“Nunca se detendrá”: Debe Israel desaparecer? – por Pablo Jofré Leal
El régimen de Israel es una creación, por ende, una identidad artificial, instituida para causar una brecha en el mundo musulmán.
En el discurso de Eid al Fitr -fiesta que marca el fin del Ramadán- dado por el líder iraní Sayyed Alí Jamenei, la idea central estuvo enmarcada en dar cuenta del papel negativo que cumple Israel en materia de la estabilidad y desarrollo de Oriente Medio en particular y el mundo islámico en general.
El Imán Jamenei planteó ciertos puntos clave para entender esa carga negativa que encierra la existencia del sionismo y su entidad territorial en suelo de la Umma, sobre todo en el Levante Mediterráneo. Dentro de las ideas planteadas se distingue aquella que señala que Israel es una creación, por ende, una identidad artificial, instituida para causar una brecha en el mundo musulmán.
Israel Como Instrumento del Crimen
Surgida, el año 1948, con una falta de legitimidad, que se ha afianzado en el tiempo, en el marco de una política de expulsión de la población palestina con resultados definidos como una catástrofe –Nakba por su significado en árabe– que implica destierro, muerte, destrucción, ocupación, racismo y la conformación de un modelo político de apartheid, que se ha implementado en los territorios palestinos de la Ribera Occidental, la usurpación y judaización de la Palestina histórica y el bloqueo criminal de la Franja de Gaza.
En estos últimos meses el mundo ha sido testigo de una fuerte ofensiva política y diplomática israelí, destinada a tratar de restar fuerza, primero, buscando protegerse de la inevitable caída de este sistema político que denomino nacionalsionista, a manos de los pueblos de la región, como también enfrentar al potente movimiento antisionista que organizaciones y sociedad civil del mundo están llevando a cabo. Esto ha significado, no sólo avances en materia militar en los límites de la Palestina ocupada a manos del Eje de la Resistencia y que tiene aterrado a los mandos políticos y militares de Israel, sino también la positiva campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones –BDS- que permite, desde las sociedades y el mundo civil, solidarizar con el pueblo palestino en forma activa.
Este avance trata de ser contrarrestado por Tel Aviv fijando alianzas con regímenes profundamente antidemocráticos como son las monarquías ribereñas del Golfo Pérsico y en especial con la Casa al Saud, unida a Israel por las mismas políticas expansionistas y criminales contra pueblos vecinos. Una Arabia Saudí que busca los mismos elementos de legitimidad, silencio y complicidad internacional con relación a los crímenes cometidos en base a la cercanía con Estados Unidos y potencias occidentales como Francia y Gran Bretaña. Potencias a las cuales compra la política de a lianzas en base a millonarias adquisiciones de armas y la instalación de bases militares en su territorio, que mantienen así, en activo los complejos militares industriales de estos países.
Efectivamente, la campaña del BDS ha tenido significativos éxitos que se traducen, por ejemplo, en la anulación del partido entre las selecciones de Football de Argentina y de Israel, previo al inicio de la participación albiceleste en el Mundial de Rusia. Juego que se pretendía celebrar, como forma de lavar la imagen del gobierno israelí, en la ocupada ciudad de Al Quds –Jerusalén– que hubiese significado un fuerte espaldarazo y una señal de enorme carga simbólica en momentos que la ciudad está siendo sometido a un fuerte proceso de judaización y que ha significado, por ejemplo, que el régimen estadounidense haya trasladado su sede diplomática desde Tel Aviv a Al Quds como forma de afianzar los lazo entre el imperialismo y el sionismo.
Pero, lo claro que Estados unidos “no puede resolver el problema de Israel con un simple trámite administrativo de trasladar una embajada desde Tel Aviv a una ciudad de tanto significado para el mundo musulmán”. La solución debe tener caminosnovedosos, justos, que den cuenta de los derechos de la población palestina. Y, en ese plano el Imán Jamenei ha señalado que “la cuestión palestina se resuelve a través de un referéndum entre todos los palestinos con el fin de fundar las bases de un Estado independiente” y la realidad de esta idea implica, claramente, la devastación del sionismo.
