El poder político de las armas – por Manlio Dinucci
Ni las instituciones ni los partidos políticos se oponen a los gastos militares planificados por el nuevo gobierno italiano, aunque unas y otros afirman oficialmente lo contrario. El hecho es que, a pesar de que proclaman públicamente su oposición, todas las formaciones políticas italianas respaldan el alza de los gastos destinados al sector militar, aunque la situación no justifica tal aumento.
Mercados y Unión Europea en estado de alerta, oposición en posición de ataque, llamado del Presidente de la República a seguir la Constitución al pie de la letra, todo eso porque el ejercicio financiero que anuncia el gobierno parece incluir un déficit de alrededor de 27 000 millones de euros.
Silencio absoluto, por el contrario –tanto de parte del gobierno como entre la oposición–, sobre el hecho que Italia gasta anualmente una suma análoga en el sector militar.
El gasto militar de Italia en 2018 se eleva a unos 25 000 millones de euros, suma a la que tenemos que agregar otros gastos también vinculados a la actividad que elevan el total a más de 27 000 millones. Estamos hablando de más de 70 millones de euros que se gastan diariamente en ese sector, cifra que va en aumento ya que Italia se comprometió en la OTAN a elevarla a 100 millones diarios.
¿Por qué nadie cuestiona en Italia el creciente gasto de fondos públicos en armamento, fuerzas armadas e intervenciones militares? Porque eso sería enfrentarse a Estados Unidos, el «aliado privilegiado» (o sea, dominante), que nos exige un aumento continuo de esos gastos.
El gasto militar de Estados Unidos para el año fiscal 2019 –iniciado el 1º de octubre de 2018– sobrepasa los 700 000 millones de dólares. A eso se agregan numerosos gastos dedicados a otros capítulos igualmente vinculados al sector militar, como el pago de casi 200 000 millones a los militares en retiro. El gasto militar total de Estados Unidos se dispara así a más de 1 000 millardos [1] al año, o sea la cuarta parte del gasto federal total. Esa inversión creciente en cuestiones de guerra permite a Estados Unidos –según la motivación oficial que expone el Pentágono– «mantenerse como la potencia militar predominente en el mundo, garantir que la correlación de fuerzas siga siéndonos favorable y hacer avanzar un orden internacional que favorezca al máximo nuestra prosperidad».
El problema es que, durante el año fiscal 2019, el gasto militar estadounidense provocará un déficit de casi 1 000 millardos en el presupuesto federal de Estados Unidos, déficit que a su vez elevará después la deuda del gobierno federal a unos 21 500 millardos. Para paliar esa deuda, Washington decretará nuevos recortes en los gastos sociales. Pero también afectará al resto del mundo imprimiendo más dólares, utilizados como principal divisa de respaldo en las reservas monetarias mundiales y las cotizaciones de las materias primas.
Pero siempre habrá quién se beneficie con el aumento de los gastos militares. Serán los gigantes de la industria de guerra. Y 6 de los 10 mayores productores de armamento a nivel mundial son… estadounidenses: Lockheed Martin, Boeing, Raytheon Company, Northrop Grumman, General Dynamics y L3 Technologies. Vienen después el británico BAE Systems, el franco-holandés Airbus, el italiano Leonardo (el antiguo Finmeccanica, que ahora aparece en 9º lugar) y el grupo francés Thales.
No se trata solamente de gigantescas fábricas de armamento. Esos colosos del armamento conforman el llamado complejo militaro-industrial, estrechamente vinculado a instituciones y partidos en lo que constituye una vastísima y enrevesada trama de intereses, lo cual crea un verdadero establishment de la guerra, cuyas ganancias e intereses crecen al mismo tiempo que se extienden tensiones y guerras.
El grupo italiano Leonardo, que obtiene el 85% de sus ganancias de la venta de armas, está integrado al complejo militaro-industrial estadounidense. Leonardo provee productos y servicios no sólo a las fuerzas armadas de Estados Unidos y a las agencias del Pentágono sino incluso a sus servicios de inteligencia, mientras que en Italia maneja el complejo industrial de Cameri, donde se fabrican aviones de guerra F-35 por cuenta del grupo estadounidense Lockheed Martin.
En septiembre, el Pentágono designó a Leonardo, con Boeing como primer contratista, para producir el helicóptero de ataque AW139 para la US Air Force, y en agosto el grupo italiano Fincantieri –bajo control de la sociedad financiera del ministerio de Economía y Finanzas– entregó a la US Navy, junto con Lockheed Martin, otros 2 navíos de guerra para combate costero.
Todo eso hay que tenerlo en mente cuando nos preguntamos por qué existe un evidente consenso entre los partidos políticos italianos para seguir acentuando la espiral siempre ascendente del gasto militar en Italia.
Manlio Dinucci, 2 octubre 2018
Fuente Il Manifesto (Italia)