El mito de Anne Frank – por Pedro Varela

El mito, ¿o tendríamos que decir el timo de Anne Frank?, es probablemente ambas cosas a la vez, a raíz de las investigaciones que hemos podido resumir al respecto.

Conocida en el mundo entero por su famoso Diario, Anne Frank es sin duda la “víctima del Holocausto” más celebrada.

 

En lo que se refiere a su impacto entre el público —afirma el “caza nazis” judío Simón Wiesenthal—, el Diario de Anne Frank es “más importante que los juicios de Nuremberg”(The Washington Post, 1 de abril de 1979, pág. H3) .

Organizaciones de influencia, y la mayoría de los medios de comunicación occidentales, promueven un culto casi religioso por Anne Frank. El mensual británico History Today (edición de marzo de 1995), afirma que “El impacto del Diario ha sido inmenso, espe-cialmente en las jóvenes generaciones, niños de colegio, adolescentes y estudiantes. En Alemania desarrollaron una especie de culto a Anne Frank en los años cincuenta similar a los movimientos despertados por Santa Teresa y Santa Bernadette. En 1957, la emoción de masas fue canalizada en un peregrinar de dos mil jóvenes, desde Hamburgo a Bergen-Belsen, incluso lloviendo, durante la ceremonia en la que se depositaron flores en las fosas comunes, en una de las cuales fue enterrada Anne Frank”.

Pero lo cierto es que el caso de Anne Frank no es diferente al de muchos otros judíos sujetos a la política de medidas anti judías en tiempo de guerra llevadas a cabo por las potencias del Eje, no en menor medida justificada por la declaración de guerra que la nación judía realizó contra Alemania ya en 1933, es decir seis años antes de iniciarse el conflicto bélico.

Como parte del programa de evacuación de los judíos de Europa occidental, la niña de catorce años y otros miembros de su familia fueron trasladados por tren de Holanda al campo de trabajo de Auschwitz-Birkenau (actualmente en el sur de Polonia).

Varias semanas más tarde, ante el avance del ejército soviético, fue evacuada —junto a otros muchos deportados judíos— en ferrocarril de Auschwitz más de 400 Km. dirección occidente al campo de Bergen-Belsen, en Alemania del Norte. Fue allí donde junto a otros compañeros del campo, Anne cayó enferma de tifus, enfermedad de la que murió a mediados de marzo de 1945. No fue ejecutada ni asesinada. Anne Frank pereció —al igual que millones de no judíos en Europa durante los meses finales del conflicto—, como otra víctima indirecta de la guerra más devastadora. Su padre, Otto Frank, cayó igualmente enfermo de tifus y fue transferido por los alemanes a la enfermería del campo de Auschwitz, donde se recuperó. Finalmente formó parte de los miles de judíos que débiles o enfermos quedaron allí al abandonar los alemanes el campo, cuando en enero de 1945 los soviéticos arrollaron el mismo. Otto Frank murió tranquilamente por causas naturales, y no a consecuencia de “gaseamiento” alguno en Suiza en agosto de 1980.

Pero si la política alemana hubiera sido realmente la de asesinar a Anne Frank y a su padre, nunca hubieran sobrevivido a Auschwitz. Su caso, todo lo trágico que se pueda considerar, no merece ser falseado por intereses políticos y económicos.

La primera víctima de la guerra fue la verdad, cuya tergiversación era utilizada como arma de guerra psicológica:

“No sé cuánto tiempo más podremos mantener que los alemanes están matando judíos en cámaras de gas. Es una mentira grotesca, como la de que los alemanes en la I Guerra Mundial fabricaban mantequilla con los cadáveres de sus enemigos…” “Se trata de una mentira que puede poner en peligro nuestra propaganda”.

Esta fue la respuesta del jefe de la propaganda británica a Winston Churchil, desaconsejándole firmar dicha acusación contra Alemania, propuesta por el P.W.E. (Political Warfare Executive), departamento inglés responsable de la “guerra psicológica”. La idea fue recogida inicialmente según los rumores propagados por polacos y judíos en agosto de 1942.

