La isla mágica – por Israel Shamir

 

Rusia está siendo atacada por los Estados Unidos y sus aliados. Es un acontecimiento muy triste, porque Rusia es necesaria para el desarrollo de la humanidad. Pero Rusia no sólo tiene problemas externos. El otro día hubo una procesión con la Santa Cruz por la Avenida Nevsky en memoria de San Alejandro del Neva. Inmediatamente, muchos autodenominados “izquierdistas” atacaron a los participantes: “¡ Sois todos fascistas! ¡Igual que los nazis y peor!”. En mi vida he visto muchas veces este violento rechazo de la fe cristiana, y aquí están mis pensamientos al respecto:

No sé cómo recordará la posteridad mi humilde contribución al estudio del “pensamiento antiburgués mundial”, pero trataré de describirlo de la manera más breve posible para mis contemporáneos. Como usted, mi lector, tengo la suerte de vivir en una época interesante, una época que desacreditó los pronósticos optimistas de Marx y verificó la Revelación de San Juan el Teólogo. Fui testigo del colapso de la Unión Soviética (durante esos años cruciales yo era corresponsal israelí en Moscú), el colapso del socialismo, el ascenso del neoliberalismo y el globalismo, el surgimiento de un espacio mediático unificado, el ascenso de Israel como la tercera potencia nuclear del mundo, el ascenso de los judíos, la lucha desesperada del pueblo palestino por su vida y dignidad, la destrucción del medio ambiente natural y el comienzo de la Tercera Guerra Mundial de Estados Unidos, primero con el mundo islámico y después con Rusia. Mi tarea ha sido unir los puntos entre estos fenómenos aparentemente disímiles y ver cómo los resultados impactan en el destino del mundo. Para ello, necesitaba una nueva narrativa.

Permítanme explicar lo que quiero decir con un ejemplo. Woody Allen, el cineasta neoyorquino, estrenó una película inusual en sus primeros años, Lily la Tigresa (1966). No filmó ni un solo fotograma, sino que tomó una película japonesa de tercera categoría y la volvió a doblar, poniendo una banda sonora completamente diferente. El resultado fue un guión original superpuesto a un celuloide existente, una nueva interpretación de la película original. Si alguna vez han visto una película extranjera en un idioma desconocido en la televisión comenzando a la mitad, se han enfrentado a una tarea similar, tratando de adivinar la trama y comprender lo que han visto. Esta es una tarea similar a la de reinterpretar eventos históricos a partir del conocimiento adicional y la perspectiva aumentada de una era posterior. Los eventos singulares están cristalizados en el tiempo, por así decirlo, pero se los puede conectar de distintas formas. Cada narrador ofrece su interpretación, y el consenso histórico elige la narrativa que mejor describe la realidad. Así, hace más de treinta años, dos narrativas colisionaron en Rusia: la narrativa soviética rusa y la narrativa neoliberal occidental. La narrativa occidental triunfó, es decir, durante un tiempo el western de Woody Allen logró convencer al espectador ruso de la veracidad de su versión de los hechos. Con un cambio de paradigma tan simple, el pueblo ruso permitió que se cometiera un robo terrible y las riquezas de Rusia se marcharon al extranjero, dejando atrás fábricas vacías y convirtiendo a nuestra gran patria en una potencia de segunda categoría. Este golpe histórico se llevó a cabo casi sin derramamiento de sangre. La demolición controlada de Rusia fue la prueba de que el dominio de la narrativa equivale al dominio del mundo. Quien puede contar la película a su gusto se convierte a posteriori en su director.

