¿Están las mujeres destruyendo la universidad? [Un enfoque científico recargado con ironía] – por Lance Welton

 

Durante la Primera Guerra Mundial, siete de las facultades de medicina adscritas a la Universidad de Londres decidieron admitir a mujeres, al igual que Oxford y Edimburgo. Sin embargo, en 1928, cinco de los colegios londinenses habían decidido dejar de admitir chicas, mientras que los otros dos redujeron drásticamente sus inscripciones femeninas. Oxford votó por un cociente de una chica por cada seis chicos. Los académicos y estudiantes varones temían que la presencia de las chicas, y más aún en personal docente, “alterara el carácter de la enseñanza” y condujera al “gobierno femenino” de las universidades [algo analizado por Carol Dyhouse, en  , 2014]. En otras palabras, la dimensión “masculina” del mundo académico – el cual examina rigurosa, desapasionada y fríamente los hechos y el razonamiento  ̶  se vería socavada por la creciente presencia de chicas emotivas y excesivamente empáticas. A medida que las chicas se han ido apoderando de las universidades occidentales, hasta el punto de constituir la mayoría de los estudiantes en Estados Unidos [ver Why Do Women Outnumber Men in College?, NBER Working Paper No. 12139, enero de 2007 ], ha quedado claro que estos escépticos tenían razón.

Christopher DeGroot estudió recientemente cómo la feminización está destruyendo el mundo académico [ver The University of Narcissim, 25 de octubre de 2019]. Un reciente vídeo del científico independiente Edward Dutton, que se autodenomina “El hereje alegre”, va aún más lejos, argumentando que la toma de posesión de las universidades por parte de las mujeres está destruyendo el tipo de “genio” [o ingenio] que es fundamental para la generación de ideas originales (una idea desarrollada posteriormente en The Genius Famine, por Edward Dutton y Bruce Charlton).

DeGroot señaló el escandaloso caso de Eric Thompson, del Moreno Valley College (California), que acabó siendo expulsado por ser lo que en la época de menor dominación femenina se habría calificado como un buen profesor. Las quejas contra Thompson procedían principalmente de sus alumnas, naturalmente “conscientes”. Cada una de ellas estaba legitimada.

En 2014, Thompson había tenido la ingenuidad de dirigir un seminario sobre “naturaleza y crianza” aplicado a la cuestión de la atracción por personas del mismo sexo. De hecho, esto es discutible, ya que el 60% de la varianza de la sexualidad masculina está relacionada con el entorno, lo que contrasta con el 80% en el caso de la sexualidad femenina [“The evolution of human female sexual orientation” por A. Jeffrey et al, Evolutionary Psychological Science, 2019]. Pero la forma en que Thompson presentaba ambas partes del argumento mortificaba a algunos de sus alumnos [¿o alumnas? la lengua inglesa no distingue], que apoyaban el dogma políticamente correcto de que todo proviene del entorno, excepto la orientación sexual, que es 100% genética.

En 2015, informa DeGroot, Thompson, que seguía creyendo tontamente que podía enseñar a los estudiantes a explorar lo obvio, dirigió un seminario sobre la sentencia del Tribunal Supremo sobre el matrimonio gay, presentando una vez más los dos lados de la situación creada. En este caso, los demandantes sostenían que, por el mero hecho de presentar el otro lado de una tesis, Thompson estaba efectivamente “apuntando” a los estudiantes LGBT e incluso “poniéndolos en peligro” con abusos o daños psicológicos. Sus “preciosos sentimientos”, en palabras de deGroot, pesaron mucho más que el derecho de los estudiantes a acceder a una comprensión profunda de un debate importante.

Por último, Thompson calificó a una lesbiana con una nota D. Ella se quejó de que lo había hecho porque era lesbiana. Él le escribió un correo electrónico para explicarle tranquilamente la situación, después que ella se quejara. Pero al hacerlo, estaba violando una orden burocrática de “no contacto”, se “tachó” por tercera vez y fue despedido. Esto fue tan obviamente injusto que fue reinstalado por un tribunal, dos veces, pero la universidad todavía está apelando de su reincorporación (ver “College furious after non-woke professor reinstated”, por Bob Kellogg, OneNewsNow, 6 de agosto de 2019).

DeGroot sostiene, con razón, que se ha producido un cambio fundamental en el mundo académico – antes era un espacio donde se discutían libremente todas las ideas – ahora es un “espacio seguro” para los sentimientos de las personas irracionales. Para discutir todas las ideas con calma, hay que dejar atrás las emociones. Pero las mujeres son simplemente menos capaces de hacer esto que los hombres porque son mejores en neuroticismo, la capacidad de sentir emociones negativas con fuerza. Así que se dejan abrumar más fácilmente por los sentimientos negativos, lo que les cierra el acceso al pensamiento lógico (este dato lo saco de Personality, por Daniel Nettle, 2007). Del mismo modo, las ideas nuevas o controvertidas pueden indignar a algunas personas. Sin embargo, para mantener un debate académico, hay que ignorar estas reacciones y presentar con calma los dos lados de la cuestión. Lo cual resulta más difícil para las mujeres, porque se inclinan más por la empatía, lo que significa que “no herir los sentimientos de la gente” puede convertirse en su máximo ideal. Con un nivel mayor de concienciación (cierta “tendencia a seguir las reglas”) y un menor nivel de curiosidad que los hombres, las mujeres también son más conformistas. Esto significa que son menos capaces de entender que, en el mundo académico, la verdad siempre está más al alcance de los inconformistas, de los que cuestionan la “verdad” consensuada.

