Hacia una nueva metodología para el estudio de la historia contemporánea – por Servando González

 

Historiadores vs analistas de inteligencia

El objetivo del historiador y del analista de inteligencia es básicamente el mismo: estudiar hechos y establecer la verdad. Su enfoque, sin embargo, es totalmente diferente. Déle un documento a un historiador y hará tres cosas: comprobar su exactitud, evaluar su lugar en el contexto de su propio conocimiento del tema, y tratar de explotarlo para producir un artículo o un libro.

Pero entregue el mismo documento a un oficial de inteligencia y éste hará cuatro cosas, pero muy diferentes. Primero, lo examinará para verificar que su fuente es la que pretende ser, en segundo lugar, tratará de saber si su fuente lo ha difundido a sabiendas o sin saberlo y, si lo hizo sin saberlo, si su fuente conoce el hecho de que el documento ha sido comprometido, tercero, intentará encontrar, adivinar o intuir los motivos reales de la fuente para difundirlo y, finalmente, intentará utilizarlo —divulgándolo o no divulgándolo— para influir en alguien, ya sean sus jefes, sus subalternos o sus enemigos.

En este sentido, el historiador está entrenado para reaccionar ad causam, el analista de inteligencia para reaccionar ad hominem. El historiador se enfoca en el tema y su relevancia para comprender los sucesos estudiados, el analista de inteligencia se enfoca en las personas y sus motivos. Las herramientas del historiador son bastante diferentes de las herramientas de los analistas de inteligencia y, por lo tanto, los resultados de sus investigaciones mostrarán diferencias considerables.

Como regla general, los analistas de inteligencia siempre tienen en cuenta que algunas de sus fuentes, particularmente las vivas, intentarán engañarlos intencionalmente. Por eso, contrariamente a los historiadores, los analistas de inteligencia toman en cuenta la vulnerabilidad al engaño y lo hacen de manera explícita. Por lo tanto, se puede concluir que los analistas de inteligencia cuentan con mejores herramientas metodológicas que los historiadores para analizar con éxito las operaciones de inteligencia, donde el engaño y la desinformación tienen un papel importante.

Si estudiamos organizaciones de inteligencia, tales como la OSS, el Mossad, el MI6, la KGB o la CIA, siempre debemos tener en cuenta que no estamos tratando con aspectos inocuos de la historia tales como los orígenes del Jazz en New Orleans Jazz o la aquitectura romana durante la República. Al contrario, se trata de historia reciente con un alto contenido de inteligencia y espionaje y, por tanto, de engaño. Y, debido a que los principios básicos de tradecraft[2] no cambian mucho con el tiempo entre sus diferentes practicantes, los servicios de inteligencia son reacios a dar a sus oponentes pasados, actuales o potenciales cualquier información sobre el éxito o el fracaso de sus operaciones pasadas. De hecho, su objetivo es desinformar a sus oponentes tanto como puedan manteniéndolos en la oscuridad.

Por lo general, la mayor parte de lo que un servicio de inteligencia afirma que ha sido un éxito fue probablemente su fracaso, y viceversa. Como ya mencioné anteriormente, en inteligencia y espionaje las cosas rara vez son lo que parecen ser. No es de extrañar que el precepto principal de Sun Tzu sea “Toda la guerra se basa en el engaño”.[3] Bajo esta luz, sucesos como los disturbios del Bogotazo en 1948, la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, la crisis de los cohetes nucleares en 1962 y los eventos del 11 de septiembre de 2001, por mencionar tan sólo algunos de los supuestos mayores fracasos de la CIA, necesitan ser revaluados.

Debido a una simplificación inevitable, la mayoría de las personas generalmente se refieren a las acciones tomadas por los servicios de inteligencia como “la CIA sabía”, “la OSS pensó”, “la KGB actuó”, “el Mossad creyó”, etc., olvidando que los servicios de inteligencia no son entidades homogéneas. Debido a la aplicación de los principios de necesidad de saber y compartimentación,[4] una característica común de los servicios de inteligencia es que la mano derecha no sabe lo que hace la mano izquierda, y viceversa. Por lo tanto, cuando alguien dice “la CIA sabía” o menciona “un informe de la CIA”, en realidad significa “algunas personas en la CIA sabían” o “algunas personas en la CIA escribieron un informe”. En el caso de operaciones críticas, como los intentos de asesinato de líderes extranjeros o el uso de ciudadanos estadounidenses como conejillos de Indias para probar drogas psicodélicas, es probable que la mayoría de los oficiales de la CIA, incluidos algunos de los oficiales de alto rango, nunca se enteraron de que esas operaciones se llevaban a cabo.