Parecería que no estoy aportando nada nuevo aquí; la lucha de ideas siempre ha existido. En 1917, no fue el Ejército Rojo el que ganó, sino un “descubrimiento científico”: la ideología internacional del comunismo. Desde entonces, una ola continua de ciencia corporativa ha seguido conquistando las grandes mentes del mundo. Esto no habría sido posible mientras había una sociedad sana, mientras la gente se comunicara entre sí y discutiera libremente sobre los temas urgentes. Lamentablemente, las tecnologías que utilizamos han sido diseñadas para anular a los pensadores originales. Nunca antes los medios de comunicación han estado tan concentrados en manos de tan pocos, a escala global, hasta el punto de que cada uno de nosotros está envuelto en un capullo de realidad virtual alternativa. En Occidente, primero en Estados Unidos y después en Rusia, ha surgido una sociedad de desunión total, en la que la gente forma sus opiniones basándose únicamente en la televisión y los medios de comunicación dominantes. Los imperios mediáticos transnacionales se han apoderado por completo de todo el discurso público y han convencido a miles de millones de personas de que el “estilo de vida americano” (neoliberalismo) conlleva la  felicidad.

Desde las altas salas de control situadas en lo alto de su monopolio global, los amos de los medios determinan lo que la gente sabe y habla en una sociedad fragmentada y que extiende la fragmentación. Deciden lo que la gente piensa y en qué marco histórico. Mis camaradas mayores Noam Chomsky, Edward Herman y otros autores han escrito extensamente sobre esta fabricación científica del consenso. Yo también he señalado este asombroso poder invisible, algo así como una inmensa montaña magnética que interfiere activamente en la vida interna de muchos países. Los medios de comunicación en todas partes siguen la misma línea: contra el nacionalismo y la tradición, impulsando en cambio una “sociedad multicultural”, una democracia liberal, es decir, una sociedad atomizada, en la que les resulte más fácil actuar. Con UNA excepción. En el caso del Estado judío, apoyan el chovinismo, el separatismo, el apartheid, es decir, una sociedad insular de solidaridad cultural. En todas partes están a favor de los  woke, los progresistas, pero en Israel están a favor de los skinheads.

Otra excepción interesante: los fundadores del comunismo creían que la religión descansaba en  la sociedad de clases, y estaba al servicio de las élites gobernantes. Sin embargo, contrariamente a los postulados de la ciencia social comunista, el capital transnacional se dirige constantemente contra la religión, y especialmente contra la religión cristiana. ¿No es interesante que ambas opciones que se nos han dado (comunismo internacional versus neoliberalismo transnacional) se opongan por igual a la Iglesia? Las tres ramas antiguas (a menudo enfrentadas) del cristianismo están bajo ataque continuo: el catolicismo occidental, la ortodoxia bizantina y el islam (una forma especial del cristianismo oriental monofisita). Pero, ¿habrá una excepción? El judaísmo es intocable. No sólo el ataque orquestado contra todas las religiones ha dejado de lado al judaísmo, sino que en Occidente ha surgido una nueva forma de judaísmo triunfalista, el holocaustismo, cuyo templo principal se encuentra en el centro de Washington DC. Este culto a la muerte pervierte la religión cristiana: la muerte de los judíos se equipara con la Pasión de Cristo, y la creación del estado de Israel corresponde a la Resurrección.

Pero ahí terminan las similitudes. El cristianismo no está protegido por la ley, y en las calles de París y Nueva York se pueden ver carteles con cruces que se convierten en esvásticas nazis. El culto al Holocausto está estrictamente protegido por la ley. Los maestros no pueden llevar a los niños a la iglesia, pero la asistencia al santuario local del Holocausto es obligatoria según el plan de estudios estatal. El racismo científico ya no está de moda, pero la gente entiende de inmediato qué razas tienen un estatus privilegiado y cuáles no. En Moscú se niegan a alquilar apartamentos a personas del Cáucaso, en Nueva York a los negros y en Europa hay una creciente oposición a los inmigrantes islámicos. Los últimos vestigios del racismo científico permanecen arraigados en el corazón de los funcionarios del gobierno, lo que permite a Biden bombardear Yemen como si lo estuviera desinfectando. Pero el antisemitismo, que alguna vez se consideró una simple modalidad de racismo, no solo ha sido proscrito, sino que ha ascendido al lugar que antes ocupaban el “antisovietismo” en la Unión Soviética y el “antiamericanismo” en Estados Unidos. Para mí, hijo de Ester y José, esto podría ser algo halagador, pero me hace preguntarme sobre las razones detrás de una excepción tan obvia y anómala.