“El Foreign Office enseguida se dió cuenta de que se trataba de una mentira, pues los polacos y los judíos siempre estaban mintiendo para predisponer a Inglaterra contra Alemania”.

No obstante el P.W.E. decidió utilizar y ampliar estas historias como base en la guerra propagandística contra los alemanes. Es dentro de este contexto de “guerra psicológica” y de “propaganda de atrocidades” en el que hay que enmarcar la historia de Anne Frank.

Pero no únicamente. Como bien indica Felderer  en su momento no sólo ha servido para denigrar a Hitler y la Alemania nacionalsocialista, también se ha demostrado útil a la causa de los israelíes en Medio Oriente, otorgándoles la sensación de que sus pretensiones sobre Palestina eran legítimas. Anne era el símbolo de los niños judíos perseguidos. Harwood añade que con esta y otras historias similares, se ha pretendido acobardar todo nacionalismo a partir de ese momento siempre sospechoso de criminal, en favor de un internacionalismo útil a las pretensiones de la Alta Finanza de un gobierno mundial.

¿QUIÉN FUE EL AUTOR DEL DIARIO?

otto frankOtto Frank, padre de Anne y manipulador del Diario de su hija.

Pero, ¿quién escribió el Diario de Anne Frank? Se dice que “inicialmente, la publicación del Diario fue rechazada por nu-merosos editores” .

Desde 1952, en que fue editado por vez primera en París —la primera edición holandesa apareció en el verano de 1947 —, se han hecho más de cincuenta ediciones en todos los idiomas importantes, contabilizando hasta la fecha más de 25 millones de ejemplares vendidos, muchos de ellos a la fuerza, amén de una hollywoodense película de gran éxito, obras de teatro y numerosas adaptaciones transmitidas por radio y televisión.

Pretende ser el verdadero diario íntimo de una niña judía de Amsterdam, de 12 años de edad, escrito durante la ocupación alemana, mientras permanecía escondida con su familia en los fondos de una casa; posteriormente fueron arrestados (4 de agosto de 1944) y trasladados a campos de internamiento, donde Anne Frank falleció a los 14 años de edad, en marzo de 1945, víctima de una epidemia de tifus que se extendió en la zona.

Señalemos aquí que la detención de los Frank la llevó a cabo la policía holandesa (Policía Verde) y que Anne fue trasladada primeramente al campo de tránsito para deportados judíos de Westerbork (Holanda), posteriormente, el 2 de septiembre de 1944, al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau y en diciembre del mismo año a Bergen-Belsen, donde el fin de la guerra y el caos inherente producido por los bombardeos aliados sobre ciudades y los medios de comunicación y avituallamiento llevarían al hambre y el tifus.

Es decir que fue paseada por toda Europa. Uno se pregunta si no suponía todo esto un esfuerzo por perder la guerra, puesto que en un momento de máxima necesidad, los alemanes se dedicaban a trasladar a los presos de naciones enemigas de campo en campo, con el consiguiente consumo del escaso combustible que hacía falta en el frente y con la utilización de numerosos trenes útiles en otros menesteres. Y si la intención de los alemanes era “exterminar” a la población judía, tampoco se comprende que Anne pasara tres meses en Auschwitz sin ser “gaseada” para ser trasladada a Bergen-Belsen, que en ningún caso era un campo de “exterminio” (según el Institut für Zeitgesehichte de Munich, institución paraoficial del gobierno alemán, ni en Bergen-Belsen ni en todo el antiguo territorio del Reich existieron cámaras de gas para el exterminio de seres humanos). Añadamos que el padre, Otto Frank, fue hospitalizado en Auschwitz para ser curado de sus dolencias. Resulta en cualquier caso sorprendente este interés de los alemanes para que los teóricamente destinados a la cámara de gas entraran en ella gozando de salud.

