El comunismo victorioso en los EE.UU. – por Servando González

Actualmente, los belicistas de las dos facciones del Partido Republicano están enfrascados en proseguir haciendo lo que mejor saben hacer: llevar los EE.UU. a otra guerra. En realidad, tienen fuertes razones para ello. A pesar del fuerte apoyo que le dieron a los terroristas en todo el mundo, la llamada Guerra Contra el Terrorismo no terminó con una explosión, sino con un susurro, porque los supuestos terroristas no aterrorizaron lo suficiente como indicaban la moral y las buenas constumbres.

En estos momentos, su sustituto, la Guerra Contra los Virus, librada frenéticamente por más de dos años contra un virus misterioso que nadie ha visto, ni aislado, ni mucho menos demostrado su existencia,[1] está perdiendo impulso. Sorprendentemente, un grupo de camioneros canadienses se dispone a rescatarnos del totalitarismo en el país algunos todavía se empeñan en llamar la “Tierra de la Libertad, Cuna de los Valientes”. Esto explica por qué ambas facciónes del Partido Repucrático y los conspiradores globalistas que las controlan y financian están muy nerviosos y haciendo todo lo posible por empujar a los EE.UU. a otra guerra y así mantener aterrorizado al pueblo estadounidense.

Pero esta vez, créalo o no, esta partida de locos de atar parecen tener en mente iniciar la guerra definitiva, la guerra para terminar con todas las guerras: una guerra nuclear. Tal vez la ven como la herramienta adecuada para alcanzar su objetivo de matar nada menos que el 85% de la población de este planeta.

Y, ¡sorpresa! Al parecer, algunos republicanos “conservadores” aman tanto el comunismo que quieren restaurarlo a la fuerza en Rusia —a la que algunos de ellos siguen llamando la Unión Soviética. Esto explica por qué republicanos “conservadores” antirrusos como tales como Sean Hannity, Bill O’Reilly, Ben Shapiro y Glenn Beck, sólo por mencionar a los más notorios, están llamando traidores a verdaderos patriotas estadounidenses como Tucker Carlson, Laura Ingraham y Steve Bannon, supuestamente porque son blandos con Putin y el comunismo. Pero este es un caso típico de hipocresía norteamericana, porque desde principios del siglo pasado los Estados Unidos de América ha sido un país comunista en toda la regla, y ninguno de los republicanos “conservadores” de pura cepa ha luchado contra ello.

Sí, usted ha leído bien, el comunismo es tan estadounidense como la tarta de manzana y, si algunos en este país continúan ignorando este hecho fácilmente verificable, es porque o bien son carneros a los que les han lavado el cerebro o no tienen la más remota idea de qué cosa es el comunismo.

En el Manifiesto Comunista, Karl Marx escribió que para llamar a un país comunista debía tener ciertas características. Entre ellas, un banco central (propiedad de banqueros internacionales), un impuesto sobre la renta fuertemente progresivo o graduado (diseñado para que los más ricos no paguen impuestos), un sistema de educación pública controlado por el Estado (cuya verdadera función es lavarle el cerebro a los estudiantes sobre las maravillas del comunismo y otras cosas desagradables). Pues bien, todas estas medidas fueron implementadas hace mucho tiempo en los EE.UU., y actualmente los conspiradores globalistas que controlan este país están trabajando arduamente en la implementación del resto de las medidas necesarias para covertirlo en un pais totalemte comunista: abolir la religión, destruir la familia como unidad social básica y eliminar la propiedad privada. [2]

Además, en contra de la creencia más extendida, el comunismo no es en una creación de extremistas  izquierdistas delirantes, sino de la derecha más reaccionaria. En realidad el comunismo es una operación de bandera falsa urdida por banqueros internacionales y magnates petroleros para explotar más eficientemente a las masas trabajadoras.

Moses Mordecai Marx Levy, alias Karl Marx, publicó su Manifiesto Comunista en 1848. Pero el Manifiesto tomó casi todo del libro de Clinton Roosevelt La ciencia del gobierno fundada en la ley natural, publicado en 1841, que Marx halló y leyó en la sala de lectura del Museo Británico. Es por eso su Manifiesto Comunista es lo que más se parece a un plagio, al punto que el Emanuel M. Josephson, uno de los pocos autores que ha estudiado el tema en detalle, tituló su libro sobre Clinton Roosevelt El Manifiesto Comunista de Roosevelt.[3] Josephson tiene toda la razón. Tanto la Ciencia de Roosevelt como el Manifiesto de Marx coinciden en los requisitos previos para la implantación de la nueva sociedad comunista.

Según algunas fuentes, la Liga Comunista de Londres fue la que le encargó a Marx la redacción del Manifiesto Comunista. La Liga, antes conocida como la Liga de los Justos (o la Liga de los Hombres Justos), era una rama de la Liga de los Proscritos de París (que evolucionó a partir del movimiento jacobino). La Liga estaba formada por hombres ricos y poderosos de diferentes países que habían conspirado para crear gran parte de la agitación que envolvió a Europa en 1848 —muy similar a la agitación que estamos viviendo estos días creada por los conspiradores globalistas.

Sin embargo, tal vez no fue una casualidad que Marx encontrara el libro de Roosevelt. En 1849, tanto Clinton Roosevelt como Horace Greeley, propietario del New York Tribune, el primer periódico nacional que circuló en los EE.UU., aportaron abundantes fondos para que la Liga Comunista de Londres pagara la publicación del Manifiesto Comunista de Marx. Además, otro detalle interesante es que, unos años más tarde, Greeley puso a Marx en la nómina de su periódico.