Por eso, sostiene DeGroot, el dominio femenino de la universidad socavará gravemente la universidad como lugar donde se pueden debatir seriamente las ideas. Ed Dutton, en un vídeo titulado ¿Acaso las mujeres reducen el genio masculino?” lleva más lejos aun su crítica al feminismo.

Sostiene que los genios son mayoritariamente hombres porque combinan un coeficiente intelectual excepcional con un bajo sesgo de aceptación y una conciencia relativamente modesta. Esto significa que son lo suficientemente inteligentes como para resolver un problema difícil, pero con poca inclinación a obedecer las reglas; también pueden “pensar fuera de la caja”. Como no son muy dóciles, no dudan en ser hirientes, que es también una característica de las ideas originales. Un aspecto de la docilidad es la empatía, preocuparse por los sentimientos de los demás y ser capaz de adivinar cuáles pueden ser. Dutton muestra que las personas que son fuertes en la “sistematización” (en la que los hombres suelen compararse con las mujeres, ya que la capacidad de sistematizar es vital para la resolución de problemas) tienden a ser débiles en la empatía. Y por eso, según Dutton, no se encuentran muchos genios entre las mujeres, porque su coeficiente intelectual está más polarizado hacia la interpretación; y también porque son demasiado fuertes en bondad y conciencia.

Las universidades, tradicionalmente dominadas por los hombres, han tendido esencialmente a dar a los genios un lugar donde tratar de resolver los problemas de su disciplina, trabajando en las preguntas que se hacen durante años y años. Sin embargo, Dutton desarrolla la idea de que las mujeres académicas tienden a ser del tipo “líder” (el perfil dominante en todas las escuelas femeninas del Reino Unido) con altos coeficientes intelectuales “en el rango normal”, fuertes en la conciencia del deber y la sociabilidad, exactamente lo opuesto al típico genio.

Por lo tanto, una vez que se permita a las chicas entrar en la universidad, se encontrarán promocionadas por delante de los genios porque son el grupo de personas más recomendable para trabajar con más conciencia, más don de gentes y más amabilidad. Pero esto tenderá a negar a los genios el espacio que necesitan para alimentarse intelectualmente.

En la medida en que las mujeres se acerquen a tomar el control, la cultura del mundo académico se volverá más femenina. Con una conciencia fuerte, las mujeres crearán una burocracia regida por reglamentos, en la que la investigación se hace por incrementos y se debe entregar un determinado número de publicaciones a un ritmo regular cada dos años. Pero los típicos genios trabajan en problemas enormes durante años. Así que esta burocracia les hará la vida imposible, y no podrán mantener sus puestos de trabajo.

Las mujeres también crearán una cultura de “grupos de investigación” que operan de forma colectiva, decididamente anatema para el tipo de solitarios antisociales que tienden a la genialidad. Y, por supuesto, las mujeres tenderán a crear una atmósfera de emoción y empatía, francamente hostil al estilo sistemático, frío y neutro del genio que, hasta hace poco, era también el sello de las universidades.

En este ambiente, “no ser hiriente” se convertirá en una cualidad mucho más importante. Pero la brillantez del genio se manifiesta en última instancia sólo para causar daño. Dutton dice que las universidades se inspiraron en instituciones religiosas y que los genios creían que su propósito era revelar la naturaleza de la creación de Dios. Por tanto, mentir era una blasfemia y nada era más importante que la “verdad”.

Este énfasis en la “verdad” hasta el siglo XX, coherente con el énfasis masculino en la sistematización, ha sido puesto de manifiesto por la investigación de Simon Baron-Cohen [ ver :” The extreme male brain theory of autism?  [“La teoría del cerebro masculino extremo en el autismo”, por Simon Baron-Cohen. Tendencias en Ciencias Cognitivas. 2002]. Pero la preferencia femenina por la empatía “sobre la verdad” ha invertido todo esto.

Dutton cree que la feminización expulsará de las universidades a los típicos perfiles del genio, lo que quizá nos devuelva a la situación de principios del siglo XIX, cuando esas personalidades tenían a menudo mentes enciclopédicas independientes que tenían mecenas para financiarlas o que eran lo suficientemente adineradas como para ser autosuficientes.

Finalmente, concluye Dutton, debería haber menos mujeres, mucho menos, en las universidades; sugiere, sin embargo, que las “mujeres piadosas” que crean que la mentira sobre la creación divina es blasfema deberían ser admitidas en número limitado adecuarse al tipo de ciencia floreciente en la que se distinguen las personas con un nivel de conciencia especialmente alto…

En otras palabras, las chicas deben volver a ser una minoría selecta de estudiantes, tal y como decidió la Universidad de Oxford en 1927.

Ya he escrito anteriormente sobre el paulatino estallido de la burbuja en la educación superior, indirectamente a causa de la creciente “concienciación Woke” y, por tanto, de la inutilidad práctica de las universidades. La dominación femenina forma parte de los factores de esta posibilidad.

Quizá deberíamos separar las universidades para chicos y para chicas. Pueden confraternizar en el campus, pero no deben participar en los mismos seminarios ni pertenecer a los mismos departamentos académicos. Por supuesto, así era en el siglo XIX, con Harvard y Radcliffe, con Columbia y Barnard College.

De hecho, esta división se fomenta -pero sin la socialización mixta en el campus- en algunos países musulmanes.

¿Será que el islam incluso en lo que respecta a la universidad, “tiene razón en cuanto a las mujeres“?

Lance Welton, 2 noviembre 2019

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Fuente

Traducción: Maria Poumier para Red Internacional

*Lance Welton [ lancewelton@protonmail.com ] es el seudónimo de un periodista independiente que vive en Nueva York

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