Según Otto Frank, el Diario fue encontrado por casualidad, por él mismo, escondido en una cavidad que, casualmente, se hallaba entre la viga y el techo del lugar donde habían estado recluídos, antes de caer en poder de los alemanes. Ese encuentro fortuito ocurrió, según Otto Frank, bastante después de finalizada la guerra, en 1952, si bien esta fecha no coincide con la de publicación de las primeras ediciones (1947). Para Wolfgang Benz el diario fue hallado por Miep Gies, una vecina de los Frank en la Prinsengracht 263 de Amsterdam, el mismo 4.8.44, día de la detención.

Se dice que Anne Frank escribió su diario a escondidas. Así lo afirma en su prólogo George Stevens, quien afirma no sólo que el diario era pequeño, sino también “que del pequeño diario sólo Anne tenía conocimiento”. Aquí surge un problema, ¿cómo es que un libro que, según las ediciones, tiene unas 230, 240 ó 290 páginas, puede ser incluido en un diario pequeño que podía ser escondido detrás de unas libretas de apuntes del colegio? A pesar de hallarse en un desván relativamente pequeño, ninguno de los acom-pañantes la vio escribir, lo cual no deja de ser difícil, teniendo en cuenta que se trataba de un escrito voluminoso. Otros autores no coinciden sobre este punto.

Según el historiador catalán J. Bochaca, que una niña de doce años escriba, en la segunda página de su diario, un ensayo filosófico sobre las razones ontológicas que la impulsan a hacerlo; así como que una niña de tan corta edad sea capaz de redactar una historia de la familia Frank, sin notas a la vista; que confinada en una buhardilla esté al corriente de la legislación y las medidas antisemitas de los nazis, incluyendo fechas, números de decretos y nombres propios; supone un caso impar en la historia de la literatura universal .

El mismo autor hace notar que las ediciones inglesa y alemana del Diario difieren tan fundamentalmente, que las diferencias no pueden ser atribuidas, racionalmente, a criterios de traductor.

La verdad sobre el diario de Anne Frank fue revelada, inicialmente, por la publicación sueca Fría Ord, en 1959, en una serie de artículos diarios aparecidos en marzo. En abril de aquel mismo año, la revista americana Economic Council Letter (15 de abril de 1959) resumió los artículos de su colega sueco, con la siguiente gacetilla: “La historia nos proporciona muchos ejemplos de mitos que tienen una vida más rica y más larga que la verdad, y que, sin duda, pueden llegar a ser más efectivos que la verdad”.

Nuestras dudas aumentan cuando leemos en el New York Times del 2 de octubre de 1955, que en el diario de Anne Franksólo figuraban aproximadamente 150 inscripciones” donde se consignaban “cronológicamente las sensaciones e impresiones de una adolescente” (“mamita me trata a veces como un bebé, lo que no puedo soportar”) y “adicionalmente muy pocas que no podrían considerarse como pertenecientes a esa categoría” (“temo mucho que nos descubran y que seamos fusilados”).

No obstante ello, continúa Richard Harwood, el Diario publicado consta de 293 páginas y su texto no concuerda con la relación, que acabamos de citar, entre numerosas inscripciones propias de una adolescente y “muy pocas” de mayor o menor referencia política. De hecho, no sólo las observaciones de carácter político del diario, sino su contenido general y su estilo, presuponen un conocimiento de interrelaciones históricas, juicio y arte de la expresión poco comunes incluso entre adultos. La edición “original” del Diario nunca fue publicada, puesto que el padre, Otto Frank, decidió expurgar el mismo de los fragmentos escabrosos propios de una adolescente o de críticas a la madre de Anne.

Más tarde este debió admitir que además de la escritora judía Anneliese Schütz e Isa Cauvenpara colmar algunas lagunas en el diario, debió requerir los servicios del periodista holandés Albert Cauven”.

Incluso el poco sospechoso semanario Der Spiegel, instrumento principal en la “reeducación” del pueblo alemán, debía admitir que “el Diario en su conjunto no es auténtico”. Para el Spiegel queda claro que “aquello que ha hecho emocionar al mundo, no proviene enteramente de la mano de Anne Frank. En la edición el Diario ha sido transformado por numerosas manipulaciones…”.

