Bruselas excluye a las firmas de EE UU de los proyectos de defensa de la Unión
La cooperación militar pesa cada vez más en la agenda europea. Superadas las reticencias históricas —casi nadie osaba apoyar la inversión militar en un club que nació como garantía de paz en el continente—, Bruselas aprovecha la convulsa situación exterior para apuntalar la defensa común. “Europa afronta nuevas amenazas que no conocen fronteras y ningún país europeo las puede afrontar por separado. En un entorno internacional cambiante, Europa necesita reforzar su autonomía estratégica”, defiende el Ejecutivo comunitario en un borrador al que ha tenido acceso EL PAÍS.
La defensa del bloque comunitario depende en estos momentos bastante de Estados Unidos, que presta asistencia —y vende equipos— a sus aliados europeos. La Administración de Donald Trump observa con enorme recelo cualquier intento europeo de potenciar la industria armamentística comunitaria. Porque aunque Trump no se ha cansado de repetir que la UE tiene que gastar más en el ámbito militar y en su propia defensa, su mensaje daba por sentado que ese dinero acabaría en manos de empresas estadounidenses, líderes en estos proyectos. Justo lo contrario de lo que persiguen las herramientas que ha ideado Bruselas, aunque está por ver que lo logren.
El Ejecutivo comunitario presentará este miércoles el nuevo Fondo Europeo de Defensa, dotado con 13.000 millones de euros “para defender y proteger a los europeos”, según el documento consultado. Esa partida, que está prevista para el periodo presupuestario 2021-2027, pretende impulsar la inversión en equipamiento militar, con reglas claras para evitar acabar financiando a empresas controladas por países terceros, entre ellos Estados Unidos.
Aun así, Bruselas abre la posibilidad a algunas exenciones de la norma. Se podrá financiar a filiales europeas de empresas radicadas en el exterior a condición de que no haya transferencias de información clasificada (algo fundamental en un ámbito estratégico como la defensa). El Ejecutivo comunitario ha incluido esta salvedad por la insistencia del Consejo de la Unión, que representa a los Estados miembros y que temía que muchos proyectos industriales pudieran quedar fuera del paraguas financiero común por desarrollarse en colaboración con firmas extranjeras.
Las condiciones impuestas por Bruselas son exigentes. Solo se financiarán iniciativas que se ajusten a las prioridades de la UE, con participación de pequeñas y medianas empresas. La Comisión aportará el 20% del desarrollo y el resto lo abonarán los Estados interesados en poner en marcha esos equipos (y en adquirirlos posteriormente).
La cofinanciación comunitaria puede subir hasta el 30% del coste del proyecto si la iniciativa pertenece al núcleo duro de la defensa que conformaron el año pasado 25 Estados miembros para avanzar más en su integración militar (PESCO, por sus siglas en inglés). “El 5% de los fondos se destinarán a innovación, a tecnologías disruptivas”, asegura el documento. Es decir, a tecnologías que cambien radicalmente el mercado, como los drones o el encriptado de información.
Los expertos muestran cautelas respecto al futuro de la política europea de defensa, una de las pocas que suscita acuerdos mayoritarios. “No sé si ya tenemos consenso, pero [Angela] Merkel ha dado un paso adelante en su respuesta a [Emmanuel] Macron y el hecho de que la Administración de Trump no proteja, sino que más bien desestabilice y humille a la UE, funciona como pegamento”, reflexiona Sébastien Maillard, del Instituto Delors. Maillard se refiere al respaldo que ha otorgado la canciller alemana a la fuerza de intervención rápida para situaciones de crisis que ha propuesto el presidente francés.
Más escéptico, Charles Wyplosz, de la institución especializada en relaciones internacionales Graduate Institute, concluye: “El único ejército eficaz es el francés. El otro es el británico, pero se va [de la UE]. El Ejército alemán no existe. Y lo militar es un medio, no un fin. No se ve cuál sería el fin común”.
Junto al fondo para la industria europea de defensa, Bruselas activa también el llamado Instrumento Europeo de Paz, dotado con 10.500 millones de euros para el periodo 2021-2027. Pese a su nombre, esta herramienta pretende financiar actividades militares desarrolladas en países terceros. El dinero sería ajeno al presupuesto comunitario (lo aportarían directamente los Estados) y se destinaría a apoyar a dichos terceros países con infraestructuras, equipos y asistencia técnica. Un ejemplo de este tipo de operaciones sería la financiación de la UE al llamado G5, una fuerza de 5.000 soldados africanos que trata de estabilizar el Sahel, región lastrada por el yihadismo y las mafias. En lugar de implicarse en contiendas externas, Europa ofrece así recursos para que las fuerzas locales sofoquen los conflictos de sus territorios.
El tercer proyecto se refiere a la movilidad militar. Bruselas reservará 6.500 millones del mecanismo denominado Conectar Europa (el gran capítulo de inversión en infraestructuras del presupuesto comunitario) para garantizar el transporte de vehículos militares y de soldados a lo largo de la Unión. Uno de los objetivos que tiene este plan es que carreteras y puentes puedan soportar el peso de esos peculiares desplazamientos (por ejemplo, de tanques) en caso de que fuese necesario moverlos por el territorio comunitario. Ese gesto —dedicar dinero europeo a adecentar infraestructuras civiles por motivos militares— hubiese sido impensable hace apenas unos años.
Lucía Abellán y Claudi Pérez, 11 junio 2018