¿Será 2023 peor que 2022? – por Philip Giraldi
¿Está dispuesto Joe Biden a destruir el mundo para «debilitar a Rusia»?
Aunque uno se ha acostumbrado a ver cómo el gobierno de Estados Unidos se comporta irracionalmente a escala épica sin preocuparse de lo que le ocurre al ciudadano medio que no pertenece a uno de los estrafalarios grupos del Partido Demócrata, todavía es posible sorprenderse o incluso escandalizarse. Poco antes de que acabara el año 2022 apareció un artículo en los principales medios de comunicación que tuvo bastante difusión. El titular bajo el que aparecía en la versión original de Business Insider rezaba «Un ataque nuclear tendría como objetivo más probable una de estas 6 ciudades estadounidenses, pero un experto dice que ninguna de ellas está preparada». Las ciudades eran Nueva York, Washington DC, Los Ángeles, Chicago, Houston y San Francisco.
El artículo pretende ofrecer información y consejos que permitan sobrevivir a un ataque nuclear, repitiendo comentarios de varios «expertos» en gestión de emergencias y «salud pública» que sugieren que una guerra nuclear sería catastrófica pero no necesariamente el fin del mundo. Hay que estar preparado. Observa que «esas ciudades tendrían dificultades para prestar servicios de emergencia a los heridos. Las ciudades tampoco tienen ya refugios designados contra la lluvia radiactiva para proteger a la gente de la radiación». Está repleto de sabios consejos y observaciones fuera de lugar, como «¿Se imagina a un funcionario público manteniendo intactos los edificios para refugios antinucleares cuando el mercado inmobiliario está tan ajustado?». O, mejor aún, el consejo de la «guía de planificación para detonaciones nucleares» de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) para los ciudadanos de a pie de una ciudad que ha sido bombardeada: «Métete dentro, quédate dentro y permanece atento». El Dr. Ron Paul pregunta: «¿Están locos? Actúan como si un ataque nuclear contra Estados Unidos fuera un inconveniente más para el que planificar, como una tormenta de hielo o un huracán».
El artículo argumenta que las seis ciudades serían objetivos prioritarios por ser centros de infraestructuras vitales. La explosión de las bombas mataría a cientos de miles o incluso millones de estadounidenses, con muchas más muertes por envenenamiento por radiación, pero el artículo no intenta explicar por qué Rusia, con unos dirigentes relativamente cuerdos, querría iniciar una guerra nuclear que podría destruir el planeta. Además, la lista de ciudades objetivo proporcionada por los «expertos» es en sí misma un poco extraña. Seguramente Rusia atacaría objetivos militares y gubernamentales como primera prioridad para limitar las posibles represalias y, al mismo tiempo, paralizar la capacidad de la Casa Blanca y el Pentágono para mandar y controlar la situación. Esos objetivos incluirían San Diego y Norfolk, donde tienen su base las flotas estadounidense del Atlántico y el Pacífico, así como las diversas bases del Mando Aéreo Estratégico y el centro de evacuación subterráneo del gobierno federal en Mount Weather, Virginia.
Al leer el artículo, uno se acuerda de los primeros años de la Guerra Fría, en los que se intentaba tranquilizar a la opinión pública diciéndole que la guerra nuclear era de algún modo manejable. Era una época en la que a los niños de primaria se nos enseñaba a escondernos bajo el pupitre cuando sonaba la alarma antiaérea. Herman Kahn era, en aquella época, el defensor más famoso de la escuela de pensamiento que sostenía que Estados Unidos podría sobrevivir a lo «impensable», es decir, a una guerra nuclear. Físico estadounidense de formación, Kahn se convirtió en miembro fundador del más que neoconservador Hudson Institute. Kahn, que sirvió en el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial como técnico de líneas telefónicas, comenzó su carrera como estratega militar en la RAND Corporation. Kahn respaldó una política de disuasión y argumentó que, si la Unión Soviética creía que Estados Unidos tenía una devastadora capacidad de segundo ataque, Moscú no iniciaría hostilidades, lo que explicó en su documento titulado «La naturaleza y viabilidad de la guerra y la disuasión». Los rusos tenían que creer que incluso un ataque masivo perfectamente coordinado garantizaría una medida de represalia que les dejaría a ellos también devastados. Kahn también planteó su idea de un intercambio nuclear «ganable» en su libro de 1960 On Thermonuclear War (Sobre la guerra termonuclear), por el que a menudo se le cita como una de las inspiraciones para el personaje del título de la película clásica de Stanley Kubrick Dr. Strangelove.
La aparición del artículo de Business Insider en el que se discute fríamente la capacidad de supervivencia a una guerra nuclear sugiere que los chiflados están escapando de nuevo del hospital psiquiátrico aquí en EEUU y están obteniendo altos cargos en el gobierno y en los medios de comunicación. Mientras uno sigue esperando que de algún modo alguien despierte en la Casa Blanca y se dé cuenta de que el profundo agujero oscuro en el que nos encontramos los estadounidenses exige un cambio de rumbo y un auténtico reseteo, hay poca luz diurna visible en la oscuridad.
Mi preocupación particular se refiere a las enmarañadas relaciones que han mantenido a nuestro país permanentemente en guerra a pesar de que, desde que terminó la Guerra Fría en 1991, ningún adversario potencial ha amenazado realmente a Estados Unidos. Ahora, el gobierno federal parece dedicarse a cultivar relaciones peligrosas para justificar el gasto en defensa y poner a la nación al borde de lo que podría resultar catastrófico. La actual misión de Estados Unidos de «debilitar a Rusia» y eventualmente también a China para mantener su propio «orden internacional basado en normas» incluye anomalías tan hipócritas y totalmente ilegales según el derecho internacional como la continua ocupación militar de parte de Siria para negar a los dirigentes de ese país el acceso a sus campos petrolíferos y a sus mejores tierras agrícolas. Una reciente investigación de la agencia humanitaria de la ONU determinó que el pueblo sirio está sufriendo e incluso muriendo de hambre como resultado de eso y de las sanciones impuestas por Estados Unidos que la Administración Biden mantiene contra toda razón y humanidad.