La investigación oficial llevada a cabo por la Dra. Hübner deduce que el Diario publicado está compuesto de 177 capítulos (cartas), que proceden de cuatro diferentes fuentes: 4 del Diario, 5 de un libro de relatos, 69 de dos diarios, que la Dra. Hübner define como primera elaboración del Diario, 99 procedentes de hojas sueltas, que la investigadora define como segunda elaboración del Diario.

JUICIO ESCLARECEDOR

Mayores sospechas nos asaltan, lógicamente, al estudiar el pleito en que se enzarzaron el conocido escritor judío norteamericano Meyer Levin y el padre de Anne Frank.

El juicio transcurrió entre 1956 y 1958 ante el County Court House de la ciudad de Nueva York, obteniendo el demandante Meyer Levin un fallo a su favor que condenaba a Otto Frank a abonarle una indemnización de 50.000 dólares de la época por “fraude, violación de contrato y uso ilícito de ideas”; el pleito, que se arregló privadamente después de la sentencia por obvio mutuo interés, versaba sobre la “dramatización escenográfica” y venta del Diario. El juez, así mismo judío, era Samuel L. Coleman, quien dictó sentencia en el sentido de que Otto Frank debía pagar a Meyer Levin “por su trabajo en el diario de Anne Frank” 27.

(Para cualquier interesado, todo lo referente al caso Levin-Frank está archivado en la Oficina del Condado de Nueva York (N.Y. County Clerk’s Office) con el número 2241-1956 y también en el New York Supplement II, Serie 170, y 5 II Serie 181.)

Así pues, la sentencia del juez —y juez judío— en el sentido de que el autor del Diario es Meyer Levin y no la niña, existe. Lo que interesa hacer notar es que de la lectura de la numerosa correspondencia privada de Otto Frank y de Meyer Levin que fue aportada al juicio como prueba de las partes, surge la grave presunción juris tantum de que el Diario “es substancialmente una falsificación”, y que el autor material de esa falsificación fue el igualmente judío Meyer Levin.

Levin, en legítima defensa de sus derechos de autor, además de demandar al Sr. Frank por cuatro o cinco millones de dólares por su labor de parafrasear el manuscrito “para el fin que tenía que cumplir…”, pleiteó igualmente contra el productor de cine Kiermit Bloombarden, pues en la película —del mismo título que la obra— aparecen también escenas escritas por él y que no estaban contenidas en el Diario original .

Meyer Levin había sido corresponsal en España durante la guerra civil de 1936 1939 y más tarde enviado de la Agencia Telegráfica Judía durante los enfrentamientos con los palestinos entre 1945 y 1946. La Enciclopedia Judaica le reconoce como “el primer escritor en poner en escena el Diario de Anne Frank (1952)” .

UN BOLÍGRAFO PREMATURO

Pero no acaba aquí todo, y nuestra duda se convierte en decepción cuando descubrimos, como lo ha hecho el historiador británico David Irving tras su investigación, que en el Diario de Anne Frank había tinta de bolígrafo. Así lo determinaron unos expertos que acudieron expresamente a Suiza para comprobar el manuscrito original en posesión de Otto Frank.

Según estos, parte de los diarios habían sido escritos con bolígrafo —inventado entre 1943 y 1949 y cuya aparición en el mercado data como temprano de 1951— algo imposible al haber fallecido Anne Frank de tifus en 1945.

Dos ciudadanos alemanes, Edgar Geiss y Ernst Roemer, pusieron públicamente en duda, una vez más, la autenticidad del famoso Diario. Ante ello el Tribunal del Distrito de Hamburgo encargó a la Oficina Federal Criminal Alemana (BKA) un examen de los textos para determinar científicamente si la escritura de éstos se había llevado a cabo durante los años 1941 a 1944, basándose en los análisis del papel y la escritura del manuscrito original. Este análisis químico-técnico fue llevado a cabo en abril de 1981, bajo la di-rección del Doctor Werner .

