¿Entrantes o plato principal? (el virus y la guerra nuclear) – por Israel Shamir

La pandemia nos fue enviada, por gracia de los Maestros del Covid, en su gran misericordia, en lugar de una “verdadera” guerra nuclear. Fue largada con el fin de deshacerse de las viejas deudas de los gobiernos y emitir nuevas deudas; para reinicializar el dólar; para aumentar la demanda de crédito, y en consecuencia, la tasa de interés. Al mismo tiempo, se nos envió para preservar ciertas vidas y activos de una destrucción que de otro modo sería inevitable. Por lo menos, eso es lo que yo pensaba y escribía hace un año. Sin embargo, ahora tengo dudas.

Tal vez, la pandemia no sea una operación alternativa, sino que sería sólo un “entrante”, para empezar, y el plato fuerte, o sea la guerra nuclear, estaría aún por venir.

Este incómodo pensamiento se me ocurrió mientras escuchaba a Joe Biden hablar del “asesino desalmado” Vladimir Putin. En el pasado, hay insultos más leves que han desencadenado guerras. El insulto “lombriz amarilla sin patas” movió a Kaa la serpiente pitón de las rocas a devorar a Bandar Log. Por suerte, el afable Putin respondió con una sonrisa. Dijo que en su infancia, los niños respondían con “Yo soy de goma, tú eres pegamento; lo que rebota en mí se te pega a tí”; sólo deseó buena salud al presidente estadounidense y propuso debatir con él por Internet, para que estadounidenses y rusos, así como el mundo entero, pudieran formarse su propia opinión. Biden eludió el reto. No está claro que recordara quién es Putin. “Un traje vacío con un teleprompter”, lo llamó Donald Trump Jr. Biden dijo que Putin se entrometió en las elecciones de Estados Unidos y que pagará el precio por ello. Por desgracia, Putin no pudo influir en los muertos de EE.UU., y son éstos los que hicieron oscilar las elecciones, ya que votaron a Biden por cementerios enteros. Sí, Biden es un tonto senil que ni siquiera podría subir al Air Force One sin tropezar por tercera vez al día siguiente, pero hay alguien que maneja el teleprompter, y ese es el problema.

Los rusos estaban visiblemente furiosos. Cuando los líderes estadounidenses sueltan semejantes improperios, es como si los piratas señalasen a un enemigo con una “mancha negra” como en La Isla del Tesoro. Es una señal de que el líder extranjero tiene que ser depuesto o asesinado directamente. Así es como hablaron de Saddam Hussein y Muammar Gadhafi; ambos fueron asesinados y sus “estados canallas” devastados. Fue una clara muestra de intenciones hostiles, no sólo por parte de Biden sino también del establishment estadounidense que habla como ventrílocuo a través del actual inquilino de la Casa Blanca.

Ya resulta bastante grave tener una disputa con Rusia, pero el régimen de Biden no se detuvo en eso. Al día siguiente hubo una desagradable disputa con China, en las conversaciones de Alaska. El Secretario de Estado Blinken comenzó las negociaciones acusando a China de genocidio en Sinkiang, de privar a los habitantes de Hong Kong de sus derechos, de comprar menos productos australianos, y dijo que negociarían “desde una posición de fuerza”.

“La relación de Estados Unidos con China será competitiva donde deba serlo, colaboradora donde pueda serlo, adversaria donde deba serlo”. Este ataque no provocado molestó al representante chino, que respondió:

¿Quiere hablar a China de forma condescendiente desde una posición de fuerza? ¿Así que todo esto fue cuidadosamente planeado y orquestado con todos los preparativos en marcha? ¿Es esa la forma en que esperaba llevar a cabo este diálogo? Estados Unidos no está capacitado para decir que quiere hablar con China desde una posición de fuerza. Estados Unidos no representa al mundo. Sólo representa al Gobierno de Estados Unidos. No creo que la inmensa mayoría de los países del mundo reconozcan que los valores universales defendidos por Estados Unidos o que la opinión de Estados Unidos pueda representar a la opinión pública internacional, y esos países no reconocerán que las normas dictadas por un pequeño número de personas sirvan de base para el orden internacional”.

