Khalifa Haftar, que retornó a Libia en 2011, estuvo exiliado en Estados Unidos durante 20 años, para participar de la guerra que no solo terminó con la vida del Coronel Gadaffi, sino que demolió al país, paulatinamente se convirtió en el hombre fuerte de Libia, gracias al apoyo incondicional de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos y de un modo más discreto de Qatar y Turquía, y Arabia Saudita. Llegó a controlar la unidad armada más poderosa del país el Ejército Nacional Libio, (ENL) con sede en la ciudad de Tobruk, al este del país, a escasos 100 kilómetros de la frontera egipcia. Por lo que finalmente también fue recibido en París, Moscú y Roma. Donde discutió tres cuestiones fundamentales: el fin de la guerra civil, el control de la ola de refugiados que desde puertos libios intentan llegar a Europa, se calcula que hay más de un millón, esperando su oportunidad y por último y fundamental estabilizar la producción petrolera, ya que son muchas las empresas occidentales con importantes intereses los yacimientos libios, los más importantes de África.
El “Mariscal” que nunca ha reconocido el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), de Trípoli impuesto por las Naciones Unidas y que encabeza Fayez al-Sarraj, era el candidato con mayores posibilidades de triunfar en las elecciones que con el apoyo de Emmanuel Macron, en julio pasado se acordaron en Paris, para realizase este año.
La posible muerte de Haftar, no solo afectará la pacificación y la industria petrolera, sino que profundizará la violencia, que asola al país desde comienzos de 2011, en la que participan un sin número de organizaciones armadas, entre ellas, al-Qaeda y Daesh.
Sin Haftar, su ejército, con profundas divisiones internas, no tiene un candidato firme a sucederlo, por lo que se espera que la pugna por alcanzar la jefatura, se dirima con más violencia. Lo que para los intereses occidentales es sumamente grave ya que el ELN controla lo que se conoce como la media luna de petróleo del Golfo de Sirte, que cuenta con los cuatro puertos principales por donde sale la mayor parte de las exportaciones de petróleo. Que con la protección de Haftar, alcanzaron la producción de un millón de barriles diarios, tras el comienzo de la guerra la producción disminuyó a unos 300 mil.
El petróleo representa casi la única fuente de financiación del país, que de los pocos más de 6 millones de habitantes, casi la mitad se encuentra debajo del umbral de la pobreza.
La posible debilitación de la defensa de los campos petroleros, tras un enfrentamiento interno del ENL podría acarrear que tanto el Daesh, como otros grupos armados intenten posicionarse para trastornar las exportaciones de crudo. Afectado los mercados internacionales, a lo que si se le suma la también la posible crisis con Irán tras la potencial anulación del acuerdo nuclear en mayo próximo.
El hasta ahora desaparecido general, que tiene ciudadanía estadounidense, cuenta con una larga lista de pecados, fue el responsable de la derrota en la intermitente guerra con Chad (1978 -1987) por lo que partiría a su exilio norteamericano, donde se incorporó a la CIA, la que durante años lo preparó para derrocar a Gadaffi.
En mayo de 2014 Haftar inició la Operación Karama (dignidad), destinada a eliminar a los grupos rivales, tomando el control en torno a ciudades de Tobruk y Benghazi y combatió durante cerca de un año por desplazar al Daesh de Sirte. Llegando a controlar controlan aproximadamente el 60 % del país.
En esta guerra Haftar, no escatimó ningún recurso y en sus operaciones abundaron todo tipo de crímenes por lo que la Corte Penal Internacional (CPI) ordenó la detención de varios comandantes de las fuerzas de ENL, entre ellos de Mahmoud Mustafa Busayf al-Werfalli, de la brigada al-Saiqa, acusado de la ejecución de prisioneros, incluso por su propia mano. Mientras que un equipo de abogados presentó pruebas a la CPI, donde se acusa a Haftar y sus fuerzas de crímenes de guerra y lesa humanidad. Existen registros en las arengas de Haftar a su tropa en octubre de 2015, donde llama a no tomar prisioneros, no importa su edad, ni condición.
Una sucesión sangrienta.
De confirmarse la desaparición física o política de Haftar, se espera una sucesión conflictiva, ya que el viejo agente de la CIA, solo se ha confiado en un círculo muy pequeño y cerrado, entre ellos sus hijos Khaled y Saddam, cada uno al mando de poderosos regimientos, otro posible aspirante es Awn al-Forjani, un alto jefe de la tribu de los al-Forjani, a la que pertenece los Haftar, aunque se cree que padece una grave enfermedad que lo sacaría de la carrera. Además el general Abdessalam al-Hassi, también miembro de la tribu, quién se desempeña como Jefe de operaciones, y que durante la invasión de 2011, fungió como oficial de enlace con la OTAN, lo que le podría haber generado excelentes contactos con occidente. En la pugna también hay que anotar al general Abdelrazak al-Nadouri el militar de más alto rango después del mariscal. Jefe de la región de Darna-Ben Jawad, que no solo incluye la media luna de petróleo, sino que dirige el asedio “asfixiante” por orden del propio Haftar a la ciudad portuaria de Darna desde hace meses, donde la falta de víveres de nafta, medicinas y atención médica, está poniendo en riesgo de vida a miles de personas. El último de los militares que podría aspiran es el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, Sakr al-Jarrouchi. Mientras el único civil anotado es Fadhel al-Dib, asesor político de Hafter, y responsable de la reunión con Fayez al-Sarraj, por lo que podría contar con la bendición francesa.
Sin saber si es cierto que el auto denominado Mariscal está vivo a muerto, la guerra por su sucesión ya está en marcha. El jefe del Estado Mayor del ejército libio oriental el general Abdelrazak al-Nadouri, sufrió un atentado el miércoles 18, a las afueras de la ciudad de Benghazi. Un coche bomba estalló al paso de su caravana cuando se dirigía a una base militar en Marj. La explosión mató a varios miembros de su escolta e hiriendo a otros dos, aunque Nathouri, salió ileso. Benghazi, fue reconquista por el ENL, en julio último, después de tres años de sitio y fuertes combates.
Por otra parte de llegar a concretarse las elecciones, la desaparición de Haftar, pondría al hijo del Coronel Gadaffi, Saif al-Islam, en una inmejorable posición para triunfar en la contienda aunque la pacificación del país es una concreción mucho más que distante.
La muerte o desaparición forzada o consensuada de Haftar, más que un réquiem por él, llama a realizarlo por la propia Libia, que ya en el abismo, solo parece encontrar un camino, el de caer todavía más profundo.
Gaudi Calvo, 19 abril 2018