A pesar de su publicación, la ley del silencio de los mass-media intentó dar la menor publicidad posible a los resultados de los análisis. Sí lo hizo el New York Post del 9 de octubre de 1980 mencionando el hecho. Según este análisis, las correcciones, comentarios y añadidos en las hojas de parte del manuscrito fueron hechas en tinta azul, negra, roja, a lápiz y en BOLÍGRAFO de tinta negra, verde y azul. Como comentarios y texto principal son de una misma mano, recordémoslo, el libro fue escrito por alguien después de la guerra o cuando menos lo finalizó pasada la contienda. El original consta de tres libretas encuadernadas y 324 páginas sueltas.

 

DIFERENCIAS EN LA ESCRITURA

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Un calígrafo pudo comprobar, además, que todo había sido escrito por la misma mano y que, por tanto, no podía ser la de Anne Frank. Se trata de Minna Becker, perita calígrafa judía, quien afirmó ante el juez, repetidamente, que toda la escritura del diario pertenece a una misma mano.

Para dilapidar este tema sólo ha hecho falta acceder a las cartas auténticas que Anne Frank escribió de niña a unas amigas, publicadas en los Estados Unidos; la letra de estas cartas sí tiene el aspecto normal de una niña de 10 ó 12 años, lo que no es el caso del “manuscrito original”, que nos revela a un autor de mayor edad. Las cartas fueron adquiridas por el Instituto Simón Wiesenthal y, siempre según David Irving, si son auténticas, no así el diario.

Bochaca confirma asimismo, como han hecho posteriormente otros autores, refiriéndose a Paul Rassinier, que la escritura que se afirma es la de Anne Frank, reproducida en el libro Spur eines Kindes, de Ernst Schnabel, difiere totalmente de la escritura de Anne Frank en el manuscrito original.

El Profesor Faurisson, de la Universidad de Lyon, cuya especialidad es la crítica de textos y documentos, y que mantuvo varias conversaciones personales con el padre de Anne Frank, insiste en este tema otorgándole el peso suficiente para llevar al escepticismo sobre el Diario de Anne Frank. Su primer trabajo sobre el caso fue publicado en francés en 1980. Una traducción del mismo apareció en el verano de 1982 en el The Journal of Historical Review con el título Is the Diary of Anne Frank Genuine? (pág. 147-209). Entonces señalaba dos ejemplos de la letra manuscrita atribuida a Anne Frank, ambos escritos cuando esta contaba aproximadamente 13 años, pero extrañamente la primera (datada el 12 de junio de 1942) parece mucho más madura y similar a la de un adulto que la supuesta-mente escrita sólo cuatro meses más tarde (10.10.42).

Respondiendo a dicho escepticismo sobre la autenticidad del Diario, el State Institute for War Documentation de Amsterdam (Rijksinstituut voor Orloogsdocumentatie, RIOD), publicaba un libro en 1986 que incluía el facsímil de una carta supuestamente escrita por Anne el 30 de julio de 1941.

El descubrimiento en los EE.UU. de otros varios ejemplos de la letra manuscrita fue anunciado en 1988. El mismo incluía dos cartas fechadas el 27 y el 29 de abril de 1940 y una postal, escritas a alguien en Danville (Iowa).

Estas últimas creaban un nuevo problema al Instituto de Documentación de Guerra de Amsterdam, dado que la letra manuscrita que aparece en ellas es completamente diferente que la escritura de adulto de la carta del 30 de julio de 1941, así como la mayor parte del manuscrito en cuestión.

Estos descubrimientos confirman la creencia de Robert Faurisson de que la letra manuscrita de “adulto” atribuida a Anne es, en realidad, muy parecida a la letra manuscrita de una de las personas que oficialmente “ayudaron” a Otto Frank a preparar el Diario para su publicación después de la guerra.

Para Ma Paz López y su artículo en La Vanguardia, estas diferencias de escritura son normales (!) en un adolescente. Igualmente soslaya, al tratar el tema del informe pericial encargado por el RIOD, el tema de la escritura a bolígrafo, mencionando exclusivamente las anotaciones a lápiz del padre.

Podemos concluir pues, que no se trata de un Diario, sino de una novela, basada en un manuscrito escrito después de la guerra por Otto Frank o sus colaboradores, y redactado por Meyer Levin, con algunos añadidos posteriores del holandés Albert Cau-ven.