 

El arte y la ciencia del oficio del historiador desde una perspectiva de inteligencia y espionaje

 

En cierto momento estuvo de moda entre los historiadores invocar algún etéreo “espíritu de la historia”. Hoy, incluso después de la muerte natural del comunismo en parte del mundo y su renacimiento en los EE.UU. y algunos países del mundo occidental, todavía existe una escuela de historiadores marxistas que invocan el igualmente etéreo “espíritu de las fuerzas económicas” para explicar los acontecimientos históricos. Pero en la actualidad, muchos historiadores serios se niegan a invocar ninguno de estos, y evitan resueltamente la tentación de imponer a su trabajo una teoría de la historia que lo abarque todo. En cambio, eligen presentarnos los hechos desnudos, y de estos hechos sacan conclusiones lógicas. Nadie, en consecuencia, puede criticar sus escritos por ser “anticientíficos”. Tampoco está presente en sus libros ningún elemento que una mente racional cuestionaría y rechazaría automáticamente.

 

Sin embargo, como ha demostrado E. H. Carr en su excelente libro ¿Qué es la historia?[5], el arte del historiador no consiste simplemente en encontrar los hechos, ya que todo lo que sucede puede considerarse un hecho, sino en seleccionar los hechos que, consciente, o inconscientemente, cree que son significativos para su estudio. En otras palabras, los historiadores enfatizan los hechos que creen que son importantes, mientras que ignoran los que piensan que no lo son. Este énfasis puede ejercerse conscientemente, como en el caso de los historiadores marxistas, que encajan la historia en el patrón preconcebido de las relaciones económicas, o inconscientemente, como en el caso de los historiadores que están piensan que la historia es un proceso racional. Lo que les parece irracionalidad y rareza, es minimizado u olvidado. Por lo tanto, todo depende de los hechos que un historiador selecciona de entre los infinitos que están disponibles, y del énfasis que le da a esos hechos, y el resultado es el patrón “visto” por el historiador, que puede ser explícito o implícito en su narrativa. Por tanto, no hay historia objetiva así como no hay periodismo objetivo.

 

Pero tengo una actitud escéptica hacia las conclusiones históricas basadas en “hechos”. Creo firmemente que no hay conclusiones objetivas en la historia. Todas las conclusiones históricas basadas en “hechos” están impregnadas de teorías, las cuales están contaminadas de creencias e ideologías políticas.

En primer lugar, los historiadores suelen diferir sobre lo que consideran un hecho. Por ejemplo, la mayoría de los estudiosos de la crisis de los cohetes en Cuba en 1962 han aceptado al pie de la letra las afirmaciones del presidente Kennedy de que las fotografías proporcionadas por los aviones U-2 constituían pruebas sólidas e incontrovertibles de que los soviéticos estaban instalando cohetes estratégicos nucleares en Cuba. Pero, como bien saben los analistas de inteligencia, la evidencia fotográfica por sí sola es solo un signo icónico que apunta a una posibilidad. Para que se convierta en verdadera inteligencia, es decir, información que ha sido validada, ésta debe ser corroborada por información proporcionada por otras fuentes confiables, preferiblemente por agentes que operan en el terreno y otras fuentes independientes.[6] Todos los libros que se han escrito sobre el tema coinciden en que en ese momento la CIA no tenía agentes en Cuba que verificaran la presencia de los cohetes estratégicos soviéticos.

En segundo lugar, las conclusiones basadas en hechos pueden diferir no solo por la selección de los hechos sino también por la forma en que se analizan. Tercero, muchos historiadores parecen ignorar que, particularmente en la historia reciente, algunos de los “hechos” se han creado con el único propósito de desinformar. Es por eso que, aunque mis estudios de sucesos históricos tales como el Bogotazo,  la crisis de los cohetes de 1962 y el asesinato del Presidente Kennedy, están llenos de hechos nuevos o menos conocidos sobre el tema, mi mayor énfasis ha estado en la reinterpretación de los hechos, incluidos los ya ampliamente conocidos.

