llamada gnosticismo.

Antes de continuar con este análisis, es bueno aclarar que los conspiradores no sustentan ninguna ideología en particular. Si en algún momento parece que abrazan el fascismo, el comunismo, el darwinismo o el ateísmo, es tan sólo porque en ese momento les conviene para llevar a cabo su agenda secreta, y cambian de ideología como alguien cambia de casacas. Por tanto, si ahora han decido promover el gnosticismo esto se debe a que en estos momentos es la ideología que más les conviene para usarla como punta de lanza en su lucha contra el cristianismo.

Gnosticismo fue el nombre que adoptó una mezcla de Cristianismo y misticismo pagano que tuvo cierto auge en los primeros siglos de nuestra era en la región del mediterráneo y el medio oriente. Las creencias de los gnósticos constituyen una síntesis de las antiguas creencias babilonias, hindúes y egipcias, así como semitas y zoroástricas. En la Edad Media la Iglesia católica declaró que gnosticismo era una herejía, y el gnosticismo pasó a la clandestinidad, paro también ha sido mantenido vivo en las creencias de los masones, los rosacruces y los sufíes.

Los gnósticos creían que el mundo material era no sólo una distracción sino también que era esencialmente malvado. Esa es, por tanto, la ideología que nos conducirá sin protestar, como mansos corderos, a la miseria material y moral de la sociedad feudal comuno-fascista del Nuevo Orden Mundial que se avecina.

Prueba de que la promoción encubierta del gnosticismo marcha a todo vapor es el reciente éxito de la novela El código da Vinci como resultado de un extraordinaria campaña publicitaria. Un papel similar lo tienen las populares novelas de Harry Potter, las que inoculan en las impresionables mentes infantiles el meme del irracionalismo, el ocultismo, y la magia negra.

Según Marylin Ferguson, una de las gurus de la Nueva Era, el gnosticismo es la fuente principal del misticismo y subjetivismo contemporáneo. La sociedad de hoy ha adoptado una espiritualidad escapista, antimaterial, antiintelectual y antitradicional. La cultura norteamericana ha resultado se la más vulnerable al inconexo marco interpretativo del subjetivismo gnóstico. Según los gnósticos, una creencia es verdadera tan sólo si satisface una necesidad personal. Esto podría aplicarse perfectamente a la actitud de los promotores del darwinismo.

Al final del estudio, el documento menciona con admiración la llamada “Filosofía Perenne”, formulada en la era Védica de la India. El concepto principal de la Filosofía Perenne es que la naturaleza básica del universo es la “conciencia”, en la que todos los seres humanos debemos participar. Pero los autores de Changing Images of Man terminan con una nota positiva, cuando afirman que el potencial humano es ilimitado, y que, si nos lo proponemos, todos podemos alcanzar este estado de máxima conciencia.

Lo anterior es una clave que indica que la idea de promover la conciencia revolucionaria como sustituto de la acumulación de riqueza y bienes materiales tal vez no le haya legado a Castro por vía del Kremlin, en Moscú, sino de la Harold Pratt House, en Manhattan. Por supuesto, que la “conciencia revolucionaria” es sólo para los siervos de la gleba. Como bien sabemos, los señores feudales castristas no han cesado de acumular riqueza y bienes materiales todos estos años.

En una de las partes de su análisis del documento, Mr. End, quien, repito, no se considera religioso ni conservador, afirma que, después de estudiar este documento llegó a la conclusión de que los cristianos que han calificado esta conspiración de diabólica no están muy lejos de la verdad. Debo confesar que, al leer esta afirmación, creí que Mr. End exageraba. Sin embargo, después haber leído algunas partes del documento, pienso que tiene toda la razón.

Changing Images of Man es una especie de versión moderna, corregida y aumentada, del documento secreto producido el 20 de enero de 1942 en la Conferencia de Wansee, donde, siguiendo órdenes de Adolf Hitler, Reinhard Heydrich, Adolf Eichman, y otros funcionarios nazis, planearon fría, analítica y científicamente, el asesinato de 11 millones de seres humanos.

Mientras esto ocurría, los Rockefellers y algunos de sus socios banqueros de Wall Street, entre ellos Prescott Bush, abuelo del presidente actual, continuaban realizando lucrativos negocios con los consorcios alemanes, entre ellos la IG Farben y la Schering AG, fabricantes del gas Zyklon B usado en las cámaras de gas.