Este doble ataque a Rusia y a China a la vez  no es una coincidencia. El régimen de Biden se prepara para la guerra. Se informa que se está preparando un nuevo bombardero Raider B-21:

El bombardero estratégico furtivo será capaz de apuntar armas convencionales y termonucleares sobre objetivos enemigos en cualquier momento y lugar del mundo. Será capaz de destruir cualquier objetivo, en cualquier lugar. El B-21 fue concebido para superar todas las deficiencias de la actual flota de bombarderos pesados, compuesta por 157 aviones envejecidos de la Guerra Fría. En particular, tendrá el alcance, la carga útil, las características de ataque y la capacidad de supervivencia para hacer frente a todas las categorías de objetivos potenciales, incluidos los objetivos móviles profundamente enterrados o sensibles al tiempo dentro de China. La lógica básica del proyecto es que si el B-21 ha de ser un elemento disuasorio eficaz para todas las formas de agresión, debe ser capaz de poner en peligro todos los activos valorados por cualquier adversario, por muy bien ocultos o protegidos que estén. El Raider sustituirá al bombardero B-2, lo que significa que estará preparado desde el primer día para llevar la bomba nuclear de gravedad de rendimiento variable B-61 y el misil nuclear de crucero Long Range Stand-Off (LRSO). (Facebook no permite publicar un enlace a este artículo).

Hay miles de nuevos misiles, aviones, barcos y bombas que serán producidos y desplegados por el régimen de Biden – y sus aliados. El caniche británico decidió aumentar su arsenal de armas nucleares en un 40%. Consiste principalmente en esas ojivas nucleares Trident que Jeremy Corbyn prometió eliminar por completo, hasta que fue detenido en su camino por el desprestigio de un suppuesto antisemitismo. Tal vez su deseo de desarmar el país fue la principal razón por la que este hombre gentil fue abandonado, y los judíos estaban, como siempre, listos para proporcionar una excusa. No hay ningún misterio acerca de para quién están preparadas las armas nucleares: Moscú sigue siendo “la amenaza más aguda” para la seguridad británica, dijo Boris Johnson. Rusia es el enemigo número uno.

Afganistán es una gran base desde la que se pretende invadir Asia Central y amenazar a Rusia desde el sur. El país lleva 20 años ocupado por Estados Unidos y Trump estaba decidido a retirar las tropas. Biden ya ha insinuado que Estados Unidos incumplirá su acuerdo con los talibanes para retirar sus tropas de Afganistán. La retirada debía completarse en mayo de 2021; será “difícil” para Estados Unidos retirar las fuerzas de Afganistán en seis semanas, ha dicho. Biden también ha desechado el plan de Trump de retirar las fuerzas de Alemania, y con razón. Su administración quiere que los alemanes abandonen el proyecto North Stream II, y es más fácil convencer a un país si tienes cuarenta bases militares allí.

La lucha contra Irán nunca se detuvo. Cuando Estados Unidos no lo hace, actúa su mejor amigo, Israel. Se ha sabido que durante los dos últimos años, los hombres rana israelíes sabotearon 12 petroleros iraníes, informó el Wall Street Journal. Pero el tiro les salió por la culata. El 16 de febrero, toda la costa mediterránea de Israel se cubrió de una marea negra y pegajosa.

El golpe para Israel fue terrible: murieron animales, plantas y peces; durante mucho tiempo será imposible nadar y tomar el sol en las costas aceitosas. Sólo ahora ha comenzado a filtrarse la triste verdad: “la peor contaminación del siglo” ha sido obra de los israelíes. La primera en hablar sobre el origen de la contaminación fue la ministra israelí de Medio Ambiente, Gila Gamliel. Dijo que el petróleo fue liberado por el petrolero iraní Emerald, que transportaba un cargamento de productos petrolíferos sancionados por Estados Unidos, camino a Siria. Esto es ecoterrorismo iraní, dijo. Pero Gila fue rápidamente amordazada: la censura militar israelí prohibió hablar de este tema, salvo en los términos más generales. Parece que Gila Gamliel tenía razón, pero hasta cierto punto. El disidente israelí Richard Silverstein escribió al respecto:

Fue un ataque deliberado de Israel contra el buque iraní. La unidad de comandos navales de Israel, la Flotilla 13, colocó encubiertamente una mina en el Emerald. La intención era causar un daño menor que enviara un mensaje a Irán de que sus propios ataques al transporte marítimo del Golfo tendrían un coste. Este informe del Times de Londres escrito por el columnista de Haaretz Anshel Pfeiffer confirma mi fuente. Sin embargo, los comandos no se dieron cuenta de que el Emerald era un viejo armatoste oxidado y en muy mal estado. La mina israelí, que debía causar daños menores, en realidad hizo un agujero tan grande que gran parte del contenido de la bodega del barco se filtró al Mediterráneo. Esto es lo que causó el desastre medioambiental israelí: el propio Israel.