Una destrucción que trata de ser detenida en base a nuevas maniobras que dilaten la necesaria y urgente autodeterminación del pueblo palestino. Maniobras llevadas a cabo por la administración estadounidense en común unión con Israel y que ha significado la preparación de una gira que será encabezada por Jared Kushner, consejero especial y yerno del presidente estadounidense, Donald Trump, acompañado del Enviado Especial del gobierno estadounidense para Oriente Medio, Jason Greenblatt. Estos representantes viajarán a los territorios palestinos ocupados por Israel, como también a Arabia saudí, Egipto, Jordania y Qatar para sostener reuniones con los gobiernos de estos países para hablar del denominado Plan de Paz y de los sucesos que tienen a la Franja de Gaza como territorio sujeto a la matanza de palestinos a manos del Ejército ocupante israelí.
¿Quién le pidió a Estados Unidos un plan de Paz? ¿Qué palestino ha sostenido una reunión con Trump destinada a avanzar en un plan de paz que permita cumplir las resoluciones de las Naciones Unidas, que desde el año 1948 a la fecha han sido incumplidas por Israel? ¡Nadie¡ni la Autoridad Nacional Palestina –ANP– ni el Movimiento de Resistencia islámica Hamas, ni otras facciones políticas palestinas, han asumido algún tipo de conversación con el enemigo sionista y su padre putativo.
Por tanto, se trata de otra maniobra, más de distracción destinada a engañar las reales aspiraciones del pueblo palestino y sobre todo ocultar bajo el manto de una supuesta hoja de ruta para la paz, los crímenes que a diario el sionismo comete contra Palestina y sus hombres y mujeres, su juventud, sus niños, sometidos a un sistema de apartheid que debe ser condenado y llevado a la Corte internacional de Justicia pues se trata, indudablemente, de crímenes de lesa humanidad.
Para la ANP dicho Plan de Paz, creado en las oficinas de Washington y el beneplácito de los líderes políticos y militares israelíes, que seguramente cumplen la función de correctores de prueba, es un plan destinado al fracaso, debido, sobre todo, a que resulta una hipocresía elaborar un plan de paz, supuestamente de parte de un estado garante, mediador, que ha dado muestras que en realidad tiene una posición de plena alianza con el sionismo. Estados Unidos no pasa prueba de la blancura alguna, es simplemente buzón de depósito de los deseos y prácticas sionistas y ello lo deja inhabilitado para andar presentando planes de pacificación de una región del mundo, donde parte importante de su inestabilidad es por responsabilidad de su política exterior.
Nabil Abu Rudeina, portavoz del presidente de la ANP Mahmud Abbas sostuvo que “Sin el respeto de las resoluciones de las cumbres árabes, de las del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del derecho internacional, y sobre todo sin el acuerdo del pueblo palestino y la aprobación del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Estados Unidos y sus esfuerzos fracasarán y sólo desestabilizarán más la región”. El citado funcionario acierta en cuanto a los puntos que impiden cualquier avance en materia de avances en la solución de un contencioso que se prolonga ya por 70 años, pero, sobre todo hay que considerar que no es posible aceptar la mediación o el estatuto de garante de un gobierno como el de Estados Unidos que es aliado, aval y cómplice de Israel y su política colonialista, racista y criminal con respecto a Palestina.
No hay Acuerdo Sin Autodeterminación
Únase a lo señalado, que cualquier idea de avanzar hacia un acuerdo de paz debe contemplar, necesariamente un primer objetivo indiscutible: la autodeterminación del pueblo palestino, que implica el retorno de los refugiados, la demolición del Muro de la Vergüenza y de los asentamientos instalados en la Ribera occidental. Además del retiro de los colonos sionistas afincados en tierras palestinas y el reconocimiento de Al Quds como capital del Estado Palestino. En pleno año 2018 estos puntos a un lector desprevenido, poco informado y sin memoria histórica podría parecerle “excesivo” pero, basta con recordar los Acuerdos de Oslo del año 1993 y lo que ellos conllevaban, que representaban obligaciones mínimas, las cuales nunca tuvieron la intención de ser cumplidas por Israel. ¿Podría hoy, a 25 años de Oslo, pensarse que la idea estadounidense de un plan de paz avance en la solución de los puntos que interesa al pueblo palestino?
