El enigma de la servidumbre voluntaria – por L’Anonyme

En 1548, Etienne de la Boétie (1530-1563) se planteaba la siguiente pregunta en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria: “¿Qué desgraciado vicio ha deformado tanto al hombre, el único verdaderamente nacido para vivir en libertad, como para hacerle perder todo recuerdo de su estado primerizo e incluso el deseo de recuperarlo? *

Casi 450 años después, el enigma del origen y la permanencia de la servidumbre voluntaria sigue sin resolverse…

Descartando de plano todo el discurso religioso, político, sindical o asociativo que proclama la existencia de la libertad y el poder del pueblo, afirmamos, por el contrario, que existe un estado de hecho de servidumbre voluntaria casi generalizada.

Habiendo perdido todo recuerdo de la independencia de comportamiento y de espíritu, cuando no de libertad, de que gozaban sus antepasados campesinos o artesanos, los trabajadores modernos, como todos los asalariados del Estado o de las empresas privadas, aceptan en su gran mayoría sus condiciones de sumisión al orden establecido, y las de su explotación.

Por estar privados de su vida libre, se actúa sobre ellos y ya no actúan ellos mismos, el espacio-tiempo social de su actividad, las condiciones y el futuro de lo que producen así como de lo que consumen ya no les pertenecen.

Si los dirigentes económicos, políticos o sindicales (llamados responsables según la nueva terminología) conservan cierto número de privilegios relativos, es a condición de someterse a los dictados de la lógica capitalista a la que sirven haciéndose cómplices de la renovación de las leyes y decretos que garantizan la perpetuación de la estructura democrático-capitalista.

No hay oposición entre los estatistas (de izquierda o de derecha) y los liberales, todos están de acuerdo en lo esencial: la preservación del Estado y la perpetuación del trabajo asalariado. Todo lo demás no es más que un divertimento para los ciudadanos consumidores del espectáculo democrático (que es un democratismo en realidad).

La sumisión es tanto más aceptada cuanto que es generalizada y va acompañada de una confirmación periódica por parte de la masa democrática en la que tanto los esclavos asalariados como los artesanos, comerciantes o profesiones liberales y campesinos, sometidos también al capitalismo financiero, son invitados a renunciar a la parcela de poder individual que tienen en un acto totalmente irresponsable que entrega a otros tan irresponsables como ellos la tarea de someterlos a una organización económica, política y social que ya nadie quiere controlar. De este modo, se desarrolla una hetero-organización (organización extranjera), que crece tanto mejor cuanto más amplia y profunda es la sumisión, y que conduce a la constitución de una sociedad de irresponsabilidad frente a la guerra económica en curso.

 

¿Cómo es posible que la especie humana haya llegado a este avanzado estado de descomposición en el que la autodomesticación generalizada a la lógica mercantil y financiera provoca simultáneamente la miseria social y la degradación de las especies vegetales y animales que aseguran y acompañan la vida humana?

En la forma en que presenta el enigma de la servidumbre voluntaria, La Boétie nos proporciona muchos indicios de que no estaba tan lejos de la solución como algunos pretenden.

Había conocido a hombres y mujeres que habían pertenecido a sociedades sin Estado y no conocían ni la jerarquía ni la obediencia ni la servidumbre. Así, supo que el hombre había sido “desnaturalizado”. ¿Cuándo y cómo pudo producirse este proceso de desnaturalización?

La Boétie no pudo responder a estas nuevas preguntas. Sin embargo, en su discurso imagina los medios que podrían haberse utilizado “pues para que los hombres, mientras haya en ellos un vestigio de hombría, se dejen subyugar, es necesario que se den dos cosas, o que se les obligue o que se abuse de ellos”.

Hoy podemos ofrecer el principio de una respuesta al enigma de la servidumbre voluntaria.

Para comprender el origen de la servidumbre voluntaria debemos situarnos resueltamente en un periodo de la evolución humana anterior a la institución estatal-religiosa. Queremos tender un puente entre la prehistoria y la historia sin dejarnos confundir por la opinión generalizada de que el comportamiento humano es inmutable y que la sumisión del mayor número al menor es permanente.