El historiador alemán Udo Walendy es definitivo: “El Diario de Anne Frank —durante años lectura recomendada tabú para escuelas y público— es una falsificación”41.

 

ANNE FRANK A LA FUERZA

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Conviene advertir aquí que para evitar dudas y desbancar las crecientes sospechas sobre la autenticidad del libro, el mismo fue impuesto por las autoridades alemanas actuales como lectura obligatoria en las escuelas y se llegó al extremo de adoptar medidas disciplinarias (retiro de la venia docendi) contra maestros y profesores que osaran manifestar sus dudas al respecto.

El Profesor Stielau, de Hamburgo, fue expulsado de su cátedra, en 1957, por el mero hecho de haber osado poner en duda la autenticidad del Diario.

Todavía en 1976, el padre de Anne, Otto Frank, lleva a cabo acciones y denuncias contra Heinz Roth, de Odenhausen, en un juicio tendente a prohibir publicaciones que sostengan que el diario, tal como se publicó, no puede haber sido escrito por una niña de 12 años. Ejemplos éstos que demuestran cuán estrecho es el margen de la libertad de pensamiento cuando se rozan ciertos temas tabú 4.

UN TIMO MORAL

Richard Verrall (que publica bajo el nombre literario de Harwood) advierte que la falsedad del mito de Anne Frank va mucho más allá, es muchísimo más profunda que la eventual falsificación del texto. Reside en la unilateralidad y en la recurrencia infinita del tema: una perfecta aplicación política de la propaganda actual del viejo tema de la niña inocente atrapada por la maldad exclusiva de los otros, pero que triunfa incluso después de muerta. El mito de Anne Frank, por la fuerza de su impacto sobre la sensibilidad colectiva, se convierte no sólo en símbolo de la “inocente” nación judía perseguida, sino más aún y contra todas las reglas de la lógica, en “prueba indiscutible” de la maldad intrínseca, inmedible, de los perseguidores.

Reconozcámoslo pronto, en efecto, no importa desde un punto de vista humano que el Diario de Anne Frank sea una falsificación o no. Esta niña falleció, víctima del tifus —y no en una “cámaras de gas” inexistente en Bergen o convertida en “pastillas de jabón” que se han revelado una falacia, todo hay que decirlo—; y el padecimiento y muerte de cualquier niño es siempre lamentable.

Pero es importante constatar que los posibles sufrimientos de una niña judía de 14 años, en tiempo de guerra, no son más significativos por el “hecho” de que hubiese escrito un diario, que los sufrimientos tanto o más terribles de otros posibles niños judíos; o que las desgracias infinitamente más numerosas de otros niños alemanes, italianos, japoneses, polacos, rusos o de otras nacionalidades que han sufrido horriblemente por muchos otros motivos en esa misma guerra: despedazados, quemados vivos a millones, mu-tilados o inválidos para toda la vida a causa de los bombardeos masivos de población civil efectuados por los aliados contra ciudades abiertas alemanas; abandonados en medio del caos ante la muerte o desaparición de sus padres; violados, corrompidos por la barbarie de buena parte de las tropas enemigas. Sólo en el Holocausto alemán de Würzburg, durante los últimos días de la guerra, fueron quemadas 5.000 personas, de entre las cuales más de 100 niñas y mujeres se llamaban Anna, convertidas en cenizas durante la noche del 16 de marzo de 1945.

