La UE probablemente no respaldará a Irán y el JCPOA – por Alexander Mercouris

 

A pesar de su enfado, los líderes europeos no correrán el riesgo de ruptura de sus vínculos con Estados Unidos debido a Irán.

Desde el anuncio realizado por Donald Trump de que Estados Unidos se retiraría del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) con Irán e impondría unilateralmente sanciones de amplio alcance a este país, una procesión de líderes europeos, entre otros los líderes de los aliados europeos de EE.UU. más poderosos –Gran Bretaña, Francia y Alemania–, han declarado públicamente su intención de respaldar el JCPOA.

También se están haciendo audaces afirmaciones de que la UE está creando salvaguardias para las empresas europeas que, desafiando a Estados Unidos, sigan comerciando o haciendo negocios con Irán.

El presidente Rouhani de Irán, que tiene una gran implicación personal en un JCPOA que él personalmente negoció, dijo por su parte que Irán, por el momento, respetará los términos del acuerdo a la espera de ver la reacción de Europa.

Mientras tanto, las afirmaciones de que la UE se enfrentará a EE. UU. en relación con el JCPOA han potenciado los rumores, o la esperanza, de que en las relaciones entre EE. UU. y la UE se ha producido un cambio importante, y que la UE desafiará cada vez más a EE. UU., y que la decisión de Donald Trump de salir del JCPOA representa un paso más en la disminución del poder de Estados Unidos. Estas palabras de Craig Murray  pueden ser un buen ejemplo:

“Todavía están por conocerse los detalles, pero según todos los precedentes, las sanciones de Trump en Irán también sancionarán a las empresas de terceros países que comercian con Irán, como mínimo atacando las transacciones que realicen a través de instituciones financieras estadounidenses y sancionando a sus filiales estadounidenses.

Pero en un momento en que la parte de Estados Unidos en la economía y el comercio mundiales se reducen constantemente, es poco probable que este estímulo para que las empresas europeas y asiáticas se protejan y minimicen el contacto con EE. UU. beneficie a largo plazo a este país. En particular, en un período en que ya es obvio que los años del dominio indiscutible del dólar de los Estados Unidos como moneda mundial de referencia están llegando a su fin, el incentivo de emplear medios de transacción financiera no vinculados con los Estados Unidos potenciará una  tendencia global ya significativa.

En resumen, si EE. UU. no logran evitar el floreciente comercio de Europa y Asia con Irán, y creo que no lo lograrán, los historiadores considerarán este momento como un momento clave en el declive de Estados Unidos como potencia mundial.”

No comparto estas expectativas o estas esperanzas.

Si bien no hay duda de que los líderes europeos están profundamente conmocionados por el anuncio de Donald Trump de una retirada de un acuerdo internacional en cuya negociación la UE tuvo un papel importante, dudo mucho que encuentren la valentía o la fuerza de voluntad necesarias para desafiar a EE. UU. alentando a sus empresas a seguir haciendo negocios con Irán.

Hay que decir que, incluso con ese estímulo activo, es poco probable, en mi opinión, que las grandes empresas europeas como Daimler o Airbus se arriesguen a recibir las multas estadounidenses si continúan haciendo negocios con Irán. Incluso si los gobiernos europeos les dan garantías contra cualquier pérdida causada por tales multas, las empresas verían con preocupación la pérdida del acceso al mercado estadounidense, que empequeñece por completo al de Irán.

Con el impulso acumulado en el gobierno de Trump contra Irán, sólo si la UE amenazara públicamente con imponer sanciones recíprocas a las empresas estadounidenses que realizan negocios en el Mercado Único Europeo, podría existir una posibilidad real de que disuadir a EE. UU. de imponer sanciones a las empresas europeas que sigan negociando con aquel país.

Francamente, creo que no hay ninguna perspectiva de que eso vaya a ocurrir, por cuanto no hay unanimidad dentro de la UE (Polonia y los Estados bálticos ciertamente se opondrán) y estoy seguro de que incluso los grandes Estados de la UE –Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia– al final no estarían dispuestos a arriesgar una ruptura total con EE. UU. en un tema así.

Simplemente, aunque los europeos están ansiosos por comerciar y hacer negocios con Irán, este país no es lo suficientemente grande, y el comercio con Irán no es lo suficientemente importante como para hacer que valga la pena el riesgo de una ruptura total con Estados Unidos.

Por consiguiente, estoy seguro de que los europeos, por muy enojados que estén, al final se  someterán y harán lo que Estados Unidos les pida que hagan.