Comprendemos muy bien la unanimidad entre dirigentes y seguidores que, como marido y mujer, protegen una institución por motivos diferentes. Unos, los dirigentes, tienen todas las de perder en esta revelación, tanto sus poderes como sus vidas, mientras que los otros, los dirigidos, quieren conservar el dudoso beneficio de la protección que les da su amo, pero sobre todo la apariencia de amor propio que enmascara la humillación que sufren y el desprecio de sí mismos para ayer, hoy y mañana.

Antes de su sedentarización, los hombres adquirieron el uso del habla, el fuego y las herramientas e iniciaron una representación pictórica de sí mismos y de su entorno, preludio de la invención de la escritura. Nótese aquí la principal diferenciación sociológica entre animales sociales y humanos en sociedad, la “capacidad de los humanos de darse una representación del mundo que duplica su participación real en el mundo”. Viven en grupos nómadas que limitan tanto sus reservas como su descendencia.

Dentro del grupo comunitario se respeta rigurosamente el principio antijerárquico y se descarta cualquier intento individual de hacerse con el poder mediante la exclusión del individuo considerado asocial. Pues la igualdad entre los miembros en las sociedades primitivas es, aún hoy, el criterio mismo de su humanidad y la condición indispensable para la indivisibilidad del grupo…

La tribu toma del entorno natural, mediante la recolección, la caza o la pesca, los recursos que necesita para vivir asociada a él.

La sedentarización de ciertos grupos humanos, hace 12.000 años en Oriente Próximo, la documentan descubrimientos arqueológicos. Pero resulta que ninguna explicación, como el cambio climático, la escasez de caza o el aislamiento geográfico, puede justificar plenamente esta elección.

Con los primeros poblados llegó la domesticación del lobo como ayuda al cazador primitivo y el cultivo de pastos, probablemente por parte de las mujeres.

Esta nueva organización de la relación del hombre con la naturaleza se prolongó durante 4000 años, constituyendo la fase de predomesticación de la especie humana. Esta fase de predomesticación fue suave y permitió un aumento simultáneo de las reservas alimentarias y de la población humana gracias a la mayor productividad de la actividad humana y a la estabilidad del asentamiento.

Este doble fenómeno, acumulación y aumento de las reservas alimentarias por un lado, y progresión demográfica por el otro, provoca la aparición de nuevos comportamientos humanos y simultáneamente de nuevas representaciones:

– Para garantizar la continuidad de la producción alimentaria, los grupos humanos tienden a apropiarse de una parte del territorio con el fin de preservar su uso y proteger el producto de su actividad;

– Con el aumento de la población y a pesar de la expansión geográfica, los grupos humanos sedentarios deben proteger pasiva y activamente sus territorios y sus productos contra la “toma” de los grupos humanos nómadas;

– Las parcelas de tierra apropiadas son la base constitutiva de la división del grupo tribal con la aparición de la familia y su economía doméstica, que contradice los objetivos de la economía tribal natural;

La justificación de estos nuevos comportamientos, las diferentes formas de resolver las cuestiones de la producción y reproducción humanas son la base de los usos de las prohibiciones de las culturas diferenciadas.

A partir de entonces, los conflictos entre grupos nómadas o sedentarios se intensificaron o se transformaron mediante intercambios ritualizados. Así, los pigmeos, cazadores-pescadores-recolectores de hoy, intercambian su cosecha del medio forestal por los productos de los grupos sedentarios.

Con la domesticación de ovejas y cabras hace 8.000 años, se alcanzó una nueva etapa en la transformación de la relación entre el hombre y la naturaleza. Esto iba acompañado de la producción de plantas forrajeras para los animales mediante la agricultura, cuando el ganado se volvía sedentario. Más adelante, ciertos grupos nómadas, actualmente en grave peligro de extinción, se convertirían en pastores.

Unos 3000 años más tarde, los hombres emprendieron la domesticación de importantes animales sociales, después de las cabras y las ovejas, los bueyes y los cerdos, luego el caballo, el asno y el camello.