Este incidente nos recuerda que la guerra tiene consecuencias imprevisibles, especialmente las guerras mundiales. Ese deseo de guerra es una clara señal de parte de una nación infeliz. La combinación de covid y guerra es aún menos predecible. Estados Unidos y sus aliados europeos están frustrados. Joe Biden llegó a la Casa Blanca como el hombre de los Maestros del Covid, con una máscara en la cara; no se la quita, ni tampoco sus altos funcionarios. Texas y Dakota del Sur se liberaron; también Florida, pero el resto de Estados Unidos sigue restringido. A pesar de los millones de vacunas, la pandemia del coronavirus sigue siendo el motivo de encierros y  limitaciones para viajar. Los británicos no pueden salir de su país. En EE.UU., una mujer, la Dra. Micheline Epstein, llevó a su hija a un colegio, y estaba (¡oh horror!) con la cara descubierta. Los profesores del colegio se pusieron en contacto con la policía; la hija de seis años ha sido apartada de su madre indefinidamente, por incumplimiento del régimen de tapabocas. Se informó de que todavía no se le permite reunirse con su hija.

La gente es demasiado vulnerable en el “Imperio del bien”. Los ejecutores de las actitudes “correctas” pueden hacer con uno cualquier cosa, lo que se les ocurra. Un científico que se quedó callado cuando escuchó que se pronunciaba la palabra n<…> (nigger), ha perdido su trabajo. Un hombre, Robert Hoogland, ha sido enviado a la cárcel por llamar “hija” a su hija de 14 años y por referirse a ella públicamente con el pronombre “ella”, mientras que la niña, que aún no puede comprar cerveza, insiste en que será un hombre. Añada a esto la desgracia creada por los cierres, y entenderá por qué miles de emigrantes rusos se apresuran a volver a la Madre Rusia.

Desde los años 80, los rusos se consideraban afortunados si podían escapar de su gélida patria y desplazarse hacia el oeste. Los hijos de Stalin y Jruschov, las principales figuras del gobierno de la época de Yeltsin, los artistas y los científicos, se trasladaron a Florida o a París. Siempre estaban dispuestos a condenar al brutal dictador Putin. Un popular actor de cine, Alexei Serebryakov, había abandonado Rusia para irse a Canadá, dando un furioso portazo, condenando el “régimen sangriento” y la “mezcla de fuerza, arrogancia y rudeza” de Rusia. Y de repente – el viento había cambiado – ha empezado una deriva inversa. Serebryakov regresó de Canadá, aunque muchos rusos no ven con buenos ojos su regreso. La periodista científica Asya Kazantseva regresó a Moscú desde Tel Aviv y Bristol (Reino Unido) y escribió:

Un efecto colateral inesperado de la pandemia es que todos los amigos que emigraron a Europa hace tiempo volvieron a casa para pasar el invierno aquí en Moscú, donde las vacunas son gratuitas y están disponibles, y no hay encierro. La vida social aquí es el doble de activa que en tiempos de paz. Nunca más me sentiré solo. Alina Farkash, una popular bloguera judía, escribió recientemente que “en Moscú eres un niño querido en una gran familia, mientras que en la emigración [en su caso a Israel] es como si te enviaran a un orfanato. Todo eso es cierto. Realmente espero no ir nunca a ningún otro sitio, estar siempre aquí, y recordar firmemente la infinita felicidad que supone estar aquí”.

Efectivamente, Rusia no es un país de las maravillas; tiene muchos defectos y problemas. Sus oligarcas son demasiado ricos, su gente es más bien pobre; los impuestos son demasiado bajos; la brecha social es mayor que en Estados Unidos o China, como se puede leer en este texto (en ruso). Sin embargo, Rusia es libre. Puedes decir y escribir lo que quieras. No hay confinamientos. Las escuelas funcionan como siempre; la enseñanza a distancia es poco frecuente. Las iglesias están abiertas. Los teatros, lo mismo. No hay máscaras obligatorias; donde son obligatorias, los rusos siguen ignorándolas.

Putin respondió a Biden en un concierto en medio de un estadio de Moscú lleno hasta la bandera. Entre los 80 mil asistentes, sólo unos pocos prudentes llevaban máscaras. Las vacunas son gratuitas y están disponibles, las excelentes vacunas rusas de toda la vida que no tienen efectos secundarios conocidos. Se puede elegir entre tres vacunas rusas, y la primera, la Sputnik V, está autorizada en todo el mundo y se compra en Europa y otros lugares. Las personas ansiosas expuestas al discurso occidental se vacunan, otras no se sienten presionadas a hacerlo. Rusia es el lugar más relajado en lo del coronavirus que se puede encontrar ahora. Incluso los que odian a Putin, que abundan entre las clases medias de Moscú, han cambiado de tono. Le llamaban cobarde, diciendo que se escondía en un refugio por miedo al virus; ahora dicen que sólo fingía, y que sabía desde el principio que el virus no es tan peligroso, así que ahora es sólo un tramposo. No puede ganarlas todas de una vez….

