DOSSIER: El conflicto histórico entre Colombia y Venezuela

El conflicto histórico entre Venezuela y Colombia, tiene antecedentes que datan de la época independentista, cuando la oligarquía colombiana detectó como una amenaza los ideales emancipadores de Simón Bolívar, para sus intereses económicos y de poder, basados en la doctrina Monroe.

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Si en algo coincidían las necesidades de la burguesía neogranadina con el ideario bolivariano del Libertador, era en el hecho de querer execrar de sus tierras al yugo español.

Desde aquella época ese espacio común fronterizo de apenas 2 mil 219 kilómetros, une a ambas naciones en una historia común de territorio compartido y a su vez dividido por las tierras, refugiados, desplazados, paramilitarismo, contrabando de extracción, movimientos migratorios, separado además por intereses e ideales distintos. Ambos pueblos libertados por Bolívar; con semejanzas culturales, con los mismos colores patrios pero con destinos diferentes.

Para discernir las razones actuales de este conflicto bilateral es necesario conocer las raíces históricas que le preceden.

Alba TV conversó con Yldefonso Finol, historiador e investigador zuliano, quien considera que el sendero de desencuentros ideológicos que hoy luego de más de 2 siglos, continúa marcando hito en la historia de las naciones, sus pueblos y sus formas de ver y hacer política.

Finol señala que en las raíces de este conflicto está el proyecto bolivariano, como designio libertario que incluye como doctrina el antiimperialismo, la igualdad social y el gobierno popular contra el modelo monroista, que no es una doctrina de Colombia sino de Estados Unidos, “la doctrina Monroe, que plantea el hegemonismo de Estados Unidos en el continente, a la cual se plegó Francisco de Paula Santander”.
Virreinato Vs. Capitanía General

Para ilustrar este conflicto hay varios referentes históricos que se deben conocer: el Virreinato de Santa Fe o Nueva Granada fue creado por el rey Felipe V en 1717 dentro de la nueva política de los borbones y suspendido en 1723, por problemas financieros, siendo reinstaurado en 1739 hasta que el movimiento independentista lo disuelve de nuevo en 1810. En 1815 fue reconquistado su territorio por el ejército del rey Fernando VII, siendo nuevamente restaurado, hasta que el ejército libertador logró su independencia definitiva del poder español en 1819.

La sede del poder se instala en Bogotá, y con ello surge una estructura social donde la aristocracia palaciega se va transformando lentamente en la oligarquía local, poderosa tanto económica como políticamente. Eso obliga al surgimiento de una industria y una producción agropecuaria fuerte para atender las necesidades de ese grupo humano, como: telares, calzado, mobiliario, y todo lo requerido para satisfacer a familias que se gestaron en el poder. Todo ello, también exigió la existencia de centros de educación tanto universitaria como técnica.

A diferencia, aquí en Venezuela, sólo se logró una Capitanía General, en una tierra difícil, caliente y con plaga, además de una población indígena poco dócil. Para resolver cualquier problema judicial o para adquirir cualquier bien, había que referirse a los virreinatos o a la misma metrópolis. Esto gestó familias terratenientes y esclavistas, de aduaneros y comerciantes, pocos centros de formación y un caldo de cultivo de alzamientos, agitación y descontento.

Para Finol es importante resaltar que la doctrina Monroe fue promulgada el 02 de diciembre de 1823 en el Congreso de Estados Unidos por James Monroe; unos meses después, a comienzos de 1824, Santander en un mensaje al Congreso en Bogotá expone que la doctrina Monroe “es un alivio para la humanidad, y que Colombia ganaría mucho acercándose a un socio tan poderoso”.

“Ese concepto que Santander expuso, que yo llamo la subdoctrina Santander, fue lo que inspiró a la oligarquía bogotana, la oligarquía actual de Colombia, que entonces era la Nueva Granada, que son herederos del poder colonial, eran mantuanos, gente con privilegios dentro del Virreinato y ese es el grupo que sigue dominando todavía en Colombia, menos de 20 familias que son los dueños de Colombia”, expone el investigador.

Bolivarianos Vs. Santanderistas

Es importante destacar que llegado el momento, bajo las ideas liberales europeas de los enciclopedistas, comienzan los movimientos independentistas, y aparecen dos bandos: liberales (por la independencia) y conservadores (pro estructura tradicional).

Tanto Bogotá como Quito, Lima, Guayaquil, Santiago de Chile, Buenos Aires, gestan grupos sociales con gran poder económico, ilustración, y poder político que se opone a las búsquedas liberales: Bolívar, San Martín, Miranda, Sucre, Martí.