La destrucción del medio ambiente natural, nuestra querida Tierra, se ha convertido en otra característica extraña del mundo moderno. Por todas partes, los nuevos amos del mundo están envenenando los ríos, talando los bosques y haciendo que la Tierra sea inhabitable. Utilizando la terminología del científico ruso Lev Gumilev, podemos decir que el paisaje antropogénico (creado por el hombre) está reemplazando cada vez más decisivamente a los paisajes naturales del planeta. La Tierra se ve saqueada, desfigurada y luego cubierta por la expansión urbana. Junto con la muerte del espíritu, el ataque coordinado a la fe, la profanación del arte y el amor y el rechazo de la hermandad humana, la muerte de la naturaleza enfatiza la esencia apocalíptica detrás de las acciones de nuestros gobernantes globales. Podemos ver ahora que la historia ha culminado en una crisis existencial. En momentos tan críticos, la historia misma debe ser reinterpretada para explicar la realidad actual.

La interpretación marxista clásica de la historia sostenía que el dominio sobre los medios de producción determinaba la posición de las clases sociales. Sostenía que los dueños de las fábricas decidían, en contra de los intereses de los trabajadores, hacia dónde se dirigía la sociedad. Pero las sorprendentes nuevas invenciones de los financieros neoliberales internacionales, que emplean productos derivados e instrumentos financieros secundarios en lugar de trabajadores, han reducido drásticamente el poder de los medios de producción. Cada dólar que vale una fábrica puede ahora inflarse 99 veces mediante el uso de instrumentos financieros secundarios vendidos en las bolsas internacionales. Pero el valor de estos trucos financieros depende en gran medida de su reputación según la prensa internacional. En una situación así, el papel principal y decisivo pasa de las manos de los trabajadores y los dueños de las fábricas a los Maestros del Discurso, es decir, los propietarios de los medios de comunicación, los periodistas destacados, los profesores universitarios, los expertos, todos ellos apoyados selectivamente por el capital financiero internacional.

Según la teoría clásica, los medios de comunicación y los productos financieros deberían corresponder en primer lugar con los intereses de los dueños de las fábricas y en segundo lugar con los de sus trabajadores, pero todos podemos ver que sólo se sirven a sí mismos. Actúan más como invasores extranjeros o incluso extraterrestres. Exhiben un grado de soberanía sin igual en la historia humana. El trabajo en las fábricas es mucho mejor que lo que nos venden, que es nada menos que El mejor de los mundos de Huxley . Mientras los marxistas luchaban por los medios de producción, hoy luchamos por las ideas, de hecho por las mentes y las almas de las personas. Los librepensadores se encuentran combatiendo directamente con los Maestros del Discurso, nuestros nuevos oponentes. Esta lucha virtual no es menos real que las manifestaciones populares de antaño. El poder del boicot sigue estando en manos individuales, y ahora (gracias al reempaquetado y la financiarización de los productos) tiene 99 veces el poder que alguna vez tuvo. Las anomalías que hemos señalado anteriormente apuntan al talón de Aquiles de nuestros contrincantes: Israel. Así, aunque siguen desorientándonos y poniendo cortinas de humo, la cuestión judía vuelve a estar a la orden del día.

Para explicar esta conclusión paradójica, podemos pensar en la teología como la forma primaria de ideología. El cristianismo, con su búsqueda espiritual y su culto terrenal a la Virgen María, con la idea de la hermandad humana expresada en la comunión, a pesar de sus concesiones a los poderes establecidos, es una ideología de solidaridad humanista perfectamente positiva. El judaísmo, por otro lado, la religión del paisaje creado por el hombre, la elección de los elegidos, el rechazo del imperativo categórico kantiano, representa la teología detrás del neoliberalismo. Los cristianos ven a las personas como vecinos, los judíos las ven como herramientas del imperio. El excepcionalismo israelí, el alto estatus del culto al Holocausto y la posición preeminente de las finanzas internacionales son todos síntomas de una enfermedad moderna, que apuntan a una causa particular.