Firmados el 13 de 1993, en la capital estadounidense, entre la Organización para la Liberación de Palestina –OLP– y el régimen sionista, esos acuerdos contemplaban la creación de un autogobierno interino por el plazo de cinco años hasta llegar a la conformación de un Estado palestino el año 1999, considerando a Cisjordania y la Franja de Gaza como una exclusiva unidad territorial. Unido al cumplimiento de la resolución 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que implicaba el retiro de todas las fuerzas ocupantes de los territorios ocupados tras la Guerra de Junio del año 1967.
Los asuntos más duros del enfrentamiento entre Palestinos e israelíes quedaron en compás de espera para futuras negociaciones, entre ellas lo relacionado con la frontera entre Palestina y la entidad sionista, cuál sería el estatus definitivo de Al Quds, las colonias con judíos sionistas en Cisjordania y el llamado derecho al retorno.Dos años después de esta firma, el extremismo judío asestó un duro golpe a ese proceso de paz, con el asesinato del en ese entonces Primer Ministro Isaac Rabin. Lo sucedió interinamente Shimon Peres, que al cabo de un año perdió en las elecciones que llevarían al poder al archienemigo de cualquier acuerdo de paz con el pueblo palestino, Benjamín Netanyahu.
Nada de lo señalado un cuarto de siglo atrás se ha cumplido y lo que constatamos es la intensificación del crimen contra la población palestina, la ocupación crónica, la construcción de más y más kilómetros de muro, generando un sistema de apartheid violatorio de los derechos humanos más básicos del pueblo palestino, una tierra palestina sometida al arbitrio criminal del ocupante. Cientos de check points que limitan la libertad de desplazamiento de millones de palestinos, que ven día a día la destrucción de sus cultivos, la demolición de sus casas, el robo de sus riquezas naturales. La negación del agua, la judaización de sus ciudades como Al Quds y Al Jalil. La invisibilización de su historia a manos de una historia construida en favor de una mitología sionista que pretende eliminar toda presencia árabe en palestina y con ello consolidar un proceso destinado a cumplir el objetivo mayor: desunir al mundo musulmán e impedir todo apoyo a la causa del pueblo palestino en momentos que el Eje de la Resistencia se encuentra en las fronteras de la Palestina ocupada.
Por ello, no es casual, que en el mismo momento que se habla de reflotar un prostituido proceso de paz por parte de Washington, el Primer Ministro de la entidad sionista, Benjamín Netanyahu en operaciones políticas y diplomáticas busca apoyos en Rusia y Estados Unidos, para lo que considera una decisión esencial para su sobrevivencia: el retiro de la República Islámica de Irán de Siria. Par ello no ha dudado en amenazar a la nación persa afirmando que “Israel actuará contra la presencia de Irán en el país árabe, ya sea cerca de la frontera –que es hablar de los territorios ocupados de Palestina– o en el interior de Siria”.
Las sociedades del mundo deben estar alertas a los pasos que está dando Israel con relación a Palestina. Sobre todo, en materia de seguir con su política de masacres contra los habitantes de la Franja de Gaza, sometidos a un bloqueo brutal que ha obligado a la Organización de Naciones Unidas –ONU– a solicitar un Informe confidencial sobre la situación en ese enclave costero y los asesinatos llevados a cabo por las fuerzas de ocupación. Para el Secretario General del Organismo internacional, el portugués Antonio Guterres, “en los últimos tres meses las tensiones en Gaza han llegado a su máximo nivel desde 2014. Esto es una advertencia respecto a la posibilidad que estemos cerca de una nueva guerra”.
Un conflicto que a diferencia de la denominada Operación “Margen Protector” llevada a cabo por la entidad sionista el año 2014 y que generó 2.500 muertos y más de 10 mil heridos en la población gazetí, unido a la destrucción de gran parte de la infraestructura sanitaria, educacional, portuaria e industrial de la Franja. La diferencia se vislumbra en que, en esta nueva guerra, es posible que se hagan presente otros actores, agrupado en lo que conocemos como el Eje de la Resistencia, que implicaría una severa lección a las fuerzas sionistas. Eso, a no dudar, es una buena noticia para aquellos que creemos que la solución para Oriente Medio pasa por la desaparición del sionismo y su lógica de colonialismo, racismo y crimen, terminando así con esta punta de lanza, incrustada en el mundo musulmán desde el año 1948.
Pablo Jofré Leal, 18 junio 2018