La mayoría de los servicios de inteligencia están de acuerdo en que el aspecto más difícil del trabajo de inteligencia no es la recopilación de datos sin procesar, sino su interpretación y transformación en inteligencia utilizable. Muchos neófitos creen que la inteligencia consiste principalmente en robar los secretos del enemigo. En realidad, la mayor parte del trabajo de los especialistas de inteligencia consiste en utilizar su experiencia para evaluar la información que ya conoce. No toda la inteligencia involucra héroes de capa y espada o espionaje de alta tecnología. Gran parte de la información que luego se convierte en inteligencia propiamente dicha proviene de fuentes abiertas — lectura atenta de la prensa, asistencia a congresos comerciales y científicos, estudio de estadísticas oficiales y, sobre todo, libros— todo lo cual, sumado a la información obtenida de fuentes secretas, se convierte en materia prima para la producción de inteligencia.

Contrariamente a los analistas de inteligencia, la mayoría de los historiadores están comprometidos con la teoría de que “los hechos explican los sucesos” que, en última instancia, depende de la forma en que se elijen los hechos. Peor aún, los historiadores intentan llegar a una conclusión basándose únicamente en pruebas contundentes. Aparentemente ignoran que el mundo de la inteligencia y el espionaje se basa en mentiras e ilusiones, y la mayoría de las veces lo que parece evidencia basada en hechos es en realidad desinformación ingeniosamente diseñada para engañar a los enemigos actuales o potenciales. Pero en realidad los hechos son solo información, y la información no es verdadera inteligencia hasta que ha sido validada.

Desde el punto de vista estricto de la inteligencia y el espionaje, solo la información que ha sido tomada en secreto del enemigo debe considerarse inteligencia. Pero si se descubre que la oposición la ha entregado voluntariamente, automáticamente se convierte en sospechosa de ser desinformación —principio que automáticamente hace que todos los libros que se basen en la información proporcionada por los empleados o ex empleados de la CIA, así como en los documentos desclasificados de la CIA, se conviertan en posibles fuentes de desinformación.

Los oficiales de inteligencia creen que la mejor manera de distinguir la nueva inteligencia y no caer en el engaño es juzgar qué tan bien encaja con el resto de los informes de inteligencia que ya están disponibles. Si ésta encaja perfectamente con otros informes de inteligencia ya validados, se supone que es inteligencia válida

 

La evaluación de la información: los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y la crisis de los cohetes en Cuba en 1962

De acuerdo con el Diccionario de Términos Militares y Asociados del Estado Mayor Conjunto, la inteligencia es el producto final que resulta de la recopilación, el procesamiento, la integración, el análisis y la interpretación de la información disponible.[7] Por tanto, aunque el término inteligencia comprende algo mucho más complejo, podemos aceptar con seguridad la definición más corta de que la inteligencia es solo información que ha sido evaluada adecuadamente.

En su informe de asesoramiento al gobierno de los EE. UU., el grupo de trabajo de 1955 sobre actividades de inteligencia de la segunda Comisión Herbert Hoover declaró que: “La inteligencia se ocupa de todas las cosas que deben saberse antes de iniciar un curso de acción”.[7] Un verdadero experto dio una definición similar hace más de 2000 años. Según Sun Tzu, “la razón por la cual el príncipe ilustrado y el general sabio conquistan al enemigo cada vez que se mueven y sus logros superan los de los hombres comunes es el conocimiento previo [inteligencia]”.[8]

Aunque la definición de inteligencia es muy simple y directa, la mayoría de los autores que tratan el tema la confunden. Algunos de ellos utilizan los términos información e inteligencia como sinónimos, cuando es obvio que no lo son. Otros incluso han utilizado el término “inteligencia en bruto” como sinónimo de información, pero, como veremos más adelante, a diferencia de la información (que puede contener información errónea y desinformación), la inteligencia es un producto muy elaborado; no hay nada en bruto en ella.

La evaluación de la información, también conocida como valoración, tiene que ver con el análisis de una información en términos de credibilidad, confiabilidad, pertinencia y exactitud, para convertirla en inteligencia. La evaluación de la información se realiza en varias etapas dentro del ciclo de inteligencia[9] con contextos progresivamente diferentes. La evaluación o valoración de un elemento particular de información se indica mediante un sistema convencional de letras y números.

