Nicaragua: la mano oscura detras del golpe
El golpe de Estado revestido de protesta violenta que se inició en Nicaragua hace más de 100 días y que sumergió a todo el país en la inseguridad no ha logrado aniquilar al sandinismo.
“Tenemos intereses bien definidos
y especiales para mantener el orden
y un buen gobierno en Nicaragua”
(Calvin Coolidge, 11 de enero 1927)
Muchos de estos estudiantes son integrantes del Movimiento Cívico de Juventudes (MCJ) creado y financiado por el Instituto Democrático Nacional (NDI) de Estados Unidos, cuyo presidente es Madeleine Albright, la exsecretaria de Estado.
El país ha empezado una lenta recuperación de la tragedia impuesta por los golpistas que ha dejado más de 260 muertos, cientos de heridos, hospitales, instituciones públicas, alcaldías y municipios quemados y escuelas, dependencias universitarias y estaciones de radio sandinistas destruidas. Sin embargo, el pueblo ansioso de paz no respaldó a los golpistas en su intento de regresar a Nicaragua a su pasado de injusticia y pobreza y dio su apoyo al Gobierno sandinista elegido con el 72 por ciento de su voto.
Cada intento de golpe de Estado en cualquier país del mundo nunca ha sido una acción espontánea en el transcurso de la historia de la humanidad, sino la realización de un proyecto elaborado con anticipación. Así sucedió hace más de 100 días en Nicaragua cuando grupos de estudiantes nicaragüenses salieron a las calles para protestar, según los medios de comunicación globalizados, contra la ‘dictadura’ de Daniel Ortega.
Fue ella quien en 1993 justificó en una entrevista la muerte de 500.000 niños en Irak por las sanciones impuestas por EEUU, como “un mal necesario” y que era “un precio que valía la pena de pagar” según declaró entonces. El NDI empezó a trabajar con los jóvenes nicaragüenses en 2015 con el apoyo financiero de USAid, la Fundación Nacional para la Democracia (NED) y Freedom House. Su propósito era preparar futuros líderes para imponer el modelo neoliberal de desarrollo elaborado en Norteamérica e implantar la ideología norteamericana en Nicaragua. Es decir, crear sus servidores incondicionales que terminarían con el populismo y el nacionalismo en el país. La NED, la NDI, el USAid y Freedom House han estado haciendo la misma labor en Venezuela y Bolivia, países considerados junto con Cuba y Nicaragua como ‘piedras en el zapato estadounidense’.
El propósito de toda esta red subversiva de las mencionadas organizaciones norteamericanas ha sido la creación de organizaciones y movimientos para el derrocamiento del Gobierno de Daniel Ortega. Solamente la USAid aportó más de 5 millones de dólares para la “capacitación de la sociedad civil y las organizaciones de los medios de comunicación” (Aram Aharonian, Digital Question, 26-07-18). Una significativa parte del aporte total de 10 millones de dólares de esta red de organizaciones e instituciones norteamericanas para la subversión fue entregada al Movimiento Cívico de Juventudes (MCJ), a base del cual se formó el Movimiento Estudiantil 19 de Abril (M-19), de tendencia radical. El resto del dinero fue repartido entre el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y los medios de comunicación que en un 95 por ciento han sido afines a la oposición estando en manos privadas.
Como lo escribió el periodista Aram Aharonian, Nicaragua desde el 18 de abril pasado se convirtió en “rehén de una realidad falseada y ficticia que mueve el terrorismo mediático de esta guerra de cuarta generación, al ritmo de las redes sociales, donde la realidad virtual se impone sobre la realidad real, donde, incluso, la masa de gente autoconvocada, genuina y respetuosa de la paz se moviliza por la democracia y es convertida en carne de cañón, en ‘daño colateral’ para lograr el objetivo final: salir del Gobierno constitucional, cueste lo que cueste”. (Fakenews de Cuarta Generación). La prensa globalizada describió, según el académico estadounidense Benjamin Waddell, director de la Escuela de Capacitación Internacional en Nicaragua, “la rápida escalada de disturbios civiles como una explosión espontánea de descontento colectivo, desencadenado por los cambios del Gobierno al sistema de seguridad social”. (Global Americans, junio 27, 2018).
Lo que Waddell llama “insurrección cívica” de carácter espontáneo en realidad es un levantamiento de estudiantes que fue preparado por la red de las organizaciones e instituciones norteamericanas con mucha anticipación y como lo reconoce este profesor, “la participación de la NED en nutrir a los grupos de la sociedad civil de Nicaragua arroja luz sobre el poder del financiamiento transnacional para influir en los resultados políticos en el siglo XXI”. Lo que se buscaba para la “insurrección” era el pretexto que apareció con la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta institución y las empresas privadas más solventes nacionales insistieron en la necesidad de elevar la edad de jubilación y de privatizar las clínicas de salud.
