Piratas y cleptocracia colonial – por José Negrón Valera

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Imagínense que un día deciden ir al banco a abrir una cuenta de ahorros para depositar allí el salario que obtengan como producto de su trabajo. Ahora bien, luego de un tiempo, llegan a la conclusión de que es mucho mejor guardar el dinero en el colchón, porque digamos, el banco no les da mucha confianza.

 

Ese banco se ha portado de manera pésima con gente a la que usted conoce y respeta, y además hay una cierta historia de manejos fraudulentos que han sabido ocultar bajo toneladas de dinero invertido en ‘marketing’ y estrategias de relaciones públicas. Pues bien, supongan que cuando llegan a la taquilla e informan que desean retirar el dinero que les pertenece, el empleado del banco les notifica que no pueden acceder a su solicitud porque ellos, simplemente no confían en que usted “haga buen uso de su dinero”.

Esta historia, es precisamente lo que le acaba de ocurrir al Estado venezolano, cuando hace apenas unos días decidió repatriar 14 toneladas de oro, valoradas en aproximadamente 550 millones de dólares, que se encuentran en resguardo del Banco de Inglaterra. El argumento dado por el banco es que “existe la preocupación de que el señor [Nicolás] Maduro pueda confiscar el oro, que es propiedad del Estado, y venderlo para beneficio personal”.

 

La acrobacia verbal de “convertir” la riqueza de un país, en un bien personal para así tener una especie de legitimidad para quedarse con lo que no les pertenece, ya la habían patentado contra el pueblo de Libia.

Así como George Walker Bush, inauguró la ‘guerra preventiva’ como base de la futura política norteamericana de intervención militar en el mundo, Inglaterra ha decidido dar un paso al frente y simplemente establecer un ‘saqueo preventivo’ de los activos a los que aspira en el territorio venezolano, y a los cuales aún no ha podido acceder con la libertad que quisiera.

Adicción por el saqueo

Venezuela ya ha tenido que lidiar con la piratería inglesa. El escritor venezolano, Luis Britto García, en su libro ‘Demonios del mar: piratas y corsarios en Venezuela 1528-1727’, relata con lujo de detalles las incontables veces que nuestro territorio, en especial las poblaciones costeras de Margarita, Coro, Cumaná y La Guaira, enfrentaron la rapiña de los corsarios del Viejo Continente. Incluso, en pleno siglo XX, las costas venezolanas volvieron a sufrir la codicia inglesa al ser bloqueadas por barcos de guerra que ‘en nombre de la Corona’ deseaban cobrarle al Gobierno de Cipriano Castro, deudas que tenía Venezuela con las empresas de la nación europea.

 

Otro ejemplo de saqueo más actual, lo representó la invasión y desmembramiento del Estado libio en el 2011. El ex presidente Hugo Chávez, ya en esa época, explicaba las verdaderas razones que llevaron a Estados Unidos y sus principales socios europeos, especialmente Inglaterra y Francia, a destruir el país más próspero de África.

“Yo saco una hipótesis, no es solo el petróleo. Es que los 200.000 millones de dólares de reservas internacionales de Libia, ¿dónde están depositadas? Ustedes ven que están anunciando ‘congelamos las cuentas de Gadafi’. ¿Serán las de Gadafi o serán las de Libia? (…) 200.000 millones de dólares, equivalen a cuatro años de producción de petróleo libio. Valdría la pena que alguien respondiera: ¿dónde están las reservas internacionales de Libia?”, pregonaba Chávez.

 

Recientemente, el consorcio financiero europeo Euroclear —donde el grupo británico CREST tiene acciones—, declaró que más de 13.000 millones de dólares del dinero congelado a Gadafi “se habían evaporado”. Por supuesto, nadie se ha hecho responsable al respecto, así como del resto del dinero libio depositado en bancos europeos. Un dato adicional, Euroclear fue el mismo banco que decidió congelar, recientemente, más de 1.600 millones de dólares al Gobierno venezolano.

Nada se salva

Sin embargo, la cleptocracia colonial no se queda en arrebatarle el dinero o las riquezas a los pueblos del mundo. Son incontables las denuncias que se han hecho para que el Museo Británico (no podía ser de otra manera) devuelva los miles de tesoros arqueológicos que mantiene en ‘custodia’.

El caso de Grecia es emblemático. El Gobierno de ese país mediterráneo lleva más de 70 años exigiendo que se le devuelvan las esculturas del Partenón, robadas por el embajador británico Lord Elgin en 1801. Lo más escandaloso, pero que refleja bastante bien la naturaleza del colonialismo británico es que, solo accederían a “prestar los frisos por tres meses, con la condición de que el Gobierno griego reconozca que son de propiedad” de Londres.

 

Chile, es otro país saqueado. En 1868, le arrebataron un moai que pertenece a los pueblos de la Isla de Pascua. Las autoridades del museo inglés, le respondieron al diario chileno Mercurio que “no tienen conocimiento de ninguna petición oficial” para devolver la pieza y que además “está dentro de sus colecciones más vistas”. Como si eso bastara en términos éticos para continuar con la pieza arqueológica en su poder.

​Quizá uno de los países más invisibilizados dentro de los reclamos sea Tayikistán, que lleva al menos diez años solicitando al Museo Británico que le devuelva los tesoros antiguos de Oxus (siglo IV a. C.), los cuales son considerados parte de su colección nacional. En el 2007, el presidente de Tayikistán, Emomali Rahmon, declaró que “el museo londinense mantiene robados los preciados artefactos persas”. Estos llegaron de manos de aventureros ingleses que en el siglo XIX se apropiaron ilegalmente de ellos.

 

La lista es larga e incluye a países como Irán, Siria, Irak, Libia, Perú, Argelia, entre muchos otros.

Al recorrer cada caso, algo queda muy claro y es la emergencia de una cultura, una cosmovisión que sigue perpetuando la idea colonial de una división del mundo entre ‘civilizados’ y ‘salvajes’, con todas las consecuencias terribles que eso conlleva.

Quizá una de las más visibles y peligrosas, sea el convencimiento de que aquellos países que entran en la clasificación de ‘tercer mundo’, necesitan tutela para el manejo de sus riquezas, de sus vidas. Ese a nuestro juicio, es el primer y necesario paso para que toda guerra, intervención, bombardeo, se transforme en una acción moral y necesaria. Lamentablemente, quienes ven la acción del Banco de Inglaterra, como un simple acto arbitrario de presión, no entienden que en el fondo lo que se esconde es la no superación de la época de los colonizadores españoles que todavía se preguntaban si quienes habitaban el continente americano tenían alma.

El no reconocimiento del otro, de sus derechos, de su autodeterminación y libertad, siempre ha significado a lo largo de la historia, la puerta de entrada para los abismos en los que ha caído la civilización.

José Negrón Valera, 20 noviembre 2018

Fuente

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