 

Confiabilidad de la fuente

  1. Completamente confiable
  2. Generalmente confiable
  3. Bastante confiable
  4. No suele ser confiable
  5. No es confiable
  6. La confiabilidad no puede ser juzgada

 

Precisión de la Información

  1. Confirmada por otras fuentes confiables
  2. Probablemente cierta
  3. Posiblemente cierta
  4. Dudosa
  5. Improbable
  6. No se puede juzgar la precisión

 

La evaluación toma en consideración simultáneamente tanto la confiabilidad de la fuente basada en su desempeño anterior como la credibilidad de la información misma. El proceso implica una verificación contra la inteligencia que ya se tiene y una conjetura informada sobre la precisión de la nueva información en función de qué tan bien encaja con la inteligencia anterior.[10] Aunque independientes, los dos aspectos no pueden separarse totalmente el uno del otro. La autoridad de la fuente, que puede no coincidir necesariamente con su confiabilidad, nunca puede ser ignorada, aunque a veces se sobrevalora a la luz de la credibilidad de la información, algo que tiene que ver con las expectativas de las personas involucradas en la evaluación. proceso. Pero las personas, incluidos los analistas de inteligencia y los historiadores, tienden a creer lo que sospechan o esperan que sea cierto, o lo que se ajusta mejor a sus necesidades personales, por lo que siempre hay un elemento de sesgo en cualquier evaluación de la información. Cabe recalcar que ambas valoraciones deben ser totalmente independientes entre sí, y se indican de acuerdo con el sistema mostrado anteriormente. Por lo tanto, una información que se considera “probablemente cierta” recibida de una fuente considerada “generalmente confiable” se designa como “B2”.

Hay que tener en cuenta que la pregunta de qué fuente tiene autoridad y cual no no la tiene es muy relativa. Una fuente altamente autorizada puede producir información creíble, pero el oficial de inteligencia siempre debe hacerse la pregunta: “¿Por qué?” Cuanto mayor sea la autoridad de la fuente, mayor será la posibilidad de que pueda estar viciada o haya sido comprometida y, por lo tanto, mayor será el peligro de desinformación. Es posible que las fuentes altamente autorizadas de los gobiernos totalitarios no siempre digan la verdad, pero las fuentes altamente autorizadas de los países democráticos tampoco pueden ser muy confiables. Hay evidencia de que la CIA ha estado involucrada en el reclutamiento de académicos en las universidades estadounidenses más prestigiosas y periodistas en los medios estadounidenses más influyentes. Además, se sospecha que la KGB, el Mossad e incluso los servicios de inteligencia cubanos, entre otros, han hecho un buen trabajo penetrando en las universidades y los medios estadounidenses.

Desde el punto de vista de la inteligencia y el espionaje, un documento robado suele ser más valioso que uno secreto transmitido gratuitamente de cualquier fuente, ya que disminuye, aunque no elimina por completo, el riesgo de información deliberadamente engañosa. El “por qué? sin embargo, se aplica no solo al peligro de la desinformación plantada a propósito.

También debe cuestionarse la fuente, incluso aquella cuya buena fe está fuera de toda duda. El peligro está en que un servicio de inteligencia cree lo que quiere creer, un problema que ha afectado a todos los servicios de inteligencia del mundo en un momento u otro. El problema del prejuicio del evaluador es inevitable en inteligencia; se extiende incluso a la información de mayor credibilidad procedente de las fuentes más fiables. El prejuicio en la evaluación nunca puede eliminarse por completo en un servicio de inteligencia y, lo que es más importante, en los altos círculos gubernamentales. Además, crear evaluadores para evaluar a los evaluadores solo puede agravar en proceso. Dentro del estamento de inteligencia, la única salvaguardia efectiva radica en la competencia individual y la calidad de sus miembros. Aún más importante es su honestidad intelectual y coraje personal para enfrentar las presiones desde arriba.

Siempre se debe tener en cuenta que ninguna fuente puede considerarse infalible y ningún dato de información puede considerarse totalmente exacto. Cualquiera que sea el caso, las posibilidades de error, mala interpretación, malentendido y engaño son demasiado altas para confiar ciegamente en cualquier información. Super patriotas, partisanos doctrinarios, historiadores de corte, trepadores burocráticos, gente de mentalidad provinciana, enemigos infiltrados, todos son peligros potenciales para la sana evaluación de la información. Perspectiva, perspicacia, una perspectiva filosófica, así como el conocimiento y el sentido de la historia, y quizás un poco de escepticismo y sentido del humor: estas son las cualidades de un analista de inteligencia que minimizan el error en la interpretación y evaluación de la información.

 

Sucesos del 11 de septiembre del 2001

Según la información oficial, el 11 de septiembre del 2001 un grupo de terroristas secuestró varios aviones de pasajeros, estrelló dos de ellos contra las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial en Manhattan y otro contra el edificio del Pentágono en Washington.