He vivido buena parte de mi vida en Israel, ese pequeño Estado de Oriente Próximo. Al principio[1] escribía desde el interior y mis historias trataban sobre el creciente atraso, el racismo contra los lugareños y el creciente odio a los “goyim”. Pero nuestros problemas locales, hasta hace poco, no preocupaban mucho a nadie. Hoy, sin embargo, Israel se encuentra en el centro de los acontecimientos mundiales. Por razones que analizaremos en un próximo libro, se ha producido un entretejido entre las fuerzas compradoras, cipayas, de Rusia, las fuerzas imperialistas-capitalistas de Estados Unidos, sus aliados en Europa y los partidarios del apartheid en Palestina. Por tanto, mi frente de batalla personal, la lucha contra el apartheid en Palestina, se ha convertido simultáneamente en la primera línea de la lucha contra la burguesía compradora rusa y contra el imperialismo estadounidense en su nueva forma de globalismo, de moda hoy en día. Este entrelazamiento de fuerzas es un nudo histórico extraordinario y, al cortarlo, acabaremos con la brutalidad del capitalismo global.

Palestina se ha convertido en la Isla Mágica de los cuentos de hadas rusos, donde hay un cofre de hierro encadenado a las ramas de un antiguo roble y en el interior del cofre se guarda un huevo, y en ese huevo hay una aguja y en la punta de esa aguja está la vida del Enemigo Eterno, el mismísimo Espíritu del Capitalismo Internacional que nos está matando. De repente descubrimos que tenemos a nuestro alcance un método seguro para eliminar al Enemigo de un solo golpe, sin grandes batallas ni derramamiento de sangre: la democracia en Palestina tal como se concebía originalmente en el Mandato Palestino. La transformación del estado del apartheid en un país de igualdad y democracia hundirá el suelo bajo los pies del enemigo. Es cierto que la idea de la democracia fue utilizada como una artimaña por nuestro enemigo para aplastar al mundo con el capitalismo buitre neoliberal, pero no hay nada esencialmente malo en abrirle paso a la voluntad del pueblo. Puede y debe volverse contra el enemigo.

En esa Isla Mágica de Palestina, cuna del cristianismo, se encuentra la fuente de la vida espiritual de Rusia y Occidente. Aunque Occidente pueda pensar ahora en Israel como un portaaviones o en Oriente Próximo como una inmensa gasolinera, las conexiones entre Rusia y Palestina siguen estando frescas. De Palestina llegó la ortodoxia, que todavía une a Moscú y Jerusalén. La población indígena de Nazaret y Belén profesa la misma fe que Riazán y Kostromá. A Moscú, sucesora de Bizancio, se le llama la Tercera Roma, y cumple su importante misión histórica como defensora de la ortodoxia, y protectora del pueblo indígena de Palestina. El pueblo ruso lo recordaba en el siglo XIX cuando, juntos, ofrecieron sus rublos y construyeron iglesias y escuelas en Tierra Santa. Los rusos soviéticos lo recordaron también, cuando protegieron a los palestinos del genocidio progresivo de Israel. Desde entonces, uno de cada dos médicos palestinos y uno de cada dos sacerdotes palestinos habla ruso.

La conexión entre las naciones cristianas y Palestina es más que una reliquia de la historia. El cristianismo es una de las grandes ideologías solidarias del mundo. Al igual que el comunismo, pone en primer lugar la búsqueda de la espiritualidad y la hermandad en la tierra. Al igual que el comunismo, el cristianismo nunca ha alcanzado sus elevados ideales. Tanto la religión como la ideología han sufrido a causa de los mandarines y los arribistas. Ambas han perdido el respeto de la sociedad educada. Pero la fe cristiana, al igual que el comunismo, es como Anteo: se despierta con la derrota. Todo lo que tenemos que hacer es sacudir el control de los amantes del poder, expulsar a aquellas personas que convirtieron su afiliación al Partido Comunista o la Santa Cruz en un medio para ganar dinero y revivir el reino del espíritu. Habiendo vivido en ambas, mi experiencia es que tanto la Rusia ortodoxa como la Rusia soviética se distinguieron por igual por su espiritualidad elevada e invencible.