Sin embargo, Rusia no niega el virus. Sería una tontería, ya que las vacunas rusas aportan montones de dólares a las arcas del Estado. La subdirectora del Instituto Estatal de la Gripe, la doctora Daria Danilenko, comentó con ironía “Por primera vez en la historia de la observación científica, el mundo se enfrentó a una temporada epidémica sin gripe!”.

Los maestros del Covid son demasiado poderosos para ser desafiados abiertamente. Esta semana, se deshicieron del presidente de Tanzania, John Magufuli. Descaradamente, analizó una papaya, una cabra y un aceite de motor para detectar el covid con las pruebas PCR suministradas por la OMS, y todas resultaron positivas. Rechazó las pruebas y declaró a Tanzania libre de cóvida. Entonces, el periódico londinense The Guardian (en una sección financiada por Bill Gates) pidió su destitución.

El Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, FCR, secundó el llamamiento, y ¡listo! está muerto. Fue el segundo gobernante africano que no sucumbió a la obsesión por los cóvides y encontró una muerte prematura. El primero fue el presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, que no permitió la entrada de enviados de la OMS en su país y se negó a encerrar a sus paisanos y someterse a las pruebas masivas. Murió rápidamente de un ataque al corazón o, según otras fuentes, de cóvida, al igual que Magufuli. El hombre que ocupó su lugar invitó inmediatamente a la OMS a entrar en el país y siguió sus instrucciones.

El presidente Lukashenko también se negó al dictado de la OMS, y estuvo a punto de ser depuesto, pero se defendió; al fin y al cabo, Bielorrusia no está en África. Los suecos, como bien se sabe, también cedieron últimamente, bajo presión. Quizá el presidente Putin actuó con sabiduría al no contradecir a los Maestros dle Covid. Por lo visto, tienen una fuerza irresistible en el mundo actual. Eliminaron a Trump, encerraron a Europa. Putin también habría sido destruido – y los rusos terminarían en un cierre sin fin, como Israel o Francia.

No puedo responder a la pregunta de cómo los Maestros del Covid fueron capaces de hacerlo. Ni Schwab, un profesor de segunda categoría en Zúrich, ni Bill Gates, el propietario de una gran empresa de datos, podrían haber logrado tal resultado, por ningún medio conocido. ¿Sabremos alguna vez quién está detrás de ellos? ¿O hay que condenar el mismo hecho de hacerse la pregunta por ser conspiranoica?

Por cierto, Magufuli, el difunto presidente de Tanzania, era una personalidad destacada. Un periódico ruso escribió:

Magufuli buscó por todas partes recortar los gastos innecesarios, y el dinero ahorrado se utilizó para la construcción de carreteras y para la educación gratuita (con él, no solo la primaria, sino también la secundaria, pasó a ser gratuita). Redujo el gabinete de 30 a 19 personas y despidió a unos 150 funcionarios de alto rango por considerarlos innecesarios o corruptos. Una auditoría reveló que 10.000 funcionarios asalariados sólo existían sobre el papel. Magufuli canceló dos acuerdos con China, que ya habían sido firmados por su predecesor, el presidente Kikwete: la construcción del primer ferrocarril electrificado del país y del mayor puerto de África Oriental en Bagamoyo. Sólo un loco podría aceptar las condiciones propuestas por los chinos. Magufuli se indignó. Al final, el ferrocarril fue construido por una empresa turca; las autoridades tanzanas siguen sin ponerse de acuerdo para el puerto con los inversores chinos. Magufuli creía que la magnitud de la pandemia era muy exagerada y que algunas fuerzas la utilizaban para sabotear la economía, escribió Associated Press. No quiso introducir ninguna cuarentena por temor a que aumentara el nivel de pobreza.

En resumen, ¡una persona maravillosa! Pero emprendió la tala de un árbol que estaba por encima de sus fuerzas.

Los maestros del Covid jugaron con nuestro miedo a la muerte. Me pregunto cómo lo superarán para caldear una guerra mundial. Tal vez lo hagan intentando hacernos la vida tan insoportable  que aceptemos la aniquilación masiva, si no de buen grado, al menos plácidamente.

 

Articluo original en ingles

Traducción : María Poumier para Red internacional

Contactar al autor: adam@israelshamir.net

 

 

 

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