La única diferencia entre los dos documentos es que, contrariamente al lenguaje técnico y exacto del de la Conferencia de Wansee, Changing Images of Man emplea un lenguaje críptico e intencionalmente difícil de decodificar para los no-iniciados. Pero, a pesar de esas barreras semánticas para despistar a los incautos, el plan de eliminar gran parte de la población del planeta y reducir el resto niveles de supervivencia feudales es fácilmente reconocible.

 

Signos evidentes que confirman la existencia de la conspiración

Si uno parte del postulado de que los dos objetivos principales de los conspiradores son, primero, la reducción drástica de la población, y, segundo, la reducción de los niveles de consumo de los sobrevivientes a niveles preindustriales, se hace evidente que todos los grandes temas promovidos por los conspiradores a partir de 1960 conducen de una u otra forma a lograr ese resultado.

Por ejemplo, la práctica masiva del aborto y de las medidas anticonceptivas, la promoción del homosexualismo, la creación de guerras y conflictos armados innecesarios, la incitación de luchas fratricidas e interreligiosas, el control y restricción de las fuentes alimenticias, la prohibición del uso del DDT en África y otros países subdesarrollados — con su consecuencia directa de disminución de cosechas y aumento de malaria–, y la creación y propagación de viruses y bacterias — posiblemente el virus del SIDA haya sido una de ellas–, están directamente relacionadas con el objetivo de reducir la población del planeta.

Por otra parte, el financiar la izquierda para que, bajo pretexto de proteger el medio ambiente, promover el desarrollo sostenido, evitar el calentamiento global y cosas por el estilo, se oponga a la construcción de plantas nucleares y refinerías de petróleo, y a la explotación de nuevos yacimientos petroleros ya descubiertos, tiene como objetivo la destrucción de la base energética de la civilización industrial, que se basa fundamentalmente en el uso de la energía procedente del petróleo.

Es interesante el hecho de que, tanto los izquierdistas “progresistas” norteamericanos, como los más reaccionarios miembros del Consejo de Relaciones Exteriores, han expresado públicamente en repetidas ocasiones su opinión de que la Cuba de Castro es el modelo que todos deben copiar. Si alguno de los lectores todavía no tiene una idea clara de en qué consiste el Nuevo Orden Mundial, tan sólo tiene que echar una ojeada a la Cuba de Castro, y ya tendrá una idea bastante cercana a lo que esta gente tiene preparado para los sobrevivientes del cataclismo artificial que planean.

En esta gigantesca conspiración, cuyo objetivo central es la eliminación física de no menos del 85 por ciento de la población del planeta, hay dos elementos clave: el darwinismo y la prohibición de que los ciudadanos posean armas de fuego. El darwinismo tendrá el papel de eliminar de las mentes de los asesinos las barreras éticas y morales que la religión cristiana ha erigido contra el asesinato de otros seres humanos, que se ejemplifica con su precepto “No matarás”.

El registro obligatorio de las armas de fuego, su confiscación, y la eventual prohibición total de que los ciudadanos las posean, tiene como objetivo evitar a toda costa que los que van a ser asesinados puedan defenderse. No es casual que en la Alemania nazi, en la Rusia y la China comunistas, en la Cuba comuno-fascista de Fidel Castro, así como en todos los países en que los gobiernos han cometido genocidios en contra de sus propios pueblos, la prohibición de posesión de armas de fuego por los ciudadanos siempre precedió a las masacres.

Si la Alemania nazi no fuera un hecho histórico comprobado, algún lector podría pensado que todo esto es demasiado horrible para ser cierto. Pero no hay que olvidar que la historia tiene la tendencia a repetirse, y las nuevas generaciones a ignorar las experiencias de las pasadas y a cometer los mismo errores.

Lo que he expresado anteriormente no pasa de ser una teoría que, como toda teoría, no tiene necesariamente que ser la verdad final y mucho menos toda la verdad. Pero esta es la única teoría que consistentemente explica toda una serie de hechos al parecer inexplicables – como, por ejemplo, el presente esfuerzo desesperado del CFR y del gobierno norteamericano en mantener en Cuba una tiranía sostenible después de la muerte del tirano. Por tanto, hasta que alguien no ofrezca otra teoría que explique mejor estos hechos, le sugiero a los lectores que adopten mi teoría como punto de partida de futuras investigaciones sobre este fenómeno tan complejo.

