La seudoecología moderna es una colección de tópicos éticos y estéticos que poco tienen que ver con la ciencia, es decir, con la ecología científica. Como cualquier otra ética o política, para resultar válida debe reflejar fielmente “lo que hay” antes de pasar a ofrecer una alternativa diferente para el futuro.
Ocurre como en cualquier otro fenómeno ideológico: si no sabemos “lo que hay”, tampoco podemos cambiarlo. Si hay una enfermedad (paso número uno), para poder curarla (paso número tres) hay que tener una diagnóstico de ella (paso número dos).
Por su propia esencia, una ideología no puede cumplir con ninguno de esos tres pasos y la seudoecología actual es uno de los mejores prototipos en los que podemos analizar una ideología cualquiera como si de un laboratorio se tratara.
En las religiones, por ejemplo, es típico que hablen del “más allá” porque es una forma de tapar el “más acá” y desconectar ambos: no es posible traer aquel paraíso a esta tierra.
Lo mismo ocurre con las ideologías verdes, que se ocupan de lo que nos espera y no tanto de lo que ya tenemos encima.
Lo que diferencia a la religión de la seudoecología no es el presente sino el futuro o, mejor dicho, el contraste entre el presente y el futuro. En una religión el presente es malo y el futuro bueno, mientras que en las ideologías verdes el presente es malo y el futuro peor.
Como el mañana es tan negro, la seudoecología resulta conformista, a pesar de su apariencia “contestataria”. A uno le dan ganas de no moverse del sitio, porque no sólo estamos destruyendo la naturaleza sino a nosotros mismos como especie. ¡Carpe diem! Nos quedan dos telediarios.
Ahora bien, no hay que desesperar porque toda ética busca una salida desesperadamente, que no va a ser fácil porque hasta ahora hemos sido unos pecadores empedernidos. “La transición energética es la apuesta para evitar la extinción”, dice Marc Romera en la web del Ayuntamiento de Barcelona (1). Tras el pecado llega la redención (pero sólo si uno se arrepiente).
La ecología es una disciplina científica que estudia la naturaleza y al hombre como parte integrante de ella. La seudoecología, como cualquier ética, es algo diferente. Argumenta -con más o menos fortuna- sobre la reacción del hombre “contra” la naturaleza.
Una ideología no analiza sino que juzga y casi todo lo que el hombre hace sobre su entorno es “malo” (malo por naturaleza) porque la destruye, la agota, la contamina… En la naturaleza el hombre es un intruso; es tan malo que agrede a la “Madre Tierra” que, como cualquier otra madre, es sagrada.
A cada paso, el discurso verde suplanta los conceptos científicos por otros ideológicos o estéticos, como lo puro (naturaleza “virgen”) y lo impuro (residuos), las energías limpias (solares) contra las sucias (carbón), lo sostenible frente a lo insostenible, lo renovable frente a lo que no lo es… Unas son buenas y otras no; unas son bonitas (reservas de la biosfera) y otras son feas (fábrica con chimenea).
La diferencia entre la bondad y la maldad es tan grande que en los grandes almacenes no faltan mercancías con etiquetas verdes que venden mucho más, son respetuosas con el entorno, el medio ambiente, no contaminan, son reciclables… Este tipo de comercio expresa el grado de penetración que la ideología burguesa ha alcanzado en amplios sectores de la población, sobre todo en los que pueden pagar un poco más de precio por algo un poco menos contaminante.
La crisis del capitalismo no ha llegado a las industrias verdes. En las calles ya corren coches eléctricos y, según el equipo de investigación “Next 10”, en 2008 se invirtieron en California 3.300 millones de dólares en tecnologías “limpias”.
Lo explicó Bill Gates con el cinismo que le caracteriza: “No importa que la ciencia se equivoque; habremos creado una nueva economía y nuevos empleos”. La burguesía sabe, pues, que sus políticas verdes no tienen que ver con ninguna ciencia sino con una “nueva economía”, es decir, con rentabilidad, beneficios y plusvalías.
En 2007 Thomas Friedman, editorialista del New York Times, acuñó la expresión “New Deal Verde” porque las propuestas seudoecologistas para liberarnos del apocalipsis son, en realidad, política económica, una nueva reconversión industrial e incluso una cierta forma de planificación capitalista.
Otro periódico aún más lamentable, “El Confidencial”, titulaba así un artículo reciente: “Cambio climático: Cuenta atrás para 2030: Lo que necesita España” (2). Tenemos que recurrir a ese tipo de prensa para que nos indique lo que realmente necesita “España”.
Como cualquier otra ética, además de un componente de clase, la ideología verde también tiene otro componente de “compromiso”, una especie de programa seudomilitante, reividicativo o, como se dice ahora, “activista”. Por ejemplo, el programa del PSOE habla de “Transición energética y lucha contra el cambio climático”. Cuando aparece el medio ambiente parece que al PSOE aún le queda un motivo para “luchar” (3).
La seudociencia ha puesto a la naturaleza en el centro del universo. No hay problemas más serios y trágicos que los que conciernen al clima, la desforestación, la sostenibilidad… “Se considera que el desafío más importante que enfrenta la humanidad en el siglo XXI es resolver el problema del calentamiento global”, asegura la Wikipedia (4).
Todo el mundo debe dejar lo que tiene entre manos para empezar a preocuparse por la verdadera tragedia que nos aguarda.
Juan Manuel Olarieta, 24 abril 2019
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(1)http://ajuntament.barcelona.cat/lafabricadelsol/sites/default/files/fds_marc_romera_cast.pdf
(2) https://www.elconfidencial.com/empresas/2019-04-14/energia-transicion-energetica-electricidad-ree-bra_1930778/
(3) http://www.psoe.es/gobierno-para-el-cambio/transicion-energetica-y-lucha-contra-el-cambio-climatico/
(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Transici%C3%B3n_energ%C3%A9tica