El hecho de que el comunismo es en realidad una creación de los banqueros internacionales explica por qué los Rockefeller siempre fueron admiradores de Stalin, Mao, Castro y todos los demás dictadores comunistas y fascistas del mundo. También puede explicar por qué el expresidente Obama y ahora el presidente Biden, con el apoyo de los banqueros de Wall Street y las mega-corporaciones, están empujando a los Estados Unidos por el camino del comunofascismo.

Pero sólo estadounidenses con el cerebro lavado que todavía ven la situación actual como una batalla política entre los republicanos conservadores y los demócratas liberales tienen una razón para sorprenderse, porque en realidad no hay nada de qué. Obama y Biden no son más que la culminación lógica de un proceso que comenzó hace mucho tiempo, a principios del siglo XX. Su objetivo secreto era convertir la República Americana, y eventualmente el mundo, en una dictadura totalitaria comunofascista bajo el control de unos pocos banqueros internacionales. Esta nueva dictadura mundial es lo que los conspiradores ahora eufemísticamente llaman el Nuevo Orden Mundial.

Si algunos estadounidenses están preocupados porque Biden y los liberales “progresistas” van por el camino comunista, es porque les han lavado el cerebro en las escuelas públicas para que crean que viven en una Democracia bajo un sistema económico capitalista. La realidad, sin embargo, es muy diferente. En realidad, los Estados Unidos de América han sido un país comunista desde 1913, cuando el “Coronel” Edward Mandell House, siguiendo ideas tomadas de la Ciencia del Gobierno de Roosevelt y del Manifiesto Comunista de Marx ordenó a su títere, el presidente Woodrow Wilson, que creara el Banco de la Reserva Federal y el Sistema de Impuestos Internos.

Otra premisa que mencionó Marx para la creación de un estado comunista fue la creación de un sistema de escuelas públicas para lavarle mejor el cerebro a las nuevas generaciones. Pues bien, ya en 1902, John D. Rockefeller y otros conspiradores crearon el Consejo General de Educación como precursor del actual Departamento de Educación.

Una vez que obtuvieron el control del Departamento de Educación, los conspiradores globalistas comenzaron a utilizarlo para lavarle el cerebro de los estudiantes y que aceptaran su agenda globalista. En 1945 el “educador” John Dewey, fundador de la Asociación de Educación Progresista, hizo un llamamiento para el establecimiento de un “auténtico orden mundial”, en el que la soberanía nacional estaría subordinada a la autoridad mundial. En 1976, la Asociación Nacional de Educación (NEA), controlada y financiada por Rockefeller, publicó un programa titulado “Una declaración de interdependencia: Educación para una Comunidad Global”. El documento establecía el plan educativo de la NEA para el mundo. Según éste:

“Estamos comprometidos con la idea de la Educación para una Comunidad Global. Estáis invitados a ayudar a convertir el compromiso en acción movilizando la educación mundial para el desarrollo de un compromiso mundial en acción movilizando la educación mundial.”

Este excelente trabajo de lavado de cerebro falsamente llamado “educación pública” ha sido llevado a cabo durante muchos años en los EE.UU. por el sistema comunista de educación gubernamental. Los excelentes resultados están a la vista de todos: actualmente los niños norteamericanos están en los niveles más bajos en lectura, historia, geografía y matemáticas, pero en los más altos de otras materias que la decencia más elemental me impide detallar. Esto explica por qué los maestros lavadores de cerebros reciben aumentos de sueldo casi todos los años.

Por supuesto, no estoy seguro de que Vladimir Putin sea tan “honesto” y “puro” como la mayoría de nuestros políticos estadounidenses, los ejecutivos de las grandes corporaciones y los oficiales militares de alto rango. Lo que es evidente es que, al contrario que nuestros líderes, Putin no odia a su país, parece ser un cristiano devoto y, lo que es más importante, no quiere que Rusia forme parte del tan cacareado Nuevo Orden Mundial de los conspiradores globalistas nos quieren hacer tragar a la fuerza. Esa, y no porque según ellos Putin sea “comunista”, es la verdadera razón por la que los conspiradores globalistas lo odian con tanto furor.

Servando González, 20 de febrero de 2022

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Publicado originalmente por Red Internacional

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Notas

  1. Véase, Servando González, Coronavirus for Dunces (Hayward, CA: El Gato Tuerto, 2020), pp. 99, 167.
  2. Karl Marx y Friedrich Engels, The Communist Manifesto (Nueva York: Penguin, 1983), pp. 104-105. Según algunas fuentes, Marx no sólo era un plagiador, sino también un satanista. Véase Richmond Wurmbrand, Was Karl Marx a Satanist? (Glendale, CA: Diane Books, 1976). Si Marx estuviera vivo hoy, se alegraría del avance del satanismo en este país que en cierto momento fue cristiano.
  3. Véase Emmanuel Josephson, Roosevelt’s Communist Manifesto (Nueva York: Chedney Press, 1955). Algunas personas creen que tanto la Ciencia de Clinton Roosevelt como el Manifiesto de Karl Marx fueron plagiados de una colección anterior del siglo XVIII de escritos de Adam Weishaupt, y que Roosevelt simplemente recogió la antorcha y se la pasó a Marx, pero esa es otra historia.

 

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