Lo cual significa, casi con toda seguridad, que el JCPOA está condenado al fracaso. Los iraníes han dejado en claro que no seguirán respetándolo si no hay beneficios económicos para ellos al hacerlo. Espero que dentro de unas semanas, cuando se haga cada vez más claro que la UE no está preparada para desafiar a EE. UU., el programa nuclear iraní se reanude, con una fuerza mayor. En ese momento, aumentará el peligro de un ataque estadounidense, israelí y saudí contra Irán.

De hecho, este episodio ha sido profundamente humillante para Europa, y ha expuesto el alcance de su impotencia. Donald Trump no solo ignoró las súplicas de los aliados europeos más cercanos de Estados Unidos –Merkel, Macron y May—de respetar el JCPOA sino que, aparentemente, ni siquiera les informó previamente de las fuertes sanciones que había decidido imponer a Irán.

El líder europeo que salió peor parado en este asunto es el necio y presuntuoso presidente de Francia, Emmanuel Macron. Éste parece que se creyó sinceramente que había forjado algún tipo de relación personal con Trump, y que la contribución de Francia al reciente ataque de Estados Unidos contra Siria había hecho que este vínculo fuera aún más fuerte.

En realidad, lo que el reciente viaje de Macron a Washington ha hecho es simplemente exponer hasta qué punto Donald Trump y los Estados Unidos no lo toman a él ni a Francia en serio. Todas sus súplicas fueron ignoradas, mientras que su comportamiento adulador hacia Trump cayó aparentemente mal en su propio país.

En cuanto a Angela Merkel, al menos evitó en su viaje a Washington la desastrosa escenificación de la visita de Macron. Merkel es una política demasiado hábil y experimentada como para caer en esa trampa.

Sin embargo, nadie debería tener ninguna duda de que es el liderazgo desastroso de Merkel sobre Alemania y Europa lo que ha colocado a Europa a esta tesitura. Desde que se convirtió en canciller alemana, ha sacrificado repetidamente los intereses europeos y alemanes para evitar causar molestias a EE. UU.

En julio de 2014, dio el paso fatídico de apoyar la demanda estadounidense de aplicar sanciones sectoriales contra Rusia, a pesar de que eran contrarias a los intereses económicos alemanes, legitimando con ello la práctica estadounidense de imponer sanciones unilaterales sin el acuerdo del Consejo de Seguridad de la ONU. Ese episodio hace casi imposible ver cómo puede oponerse de manera realista a tales sanciones ahora.

El contraste con Margaret Thatcher, que en la década de 1980 se opuso enérgicamente a las sanciones unilaterales de EE.UU. destinadas a bloquear determinados proyectos de oleoducto rusos, es instructivo.

De hecho, el comportamiento europeo sobre el JCPOA ha sido un ejemplo de “apaciguamiento” de manual.

En lugar de decirle a Donald Trump que una retirada unilateral del JCPOA sería contraria al derecho internacional y que Europa se opondría firmemente a la retirada de los Estados Unidos de un acuerdo internacional que no solo funcionaba sino que era respetado por Irán, los líderes europeos –Merkel, Macron y May– le dijeron a Trump, en cambio, que estaban de acuerdo con él en que el JCPOA era de algún modo “imperfecto” y que tendría que ser “mejorado”.

Huelga decir que no solo no logró convencer a Donald Trump para que se mantuviera en el JCPOA; es casi seguro que lo envalentonó, convenciéndole de que tiene razón de retirarse.

La decisión de Donald Trump de retirarse del JCPOA e imponer sanciones unilaterales de amplio alcance a Irán indudablemente pondrá a la opinión europea en contra EE. UU. También es probable que haga a Europa más resistente a cualquier presión adicional de EE. UU. de aumentar las sanciones contra Rusia. A diferencia del comercio con Irán, el comercio europeo, y especialmente el alemán, con Rusia es indispensable para las economías europea y alemana, lo que explica la resistencia de Alemania a la constante presión de EE. UU. para que se retire del proyecto Nord Stream 2.

A largo plazo, este episodio probablemente influenciará la tendencia antiestadounidense del voto de parte del electorado europeo, aunque vale la pena señalar que algunos de los políticos europeos “populistas” de derecha que se han beneficiado de este proceso no son amigos de Irán

Sin embargo, en lo inmediato la salvación económica de Irán, sometida ya a nuevas sanciones, no vendrá de Europa, sino de Rusia, China y los restantes Estados de Eurasia.

 

Alexander Mercouris, 15 mayo 2018

Traducido por  S. Seguí

Fuente

 

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