Los partidarios del apartheid en Palestina se han propuesto una misión siniestra: cortar las raíces del cristianismo. Por eso han sitiado la Basílica de la Natividad en 2003, han destruido antiguas iglesias bizantinas, han quemado los Evangelios y han expulsado a los creyentes cristianos. Han provocado un éxodo masivo de judíos rusos de la Unión Soviética a Israel. Los organizadores pretendían matar dos pájaros de un tiro: socavar la Unión Soviética con la huida desesperada de los intelectuales y, al mismo tiempo, reforzar su poder en Tierra Santa. Pero sus cálculos han fracasado. El separatismo del judaísmo repugna a todos los hombres de buena voluntad. Aunque el aparato estatal de Israel se opone oficialmente y brutalmente a los cristianos, el espíritu ruso ha demostrado que no puede separarse mucho tiempo de Cristo. No en vano las iglesias ortodoxas de Lida y Jaffa, vaciadas tras la expulsión de los palestinos, están de nuevo repletas de creyentes. Muchos ex rusos han encontrado el camino hacia la Tierra Santa del Espíritu. El Estado separatista de Israel se enfrenta a una inversión de la “crisis de los conversos”[2] en la que la tercera y cuarta generaciones se niegan a odiar, torturar y robar a sus vecinos. Ningún reino judío ha durado más de 80 años. El separatismo tiene un límite natural.

La historia no ha terminado y los inmigrantes israelíes pueden desempeñar un papel positivo en Palestina si se dan cuenta de su hermandad con el pueblo palestino. Palestina es como una cuerda tirada por dos bandos opuestos. Si prevalece el espíritu de hermandad, florecerá la Tercera Roma; si prevalece el espíritu de la Elección, el Talón de Hierro reinará sobre el mundo. El futuro es impredecible porque la humanidad se encuentra en una encrucijada de la historia. Si nos desviamos hacia un lado, perderemos nuestro caballo; si nos desviamos hacia el otro, perderemos nuestra alma. El papel que Rusia está destinada a desempeñar en esta batalla decisiva es inesperadamente grande. Como señaló Mackinder, Rusia es el eje del mundo. Pero mientras la Virgen Blanca de la Intercesión se alce sobre la clara corriente del río Nerli, mientras el Mausoleo Rojo se alce bajo la muralla almenada del Kremlin, mientras los abedules sigan susurrando sobre el río Oká, Rusia será invencible –y seguirá invencible su humilde hermana, el país de los olivares, los viñedos y los manantiales, la patria terrena de Cristo y la Madre de Dios, Palestina.

Por eso el enemigo intenta desencadenar una guerra mundial para destruir a Rusia, al cristianismo y a la humanidad. ¡Nos corresponde detenerlos ahora mismo!

Israel Shamir,  18 de septiembre de 2024

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FUENTE

NOTAS

[1] La lluvia verde de Yasuf es el primer volumen de artículos de Israel Shamir que salió en español, por la editorial Ojeda, de Barcelona. La misma editorial publicó seis volúmenes de artículos del mismo autor. Hoy en día, tras un nuevo juicio, el editor Pedro Varela ya no tiene derecho a vender los libros de Israel Shamir. (ndt)

[2] En 1449, en varias localidades, el pueblo español se amotinó contra los judíos obligados a convertirse al cristianismo, pero que seguían cultivando el odio a los autóctonos y a la Iglesia. Un siglo más tarde, nacían Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, de familias parcialmente conversas, así como otras muchas figuras cumbre, entre ellas Bartolomé de Las Casas.(ndt)

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