El PSOE ya no quema iglesias; ahora las confisca

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Ahora el PSOE ha descubierto que es más rentable una iglesia confiscada que una iglesia quemada. Ver a la Iglesia católica recogiendo esos euros es un bocado muy apetecible. Y el PSOE, que siempre ha sido ladrón, no quiere dejar pasar la oportunidad de meter mano a la caja.

Siempre que viajo por España y entro a visitar alguna iglesia o catedral, me paro a leer los carteles explicativos de la historia de ese templo. Y me llama la atención cómo algunos de ellos pasan de puntillas por el episodio de la Guerra Civil. En esos carteles suele poner que el grandioso retablo barroco de la nave central “desapareció en 1936”, o que el magnífico órgano del siglo XV “se incendió durante la Guerra Civil”. Cabría preguntarse si el órgano se quemó a sí mismo a lo bonzo o si el retablo decidió irse de paseo y aún no ha vuelto.

Tengan por seguro que si las tropas franquistas se hubiesen dedicado al saqueo, expolio, destrozo, pillaje y quema de iglesias y conventos durante la Guerra Civil, la izquierda no pararía de vociferar y de proclamar a los cuatro vientos esa monumental destrucción de patrimonio artístico. Pero claro, fueron el PSOE, los anarquistas y los comunistas los que se dedicaron a arrasar parte del valiosísimo y antiquísimo legado –iglesias enteras, catedrales, retablos, pinturas, esculturas- y la historiografía oficial y sus lacayos prefieren guardar un silencio sumiso y cómplice.

Han sido tres los momentos más nefastos para el arte y el patrimonio español en la era moderna: la invasión napoleónica, la desamortización del masón Mendizábal y la destrucción de patrimonio artístico por parte de los frentepopulistas en la Guerra Civil. Resulta desolador viajar por la provincia de Gerona, por ejemplo, y constatar que no queda apenas un solo retablo de iglesia en pie porque la izquierda pirómana se dedicó con saña a destruirlos todos.

Por supuesto, nadie del PSOE ha pedido, ni antes ni ahora, perdón por semejante salvajada. Luego salen películas como la de Amenábar, “Ágora”, falseando la historia y acusando a las turbas cristianas de la quema de bibliotecas y del asesinato de Hipatia y algunos exigen que los católicos pidan perdón por sus “crímenes” pasados. Pero de la quema de cientos de iglesias, ermitas, monasterios y catedrales durante nuestra guerra fratricida no se dice ni una palabra.

Sin embargo, ahora el PSOE ha descubierto que es más rentable una iglesia confiscada que una iglesia quemada. Vamos, que la catedral de Córdoba es una generadora de ingresos derivados del turismo y que, si estuviera reducida a cenizas con su maravilloso mihrab, no produciría un solo euro. Ver a la Iglesia católica recogiendo esos frutos golosos en forma de euros es un bocado muy apetecible. Y el PSOE, que siempre ha sido ladrón, no quiere dejar pasar la oportunidad de meter mano a la caja.

Hay que tener cuajo realmente para poner en duda que la seo de Zaragoza, o la Giralda de Sevilla, o que la catedral de Córdoba pertenecen a la Iglesia católica. Es decir, a todos los católicos, cuyos antepasados levantaron con sudor, esfuerzo y limosnas esos grandiosos templos. En algunos de ellos, la iglesia Católica lleva casi diez siglos celebrando misa, es decir, desde cuando el PSOE no era ni siquiera un mal proyecto en el horizonte. Y, pese a ello, los socialistas quieren arrebatarlos. Seguramente les gustaría que en España ocurriese como en Francia, donde todos los templos –los que quedaron en pie tras la funesta Revolución Francesa- fueron expropiados y pasaron a manos del Estado, quedando la Iglesia como mera usufructuaria.

El secretario de los obispos españoles, José María Gil Tamayo, ha hablado claramente en estos días de “desamortización encubierta” por parte del Gobierno y no le falta razón. El PSOE ladrón, por su parte, se dedica a lo que sabe hacer bien: endulzar el lenguaje y llenarlo de eufemismos como “democracia”, “hacer justicia”, “bienes públicos” y “recuperar el patrimonio”, un patrimonio que no pueden recuperar porque nunca ha sido de ellos.

Tenemos en España una izquierda de lo más rancio, sectario, anticlerical, fanático e ignorante, a la que solo mueve la codicia y el poder. Una izquierda que antes quemaba iglesias y, ahora, las confisca.

Alex Navajas, 14 septiembre 2018

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