La oligarquía trabaja desde varios ángulos: convence por las prebendas políticas, transforma guerreros como el Páez de los lanceros llaneros, en el Páez catequizado por una mantuana caraqueña que le enseña francés e inglés, teatro y piano, y termina apoyando a Santander dividiendo la Gran Colombia a través de la Cosiata.

 

 

Lo mismo sucede hacia el sur, donde mueven a un venezolano, Juan José Flores, a ser el primer presidente de Ecuador, quien termina separándolo de la Gran Colombia, para luego entregarle el poder a las oligarquías Quiteña y Guayaquileña.

El historiador recuerda que es ese sector burgués colombiano el que se opone con Santander a la cabeza, al proyecto bolivariano “que viene desde la carta de Jamaica pero que se consolida con la victoria de Ayacucho cuando Bolívar convoca al Congreso Anfictiónico de Panamá en la vieja idea bolivariana de la unión de Hispanoamérica, Bolívar siempre planteó la unidad de los países que fueron colonia de España, un proyecto distinto al de las colonias inglesas del norte, él no quería que los gringos fueran invitados al Congreso de Panamá pero cómo Bolívar andaba en el terreno por el sur, por Perú, Ecuador, Bolivia liberando pueblos, entonces Santander burló las órdenes de Bolívar y convocó a los Estados Unidos y a Holanda e Inglaterra para el Congreso de Panamá y prácticamente lo saboteó”.

Finol refiere que Santander terminó siendo un agente de los Estados Unidos y a su juicio “esa contradicción es la que está en el fondo del problema que nos ha enfrentado a Colombia, sobre todo, en los últimos años, porque Colombia se convierte en la cabeza de playa de una operación transnacional contra la Revolución Bolivariana y el proyecto de Hugo Chávez y luego ha hecho cosas similares o perores contra Nicolás Maduro, pero que ya incluso busca más que eso, más que destruir a la Revolución Bolivariana es linchar moralmente la venezolanidad, destruir la venezolanidad como gentilicio que encarna lo bolivariano, para descuartizar al país, apoderarse de nuestros recursos naturales y hacernos inviables como nación tal como hicieron en Libia y en otros países”, enfatiza el historiador venezolano.

Luchas por territorios

La lucha por el territorio ha sido parte del conflicto entre la nación bolivariana y la neogranadina, Finol explica que esto también forma parte de sus ideales imperiales y su vocación expansionista. “Esto no es solo contra Venezuela, sino contra Panamá, contra Nicaragua en el Mar Caribe, contra Ecuador en el Sur”.

Explica que como toda oligarquía tiene una actitud expansionista, para invadir territorios de otros, aprovecharse de sus recursos y expandir su geopolítica.

Del asesinato de Sucre al tratado Pombo-Michelena (1833) media la acción de los grupos oligárquicos por el control de tierras fértiles, y de espacios con potencial minero, además del poderío comercial y aduanero.

Luego se repetirá en 1941, con el diferendo López de Mesa-Gil Borges, donde Venezuela pierde 108 mil km2, y detrás está el presidente Eduardo Santos dueño del diario El Tiempo, que tuvo muchas relaciones con la incipiente burguesía venezolana. Abuelo del actual presidente colombiano, y protector de figuras como Rómulo Betancourt y Raúl Leoni.

Los intereses de terratenientes e industriales de las familias tradicionales colombianas, que vienen de aquel virreinato, siguen muy fuerte. Dueños de medios, de empresas, de monopolios y con amplias relaciones con los centros del poder mundial a través de la banca.

El episodio del Caldas no fue por un acto de machismo hormonal de algún capitán colombiano, fue una apuesta de los empresarios pesqueros y de las transnacionales petroleras, interesadas por el Golfo.

Finol señala que la ambición de Colombia en el tema territorial viene de mucho tiempo atrás, desde el siglo XVI cuando en 1543 en la municipalidad de Tuda se dicta una ordenanza para invadir el Lago de Maracaibo, se fue ocupando territorio por la vía del Táchira, para crear puerto en el Lago de Maracaibo como salida al Mar Caribe y al Atlántico porque para la burguesía de la zona andina colombiana es muy difícil salir por su propio Mar Caribe muy intrincado y complicado el paisaje de serranía y ríos y era mucho más fácil por Gibraltar y Maracaibo hacia el lago como vía de navegación y salir por el Golfo de Venezuela hacia el Caribe y esa es una ambición que nunca cesó.

Destaca que movimientos ecologistas de la frontera del Zulia han luchado para que no permita el tránsito del carbón del norte de Santander por nuestras vías y nuestro lago porque es un elemento contaminante y perturbador de la vida social y eso es un interés de alto poder para ellos porque es un gran negocio para la burguesía colombiana.