El Gobierno de Ortega se opuso a este proyecto del FMI tan bien conocido en todos los países del mundo, incluyendo en Rusia y, por el contrario, impuso una reforma que aumentaba el aporte patronal del 19 por ciento al Fondo de Pensiones al 22,5 por ciento, mientras que los aportes de los trabajadores se incrementaban en el 0,75 por ciento y las deducciones de las pensiones pasaban al cinco por ciento para los gastos de salud.
No hay que olvidar que el gobierno sandinista otorgó a los nicaragüenses derecho a múltiples estudios y tratamientos médicos no sólo en el país sino en el extranjero en los casos necesarios.
La indignación de los empresarios exagerada por los medios de comunicación no se dejó esperar y de esta forma apareció el ‘pretexto’ tan anhelado por la oposición y sus auspiciadores norteamericanos para iniciar la ‘insurrección’. El intento de Ortega de derogar el decreto cuatro días después ya no pudo detener la revuelta. El primer día de protestas, el 18 de abril pasado, el hombre más rico del país y uno de los más influyentes en Centroamérica, según la revista Forbes, Piero Coen apareció en la Universidad Politécnica de Managua y llamó a los estudiantes a protestar ofreciéndoles todo su apoyo financiero y jurídico. La familia Chamorro, dueña del periódico más influyente en Nicaragua, La Prensa, y del Confidencial también dio su aporte financiero a la oposición sublevada y de allí podemos darnos cuenta de dónde los estudiantes radicales del M-19 obtuvieron armas (entre ellas pistolas, ametralladoras MP5 que usan las fuerzas especiales de EEUU) para poder atacar a la policía, balear sedes gubernamentales y ocasionar la muerte de sandinistas, policías y transeúntes.
A principios de junio pasado varios militantes del M-19 y del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) fueron a Washington para recibir instrucciones, dinero y el apoyo logístico. Los senadores Ted Cruz, Marco Rubio, la representante Ileana Ros-Lehtinen y varios altos funcionarios del Departamento de Estado, de acuerdo al director de USAid, Mark Green, aseguraron “apoyar a aquellos que defienden las cosas en las que debemos creer”. Después de este encuentro, uno de los líderes estudiantiles, Harley Morales, declaró al periódico El Faro que poderosos intereses extranjeros sobre los estudiantes manifestantes son cada vez más estrictos. “Todos los movimientos ahora tienen asesores. Motores y agitadores, hijos de políticos y empresarios… Tienen una línea política muy clara”.
Los militantes del MRS, muchos de los cuales abandonaron el sandinismo y se aliaron con la oligarquía nacional participando activamente en la sublevación, solicitaron a gritos una intervención armada estadounidense, pues se dieron cuenta de no tener el apoyo del pueblo y de que el golpe que tanto anhelaban fracasó rotundamente y su causa estaba perdida. Lo trágico de este golpe fue que los intentos siniestros del Movimiento Renovador Sandinista fueron apoyados por destacados intelectuales del sandinismo que lucharon contra el régimen de Somoza tales como Sergio Ramírez y Gioconda Belli. Llamándose izquierdistas se aliaron con los golpistas pronorteamericanos en contra del Gobierno sandinista.
La reconocida periodista argentina Stella Calloni, que en los años 1980 trabajó en la Agencia Nueva Nicaragua (ANN), exhortó a estos intelectuales a separarse de “lo que pasó con los grupos armados”, añadiendo: “Yo creo que hay un solo camino: la verdad y la decencia. ¡Basta! Basta de sembrar confusión entre nuestros pueblos en momentos tan difíciles. O se está contra el Imperio o se está con el Imperio, aquí no hay otra cosa en el medio… los que se digan de izquierda no sean aliados del Imperio porque no son de izquierda” (¿Qué es la violencia política para algunos intelectuales? 23-07-18).
Este intento de golpe no solamente fue apoyado por varios movimientos que se autoproclamaban izquierdistas, sino también por muchos sacerdotes y obispos católicos nicaragüenses arengando a la rebelión desde sus púlpitos. Los obispos Silvio Báez, Abelardo Mata y Rolando Álvarez eran parte del liderazgo del fallido golpe. El obispo Abelardo Mata había amenazado inclusive de muerte al presidente Daniel Ortega y a su familia. Extrañamente el papa Francisco, descansando en sus aposentos, no se ha enterado de nada, teniendo un casi perfecto servicio de inteligencia del Vaticano. ¿Entonces de qué diálogo nacional con la participación de la Iglesia católica se puede hablar?
Ni los norteamericanos, ni los obispos, ni los estudiantes ‘rebeldes’, ni los oligarcas pueden determinar el destino de Nicaragua. Solamente el pueblo es responsable del pasado, presente y el futuro de su país. El 19 de julio, este pueblo participó masivamente en el 39 aniversario del triunfo de la revolución sandinista dando un claro mensaje a los golpistas y sus auspiciadores norteamericanos. Dijo alguna vez el Héroe nacional de Nicaragua, Augusto Sandino (1895-1934), que “Este movimiento es nacional y antiimperialista. Mantenemos la bandera de la libertad para Nicaragua y para toda Hispanoamérica”.
Vicky Peláez, 1 agosto 2018