Pero toda la información que el pueblo estadounidense recibió sobre los sucesos del 11 de septiembre provino de una sola fuente: el gobierno estadounidense. Con la sola excepción de la congresista Cynthia MacKinney, quien desde el principio cuestionó la versión de los hechos ofrecida por el gobierno estadounidense, nadie en las dos ramas del Partido Repúcrata[11] la cuestionó. Los principales medios de comunicación estadounidenses en su conjunto aceptaron esta versión de los hechos y se convirtieron en un vocero obediente que la repetía como un loro una y otra vez hasta la saciedad. En realidad, la única fuente de información disidente sobre el 11 de septiembre ha sido la Internet y algunos libros publicados por editoriales menores independientes.

El gobierno de los EE. UU., como todos los gobiernos del mundo, está formado por políticos, y los políticos nunca han sido una fuente de información veraz.[12] Además, el actual gobierno de los EE. UU. está totalmente bajo el control de los conspiradores del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), una organización controlada por los Rockefellers y otros banqueros internacionales, cuyo objetivo es destruir los Estados Unidos e implementar un Nuevo Orden Mundial totalitario, y que actualmente ha cedido su lugar al Foro Económico Mundial, cuyo objetivo es implementar ese nuevo orden en el resto del mundo.

Por tanto, calificaré la única fuente de información del 11 de septiembre del 2001, es decir, los agentes secretos del CFR en el gobierno de los EE. UU., con una D: no suele ser confiable.

Ahora echaré un vistazo a la precisión de la información en sí.

Probablemente, la principal característica de la información veraz es que en el pasado se ha demostrado que una información similar es cierta. Por supuesto, hay una primera vez para todo, y el hecho de que nunca haya sucedido un evento similar antes del presente no es una indicación segura de que no pueda suceder. Pero, en el análisis de hechos históricos, tenemos la ventaja añadida de que podemos sumar a la valoración de la información la ocurrencia de hechos similares en los que la información ha resultado ser cierta o no, posteriormente al que se trata. En consecuencia, la evaluación de la información en sí misma en el caso de eventos históricos es un proceso que involucra una verificación contra la inteligencia ya disponible sobre eventos similares antes y después del evento en cuestión. También implica una conjetura informada sobre la precisión de la información relacionada con el suceso en función de qué tan bien encaja con esta inteligencia.

En el caso de los sucesos del 11 de septiembre del 2001, la evidencia muestra que, en primer lugar, nunca antes ni después de esa fecha, se ha derrumbado un rascacielos con estructura de acero a causa de un incendio. En segundo lugar, nunca antes o después del 11 de septiembre de 2001, un rascacielos se derrumbó sobre su propia huella, excepto como resultado de una demolición controlada. Esta es la razón por la que a las empresas que realizan demoliciones controladas se les paga grandes sumas de dinero por hacer su trabajo. Si los edificios, en particular los edificios con estructura de acero, pudieran caer sobre su propia huella al ser demolidos, estas empresas serían superfluas, pero no lo son.

Pero los agentes del CFR en el Gobierno de los Estados Unidos quieren hacernos creer que, excepcionalmente, el 11 de septiembre de 2001, no uno, ni dos, sino tres rascacielos con estructura de acero se derrumbaron sobre su propia huella como resultado de los incendios. Por lo tanto, extrapolando de otra información verificable, cualquier analista de inteligencia serio concluiría que la precisión de la información en sí provista por los agentes del CFR en el gobierno de los EE. UU. podría calificarse justamente como un 5, es decir, improbable.

En consecuencia, una evaluación de inteligencia de los eventos del 11 de septiembre producirá un D5: es decir, la fuente no suele ser fiable, la exactitud de la información es improbable. Por las mismas razones, con base en la evaluación de la información sobre los eventos del 11 de septiembre proporcionada por los agentes del CFR en el gobierno de los EE. UU., cualquier servicio de inteligencia en el mundo puede decodificarla fácilmente como un intento descuidado y falso de transmitir desinformación disfrazada de verdadera inteligencia. Además, el hecho de que los eventos del 11 de septiembre sirvieran como un pretexto caído del cielo para llevar a cabo políticas decididas con mucha anticipación, tales como la invasión de Iraq, es un verdadero índice de que tal vez en realidad no fue caído del cielo sino del CFR.

Como luego declararon descaradamente algunos participantes en la conspiración, nunca se debe desperdiciar una buena crisis, especialmente una crisis creada artificialmente.

 

La crisis de los cohetes en suelo cubano en 1962

De manera similar a la supuesta falla de la CIA en anticipar los eventos del 11 de septiembre, mucho se ha escrito sobre la falla de la CIA en predecir el despliegue de cohetes estratégicos nucleares soviéticos en suelo cubano en 1962. Esta falla se ha atribuido directamente al llamado “Estimado de septiembre”.