Advierte que el fenómeno de la visión expansionista colombiana aún está latente, “recordemos la Fragata Caldas, como fue una provocación premeditada de la oligarquía colombiana a través de sus jefes militares de tirar una nave de guerra en el Golfo para crear un conflicto y medir las reacción del pueblo y Gobierno de Venezuela en una zona de mucha sensibilidad geopolítica como es el Golfo y en al que ellos siempre ha n tenido pretensiones de ampliar su orilla. Amén que la península Guajira nos la despojaron en un acuerdo fatal, terrible para el país, que firmó Eleazar López Contreras, que permitió ese despojo de territorio y ahora nuestra península Guajira forma parte de Colombia”.

De aquí para allá y de allá para acá

Según refiere trabajo publicado por RT, “en Venezuela residen más de cinco millones de colombianos. La mayoría de ellos migró a territorio venezolano desde la década de 1960 para huir del conflicto armado que asoló al país durante más de medio siglo y que ahora, a pesar de haberse firmado un acuerdo de paz con la guerrilla, ha mutado en otras formas de violencia”.

Ese mismo escrito expone que el Gobierno colombiano emitió un informe publicado a finales de 2017, donde se detalla que “550.000 ciudadanos venezolanos en el país neogranadino. Sin embargo, solo 50.000 posee cédula de residencia. Los flujos, además, son variados: unos forman parte de migración pendular en la frontera (entran y salen sin permanecer en el país), otros están en condición irregular y un último grupo solo lo usa de tránsito hacia una tercera nación”.

No obstante, Finol asegura que en la lucha de la nación soberana contra el antiimperialismo lamentablemente desde territorio colombiano con la presencia hegemónica de los Estados Unidos “se han confabulado todos estos intereses que van desde permitir el saqueo y contrabando de extracción, destruir nuestro ciclo monetario y ahora estigmatizar incluso a la persona venezolana en carne viva a través de nuestros migrantes, que no son más que una parte importante de los colombianos que ya estaban en Venezuela desde hace tres décadas y que algunos están retornando a Colombia como es normal en momentos en los que se vive una crisis económica severa y la gente tiene derecho a migrar y sobre todo a regresar a su país de origen”.

Manifiesta que “el gobierno colombiano no lo reconoce y nosotros lo sabemos porque tenemos las estadísticas, que indican que el gran número de personas que ha atravesado la frontera para quedarse en Colombia que son cerca de unos 440.000, el 90% de esas personas son de nacionalidad colombiana, son víctimas que fueron expatriados de su país y están retornando y el gobierno Colombiano no lo reconoce para no darle su estatus de víctimas, de repatriados y reconocerle sus derechos”.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, catalogó en noviembre pasado a “Venezuela como su peor pesadilla”, pues considera que una “implosión en la nación vecina puede convertirse en un problema tremendo para el proceso de paz y su país en general”, según información del diario El Nacional, a lo que el investigador venezolano, refuta: “si para el presidente Santos 400 mil personas son una pesadilla, multiplíquelo por 20 y esa es la pesadilla que Colombia nos traspasó a los venezolanos cuando mandaron para acá a cerca de 6 millones de colombianos a salvar sus vidas en Venezuela y nosotros como somos bolivarianos no caemos en esa bajeza de llamarlos pesadilla, al contrario de la dirigencia santanderista de Colombia”.

Subraya que el elemento territorial no escapa porque involucra recursos, apropiarse de plataformas de reservas de petróleo y de gas como el caso del Golfo de Venezuela.

Paramilitarismo, comercio y contrabando en la frontera

Recuerda que desde comienzos de la Revolución en 1999 se denuncia el imperialismo norteamericano y la oligarquía colombiana a través del terrorismo de Estado aplicado por la vía del paramilitarismo que estaba comenzando a penetrar en el territorio venezolano como un flujo de conflicto y perturbación. “Cuando hubo la negociación con el ex presidente Uribe, él dictó la línea que entre 5mil y 7 mil de esos paramilitares que se estaban desmovilizando entraran a Venezuela por los caminos verdes, por las vías que pudieran, y vino una gran cantidad de pueblo humilde y trabajador pero también vinieron estos delincuentes de alta peligrosidad mezclados entrenarcotraficantes, paramilitares y sicarios que son fenómenos que en Venezuela no se conocían y fueron introducidos por Colombia”.

Asegura que esto significó el incremento de la criminalidad; “de robo de vehículos; de secuestro; querer usar el territorio venezolano como espacio de tránsito de droga y la organización e bandas paramilitares que durante la época de la violencia tanto en el golpe de Estado de abril de 2002, como los sucesivos actos de sabotaje fascista: paros petroleros, guarimbas, ellos han participado, ellos son parte del engranaje del tráfico de gasolina, que les ha dado importantes ganancias”.