¿Pero quién se acuerda de tal suma de horrores sufridos por los no judíos? ¿Quién llora por el niño alemán que, en Dresde, junto a otros 250.000 civiles, mujeres y niños principalmente, corre aullando envuelto en el fuego inextinguible del fósforo líquido? ¿Quién por la niña alemana violada varias veces hasta la muerte por una sucesión de bestias animadas a ello por el judío soviético IIya Ehrenburg? ¿Quién escribe     reales e inocentes niños japoneses de  Hiroshima y Nagasaki? ¿Quién por los  niños de la misma edad de Anne Frank,  masacrados en Paracuellos del Jarama,  que en su propio país tampoco cuentan con una calle? Nadie. No hay best sellers  para ellos, no hay dramatizaciones, ni cincuenta ediciones, ni cine, ni teatro, ni bombardeo televisivo, ni campañas en su nombre, ni recogidas de firmas, ni movilizaciones entre los partidos políticos del sistema y sus parlamentarios, ni manifestaciones públicas cincuenta años después, ni nadie que quiera recordarles cambiando el nombre de una calle, por pequeña que ésta fuera. ¿Por qué? ¿Tal vez porque no cuentan con un lobby que haga del dolor un negocio sin pre-cedentes? ¿Porque les falta la conveniente orquestación de los mass-media, que hacen del sufrimiento ajeno un arma política con la intención de desarmar moralmente a quienes denuncian semejante hipocresía? ¿O deberíamos ser más atrevidos y decir que, simplemente, porque no son judíos?

Entonces habría que denunciar y perseguir igualmente a aque-llos que por dinero o por oscuros intereses políticos y personales hacen, con los niños que han padecido en el pasado, discriminaciones en razón de su raza, religión o ideas políticas de los padres y sólo se acuerdan de unos niños muy concretos y minoritarios, soslayando a los demás. Se trata, sin duda, de un agravio comparativo.

¿UNA CALLE PARA UNA NIÑA O PARA UNA FALSIFICACIÓN?

“El Ayuntamiento de Bergen niega el nombre de Anne Frank a una calle”. Efectivamente La Vanguardia informaba de un caso similar al que nos ocupa con el pobre Séneca, con ocasión del intento de imposición de una Calle Anne Frank en la ciudad de Bergen, en cuyo municipio se encontraba el campo de Bergen-Belsen, y cuyo ayuntamiento se ha negado de plano a dar el nombre de Anne Frank a la calle que lleva al monumento recordatorio del campo. La propuesta fue hecha después de que años atrás se intentara dar —sin éxito— dicho nombre a una escuela.

Con todo, entre el 12 de mayo de 1995 y otoño de 1996, la autodenominada Plataforma cívica (!) Anna Frank bombardeaba a las 230 familias que habitan en la calle Séneca de Barcelona con la petición de cambio de nombre y recogida de firmas consiguiente para solicitar su apoyo en semejante despropósito y lograr dicha permuta del Ayuntamiento y su Consejo Municipal del Distrito. El fin confesado de la campaña es “boicotear las actividades de la Librería Europa, es decir la libertad de expresión de los demás. Según los organizadores cuentan con el apoyo de más de sesenta organizaciones. Pero aparte del cabezal impreso de un papel de cartas y algunos grupos marginales, las manifestaciones no son en absoluto numerosas y mucho menos representativas de los ciudadanos de Barcelona o los habitantes de la calle Séneca que no se sienten iden-tificados con los libertarios y anarquistas violentos del barrio de Gracia, ni con los homosexuales, las lesbianas o la extrema izquierda incendiaria, cuyo único hecho patente ha sido arruinar la calle Séneca con pintadas indecibles y reiteradas de bajo nivel cultural, cuando no lanzando piedras y cócteles molotov con grave riesgo para los vecinos.

Una triste historia, ciertamente. Un señor se hace millonario a costa de su hija, muerta, haciéndola pasar como autora de una novela que ella no ha escrito. Y encima debe ser puesto ante los tribunales para que pague al auténtico autor.

El periodista Gil Mugarza recomienda acertadamente que lo más decoroso y oportuno en relación con la desventurada muchacha, ajena a cuanto haya podido ser un lucrativo éxito editorial y un gigantesco éxito político y económico para la causa sionista, es el de-jarla descansar sencillamente en paz. Es lamentable que la joven, muchos lustros después de su muerte, deba ser sacrificada nuevamente, una vez tras otra, víctima de especulaciones que utilizan a los muertos para solaz y distracción de los vivos.

Pedro Varela, Carta desde prisión nº 10 /Otoño-Invierno 1996

Fuente

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