En varias ocasiones, el presidente Kennedy había pedido a la comunidad de inteligencia una evaluación de la concentración militar soviética en Cuba, pero aparentemente ningún funcionario del gobierno había anticipado ese paso tomado por los soviéticos. En cada una de las cuatro veces que la comunidad de inteligencia estadounidense emitió su Estimado de Inteligencia Nacional (EIN),[7] con informes oficiales sobre Cuba y el Caribe, habían advertido al presidente que los soviéticos nunca pondrían armas ofensivas al alcance de Castro. El último EIN, fechado el 19 de septiembre, justo antes de que estallara la crisis, llegó a conclusiones similares.

Basada en la valoración de la información realizada por Sherman Kent y sus analistas, la Junta de Inteligencia de los Estados Unidos (USIB) concluyó sin reservas que el emplazamiento de cohetes ofensivos soviético en Cuba era altamente improbable. Siguiendo la metodología para evaluar la información que he descrito anteriormente, el estimado señaló que la Unión Soviética no había dado este tipo de paso con ninguno de sus satélites en el pasado. De hecho, los soviéticos nunca habían colocado armas nucleares estratégicas fuera de sus propias fronteras territoriales, ni en las leales naciones comunistas de Europa del Este, ni en la China comunista.[8] Tanto los líderes militares como civiles habían creído todo el tiempo que la Unión Soviética nunca se arriesgaría a tal acción, especialmente después de las reiteradas garantías, tanto públicas como privadas, que les habían dado los soviéticos.[9] Pero, apenas unos días después de emitido el estimado, aviones estadounidenses U-2 tomaron fotos en las que los fotointérpretes de la CIA encontraron lo que consideraron fuerte evidencia de la presencia de misiles nucleares estratégicos soviéticos de mediano alcance en suelo cubano. ¿A qué se debió ese error? Bueno, en realidad no hubo error alguno.

El hecho de que nunca antes, y nunca después de la crisis de los misiles en Cuba, los soviéticos desplegaran cohetes nucleares más allá de sus fronteras es un fuerte indicio de que las predicciones de Sherman Kent y sus analistas en su evaluación de la situación en Cuba fueron confirmadas por los hechos. Pronosticaron que los soviéticos nunca colocarían cohetes nucleares en Cuba, y no lo hicieron. Lo único que habría probado que el Estimado estuvo equivocada habría sido la prueba real de la presencia de ojivas nucleares en Cuba en 1962. Esta habría sido la prueba irrefutable. Pero, contrariamente a las reiteradas afirmaciones sin fundamento de lo contrario, hasta el día de hoy, la presencia de ojivas nucleares en Cuba en 1962 nunca ha sido probada[10] por la sencilla razón de que nunca estuvieron allí.

Por tanto, el Estimado de septiembre no podría haber sido más preciso. Sherman Kent y el resto de la gente de la USIB demostraron su valía a la comunidad de inteligencia estadounidense.[11] Desafortunadamente, no sabían que, al hacer lo correcto en nombre del pueblo estadounidense, estaban dañando los intereses de sus verdaderos amos, los conspiradores del CFR. En un análisis post mortem de las supuestas causas del fracaso del Estimado, el Subdirector de Estimados Nacionales Sherman Kent, Presidente de la Junta de Estimados Nacionales, admitió a regañadientes que habían estado equivocados. Pero no pudo evitar señalar lo que consideraba la “el increíble desatino de la decisión soviética de colocar cohetes en Cuba”.[12] Por supuesto, Kent tenía toda la razón al creer que, si Jrushchov realmente hubiese hecho lo que parecía haber hecho, habría sido un desatino. Más aún, algo que quizás Kent podría haber pensado, pero no puso por escrito, al hacer lo que aparentemente había hecho, el primer ministro soviético habría demostrado ser un estúpido, un tonto incompetente y un loco. Pero, como puede mostrar cualquier libro sobre el primer ministro soviético, no fue así. Nikita Jrushchov era muchas cosas, algunas no muy agradables, pero no era un chiflado.

Ahora bien, una regla elemental del tradecraft establece que cuando ocurre un cambio inesperado e inexplicable en el comportamiento del enemigo, lo primero que hay que sospechar es el engaño.