Reconoce la responsabilidad interna venezolana que a su criterio “no tuvimos el carácter y la fortaleza de detener ese negocio del contrabando de la gasolina que se estaba masificando por el tema del diferencial de los precios y por al falta de una vigilancia patriótica vívida en la frontera y a eso se sumó el contrabando de extracción, con los alimentos como una vía también para hacernos daño desabasteciendo nuestros comercios y a la vez beneficiando una economía criminal en toda la franja fronteriza con Colombia, donde esa mercancía entraba con el visto bueno del gobierno colombiano porque las autoridades fiscales y de aduana, ni las autoridades policiales y militares, actuaban y hacían caso omiso de ese contrabando masivo que se llevó de Venezuela desde los alimentos hasta las medicinas”.

Finol afirma que esa organización no fue espontánea, “fue premeditada en el contexto de una guerra no convencional, la llamada guerra de cuarta generación donde se golpea a través de la criminalidad a la sociedad y a la vez se estigmatiza un proceso político y social emancipador como el venezolano a través de la transnacional mediática que se han encargado de colocar a Venezuela como una mala palabra en el marco de la campaña de medios y de difamación más brutal que se haya hecho en la historia de la humanidad, incluso superior a la campaña contra la Unión Soviética”.

Intereses imperiales

Además de todas las luchas y diferencias libradas en este conflicto colombo- venezolano, se suman los intereses políticos y económicos extranjeros que han aportado su granito de arena para la profundización del problema entra las naciones.

El historiador Yldefonso Finol recuerda que Venezuela es la punta de lanza de la lucha antiimperialista mundial, “porque nosotros somos los vecinos más cercanos al imperialismo que hemos sido capaces de retarlo en su propio territorio, lo que llamaban ellos su patio trasero y logramos levantar el deseo, la vocación antiimperialista de los pueblos de América y eso es lo que no nos perdonan”.

Reflexiona acerca dela invasión a Venezuela y asegura que no nos van a invadir porque “la invasión comenzó hace tiempo, con la invasión de esos paramilitares, con el linchamiento moral a través de la mediática, con el boicot financiero, con la campaña del cerco diplomático que se le ha querido tender contra Venezuela, todas esas son formas de intervención imperialista.

Uno de los intereses más importantes del imperio según la opinión de Finol es mantener a América dividida para poder ejercer su poder hegemónico. “Poner a pelear a El Salvador y a Honduras por un juego de fútbol; a Nicaragua y Costa Rica por un riachuelo; es decir, para los Estados Unidos la máxima maquiavélica divide y vencerás, ellos pregonan, promueven y azuzan con sus agentes diplomáticos y sus espías confrontaciones con los países vecinos, conflictos intervencionistas, para ellos seguir siendo el grande del continente. Y en el caso colombiano, la presencia de 7 bases militares de Estados Unidos en el territorio colombiano, el control casi absoluto del imperio norteamericano de la formación de la alta esfera colombiana y la intervención silente, invisible del sionismo de Israel con eso combina un cóctel mortífero en territorio colombiano contra Venezuela y ellos van a tratar de buscar cualquier forma de conflicto para sembrar el odio, la intriga entre países que deberían actuar por lo menos como buenos vecinos, cooperando, no como hermanos, porque con la oligarquía es imposible usar el término hermanos en vez de unirse así como hicimos hace 200 años, nos dividen para mantener la hegemonía estadounidense”.

Finol asevera que los Estados Unidos temen a Bolívar porque significa la doctrina de la unidad de los pueblos para emanciparse y eso sería el fin del imperialismo, “cuando los pueblos de América Latina y el Caribe por fin se unan para emanciparse ese será el fin del imperialismo”.

Expone que las relaciones bilaterales entre Venezuela y Colombia están en su peor momento como a principios de la Revolución, lo que responsablemente el Estado colombiano tiene la obligación de sentarse con el Estado venezolano para pautar unas normas mínimas de convivencia para garantizar que se cumpla el mandato de la Celac, de América Latina y el Caribe como una zona de paz y no prestarse más como cabeza de playa de los intereses imperialistas contra el país que deben tratar como un hermano con el mayor agradecimiento, además que le dimos nombre e independencia y un venezolano lideró la independencia de Colombia, hemos acogido con afecto, respeto y consideración y garantizándole todos sus derechos alrededor de 6 millones de colombianas y colombianos que conviven en Venezuela”.

Exalta que la palabra que debe emplear la Casa de Nariño cada vez que vaya a referirse a Venezuela es “gracias, pero hasta ahora no lo hemos escuchado”.

Yldefonso Finol, 5 abril 2018

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