En la actualidad, sin embargo, la más enmarañada de todas las relaciones, incluso más que con Israel, tiene que ser la participación de Estados Unidos en la guerra proxy que se libra contra Rusia en nombre de Ucrania, que es exactamente lo que amenaza con convertirse en nuclear si alguien pestañea en el momento equivocado. Miles de millones de dólares en ayudas directas, así como miles de millones más en forma de armas retiradas de los arsenales de Europa y Estados Unidos, se han entregado al régimen corrupto del presidente Volodymyr Zelensky, mientras éste sigue trabajando asiduamente para ordeñar la situación y atraer a Washington a una guerra más profunda que enfrente directamente a Moscú.
De hecho, según algunos cálculos, la guerra ya ha comenzado, con Estados Unidos y sus aliados claramente dedicados a paralizar la economía rusa al tiempo que se deshacen del presidente Vladimir Putin. La 101ª Aerotransportada se encuentra ahora en Rumanía, junto a Ucrania, para «advertir» al Kremlin, mientras que el Pentágono ha admitido recientemente que algunos militares estadounidenses ya se encuentran en Ucrania, en contra de lo negado por los portavoces de la Casa Blanca. Los británicos también han revelado que parte de su personal de élite de Operaciones Especiales se encuentra sobre el terreno. Y hay informes de que pronto estarán en camino más soldados estadounidenses, ostensiblemente para «rastrear las armas» que se están proporcionando a Zelensky, que incluirán baterías de misiles Patriot de fabricación estadounidense, algunas de las cuales podrían incluso colocarse en Polonia, miembro de la OTAN, para proporcionar cobertura aérea sobre Ucrania occidental, un acto de guerra definitivo según lo ve Rusia, que ha advertido de que tal movimiento significaría que EE.UU. y sus aliados se han «convertido efectivamente en una parte» de la guerra en Ucrania y habrá «consecuencias». «Consecuencias» significa escalada.
La misión de los soldados «rastreadores» puede ser una respuesta a los informes de que las armas proporcionadas por la OTAN han sido vendidas o entregadas a terceros países de forma corrupta por los ucranianos. Las diversas iniciativas estadounidenses en su conjunto podrían producir una rápida escalada del conflicto, con estadounidenses muertos volviendo a casa en bolsas para cadáveres y una inevitable participación directa de Estados Unidos en funciones de combate que podría llevar a cualquier parte, pero en este momento son los rusos los que están actuando con moderación al no atacar a los «asesores» de la OTAN y de Estados Unidos que ya están activos en Ucrania.
También crece la sospecha de que Estados Unidos «dio luz verde» por adelantado a los recientes ataques con misiles de crucero llevados a cabo por Ucrania contra objetivos militares en el interior de Rusia. Desde los ataques, la Casa Blanca ha declarado que Ucrania tiene «permiso» para atacar a Rusia y básicamente ha concedido al desequilibrado Zelensky el derecho a tomar todas las decisiones y dirigir la guerra que Estados Unidos está financiando en gran medida, lo cual es una fórmula para el desastre. Ya se sabe que Ucrania está recibiendo inteligencia de alto nivel proporcionada tanto por EE.UU. como por otros estados de la OTAN. Los ataques de precisión contra Rusia sugieren que el ejército ucraniano recibió las coordenadas de posibles objetivos activos, algo que EE.UU. sería capaz de proporcionar pero que habría estado más allá de las capacidades de Ucrania, que no posee capacidad de vigilancia por satélite. Si es cierto que la Casa Blanca participó en la escalada del conflicto, sería una maniobra muy peligrosa, que invitaría a Moscú a tomar represalias.
Sin duda, algunos idiotas en Washington, en su mayoría de la variedad neoconservadora, siguen viendo la guerra contra Rusia como algo parecido a una cruzada por la libertad mundial. Rick Newman, el principal columnista financiero de Yahoo, observa cómo «los halcones del presupuesto en el Congreso están preocupados por la concesión de la petición del presidente Biden de una ayuda adicional de 38.000 millones de dólares para Ucrania con el fin de ayudar a derrotar a los invasores ruso». Y concluye: «Tienen razón. Treinta y ocho mil millones no son suficientes. Que sean 50.000 millones. O incluso 100.000 millones. Cuantos más, mejor, hasta que el trabajo esté hecho».
Al parecer, el belicoso Rick no acaba de entender que Rusia ha dejado claro que si está a punto de ser derrotada por fuerza mayor se volverá nuclear. Y el Congreso y la Casa Blanca tampoco parecen entenderlo, con los partidos Republicano y Demócrata ajenos al peligro real al que se enfrenta el pueblo estadounidense. ¿Guerra nuclear? Por supuesto. Escóndase en su sótano, si tiene uno, y sintonice.
Philip Giraldi, 10 de enero de 2023
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Philip M. Giraldi, Ph.D., es Director Ejecutivo del Council for the National Interest, una fundación educativa deducible de impuestos 501(c)3 (Número de Identificación Federal #52-1739023) que busca una política exterior estadounidense en Oriente Medio más basada en los intereses. Su página web es councilforthenationalinterest.org, su dirección es P.O. Box 2157, Purcellville VA 20134 y su correo electrónico es inform@cnionline.org.
Fuente: https://www.unz.com/pgiraldi/will-2023-be-worse-than-2022/
Traducido por ASH para Red Internacional