Para comprender la importancia de esta nueva etapa, es esencial definir la domesticación de animales en términos de sus objetivos, medios y consecuencias.

La domesticación es un proceso destinado a controlar una población de animales sociales aislándolos de su entorno social y natural. Este proceso consiste en eliminar la selección natural creando condiciones de vida artificiales. Los humanos protegen a los animales de los depredadores y les proporcionan alimentos y cuidados.

La domesticación continúa con la aplicación de la selección artificial basada en rasgos estructurales o de comportamiento para obtener ventajas económicas.

Como resultado, los animales domesticados son, en la mayoría de los casos, incapaces de volver a la naturaleza. Los cambios provocados pueden ser conductuales, funcionales, anatómicos o cromosómicos.

Con las variantes específicas de cada especie vegetal, la definición de domesticación animal se aplica a la domesticación vegetal, es decir, a la agricultura.

Con la domesticación de animales y plantas, las sociedades humanas modifican las especies animales y vegetales en su propio beneficio e inician una coevolución que cambia el “orden mundial”.

La curiosidad y el ingenio del animal humano están en el origen de este paso decisivo en la relación entre el hombre y la naturaleza: de este paso de la asociación a la domesticación, de la indivisión a la separación.

Este cambio puede ser objeto de una fuerte culpabilización por parte del hombre primitivo hacia sus antepasados. Para descargar tan pesada culpa, se invistió a los antepasados con descubrimientos e inventos como si ellos hubieran sido los inventores. Así es como proceden aún hoy las sociedades primitivas para incorporar el uso de nuevas técnicas o herramientas.

 

Este proceso psicosocial de desplazamiento de la culpa y reconocimiento de la deuda es sin duda la base del culto a los antepasados y el origen de las actitudes religiosas.

No puede haber verdadera religión en sociedades sin estados, explicaciones metafísicas y comportamientos que impidan vincular a los hombres entre sí, porque las sociedades aún no estaban divididas: sólo la dislocación de las comunidades primitivas podía producir lo que hoy llamamos religión.

Insistamos por un momento en esta técnica de eliminación de la culpa individual y social. El individuo (y el grupo) proyecta sobre seres exteriores y muy anteriores a él, la responsabilidad de la alteración social y natural de la que es actualmente culpable.

De este modo, expresa su gratitud a los antepasados y descarga su culpa actual. A cambio, tiene que identificarse con la representación que acaba de dar a luz para que se le devuelva la integridad aparente.

Este mecanismo de identificación-representación sigue funcionando hoy en día en todas las sociedades humanas.

Mediante este ingenioso pero perverso proceso, el individuo (y el grupo) pierde el control de su actividad actual, la memoria del cambio e incluso la idea de una posible transformación en el futuro.

Las sociedades sin Estado habían adquirido un gusto inmoderado por la guerra en los primeros tiempos de la sedentarización. Una guerra machista, en la que los hombres que la emprenden ponen en juego su vida personal para afirmar, mediante la negación mortal (o sea, el racismo integral), de otros hombres que se les parecen, sus casi semejantes. Todos estos fenómenos, domesticaciones, mecanismos de identificación-representación y guerras tribales son necesarios para vislumbrar las razones del monstruoso nacimiento del Estado en las sociedades sin Estado.

Lo que es absolutamente inimaginable para las sociedades indivisas, el establecimiento de un poder separado que destruye la unidad del grupo y la igualdad-solidaridad de los individuos tuvo lugar hace unos 5000 años.

¿Con qué astucia y con qué violencia consiguió un individuo que se admitiera y aceptara el inconcebible poder totalitario de una jerarquía institucional y permanente?

Hemos visto cómo, a través del mecanismo de identificación-representación, los grupos humanos se han privado de cualquier poder consciente para transformar sus vidas y su entorno, pero también de cualquier futuro a través de la desposesión permanente de su pasado.

Sólo los asociales que se atrevían a desafiar las prohibiciones y asumir la responsabilidad del cambio asumiendo la culpa en lugar de los antepasados tenían posibilidades de hacer evolucionar una sociedad bloqueada.

