Porqué no defienden los medios la libertad de expresión?
El retorno de la caza de brujas:
En todo el mundo son tiempos muy malos para la libertad de expresión y los derechos fundamentales, en general. Como los pandas, son especies en vías de extinción. Estoy hablando de aquí, de Europa.
Desde 2012 hay un símbolo que así lo expresa: es Julian Assange refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres.
La extinción del derecho a la libre expresión no está siendo un proceso “natural” sino social y político, es decir, que alguien o algo lo está llevando a cabo.
Se está haciendo -además- en silencio, sin protestas, en medio de la indiferencia e incluso con el apoyo entusiasta de determinados sectores políticos y sociales.
Por ejemplo, los periódicos y los periodistas, que no mueven un dedo por defender un derecho tan singularmente suyo por un motivo evidente: porque forman parte de la censura; piden el silenciamiento de otros, bien para acabar con la competencia o para que sus informaciones no queden en evidencia. Es el caso de PanAm Post que celebra el cierre por dos veces en enero y agosto de este año de la página en inglés de TeleSur por parte de Facebook (1).
Este artículo canallesco prueba que la libertad de expresión tiene poco que ver con una profesión, el periodismo, al que la información no le importa porque es sólo un ‘modo de vivir’ y de ganar dinero (y hacer propaganda). Es un problema social y político, un problema de las personas; son ellas las que tienen el derecho a la información.
En Estados Unidos la caza de brujas y el macarthismo nunca fueron una cuestión de naturaleza profesional.
Si fuera un problema profesional habría unidad, e incluso unanimidad, mientras que lo que aparece es una contradicción. De un lado están los responsables de la censura y, del otro, las víctimas de ella.
Lo mismo que en la Edad Media, los censores redactan listas negras, por ejemplo de sitios que han defendido a Siria de la agresión del imperialismo y el yihadismo, con las que se crean bases de datos y directorios (2), que es otra muestra de su estilo canallesco.
Pero hay muchos y muy diversos cómplices. En la campaña contra la libertad de expresión participan ONG’s, como el llamado “Movimiento contra la Intolerancia”, que en su rueda de prensa de este año presentando el Informe Raxen aseguró que “si no se detienen los delitos de odio, sobre todo en internet, la libertad de expresión va a degenerar en libertad de agresión”(3).
La censura no es sólo un asunto político (policial, judicial) sino que los grandes monopolios de internet, que están en poder de Estados Unidos, han tomado la iniciativa de imponerla: Facebook, Google y Twitter. De esa manera liberan al Estado de ejercer como censor.
La censura se ha expandido porque no se ha atajado. Se ha trasladado desde la libertad de expresión, que es el derecho a informar y a informarse, a acontecimientos banales, como el fútbol a donde los espectadores no pueden acudir con camisetas amarillas (en determinados casos).
Se ha trasladado, además, al arte, a la música, al cine, a la pintura, a la fotografía, la poesía (la ciencia?)…
La caza de brujas está en marcha; ya sólo hace falta que las brujas se organicen para impedir que las capturen y las quemen en la hoguera.