En mi reseña al libro de Behe mencioné su error de luchar contra el darwinismo desde el punto de vista de la ciencia, cuando en realidad es una ideología. Como ejemplo puse el caso de los corredores de toros en Pamplona, que usan un periódico enrollado para despistar a los toros. Sinceramente creo que, en el caso de la mayoría de los cubanos en el exilio, el periódico enrollado se llama comunismo.

Pensar que Fidel Castro es lo que es — y me temo que un día no muy lejano vamos a descubrir que es algo peor que lo que podamos haber imaginado en nuestras más horribles pesadillas — debido a que es comunista, es un grave error. Como sus amos del CFR, Castro usa las ideologías como el camaleón cambia de colores, tanto para despistar a sus enemigos como para atraer a aliados demasiado crédulos.

Es bueno recordar que, en diferentes ocasiones, Castro se ha declarado cristiano, marxista, comunista y humanista. En un viaje que dio por varios países musulmanes unos meses antes de los sucesos del 9 de septiembre del 2001, no se cansó de repetir su admiración y respeto por la religión musulmana. Este es el mismo Castro que, hace muchos años, se vistió de santo, todo de blanco, cuando visitó varios países africanos. Este es el mismo Castro, ateo, darwinista y marxista, cuyos dos colaboradores más cercanos, su secretaria personal y su médico de cabecera, eran conocidos practicantes de la santería.

O sea, que a diferencia de los corredores de Pamplona, nuestros enemigos — y no me refiero tan sólo a Castro, sino también a sus protectores secretos — no llevan un sólo periódico enrollado para engañar al toro, sino una docena. Si bien es cierto que dos de esas ideologías son el comunismo y el fascismo, otras no menos importantes son el darwinismo, la teología de la liberación, el humanismo, el ecologismo, el New Age, el gnosticismo, y otras que ni siquiera imaginamos.

Lo que quiero destacar con mi metáfora del periódico es que, de la misma forma que los conspiradores inventaron el comunismo soviético y lo mantuvieron vivo artificialmente hasta que se desplomó (véanse los libros del profesor Antony Sutton Wall Street and the Bolshevik Revolution y National Suicide: Military Aid to the Soviet Union) y luego crearon la Alemania nazi (léase del propio Sutton Wall Street and the Rise of Hitler), destruir los periódicos ideológicos no resuelve nada si no acabamos con la fuente. Si mañana mismo desaparecieran del planeta el comunismo y el fascismo, los conspiradores crearían de la nada otras ideologías semejantes. De hecho, ya vimos que, según el documento del SRI, planean convertir a la humanidad al gnosticismo.

En su libro El Arte de la Guerra, escrito cerca del 400 a.c., el general chino Sun Tzu estableció un principio básico de lucha: “Quien conoce a su enemigo como a sí mismo nunca perderá una batalla. Quien no conoce a su enemigo, pero se conoce a sí mismo, ganará algunas batallas y perderá otras. Quien no conoce ni a su enemigo ni se conoce a sí mismo, perderá todas las batallas.”

Por muchos años los cubanos anticastristas del exilio — y debo aclarar una vez más que me refiero a los de verdad, no a los agentes castristas infiltrados en el exilio — , cegados por el meme anticomunista, no han querido ver quiénes son sus verdaderos enemigos. Este ha sido un grave error por el que hemos pagado perdiendo todas las batallas contra Castro. Afortunadamente, según lo que he leído últimamente en la prensa y en las páginas de Guaracabuya y otros sitios web, más y más cubanos están descubriendo quiénes son y han sido sus verdaderos enemigos todos estos años.

Contrariamente a lo que él piensa de mí, considero que Carlos Wotzkow es una persona inteligente, pero cuyo compás ético se ha desviado un poco del norte moral. Sin embargo, la crítica que escribió en el sitio web de Dawkins demuestra que todavía quedan en él residuos de honestidad intelectual. Por tanto, como persona inteligente que es, espero que algún día Wotzkow descubra quiénes son sus verdaderos amigos y quiénes sus enemigos. Ojalá que no sea demasiado tarde.

Servando González, 27 junio 2022

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Publicado originalmente por Red Internacional

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