 

Según las propias prácticas comerciales prescritas por la CIA, como se indica en el documento A Compendium of Analytic Tradecraft Notes,[13] existen señales de advertencia para detectar el engaño del enemigo que indican la probabilidad de que un país u organización esté involucrado en un intento de desinformación. Este primer grupo de advertencias tiene que ver con la probabilidad de que un país pueda estar involucrado en un intento de distorsionar las percepciones del analista: (He agregado entre paréntesis los hechos conocidos que prueban que cada una de las seis señales de advertencia estuvo presente durante el crisis de los cohetes en 1962 y fueron ignoradas por los analistas de la CIA.)

 

  1. Medios.

El país evaluado tiene la experiencia y los medios para emprender operaciones de engaño sofisticadas. [La llamada maskirovka era una práctica soviética común. Durante la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos habían construido una enorme fábrica cerca de los Montes Urales dedicada por completo a la producción de artefactos de madera y cartón que semejaban aviones, tanques, cañones y otros equipos militares.]

 

  1. Oportunidad.

Cuando se sabe que el país tiene conocimiento de la periodicidad y agudeza de los vehículos técnicos de recolección de información que pasan sobre un área que desea proteger y lo permite, los analistas deben estar conscientes de que la información resultante puede ser incompleta y también distorsionada deliberadamente. [Después de estudiar el derribado U-2 de Gary Power, los soviéticos conocían las extraordinarias capacidades de detección de ese avión.]

 

  1. Motivo.

Se cree que está presente un motivo para engañar. [En el caso de Jrushchov, su motivo puede haber sido su deseo de deshacerse del poco confiable Castro, cuyas actividades militares encubiertas le creaba problemas a la URSS, y trató de que los estadounidenses llevaran a cabo, sin darse cuenta, ese trabajo.]

 

El segundo conjunto de advertencias se centra en anomalías en la información disponible para los analistas. Estas señales de advertencia incluyen:

 

  1. Lagunas sospechosas en la información.

Los analistas no están recibiendo toda la variedad y el volumen de información que esperarían si no hubiera una manipulación deliberada de las fuentes y las plataformas de recopilación. [Las actividades de recopilación de información de EE. UU. sobre la Unión Soviética se detuvieron después de que el avión U-2 de Powers fue derribado].

 

  1. Contradicciones a un patrón cuidadosamente investigado.

La nueva información no coincide con las prioridades y prácticas observadas previamente del oponente. [Los soviéticos nunca habían desplegado armas nucleares más allá de sus fronteras].

 

  1. Confirmación sospechosa.

Un nuevo flujo de información procedente de fuentes clandestinas o de acopio técnico parece reforzar la justificación de la acción. [Es decir, información provista por Oleg Penkovsky, quien todo indica que siempre trabajó para la inteligencia soviética.][14]

 

El autor de esta Notas fue Jack Davis, un oficial retirado que pasó 40 años como practicante, maestro y crítico del análisis de inteligencia. Aunque las Notas se publicaron en 1997, éstas resumían prácticas que habían sido procedimientos operativos comunes en la CIA durante muchos años, incluso durante la crisis de los misiles en Cuba. Por lo tanto, las graves fallas en el análisis por parte de los analistas de la CIA y la incapacidad de los oficiales de la CIA para detectar los esfuerzos de engaño de los soviéticos tal vez no deben atribuirse a “errores”, sino a un deseo deliberado de engañar a los que tomaban las decisiones estadounidenses. Esto explicaría por qué, en relación con la crisis de los cohetes, tantos altos funcionarios de la CIA cometieron una violación tan evidente de sus prácticas establecidas.[15]

 

 

Notas:

 

  1. He escrito cuatro libros siguiendo esta metodología: The Secret Fidel Castro: Deconstructing the Symbol, The Nuclear Deception: Nikita Khrushchev and the Cuban Missile Crisis, Psychological Warfare and the New World Order: The Secret War Against the American People y Partners in Crime: The Rockefeller, CFR, CIA and Castro Connection to the Kennedy Assassination. Como es de esperar, mis conclusiones difieren considerablemente the de as de otros autores que han escrito libros sobre esos temas. A quienes se interesen en el tema de la inteligencia y el espionaje, les sugiero que lean mi libro Intelligence and Espionage: A Game With no Rules.

 

  1. Tradecraft pudiera traducirse como “oficio”, aunque el término conlleva connotaciones algo diferentes. El término se refiere a las técnica básicas, el modus operandi de las agencias de inteligencia en llevar a cabo sus operaciones de inteligencia y espionaje. Ver, William Hood, Mole (New York: Ballantine, 1982), p. xiv.