Aún hoy, los reyes ocupan el lugar reservado a los antepasados, son su expresión viva pero también sus representantes. Mediante una prodigiosa inversión, el que hasta entonces había sido excluido o asesinado se convierte en el amo absoluto, el defensor-protector de las comunidades humanas derrotadas que se someten voluntariamente a su dictadura, y el que asegura la continuidad entre el pasado y el futuro.

Con los reyes, la guerra cambia de naturaleza; si persiste el aspecto identitario, se pone al servicio del espíritu de conquista de territorios para apropiarse de sus bienes y reducir a la gente a la esclavitud…

A través de esta violencia contra la especie humana y la sociedad, nace la historia de los historiadores, es decir, la historia del poder separado. Al mismo tiempo, la utilización del recuento de animales domésticos permitió la invención simultánea de las matemáticas y la escritura, las condiciones para una gestión ecológica y totalitaria del agua y, en consecuencia, los primeros archivos.

Como portador de la deuda de los antepasados, aparente conciliador de las contradicciones familiares y tribales, protector de “su” pueblo, acrecentador del poder de “su” comunidad mediante la guerra de conquista, el poder separado ejerce una fascinación activa o pasiva sobre hombres y mujeres que sigue presente hoy en día.

La mujer casada, el sirviente, el soldado, el discípulo, el militante sólo pueden existir si cada uno de ellos tiene el sentimiento de participar (de manera imaginaria) en el poder del amo con el que se identifica, como último recurso contra la desposesión real de la parcela de poder individual de la que era depositario.

El modelo de domesticación animal, en sus objetivos, métodos y consecuencias, se aplica a una gran parte de la especie humana para esclavizarla. Siendo la esclavitud la forma forzada de domesticación humana, y la servidumbre la forma voluntaria de sometimiento. La esclavitud y la servidumbre no se derivan la una de la otra, sino que se desarrollan al mismo tiempo y se refuerzan mutuamente. Esclavitud para los prisioneros de guerra extranjeros y servidumbre para los “súbditos” nativos.

De este modo, se vinculan íntimamente tres formas conflictivas del desarrollo de las sociedades humanas, que entran en la historia de los historiadores tras la desintegración de las comunidades humanas indivisas:

– conflicto del hombre sobre la naturaleza, reflejado en la domesticación de animales y plantas, modelos de las otras dos formas de dominación;

– conflicto horizontal y territorial (geopolítico) entre humanos sobre la base de una identificación-representación de individuos y grupos que permite justificar identitariamente la masacre de los cuasi-similares o su dominación-explotación;

– conflicto vertical, jerárquico y social autorizado por el mecanismo de identificación-representación con el líder, basado en una estafa militar-religiosa original, luego económica-política.

Los tres tipos de conflictos han evolucionado, las clases dominantes han cambiado su naturaleza y sus objetivos, los conflictos territoriales se han enriquecido con motivos nacionalistas o fundamentalistas, se han ampliado los límites de la domesticación animal o vegetal con implantes genéticos, pero los hombres y mujeres de verdad aún no han tomado las riendas de sus vidas.

Esclavos, siervos y asalariados se encuentran desposeídos de toda responsabilidad sobre sus vidas y participan en una historia que es cada vez menos la historia de los hombres como especie humana y cada vez más la historia de la supervivencia de una estructura y una lógica económica y política ajena a los intereses y necesidades de la especie humana que le dio origen.

L’Anonyme, 19 de enero de 2023

 

 

  • Etienne de la Boétie, fue amigo íntimo de Michel de Montaigne, y redactó su célebre ensayo a los 17 años. Precisaba su inquietud escribiendo: « Sólo quisiera que alguien me ayude a entender cómo es posible que tantos hombres, tantas ciudades, tantas naciones lo aguanten todo de un único tirano, que no tiene más poder que el que se le confiere, que sólo puede perjudicarlos en la medida en que aceptan aguantarlo, y… »

 

Original

Traducido por Red Internacional

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