 

  1. Sun Tzu, The Art of War -translated by Samuel B. Griffin (London: Oxford University Press, 1963), p. 66. El Mossad, la organización de inteligencia israelí, lo reconoce explícitamente en su lema: Por vía del engaño hacemos nuestro trabajajo.

 

  1. La compartimentación se basa en el principio de que un proyecto grande y multifacético se debe dividir en subpartes que se pueden investigar y desarrollar de forma independiente. La compartimentación implica el concepto de “necesidad de saber”, por el cual la información relacionada con una parte específica de una operación se transmite solo a las personas que trabajan en ella. El resultado es que solo unas pocas personas de alto nivel saben de qué trata toda la operación. Por lo tanto, si hay una indiscreción, se reduce la posibilidad de que toda la operación se vea comprometida.

 

  1. E. H. Carr, What is History? (Cambridge: University of Cambridge Press, 1961).

 

  1. Para un análisis disidente que prueba que la presencia de ojivas nucleares soviéticas en suelo cubano en 1962 nunca se ha probado, véase mi libro The Nuclear Deception: Nikita Khushchev and the Cuban Missile Crisis (Oakland, California: Spooks Books, 2002).

 

  1. Citado en Allen Dulles, The Craft of Intelligence (New York: Signet, 1965) , p. 11.

 

  1. Sun Tzu, The Art of War – traducción de Samuel B. Griffin (London: Oxford University Press, 1963), p. 144.

 

  1. Ciclo de Inteligencia: El proceso por el cual la información es adquirida, convertida en inteligencia, y circulada entre las personas autorizadas. El ciclo de inteligencia se compone de cinco fases, llamadas “ciclo de inteligencia”: Planeamiento-dirección, colección, procesado, análisis-evaluación y diseminación.

 

  1. Según la Teoría de la Comunicación formulada por Claude Shannon en 1940, que postula que la cantidad de información es directamente proporcional a lo inesperado del mensaje, se aplica perfectamente al campo de la inteligencia y el espionaje. Pero no hay que olvidar que la información no se convierte en inteligencia hasta que ha sido evaluada en el ciclo de inteligencia.

 

  1. Hace años comencé a usar el término “Repucráta” para referirme a los dos partidos políticos, el Republicano y el Demócrata, aparentemente opuestos pero que en realidad son la misma cosa, que controlan la política en los EE.UU.

 

  1. Véase, por ejemplo, David Wise, The Politics of Lying (New York: Random House, 1973).

 

  1. Ver CIA, Directorate of Intelligence, “A Compendium of Analytic Tradecraft Notes”, febrero de 1997, https://davebucklin.com/icfiles/OSS2000-01-23.pdf

 

  1. Dediqué todo un capítulo de mi libro The Nuclear Deception al análisis del caso Penkovsky, y llegué a la conclusión de que siempre trabajó para los servicios de inteligencia soviéticos. Penkovsky alertó al MI-6 y luego a la CIA sobre la presencia de cohetes soviéticos en Cuba siguiendo órdenes de la GRU, la inteligencia militar soviética.

 

  1. Sin embargo, tengo una teoría, pero explicarla llevaría demasiado tiempo y está más allá del alcance de este trabajo. Por lo tanto, para saberlo el interesado quizás tenga que leer mi libro The Nuclear Deception: Nikita Khrushuchev and the Cuban Missile Crisis.[15] Finalmente, ¿por qué el presidente Kennedy no aprovechó la oportunidad para deshacerse de Castro, su supuesto archienemigo? ¿Por qué no autorizó a la Armada de los Estados Unidos a abordar los barcos soviéticos que supuestamente traían de regreso a la URSS los cohetes y sus ojivas nucleares, y verificarlo? ¿Sabía Kennedy algo que nosotros ignoramos? Estas son las verdaderas preguntas a responder para resolver este enigma histórico llamado la crisis de los cohetes.

 

Pero no es necesario leer mi libro. Las fotos tomadas por los U-2s se pueden ver en alta resolución en la Internet. Lo que en ellas se ve son largas cajas de madera —que la CIA aseguró que contenían los cohetes. También muestran unos bunkers de concreto —que la CIA aseguró que ocultaban las ojivas nucleares. También se pueden ver fotos de largas cajas de madera en las cubiertas de los buques soviéticos —que la CIA aseguró que contenían los cohetes de regreso a la URSS. Pero, como he explicado en este artículo, hay que tener mucho cuidado en creer información proveniente de una organización de mentirosos profesionales, es decir, de una agencia de inteligencia.

Servando Gonzalez, 6 marzo 2023

Publicado por Red Internacional

 

 

 

 

 

 

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